Adiós a cuatro artistas por Nelson Di Maggio
El analfabetismo en las artes visuales se extiende como el desierto. El Uruguay contribuye con empeñosa vocación de servicio. Ya no vienen muestras del exterior como antaño; tampoco se realizan cursos accesibles sobre el estado actual del arte. Aislamiento completo. Esta situación se denuncia con fastidiosa regularidad. Se extinguieron el incentivo a ver otros mundos y otros lenguajes, a viajar e informar sobre museos y bienales en los pocos medios existentes y así, quizá, incentivar la creación local para salir del abrumador provincianismo dominante. No es de extrañar el silencio sobre la muerte de cuatro artistas en las últimas semanas. Era de esperar.
Los historiadores del arte coinciden en que la pintura abstracta occidental nació en 1911 con Kandinsky, seguido de Malévich y Mondrian, al desechar brutalmente toda referencia a la representación y dejar de lado la tradición de dos mil quinientos años. Los teóricos se han dividido en las razones de la abstracción: acompasar la nueva realidad de la máquina y la ciencia o en cambio, oposición a esos avances en la búsqueda de un arte «no objetivo», como se bautizó al principio, de formas permanentes de acuerdo con Platón en que el mundo visible es una pobre copia de formas subyacentes, eternas y universales. No debió ser ajeno al triunfo de la abstracción la teosofía divulgada en las conferencias de Rudolf Steiner en Alemania a la que asistían Mondrian, Kandinsky, Xul Solar, entre otros grandes, que influyeron urbi et orbi las vanguardias del siglo pasado con la interpretación mística del color y el sentido metafísico de la geometría, incluyendo, claro está, a Torres García.
Robert Indiana nació en 1928 con el nombre de Robert Clark, pero cambió su apellido por el del estado natal en Estados Unidos. A diferencia de otros artistas integrantes del movimiento pop art, no trabaja sobre imágenes representativas. Prefiere, y es su sello personal, el cruce del lenguaje y figuras geométricas (círculos, estrellas, pentágonos, números) en los cuales inscribe palabras emblemáticas, fragmentos poéticos que celebran el sueño americano, al recoger señales y símbolos de las ciudades para crear letras o frases provocadoras, fuertemente críticas de la sociedad. Instalado en nueva York en 1956, amistó con Ellsworth Kelly, maestro y pareja durante décadas, con el que compartió la elaboración de pintura-escultura con perfiles duros, precisos, de colores lisos y fuertes, de irradiante energía visual, el hard edge painting, que algunos afirman provenir del arte madí. Love, 1966, es la obra más conocida y significativa de la ruidosa década de los sesenta. Ignorado por Robert Hughes, anticipó, con su maestro, el arte conceptual, el color field painting, la post painterly abstraction y el minimalismo por su diseño audaz al relacionar texto y pintura. Estuvo un par de veces en las bienales de San Pablo.
Per Kirkeby (1938, Copenhague), pintor, escultor, cineasta y escritor danés. Realizó estudios de geología antes de colaborar con Beuys y Nam June Paik. Influido por el pop art en los 60, sobrepuso a paisajes, rostros y casas en enormes camadas de materia de color intenso. Dos décadas más tarde su obra se vuelve más tranquila y mesurada, de paleta baja, buscando las raíces de la naturaleza; mientras el espacio pictórico adquiere complejidad, recorrido por una fuerte expresión emocional, transformando el paisaje, un paisaje en plena mutación como recogiendo la potencia telúrica. En la escultura recoge construcciones de ladrillos referidos a la historia de la arquitectura.
Júlio Pomar nació en Lisboa en 1926. Estudió en las escuelas de bellas artes de la capital portuguesa, Oporto y París. Figura principal del neorrealismo local entre 1945 a 1957, militante político, luchador contra la dictadura de Salazar, compartió cuatro meses de cárcel con Mario Soares, futuro presidente de Portugal. En 1963 se marchó a París y, pintor de raza, derivó hacia el neoexpresionismo en dinámicas composiciones y materia movediza, situándose entre la semifiguración y semiabstracción. Pintó retratos (Camões, Pessoa, Mario Soares, Frida Kahlo, varios autorretratos) y fue celebrado oficialmente como uno de los artistas más importantes de Portugal, aunque no tuvo la dimensión de Amadeu de Souza Cardoso (1887-1918) o Almada Negreiros (1893-1970), auténticos representantes de la vanguardia lusa.
David Douglas Duncan nació en 1916 en Kansas, Estados Unidos y se convirtió en uno de los fotógrafos más influyentes del siglo xx a partir de sus trabajos en la revista Life. Fue oficial de la marina durante la Segunda Guerra Mundial y cubrió todas las etapas de la invasión a las islas Salomón y Okinawa; continuó en Palestina, Grecia y Afganistán, las luchas entre árabes y judíos que precedieron a la creación de Israel, Vietnam, siempre con un ojo perforador en el enfoque del lado oculto y vulnerable de los militares. Por consejo de otro gran fotógrafo, Robert Capa, amistó con Picasso en el sur de Francia. Alcanzó la fama de inmediato al realizar el retrato íntimo más extraordinario del genio malagueño; publicó ocho libros a partir de 25 mil fotos sobre su vida cotidiana en imágenes celebradas por el Whitney en 1972, la primera de un fotógrafo en ese museo.
La sociedad actual atraviesa una etapa cultural superficialmente hedonista y distraída. Recordar a estos cuatro artistas es salvar el pasado del frenético presente.
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