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Abigail Puig, dirigente sindical de FUECYS: Para que existan sindicatos, tienen que existir empresas

Abigail Puig, dirigente sindical de FUECYS:  Para que existan sindicatos, tienen que existir empresas
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Pasó al estrellato el pasado 1° de mayo, cuando fue la oradora que cerró el acto del día de los trabajadores. Para nosotros, como seguramente para la gran mayoría de los uruguayos, era una perfecta desconocida hasta esa aparición pública. Nos despertó la curiosidad esta joven que tiene una fuerza bárbara y es un ejemplo de la  imprescindible renovación femenina en la cúpula sindical.

Por Jorge Lauro y Alfredo García / fotos Rodrigo López

¿Cuándo empezaste a trabajar?

A los veinte fue mi primera experiencia laboral en una marroquinería. Terrible, siete pesos la hora. Iba a trabajar los sábados, por las horas extra, y ahí eran trece pesos. Año 2004, 2005. Todavía no había asumido el Frente.

¿Y después?

Entré al sector supermercados, en una cadena muy conocida. Ahí a los meses me afilié al sindicato y de ahí vino todo lo demás.

No había sindicatos prácticamente en ningún supermercado, en aquel momento.

No, era el momento en que en algunos lugares se estaban refundando los sindicatos. Había algunas cadenas de supermercados que los tenían de antes, los habían armado en 1985, pero eran más bien inoperantes, después vino la ley de libertades sindicales y ahí fue el boom de la FUECYS y los sindicatos de supermercados y todo.

Muchos patrones estaban reacios a que se organizaran sindicatos. Echaban gente.

Bueno, hoy también.

¿Por sindicalizarse?

Por armar sindicatos, sí. Los echan. Nosotros siempre invocamos la ley de libertades sindicales y pedimos la reinstalación, y muchas veces lo conseguimos. A veces hay que pasar por un proceso de reubicar al trabajador en otro local, porque la relación quedó muy afectada, y eso en el caso de que haya otros locales. A veces la relación queda muy dañada, y pasan cosas fuertes, porque no es fácil volver a entrar ahí cuando te hicieron la película del terror o te dicen que estás en contra de la empresa, o que poco más que querés ver a los dueños fundidos. A veces incluso hemos pasado por unos meses de seguro mientras dura la negociación, hasta que el trabajador se reintegra a su puesto de trabajo. Pero los últimos despidos que tuvimos fueron reintegrados, algunos hasta por teléfono, sin tener que ir al ministerio o sin tener que armar una reunión bipartita. Claro, algunas empresas están más acostumbradas a tener sindicatos, y capaz ahí uno lo puede manejar de otra forma.

¿Qué nivel de sindicalización hay en el supermercadismo? O en FUECYS en general.

Estamos en ese proceso de saber. Capaz ese es un talón de Aquiles de las organizaciones sindicales, el manejar los datos reales. El año pasado tuvimos congreso, fuimos con al menos una representatividad de dieciocho mil afiliados. Pero claro, hay lugares donde no tenemos el descuento por planilla, y entonces es difícil contabilizar. Con los trabajadores del Mercado Modelo no tenés forma, o con la asociación de cuidacoches o los pancheros, y con un montón de sectores. Con la planilla es más fácil, sabés si tenés afiliados que están en el seguro o en DISSE, y entonces también los contás. FUECYS anda alrededor de los veinte mil afiliados, esa sería una cifra un poco más certera. El sector que más se despegó es la seguridad privada.El sector tiendas y supermercados tuvo un boom, y capaz ahora están más estables pero igual se siguen formando sindicatos nuevos. Hoy nomás había instancia ministerial por una empresa que despidió al delegado: armamos el sindicato, se presentó el delegado y lo despidieron. Estamos viendo ahora ese caso.

En las grandes superficies quizás es más fácil organizar sindicatos. En los comercios pequeños se complica.

Lo que está llegando a FUECYS últimamente son lugares donde trabajan cinco o diez empleados en una tienda chica o autoservicio, y es dificilísimo. A veces los pequeños comerciantes lo reciben mal. Capaz es una cuestión de desconocimiento. En un lugar donde trabajan cinco personas se arma una afiliación que puede ser de dos o de tres, y a veces uno siente como que lo hirieron, con la idea de que “esto era una gran familia donde todos nos ayudábamos y por qué me hiciste esto”.

Ven al sindicato como a un enemigo.

Claro. Y no es tan así. Para que existan sindicatos, tienen que existir empresas. Ya está. No hay otra. Yo tuve problemas por eso, a mí me despidieron por armar sindicatos. En una empresa me descubrieron, en realidad. Soy militante desde que entré por primera vez a un sindicato, lo adopté para siempre; en una reconocida cadena de ropa femenina entré y a los tres días me llamaron a la central, y yo ya había pasado por todas las pruebas y todo pero me dijeron que estaba despedida. Después, conversando con una delegada del sindicato, me dijo que lo que pasaba es que mi foto salía en la revista de FUECYS y que la empresa la había visto. En realidad nos quedó la idea de que había sido eso, porque no había otro motivo.

¿Quién te llevó a la militancia sindical?

Soy hija de diarieros, la prensa siempre la tuve, desde la revista Caras, para enterarme de todo el chismerío porteño, hasta los diarios El País y La República. Nunca faltó. Y nunca faltaron los libros en casa. Pero hay una vinculación más personal que tiene que ver con mis abuelos, militantes políticos y sindicales. No tuve mucha oportunidad de conversar con ellos acerca de esos temas, pero siempre que puedo converso con alguien o le pregunto algo, sobre todo a mi madre, después de lo del 1º de Mayo. Después del chistecito este, de que me parecía a Cristina, pienso que no conocieron a mi abuela. Era terrible, te peleaba por todo lo que podía pelearte, era de carácter fuerte y se indignaba fácilmente. Y vivió otra época, también. Hubo algunos resquemores, en el sentido familiar, y preocupaciones, porque es una actividad muy hostil la de ser dirigente y delegado sindical. La gente se piensa que estás cómodo, que cobrás dos o tres salarios.

Y que no trabajás nunca.

Sí. Y está bravo. No voy a decir “¡ay, pobres!”, pero hay compañeros que pasan… Yo, nomás hoy, no almorcé. Y si hubiese ido a mi lugar de trabajo, a la producción, a la caja, me sentaba y sé que entre las once y media y las doce y media almorzaba.

¿Dónde laburás?

En el Macro.

¿Tenés licencia sindical?

En este momento estoy liberada, como quien dice. Estoy con un fuero sindical completo, porque el sindicato entendió que lo tenía que utilizar. En el periodo pasado tuvimos una compañera que fue secretaria de género —creo que también del sindicato nuestro— que estuvo en la misma situación que yo. Intentamos distribuir las horas sindicales de la mejor forma. A veces tengo descuento de horas, en el sindicato nuestro, por militancia. Hay gente que lo puede hacer, otros no. Yo no tengo hijos, no tengo determinadas responsabilidades. Pero a veces hay otras cosas en juego, y hay que cuidarlas.

Una de las críticas permanentes es sobre las licencias sindicales.

A mí me ha pasado estar en la puerta del sindicato o en el ministerio y que pasen compañeros míos —algunos de los cuales están en el reparto— y me vean, o que venga algún compañero del sindicato, de otros locales, y que nos encuentren ahí. Eso está bueno, porque la gente ve. Sí, capaz me agarrás caminando por 18 de Julio, porque vengo al PIT-CNT, y pensás: “Esta piba está paseando”, y no es cierto. Pero sí, está muy cuestionado, hay una campaña de estigmatización, que yo nombré en el acto del 1º de Mayo, que empezó hace rato. Yo no me refería a la campaña electoral sino a la que todo el mundo está utilizando para desprestigio en todas las órbitas: movimientos sociales y sindicales, sistema de partidos, y todo eso. Creo que hay cuestiones que son valorables en el Uruguay, y que tienen que ver con eso. Uno ve la traza el PIT-CNT y sabe lo que es el PIT-CNT. Uno ve el logo del Partido Nacional o la bandera del Frente Amplio y sabe quién está ahí. Es una cuestión fuerte de identificación que tenemos.

Pero los operadores periodísticos no están identificados. Están escondidos detrás de la supuesta objetividad y neutralidad.

Sí, y creo que también la gente está en un nivel de virulencia bastante importante. Está muy intolerante, nada le sirve. Nada.

Pero eso se retroalimenta con el mensaje constante…

Ah, sí, está claro. Pero hay una campaña, y creo que a veces hay un agotamiento en algunos compañeros y dirigentes sindicales que no estamos pudiendo atender todos los conflictos. Hay gente que se debería involucrar más. Si lo hicieran, capaz otros compañeros podríamos estar más tiempo en nuestro lugar de trabajo o formarnos en otras cosas. Yo hoy ya casi no tengo tiempo ni para leer ni estudiar cuestiones que nosotros deberíamos manejar de taquito. Nosotros a veces nos dividimos temas y áreas de trabajo, porque a veces también tenés que hacer eso, pero creo que falta que la gente se involucre más. El problema es que yo quiero respuesta cuando está en juego la mía. Si está en juego la de todo el mundo, bueno, ta, que lo resuelvan otros. Ahora nos pasa; estamos formalmente en consejo de salarios —formalmente, porque algunos ya empezaron— y es imponente: llega junio y te empiezan a preguntar por el aumento, y vos empezás a explicar todo el tema y a decir que a veces se dan aumentos a cuenta y que hay que esperar. “Ah, pero entonces ustedes no están haciendo nada”, te dicen. Es terrible. No se informan. No hay una cuestión ni siquiera de dedicar unos minutos a leer algo.

¿Pero no es una falla de ustedes, también?

Creo que hay dos cosas. Por atender tanto, no estamos comunicando realmente lo que se hace. Esa es una parte que hay que trabajar. Los goles que no gritamos, les digo yo. Si yo reinstalo en sus puestos de trabajo a diez trabajadores en una semana, yo tengo que salir a decir eso. ¿Para qué? Por lo menos para desmitificar un poco el miedo. Ahora, si echan a un trabajador por armar sindicato y sus compañeros no están dispuestos a defenderlo, ahí hay también una falta de empatía de los trabajadores. Estamos entrando de nuevo en una zona de individualidad.

¿Se ha perdido conciencia de clase?

Estamos siendo poco humanos en algunas cuestiones, y el otro día lo hablábamos en una asamblea del sindicato, por una compañera afiliada cuyo marido había tenido un accidente y nos terminó llamando a nosotros para ver si podíamos armar una colecta, porque como ella en el lugar de trabajo no tiene tantos amigos entonces nadie le quería armar una colecta, cuando a otros sí se la arman. ¿De verdad vos ayudás en función de si alguien te cae bien o mal? ¿De si está afiliado o no? Es complicado.

El “si te cae mal” porque es un carnero…

Un compañero que no pertenece a la organización sindical todavía se puede sumar. Siempre hay tiempo. Hay algunos que sabés que nunca van a estar adentro, está bien, pero hay otros que están en esa zona tibia, que vienen y van, que unas veces se arriman y preguntan, y otras veces no. A esos hay que arrimarlos un poco más, y hacer más esfuerzos.

Estás planteando una derrota cultural, que se ha ido incrementando poco a poco.

Por eso planteamos que los cambios son culturales, sí. La hay, y la estamos perdiendo. No la estamos ganando.

Si todo se restringe a pesos, y mucha gente identifica el sindicalismo con mayores sueldos, estás perdiendo gran parte de la esencia del sindicalismo.

Exacto.

Ahí es donde estás perdiendo la batalla cultural.

Porque cuando hablás de condiciones de trabajo te preguntan cuándo va a ser el aumento. Les decís que hay una ley nueva que establece que las empresas tienen que tener una sala de lactancia con determinadas prestaciones, que tiene que tener heladera y un lugar confortable e íntimo, y te responden que “bueno, está bien, ¿pero cuándo es el aumento?” Pará. Somos un montón de compañeras en el sector, esto también es importante. Una sala de primeros auxilios es importante. Tener los comedores y vestuarios en orden es importante. Yo qué sé. Es complicado. Tenemos comisiones de salud que funcionan mejor, y otras que no funcionan y otras que hay que revisar. Hay poco cuidado o valoración de las cosas. ¿Cómo explicarlo? Si un trabajador rompe algo que el sindicato consiguió a través de la organización sindical, sea una silla o una taza, ese trabajador está yendo en contra de otro trabajador. Es terrible, y pasa. Entonces, claro, después por otro lado está el reclamo de quien te dice que “yo hago esto, esto y esto, y como contrapartida tengo esto”. Esos son los cambios culturales de que hablamos.

Han surgido críticas por haber dedicado tiempo el 1º de Mayo a hablar del imperialismo o de situaciones de otros países. Y de algún modo esas realidades están vinculadas a la situación de la clase obrera. ¿Por qué no se puede entender eso fácilmente?

Porque la indignación al uruguayo le está durando minutos u horas, dependiendo de qué se trate. Si bombardean Siria todo el mundo se indigna. ¿Y quién está atrás, con qué intereses? Y cuando empezás a hablar de eso te dicen: “Ay, no me vengas con el tema del imperialismo yanqui”. Les decís que en Brasil está pasando tal cosa, que la gente está movilizada por esto y mataron a una mujer que denunciaba tal cosa, y te responden que “bueno, ta, pero acá…” Y les contás de Argentina y de cosas que pasan en otros países, y parecería que nunca van a llegar acá. Están en esa lógica de que acá no va a llegar. Y yo no sé si no va a llegar. Porque hoy las cuestiones en el mundo son por los territorios de influencia, por los recursos naturales, por restablecer un nuevo orden que imparta las normas que el capitalismo necesita.

¿La resistencia tiene que ser global?

Creo que sí. Pero en realidad no nos salimos de esa cuestión más personal. Algunos se creen que Uruguay es una isla. “Siempre hablando de la dictadura”, te dicen. Y les preguntás qué estaba pasando en Argentina o en Chile y no saben. Estaba pasando lo mismo. ¿Y en 1968 en Brasil? Lo mismo. Vas repasando y no hay chance de que a veces enganchen con algunas cosas. En mi trabajo me pasa algo interesante: hay una asamblea que tenemos por lo menos una vez al mes, en un local específico, con unos chicos del turno de la tarde donde la mayoría deben tener entre veintitrés o veinticuatro años. Es brillante, se ponen a discutir entre ellos sobre las horas extra, sobre los puestos de trabajo… En la última asamblea empezamos a hablar de las cuestiones vinculadas a los proyectos de ley que el PIT-CNT impulsa, como que se aplique la ley de empleo para personas con discapacidad, o de qué pasa con el fondo de responsabilidad social, de la ley de riego. Y terminamos hablando de por qué la gente agrede a una cajera cuando no le quiere dar bolsas de plástico. Hablan de todo, y en el medio pasa de todo. Y discuten entre ellos. Llega un momento en que el delegado se queda callado y los queda mirando, porque van bien, porque te das cuenta que hay cierto grupo de trabajadores que de última está viendo que algunas cosas le afectan. Eso es bueno. Pero cuando te pensás que no importa lo que pase en otras ramas de actividad o en otros lados, estás perdido.

¿Son jóvenes? Por lo menos un mensaje optimista, dentro de todo esa situación que venís describiendo.

A veces se da que en la primera experiencia laboral no quieren, porque piensan que estar en un sindicato es lío, es pleito, es andar a los gritos. No es eso. Hay momentos en que sí, donde uno toma medidas.

¿Perciben los logros económicos que se han obtenido gracias a la lucha?

Depende. Si tenés, por ejemplo, un trabajador del sector supermercado que ingresó antes de 2006, cuando ganabas 2.880 pesos, sí. Yo entré ganando eso, y me acuerdo que mi primer ajuste me ubicó en 3.880 pesos. Hoy un trabajador está en 21.000 pesos. Hay un salto. ¿Es suficiente? No, no es suficiente. Pero a veces tenés que hacer un poco de memoria. Y cuesta. A veces entra un trabajador a determinado lugar de trabajo y ya tiene determinados beneficios y salarios.

Pero no se lo atribuye al tema sindical.

No. A veces se lo atribuye al gobierno. “No, escuchame, esto es el consejo de salarios”, le explicás, y lo entiende, pero en la próxima te pregunta por el aumento del gobierno. Te pasa en enero cuando aumentan el salario mínimo, las jubilaciones o las pensiones. “¿Y el aumento nuestro?”, te preguntan. Y siempre tenés que estar explicando.

¿Terminan siendo economicistas?

Creo que hay una necesidad de que los salarios aumenten, sí. El costo de vida en Uruguay, comparado con otros lugares, es alto. Está bien. Pero también hay un nivel de consumo importante. Y hay un nivel grande de endeudamiento. Y también después empiezan a impactar otras cosas, como la profecía autocumplida de siempre estar diciendo que estamos en crisis, porque ahí todo el mundo se tira para adentro y es complicado. Por primera vez, hace unos meses me hicieron la encuesta continua de hogares; yo no tenía idea de la mitad de cosas que te preguntaban y había cosas que yo no sabía cómo explicarlas. Intento vivir con lo mínimo posible, no tengo un alto nivel de vida y en mi casa hay cosas que no hay. Capaz que porque no las necesito.

¿Tenés necesidades básicas insatisfechas?

Las básicas las tengo cubiertas. Las otras no. Y no sé si son tan importantes. No tengo hijos, convengamos. Cuando uno tiene hijos hay otras cuestiones que hay que garantizar, y eso también es complicado. Me parece que hay una cuestión vinculada al consumo que es…

Hiperconsumo.

Creció mucho. Consumir está bien, porque reactiva un montón de cosas, pero…

Es la cultura hegemónica.

Para ser feliz tenés que tener más, tenés que tener el televisor más grande para ver el mundial. Los goles los vas a ver igual en una de veinte pulgadas que en una de cuarenta y dos, pero si tenés la de cuarenta y dos va a ser mejor. Antes de venir para acá hablaba con una compañera que necesita más información del tema de la venta electrónica, y hablábamos con un compañero que está empezando a elaborar determinados documentos, y a conversar con algunos sindicatos de comercio de otras partes del mundo. Si hay un lugar en internet donde entre la una y las cinco de la mañana vos podés comprar al 50%, va a haber gente operando ahí. Capaz vas por 18 de Julio y entrás a una tienda y le preguntás algunas cosas a la vendedora, y la vendedora te dice que tal buzo tiene tal cosa y tal otra, en tal talle y tal color, y después en tu casa de noche te metés en la página y te das cuenta que entre la una y las cinco de la mañana sale 50% menos. Bárbaro, es una ganga. Ahora, esa trabajadora ni vendió ni tuvo comisión ni nada que se le parezca. ¿Qué va a pasar?

Se van a perder fuentes de trabajo. A eso apunta la robotización en ciernes.

Se pierde en algunos lugares, pero se genera en otros. Porque también hay gente preparándose para generar programas, determinadas máquinas y gente para arreglarlas. El otro día hablaba con unos colegas de ustedes, no me acuerdo de cuál era el informe, pero decía que hay chicos en la escuela y en el liceo que seguramente no sabemos de qué van a trabajar. Y es cierto, y eso tiene mucho que ver.

En el supermercadismo está claro que hay un montón de puestos que van a desaparecer.

Nosotros creemos que ya empezaron a desaparecer, pero es una cuestión distinta. En lugares como los centros logísticos, donde hay máquinas grandes y más tecnología, capaz eso te saca trabajo operativo o netamente manual. Pero, por ejemplo, hay una cuestión del empresariado de estar jugando al achique. Hay secciones en los supermercados donde comúnmente trabajaban quince personas y hoy trabaja la mitad. Y no lo están diciendo, pero nosotros sabemos que se están perdiendo puestos de trabajo.

¿Es al achique o es que ya no se necesitan?

Para nosotros es al achique. En algunos lugares se necesitan.

Están sustituyendo cajeras por aparatos para que se cobre el cliente.

Yo, que soy cajera, una vez usé una porque quería medir tiempos. Las llamo “cajas inteligentes”, haciendo una sátira. No le generan ningún inconveniente a la empresa, excepto que se rompan. No tienen licencia, no se enferman, no se embarazan. No van al baño, no toman agua, no te complican. Llegué a la línea de cajas y vi las cajas rápidas llenas, con filas, y después estaban las practicajas. Me fijé cuántos artículos tenía, y pasé. Estuve cinco minutos. Si me hubiese quedado en la otra fila, había estado veinticinco. ¿Qué hay atrás de eso, en realidad?

¿El futuro va para ahí?

No sé si va todo para ahí. Creo que hay que revisar algunas cosas. Lo que estamos viendo es que hay determinados avances tecnológicos, está bien. Hay una cuestión de capacitación en Uruguay que tal vez es un poco más tradicionalista y vinculada a determinadas áreas. Lo clásico: atención al cliente, de mostrador, y cosas por el estilo. No está mal, pero en realidad lo que podés empezar a hacer es a construir otras cuestiones de capacitación. Me contaba mi compañero, presidente de FUECYS, que en un consejo superior tripartito hablaron de esto y tiraron la idea de empezar a realizar distintas capacitaciones y empezar a conversar estas cosas. Y no levantaron el guante.

¿Por qué?

Formalmente, no. Capaz que hay que esperar un poco más. No sé.

En servicios y comercio capaz es diferente, pero en los supermercados ya hay balanzas automáticas donde el cliente se pesa su propia mercadería, la cajera además de cobrar embolsa…

Te lo cambio: en el supermercado donde mataron al último trabajador, ¿cuántos trabajan? En esos autoservicios pequeños hay tres trabajadores, cuando en otro momento ese lugar tendría por lo menos quince. La cajera pesa, atiende y cobra, el delivery repone, y si no hay nada para hacer repone las heladeras. La multitarea sigue estando arriba de la mesa. Muchas veces el empresariado no quiere discutir categorización, porque discutir eso es definir tareas y es poner las cosas en blanco y negro, poner más gente y pagar otro tipo de salarios; entonces, mientras, la van piloteando. El tema de categorías siempre es un dolor de cabeza, en cada ronda de salarios. Nunca la quieren discutir. Recién en la última ronda logramos que se cambiara un trabajador de la primera categoría a la segunda a los diez meses, y las cajeras de primera a segunda categoría a los seis meses.

¿Cuánto salario implica?

Depende. En algunas categorías hay una diferencia de setecientos a mil pesos.

No es tanto, tampoco. No quieren largar nada, en definitiva. Algunos patrones son durazos.

Lo que le preocupa al movimiento sindical son algunas cuestiones que tienen que ver con las voluntades, por eso decía lo de hacer gárgaras con la negociación colectiva. Después igual desaparecen un mes y te ponen excusas de las más diversas, no están, se fueron de viaje o siempre les pasa algo. Hay otros que no, hay otros que quieren conversar. Después tenés, también, el sistema bipartito donde capaz que lo que no pudiste arrancar de forma tripartita queda pendiente y lo podés mechar como un beneficio entre el sindicato y la empresa. Ahora, son los menos los que tienen mejores beneficios por afuera que dentro del marco tripartito. Depende mucho de cómo sea el sindicato y de cuánta gente esté afiliada, es una cuestión de relación de fuerzas.

¿Hay mucha represión en los comercios? Hay casos concretos que se conocen: McDonald’s, que dicen que ellos no trabajan con sindicatos y tienen otra modalidad de trabajo. Y el gobierno uruguayo hizo un convenio con McDonald’s para generar primer empleo. ¿No hay una contradicción en eso?

Las leyes que favorecen el empleo uno las tiene que ver con buenos ojos. Después el problema es cómo se aplica. Y después el problema es revisar algunas cuestiones. Si yo soy una empresa —nacional o multinacional, no importa— y contrato jóvenes bajo la modalidad de empleo juvenil, tengo determinadas exoneraciones. Pero como contrapartida esos jóvenes están expuestos a determinados niveles de estrés y carga horaria, que capaz podrá ser menor, porque en esos lugares está el tema de las cuatro o seis horas. Todos los días recibís llamadas en el sindicato preguntando por la ley de licencia por estudio. Te preguntan por determinado beneficio, te dicen que pasan determinadas cosas. No es un mundo tan feliz, y no está tan bueno. Me parece que hay que revisar algunas cuestiones de derechos; capaz que determinadas leyes deberían ir acompañadas de un fuerte impacto de derechos, porque si somos un país con un sistema de negociación colectiva muy bueno que otros lugares del mundo no tienen, y donde tenés aprobadas más leyes que protegen al trabajador, pero como contrapartida después te pasan esas cosas, no sé si en realidad está tan bueno. Y el movimiento sindical tiene parte en algunas cosas. Porque no se arregla con decir que “en McDonald’s no dejan armar sindicato”.

¿Por qué pasa, por ir a armarlos?

Creo que hay que conversar con los gurises. Hay formas técnicas de comunicación que son más modernas. Al gurí lo tenés que enganchar por otro lado, de diversas formas. Puede ser con un folleto que sea distinto, con otros colores. Cosas diferentes. A FUECYS le pasa que hace un pegotín todo colorido y entonces la gente te pregunta quién era este señor. Y ahí se entera que el Pepe D’Elía decía determinadas cosas. Eso es cambiar la cuestión de la comunicación. Capaz entran al sindicato y ven tremendo cuadro del Pepe D’Elía y no saben ni quién es ni lo relevante que fue. Capaz que ni siquiera saben que la plaza detrás del Mercado Agrícola se llama así. Creo que se necesitaría redoblar esfuerzos en estos temas. Hace unos meses nos pasó tener una trabajadora que había estado trabajando de forma irregular por nueve meses como moza y que se enfermó, y así, como si nada, la empezaron a cortar. Nosotros tomamos conocimiento de casualidad, porque es conocida. Después en el ministerio reclamó todos sus haberes, ¿pero era necesario que pasara por eso? Estaba sin cobertura médica, estaba sin aporte, estaba “a la gracia de”. Y decí que se le dio por consultar, porque hay gente que ni siquiera consulta.

FUECYS se ha caracterizado por cierto nivel de creatividad, se disfrazaban de superhéroes en aquellas manifestaciones. Llamaron la atención.

Los superhéroes, los horarios de terror. Fue una etapa bastante interesante, muy al impulso de los sectores de tiendas y call centers, donde también hay mucha gente joven. Eso hizo que la gente empezara a conocer a FUECYS de otra forma. Fue muy interesante. Con lo de los horarios de terror se hizo una manifestación en la puerta del shopping Punta Carretas, con todos maquillados. Lo de los superhéroes fue en la calle y en la puerta del Ministerio de Trabajo. Después también hubo otro sobre “las necesidades de moda”, que se hizo en Tres Cruces.

La mayoría de la gente que trabaja en el comercio es gente joven.

Por ahí se desarrolla la primera experiencia laboral, en un call center, en un supermercado, en una tienda.

¿Qué incluye el sector servicios?

Empresas de limpieza, de seguridad privada. También está todo el tema del deporte, los clubes deportivos, el fútbol, el básquetbol. La recolección.

Tenés realidades muy diferentes.

Los fúnebres. Tenés de todo. Y siempre surge algo nuevo.

¿Hasta dónde se puede presionar, por ejemplo, a los “pobres” supermercadistas? En Argentina estamos viendo casos de supermercados que quieren emprender la retirada.

Sí, vi que había una cadena, Carrefour.

Una cadena internacional. ¿Hasta dónde puede empujar el trabajador para fundir al empresario?

Creo que a veces hay malas administraciones. Hay empresas que a veces se venden y resulta que hay locales que no funcionaban tanto. Hay una reconocida cadena de supermercados que compró a otra, y había locales que no estaban funcionando tanto y los cerró, y hubo gente que fue a otros locales y otra gente aceptó el despido. Y hay una cuestión nada despreciable que los supermercados que dicen que no son cadena y que para mí son cadena igual, porque teniendo dos o tres locales es como que se junta un grupo con determinadas cuestiones en común, a veces bajo el mismo nombre comercial, con distintas razones sociales pero trabajando juntos.

¿Están funcionando como un oligopolio?

Hay una cuestión complicada. Hay una cadena que está bastante grande. Quedan pocas de carácter nacional.

Y como formadores de precios que apuntan a subir la canasta básica, con las herramientas del oligopolio.

Creo que a veces se especula con los precios, sí. Ellos las últimas cosas que nos dicen es que no están superando sus metas. El otro día hablábamos con uno y nos planteaba que marzo fue un buen mes pero porque estuvo turismo y el consumo se disparó, y que abril fue malísimo. Abril fue malísimo hasta el 30 de abril, supongo, porque ese es uno de los días en que más ventas hay. Es una locura, está casi equiparado con un 23 de diciembre.

Es el día en que se come más asado, según dicen los carniceros.

Terminan muertos. Es un infierno, los trabajadores salen destruidos. Este fue mi primer 30 de abril en que no estoy en el lugar de trabajo. Incluso hice esfuerzos para poder ir, porque siempre está bueno dar una mano. Es imponente, parece que se termina todo en serio. Y es un día nada más. Y eso que acá no pasó como en Argentina, que tenía el feriado sándwich, aunque alguno seguramente se lo tomó.

¿Las farmacias son fáciles de sindicalizar?

El otro día hablaba con un compañero, sobre la campaña de sindicalización que vamos a lanzar. El problema que tenés ahí es la diversidad. No es la misma campaña la que apunta a un trabajador de seguridad que a uno de supermercado. Pero además de que no es la misma tenés algunos sectores que son de tres o cuatro personas, como las farmacias. Si son más grandes es más fácil, porque hay un efecto contagio.

Hay cadenas, también.

Hay varias que tienen el nombre distinto pero pertenecen al mismo grupo económico. Eso ayuda, en el sentido de que te juntás con el grupo económico. Y ahora está creciendo el nivel de afiliación en las farmacias. Eso es bueno.

Hablaste, más o menos, de veintidós mil afiliados. ¿Tenés una idea del universo que pertenecería a FUECYS?

Trescientos mil, por lo menos.

Estás en menos de un 100% de afiliados. Tenés un laburo interesante por delante.

Sí.

¿Mayoría de mujeres u hombres?

Mujeres. Igual ahora estoy insistiendo con pulir los datos, porque quiero los datos efectivamente reales. Quiero saber cuántas mujeres y en qué franja de edad, quiero poder discriminar por rubro. Así podés orientar las campañas de afiliación. Si no, hacés una general pero no es lo mismo. Igual la campaña está brava.

¿Qué argumento usás para que un joven en su primera experiencia laboral se afilie al sindicato?

El entusiasmo. Yo, cuando hablé en el acto del 1º de Mayo, lo hice con entusiasmo. Cuando hablo en una asamblea, intento entusiasmar. No por una cuestión de hacer un constante llamado a la emotividad, sino porque si a la gente no la entusiasmás entonces no sale de esa cuestión de que “todo está mal, nada se puede arreglar, esto es siempre lo mismo”. Eso lo ves.

¿Cómo llegás a ser la oradora del 1º de Mayo?

No tengo ni idea. Sé que el año pasado estuve en la cadena.

¿Te tocó por turno?

El año pasado estuve en la cadena. Hice uso de la palabra en un paro de FUECYS en 2016, a favor de la negociación colectiva y en defensa de la democracia, y me pasó algo bastante interesante: tenía que hablar por el Departamento de Juventud, a donde pertenecía antes de ser secretaria, y cuando llegó el momento del acto empecé a ver a los otros compañeros oradores —hablaban dos compañeros más de FUECYS, el secretario general y el internacional, y en el medio hablaba yo, y cerraba algún compañero del secretariado ejecutivo del PIT-CNT, en ese caso Fernando (Pereyra)— y vi que traían informes, papeles y hojas, pensé: “Estoy en la lona. ¿Y ahora qué hago?” Entonces me separé de la gente, me senté en el cordón de la vereda y me apunté seis palabras para hablar menos de diez minutos, que era el tiempo que nos habíamos marcado. Al final algunas cuestiones fluyeron solas, dije cosas que no tenía pensadas decir y no me faltó nada de lo que se había planificado. Y ahí estaba Fernando, y lo que él y otros compañeros me dijeron después de ese día fue que, si había tenido miedo o sentía que me había equivocado en algo, no se notaba.

Te elogiaron, en definitiva.

Sí, eso a veces es difícil en el movimiento sindical.

A una mujer.

A una mujer, sobre todo.

Y joven.

Y no hay que marearse una vez que pasa. Al otro año fue la cadena. Si uno compara la que habló en la cadena con la que habló el 1º de Mayo, piensa que no es la misma Abigail. La cadena nacional fue más tranquila; había una cámara, yo hablé y miré, fue en el Palacio, que es un lugar bastante amigable, y el texto era poquito. Esto otro fue totalmente distinto. Yo siempre participo de la mesa representativa, donde no soy titular pero participo porque me interesa escuchar determinadas discusiones de primera mano. En esa mesa se conversó de las características del 1º de Mayo; se planteó el tema de la paridad y hubo una propuesta elevada por el sindicato de Correos, creo, para que hablara Gonzalo, y después la mesa le dio la potestad al secretariado para que terminara de resolver el tema, y ahí fue que quedó establecido que habláramos Andrade, Castelgrande y yo. Yo ahí tenía dudas de dónde iba a estar ubicada, porque sabía que los dos iban a tener mucha cosa para decir, y cuando me enteré que quedaba última fue medio atemorizante porque pensé que “estos muchachos se van a meter en todos los temas y van dejar poca cosa”. Capaz eso es bueno, también. Yo tenía pensado hablar entre diez y quince minutos, más no podía ser, porque ese es el tiempo en que la gente te presta atención, y si empezás a hablar mucho la gente se empieza a dispersar. Me dijeron que ya habían visto cómo me manejaba yo, y que para ellos tenía que estar última. Bien. Agarré y en cada lugar donde hablaba con alguien me iba apuntando frases. Casi todo lo que dije está por acá.

No leíste.

Casi no. Aparte se me entreveraron los papeles.

Leíste la frase equivocada. La lista de compras no la leíste.

Y no las hago yo las compras. En casa hay paridad. Bueno, entonces me iba apuntando las cosas que no podían faltar. Pero claro, aquellos ya las habían dicho. No me quedaba mucho por decir, y tampoco eran tantas hojas. Cuando me senté no supe por dónde empezar, y pensé que no iba a poder. Después empezó toda la contra, las felicitaciones, los aportes, los saludos… Yo siento que FUECYS y el PIT-CNT son mi segunda casa, las conozco de memoria, conozco a un montón de compañeros desde hace más de diez años. La tercera parte de mi vida la tengo acá adentro. Hubo compañeros que me saludaron y esto estuvo bueno, y me plantearon que si necesitaba algo lo pidiera. Y después el problema era por dónde se encaraba; soy muy inquieta, no me gusta estar mucho tiempo en un lugar, y a veces no me gustan algunas cuestiones tan teóricas.

Con el tema del compañero asesinado el día previo…

Eso fue terrible.

Ponía el foco en un tema que no se puede soslayar.

Y que no queremos soslayar. Hay una idea de que no queremos hablar de esas cosas. No, nosotros las hablamos, lo que pasa es que yo no voy a usar determinados términos fascistas para referirme a algunas cosas y no voy a salir con un cartel que diga que hay que matarlos a todos. Voy a salir y voy a decir que capaz que se está fallando en esto y lo otro, que hay responsables, que el Estado y los empresarios tienen que hacer su parte, y que los sindicatos podemos detectar determinadas cosas y hacer nuestra parte. Ahora, salir y convocar un paro en la puerta del lugar donde murió un trabajador, para mí es de una inexactitud terrible. No cuadra.

¿Cómo hay que actuar? El SUNCA para cada vez que muere un trabajador.

El SUNCA tiene una definición que tiene que ver con que en la mayoría de los casos los trabajadores que se han perdido son por accidentes laborales. Esto lo hemos discutido con compañeros de los supermercados. No es lo mismo. Por algo también se empujó para que hubiera una ley y por determinadas cuestiones de prevención. Y por suerte, como decía Andrade el otro día, ha habido accidentes pero no ha sido la característica. En el transporte es distinto. En el taxi o el transporte colectivo, cuando sucede, ellos paran. Hay que escuchar los disparates que dice la gente, también. A la misma gente que se indigna porque mataron a un trabajador del supermercado, cuando muere un trabajador del transporte no se le mueve un pelo. Parece que no fuera trabajador.

O cuando mataron al sindicalista en Rivera.

Nosotros empezamos este año con un paro el 9 de enero. No me acuerdo si fue el 4 o el 5 de enero que el SUAT hizo un paro porque habían matado a un trabajador del taxi. Adhirió todo el transporte, los ómnibus también. Un día de calor imponente, me acuerdo, con todo el mundo desesperado por subirse a un ómnibus. Hay que ver los disparates y el nivel de violencia de la gente en la calle. ¿Ese trabajador no merece respeto, esa familia no necesita contención? ¿Ese gremio no tiene derecho a detener sus funciones? ¿Vale la vida de un trabajador de supermercado pero no la de un trabajador del transporte? Vamos a decir que los trabajadores de los comercios están expuestos, que están expuestos los trabajadores del transporte y de la seguridad privada. Pero hablemos de todos. Por algo el PIT-CNT hace una comisión de seguridad y convivencia. Es necesaria. Hay protocolos que hay que revisar, sí. Si entran a robar a un supermercado y en ese lugar había seiscientas personas entre trabajadores y clientes no es lógico que, después de que lastiman a alguien y de que haya caos y de que alguien se sienta mal, venga un empresario y te diga que quiere seguir trabajando como si no hubiese pasado nada. Eso pasa. Ahora, después del incidente en febrero con Florencia, la gente se autoconvocaba para ir al lugar a cerrar las puertas del supermercado. Estamos jugando en una zona peligrosa. Obviamente que todo el mundo entiende que al otro día ese supermercado debería estar cerrado, y que no era necesario que por las redes se hiciera una cuestión de agitación para que eso ocurriera. Pero pasa que en algunos lugares quieren seguir trabajando como si nada. Eso es terrible.

¿Qué pensás de los cursos de seguridad del Ministerio del Interior?

Ahí tenemos dos cosas. Hay compañeros que dicen que están buenos, que dan cuestiones objetivas, que detectás cosas y movimientos que no solamente te sirven para tu lugar de trabajo sino también para cuando estás en otro lugar donde puede llegar a pasar algo, o inclusive en tu propia cosa. Lo que se nos hace imposible entender es que —y lo hemos hablado con varios compañeros—, si entran a robar a un lugar, ¿con qué necesidad enfrentar a la persona que no tiene reparo alguno en matarte? Una persona sin reparos, que busca plata, que está peleado con la vida, que no tiene nada que perder, te va a matar.

Para defender dinero asegurado.

Lo mejor sería preservar la vida. La plata se recupera. Y es verdad que se recupera. Y además en esos lugares está la cuestión asegurada, cubierta. En fin. Pero hay lugares donde no. Yo entiendo que es más fácil entrar a un lugar donde hay tres trabajadores y está medio desprotegido. Esa empresa, por ejemplo, tiene un sistema de monitoreo de cámaras y está invirtiendo mucho en la seguridad electrónica. La empresa de seguridad que tienen contratada hace recorrida por los lugares, pero entran a robar después de que pasaron. No son boludos, y no puede ser que pensemos que no se van a dar cuenta. Yo veía el robo del otro día en UCOT: entraron como por la casa. Hay lugares donde entran como si conocieran todo el lugar.

El otro día nos planteaban que si no íbamos a hacer paro. Ta, hacemos paro. Bien. El trabajador está muerto, el ladrón está libre, la familia está destrozada. Hacemos paro y perdemos el salario de todos. ¿Realmente esa es la solución? ¿Hacer una manifestación para decir disparates sobre todo lo que nos venga en gana del ministro, del empresario, del sindicato y de lo que sea? ¿Eso nos devuelve algo? Entonces vos lo que te preguntás es de dónde podés aportar si sos trabajador.

Al movimiento sindical se lo acusa de insensible.

Hace unos días en un accidente laboral murió un trabajador que consumió formol. Es terrible. Una compañera planteaba que hay que ir a hacer una manifestación a la puerta, y yo no sé si hay que hacer eso. Lo que quiero es que los empresarios entiendan que no es que el sindicato quiera hundir la empresa sino conversar algunas cuestiones como mecanismos de trabajo, condiciones de salud y seguridad laboral, y cumplimiento de los convenios colectivos. Nadie les está pidiendo salarios de cien mil pesos por estar sentados en un sillón en la carnicería. No. Uno está pidiendo que se cumpla lo que tiene que haber. Si eso no se cumple, se usan los mecanismos. ¿Cuáles son? La Inspección General, el Ministerio de Trabajo, las leyes que existen. Y bueno, es de ahí para adelante. Otra cosa es que haya sucedido otra cuestión con otras características, e igual ahí creo que hay que conversar alguna cosa más. Me parece inadmisible lo que pasó, desde todo punto de vista.

¿Qué tanto se está haciendo, desde el movimiento sindical, para erradicar el machismo? Fuiste bastante dura el otro día en el discurso con ese tema.

Tuvo mucho contenido de varias compañeras, no fue una cuestión personal sino colectiva.

¿No te pegaron por lo que dijiste?

Hubo algo que me pareció muy gracioso. ¿Por qué a los que hablaron no se los compara con nadie, y a la mujer, sí? De la mujer se dice que fue excesiva en su emoción, que fue pasional, que parecía que estaba haciendo campaña.

Te juzgaron más por mujer que por el resto. Aunque a Óscar le pegaron porque tenía el buzo sucio, y a Castelgrande por…

Por ser trabajador público, capaz.

Y porque la ministra se sintió molesta y se fue.

Una lástima que se fuera. Me parece que al acto del 1º de Mayo tienen que ir todos los que quieran ir.

Y quedarse hasta que quieran quedarse.

También. Capaz el problema fue que lo puso en una cuenta de Twitter. ¿Vieron cuando yo decía que no se milita por las redes? Creo que hay cosas que en las redes sociales no hay que ponerlas, y que de última uno las puede conversar. Hubiese sido mucho mejor levantar el teléfono y plantearlo, si tal cosa no gustó, y conversarlo y ver qué datos maneja uno y otro. Creo que, por suerte, Uruguay tiene condiciones para hacer eso.

Volvemos al tema del machismo. ¿Cómo lo combatís? Internamente, en el sindicalismo. FUECYS tiene mayoría de mujeres y el presidente y el secretario general son hombres. En el tercer cargo estás vos. Nunca hubo una mujer presidente. Y si empezás a mirar… La FUS también debe ser de mayoría femenina, y el presidente hace años es un hombre. Un montón de profesiones son de mayoría de mujeres. Las maestras, la salud. ¿Y la mesa representativa?

Ahora en AEBU, con el tema de las casas financieras, la mayoría son mujeres. AEBU no es ya solamente el banco.

¿Cómo se logra vencer el machismo sindical?

Hablando y dejando en evidencia cuando algo está mal. Denunciando, animándose a denunciar. Pero también sabiendo que uno se va a enfrentar a determinadas rispideces y discusiones. Creo que lo que pasa es que hace dos años ingresó la idea de los 8 de Marzo como días de movilización y reivindicación y no como un día comercial para que te digan “feliz día”. Creo que también la violencia vinculada a los femicidios y los niveles de violencia que manejamos hizo que algunas personas empezaran a conversar determinados temas. Tiene que ver con eso, también. Acá en el movimiento sindical tenemos compañeros que están dispuestos a discutir el tema y a involucrarse. Otros están dispuestos a discutirlo y no sé si a involucrarse. A otros les cuesta más.

Es interesante lo que hizo el SUNCA con el acoso callejero, por ejemplo.

A mí me pasó entrar al sindicato al que pertenezco y que en la puerta del sindicato un trabajador me dijera no sé qué cosa. Subí la mitad de la escalera y bajé y le dije: “A las compañeras acá se las respeta. Acá y en la calle también.” Él no tenía ni idea con quién estaba hablando. Ni idea tenía. Estamos empezando a corregir determinadas cosas. Lo del SUNCA es cosa buena. Siento que hay una cuestión que está empezando a cambiar, veo que hay hombres que ya no están para esa. Es una cuestión extremadamente violenta, porque en realidad el tipo sabe que vos no lo vas a mirar, que no vas a salir con él. Es una cuestión de intimidarte, de violentarte, de demostrar que tiene el derecho que decírtelo y que vos te tenés que callar y seguir caminando. Es horrible, pero es verdad.

¿Cómo tratan el tema de la violencia doméstica, a nivel sindical? ¿Se habla, se discute? Corta todas las clases, pero muchas víctimas son obreras y mujeres laburantes.

Se habla y se conversa. Fernando Pereyra siempre lo denuncia. Ahí en realidad lo que falta es que la gente entienda que hay un problema de seguridad que tiene que ver con lo público y otro con lo privado, puertas adentro de tu casa. Y de las generaciones que estamos construyendo. A veces veo en las redes sociales que dicen que “soy hijo de la chancleta, del cinto”, hijos de la autoridad y de esto y lo otro. Bueno, los hijos de determinadas cosas son los que hoy están matando y tratando a los niños y a los jóvenes de determinada forma. No estamos criando niños más tolerantes y abiertos que entiendan que, si algo es no, es no, y que hay que respetar al diferente y que si una relación se terminó, se terminó. Y es complicado. Cada vez que nos ponemos a hablar con compañeras se repiten más las historias de que pasaron por violencia psicológica y física y que nunca se animaron a denunciar. Nunca, porque son cosas “de pareja”, que “se van a arreglar”. Creo que hay que garantizar algunas cosas. Cuando hablé me subí con mucha carga en este sentido, porque hay un par de mujeres muy cercanas a mí que están pasando por dificultades de esas. Fue medio personal, también, y creo que hubo varias personas que lo recibieron también así. No puede ser que un tipo mate a alguien y después diga que era un pobre tipo al que le rompieron el corazón y le metieron los cuernos. No conozco mujeres que anden matando tipos porque las engañan.

Hay casos pero son ínfimos.

No puede ser que alguien tenga el derecho de sacarle la vida a otro así como así y que a nadie le indigne. No puede ser que vos escuches que en la casa de al lado estén agrediendo un niño y que a vos no se te mueva un pelo para levantar un teléfono y hacer una denuncia anónima. Eso también es una cuestión.

La violencia privada no puede ser privada.

Esos cambios son culturales.

Estamos en una sociedad mucho más violenta.

Extremadamente, creo que sí.

¿Va in crescendo?

Parece que cada hecho que pasara fuera peor que el anterior. Y de locura. Porque si uno piensa que hay una mujer, como el caso de la muchacha de Salto, que tiene custodia policial y un policía en la puerta y otro adentro e igual el tipo entra y mata al policía y a la mujer… Estaba dispuesto a matarla y no importaba quién se parara adelante.

¿Hacer el foco en los femicidios no es desagregarlo de esa violencia global? Aumentan los homicidios de todo tipo.

Creo que merece una atención especial. Son otras causas. Yo puedo mañana ser víctima de la delincuencia en la calle, pero se supone que mi casa es el lugar más seguro. Se supone. Nos enseñaron eso, nos lo decían nuestras abuelas y nuestros padres. Pero resulta que hay mujeres que vuelven a su casa y capaz que el lugar más seguro era el trabajo o la calle, y no la casa. Hay hombres que no necesitan ni siquiera levantar la mano, solo con mirar ya está. ¿Y los niños que están viendo eso? ¿Cómo crecen? Crecen pensando que es natural agredir, pegar e insultar, y siguen reproduciendo el modelo. Lo que pasa es que ahora se denuncia más. Capaz que antes teníamos lo mismos problemas, pero no se denunciaba. Me acuerdo la época en que en el informativo se hablaba de “crímenes pasionales”. Eso es un cambio, también.

Era hasta un atenuante frente a la responsabilidad penal, el estar cegado por la pasión y los celos.

La maté porque la quería. Y después me maté yo, por las dudas. Es complicado. No quiero entrar en una zona peligrosa, pero nos estamos acostumbrando a que primero las matan y después se matan ellos. Es muy raro, excepto con lo que pasó en Quebracho, donde el tipo quedó en la vuelta y terminó autoeliminándose. Me parece que este tema ya se fue de las manos, y lo peor que podemos hacer es naturalizarlo, porque no podés naturalizar que se muera nadie. Si ya no hay más amor, no hay. Si no hay más forma de relacionarnos, que no la haya. Ahora, nadie tiene derecho a determinar cuándo se le termina la vida a otra persona.

Son patologías psiquiátricas. Matar a alguien por celos es una patología.

Sí, puede serlo. Pero también hay que ver por qué se sienten con el derecho de hacerlo. Hay mujeres víctimas de violencia doméstica, pero no todas las semanas tenemos noticias de que una mujer le disparó a su marido porque le pegaba.

O por celos, que también existen en las mujeres.

Es al revés. Hay una cuestión de poder que tiene que ver con eso, y hay una cuestión vinculada a que hay hombres que creen que tienen el derecho a terminar la vida de una mujer cuando ellos gusten. Es así. Que tienen derecho a elegir qué te ponés, a decidir con quién hablás y todas esas cosas. Y hay hombres que también son víctimas de determinada crianza. Hay hombres que creo que han cambiado sus conductas y que tienen otra apertura, pero hay otros que no. La mujer ha avanzado en un montón de cosas, pero hay otros avances que tienen que ver con aceptar que la mujer puede elegir, y que la gente no está adoptando. ¿Por qué la militancia es un espacio más bien para hombres y no para mujeres?

Porque la mujer se encarga de los nenes, entre otras cosas.

Las tareas de cuidados. El trabajo invisible. Son un montón de cosas, y si no tenés alguien que te ayude es imposible.

¿Tenés militancia partidaria?

En este momento, no.

¿Tuviste?

Tuve.

¿Dónde?

En la 711. Tengo una relación muy fraterna con varias organizaciones político-partidarias. Estoy vinculada al Partido Comunista de una manera fraterna, que tiene que ver con mi abuelo. Tengo una cuestión emocional con el MPP, por mi abuela. Más bien con los tupas, no tanto con el MPP.

Tenés todo el espectro. ¿No había blancos ni colorados?

No sé, supongo que sí. El batllismo del bueno a mí me gusta. El de antes.

¿Está bien que el sindicalismo lo domine la izquierda, o tienen que estar todas las ideologías metidas acá adentro?

Creo que la clase trabajadora es una sola. Tienen que coexistir dentro todas las ideas y corrientes. Las grandes definiciones son otra cosa. Que los sindicatos estén más vinculados a la izquierda, por esta cuestión del movimiento obrero o por esta característica de pelear por los que menos derechos tienen y por redistribuir, esa es otra historia. Yo acá en esta casa milité con una joven blanca, de la cual aprendí un montón de cosas.

¿Sigue militando esa joven blanca?

Sigue, en su sindicato. Pero aprendí pila con ella. Tengo compañeros que votan a los partidos Colorado y Nacional y no me genera ningún tipo de prejuicio. Tengo compañeros, además, que te reconocen qué cosas se han obtenido. Porque hay cosas que se han obtenido, que están buenas y que las disfrutamos todos. El trabajador sabe. Salvo que nos pase como en Argentina.

¿Hay corrupción en el movimiento sindical?

Puede haber errores, no sé si corrupción. Cuando hablo del tema de la acusación fácil y el agravio fácil me refiero a que me gustaría que haya pruebas, para no entrar en la zona de la subjetividad y en el “todos son corruptos, todos son ladrones”, como sucede ahora, que se dice que todos los políticos no sirven para nada y son corruptos, y que los sindicatos no sirven para nada y que se roban la plata y no van a laburar nunca, y que toda la prensa no sirve para nada, que es sensacionalista, amarilla. No. Yo no puedo caer en eso.

¿En qué barrio vivís?

Sayago.

¿Seguís viviendo en  Sayago? Todavía no estás en Pocitos.

Cuando estaba buscando apartamento me fijé en varios barrios. La especulación inmobiliaria es terrible.

¿Estás en pareja?

Sí.

¿Te ves con hijos a mediano plazo?

No. Tengo unos sobrinos divinos y otro que viene en camino.

Vas a ser tía full time.

Sí. Me critican pila porque no les dedico tanto tiempo, y tienen razón. Tener hijos no lo tengo en mis prontos objetivos. No sé si quiero, tampoco.

¿Qué te decían tus sobrinos cuando te vieron en la televisión?

Eso tiene que ver con la oratoria. Los niños que yo nombro son hijos de trabajadores que van a la escuela pública. Dos de ellos son mis sobrinos, está claro. No sabían para qué era. Les pedí que en una hoja Tabaré escribieran qué hacían en la escuela pública. Y con otra niña, que mencioné en la oratoria, hice lo mismo. Me contaron que terminó llorando con la madre cuando escucharon que yo leía lo que hacía la hija. Yo casi me muero ahí. Yo en mi época no estaba ni cerca de tener esas cosas, en los años noventa. ¿Natación, inglés? No. ¿Comida sana? Más allá de un vaso de leche, un bizcocho y un Martín Fierro… Y era para determinados niños, además. No teníamos tantas cosas.

Marcaste una impronta que capaz es muy buena en el discurso sindical, desde el punto de vista de la sensibilidad, una impronta femenina que marca determinada forma de actuar. En la política y en lo sindical. La idea de que la mujer no se tiene que masculinizar. 

Sí, sí. Pasa que algunas mujeres se masculinizan. Es terrible.

¿Vos no podés perder tu condición de mujer por ser dirigente sindical?

No, para nada. Yo tengo compañeros hombres que son muy sensibles y amables, y no usan determinados términos lascivos, con nadie. Ni con mujeres ni con hombres. Y tengo compañeras de todos los días que son violentas en sus formas de relacionarse con otras personas.

¿Sos optimista con respecto al futuro del país?

Espero que sí. A veces me bajoneo.

En la primera parte de la entrevista fuiste pesimista, con respecto a la derrota cultural.

Sí. Creo que te gana, cuando te instalan la idea de que nada sirve, y cuando te dicen que sos mejor si tenés el último modelo de celular. En Estados Unidos la gente se vuelve loca en el Black Friday, se pelean por los descuentos. Cuando te hacen creer que el sueño americano es posible, te ganaron. Eso es verdad. No sé si vamos a llegar al socialismo. Si se llega, creo que no lo voy a ver. Hay una cuestión que la gente no está visualizando: no puede ser que a un niño se le enseñe que es feliz con la Cajita Feliz, o que es fantástico ponerle unas pipas Nike a un niño de tres meses. Hay otras cosas, hay que recuperar otras cosas. Un sentido más humano, por lo menos. Es así.

¿Tenés tiempo libre? ¿Qué hacés con él?

Tengo poco tiempo libre, intento leer.

¿Qué estás leyendo?

Voy a empezar el libro de Fernando Amado, El club de los millones.

Capaz encontrás a alguno de tus patrones.

Hay varias personas conocidas. Tengo varios libros pendientes. Tengo otro de Fernando Amado, también, el del Opus Dei en Uruguay. Le tengo mucho respeto a ese muchacho. Pero no tengo mucho tiempo para leer. A veces me divierto leyendo algún libro que ya leí, para recordar algunas cosas. Intento alejarme un poco de las redes sociales; estos días fueron brutales, Patricia Madrid se apuró, le erró, se ligó los palos. Pegar por pegar. Yo nombré varias cuestiones que capaz otros no nombraron. Capaz ahí puede criticar mi forma, si no le gustó. A mí sinceramente, no me gusta el periodismo que ella hace. En este país se pueden decir esas cosas, sin agraviar, sin entrar en la zona de la chicaneada permanente, y me parece que ella tiene todo su derecho a decirlo. Se ligó mucho palo, sí. Llamó mucho la atención el saludo de los integrantes de los colectivos feministas. Nosotros tuvimos muchos tires y aflojes con respecto al paro del 8 de Marzo, pero me parece una buena señal que se empiecen a trabajar cosas en conjunto y que valoren que las mujeres del movimiento sindical estamos interesadas en discutir estos temas. Obviamente va a haber cambios que no se puedan dar en unos meses o unos años, pero los estamos trabajando y estamos acostumbrando a los compañeros a que hay otras formas de militancias más allá de las clásicas, porque capaz estamos acostumbrados a que a un paro se va con una bandera, pero hay chicas que están acostumbradas a pintarse los cuerpos. ¿Está mal? No sé, yo creo que no. Yo no entendía mucho lo de los círculos de abrazos que suelen hacer, hasta que el último 8 de Marzo lo vi de otro modo a través de la fotografía. Amo la fotografía, ese es un hobby que no estoy pudiendo practicar estos últimos días. Estudié en el Foto Club. El año pasado gané el segundo lugar en el concurso de las cincuenta imágenes del PIT-CNT.

Pero eso es porque tenés banca interna.

Hay colegas acá en el PIT que sacan fotos, son unos grosos. Canalizo mucho por la fotografía. Con mis compañeras que militan con las compañeras del intersocial feminista o en otras organizaciones les planteaba que abrazarse con una desconocida en el medio de 18 de Julio… Y el último 8 de Marzo recorrí toda la marcha con la cámara y vi una cuestión fraterna entre las mujeres que estaban ahí, y para mí fue fantástico y realmente entendí por dónde viene. Entendí por qué dicen “muerte al macho” y que eso no quiere decir que queramos salir a matar hombres sino terminar con una cuestión tradicional y cultural que está haciendo mal. Entendí por qué cantar determinadas canciones y reclamar algunas cuestiones. Está bien hacerlo, no puede ser que no se pueda hacer, que no se pueda luchar de otra forma. Capaz no todo lo que defendemos tiene los mismos mecanismos, pero hay fines que se encuentran. Creo que el sistema capitalista en el que vivimos necesita pobres, necesita gente acumulando mucha riqueza, necesita violencia, necesita que determinado sector de la población esté calladito y quietito. Bueno, las compañeras feministas plantean que las mujeres tienen que ser libres, dueñas de sus decisiones, de sus cuerpos. Y nosotros también planteamos que las mujeres trabajadoras tienen que acceder a mejores condiciones y a derechos para ser libres, para poder tener una vida plena y para no estar en condiciones inferiores que los hombres. Hay puntos de encuentro, totalmente.

 

 

 

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