Parece que la historia se repite y no tenemos avance como sociedad ante los problemas de conducta y violencia que vivimos a diario en lo deportivo. Las medidas cambian, los gobiernos pasan, y los incidentes no terminan.
Es penoso y lamentable observar como por un partido de fútbol (u otra actividad deportiva) las personas “enloquecen” y pierden todo respeto, insultando al otro desde redes, en persona, y algunos con niveles avanzados de agresividad, ya pasando al daño físico y material, sin respetar la vida del otro y los espacios público-privados.
El asunto no refiere simplemente a un tema de carácter generacional, étnico, o de posición económico-social, sino que abarca una total falta de valores y principios básicos del ser humano, que ha sido intrínseco a nuestra especie desde los inicios, por más que vivamos una “era civilizada”. Uno como periodista no puede comprender como los individuos se tornan eufóricos y dañinos “en defensa” de su equipo o deportista favorito, ni si quiera en el carácter de que entendamos que el deporte es simplemente un juego, una actividad de recreación donde gana el que tiene mejor efectividad, nada más. ¿Es tan difícil comprender eso?, ¿no se puede apreciar el deporte de forma sana y pacífica?, ¿le cambia su vida, su situación económica, su vivencia que gane o pierda su cuadro favorito?.
Primero que nada, definamos lo básico: “Se entiende por violencia en el deporte toda conducta
agresiva, de hecho o de palabra, dirigida contra el público en general, participantes o autoridades organizativas de un espectáculo deportivo, producida antes, durante o después del espectáculo, que tienda a perturbar su normal desarrollo o a incidir en el resultado por medio de la coacción física o verbal. Se incluye, asimismo, la conducta de tales características producida en las inmediaciones del escenario y como consecuencia de la celebración del evento deportivo”. -Ley N° 17951 (Uruguay)
Un aspecto importante como causa de la violencia es el fanatismo. El fanatismo (del francés fanatisme, y este de la raíz de fanatique ‘fanático’ e -isme) es el apasionamiento o actividad que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz de una religión, idea, teoría, cultura, estilo de vida, persona, celebridad o sistema, entre más aspectos que podrían desencadenar un fanatismo. El fanático es una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias y opiniones, también es aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo o alguien. Este problema es muy delicado y las autoridades (políticas como deportivas), deportistas y medios de comunicación tenemos la enorme responsabilidad de luchar contra él y no proliferar y dar promoción alguna de esta conducta enferma e indebida, debemos contagiar el espíritu del respeto y el compañerismo.
Partiendo de una definición muy amplia de violencia en el deporte, «infligir voluntariamente daños físicos o de otro orden a personas u objetos relacionados directamente con encuentros deportivos, pueden considerarse en detalle una serie de prácticas que implican violencia, no sólo física sino también psíquica y moral. Los juegos olímpicos de Berlín, 1936, estuvieron, por ejemplo, bajo el signo de glorificación del nazismo y de su ideología totalitaria y racista. Aunque entonces no se registraron víctimas, dichos juegos pueden considerarse como una manifestación de violencia, de modo similar al asesinato de atletas israelíes durante los Juegos de Munich de 1972.
La palabra «violencia» designa casi siempre contactos físicos inaceptables, la infracción de las reglas que llega hasta la agresión fuera del terreno de juego. Por lo que la violencia es un fenómeno muy complejo, que podría entenderse como toda expresión de fuerza mediante la cual se amenaza o hiere a alguna persona, representando entonces una respuesta que se fundamenta en el miedo e impone el criterio del agresor, sometiendo por la fuerza la voluntad de los demás sin tomar en cuenta sus sentimientos o las consecuencias que se derivan de tales actos. Este modo es empleado para dominar o eliminar y es aplicable en contra de las personas en forma física, psicológica y/o ideológica, contra el ambiente o contra la propiedad, sin dejar de ver otros aspectos como las presiones sobre los árbitros, la corrupción, el doping, que daña la salud del deportista, son también formas de violencia. A la vista de estas acepciones cabría preguntarse si los riesgos sufridos como consecuencia de la violencia no se magnifican a causa de otros factores externos que no tienen relación directa con el deporte (factores políticos, sociales, económicos, culturales…) pero que constituyen un todo cuyas partes se afectan mutuamente.
Si bien se puede considerar que en el deporte subsiste la violencia, aunque sea controlada, el que se exprese fuera de límites puede depender, entre otras, de: las condiciones del lugar, composición y distribución de los espectadores, tipo de competencia, la importancia del enfrentamiento, y la dinámica con que se desarrolla, las medidas de prevención tomadas para controlar al público y la relación de los encargados de ese control ante el desarrollo de los acontecimientos, la actuación de los árbitros, los intereses que estén de por medio en el juego, la celebración desproporcionada de la victoria o la venganza por la derrota. Autoridades, deportistas, comunicadores y sociedad en conjunto tenemos la gran responsabilidad de marcar conducta, actitudes y sobre todo, ejemplo. Se puede.
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