Si bien el trabajo del Laboratorio de Práctica Teatral hace tiempo se ha alejado de la “representación” tradicional, lo figurativo no ha dejado de estar presente en sus creaciones. El afiche con que anuncian su último trabajo, titulado Chancho va-Un juego, remite al arte de tapa del disco Animals de Pink Floyd, aunque “intervenido” por la presencia de una figura aparentemente humana, con los “cortes” marcados en su cuerpo cual res en una carnicería. Ahí está una de las claves del trabajo, esa yuxtaposición de signos que disparan interpretaciones que no serán “dirigidas” por el equipo de creadores.
Chancho va, un juego de cartas muy popular en campamentos, es el nombre de un “acontecimiento escénico” con un esquema agonístico, pautado como un partido de fútbol. La competencia será entonces uno de los ejes de las acciones que presenciaremos. Competencias en que las capacidades físicas de los luchadores serán tensadas como es difícil imaginar en una situación artística. El momento en que dos “luchadores” se cruzan en un “espacio” claustrofóbico es particularmente intenso.
Otro eje, para quien escribe estas líneas, parece ser el desperdicio, el derroche, en particular el derroche de comida. Luján, en la ópera Dido y Eneas, ya había realizado un trabajo que se centraba en cómo, por razones de mercado, buena parte de la producción de alimentos a nivel mundial es desechada, convertida en basura, mientras uno de cada ocho seres humanos padece hambre. Fiel a la lógica con que se trabaja en el Laboratorio, el derroche de alimentos no es “representado” en este trabajo, sino que restos de carne, aceite de cocina y otros elementos básicos para la producción de comida se integran al acontecimiento performativo. Y como el hombre cerdo de la canción Pigs de Pink Floyd, que mete su cabeza en el chiquero en busca de más y más, podemos sentirnos en algunos momentos de Chancho va.
Un último eje que nos interesa destacar aquí es el referente a la construcción de género. Una mujer puede hacer exactamente lo mismo que tres varones, quitarse la camiseta y quedar semidesnuda, pero no será igual la recepción que de ese hecho hagan los espectadores. El Laboratorio no dirige nuestra interpretación, pero habilita a que uno se quede pensando que al fin de cuentas algunas de las diferencias físicas entre varones y mujeres que generan los distintos roles que cada cultura adjudica a los géneros no son más que un poco de carne.
El final toma imágenes de la “realidad” política contemporánea, proyectando las consecuencias de bombas que caen sobre poblaciones civiles mientras grandes hombres cerdo, “líderes” de sus países, hablan y justifican la destrucción. La declaración de derechos del hombre y del ciudadano de la Revolución Francesa parece un ingrediente casi farsesco en ese contexto, como subraya la sentencia de Marx que comparaba, en el 18 Brumario de Luis Bonaparte, a Luis con su tío Napoleón.
El puzzle está armado, para este espectador, con la lógica que este texto le adjudica. Pero es una forma de armar las piezas, la invitación es a que vayan a ver Chancho va y construyan su propio sentido, su propia interpretación, con la certeza de que no van a quedar indiferentes.
Chancho va. Un juego. Dramaturgia y dirección: Sergio Luján. Interpretes actuantes: Antonio Bouza, Maite Burgueño, Marilyn Casas, Diego Costa, Camila Depauli, Cintia Gómez Pergalis, Matías Larrama, Luis Pablo León Correa, Federico Machado, Ana Belén Medori, Stefanía Menoni, Federico Musto.
Funciones: domingos 20:00. El Cibils (Ituzaingó 1533). Entrada libre y colaborativa.
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