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Migración a la UE, pandemia sin decreto  por Ruben Montedonico

Migración a la UE, pandemia sin decreto  por Ruben Montedonico
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El mundo informado por los grandes medios de comunicación se entera a diario que varios países extienden en sus fronteras alambradas de púas con cuchillas afiladas, erigen muros, cavan zanjas o destinan contingentes militares con la finalidad de impedir el acceso de migrantes a sus territorios No tenemos certidumbre sobre cómo fueron en el pasado, pero si no cerramos ojos y oídos, sabemos perfectamente la naturaleza de las migraciones de hoy. Grecia, Polonia y Lituania son los principales hacedores de sumar escollos a los mil kilómetros de alambradas de la Unión Europea (UE). Los muros subieron este año a 12, según Transnational Institute (TNI); Eslovaquia levantó uno interno para separarse de los gitanos.

Se construye una oratoria xenófoba generalizada entre los receptores y una extendida proclividad de censura a cualquier apoyo hacia las personas que huyen de conflictos, sequías o hambrunas. En la UE -donde hay un proyecto de ayuda económica para la erección de empalizadas anti-migrantes- Polonia y Hungría criminalizan a quienes presten ayuda a los migrantes, mientras en Dinamarca proponen abrir centros de asilo en países africanos para mantener a los refugiados fuera de sus fronteras.

Aquellos que salen de sus lugares de origen lo hacen por diversas causales políticas, sociales o económicas, siendo esta última la prevalente ante la falta de perspectiva de desarrollo humano que posibilite acceder a una vida con menos penurias de las que se han abatido sobre innúmeras generaciones y siguen golpeando a comunidades y naciones enteras.

No se trata sólo de quienes con autoridad -corrupta o delincuencial en general- aprovechan esas circunstancias para su beneficio: en última instancia son la consecuencia de una modelo de dominación que hace de las periferias sitios de inseguridades, desprotección, inanición y hasta muerte. La ONU estimaba en 2020 que 3,5% de la población del mundo tenía la calidad de migrante al encontrarse en un país diferente al de su nacimiento. Cuando el organismo y su burocracia hagan cuentas a fin de mes, quizá lleguen a la conclusión que el planeta anda por los 290 millones de seres humanos o más en esa situación. Como bien dice mi respetado paisano Aram Aharonián “son seres humanos a quienes se les conculcan sus derechos… Muchos de ellos ni siquiera saben que tienen derechos”.

La emergencia sanitaria decretada políticamente por la OMS como pandemia ha inducido entre la gente a desarrollar una especie de creencia paranoica -de la que no escapan algunas esferas migratorias- sobre los extranjeros migrantes como violadores principales de imposiciones sanitarias y los convierten en  agentes de brotes del covid-19. Esto resultó en el mejor caldo de cultivo para que ante los torbellinos migratorios los gobiernos dispusieran a su antojo rechazos y represión. Como lo hizo Aram, también repasé las noticias de los últimos tiempos de lo que nos resulta distante, lejano e incomprensible en primera instancia. Así, leí: se afirma “que fuerzas polacas dispararon chorros de agua y gas lacrimógeno en el puesto de control de Kuznica –cerrado (…)- a migrantes que de nuevo intentaron cruzar la frontera desde suelo bielorruso, mientras Polonia acusó a Bielorrusia de darles granadas de humo y armas. Unos cuatro mil migrantes, en su mayoría procedentes de Irak y Afganistán, viven en campamentos improvisados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia en condiciones cada vez más extremas y con temperaturas bajo cero.”

Otros dos despachos que señalan a países de la UE y la OTAN consignan que “La policía francesa desalojó al menos a mil 500 migrantes de un campamento improvisado cerca de Dunkerque, donde esperaban una oportunidad de cruzar el Canal de La Mancha hacia el Reino Unido” y “La guardia costera turca rescató a 45 migrantes cuando trataban de alcanzar costas europeas tras ser devueltos por Grecia a aguas territoriales turcas. El barco de rescate Geo Barents fletado por Médicos sin Fronteras subió a bordo a 62 migrantes, a los que rescató en las costas de Libia en condiciones precarias.” Recuerdo que en el Mediterráneo, según las informaciones de ONG solidarias con los migrantes, se ahogaron más de 20 mil africanos (por responsabilidades de Portugal, España, Francia, Italia, Grecia y las islas de Chipre (la fracción ligada a Atenas) y Malta. En el último mes, París -a instancias de Londres y en medio de un conflicto post-brexit con estos- prohibió en Calais (Francia) la venta de pequeños navíos con los que los migrantes se dirigían a costas inglesas cercanas a Dover.

Francizka Keller, eurodiputada alemana verde, formuló una pregunta retórica: “¿Tanto miedo tenemos de niños muriendo de frío en los bosques de Polonia? María Zornosa, desde Bruselas, sostiene que “El porcentaje de refugiados en la UE es un 0,6% del total de la población. De los 82 millones de refugiados y desplazados internos registrados en todo el planeta, el 90% se encuentran en países de rentas bajas y en vías de desarrollo. Al fin y al cabo nadie elige ser refugiado».

Sobre la base de afirmar que «Desde 2016, ningún barco con migrantes ha partido desde las costas de Egipto”, el grupo interno de la UE, el V-4 (Visegrado: Hungría, Polonia, Eslovaquia y Republica Checa), exaltaron la política migratoria colaboracionista de El Cairo, proponiendo la cooperación de los 27 para frenar la llegada de migrantes. El proyecto no fue tratado.

En la UE se está ante una crisis donde de migrantes se agolpan en los bosques bielorrusos buscando cruzar Polonia y llegar a Alemania. La situación amenaza escalar a una crisis impredecible con Bielorrusia y hasta con su aliado, Rusia. Los bielorrusos abrieron un sitio de acogida para dos mil personas, ofrecen el traslado de migrantes a Munich y tratar de convencer a otros de regresar a sus países. En verdad, lo que se dirime en la Europa oriental es otra disputa de la OTAN y Rusia (con sus aliados) y la interna Visegrado con los 27. Los rehenes de los conflictos son miles de migrantes en la frontera.

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