Una de piratas Por Luis Morales
Por estos días se ha publicado la novela El pirata de las vaquerías, de Juan Scuarcia (Minas, 1958). El texto tiene elementos de la novela histórica, de las aventuras de la picaresca de los siglos XVI y XVII, de la llamada “novela de aprendizaje” pero trabajados con sabiduría para dar vida a una construcción novelesca del siglo XXI, que atrapa al lector y lo induce a transcurrirla de principio a fin de un solo envión.
Hasta promediar el libro, la novela se estructura pivotando entre dos planos. La voz del narrador conduce al lector entre dos espacios y dos tiempos que, en su unión, le presentan las peripecias vitales de Baltasar Vega, el protagonista, desde su nacimiento, en el Perú, que se vio forzado a abandonar luego del terremoto de Lima y el posterior tsunami que arrasó el puerto del Callao en 1746, hasta que desembarca en Montevideo, e incursiona en la zona este de la Banda Oriental, donde toma contacto con un grupo de indígenas charrúas. A partir del capítulo X y hasta el final, la acción retoma un desarrollo lineal manteniéndose de este lado del mapa.
De principio a fin, el mecanismo ficcional funciona a la perfección. El relato fluye, jalonado por los acontecimientos, que nos pintan en alma y figura al aventurero que es Baltasar. El lector es testigo de cómo llega a convivir con los charrúas (se casa con una india con la cual procreará dos hijas) y llega a representarlos ante los invasores portugueses con quienes hace un pacto de mutua conveniencia; se transforma en líder de las vaquerías, junto a los indios que comienzan a dominar el arte de andar a caballo y el manejo de las armas de fuego; comercia con piratas ingleses; batalla contra los españoles; se une a ellos en Maldonado; traiciona a los indígenas que lo recibieron en sus tolderías; se casa por interés con una española y se traslada a Minas, donde pergeña un mito acerca de unos inexistentes yacimientos de plata, que vende por buen dinero… Hasta que, en las últimas páginas del libro, su destino lo alcanza.
Si bien el protagonista puede ser caracterizado como un pícaro, pues reúne en sí la astucia, la viveza, el disimulo y gran facilidad para el engaño propios de una definición de diccionario, no es un personaje plano. A lo largo de los capítulos, se va transformando en su interacción con el medio y los hombres con los que toma contacto, poniendo de manifiesto una complejidad psicológica más profunda. Como queda dicho, sus aventuras vertebran la novela; que, empero, no se agota en ellas. De particular interés resultan no pocos pasajes en los que, al referirse a la naturaleza, a los humanos o a sus sentimientos, el texto se aproxima a la prosa poética, añadiéndole una sugestiva y particular belleza al relato.
En otro plano, la novela también habla de la comunicación entre los hombres. No solo a través de los idiomas (hay personajes indígenas que hablan su lengua, portugueses, criollos e ingleses) sino también en cuanto a cómo dialogan entre sí las culturas de las que provienen y los diversos tipos de adaptaciones y apropiaciones que trae consigo el contacto intercultural.
A la luz de lo dicho, se puede concordar con Gerardo Ciancio, quien prologa el libro, en que “La narrativa de Juan Scuracia, a lo largo de las dos últimas décadas, se ha consolidado en su voz, en sus procedimientos narrativos, en sus formas retórico-expresivas, en la capacidad original para construir mundos, diseñar paisajes, situaciones, configurar personajes, en fin, ha ‘perfeccionado’ sus formas de atrapar al lector entre las redes de su escritura”.
El pirata de las vaquerías, de Juan Scuarcia, ediciones Túnel. 2021. 176 páginas.
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