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EE. UU.; destaiwanizando las relaciones con China por Ernesto Kreimerman

EE. UU.; destaiwanizando las relaciones con China  por Ernesto Kreimerman
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Hacia febrero-marzo del año 2021, Wang Yi desde Beijing ensayaba pararse desde una perspectiva más enérgica respecto de las acciones de la Administración Biden. Y le aconsejaba revertir la “práctica peligrosa” respecto de Taiwán, “una parte inalienable del territorio chino” y una “línea roja insuperable” para Beijing.
Hace unas semanas, a mediados de noviembre, en una columna titulada “Biden & Jinping, el rediseño del poder”, señalábamos que el conjunto de decisiones que estaba ejecutando la Administración Biden no eran circunstanciales, sino que obedecían a una mirada estratégica, de amplio espectro, cuyo teatro de operaciones no se reducía a China sino que iba desde el reordenamiento de las relaciones con Europa y el rol de la OTAN, la inmensa Rusia y sus aliados, la reconfiguración de Medio Oriente, hasta sus relaciones con las Coreas y las Vietnam. Y de nuevo, no parece que haya espacio para América Latina en esa agenda.
Entonces destacábamos algo en lo que muy pocos repararon: Biden en su encuentro con Xi Jinping, al referirse a la política estadounidense respecto a Taiwán, lo hizo como la “doctrina Taiwán”. Enfatizábamos que “así denominada, le dio al tema otra dimensión, menos coyuntural”. Así, “la visita de Pelosi (a Taiwán) significó un cambio de coordenadas”.
Dicha presencia, que molestó a Xi, parecía una respuesta a la actitud china frente a la invasión rusa a Ucrania y a la reacción del gobierno chino, incluía también una señal hacia el propio Taiwán. Pero en términos más profundos.
La respuesta tuvo algo de convencional: salgamos de la amenazofobia dijo Qin Gang, embajador chino en los Estados Unidos, y “retomemos la relación habitual”. También en su invitación de retorno al estatus previo, le demandaba a los Estados Unidos una autocrítica por esas actitudes.
Taiwán, parte inalienable
El 7 de marzo de 2021 Wang Yi ratificaba que Taiwán era «una parte inalienable del territorio chino» y una «línea roja insuperable» para Beijing. Por ello, China ve a Taiwán como una provincia separatista ilegítima.
Yi fue severo en sus afirmaciones, pero al referirse a qué sucedería si Estados Unidos “siguiera jugando con fuego” apareció ambiguo y su respuesta parecía dar por válidas las versiones extraoficiales de que “el gobernante Partido Comunista ha amenazado con invadir si Taiwán declara su independencia formal o retrasa las conversaciones sobre la unión con el continente”. Una amenaza tan temeraria como improbable.
La duda es si el jefe de la cancillería china prefirió no ensayar una respuesta por falta de consenso sobre las alternativas que se hayan analizadas o porque quizás sencillamente descartan ese escenario.
Un cambio cualitativo
Pero a esa fecha, la nueva conducción política de los Estados Unidos, radicalmente diferente a su antecesora que fue imprevisible y torpe, comenzaba a dar señales ordenadas y claras, en el sentido de que se había iniciado un proceso de reposicionamiento global. Buena parte de estas conceptualizaciones que experimentados políticos de la Administración Biden comenzaron a formular, tienen dos orígenes: por un lado, los debates de la comunidad de inteligencia (United States Intelligence Community, IC por sus siglas en inglés) y de la comunidad académica y algunos think tank (en esta categoría se incluyen desde institutos de investigación, gabinete estratégico, centros de pensamiento o de reflexión, incluso los menos estructurados laboratorios de ideas), desde hacía tiempo venían procesando, ya con ideas muy elaboradas, e incluso con planificación articulada para los diversos escenarios en disputa. Y por otro, los desafíos políticos internos.
Aunque pasó inicialmente algo desapercibido, el secretario de Estado Antony Blinken, un experimentado diplomático, actual secretario de Estado, antes vicesecretario de Estado 2015-17, y asesor adjunto de Seguridad Nacional 2013-15 durante la presidencia de Barack Obama, dijo a poco de asumir que China representaba la «mayor prueba geopolítica de Estados Unidos del siglo 21» y era el único país con suficiente poder para poner en peligro el orden internacional actual.
En esa conceptualización, «China es el único país con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para desafiar seriamente el sistema internacional estable y abierto, todas las reglas, valores y relaciones que hacen que el mundo funcione de la manera que queremos». (“Fragmentos de “Una política exterior para el pueblo estadounidense””) Así lo resumía Blinken y agregaba algo muy importante, más allá de lo relativo que pueda parecer su contraste con la realidad: abordar el desafío planteado por China requeriría cooperar con organizaciones internacionales y trabajar con aliados y socios, «no denigrarlos».
Destaiwanizar Taiwán
El pasado 6 de diciembre una corporación taiwanesa, la TSMC, anunció un terremoto (https://pr.tsmc.com/english/news/2977). La Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, Limited es la empresa de semiconductores más grande del mundo, con sede y principales operaciones en el Parque científico e industrial de Hsinchu en Hsinchu, Taiwán (www.tsmc.com) Pero eso hasta ahora. En pocos meses más, TSMC será aún más grande, pero desde los Estados Unidos.
Hace una semana TSCB anunciaba que aumentaría su inversión planificada en Arizona de US$ 12 mil millones a 40 mil millones para construir no solo la fábrica de 4 nanómetros planificada y que iniciaría su producción en 2024, sino también otra fábrica de 3 nanómetros que estaría operativa a mediados de 2026. El 9 de diciembre, TSMC anunciaba que sus ingresos del período enero a noviembre de 2022 aumentaron 44.6% respecto al mismo período de 2021
Se trata de la inversión extranjera directa más grande en la historia de los Estados Unidos. Todos sus números impresionan: más de 10 mil trabajadores en la construcción; las dos fábricas de TSMC originarán otros 10 mil empleos de alta tecnología bien remunerados, de ellos, 4.500 serán directos de TSMC.
El acontecimiento es significativo y por ello Joe Biden visitó la planta de Arizona. La inversión del fabricante de chips constituye un salto disruptivo, un cambio significativo que asegura que problemas como los sufridos recientemente en la cadena de suministro ya no afectaran ni la producción ni la economía estadounidense.
Hay un cambio cualitativo en el problema Taiwán: esta inversión de TSMC en Arizona significa una relocalización de la industria de chips, en un período muy breve. La posición dominante de Taiwán como fabricante de chips de última tecnología que se utilizan para teléfonos móviles, notebooks, vehículos hasta aviones de combate, constituía una debilidad para la tecnología estadounidense. Ahora, de las preocupaciones por la dependencia de este mercado se está yendo a una independencia de Taiwan como proveedor de esta industria. También es un primer paso a una destaiwanización de las relaciones con China.

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