A más de dos meses de haber asumido el nuevo gobierno, sigue sin conocerse cuáles serán los lineamientos centrales de su gestión. Me refiero a uno, dos o tres temas prioritarios, a su propia elección, en los que es esperable que comprometa proyectos y esfuerzos para dejar su impronta en la sociedad.
Hablo de temas y propósitos en los que después se medirá su éxito o su fracaso. Por ejemplo, me viene a la mente el “Que pague más el que tenga más”, con el que Tabaré Vázquez presentó la reforma tributaria pergeñada por Astori, o el “Educación, educación, educación”, con que José Mujica asumió la presidencia.
Cualquier podría señalar que, en el Uruguay, quienes más tienen y ganan son quienes menos pagan, con sólo pensar en las megainversiones exoneradas de impuestos. Y que la educación sigue barranca abajo entre reformas y transformaciones pensadas y pagadas por el Banco Mundial. Pero al menos sabemos con qué no cumplieron esos dos gobiernos.
Eso no ocurre con el gobierno de Orsi. Sencillamente porque no sabemos cuáles son sus prioridades ni sus planes para abordarlas.
Se acerca el fin del “período de gracia”, esos pocos meses en que la oposición contiene el aliento a la espera de qué hace el gobierno, antes de empezar a atacarlo.
Quizá algún estratega poco iluminado pueda creer que, si el gobierno no se compromete a nada, nadie podrá criticarlo. Es un error. Los compromisos significan una obligación, pero también son un buen paraguas contra las críticas.
Supongamos que un gobierno asumiera con el propósito de “Que ningún niño pase hambre en el Uruguay”, e hiciera que el MIDES y otros organismos instalaran comedores y servicios de trabajo social que efectivamente eliminaran el hambre en los niños (es un ejemplo simple). Tengan por seguro que, si hay que subir los impuestos, o no se puede rebajar los combustibles, gran parte de la población dirá que, después de todo, a lo que se comprometió el gobierno fue a eliminar el hambre infantil, y que ese objetivo se cumplió y que eso justifica los impuestos y el costo del combustible (por decir algo).
En cambio, un gobierno que no dice nada ni se compromete a nada recibe al principio unos meses (entre tres y seis) de silencio y tolerancia. Pero, cumplido el plazo, le caerá arriba la culpa por todo. La inseguridad, el costo de vida, la deuda externa, el valor de los salarios y de las jubilaciones, el déficit educativo, la lluvia, la sequía, las oscilaciones monetarias y hasta las guerras del mundo le serán cobradas. ¿Por qué? Porque no marcó prioridades ni asumió compromisos cuando podía. Eso lo hace ver como responsable por igual de todo y lo obligará a defenderse panza arriba, “como gato entre la leña”, el resto de su mandato.
Y, ¡ojo!, que ese silencio no significa en absoluto que todo quede como estaba antes de asumir Orsi. No. Mientras que el gobierno balbucea y vacila, los proyectos privados que modifican la vida en el Uruguay siguen avanzando. Avanzan, por ejemplo, las empresas del hidrógeno verde y las de prospección sísmica en nuestra costa marina en busca de petróleo. Avanzan, nos endeudan, afectan la actividad agropecuaria, pesquera y turística, se llevan nuestros recursos, dañan a nuestra naturaleza y nos dejan nada o menos que nada.
Ni siquiera lo más obvio se libra del balbuceo y de la vacilación. Neptuno, por ejemplo, un contrato inconstitucional por donde se lo mire, dañoso para la salud pública, peligroso para el medio ambiente y además carísimo, sique en un limbo de indefinición. Y algo aun más escandaloso: el Ministerio de Salud Pública sigue sin cumplir con su deber legal de controlar la composición real de las vacunas que compra y que considera obligatorio suministrarles a los niños. No es algo que digo yo. Es algo que reconoce el propio Ministerio. ¿Cómo se explica una ilegalidad tan evidente? ¿Qué es lo que hay que meditar antes de ordenarle a un organismo público cumplir con la ley que lo obliga?
Insisto: balbucear, vacilar, y esconder la cabeza en la tierra, como el avestruz, no evita la responsabilidad oficial por lo que ocurra.
Hasta aquí llego por hoy. Estén atentos durante los próximos tres meses para ver si se cumple mi pronóstico. Si estoy en lo cierto -y si nada cambia- la oposición y la opinión pública se le vendrán arriba al gobierno, culpándolo por su pasividad y silencio.