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Golpe de Estado oligárquico con tutela militar Por Hugo Acevedo

Golpe de Estado oligárquico con tutela militar     Por Hugo Acevedo
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El golpe de Estado que arrasó hace 49 años las instituciones e instaló una dictadura liberticida, que conculcó derechos, reprimió, encarceló, asesinó y desapareció opositores, fue una operación estratégica de la oligarquía y los militares, en conjunción con el imperialismo norteamericano.

Obviamente, el pretexto de la derecha de que la instauración del régimen autoritario se originó por la acción de la guerrilla es una burda falacia, porque, un año antes, en 1972, el MLN estaba desmantelado y sus miembros encarcelados, muertos o exiliados.

Otro mito que hay que desterrar es que realmente sólo hubo un golpe y no varias secuencias de rupturas del estado de derecho, ya que el gobierno del colorado Jorge Pacheco Areco, que encabezó desde 1968 un régimen autoritario, también reprimió, encarceló, asesinó a obreros, estudiantes y militantes, ilegalizó fuerzas políticas y cerró o censuró decenas de medios de prensa.

Ningún país gobernado con medidas prontas de seguridad, suspensión de garantías individuales, Estado de Guerra Interno y conculcación de libertades es una democracia, por más que la derecha insista que lo era. En cambio, era sí una dictadura con una caricatura de parlamento, contra la cual combatieron la izquierda, el Movimiento de Liberación Nacional, los sindicatos y las organizaciones sociales.

El segundo golpe de Estado se concretó en julio de 1972, cuando con los votos de blancos y colorados, fue sancionada la Ley de Seguridad del Estado y el Orden Público, que le entregó literalmente al poder a los militares y los habilitó a detener civiles y privarlos de su libertad, permitiendo que los procesara la justicia castrense, lo cual es ilegal

En tanto, el tercer golpe de Estado se verificó en febrero de 1973, cuando el Ejército y la Fuerza Aérea desconocieron la autoridad del por entonces mandatario Juan María Bordaberry, tomando el control de zonas estratégicas y del aparato radiofónico y difundiendo los controvertidos comunicados 4 y 7.

El cuarto golpe de Estado fue el que zanjó el enfrentamiento entre el poder político y el militar, cuando Bordaberry acordó condiciones humillantes con los mandos castrenses, en el marco del Pacto de Boiso Lanza.

Cuatro meses después, el 27 de junio, la disolución del parlamento por parte del obtuso Bordaberry y la toma por asalto del Palacio Legislativo por tropas del Ejército comandadas por el General Gregorio Álvarez, fue el quinto golpe de Estado.

El sexto golpe de Estado, que se concretó a la salida de la dictadura luego de elecciones tuteladas con presos políticos y ciudadanos proscriptos, se procesó durante la primera presidencia de Julio María Sanguinetti, cuando el Comandante en Jefe de Ejército, general Hugo Medina, guardó en un cofre las citaciones judiciales cursadas a los militares acusados de violaciones a los derechos humanos.

En tanto, el séptimo y definitivo golpe de Estado recién se desarrolló en diciembre de 1986, cuando el Partido Colorado y el Partido Nacional a excepción de la bancada del Movimiento Nacional de Rocha que encabezaba el senador Carlos Julio Pereyra, sancionaron la Ley de Caducidad que perdonó los crímenes de los militares represores y ató de pies y manos a la Justicia, al determinar la clausura de las causas penales.

Esa es la verdadera historia y no la que narra el ex presidente Julio María Sanguinetti, quien pactó con Medina la prisión de Wilson Ferreira Aldunate y la proscripción de Líber Seregni, para ser electo en los rengos comicios de 1984.

Tampoco se ajusta a la verdad la versión del líder del ultraderechista Partido Cabildo Abierto, general Guido Manini Ríos, quien atribuye toda la responsabilidad al movimiento guerrillero y no a los motineros que asaltaron el poder. Obviamente, el mismo perteneció, durante siete años, a un Ejército golpista, por lo cual también es cómplice, por acción u omisión, de algunas atrocidades perpetradas en esos tiempos.

Hace casi cincuenta años, todo el continente estaba asolado por dictaduras militares títeres manipuladas por el imperialismo yanki, en el marco de la Guerra Fría. Nuestro país  no fue la excepción ya que, según documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano, la guerrilla uruguaya ya no representaba un peligro porque estaba aniquilada y el riesgo era que el flamante Frente Amplio lograra ganar las elecciones previstas para 1976 e inaugurara un gobierno nacional, popular y anti-oligárquico que introdujera radicales reformas estructurales.

Eso era precisamente lo que temía la clase dominante, que veía amenazados sus privilegios y avaló la sublevación cívico militar. Ello le permitió enriquecerse, con sindicatos inexistentes porque fueron declarados ilegales y una rebaja salarial estimada un 50%.

Como proclamó el economista Carlos Luppi, en la presentación de mi libro “La dictadura del mercado” en junio de 2019, el del 27 de junio de 1973 fue “un golpe capitalista”.

En efecto, los militares, brazo armado de la rosca patricia y responsables del terrorismo de Estado, permitieron que el empresariado expoliara a la clase trabajadora y a los jubilados e incluso perdonaron deudas millonarias, cuando en 1982, el Estado compró las carteras incobrables a los bancos, para evitar que el sistema financiero colapsara.

Esa es la verdad histórica innegable e incontrastable, avalada por testimonios y documentos de los últimos cincuenta años, aunque la derecha cómplice siga prostituyendo la verdad con su relato mentiroso y sustentando en la inmoral tergiversación de lo sucedido.

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