La animación ha demostrado ser un género tan versátil como el cine y la historieta, un vehículo idóneo para narrar historias profundas y transmitir un mensaje que trasciende a lo meramente visual y al pasatiempo familiar. Lejos de taquilleras fórmulas como las ensayadas hasta el hartazgo por estudios como Disney, la película franco-lituana “Flow”, reciente ganadora del premio Oscar de la Academia a Mejor Animación, propone un relato realmente conmovedor y de impecable factura técnica, que nos convoca a reflexionar sobre temas realmente cruciales.
Tanto el cine como la literatura vienen planteando, desde hace más de un siglo, una posible destrucción de la raza humana, ya sea desde la vertiente más fantástica que la atribuye a una invasión alienígena, hasta la más realista que plantea como posible motivo un desastre ecológico o una guerra nuclear a escala global.
Emblemáticos filmes como la “La guerra de los mundos”, que tuvo sendas versiones en 1953 y en 2005, ambas basados en la novela homónima escrita por H.G. Wells en 1898, trasuntan el temor ante una posible extinción del homo sapiens. Tanto en la novela como en sus adaptaciones cinematográficas, la amenaza tiene el rostro de una imaginaria raza marciana tecnológicamente superior a la nuestra, en una clara alegoría a la masacre que supuso la conquista de América por parte de los españoles.
En obras como “El planeta de los simios”, y sus secuelas cinematográficas, la Humanidad queda al borde del exterminio y es sojuzgada por una raza de simios que han desarrollado una inteligencia similar a la humana. En cambio, la distópica saga “Mad Max”( 1979-2024) se ambienta en un futuro pos apocalíptico, marcado por la escasez de agua, petróleo y energía y un creciente caos social, donde el Estado está ausente y reina el caos y la violencia.
En tanto, en el formato de animación, la infravalorada “Wall – E” (2008), retrata un planeta Tierra anegado de basura, cuyos habitantes viven en una colonia espacial a la espera de que su hogar vuelva a ser habitable.
En “Flow”, del director y animador lituano Gints Zilbalodis, nos topamos con un mundo vacío de seres humanos, si bien hay vestigios de su presencia en diversas construcciones y artefactos. Este ambiente salvaje, abundante en vegetación y habitado por especies animales variadas, desde criaturas de gran porte hasta mascotas, florece sobre las ruinas de lo que parecen asentamientos humanos. Resulta llamativo que todas las construcciones sean antiguas, con abundancia de templos, y que los únicos vehículos sean barcos a vela o lanchas.
Esto podría sugerir que la Humanidad ha surgido y desparecido en varias oportunidades, coincidentemente con la opinión de algunos antropólogos. Lo que en un primer momento podría parecer una mera animación infantil de fácil consumo, como los productos de grandes estudios norteamericanos, se va revelando como una obra que nos induce a reflexionar en torno a temáticas como la cooperación, la amistad, la lealtad y también la traición.
El protagonista de este largometraje es un gato doméstico que se encuentra en un mundo que le resulta desconocido e inhóspito, y debe superar sus miedos, el miedo al agua que arrasa todo a su paso, el miedo a otros animales y el miedo a la soledad, para sobrevivir y adaptarse a su nueva realidad. La capacidad de adaptarse al cambio es, justamente, uno de los temas fundamentales que plantea la película.
También debe desarrollar la capacidad de aceptar la muerte y la adversidad, al igual que otros animales normales y alejados de las criaturas fabulosas que abundan en la animación, que deben hacerse fuertes para poder sobrevivir en ese nuevo mundo, que intenta abrirse paso y asentarse sobre las ruinas del ya fenecido.
Otro de los aspectos que quizá sea complejo de percibir para aquel no habituado a visionar estas propuestas, es el mensaje que el director transmite sobre la necesidad de cooperar sin prejuicios para salir adelante.
Una lancha a la deriva, que se va llenando de diversos animales que deben aprender a dirigir entre todos la embarcación, a conseguir alimentos y a cuidarse mutuamente, es una conmovedora metáfora de nuestras sociedades, asoladas por la discriminación, el consumo exacerbado y la incomunicación. “Flow” es un filme para todo público y no dirigido específicamente al segmento infantil, que analiza, mediante una impronta poética y a la vez dramática, algunos temas de candente actualidad.