En el nro. 882 de Voces, del día 15 de agosto de 2024, publicamos un artículo que lleva este mismo título. Entonces, decíamos que “la ing. Industrial María Corina Machado no tenía necesidad de correr el riesgo de acabar mal, por equivocaciones propias o por las mil zancadillas del chavismo, una perspectiva lógica en la política actual de Venezuela.” Esas fueron nuestras palabras exactas usadas en el primer párrafo del artículo. Ha pasado más de un año. El régimen encabezado por Maduro no pudo evitar que la candidata proscripta se las ingeniara para darle una paliza electoral inocultable, algo que a los uruguayos nos retrotrae a la ejemplar jornada del 30 de noviembre de 1980 cuando el pueblo uruguayo le dio una paliza también ejemplar, a pesar de tener a sus líderes proscriptos, en la cárcel o en el exilio. Pero María Corina Machado no cometió errores tras el fraude en que incurrió Maduro en las elecciones del pasado 28 de julio de 2024.
La candidata proscripta jamás bajó los brazos, mientras la oposición se desgranaba echándose la culpa de los fracasos cada vez que Maduro ponía en marcha su maquinaria electoral. La oposición, es justo decirlo, se enfrentó al régimen chavista con decisión y valentía; intentó de todo para imponerse al chavismo por la vía cívica. Incluso llegó a conseguir una mayoría que le permitió a la Asamblea Nacional nombrar al ingeniero Juan Guaidó presidente interino de la república. La oposición venezola puede haber cometido errores, pero lo intentó todo, menos llamar a la ciudadanía a emprender una insurrección armada.
Enfrentar, armas en mano, al gobierno chavista era enfrentar, al mismo tiempo, a los servicios de seguridad de Cuba, y eso los partidos de la oposición al régimen, siempre han sabido que implica. La presencia de Cuba en Venezuela ha sido abrumadora, llegando al absurdo de que empresas cubanas tuviesen a su cargo la emisión del documento nacional de identidad venezolanos, y los certificados de catastro que demuestran la propiedad de tenencias de tierra o de inmuebles.
El fallecimiento de Chávez, Néstor Kirchner o Fidel Castro fueron generando vacíos en liderazgos muy marcados, que si bien en el caso argentino se trató de una continuidad en toda regla, también ha quedado al descubierto la densa trama de corrupción que había tras las alianzas entre Venezuela, Cuba, Brasil y Argentina, países con un fuerte tono de izquierda, cuando, en realidad, lo que quedó al descubierto fue la trama delictiva que unió a esos países, y otros en los que se comprobó la presencia de empresas, como Odebrecht que movieron enormes fortunas en torno a empresas estatales, como PDVSA o Petrobrás, entretejiendo influencias internacionales que solo dejaron debilidades institucionales, desvíos de fondos hacia el sistema partidario y quiebra del prestigio político, en casos como el argentino. Fue público el descubrimiento de un maletín con un millón de dólares que pretendió introducir en el aeropuerto de Buenos Aires el venezolano Antonini Wilson. ¿Qué pasó luego? Nada, ninguna consecuencia legal ni política. Había llegado en un avión de PDVSA, en fechas previas a unas elecciones argentinas, pero no dejó consecuencias salvo que la opinión pública tomo conocimiento de algo real, que se hizo frecuente alrededor de liderazgos políticos que habían llegado a gobernar con un discurso antimperialista, con la invocación de lo popular como motor de economías, que resultaron útiles para el fraude.
MCM no cometió errores porque durante la noche del 28 al 29 de julio del año pasado, las fuerzas políticas que la acompañaron pusieron en funcionamiento un mecanismo inesperado por el gobierno chavista. Los delegados de mesa tenían instrucciones precisas de guardar las copias de las planillas de cada circunscripción en toda Venezuela. Un enjambre de delegados se movió a toda velocidad, a lo largo y ancho del país para hacer llegar las copias a los centros propios de cómputos. Antes del amanecer la oposición tenía un recuento claro, que daba como ganador a Edmundo González Urrutia sobre Nicolás Maduro, con un 67% de los votos emitidos contra el 30% de los que había recibido Maduro. La PUD, a pocas horas de haberse cerrado las mesas de votación, estaba en condiciones de demostrar cómo habían votado los venezolanos en cada circuito del país. Cuando amanecía en Venezuela, las actas ya habían sido enviadas a todo el mundo con los resultados verdaderos. Ni esa noche ni nunca el régimen exhibió las actas oficiales, que confirmaran que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) había triunfado en las elecciones del 28 de julio de 2024.
María Corina Machado y Edmundo González Urrutia están a punto de cambiar el rumbo a Venezuela. Se han ganado esa oportunidad. Las elecciones del futuro país que surja dirán cómo sigue esta historia. Algunos advierten que tras la llegada de los yanquis el petróleo pasará a ser propiedad de ellos, pero no toman en cuenta de que el chavismo ya se los cedió a varios países extranjeros por nada.
¿Se desconoce los enormes yacimientos -y no solo de petróleo- que el gobierno chavista ha cedido a China, Rusia e Irán, por ejemplo? El mayor peligro es que regímenes opacos como el chavista siga en su ruta deliberada de debilitar más y más nuestras democracias, que el tiempo ha demostrado que tienen defectos y son frágiles, pero a través de ellas se puede avanzar hacia el progreso, a través de esas otras fantasías solo hacia el fracaso.
Si optamos por un régimen democrático es porque los uruguayos conocemos lo que es perderla, y cómo la recuperamos. Cuando el régimen militar uruguayo secuestró a Elena Quinteros en los jardines de la embajada de Venezuela, el presidente de ese país, Carlos Andrés Pérez rompió relaciones diplomáticas con Uruguay, y fue un generoso receptor de exiliados uruguayos. Contra ese presidente el fundador del Partido Socialista Unificado de Venezuela intentó dar un golpe de Estado. El teniente coronel Hugo Chávez aprendió muy bien el discurso de la izquierda, que parece ser el único requisito que se le exige a quien tenga algún poder para ser del mismo bando.







