El inicio de la administración de gobierno dota al presidente de EEUU de una posición política ideal por sus dos primeros años de mandato de los cuatro que significa todo el periodo. Esto no significa emitir un pronóstico acerca de lo que sucederá con el Poder Legislativo tras los comicios intermedios, sino atender estrictamente a la situación reinante en la actualidad: Trump cuenta a favor con las mayorías republicanas en el Congreso de EEUU; un Poder Judicial en que la mayoría de sus integrantes fue escogida por mandatarios republicanos (desde los años del presidente Bush padre); además del control del Ejecutivo y su gabinete; mejor cuadro no puede pedir y, al comprender esto estamos desentrañando en parte las razones de sus acciones y atropellamientos.
Son momentos en que puede alabar a la vez a Putin, Netanyahu y al asesino príncipe saudita, heredero de la nación petrolera asiática; pretender una Gaza “limpia” (entiéndase sin palestinos), para convertirla en el gran polo turístico de Oriente Próximo (al cuidado de su portavión israelí); amenazar y atacar directamente a Canadá y México, so pretexto de combatir los efectos en su sociedad del fentanilo; amenazar con “recuperar” para la
gestión estadunidense el Canal de Panamá; demandar mayores aportes para la belicosa OTAN; pretender la compra (para beneficio del Pentágono) de Groenlandia; declararle la guerra comercial (una suerte de contemporánea “guerra fría”) a China Popular e involucrar en la misma a su competidor más cercano (UE), al cual, de alguna forma,
intenta desaparecer.
Este inicio de administración coincide con un drástico cambio del capitalismo que trae nuevas formas de aplicar el imperialismo e inaugura una etapa más descarnada de su aplicación y desarrollo, con nuevos personajes emergentes y con historias, en general, intrascendentes; a vía de ejemplo tenemos a los Bolsonaro, Bukele o Milei, mientras se sigue abriendo camino (representaciones y misiones estadunidenses mediante) para el chileno Kast o el joven ecuatoriano Noboa. Todo puede ocurrir según las nuevas interpretaciones de la conocida como Doctrina Monroe, con la que procura ofrecer una arista de renovación (gatopardismo), recalcando que el subcontinente es “su patio trasero”.
Para ello alcanza con conocer que el joven Noboa ofrece una isla de las Galápagos para que se asiente la flota del Comando Sur y, en Perú, la dictadora
Boluarte aceptó que una inversión portuaria china sea devaluada por las promesas de desarrollos marítimos de EEUU.
Pero las palabras de Trump van siempre acompañadas por diversas amenazas y en caso de encontrar alguna disidencia con sus normas aplicará sanciones que ahora se llaman aranceles (fiscalidades) a las importaciones. En todo caso, esta forma de venganza-sanción es parte de una artillería de la que dispone el presidente de EEUU,
que no trepida en aplicarla contra cualquiera de los 27 que se atreva a disentir de sus apreciaciones y apetitos. Como ejemplo puede tomarse la medida adoptada contra Francia al imponerle aranceles de importación a los vinos y licores, aunque las importaciones principales de tales productos provengan del sancionado. Se trata de hacer sentir el “rigor” del dominio para doblegar a un adversario molesto.
Ya que ofrezco un ejemplo europeo es justo que exponga algunos elementos que hacen a la crisis intestina que sacude los cimientos de la UE.
Más allá del desaire a la UE y a la misma Ucrania -en cuyo territorio el invasor hace su agosto- respecto a un preacuerdo de paz con Rusia (o so pretexto de esto) los europeos comunitarios alzaron
la voz y lanzaron el proyecto (que según mi criterio no trascendió el discurso) de una alianza militar
solamente integrada por elementos de los 27. Debe entenderse que el pacto de intercambios económicos que une a los europeos se sostiene concediendo a la OTAN (estrictamente una alianza devenida en un pacto defensivo-ofensivo sobre puntos más propagandísticos que reales) y a EEUU la dirección política de las acciones. De manera repentina los europeos que vaciaron sus almacenes de armas (que no le sirvieron de mucho a los ucranianos; sólo han promovido la mayor duración de la guerra) y volcaron sus bancos centrales y los presupuestos en apoyo a Kiev, repentinamente vieron desaparecer lo suyo al interpretar (quizá correctamente) que las declaraciones de Washington y Moscú acerca de una salida negociada al conflicto los deja no solamente menospreciados sino que los exhibe como naciones
dependientes de una potencia de otro continente. Si a esto le agregamos la crisis que soportan como consecuencia- entre otras cosas- de seguir el camino de sanciones contra Rusia y la amenaza pendiente de mayores aranceles por parte de la Casa Blanca, los gritos de alarma proferidos
se justifican ampliamente. El tema es que la docilidad pasada y presente la acordaron los gobiernos y aunque el clamor popular opine distinto no existe la fuerza política que organice la resistencia y se oponga a ser dirigidos por quienes -según mi modesto criterio- se guardarán las críticas para otro momento, se tragarán sus discursos y terminarán haciendo lo que el imperio y conductor principal de Occidente, Trump en este momento, acuerden que sea lo mejor para cumplir con los intereses -dice- de los estadunidenses.
De acuerdo con mis convicciones, recurro al español Jorge Tamames para dar una idea económico-militar a la cuestión: “El problema es que el gasto militar europeo es extremadamente ineficiente.
La UE apenas cuenta con recursos militares propios. El monopolio de la fuerza es un atributo fundamental de cualquier Estado, lo que los vuelve reacios a ceder soberanía en defensa. El resultado es que los veintisiete Estados han desarrollado veintisiete “ejércitos bonsái”: réplicas en miniatura de fuerzas armadas más extensas y eficaces, como la rusa o la estadounidense. (,,,) su diseño no permite generar economías de escala, ni sirven
para desarrollar una industria de defensa que cubra todas las necesidades de la UE. Tampoco para establecer una capacidad de disuasión creíble.”
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