Una coalición confundida y estancada por Oscar Licandro

La Coalición Republicana, nacida en 2019, ganadora de las elecciones nacionales ese año, que gobernó entre 2020 y 2024, parece haber quedado suspendida en el tiempo. Desde aquel año hasta la fecha, la CR no ha sido capaz de construir una institucionalidad mínima para funcionar, de establecer un acuerdo programático de largo plazo, de crear una marca y toda la simbología necesaria para generar pertenencia en la militancia y direccionar al electorado, o de acordar los instrumentos electorales para competir en el próximo ciclo electoral. En particular, no ha sido capaz de organizarse para actuar como bloque político en la oposición.

Así como están las cosas actualmente, la CR es una entelequia abstracta, un discurso con escaso sustento empírico, el nombre grandilocuente de algo con poca sustancia. Es lo que va quedando de una alianza que fue capaz de llevar adelante un gobierno exitoso, pero que hoy es incapaz de realizar una oposición coordinada y eficiente. Aquella coalición, que empezó con energía, que gobernó con entusiasmo y que generó una esperanza para medio país, hoy luce débil, apagada y dividida. Aquella vitalidad inicial parece haberse convertido en apatía y letargo. Parafraseando a Carlos Real de Azúa, aquel impulso se ha topado con su freno.

Para salir de este estancamiento, los partidos de la CR necesitan trabajar en dos asuntos. En lo inmediato, tienen que construir un bloque parlamentario que opere coordinado y apoyado en una estrategia compartida, para así realizar una oposición eficiente. En paralelo, con algo más de tiempo (pero no mucho), tienen que acordar cómo convertir la CR en una alianza estratégica potente, que permita recuperar el gobierno y retomar el proceso de transformaciones iniciado en el período anterior. En esta columna reflexionaré sobre el primer asunto. El segundo lo dejo para la próxima.

La ruptura de CA con la coalición ya es explícita. Creo que, si bien esta ruptura es positiva en el largo plazo, en el corto plazo debilita a la CR como fuerza opositora. CA no sólo salió de la coalición, sino que además se ha convertido en socio parlamentario del gobierno, facilitándole actuar con mayoría parlamentaria en buena parte de los asuntos. En este nuevo escenario, la CR pierde la capacidad de influir en las decisiones parlamentarias, lo cual desestimula los comportamientos colaborativos y acuerdistas en su bancada parlamentaria. Cuando no existe percepción de éxito colectivo, es más fácil que predominen los intereses y estrategias particulares. Esto es veneno para la CR. Y es lo que ha ocurrido en algunas instancias parlamentarias.

La más notoria fue la división a la hora de votar en Diputados la aprobación del presupuesto quinquenal del gobierno: el Partido Nacional y una parte de los legisladores colorados dieron su voto para la aprobación en general, pero otros diputados del PC y el diputado del Partido Independiente no la votaron. Peor aún, la CR votó dividida en muchos artículos particulares. Y todo esto ocurrió a los pocos días de haberse instalado una comisión de coordinación parlamentaria de la CR.

La CR necesita corregir rápidamente esta situación por al menos tres razones fundamentales. Primero, porque sin una oposición fuerte y coordinada, el FA tendrá más posibilidades de implementar su agenda de gobierno, uno de cuyos principales objetivos es desmantelar lo que la CR construyó cuando fue gobierno.

Segundo, porque sin un ejercicio de oposición, que tenga objetivos claros y tácticas lúcidas, estaremos renunciando a usar una carta importante para ganar las próximas elecciones: poner en evidencia ante la opinión pública la inoperancia que el gobierno frentista desplegará durante estos cinco años. Esta es una tarea que no puede dejarse para el año electoral. La percepción de los ciudadanos se forma lentamente. Para ganar nuevamente, la CR necesita que, a medida que transcurran los meses, la masa de votantes no frentistas que confió en el FA 2024, se vaya dando cuenta que la engañaron y que el FA no resuelve los problemas que afectan su vida. Hacer esto bien requiere alineamiento, distribución de roles y funcionamiento coordinado. Si hacemos esto bien, se incrementarán las probabilidades de que esa gente nos de su confianza en 2029.

Aprendamos del FA, que fue implacable con nuestro gobierno, mediante una estrategia opositora coordinada y respaldada por todos los sectores que lo integran. Sin fisuras. Una estrategia que le sirvió para enlentecer el proceso de transformaciones, para invisibilizar y relativizar la importancia de las obras realizadas y resultados alcanzados, y para generar un manto de sospecha moral, todo lo cual finalmente le dio réditos electorales.

La tercera razón tiene que ver con el futuro de la coalición. Ese futuro depende fundamentalmente de que seamos capaces de construir confianza entre nosotros, de que aprendamos a manejar las diferencias con generosidad, de que entendamos que ninguna agenda individual es más importante que la agenda colectiva. Depende de siempre prender las luces largas en vez de mirar cada situación con luces cortas.  En definitiva, depende de que entendamos que la coalición es un bien común que todos debemos preservar, porque sin él ninguno de los partidos que la integran tiene la menor chance de gobernar.

La forma como estamos actuando en la oposición va totalmente en el sentido contrario al que se requiere para construir confianza, manejar generosamente las diferencias y poner la agenda colectiva sobre la individual. Si los partidos que la integran no son capaces de corregir esto a la brevedad, difícilmente la CR evolucionará hacia una alianza estratégica potente, capaz de recuperar el gobierno para seguir transformando el país.  Si no corrigen esto, la CR seguirá confundida y estancada.

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