Los Centros Regionales de Profesores, instituciones destinadas a formar docentes de Educación Media en el interior del país, fueron creados durante la segunda Presidencia de J. M. Sanguinetti, bajo la Administración dirigida por Germán Rama. Hombres inteligentes, que le sacaron del buche la Reforma educativa a la izquierda que venía, inexorablemente hacia el gobierno. Una vez en el poder, y como resultaba bestial pagar el costo político de cerrar una institución educativa, las autoridades empezaron un proceso de desmantelamiento lento, que culminaría en la anulación de una idea, de un proyecto revolucionario en materia de oportunidades de progreso para el interior. Eso se consumó con la implementación del Sistema Único Nacional de Formación Docente, en 2008. Los resultados están a la vista y fueron oportunamente denunciados. Faltan profesores, los estudiantes no se pueden recibir.
En los últimos días, tomó pública notoriedad una carta escrita por una estudiante del CeRP del Este, denunciando una serie de situaciones complicadas. El punto es que este es un problema que debe pensarse, como todos los problemas, en perspectiva, para entender sus causas profundas y advertirlo en su total dimensión.
Tuve la posibilidad de conocer otro CeRP del Este, que no es el que la estudiante describe. A continuación, un recuerdo, una vivencia. Un ejemplo.
Transcurría el año 2007, setiembre de 2007 para ser más precisos, cuando tuvo lugar un acontecimiento académico (y político) de singular importancia, único, en el Centro Regional de Profesores del Este, en Maldonado, en el Interior del país. Los esfuerzos sostenidos y prolongados del Departamento de Ciencias Sociales de nuestra institución, esa que ha tenido que dedicar gran parte de sus esfuerzos y energías a luchar por la supervivencia, hicieron posible el arribo, a estas latitudes, de una de las principales figuras intelectuales del siglo XX.
Fresco como una lechuga, a sus setenta y largos años, y en el mes de su cumpleaños (ya que como Peñarol, nació un 28 de setiembre), el mismo Profesor I. Wallerstein en persona, acompañado de su señora esposa, dictó, en lengua castellana y para todo el público asistente, una conferencia titulada “Vivir en un Mundo pos-norteamericano”.
Aquel Salón de Actos explotaba de gente, hervía de pueblo en aquella mañana calurosa. No entraba ni siquiera un alfiler. Estudiantes, profesores, representantes políticos departamentales y ciudadanos en general, todos, apretaditos, nos preparamos atenta y respetuosamente para escuchar lo que aquel gringo culto y generoso tenía para contarnos. Creo que muchos no hemos tomado aún justa conciencia de la magnitud del evento que nos tocó presenciar. Pero para eso también se necesita tiempo, madurez intelectual y perspectiva. Fuimos testigos de un evento fenomenal desde el punto de vista de nuestra experiencia formativa. Estuvimos ahí, en esa instancia formidable, irrepetible. Y algunos hasta tuvimos el atrevimiento, luego de finalizada la charla, de formular una pregunta, muy cuidada, muy meditada en aquellas largas noches previas. Y digo esto porque creo que muchas veces en conferencias, charlas o actividades por el estilo, el público uruguayo, en vez de hacer un aprovechamiento inteligente y racional, preguntando fina y puntualmente para que el expositor se explaye y desarrolle sus ideas, suele formular extensos razonamientos y planteos (cuestionamientos incluso) que no hacen otra cosa que provocar perplejidad y fastidio. No sé si es una cuestión de egos mal resuelta, ausencia flagrante de espacios y diálogo o qué, pero lo cierto es que evidencia enanismo aldeano. Nosotros queríamos escuchar al Prof. I. Wallerstein. Quién sabe si tendríamos segunda oportunidad sobre la tierra para volver a hacerlo.
Luego de una breve presentación que estuvo a cargo de los profesores Víctor Serrón y Marcelo González, sobria y sin arrogancias de prólogo pomposo, ajustada y medida, acorde a su estatura intelectual, Wallerstein dijo: Primeramente… y arrancó. Ah… y es un tipo de lenguaje estructural, o mejor dicho, sigue siéndolo.
Empezó diciendo que la Globalización no es nueva, que tiene mínimamente cuatrocientos años, que registra a lo largo de su historia diferentes hegemonías en materia económica y política, que el capitalismo actualmente atraviesa una crisis que le vuela la bata, que no entramos todos en su barco, que es caro e insustentable, y será cada vez más caro, y hace que los dueños del poder tiendan a aferrarse a sus privilegios, mientras toda inversión ciudadana es considerada como un gasto social que hay que recortar según las recetas dominantes. También planteó que el declive y los costos cada vez mayores del ejercicio de liderazgo mundial norteamericano son signo evidente de esa crisis, en un escenario cada vez más multipolar e incierto. Fue duro con el liberalismo retórico, indirectamente llamó a presionar por más democracia y más libertad, sostuvo que el papel de los Estados Nacionales debe ser ofensivo y defensivo, que los movimientos anti-sistémicos como amplios frentes de lucha contra- hegemónicos están llamados a jugar un papel protagónico en el siglo XXI, que deben criticar pero también deben proponer alternativas efectivas, viables.
Finalmente, sostuvo que el pecado máximo de la vieja izquierda fue su triunfalismo, esto es, creer que la historia estaba de su lado. La Historia no está con nadie. La Historia se construye, y no serán aguas calmas las que vengan. Se puede ganar, pero también perder.
Tal vez no hizo otra cosa que invitarnos a la batalla.
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