Brasil y temas conexos Por Hoenir Sarthou
Hoy, miércoles, me desperté muy interesado en saber algo de la auditoría promovida respecto al resultado electoral brasileño. En particular respecto a las anomalías en el funcionamiento de las máquinas receptoras de votos más antiguas, que han sido insistentemente denunciadas por dirigentes políticos, votantes y manifestantes.
En la mañana, todavía no se sabía nada (parece que los resultados de la auditoría se conocerán en la tarde). Pero encontré otras cosas muy interesantes.
Les llamará la atención que escriba sobre un hecho (el resultado de la auditoría) que todavía no ha ocurrido. Pero es que, precisamente, voy a contarles sobre fenómenos extraños que ocurren en este período ambiguo, en que aun no se sabe nada cierto.
Lo primero que hice fue googlear. Puse “Brasil auditoría”, y de inmediato me apareció un informe del “Centro Carter”, organización no gubernamental con sede en Atlanta, EEUU, que advertía en tono admonitorio sobre “sofisticadas redes de desinformación que, sin pruebas, intentan desacreditar el resultado electoral de Brasil”. Seguí googleando y me encontré una chorrera de sitios, como “Euronews”, que reproducían textualmente, en tono catastrófico, lo dicho por el Centro Carter, cuidándose mucho de que cada frase sobre el cuestionamiento electoral se iniciara con expresiones como “Sin pruebas…”, o “Sin ningún fundamento…”.
Después entré en Facebook y, al clickear el primer post relativo a Brasil, me tapó la pantalla un mensaje de los verificadores uruguayos de Facebook, unos simpátiques muchaches que, hasta donde sé, tienen su oficina en la Plaza Independencia, muy cerca de mi estudio. Estos magníficos conocedores de todas las verdades me advirtieron también sobre las sofisticadas redes de desinformación que, “sin pruebas” y “sin ningún fundamento”, pretenden enlodar a la elección brasileña.
Sí, claro, se preguntarán ustedes cómo estos buenos chiques sabían desde esta mañana que la auditoría, cuyos resultados son desconocidos, concluiría “sin pruebas” y que lo que afirmara no tendría “ningún fundamento”. Me pregunto lo mismo. Lo del Centro Carter es distinto. Cualquiera sabe que entre Kriypton y los EEUU hay un flujo constante de viajeros, de modo que no puede extrañar que el Centro Carter tengan superhombres y hasta videntes a su servicio. Pero lo de los verificadores criollos me dejó bizco.
Lo único evidente es que muy poderosos intereses globales están preocupadísimos por consolidar a Lula en la presidencia y por sepultar cualquier intento de revisar el resultado electoral. Calculo que es un interés casi tan grande como la Amazonia. Por eso, sus medios de comunicación, sus ONGs, sus Fundaciones y Centros de Investigación, sus redes sociales y todo el aparato institucional y mediático que controlan, se desviven por negar trascendencia a las escandalosas denuncias sobre máquinas que no registraron ningún voto favorable a Bolsonaro, mientras que numerosas personas que votaron en ese circuito y en esa máquina afirman haberlo votado, como lo vienen denunciando miles de manifestantes brasileños desde el domingo pasado.
Cualquiera que tenga el menor interés en preservar al sistema democrático, y que sepa que no hizo trampa, haría lo que el sentido común indica: alentar la revisión y esperar a que estuvieran los resultados para juzgar si existen o no pruebas y si las denuncias tienen o no fundamento. Pero tanto el Tribunal Supremo Electoral brasileño como el coro griego de organismos y organizaciones internacionales (incluidos nuestros chiques de la Plaza Independencia) hacen lo contrario. Se curan en salud y desmienten y criminalizan por anticipado.
No es para sorprenderse. El mismo coro global que hoy levanta el brazo de Lula y persigue a sus objetores es el que publicitó unas vacunas que no previenen la enfermedad y que aumentan escandalosamente la mortalidad en todos los países. El mismo que alentó y alienta la guerra Rusia-Ucrania, que amenaza con la pobreza, el hambre y el frío a Europa y a buena parte de la humanidad. El mismo que, en todo el mundo, promueve y financia unas políticas educativas sexistas y sexópatas a las que denomina “perspectiva de género”. El mismo que, en Uruguay, logra que el gobierno, en vez de sancionar a una empresa transnacional como UPM, que utiliza tóxicos prohibidos, cambia la regulación para validar a esos tóxicos.
Es fácil saber que los intereses que están detrás son los mismos. Basta seguir el camino del dinero. Ver de dónde viene la financiación y quién gana poder y dinero con esos fenómenos. Detrás están los mismos fondos de inversión, los mismos organismos internacionales, las mismas fundaciones, los mismos medios de prensa.
Pero, si alguna duda cupiera, el método los vende. Porque es siempre el mismo. Se crea un demonio (la pandemia, Trump, los “antivacunas”, Rusia, Bolsonaro, el machismo). Luego se crea y se financia un camino de salvación (vacunas, Zelensky, Lula, la inversión forestal, la enseñanza “de género” y la “diversidad”). Después, una lluvia de dólares y una implacable campaña mediática se encargan de promover “lo bueno” y de censurar ferozmente “lo malo”. Casi siempre con la amenaza latente de pasar de la censura a la sanción penal. El Tribunal Supremo Electoral brasileño, con su reciente prohibición y penalización de las objeciones al proceso electoral es un buen ejemplo.
Ya sé, más de uno creerá que estoy refiriéndome a cosas y temas muy distintos e inconexos. Pero, no. Esa, justamente, es la cuestión. No son distintos ni inconexos. Todos ellos forman parte de un modelo de organización económica y política que puja por imponerse en el mundo. Quienes están detrás de ese modelo (suelen hablar a través del Foro Económico Mundial, cuando no de la ONU) tienen dinero y capacidad tecnológica para hacerlo posible. Lo único que necesitan es crear las condiciones mentales y políticas que les permitan instalarlo y, entre otras cosas, controlar los recursos valiosos del mundo.
Por eso necesitan dinamitar la economía, la democracia, la educación, la información veraz y, sobre todo, la confianza de un número muy importante de personas en su propia identidad, tanto política y cultural como sexual.
Lo están intentando por todos los medios. Por suerte, cada vez es más evidente que necesitan mentir y hacer trampa.
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