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Tu respuesta fue patética por Rafael Katzenstein

Tu respuesta fue patética  por Rafael Katzenstein
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Estimado Alfredo García, no me gusta el programa Malos Pensamientos ni lo escucho nunca. Solo miro algunos reportajes en Youtube cuando el entrevistado me interesa. Cuando Petinatti entrevistó a la senadora Amanda della Ventura sentí vergüenza ajena por la poca capacidad de la entrevistada para responder las preguntas provocadoras del licenciado. Particularmente, me pareció patético el espacio en que Petinatti colocó contra las cuerdas a la pobre Amanda preguntándole sobre el conflicto Israel – Hamás. Ayer, a instancias de mi mujer que está más informada que yo sobre lo que pasa en los medios, miré toda la entrevista en la que participaste. Admiré tu capacidad para responder sinceramente y con agudeza durante casi todo el reportaje. Eso sí, me llevé un chasco al final, cuando, esperablemente, el periodista puso sobre la mesa el tema del conflicto en Palestina. Es cierto que el tema fue tirado a último momento sin espacio para extenderse, pero no me sirve la excusa. El epíteto de “arrugueti” que le tiraste al licenciado, se te cayó encima y tu respuesta fue patética. Millones de personas en el mundo estamos horrorizadas por la masacre que está cometiendo Israel sobre los palestinos. Incluso muchos judíos rechazan que se actúe en su nombre de esta manera. Siempre es complejo colocarse en un lugar razonable cuando uno no simpatiza con ninguno de los contrincantes en un conflicto, pero a estas alturas ya deberíamos estar acostumbrados. Por ejemplo, rechazar lo que hizo Estados Unidos y sus aliados occidentales en Irak o Libia no quiere decir que uno fuera hincha de Hussein o de Gadafi y así con mil casos más. Que Hamás sea un grupo islamista reaccionario que actúa violentamente, no puede oscurecer las causas y las circunstancias de lo que ocurre en esa región desde hace décadas. Es sabido que Netanyahu y sus secuaces apostaron a la división entre los palestinos, debilitando a la Autoridad Palestina que gobierna (bueno, es una forma de decir) en Cisjordania y fortaleciendo a Hamás. El Estado de Israel, que se jacta de ser la única democracia de la región, aplica una política de apartheid sobre la población palestina. Basta dar algunos ejemplos: el apoyo del ejército a las acciones violentas de los colonos ilegales contra los habitantes palestinos; el sistema de detención administrativa que permite mantener en prisión a personas (incluso menores) sin juicio ni sentencia; la costumbre de demoler las casas de las familias de las personas acusadas de algún delito. Ni la dictadura uruguaya hacía algo así. Por alguna razón Israel fue uno de los pocos aliados que no cuestionaba y apoyaba a la Sudáfrica de la época del apartheid. Nos guste o no, Hamás canaliza los naturales sentimientos de rebelión de una población oprimida. La historia está llena de rebeliones de grupos por su liberación y la mayoría son violentas. Es muy triste ver que muchos judíos y, particularmente sus organizaciones, califican como antisemitismo cualquier crítica a la política del estado sionista. Ya la palabra es engañosa porque los palestinos también son semitas. La afirmación del derecho a habitar en un determinado lugar del planeta por un mandato divino es un delirio absurdo. Probablemente muchos de los “palestinos” de hoy tengan más ancestros entre los judíos de hace dos mil años que muchos judíos rubios y pecosos que difícilmente tengan algún ancestro semita. Pero esto no debería importar en absoluto. Para bien o para mal, el mundo está organizado en naciones estado que se han formado por razones políticas, juegos de poder, etc. Lo importante es que los países logren la convivencia a su interior independientemente de su ancestría genética, sus rasgos fenotípicos, su lengua o su religión. El Estado de Israel lo dice claramente, es un estado para los judíos, el resto es de segunda.
El historiador israelí Schlomo Sand publicó en 2008 un libro llamado “La invención del pueblo judío” (Madrid, Akal, 2014). Va una cita que no necesita explicación: “A nadie se le ocurriría negar la existencia de Estados Unidos debido a que los pueblos indígenas fueron despojados de sus tierras cuando se formó la nación. Nadie afirmaría que los conquistadores normandos deberían ser expulsados de las Islas Británicas, o los árabes devueltos a España. Si queremos evitar transformar el mundo en un gigantesco hospital mental, debemos resistirnos al impulso de redistribuir a las poblaciones de acuerdo con algún modelo histórico.” (p. 338-339).
El genocidio que se está perpetrando contra la población palestina no busca rescatar a los rehenes sino liquidar las esperanzas de los palestinos de tener un lugar donde vivir. El 7 de octubre, algunos de los muertos lo fueron por fuego israelí, que prefirió bombardear sitios donde había milicianos de Hamás, sin importar que habría también víctimas judías. Lo mismo ocurre con la actual guerra: si mi familia fuera secuestrada y en lugar de intentar el rescate, bombardeo la casa donde están retenidos, está claro que no puedo esperar reencontrarlos con vida. A Netanyahu parece interesarle mucho más mantenerse en el poder. Lo puedo entender. Lo que resulta vergonzoso es el apoyo de los países occidentales, más allá de algunas tímidas condiciones, a una masacre de esta dimensión.

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