Home Entrevista Central Alejandro Lagazeta, fundador de Escaramuza: Apostar a matemáticas y comprensión lectora

Alejandro Lagazeta, fundador de Escaramuza: Apostar a matemáticas y comprensión lectora

Alejandro Lagazeta, fundador de Escaramuza:  Apostar a matemáticas y comprensión lectora
0

Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

Nos recomendaron hablar con él hace un tiempo y la verdad que la sugerencia fue muy acertada. Este personaje que ha tenido mil ocupaciones es hoy una de las cabezas de un proyecto cultural que es mucho más que una librería-café.
Se precisan muchos “buscavidas” de su estilo en nuestro país.

PERFIL:
Nació hace cuarenta y cuatro años, en La Teja, y a los cinco años se mudó a Villa Española. Su madre trabajó en una empresa de calefacción y fue la primera mujer foguista en Uruguay. Su padre era vendedor de repuestos de autos. Tiene una hermana mayor. Fue a la escuela Nro. 89. Estudió en el liceo 13, en el Hipódromo. Trabaja desde los catorce años. Cuando cumplió 18 se fue de la casa a vivir a un hogar estudiantil.

¿Estudiaste Ciencias Económicas?

Entré en facultad de Economía y estuve cuatro o cinco años, siempre laburando en la fábrica de levadura para mantenerme.
Tampoco la Universidad es barata, aunque sea gratuita. Hice un muy buen 2000 y a principios del 2001 me enganchó mucho la militancia estudiantil. Considero que mi pensamiento estructural en la dimensión política, laboral, económica y un montón de cosas, lo construí en base a transitar la crisis del 2002.

¿Marcó a tu generación esa crisis?

A mí me marcó. No sé si a mi generación. En esa época veías cerrar los bares, el desempleo, lo que pasó en Argentina. Fue absolutamente germinal, la gente en la calle, las marchas. También era una generación que se iba, había muchas familias que se estaban yendo. Fue una crisis que removió totalmente, pero a la vez aprendimos cosas. Yo tenía 20 años, y para mí en ese momento todo lo que hacía Jorge Batlle estaba mal. Nos parecía el fin del mundo, como que estás en una crisis que no tenía recuperación. Pero en ese entonces hubo mucha práctica política, mucho aprendizaje, mucha libertad. Y no teníamos agenda.

¿Llegaste a tener militancia en algún grupo político?

¿Partidaria? Nunca la tuve ni la voy a tener. Yo me considero un militante social. Fue una opción que tomé incluso en el nivel estudiantil, participé, incluso en la FEUU y el cogobierno. Pero siempre me gustó ser independiente y muy acercado a la izquierda, pero no partidariamente. Me gusta mucho estudiar, pensar, discutir o intercambiar. También me gusta mucho pensar el mundo desde acá.

¿Cuándo rompiste con la economía?

A mí me gusta la economía, pero no me hallaba estudiar de economista para ser administrativo del Banco República o para medir la inflación para el INE. No soy muy técnico, soy un generalista, no específico. No rompí con Economía, cambié a Administración de Empresas. Cambio radicalmente y me volví Licenciado en la Universidad de la Empresa (UDE). Todo surgió porque mi jefe en la multinacional me ofreció la posibilidad de pagarme un bono anual para estudiar en una universidad privada. Y era una carrera que tenía la ventaja de que era de siete a once de la noche. Así que podía laburar y estudiar. Yo soy adicto al trabajo, y disléxico.

Es de locos, un librero disléxico.

Bueno, sí, soy muy lento al leer. Se me entreveran las letras, más de un parcial tuve que repetirlo porque ponía mal los números. Tengo la letra muy fea. No es el ideal para una librería, pero me gustan mucho los libros. Tanto que un día agarré los setenta dólares que tenía ahorrados, los cambié y me fui a Liberia del Cordón y compré cuarenta y nueve libros. Tenía una mesita de cármica y me fui a la feria de Tristán Narvaja y me puse ahí en Paysandú, y el primer domingo no vendí nada. El segundo domingo vendí un libro que nunca vi más en mi vida, se llamaba Cuentos de la Revolución. Lo había comprado a 20 pesos y lo vendí a 50. Y dije: “Bueno, esto no solo me gusta porque me gusta siempre estar mezclado en el mundo del libro y la cultura, sino porque la feria de Tristán Narvaja te atrapa”. Y empecé a vender libros.

¿Ibas todos los domingos?

Iba con un carrito con cajas y después fue creciendo. En un momento alquilé una casita que está atrás. El puesto lo tuve hasta el 2020, con un equipo que había llegamos a armar hasta cuatro mil libros todos los domingos en la feria. ¡Fantástico, experimentaba y probaba cosas! Un fin de año me acuerdo que se me había puesto lo del marketing la cabeza y compré como setenta y dos cajas de vinos Irurtia. Entonces el domingo antes de Navidad, con cada compra le regalábamos una botella de vino al cliente. La gente quedaba impactada.

¿Y cómo surge la librería?

En el 2009, en un asado de mi amigo Juan, que ahora tiene Librería Montevideo, en Tristán Narvaja, le digo: “Mirá que tengo una plata ahorrada y me interesa comprar una librería”. Él trabajaba en Planeta y visitaba librerías, y a la semana me dice: “La librería que está vendiéndose es La Lupa, ahí en Ciudad Vieja”. Y en mayo del 2009 compré La Lupa.

¿Qué hiciste entonces?

Fue tremendo, porque yo seguía laburando en la multinacional.
Hacíamos actividades culturales, estaba recopado. En ese momento no sabía nada y lo subestimé, pensé que abrir una librería era fácil. Pusimos los libros de la Z a la A en los estantes. A los tres meses tuvimos que rearmarlo todo. Ni siquiera había código de barra. Si subían los precios, teníamos que remarcar todos los libros. Me acuerdo de la primera presentación que hicimos, vino una sola persona y la hicimos igual. Una vez tocó Pata Kramer y metimos cincuenta y siete personas adentro, no sé cómo. Después lo hacíamos afuera, en la calle Bacacay. Grabamos discos, hicimos de todo. En 2012 yo me recibía y tenía que hacer una tesis.

¿Qué tema elegiste?

Mi tesis fue cómo hacer Criatura Editora, que es la editorial que hoy tengo. Yo me había jurado como un objetivo que, si hacía una tesis algún día, sería de algo que tenía que plasmarlo en la realidad. Y con Julia Ortiz, que es la editora de Criatura, que era librera de La Lupa, empezamos Criatura Editora. El día de la presentación de la tesis, la defendí con Sofía Cataldo, que es una compañera de la carrera de Administración, que ahora está en España. La presentamos como algo real con seis libros ya editados. El 1 de enero del 2012 es cuando en Argentina, con el tema de la devaluación, no se pueden exportar más libros. Entonces en La Lupa nos organizamos para viajar con mochilas de libros de Criatura Editora de contrabando para distribuir en las librerías de Palermo los libros a consignación.

¿Les funcionó?

Me acuerdo que habíamos publicado el libro Prontuario de comediantes, de Gonzalo Curbelo, el Tusi, que falleció. Había sido tapa de Radar, el suplemento de Página/12. Yo iba y me traía libros de Eterna Cadencia, de Pablo Braun, que es mi socio de Escaramuza. Traía libros que no llegaban acá y los vendía en La Lupa. Y me acuerdo que las cuentas de Eterna Cadencia contra La Lupa favorecían a Pablo. En el 2012 tocaba Madonna en Argentina y me imaginé que pila de amigas iban a ir a verla. Entonces les dimos un paquete de libros indicándoles a qué librería tenían que ir.

Contrabando hormiga por el recital de Madonna.

Prontuario para comediantes es un libro gordo, creo que son 467 páginas y no podían llevar muchos. Y ese fin de semana salía en la tapa de Radar del domingo. Y a la semana siguiente, cuando fui
a hablar de las cuentas pendientes, nos debían ellos porque había vendido un montón. Era el único que tenía el libro. Así que, gracias a Madonna, logramos el equilibrio. Eso fue fantástico. Pero también me acuerdo que ubicamos los libros en librerías estratégicas de Buenos Aires donde iban a transitar uruguayos de paseo. Entonces la veían como una editorial internacional. Estábamos locos.

¿Cuándo empiezan con Escaramuza?

En el 2016. El proceso es desde el 2012, en el 2014 empezamos a
ir a los FILBA, que es el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires. Lo organiza Pablo y lo hace en Chile, Argentina y nos hicimos amigos. Somos diferentes, pero muy iguales en cosas, tenemos mucha afinidad. Y empezamos a hacer el FILBA acá en Uruguay. Nos dimos cuenta que necesitamos una distribuidora que atienda editoriales chicas y medianas. Claro, nosotros éramos una pulga. Y empezamos a estudiar de hacer una librería y empezamos Escaramuza en el 2015. En marzo conocimos a Alejandro Morales y Florencia Courrèges, que eran chefs de La Huella. Hicimos un grupo que construyó un excelente equipo y en el 2016 arrancamos con La Musa Librería Café. Después agregamos la tienda, la web, toda la parte de e-commerce. La distribuidora creció muchísimo.

¿Siguen con Criatura?

Desde el 2011 hasta hoy hemos publicado más de cien títulos que van desde Mario Levrero hasta ahora que va a salir Carnada, una novela de Eugenia Ladra. Es una novela que se publica acá y en España al mismo tiempo.

¿Cómo eligen los libros?

Bueno, está Julia Ortiz, que es una tipa pesada en libros. Es Licenciada y tiene una maestría. Yo participo de las decisiones políticas de la editorial, pero no me meto adentro del libro. No soy editor. La idea es darle mucha bola a la literatura infantil, juvenil y adultos.

¿Todos uruguayos?

No, tenemos latinoamericanos también, pero en general, nacional. Fue toda una discusión reeditar a Gustavo Escanlar. Ahí salimos con Estokolmo, La Alemana y Grandes éxitos.

¿Qué criterio usan, el valor literario o las posibilidades de que tenga más salida?

Lo uno y lo otro. El criterio literario, siempre. Y nosotros tenemos un equilibrio donde tenemos, por suerte, algunos libros históricos. Por ejemplo, Levrero que, además de la calidad literaria, vende.
Leo Maslíah, Dani Umpi. Es una discusión, en Argentina hay cuatrocientas editoriales independientes, en Uruguay hay diez. Editamos teatro. Todo Gabriel Calderón, Sergio Blanco, Marianella Morena.

¿Qué determina la comercialización? ¿Algo entra de moda?

Y bueno, sí. Vos fuiste generador de moda en el 2009, tuve todo un buen pasar por Pepe Coloquios. Creo que hoy está toda la normativa del best seller. Escaramuza es una librería de fondo, vendemos best sellers, pero tenemos como un vasto catálogo para ofrecer. Nosotros no somos una librería que vende mucho del mismo, vende mucho, todo variado. Las librerías del shopping están más orientadas a pocos libros, muchas unidades de cada uno. Los best sellers duran poco, se consumen muy rápido. No es una dinámica de los libros, sino es la dinámica de la comercialización de lo que sea. La comercialización por internet es muy fuerte. Tenés best sellers en las farmacias, en los Abitab, en Tienda Inglesa.

¿La gente compra libros en los supermercados?

Sí, montones. La gente no eligió el e-book. Hay gente que lo lee y le funciona muy bien. Asumamos que un problema que tenemos es que no hay datos estadísticos de nada de cultura. No hay un observatorio de la cultura. Podemos saber cuánta gente va a ver la Comedia Nacional o el Sodre. Pero, ¿cuánta gente paga? Esa es una discusión. ¿Sabemos qué tapa tiene el libro que más se vende? ¿De qué color? Los alemanes, sí. Hoy por hoy, con el nivel de información, podemos tener un observatorio.

¿Por qué no se hace eso?

Me parece que está en agenda. Hay que hacerlo.

Las editoriales y las librerías deberían ser las primeras interesadas.

Todo el mundo. La prensa, todos. En los últimos años se ha avanzado muchísimo. Me parece que hubo un esfuerzo en el 2012, con la Cuentas Satélite, de relevamientos. Me parece que hay que hacer un shock de tecnología, de incorporación de información y de seguimiento. Se puede hacer en un Departamento de Cultura fuerte en investigación, con un observatorio y cedérselo al INE.

¿Cuál es la venta de libros en Uruguay?

Globalmente no se sabe. Después vas a tener siempre la discusión sobre la venta de un libro usado para ver cómo se suma. Me parece que hay que impulsar un conjunto de innovaciones en todos los sectores de la cultura. Por ejemplo, en los museos. ¿Quién va? ¿Qué servicios ofrecemos? Tenemos mucho para trabajar ahí.

En tu experiencia, ¿ha decrecido la venta del libro a lo largo de los años?

Una cosa es si la sociedad en general está leyendo. Nosotros tenemos un problema grave que lo tiene todo el sistema económico uruguayo: que el 50 o 60% de los pibes no terminan el liceo.

¿Qué van a leer?

No solo hablamos de la lectura. Es decir, tenemos un problema. Se ve mucho en el e-commerce en general, en la entrega de la última milla. ¿Qué grado de calificación tenemos? ¿Qué grado de excelencia tenemos en la entrega de paquetes? Si somos lentos a nivel de país en el manejo de paquetería, imaginate lo que tiene que ver con cultura. Si hay un problema en el abandono de los pibes, que no abandonen no significa que hayan pasado por un proceso de formación. Aprender a leer, a escribir y aprender a pensar, la comprensión lectora. Nosotros hace años asumimos como país que somos malos en matemáticas, pero hace poquitos años que la comprensión lectora también da mal. Ahí tenemos dos alarmas o dos oportunidades.

¿Oportunidades, cómo?

Porque cambiar es una generación, son cinco años. Pensando en otros términos. El bombazo del Ceibal con las computadoras y reducir una brecha digital entre los pobres y los ricos, me parece que fue un acierto. Cambiar el índice significativamente de matemáticas y comprensión lectora en una generación, en cinco años, podría ser nuestro nuevo Ceibal. Para cualquier gobierno o partido. Creo que la población lo decodificaría totalmente como algo positivo. Hacer una gran campaña de alfabetización en la etapa actual puede ser un factor determinante. Y ahí tenemos una oportunidad para el cambio.

Tenés, sin deserción, el analfabetismo funcional.

Tenemos toda la otra discusión que, si dentro de una casa tenés una cocina y tenés una biblioteca, por más chiquita que sea, tenés un hogar y no tenés una casa. Cuando yo me fui de casa me llevé dos libros de adultos que había. Fue intuitivo porque no había una biblioteca.

¿Cuáles eran?

Uno se llamaba Traficantes de dinero, de Arthur Hailey y el otro era La deuda externa, de Raúl Sendic. Cuando me voy de casa no sabía que me iba a dedicar a los libros. Sí que los libros iban a estar en mi vida. Lo que te digo es que una cocina es una estrategia de defensa para una familia. Puré de paquete y panchos no puede ser la alimentación de los pibes. La hamburguesa congelada barata no podría ser. Si los zapallitos están baratos porque es su época y sabemos cocinar con zapallitos, va a ser más alimentación. Eso pasa con todas las frutas y verduras en diferentes momentos del año, ¿no? Es decir, las estrategias de defensa alimentaria y la mejor comida pa’ pucherear. Si hay familia donde tenés un refugio de imaginación, que son los libros, tenemos una posibilidad de sacar lo mejor.

Volvamos a la venta.

La clase media uruguaya, alta y baja, y la clase alta son clases sociales que les dan bola a los libros. Ahora, empezar y terminar un libro te puede llevar dos horas y te puede llevar tres meses. La lectura es un elemento de cambio. Todavía hay un contrato muy firme sobre el libro físico. Hay un factor además que está superestudiado: que leer en papel es un proceso de aprendizaje cognitivo que mejora mucho.

La pregunta inicial era si se venden más libros que antes.

En mi experiencia, sí se vende. Escaramuza vende mucho.

¿Vienen por los libros o por la comida?

En un shopping abajo está un supermercado tremendo, y la gente va más al supermercado que a otra cosa. La gente va a comer en la plaza de comidas más que a comprar un libro. Pero de tanto pasar para comer a veces compra. También el libro se ha vuelto un regalo potencial. Antes te regalaban una camisa. Ahora te regalan un libro. Está bien. El libro se volvió competitivo en precio, aunque es caro para mucha población, pero en realidad se volvió un bien regalable. Entonces hay libros que se compran para leer y hay libros que son para regalar.

¿El libro objeto?

El objeto libro o un libro, aunque sea usado, está muy bien. Yo prefiero elegir la camisa. Me regalás un libro y me metés en otro mundo.

Frase típica de dueño de librería.

No importa ser el dueño, sino que hacemos cosas juntos porque la historia es mezclar literatura, gastronomía, actividades culturales.
Esto es como una comunidad. Yo tengo una teoría: que la gente que viene a comer en Escaramuza cuida al café de una forma superior a la que cuida otros cafés porque pasa por una librería. Cuando entra, pasa por una librería. Te emana otro pacto social. La gente es distinta. No sé cómo explicarlo, pero es como que si vos estás al lado de libros, te condiciona el entorno. Eso pasa.

¿Los pibes leen?

Hay pibes que sí y hay pibes que no.

Harry Potter a nivel mundial fue una cosa alucinante.

Si el libro les entra, los pibes lo leen. No se perdió para nada el hábito de la lectura. Mirá, Escaramuza ahora lanzó un programa que es el Laboratorio de Lectura. Cumplimos ocho años y estamos trabajando con ocho escuelas públicas donde damos el Laboratorio de Lectura que, básicamente, consiste en construir bibliotecas de cuatrocientos libros en las ocho escuelas que participan.

¿Libros para gurises?

Sí. Tienen que hacer una preselección entre la escuela, las
maestras y Escaramuza. Después, una vez al mes, en septiembre, octubre y noviembre, van un ilustrador o un escritor de cuentos al aula de estas ocho escuelas para tener un taller con los pibes.Y a la vez se crea un Laboratorio de Lectura, que es lo más importante. En el Laboratorio de Lectura hay un conjunto de cinco profesionales maestras: una psicopedagoga y cuatro maestras, donde una es la única maestra uruguaya que tiene un doctorado en Educación. Su tesis es sobre autorregulación del aprendizaje y aplicado a la comprensión lectora.

¿Cómo se llama?

Valentina Ronqui. Y estos equipos dos veces al mes vienen a Escaramuza durante tres horas. Trabajan sobre estrategias de aproximación en las clases para la mejora de la lectura. Francia está ejecutando a nivel masivo un programa de Laboratorio de Lectura.

¿En Francia es una iniciativa pública?

Sí. Francia tiene mucha iniciativa pública en eso y también en las escuelas está el tema de la alimentación. Cocinan también. Es otro poder adquisitivo, pero me parece que hay cosas que tienen que ver con las decisiones políticas más que con la falta de guita.

¿Cómo evaluás las políticas públicas de Cultura?

Yo creo que en el 2004 hubo procesos como los Centros MEC y todo eso que después terminaron no funcionando, pero hubo iniciativas. Como que se abrieron ciertos beneficios para escritores, como los Fondos Concursables. Para mí, no evolucionaron rápido, se generaron y se repitieron durante años y no fueron evolucionando. En los últimos diez años no ha habido políticas culturales que logren llegar a acuerdos para cambiar los próximos treinta años. Yo hoy creo que, con todo el desembarco de la inteligencia artificial, hay que meter toda la carne en el asador entre cero y once años. En educación, en matemáticas y comprensión lectora. Estamos muy lentos, Mariana Wainstein ha hecho lo mejor que pudo, no me cabe la menor duda. Continuó mucho con el proceso del gobierno anterior, pero sin un plan estratégico. Me parece que tenemos una oportunidad gigante para el nivel de conexión con el mundo que tiene Uruguay, con el nivel de integración con el mundo hoy, con el nivel de avance, de apropiación de los cambios tecnológicos que hemos tenido. En eso no estuvimos mal. El otro día escuchaba que en los últimos cuarenta años no lo hicimos tan mal, viendo el contexto alrededor. Y yo coincido con esa tesis.

Lo que podríamos ser…

Lo que podríamos ser y los desafíos que nos ponemos. Hemos cometido errores. Pienso que últimamente estamos midiendo mucho en la sociedad o en los partidos políticos cuál es la persona que la población votaría más. Cuál tiene más índice de aprobación para votar y a esa persona le ponemos un cargo importante y no nos fijamos si esa persona está acostumbrada a trabajar en equipo, si ha tenido gente a cargo, si ha pasado por dos tres crisis. Si tiene un conjunto de habilidades que necesitamos para dirigir el país. Hace falta que busquemos idoneidad.

Fuertes críticas al presidente.

Porque ya no le queda nadie. Bueno, es un problema la idoneidad.

¿Mucho marketing?

El marketing no existe para dirigir un país. El marketing dejáselo a las empresas para comercializar sus productos. Ahora, el otro problema que tenemos, sin ofender a nadie, es que tenemos que probar los gurises nuevos. Es decir, tenemos que dejarles la toma de decisiones. Acompañar, ayudar, bancarles los errores. No podemos tener, como en el gobierno anterior del Frente Amplio, tipos de 60 o 70 y pico de años. Es un problema de todo el mundo, porque mirá el presidente estadounidense…

En otros lugares no pasa.

Pero nosotros acá, no puede ser que no tengamos dirigentes de 35, 40 o 50 años y en los mandos intermedios de direcciones gente 20 o 25 años. Bancarlos en los errores y enamorarnos de los aciertos. La práctica política es hacer. Nosotros hicimos un podcast en Escaramuza el año pasado, que se llama Trazados. Hicimos hablar a trece personas sobre su trayectoria educativa. Gente diversa, desde un pibe que es músico hasta alguien que trabaja de cortar árboles. Y también está Lucía Topolanski. Entonces le preguntamos a Lucía por qué aceptó. Ella respondió que no sabía lo que era un podcast, pero sabía que lo usan los jóvenes y bueno lo hizo para llegar a un público que ella no llega. Y eso les falta mucho a muchos políticos, mezclarse, ir al territorio.

¿Adaptarse al nuevo tiempo?

Es tercera década del siglo XXI. Hay una irrupción de la tecnología que no entendemos ni vamos a entender, porque la tecnología de hoy cambia en un año y medio. Es muy difícil. Va todo tan rápido…
Pero sabemos que en los individuos hay procesos en la formación del pensamiento. Y la alimentación y la biblioteca pesan mucho.
Formación en la primera infancia. Lo que hagamos ahí, la capacidad de juego y lo lúdico, la confianza. Ahí tenemos que poner todo y avanzar. Creo que podemos llegar a un gran acuerdo nacional y cambiar.

Hablaste en alguna charla sobre la ideología de tu empresa. Explicalo.

A mí me parece que las empresas tienen ideología y no va a lo partidario, va a la reflexión política de qué hacemos con las cosas. Me parece que, si esperamos una ley que defina las treinta y seis horas de trabajo, lo puede consolidar solo el Estado, porque la gran mayoría de las empresas privadas no pueden hacerlo por diferentes intereses… Si nosotros pensamos la organización de una forma que las personas trabajen seis horas, lo podemos ejecutar más allá de que tenga un marco regulatorio o no. Acá en Escaramuza trabajan siete horas. No hemos podido llegar a seis para todos, hay varios que sí.

¿Cuánta gente tenés laburando?

Son setenta. En la librería, café, tienda, distribuidora de e-commerce. A cuatro cuadras de acá tenemos 800 metros cuadrados de donde sale todo el e-commerce, y toda la entrega de libros a las librerías. Acá se cocina todo, desde el pan, todo se cocina acá, Ale Y Flo son una escuelita.

¿Qué es Alfabeta?

Son primos, son emprendimientos con una cultura distinta. Entonces tenemos un comportamiento ideológico o político con respecto a las cosas que pasan. Quizás no llegamos a las seis horas, pero no trabajamos los domingos. La primera vez que fui a España, hace poquito por trabajo, en Barcelona el domingo estaba todo cerrado. Zara está cerrada, ¿entendés? Yo no te estoy diciendo que estoy en contra de la productividad. Nosotros tenemos un gran equipo de trabajo en Escaramuza, porque en gastronomía es un palo tremendo. Atender todo el día a gente con hambre es muy difícil. A mí de joven me pasó siempre que salir a comer afuera era caro.

Sigue siendo caro.

Nosotros les damos a todos el agua filtrada, pan, dips y no cobramos cubierto. Yo sé que hay una población que no va a venir porque no tiene guita para pagarse el ómnibus. Eso lo entiendo. Ahí hay una ideología detrás, pero en realidad no tiene sentido cobrar cubiertos. Por ejemplo, la gastronomía tiene que ser transversal para que venga el que quiere comer chipirones, o un plato más copado y querés comer postre y tomar café. Perfecto. Ahora, si sos un pibe de 18 años que quiere invitar a su pareja a comer y tomar algo y no tiene mucha guita, puedas hacerlo. Es una estrategia y eso nos permite la mezcla de gente diversa. ¿Qué sabemos de nuestro país? Que las salidas de todas las crisis son intergeneracionales y son de mezcla.

¿Lo logran?

Yo creo que no hay posibilidad de salir de diferentes crisis o de aprovechar la oportunidad de crecimiento si no es mezclados. Eso lo aprendí. Necesito que la gente venga, que venga por un libro, que venga a comer, por supuesto. Pero en realidad que venga a conversar, que discuta, que haga planes. A mí me gusta que Escaramuza esté llena. Un amigo una vez me dijo: “Vos sos un boludo. Si subís un 15% todos los platos, te llenás de plata”. Por un año o por seis meses. Pero igual, ¿qué gente me va a quedar? La que no tiene una restricción presupuestaria inmediata. Y yo tengo mucha gente que viene una vez al mes. Escaramuza es cada vez menos de nosotros y es más de Montevideo y es toda una discusión que tenemos a futuro. La gente viene, se apropia del lugar. Si yo desarticulo eso, de repente, a los gurises que están rascando la lata y que hacen un esfuerzo para venir y jugar un rato a ser grandes los pierdo. Doy un mensaje que no es para ellos.

Está claro.

Otra discusión que tuvimos, que tiene que ver con la ideología, se relaciona con que Escaramuza se llenó desde el primer día, tuvimos suerte en eso, pero es por orden de llegada. Te juro que tenemos reuniones enteras una vez por semana para ver cómo hacemos para atender más rápido, para que la gente disfrute. Pero es por orden de llegada y no hay acomodo. Si mi vieja viene, es por orden de llegada. Y es así. Lo bueno es que cuando instrumentás un mensaje claro, la gente se organiza. Y: “Andá a buscar el libro que te vamos a ir a buscar”. Hay confianza en el proceso. Eso es por el equipo que tenemos.

¿Cómo elegís la gente?

Ahora estamos en el proceso de apertura de otra gente. Escaramuza tiene una cultura muy fuerte de trabajo, una identificación muy fuerte, hay gente que quiere trabajar acá y gente que no. Es de lunes a sábado, siete horas. Nosotros tenemos mucha gurisada. Tenemos un programa para el año que viene, porque el 17% de los empleados tiene más de 18 años y no terminó el liceo. Vamos a proponer un programa para que lo terminen, si quieren.

¿Y el personal de la librería?

Hoy en día son siete libreros y después hay gente de administración. Tenemos dos libreros consolidados, que tienen diferentes saberes entre sí, todos tienen diferentes áreas entre sí, vinculadas al libro. Uno más a literatura infantil, otro sabe más de ensayo, otro sabe de literatura general, otro de poesía. Y tienen capacidad para mezclarse y aprender del otro. Trabajan de forma muy horizontal en la librería. Entonces, tenemos dos libreras que tienen mucha más experiencia y más años. Tenemos dos libreras a mitad de camino y dos nuevas. Tenemos una librera que empezó a trabajar a los 18, hoy tiene 23 años, y está superformada. En Uruguay no hay una escuela de libreros, tenemos que trabajar en eso. Entonces, se aprende mucho por el entorno y por el ambiente.
Tenemos un equipo espectacular, que es muy complementario en todo y que presta mucha información al otro.

¿Venden libros al interior?

A cuatro cuadras tenemos la distribuidora que vende a las librerías. Tenemos cien editoriales que representamos: nacionales, españolas, argentinas, chilenas, mexicanas y después tenemos otros 400 metros, que son toda la parte de e-commerce, como otra librería grande pero cerrada y entregamos a domicilio. Ahí volvemos a la ideología. Yo pienso, y esto ha sido toda una discusión que tuvimos, que los libros tiene que costar lo mismo en Uruguay.

Claro, lo mismo en todos lados.

Desde el primer día que abrió Escaramuza, el envío es sin costo. Vamos a trabajar muy fino en los márgenes y con estrategia de asociación y un montón de cosas, pero no puede ser que un libro que acá que sale 800 pesos, en Artigas salga 1000. Y cuando ves la distribución territorial, el ingreso medio te da al revés. Con la ruta que tenemos, son seis horas. No estás hablando de Rusia o Estados Unidos de punta a punta. Nosotros no podíamos dar un precio diferente.

¿Tenés mucha venta a nivel del interior?

En la pandemia los libros salvaron a la gastronomía. Fue terrible. Desde el 19 de marzo hasta la primera quincena de abril, la mayoría de la gente no quería laburar por miedo, como todos. Pero el 15 de abril vimos que de alguna forma teníamos que salir. Nosotros teníamos cuarenta personas trabajando en gastronomía y éramos sesenta en total. Habíamos lanzado a la web y no sabíamos lo que iba a pasar. Mandamos treinta personas a seguro de paro. Pero desde el 1 de abril empezamos a pensar la estrategia y la gente nos fue marcando el camino. Empezamos a entender que la gente que estaba guardada en la casa iba a tener necesidad del consumo. Había un público que iba a tener la guita guardada ahí y empezamos a ir por ellos. Inventamos la Caja dulce, con ocho productos, siete dulces y uno salado. Era como la representación de la experiencia de la tarde en Escaramuza. La gente viene a comer esto. Barata, entonces tenía una rotación de la puta madre. Vendíamos hasta trescientas cajas por día.

¿Cómo lo instrumentaron?

A través de Instagram y la web. Entonces, ¿qué pasó? La gente no compraba tanto la Caja dulce para comer en la casa, la compraba para regalar. Te quedaste sin laburo; salvaste el examen y no te puedo ir a ver; tenés a tu pareja enferma, tomá, te mando una Caja. Les regalaban Cajas y la estrategia fue los mensajes de parte de quien la mandaba. Así que empezamos incorporar gente, en junio del 2020 teníamos todo el personal de vuelta trabajando acá. Teníamos cerrada la gastronomía y la laburamos. Estuvimos en estado de alerta dos años. Porque tampoco era la panacea, estábamos vendiendo la Caja dulce y no cobrábamos envío. Eran pequeños los márgenes que teníamos. Pero en realidad lo que pasó es que multiplicamos por cuatro o por cinco la venta de libros porque la genta volvió a leer.

¿Qué pasó después de la pandemia?

Nos pasó al revés. La gente empezó a venir y teníamos montones de pedidos para afuera. Tuvimos que ampliar la planta para el e-commerce.

¿Incluye gastronomía?

Sí, tenés gastronomía y libros. Pero no gastronomía como el delivery. Vos pedís una torta o una Caja dulce y te la entregamos en tu casa durante el día. Pero hoy el 99% de la comercialización son libros. Y ahí se nos aumentó el negocio.

¿Planes de expansión?

Como Escaramuza todo el tiempo. En este momento nosotros apostamos muy fuerte al e-commerce. El objetivo es trasladar la experiencia de Pablo de María a los hogares, expresada de la forma que sea. Tenemos que ir al interior. No es abriendo otra Escaramuza. Sino que es llegando con la experiencia gastronómica o librera a las casas. El límite es el infinito. Dentro de cuatro años capaz que tenemos una carpintería, y estamos proponiendo hacer las estanterías donde vos ponés los libros. Vamos a elaborar un programa de suscripción a Escaramuza. Con un conjunto de veinte beneficios que tiene que ver con la consumición adentro, en la librería, en el café, en la tienda y en tu casa vas a poder conectarte y descargar la receta y hacerla en tu casa. Tratamos de darle una vuelta de tuerca y de mandarte los fermentos de diferente tipo de gastronomía, etcétera. Seguiremos con más talleres. Pero bueno, sabemos que va a haber un crecimiento muy fuerte los próximos años.

¿Para dónde?

Es toda una discusión que no es solo del libro sino de todos los comerciantes. Y como es el peor momento de la historia de los comerciantes ante la venida de las grandes plataformas del mundo… PedidosYa se metió adentro de los corazones la gastronomía. Está Mercado Libre, va a venir Amazon. Hay una invasión muy fuerte. La intermediación financiera ayudó muchísimo a los controles, a seguimientos, a la recaudación. Pero un gran porcentaje de resultado económico de las empresas tiene que ver con los costos de la intermediación. No estoy en contra, solo digo que son niveles altos, que si las empresas de Estados Unidos tuvieran estos niveles para pagarles a la financieras, se funden. El punto es que todo ese proceso ha empeorado a los comerciantes, desde los kiosquitos hasta cualquier emprendimiento. Vos caminás por 18 de Julio de punta a punta y tenés supermercados y farmacias, en la principal avenida del país. Esos son los dos locales comerciales que venden y que pueden pagar un alquiler en 18 de Julio. Entonces tenemos un problema grande.

¿Qué se puede hacer?

El tema es crear una solución nacional. La intermediación en internet. No sé cómo hacerlo. Estoy para sumarme en cualquier proceso de solución. La mitad de los comerciantes no tienen buenas plataformas web. Terminan enredados en procesos muy caros de comercialización, que terminan retrocediendo mucho. Falta capacitación y entrenamiento. Pero, para mí, la mitad de los comerciantes de este país están en una situación de crisis. Quizás no están hoy en una situación de crisis, pero en los próximos tres años es indiscutible. Escaramuza tiene setenta personas. No tengo dos años para instrumentar cambios que nos permitan seguir manteniendo el mismo rendimiento dentro de tres, cuatro o cinco años. Por eso tenemos que analizar la solución.

¿Qué talleres hacen acá actualmente?

Siempre funcionan más de doce talleres. Literarios, de cine,
de encuadernación, de música, talleres para niños, culturales y de literatura, en diversos formatos por diferentes tipos de autores. Por lo general nosotros contratamos los talleristas. Eso genera mucha circulación, y nuestra estrategia es lograr que la gente que tuvo una buena experiencia la pueda recomendar. Nuestra dimensión, pensando en la cultura de la organización, es que Escaramuza pueda ser de todos. Sabiendo que va a haber gente que no va a poder venir o gente que va a poder venir y no le va a interesar. Pero construir una diferenciación. Me parece que hay que concentrarse en dos o tres estrategias políticas culturales en los próximos cinco años y aprender a hacerlas, medirlas, que salgan mal, que salgan bien, que sea más o menos, tratar de medirlas, hacer un seguimiento que pueda ser una base acumulativa para el siguiente gobierno, sea de quien sea.

¿Qué meta no cumpliste?

Me encantaría tener una organización que logró bajar las horas de trabajo a seis horas o siete horas, que logra llevar de veinte días a treinta días las vacaciones. Esa meta no la cumplí, tuve la pandemia en el medio. No la cumplí pero además no la sé instrumentar. Pero no la retiro, la tengo ahí. El 80% de las cosas las hemos implementado.

¿Cuántas horas trabajás por día?

A mí me gusta el trabajo. No sé, doce, catorce o dieciséis. Pero cuando no trabajo, no trabajo.

¿Qué estás leyendo en este momento?

Éric Sadin, lo fui a ver a la Católica. No me gustó, pero además creo que hubo un tema de traducción. La era del individuo tirano está muy bien. La siliconización del mundo, también.

¿Y narrativa?

En narrativa leo lo que vamos a editar en Criatura, pero eso es por trabajo, es verdad. Yo no soy muy de la narrativa, soy mucho más del ensayo. Ahora estoy leyendo El despegue, de Gabriel Oddone. Leí hasta ahora cuatro capítulos. De narrativa el último libro que leí fue de Hernán Díaz. Es un argentino que vive en Estados Unidos. De hecho, escribe en inglés. Se llama Fortuna. Es una novela de la caída de la Bolsa de Estados Unidos en el 29. Tiene tres capítulos en que la maneja muy bien, porque es desde el punto de vista del que hizo caer la bolsa. Es un librazo, no paré hasta que terminé de leerlo. No paré.

¿Quién es el mejor escritor uruguayo para vos?

Pasé por diferentes momentos. Si sos un pibe de 14 o 15 años, tenés que leer a Benedetti y conocer Montevideo. Un poco Galeano, si querés conocer Latinoamérica. Después tenés que salir de ahí, ir a otro lado. De Mario Levrero me fascina la parte de humor, la parte de Nick Carter me parece que me ha llevado a esos territorios. Después me parece que de todas las voces nuevas, Debimos ser felices de Rafaela Lahore, que está viviendo en Chile, me pareció espectacular. El día que encontré a Felisberto Hernández, como buen ateo, gracias a Dios, aluciné. Es el mejor autor para leer y distraerte con el ambiente. Y me pareció genial.
En Uruguay Onetti es la excelencia. Yo creo que hay como un proceso de muchos escritores. Te lo voy a poner así. Nosotros tenemos una librería de fondo, que vende, de muchos libros, pocas cantidades. No somos una librería best seller, que vende, de pocos libros, muchas cantidades. Hay muchos muy buenos escritores que tienen partes de títulos, partes de libros, un montón de cosas que crearon, una generación zarpada y esa es la actual. Tenés una generación nueva que está haciendo algo distinto. Antes capaz que tenías un libro trazado por la información o por los momentos o porque busca más contacto con la realidad, más crítica, política, social. Ahora eso son otros problemas.

¿Dónde estás viviendo ahora?

Yo ahora estoy viviendo en el Centro. Estuve mucho tiempo en Ciudad Vieja. Ahora estoy con mi compañera ahí. Mi plan es con esa base para Montevideo y con el tiempo hay un balneario que me gusta mucho que es Las Flores.

¿Extrañás Tristán Narvaja?

¿Sabés qué? Pensé que lo haría. Es decir, voy bastante seguido. Pero no como vendedor. Quedó un equipo trabajando. ¿Sabés qué pasó? Yo hice mi duelo antes de irme. Cuando abrimos Escaramuza, en mayo del 2016, yo hasta el 2020 seguí yendo a la feria. A mí me gusta más armar libros que venderlos. Me gusta definir qué pongo delante, qué pongo después… Me pasé de rosca y como tenía todo esto, estaba laburando todo el emprendimiento, crecer, aprender cosas nuevas, un montón de cosas. Iba los domingos de mal humor, llegaba tarde, me iba temprano, dejé de disfrutarlo y decidí dejar. Hice el duelo antes de irme y todo lo que podía hacer ahí lo hice.

¿A quién le vas a pagar los derechos de autor cuando los libros los escriba la inteligencia artificial?

Esas son discusiones legales. Nosotros no vamos a ir para ahí en Criatura Editora. Vamos a seguir produciendo el libro de los autores y autoras. Pero ese es un tema que ya vino en Europa, en un montón de lados. Por ejemplo, hay una base de datos de 650 millones de fotos. Los comerciantes en Uruguay están en una estructura de crisis peligrosa, pero me parece que todos los negocios en general, con esta tecnología, están en peligro. Hay un discurso e que al final los avances tecnológicos generan nuevas posibilidades de empleo, pero en esa transición se nos ha ido generación tras generación. Entonces me parece que tenemos que ser muy abiertos en esto de entenderlo y trasladar cambios muy rápidos. Tenemos una ventaja: tenemos toda Antel, que no es el teléfono, sino contenido que está al servicio nuestro. Tenemos todo el sistema, tenemos un montón de cosas, pero no tengo ni idea.
Hay un libro que se llama Ok, Pandora, de un colectivo de investigadores de toda Argentina. Son como cinco mil investigadores que hicieron este libro, siete capítulos. Esta es una de las cosas, que leí hace poco, que tiene que ver con la inteligencia artificial. No estoy preparado para saber qué pasos hay que dar. Pero sí estoy preparado para sumarme al proceso que haya que hacer para hacerlo menos doloroso, porque esto es peor que los noventa con el cierre de las industrias. Esto es muy duro. A la vez, el otro proceso tecnológico que más me preocupa es el de las plataformas de contenidos. Plataformas mundiales que van desde los seguros hasta lo que ves por televisión, que destruyen todo. Compran al competidor para adueñarse del mercado. Y ahí estamos. Somos muy chiquitos, tres millones… nos compran enteros. Mi única inteligencia, aún no teniendo hijos, dice que tenemos que meter todo en los gurises de entre 0 a 5 años durante tres o cuatro generaciones. Para generar un pibe de 20 dentro de un tiempo que pueda pensar y entender lo que se viene. Eso es con matemáticas y comprensión lectora.

POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES

Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.

Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.

Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.

Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo. Conozca aquí las opciones de apoyo.

//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js
Semanario Voces Simplemente Voces. Nos interesa el debate de ideas. Ser capaces de generar nuevas líneas de pensamiento para perfeccionar la democracia uruguaya. Somos intransigentes defensores de la libertad de expresión y opinión. No tememos la lucha ideológica, por el contrario nos motiva a aprender más, a estudiar más y a no considerarnos dueños de la verdad.