“Conoce las calles de nuestra ciudad como pocas, hace años que las trilla y trabaja en ellas. Es feriante y vendedora nata, pero sobre todo impresiona la fuerza con que trasmite sus convicciones. Hoy junto con su compañera del alma, Gaby, son las manos derecha e izquierda de la ministra Cairo.
Abran paso, es un tractor.
PERFIL
Nació hace 42 años, en Montevideo. Vivía en La Unión. Su padre era marino mercante y su madre fue costurera y después trabajó en una armería. Tiene dos hermanos mayores. Fue a la escuela Nro. 187, en la calle Comercio, y cursó varios años en el liceo. Vive en pareja y tiene una hija de 13 años. Trabaja en el Ministerio de Vivienda.
¿Qué hiciste después del liceo?
El papá de una compañera vendía películas en la feria. Había salido Harry Potter 4, me acuerdo como si fuera hoy, y me dijo de ir a vender. Y cuando quise acordar empecé a a piratear películas. Y le dije a mi madre y a mi padre que no iba a estudiar más. Así me compré mi primera parada, era en 8 de Octubre y Cipriano Miró.
¿Estuviste mucho tiempo en eso?
Sí, mucho. Lo hice casi una industria. Era tremendo.
¿Emprendedora exitosa?
Emprendedora. Te cuento que todos los chiquilines que trabajaban conmigo tenían que estudiar. Mis sobrinos que empezaron a venir conmigo a la feria hoy son todos trabajadores muy buenos. Los sobrinos que no fueron conmigo a trabajar tienen otra vida totalmente distinta.
O sea que a los estudios los abandonaste.
Abandoné. Aparte soy disléxica y me costaba un poco. Me faltaron las materias de sexto.
Se acabó el video, ¿y a dónde empezaste?
Bueno, seguí con el video mucho tiempo, pero empecé a vender perfumes también. Los traía de Argentina. Entraban por modos no muy lícitos.
¿Cómo terminás en Tristán Narvaja?
Yo empecé yendo a comprarle a un hombre en Tristán Narvaja las películas nuevas que siempre tenía primero, para que yo en 8 de Octubre fuera la primera en tenerlas. Y un día me dijeron por qué no iba a armar ahí. Me levantaba a las cuatro de la mañana y me iba con una mochila a esperar que se armara toda la feria. Y cuando todos se terminaban de armar, me dejaban ponerme en un rinconcito. Y ahí empecé. Y hoy tengo 14 metros en Tristán Narvaja.
¿Seguís con el puesto en la feria?
Claro, yo soy una feriante de corazón. La feria de Tristán Narvaja es parte de mi vida.
¿En qué parte estás?
En Tristán Narvaja y Paysandú, ahora vendo maquillaje y zapatos. Pero ahora estoy viendo de cambiar de rubro.
Esa feria es muy particular.
Me enamoré de lo que tenía Tristán Narvaja. Esa sinergia que hacen los grandes y los que venden con un trapo. Con los eruditos que hay de los libros y las antigüedades. Siempre quise robar de los demás lo que sabían. Entonces, terminamos en este mundo que nos pareció increíble. Cuando yo llegué a la feria los de la Intendencia andaban inspeccionando y cuando iban llegando se gritaban de un puesto al otro. Yo compré radios y pagaba gente que los siguiera y fuera avisando. Entonces, ahí dejamos de pagar todos los que veníamos y la intendencia se volvía loca. Fueron épocas lindas, a mí me encantaba.
¿Y la Asociación de Feriantes?
Bueno, después terminé sindicalizando la feria.
La Intendencia tenía una persecución contra los feriantes. Y sobre todo con Tristán Narvaja. En un momento vinieron a tratar de acomodar todas las ferias, con una cuadra de verdura, una cuadra de quesos, y quisieron hacer lo mismo con Tristán Narvaja, y obviamente que teníamos que luchar por la feria que amamos. La Tristán tiene esa cosa que te hipnotiza, que venís del queso a un trapo de un artesano o a alguien que vende un libro. Entonces, si le cambiás eso que tiene a una feria histórica del mundo, la perdés.
¿Qué Intendencia fue?
No fue esta, la anterior. Daniel Martínez como que lo abandonó. Daniel mandó mucha persecución a los feriantes, de café, de todas esas cosas.
A los bagayeros.
Hay una cantidad de bagayeros que venden lentes, que venden cigarros, a los que les tienen que dar otra opción. Entiendo que no quieras que lo hagan más, pero buscales, desde la Intendencia, una oportunidad.
Si yo te doy la oportunidad y vos no te vas, te doy con un palo. Pero primero te tengo que dar una oportunidad. Porque, les guste o no, es un medio de vida de una cantidad de uruguayos. Me acuerdo cuando perseguían a los gurises que vendían lentes, y esos gurises, cuando dejaron de vender lentes, se van a robar. O sea que yo los prefería detrás de la tabla de lentes o de películas. Era más sano.
Los Techitos Verdes eran ambulantes.
Las intendencias del Frente Amplio golpearon mucho al feriante. Los Techitos y todas esas partes están casi fundidas. También las ferias estamos fundidas.
¿Por qué están fundidas?
Las ferias se empezaron a fundir cuando tienen que pagar más impuestos. Las ferias de Montevideo pagan una cantidad de cosas que antes no pagaban. Después, con la UAM, tenés que pagar el flete y eso aumenta también los precios. Igual tenés grandes empresarios dentro de la feria, ¿no?
Hablé con feriantes y dicen que con la UAM es mucho más fácil la compra.
Para los grandes, pero no para los chicos. A esos puestitos que tenías de dos por tres, que había una cantidad, no los tenemos más. Ahora sobrevivieron los grandes empresarios de la feria. A las ferias hay que cultivarlas y sobre todo a Tristán Narvaja.
Tristán es una cosa muy particular.
Bueno, estamos peleando porque sea declarada patrimonio. Tenemos a un grande como Ricardo Cozzano, un tipo muy inteligente y capaz de llevarse todo por delante por la feria y que escribió el libro de la feria de Tristán Narvaja, que es increíble.
Seguís en la feria al firme.
Voy todos los domingos. Cuando no me toca militar, voy a la feria.
¿Tenés empleados?
No. Somos una empresa familiar. Con mi sobrino seguimos trabajando. Y trato de que mi hija empiece a ir.
Tiene 13 años. ¡Dejala que estudie, por lo menos!
No, pero estudia. Son solo los domingos, no se va a morir.
Y no a va a salir los sábados, pobrecita.
Mis sobrinos iban sin dormir a la feria. Ninguno se murió.
No, le diste bola a tu viejo con el estudio y te ponés de botona con tu hija.
Era otro momento y me encandilé con las luces. Era increíble. Yo todavía me acuerdo de alguna anécdota que me llevaron presa.
¿Muchas veces en cana?
Me llevaban y me decomisaban la mercadería.
¿No eras suficientemente rápida?
Era rápida, pero a veces me venían a buscar y, bueno, me tocaba perder. Me acuerdo que una vez me agarraron y habían sacado la película de Los Simpson y tenía como doscientas copias. Y el tipo me dice: “¿Doscientas copias?”. Le decía que era para todo el mes y nosotros vendíamos doscientas copias en un domingo. Era impresionante.
De aportes jubilatorios, nada.
Sí, me pagué. Me pagaba la Caja para tener la sociedad y todas esas cosas. Corriendo por la vía rápida, pero me encantaba. Esa época me enseñó un montón.
¿Cómo llegaste a la militancia política?
Llego de una manera superextraña. En la feria nos agarró la pandemia y me di cuenta que había una cantidad de feriantes que empiezan a estar mal, se empiezan a comer todo lo que tenían. Entonces, pensé que hay que salir a la lucha y empiezo a ir con Ricardo a las comisiones del Parlamento a pedir para los feriantes. No nos escuchaban mucho y empiezo a manifestar con los feriantes. Y así empezó la militancia.
¿Hace cinco años que empezaste a militar?
Sí, soy una militante nueva, porque antes era fácil militar, y cuando vino la difícil muchos se quedaron en la casa. Nosotras donábamos mil pesos a un merendero sin ver la realidad de ese merendero. Cuando consigo que la Intendencia nos done canastas para los feriantes, yo pongo una regla: todos los que no tenían niños chicos me tenían que dar el kilo de leche en polvo que tenían las canastas. Entonces, decidí ir a los merenderos a llevar la leche en polvo y no pude irme nunca de ahí.
¿Adónde caíste?
Fue un merendero que queda en Camino Maldonado.
Bueno, llegamos ahí de noche a llevar la leche en polvo. Y fui a otro merendero más, me enamoré y me dije: “Tengo que salvar el mundo”. Me la creí. Y ahí conozco a Cecilia Cairo.
¿Dónde la conociste?
A Cecilia la conozco por Susana Pereyra. Yo estaba en el Parlamento haciendo mi discurso y Susana Pereyra viene y me dice: “Dame tu número”. Y me llamó. Yo le pedí ayuda. Necesitaba que me dieran carne. A Cecilia durante mucho tiempo la tenía agendada como “Cecilia gallina”. Porque no la asociaba nunca con la política, sino por la gallina.
Cosas como las que me aguantó Cecilia no me las va a aguantar jamás nadie.
¿Como cuáles?
Como apoyar a Daniel Martínez en vez de a Álvaro Villar para la Intendencia. Cecilia es todo lo que está bien.
Seguí contando de tu militancia.
Hicimos una manifestación por unas ollas que teníamos en el Palacio Legislativo y llego a Martín Lema reclamándole papa, arroz y gallinas, carne. Y un día me llaman de parte de él para que fuera a Los Portones, en Camino Maldonado, que ahí nos van a dar las cosas que pedimos. Ahí conocimos a Santiago Pérez y después que nosotros llegamos queríamos ayudar. Nos hicieron hacer de todo, hasta cargábamos camiones. Un día me mandó a Canelones, el tipo y me dice: “Andá que hay que buscar zapallo”. Cuando llegamos eran como 3 mil kilos de zapallo. Sin nadie que los cargara… y los cargamos nosotras. Por eso digo que Uruguay Adelante tuvo también eso de ayudar en todo. Poníamos 20 horas al día. Y para mí, en la pandemia, más allá de todo lo malo que tuvo, yo me encontré con lo que amo, que es ayudar a los demás. Más allá de lo que vivimos en las cosas buenas o las malas, nos encontramos con nosotros mismos, con eso de poder ayudar al otro.
Te metías en cualquier barrio.
En cualquier barrio a cualquier hora. Nunca tuvimos problemas. Jamás. Aventuras, miles. Siempre era la anécdota a contar al otro día de lo que nos había pasado. Si empezaban a sobrar cosas, las íbamos a repartir, nunca se tiró nada.
¿Tuvieron que decir que no porque alguien no tenía la cantidad de gente que declaraba tener?
Sí, nos tocó. En realidad a mí me pasaba que eran las cosas de todos, y lo que no lo tenía uno, lo tenía otro. Entonces, era todo una cuestión de balancear las cosas. No había buenos y malos. Había una cantidad de gente. Cuando nosotros arrancamos, hubo una donación de chocolate suizo, nosotros nos llevamos una caja. Pero cuando volvimos no había más chocolate. Entonces, todo depende de lo que a mí me parezca interesante, todos tenemos una debilidad en algo. Entonces, cuando yo le llevo a una mujer que no tiene piso diez bolsas de portland para arreglar el piso de los vecinos y no la dejo que se agarre dos para arreglar su piso, el error es mío, no de la mujer. No tuve la visión de decir: Bueno, primero que arregle y después vemos cómo hacemos para solucionar el resto. Porque todos tenemos esa cosa de los chocolates suizos. Porque, si yo traigo un container lleno de botellas de whisky, seguro que no vamos a donar todas las botellas. Pero si traigo otra cosa, hay que darlo todo, porque hay que ser pulcro.
¿Hubo mucho quincho con el reparto?
En algunos lugares, sí. Porque yo le estaba dando a gente que no tenía nada, de un día para el otro, un montón de plata. Te estaba dando veinte bolsas de leche en polvo que, a 3 mil pesos cada bolsa, eran 60 mil pesos, y siempre había alguien que te la quería comprar. No porque la gente fuera mala. Hubo gente que hizo las cosas muy bien, que fueron los más. Los menos fueron los que hicieron negocio.
¿Hay que hacerles algo?
Y no, creo que no. Creo que el propio barrio después hace esa cosa de: este se equivocó. Eso la misma gente lo soluciona.
Estuvo aquel famoso alcalde de Canelones.
Sí, en realidad lo daba. Nosotros se lo llevábamos, y lo repartía, no como correspondía. Lo repartía haciendo canastas y diciendo que las daba él. También tuvimos en San José a otro importante, que hacía ese tipo de cosas. Y bueno, ¿está bien? No. ¿Le arranco la cabeza? Bueno, no sé, porque en realidad lo estaban dando. Me caliento más si fuera uno de ellos y lo vendiera.
¿Hubo un uso político de las ollas?
Sí, de todos lados. Creo que, en un momento, sí.
Era mostrar que estábamos mal y era mostrar que ayudaban y en un momento era juntar votos.
O sea, todo el mundo lo usó de acuerdo a sus posibilidades.
Sí, y nosotros también. Me hacía sentir bien. Lo contenta que me hacía a mí llenar la camioneta de Pepsi, parar en un barrio y cuando la abría ver a los gurises corriendo a que les diera una botella. No hay plata que me pague eso, o que vayas a un lugar y todavía te reconozca un niño porque vos le llevaste caramelos en algún momento y se te abraza de la pierna. La experiencia de todos estos últimos años fue increíble. Me hizo otra persona.
Conociste a Cecilia.
Cada diez minutos digo: “Conocí a Cecilia y a Gaby y Santiago”. Conocí una cantidad de gente que hacen que sea lo que soy. Y así llego a la militancia.
¿Y te integraste al MPP?
Bueno, al principio te cuento que no fue tan fácil.
Gaby y Vanessa tenían como un apego con Daniel Martínez. Y yo fui a decirle a Cecilia que nosotras éramos un equipo y yo tengo que estar con ellas. Esa primera militancia fue increíble. Después nos toca llegar al MPP y ¿viste el miedo de todo el mundo que dice que el MPP es una máquina que te va a comer? Nada que ver. Nos hemos sentido en una familia, nos han tratado superbien, nos han ayudado en todo.
¿Con quién militaban?
Nosotras solas, con Cecilia. La primera militancia era barrial, porque nosotros teníamos tanta llegada a todos los barrios que lo nuestro era tipo “militamos Montevideo”. No estábamos en la estructura fija, porque la obra nuestra nos lleva a todos lados.
O sea que, en definitiva, te usó el MPP por el conocimiento tenías de los barrios.
¡No, cómo que me usó! ¡No! ¡Estás loco! Porque el conocimiento de los barrios lo tienen muchísimos compañeros. En realidad usarnos a nosotras es muy difícil porque nosotras exigimos.
¿Qué exigís?
Exigimos que vayan a hablar con los vecinos, que haya un compromiso, que se llegue a ciertas pautas para ayudar en muchas cosas. Nunca me sentí usada. Si me sentía usada por los votos, me hubiese ido, porque la gente no son votos, la gente es más que eso. Entonces, si los uso como votos, estamos mal. Ellos estaban comprometidos a cambiar muchas cosas. Por lo menos lo veo así. Me lo han demostrado de esa manera.
¿Han sido coherentes en eso?
Sí, sí, totalmente. Yo me encontré con una cantidad de gente que podemos ver las cosas igual o distintas, pero que nos aceptaron y que quieren cambiar las cosas. Capaz que no como yo, pero todos queremos un bien común: que la gente viva mejor.
¿Y es desde el Ministerio de Vivienda eso cambió o preferías otro?
Creo que Cecilia tenía el poder de estar en muchos. Me fascina cómo se maneja en el Ministerio de Vivienda, porque lo conoce, es su hábitat natural. Y es una líder comprometida y que sabe liderar. Porque que sean líderes hay muchos. Pero que sepan liderar a los demás, pocos. Y ella es alguien que la quieren. Los que están en el Ministerio, los que están en los barrios, la quieren los empresarios. Creo que va a ser la gran ministra de este gobierno, sin duda alguna.
La acusan de groncha.
Bueno, la acusan de eso porque por algo le tienen que pegar. Y, como no te puedo pegar porque te quedaste con cosas o algo por el estilo, te tengo que buscar algo. Me parece fantástico que la acusen de groncha, está bárbaro. Sí, sí, es del pueblo, ¿qué quieren inventar?
No cumple con el protocolo de una ministra.
Imaginate a lo que hemos llegado, que la manera de golpear a alguien es decirle “groncho”. ¿Y es lo único que pueden encontrar para decir de ella? Están en el horno. Bueno, yo creo que ha dado grandes discursos en los lugares donde corresponde y tiene una llegada importantísima. Lo mejor es que sabe dónde hablar y para quién. Y eso me parece admirable. Hay muchos que no lo pueden hacer. Quieren ser gronchos y no pueden. Y eso es complicadísimo.
¿Cómo es la relación con los empresarios de la construcción?
Creo que tienen una sinergia increíble con ella. Porque la postura es: vamos a ayudar. Ella lo está declarando. Tienen que existir los empresarios, son necesarios. Construyamos muchísimo, pero ayudemos muchísimo.
¿Cómo es la relación con el SUNCA?
Es buena, porque Cecilia escucha y es buena persona. Ya la conocían. Entonces, saben cómo va a ser el vínculo con ella y saben que, si ella se compromete algo, lo va a cumplir, tiene palabra.
En política, la palabra está medio devaluada.
Ella tiene mucha gente atrás. Nosotros somos un poquito el cerno de Cecilia, pero hay una cantidad de compañeros que milita. Hay un montón de gente que no es tan visible, que son militantes de siempre y que dejan todo. Y cuando viene alguien con la fuerza de Cecilia, con un buen vínculo desde abajo, me parece que va a ser bueno.
¿Van a impulsar el voluntariado?
Sí, claro que sí.
Porque es una de las banderas de la izquierda que nunca se llevó a la práctica.
Desde el Ministerio de Vivienda va a pasar, no cabe duda, pero no es tan fácil.
¿Y los asentamientos?
Si has escuchado a Cecilia, ella habla del mientras tanto, va a funcionar muy bien y va a cambiar la realidad de cantidad de gente que tiene que esperar 3 o 4 años para su vivienda.
Dijo que erradicar los asentamientos lleva 15 años.
Es complicado, porque vos sacás uno y se arma otro. Vos tenés una mujer que tiene cinco hijas de entre 7 y 14 años y vos le das una casa con cuatro cuartos. ¿Qué pasa en el asentamiento? La que tenía un terreno hacía un ranchito para María, un ranchito para Mónica y esa familia se explayaba ahí. Si le das una vivienda, ¿dónde van las hijas? Entonces, te van a seguir apareciendo asentamientos. Pero esto va a llevar mucho tiempo.
Y aparte no alcanza solo con la vivienda.
No, estamos claros que no alcanza con eso. Yo pienso que en realidad tiene que tener una salida. Somos muy chiquitos, o sea que tenemos que tener un gobierno que intervenga sí o sí.
¿Qué hacemos con la gente en situación de calle?
¡Uy! Si vas a grabar esto, va a ser complicado. Yo tengo mi propio plan. Primero que nada, tiene que haber internaciones compulsivas para las adicciones que nos están comiendo.
¿Te comió la cabeza Lema?
No, pero escuchame. ¿Por qué pienso esto? Lo que pasa es que hay gente que ya no está en sus cabales y que las familias lo sufren mucho. Yo tengo un sobrino que entró en las adicciones y lo sufrimos mucho. Llegó un momento que para internarlo lo tuve que echar. Que estuviese dos días en la calle para que viniera a pedir que lo internen. Y nos costó muchísimo. Y nos costó muchísimo, a pesar de que estaba en un lugar de privilegio, porque pudimos conseguir un lugar en La Fazenda, que hay mucha gente que no lo podía conseguir. Y pudimos porque mi mamá le pagaba los 14 mil pesos que había que pagar para que él entrara. Entonces, teníamos el privilegio que otros chiquilines no tienen. Y fue tremendo. En un momento no se quería internar, y creo que había que agarrarlo e internarlo de todas maneras. Y no se hizo. Y perdimos un montón de tiempo con mi sobrino por eso, por no querer internarlo.
Pasa con frecuencia.
Yo creo que los cuarteles están preparados para esto. Cuando nosotros recorríamos repartiendo comida, los gurises nos decían que el mejor lugar al que iban era al cuartel, porque tenían cuchetas. En el cuartel tenían lugar donde bañarse y la comida era rica. Tenían todo preparado y tenían gente que los respetaba y que los hacía cumplir normas. Mientras que los que iban a los refugios decían que las camas estaban mal y la comida no era muy buena. Lo que yo digo es: ¿cuántos cuarteles con cuchetas tenemos en el país? ¿Están cerrados para que no se escapen? Sí. ¿Tienen para hacer actividades? Sí, tienen campo, tienen vacas, tienen cosas para hacer. ¿Tienen gente que los puede educar? Sí. ¿Tienen disciplina? Sí, tienen disciplina de verdad. Yo no creo que les peguen con un rebenque ni que los agarren con una fusta. Entonces, ¿qué tenemos que agregarle a esto? Una cantidad de equipos disciplinarios que ayuden. Vale, pero podemos capacitar a militares para eso. Nosotros en el interior tenemos una cantidad de gente que ha criado gurises que tenían 18 años, llegaban al cuartel y los tenían que disciplinar, los han criado. ¿Por qué no ponemos poner a esta gente y darle herramientas y ver si logramos que estos chiquilines aprendan disciplina y aprendan una cantidad de cosas?
Te van a acusar de miliquera.
Tenemos todo. Entonces. ¿qué hago yo? Comprometo a la familia, le digo a la familia que el recurso que tengo es llevarlo acá. Firmame acá que estás de acuerdo con que yo lo lleve a tal lado. Y le doy la solución de una vez por todas. Porque, si nosotros seguimos buscando el lugar paradisíaco donde tengamos los gurises en un lugar perfecto, marchamos. El milico maltratador sabe que se come un tipeo y se queda sin laburo. Ahora, el que yo lo contraté por internet, si me mata a patadas en el trasero y tiene alguien que lo cubre, ya está, zafa. Entonces, ¿dónde corren más peligro estos gurises? En los lugares que me invento o en estos lugares que ya tienen un nivel de disciplina, tienen una estructura, tienen un lugar. ¿Queremos solucionarlo o no lo queremos solucionar?
Es una batalla ideológica para dar adentro. Te van a hablar de derechos humanos y del libre albedrío.
Bueno, ahí tenemos un problema. Cuánto tengo de libre albedrío, si me estoy haciendo mal a mí mismo, le estoy haciendo mal a mi familia, le estoy haciendo mal a toda la sociedad. Porque hay límites acá, tu derecho empieza donde termina el mío y así sucesivamente. Entonces, si no le busco la solución, nos hacemos mal todos, le hacemos mal a él, a la familia, a las instituciones.
¿Hubieses mandado a tu sobrino a un cuartel?
Yo hubiese firmado sin pensarlo. Cuando digo un cuartel, es el lugar donde se tiene una estructura para darle la disciplina a mi sobrino y ayudarlo con un equipo técnico que lo ayude a salir de las adicciones.
¿Qué estamos haciendo con las adicciones? Los mandamos a una iglesia. Nos agarramos de la mano. Dios es nuestro pastor. Dios nos va a curar. Vos tenés que salir de las adicciones, Dios te va a ayudar.
No funciona.
Mi hermano fue a la Escuela de la Armada, hoy en día es mecánico naval. Estaban internados en el Cerro. Íbamos y mi hermano lloraba y le decía a mi madre que lo sacara. El tipo no quería levantarse a las seis de la mañana. Hoy está agradecido, tiene una carrera, gana re bien. Pero en ese momento no le gustó. Y acá va a pasar lo mismo. Van a salir de estar en la calle, de estar tirados drogándose. Van a tener una disciplina: me tengo que levantar, tengo que cumplir esta tarea, tengo que hacer esto, tengo que ir al psicólogo, me tienen que escuchar, tengo que curarme, que trabajar conmigo, trabajar con los demás. ¿Es malo que se haga esto?
Andá a convencer a Graña y a Civila de esto y después hablamos.
Bueno, pero la alternativa a los cuarteles, ¿cual es?
El refugio, donde van y vienen. Le doy una frazada, una toalla, lo hago bañarse, después le doy una milanesa al pan. Después lo dejo dormir un rato y lo mando para la calle. ¡Qué curador! ¡Qué sanador! No tenemos gente en la calle. ¡Ay, qué genio, boluda! ¡Vivan los derechos humanos! Soy más humana yo que vos, porque yo lo quiero ayudar. Le quiero dar una herramienta. ¿Va a funcionar con todos? No.
Siempre hay fracasos.
Pero esto me garantiza que una cantidad de gurises que hoy la están pasando mal van a conocer otra cosa. Y después, de última, si son buenos, los dejan ahí, paguemos un sueldo más. Porque hay una cantidad de gente que se va a querer quedar ahí, porque va a encontrar su lugar. Porque hay mucha gente que lo que pasa es que no tiene su lugar. Y todos precisamos un lugar donde sentirnos cómodos.
Por eso pasa que para algunos su lugar es la cárcel.
¿Qué hacemos con la violencia en los barrios periféricos?
Hay lugares donde sale alguien y pone límites dentro del barrio. Hoy esa guerra la veo perdida. Capaz que dentro de una semana me agarrás y te digo que no. Veo a los narcos muy fuertes y muy posicionados en el territorio. Hace un mes fui a un barrio X y nos pararon, y nos dijeron que no podíamos entrar. Y vino uno que dijo que yo podía entrar. Tenía que dejar la camioneta afuera porque estaban en una guerra, entonces capaz que era un auto que estaba entrando armado para tirarles. Eso fue a plena luz del día. Digo que esa guerra la estamos perdiendo.
¿Eso se da en muchos barrios?
Bueno, a Boix y Merino, desde ya, no querés entrar nunca. Nosotros entrábamos a todos los barrios de Montevideo de noche cuando se mataban y nunca nos pasó nada. Íbamos a ayudar y no pasó nada. En un momento, pensé que había que juntarlos a todos, y decirles: “No podemos seguir perdiendo gurises”. En algún lado se ha hecho, tipo: sentémonos, busquemos las herramientas de cómo entendemos esto, busquemos los mecanismos de que no mueran gurises.
En todos lados se sabe quiénes son, con quién hay que hablar.
No sé si por ahí y después me asombra que no vale nada la vida del otro en los gurises. Los gurises con un arma hoy en día, eso se hace ruta. Yo tengo un arma y mato a uno y ya eso me hizo de otra categoría. Entonces, cuando ya estamos en que quiero ser el cowboy que va y vende droga y mata gente y tiene todas las mujeres del barrio, es complicado. Creo que lo tenemos más complicado de lo que pensamos. Creo que los barrios tienen miedo.
¿Cómo vencés el miedo de la gente?
Creo que en algunos barrios, donde están ahora tranquilos, ha venido gente y ha dicho: “Bueno, acá entre nosotros no nos matamos, nosotros no robamos la vecina, ni esto ni lo otro”. No voy a decir qué barrio pero hay lugares donde llegó gente y dijo: “Acá no vamos a robarle la cuerda a la vecina”. En algún momento pensé que había algunos puntos para poner el deporte. Hinchas de Peñarol y de Nacional hay en todos los barrios. Trabajar con eso sería importante. Venta de droga va a haber siempre, lo que no tiene que haber es la matanza. La venta de droga va a estar siempre, lo que no está bien es que se estén matando por eso mismo. Después peleemos con que la droga no le llegue hasta esta boca de pasta base. ¿Entendés lo que yo digo? Porque el otro día fueron a buscar a alguien y lo fueron a buscar a La Tahona. No lo fueron a buscar al Cerro.
¿Sirvió para algo la legalización de la marihuana en esos barrios?
Es que no se consume tanta marihuana. Yo creo que sí salvó, más que nada, a los de Pocitos y toda esa zona, que no tienen que entrar a los cantes a buscar la droga. Pero creo que también porque ahora no tenés la marihuana como otra droga más, si no tendrías bocas de marihuana. Sería mucho más conflictivo.
¿En los barrios se consume pasta base o merca?
Pasta base. Con una bolsita de merca, ¿cuántas te compraron de pasta base? Las ganancias de la pasta base son incalculables. Estamos llenos de zombis, ¿no? Los gurises del barrio no te consumen cocaína. Lo que tiene a los gurises como locos es la pasta, están buscando hacer 100 pesos para comprar una bolsita. Pero hoy en día no veo que haya otra salida que no sea del tipo: repartamos los lugares, chiquilines, dejemos de matarnos.
¿Funcionaron los mediadores de violencia que lanzó el Ministerio?
Yo no vi nada. Porque en realidad una vez que se arma una ola entre ellos, ¿con qué la parás? ¿Qué vas a parar cuando ellos decidieron matarse? Porque yo tengo que mostrar que soy el macho de acá. Soy el que manda en mi territorio. “¿Por qué me mirás mal?”. “Vos me miraste mal”. Y si me mirás mal, los demás piensan que soy débil. Y si vos y los demás piensan que soy débil… Eso es una paranoia que viven todos. Vivimos en un mundo que nos vuelve paranoicos con la pérdida de mi trabajo, la pérdida de tu lugar o de lo que sea. Y ellos temen por la pérdida del control o del estatus que tienen dentro del barrio.
Pasa lo que pasa en todos lados, con distintas cosas, ¿verdad?
¡Qué fuerte todavía sigue el machismo en determinadas capas de la sociedad!
No sé, puede ser. Yo creo que las mujeres somos capaces de poder contra el machismo y otras muchas cosas más. Creo que las mujeres somos muy fuertes, que podemos con todo.
Sí, pero la mayoría de los cabecillas de las bandas son hombres.
Difiero un poco. Creo que hay muchas matriarcas, atrás de un tipo de narco hay una madre. Muy pocos de esos tipos no tienen respeto hacia la madre. Pero también hay mujeres muy importantes dentro de la droga. Yo creo que hay mujeres que la han manejado, pero la manejan de otra manera, son mujeres, son más inteligentes (risas). No salen con un reloj de 40 mil dólares en la mano. Capaz que sí, que es un mundo machista, pero hay mujeres que manejan un montón de cosas.
¿No te considerás feminista?
No. Porque creo que la palabra feminismo, si hablamos de odiar a los hombres, no creo que sea eso. O esto de nosotras o ellos. Si hay un hombre y tengo que cargar una bolsa, quiero que la cargue él. Ahora, si la tengo que cargar, la puedo cargar. Pero vos pensás que me voy a poner a competir para levantar las bolsas. No, cargá tranquilo. Claro que puedo. Pero si está él, que se mate. Su cuerpo está hecho para eso.
No te hablo de estar en contra de los hombres. Digo que hay desigualdad con la mujer en esta sociedad.
Sí, claro. Quiero pelear por que los derechos sean iguales. Quiero igualdad pero de verdad. Obvio que hay roles diferentes.
¿Nunca te has sentido discriminada?
Me he sentido discriminada, ahora no me pasa. Vuelvo a lo mismo, creo que tiene que ver con el carácter.
Por la marcha del 8 de marzo ni te aparecés.
Voy y me parece bárbaro. Voy a la marcha, para que mi hija la vea. Quiero contarte algo. Me pasó al entrar en un grupo y decir por qué, en lugar de hacer banderitas para darles a las gurisas, no empoderarlas de verdad. Imaginate, casi me matan. ¿Por qué no agarramos y le pedimos 10 pesos a cada una y juntamos plata para darles a la cantidad de adolescentes que no tenían championes, para arrancar? ¿Por qué no hacemos que aparte de una marcha ese día todas llevemos ropa de bebé y la podamos donar? ¿Porque no podemos cambiar? Y no tiene que ser la marcha en contra de y de mostrar las tetas. Podemos hacer esta marcha, que está increíble, pero quiero que también tenga consecuencias positivas para la gurisa que va a la marcha. Se queda en eso, en una marcha. Ahora, si después de la marcha hubiésemos tenido mil conjuntitos de bebé para donarles a esa cantidad de gurisas que tienen niños, me parece que hubiese sido otra cosa. Está bárbara la marcha, pero quiero que tenga un poco más.
¿Qué esperás de este gobierno?
¡Ah!, que cambie Uruguay. Sin duda alguna. Bueno, que todo el mundo intente cambiar las cosas y los que no puedan, que den un paso al costado. Me llenaría orgullo que los que no puedan digan: “No puedo, que lo intente otro”.
¿Cuántos han dado un paso al costado?
No, no conozco, pero quiero creer en alguno. Con la gente que está ahora, será que esta vez estoy más de cerca. Creo que hay una cantidad de gente que viene con ganas de cambiar las cosas. A nosotros nos pasó una historia con Oddone. Fuimos al primer Consejo de Ministros a llevar a Cecilia y nos quedamos en el auto ahí, esperando. Oddone fue a buscar un buzo a su camioneta y vino a buscarnos. Eso habla de una gran humildad, un tipo que está allá arriba, cuando nos vio tuvo que caminar 40 metros para decirnos que nosotras también fuéramos. Pero habla de eso, de una cantidad de gente que tiene viento en la camiseta y quiere cambiar las cosas. Creo que, con el apoyo de Yamandú, se va a poder hacer. Creo que vamos a poder lograr un montón de cosas.
¿Adónde estudia tu hija?
Mi hija va a un colegio, va al Santa Luisa, en la Unión.
¿No creés en la escuela pública?
Creo en la escuela pública pero yo pasé en la escuela un montón de discriminación y no quería que Martina la viva.
¿Discriminación por qué?
Por negra, soy negra. Y eso sigue pasando. Capaz que mis miedos a que Martina tuviese que pasar lo mismo…
¿Martina también es negra?
Es más clarita que yo, pero pasa por negra. Mi mamá es blanca y mi papá negro, pero mi papá se iba de viaje y yo me quedaba con mi mamá y la familia de mi mamá y mis hermanos, que son blancos, porque son de otros papás. Y a Martina le pasó lo mismo. Mi padre ya no está. Mi esposo es blanco. La familia de mi esposo es blanca. Entonces, ella se encuentra blanca. El otro día vino y me dice: “Podés creer que una compañera me dijo que yo tengo nariz de negro”. Tipo, “¿Por qué me lo dijo?”. Y yo explicando que tenemos rasgos negros. ¿Cuál es el problema? Bueno, pero a ella no le ha llegado su momento y yo la respeto.
¿Por qué renunciaste a la suplencia de la diputación?
Porque me quería quedar en el Ministerio de Vivienda, porque creo en Cecilia.
Vos viviste Uruguay Adelante por dentro. ¿Eran unos chantas? Porque los han acusado de todo.
No, yo creo que no. Los han acusado porque no eran parte de la estructura y porque tampoco se tomaron el tiempo de conocer nada. No quisieron. Pero aparte, están los papeles. En vez de estar gritando todo el tiempo, hay que demostrarlo, chequear de una vez por todas, hacer lo que corresponde y listo. Pero están los papeles, están los registros. No hay nada que esconder, está todo a la luz.
¿Sigue habiendo muchas ollas?
Hay, no tantas, pero sí hay merenderos.
¿Se perdió una oportunidad de generar un vínculo Estado-merenderos?
Sí, yo creo que sí. Pero se puede hacer todavía. Lo perdió un gobierno que no tuvo esa visión. Yo creo que, si el gobierno de Lacalle Pou hubiese aprovechado esa herramienta, no hubiese perdido. No supieron usarlo porque no están acostumbrados a la gente pobre. No quisieron. Dejala allá, no suma. Después se dieron cuenta que precisan los votos de esa gente para ganar. Y necesitan la gente para poder cambiar las cosas.
No respondiste qué es lo mínimo que esperás de este gobierno.
Sobre todo que puedan cambiar la situación de los niños más pobres. No tiene que haber pobreza infantil al nivel en el que estamos. Ningún niño tiene que tener que ir a un merendero para comer o tomar la leche. Tiene que poder tomar la leche y estar en un lugar que la madre crea digno. Porque lo que nosotros pensamos que es el mejor lugar para el niño, no lo es. La madre va a saber siempre cuál es el lugar donde tiene que estar. Somos muy chiquitos, tenemos muchas vacas para que los niños no tengan un vaso de leche en la casa.
¿Qué tiene que cambiar este gobierno desde adentro para que le vaya bien?
A mí me pareció que en realidad estaba bien organizado. Que los equipos pudieran tener una comunión entre todos en el Edificio Alemania, donde en todo un piso estaban todos los ministerios haciendo sinergia, fue un golazo. Y no todos los gobiernos tuvieron al Pacha.
¿Es el próximo presidente?
Y sí, puede ser que sí, que sea el próximo presidente. Presidente va a ser, porque es joven, eso no lo descarten. Cuándo, no lo podemos decir.
La tiene brava, porque vuelve Luis.
Creo que el Pacha viene relacionándose bien y es un tipo común, con un humor medio raro. Mirá, el Pacha tuvo una cosa increíble conmigo. Con su nivel de estrés, en su máxima responsabilidad, con todas las locuras de este gobierno y todo, se tomó mucho rato para explicarme una situación. A alguien tan común y corriente como yo, aguantarme el berrinche. Él se tomó su tiempo y no todo el mundo lo hace. Está en todos los detalles. Tiene mucho para construirse pero se va a construir bien y va a lograr cosas. Y bueno, todos creemos en Yamandú, ¿no?
Sacando a Cecilia, ¿qué otro político tiene territorio?
Me gusta Lucía Etcheverry, tiene mucho camino andado. Le pongo mi granito a Lustemberg, creo que viene con fuerza como para poder arreglar la salud. Y después también me gusta un montón Fernanda, en Industria.
¿Qué papel juega Blanca como senadora?
Bueno, a mí me impresiona Blanca, la pudimos llevar a los barrios y me impresionó. Me dejó sorprendida para bien. La llevé a un galpón donde los olores eran interminables. Se tomó el tiempo. Muy importante escuchar a todos, tener una palabra para todos los que la venían a buscar. Nunca tuvo un problema de nada. Estuvo con gente con ropa sucia, gente que tiene muchos olores. Niños con mocos, despeinados, con piojos. Y me llamó la atención cómo ellos se sintieron que los escuchó de verdad.
¿Tenías prejuicios?
Quería ver si era una blandita. He visto algunos blanditos. Yo te meto a un container donde los gurises no tienen agua y no los bañan a la mayoría y alguno, a los tres minutos, dice: “Vamos para afuera, que está lindo”. Me sorprendió bien y creo que hay Blanquita para rato.
A Carolina tendrías que haberla llevado.
Ya está. Este quiere que me echen.