Álvaro Farías, psicólogo: La homeopatía y las flores de Bach son el agua con azúcar más cara de mundo.
Bombardeados por amigos y conocidos que un día sí y otro también apelan a diversas “terapias”, grupos New Age o cualquier mecanismo para sentirse bien o escapar de su realidad, decidimos hablar con alguien que sabe del tema. Hace años que Álvaro estudia diversas sectas y seudo terapias en nuestro país. Los invitamos a leerlo y pensar un poco más en su salud mental.
Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López
¿Naciste en Montevideo? ¿En qué barrio?
Cuando nací, hace cincuenta y dos años, mis padres vivían en la calle Colonia, en Cordón. Montevideano. Hormigón por donde mires.
¿Qué hacían tus viejos?
Mi padre era militar retirado. Murió en 2020. Mi mamá es jubilada de UTE, donde trabajaba como administrativa.
¿Tenés hermanos?
Tengo una hermana, cinco años y medio mayor que yo. Es licenciada en Administración de Empresas y trabaja en la Intendencia.
¿A qué liceo fuiste?
Primero fui al Elbio Fernández, porque quedaba cerca de la casa de mis padres. Luego me cambiaron al Sagrada Familia. Fue un cambio. El Elbio Fernández, en aquella época, tenía un régimen opresor, horrible. No se podía correr en el patio. Salías al recreo y tenías que caminar. Parecía una cárcel. Y la directora con un micrófono diciendo: “García, no corra”. Y había unos estudiantes que, como tenían buena conducta, eran los “brigada”. ¿Te das cuenta?
Un régimen semimilitar.
Horrible. Si pasabas del sector Maldonado al sector Canelones, la brigada te llevaba a la dirección. Cuando fui al Sagrada Familia y vi todo eso abierto, con las canchas de fútbol, fue una cosa sorprendente.
Uno tiende a pensar que los colegios católicos son mucho más rígidos.
Tengo la credencial en Barrio Sur, barrio del que me considero, y muchas veces me tocó votar en el Elbio. Cuando entraba y veía esos cuadrados blancos y negros en el piso del patio sentía una sensación que fue la misma que sentía ahí hasta cuarto de escuela.
¿Qué hiciste después del liceo?
Ochenta mil cosas. Estudié Psicología de viejo, empecé con treinta y un años.
¿En la UDELAR?
No, en la Universidad Católica. Es como con mi hijo de dieciséis, que está estudiando Científico y quiere ser profesor de Física. A esa edad es muy difícil saber qué querés hacer de tu vida. Hice Biológico porque me gustaban los animales y quería poner una veterinaria. Perdí matemáticas porque un profesor, que era un soberano hijo de mala madre, puso una función de raíz cúbica. Hoy en día no sé ni lo que es una función ni para qué sirve una raíz cúbica. Pero ese es un tema para Robert Silva. Entonces no pude entrar a Facultad de Veterinaria. Ahí me di cuenta que si todos a los que les gustan los animales fueran veterinarios, estaría lleno de veterinarios. Me anoté en la Escuela de Tecnología Médica en el Hospital de Clínicas, donde hice técnico en Anatomía Patológica. Trabajé de eso unos cuantos años, en el Hospital Militar. Luego tuve mi pasaje por el Seminario Interdiocesano, donde estuve cuatro años, hasta el 2000. En 2002, si mal no recuerdo, empecé Psicología en la Católica.
¿Tenías vocación religiosa?
No.
¿Qué hiciste entonces en el seminario?
El seminario es como el noviazgo. Es ver qué onda.
Podés elegir una novia más linda.
Alguien dijo que el que de joven no fue socialista es un insensible. Creo que cualquier joven católico, como yo lo era en esa época, aunque hoy ya no…
Sos un hombre de convicciones firmes.
Yo qué sé. No sé.
Fuiste bolso, fuiste católico. Vas dejando creencias por el camino.
La vida es larga. Si no, sería un embole. Algunas convicciones las mantengo. La heterosexualidad no la he cambiado.
Nunca digas nunca. Hay edades para todo.
Tengo cincuenta y dos años, no seas malo. Cualquier joven que de alguna manera está vinculado pastoralmente en alguna comunidad, en algún momento se lo plantea. De planteárselo a ingresar hay un paso importante, por supuesto. Pero básicamente el seminario es una etapa de discernimiento. Ustedes se acaban de cruzar con lo que es mi vocación. La razón por la cual salí del seminario es porque me parecía imposible de sobrellevar el hecho de no ser padre. Siempre digo que yo trabajo de psicólogo, que esa es mi profesión. Pero si me preguntás qué me define, lo que me define es ser padre de Emilio y de Juan Ignacio.
No hay muchos hombres que digan eso.
Es lo que yo entiendo como mi ser. Creo que hay una cuestión más trascendente. Entiendo que la profesión está al servicio de la vocación, de sostener materialmente una vocación. Entiendo que la vocación es algo más trascendente a lo cual uno se siente llamado. Algunos dirán que se sienten llamados por Dios. Yo no le atribuyo ese llamado. En este momento de mi vida, lo que más disfruto es estar con mis hijos, ser padre, ir al colegio, hacerle la merienda al más chiquito, bañarlo, acostarlo. En este momento estoy pasando una situación extremadamente dura, con una separación reciente de la madre del más chiquito. Esta es la primera semana que viene a pasar acá después de la separación. Durante todo ese período sentí como una amputación. Así entiendo mi vida.
Y ejercés como psicólogo.
Ejerzo como psicólogo.
¿Tenés pacientes particulares o trabajás en algún lugar?
Tengo pacientes, pocos. Podría tener más. La opción que hicimos con la madre de Juani, cuando nació, fue que yo trabajara menos para cuidarlo, porque no tenía sentido trabajar más para pagarle a alguien y que lo cuidara. Ahora nos separamos. Ella tenía el sueldo más grande de la casa, y yo quedé como botella de jardín, con el culo para arriba, y barajando las barajas. Trabajé en el Hospital Militar como técnico de Anatomía Patológica y luego como psicólogo, por lo tanto, no me agarró la reforma y con los treinta años de servicio pasé a retiro con el 100% de mi sueldo. Son cuarenta y tres mil pesos, tampoco es la gran cosa. Pero es un piso. Sé que más abajo que eso no voy a caer. Después está lo que puedo hacer a nivel de la profesión.
¿Qué define a una secta? ¿Qué es una secta?
Al hablar de eso podemos correr el riesgo de caer en una trampa de arena. Cuando dice “secta”, la persona entiende “religión desviada”, o “grupo espiritual”. Ese es un problema grave.
¿No es real?
Hay muchísimas sectas que no tienen esa presentación. Si hicieras un diagrama de conjuntos, por un lado, tenés el conjunto del fenómeno religioso y, por otro, el conjunto del fenómeno sectario, y en el medio una intersección de los dos conjuntos. Pero luego hay un montón de fenómenos sectarios que no tienen una presentación religiosa. Si abordamos el qué es una secta para responder para cada caso individual, ahí vamos a terminar en una trampa de arena de la que la propia secta se apropia. Si estuvieran hablando con un sociólogo, le diría otra cosa. Yo lo abordo desde la psicología. Hay una definición de Margaret Singer, que trabajó con sobrevivientes de Jim Jones. De Jonestown, de la masacre de Guyana.
¿Hubo sobrevivientes?
Pocos, porque a los que se escapaban les pegaban un tiro. Pocos, pero hubo. Ella dice que prefiere hablar de relaciones sectarias, para ejemplificar, de alguna manera, un tipo de vínculo que se despliega, en donde uno de los miembros de las partes de ese vínculo —hay unos colegas españoles que muy sabiamente dicen que allí donde hay dos personas hay una semilla sectaria— le inculca al otro la creencia de que tiene algún don, poder o capacidad especial, y lo somete psicológicamente a través de un proceso, que comúnmente se denomina “proceso de manipulación psicológica” o de lavado de cerebro. ¿Qué es una secta? No te podría afirmar que en el Club Nacional de Fútbol no hay una secta. En una oficina puede desplegarse ese tipo de vínculos si están las condiciones. Como decían estos especialistas españoles, es una semilla que puede germinar, si cae en determinadas condiciones, que tienen que ver con el perfil de personalidad del que hace las veces de líder y con el perfil de personalidad o la situación vital que puedan estar atravesando aquellos que son víctimas de su manipulación. Una secta podría ser un grupo, o no, de personas que bajo el influjo y la manipulación de un personaje perverso, que es el que hace las veces de líder, quedan sometidas y son llevadas desde una condición de sujeto a una de objeto, generalmente para la explotación del líder, explotación que por lo general es económica y/o sexual. Todos los que estudiamos el tema sectas hablamos del problema de la definición.
En ese criterio caben pila de cosas. Todas las iglesias tienen algo de eso.
Ha habido fenómenos grandes, como la Comunidad Jerusalén del Padre Antelo. Este tipo de fenómenos pueden suceder entre un párroco y una comunidad. Pueden suceder en una oficina, o en el ámbito psicoterapéutico, en esas terapias eternas que empiezan y nunca terminan. Hoy en día el rostro más visible y de alguna manera más preocupantes es el que tiene que ver con las pseudoterapias new age o alternativas, en donde lo que hay que tener en cuenta es que… Si me hablás del reiki y las flores de Bach, o de los registros akáshicos y de un montón de cuestiones de esas, imaginate un pescador: esa es la carnada. Del otro lado está la línea, la caña y el reel, y está el que pesca. En realidad, el reiki, con todo respeto, es como el té de yuyos: capaz no te hace bien, pero tampoco te hace mal. El tema es la relación que se establece entre el terapeuta reikista, que además se presenta como tal, y sus pacientes. Ese el problema de hoy en día. Posmodernidad mediante, ¿a quién carajo le importa irse a vivir en comunidad? En los años sesenta y setenta por ahí había una tendencia. Sigue habiendo comunidades, y las hay en Uruguay, pero no es una cuestión que sea muy popular hoy en día. La gente está captada por algún tipo de estos pseudoterapeutas y están caminando por 18 de Julio, y van al shopping, y comen pizza. Uno piensa que la gente de las sectas está metida en una comunidad, con una túnica. Todavía sucede, pero es una expresión del fenómeno que claramente está en retroceso.
¿En esa definición no entran Trump y Milei, por ejemplo? O hasta Cristina Kirchner, a la que la gente ve como una figura superior y la sigue.
Cuando ves y escuchás a los seguidores, parece que estás escuchando a un seguidor de algún tipo de gurú. La cuestión ahí está en que no hay, ni por parte de Cristina Kirchner, ni de Milei ni de Trump, un proceso de manipulación psicológica o de lavado de cerebro, que es en sí mismo lo distintivo: la violencia psicológica. Estamos hablando de personas que han sido sometidas a un proceso insidioso y violento de manipulación psicológica. Por supuesto que las masas y la publicidad son fenómenos análogos. Pero creo que el votante de Cristina Kirchner, cuando entra al cuarto secreto, conserva su libertad de meter otra papeleta.
Con la cabeza lavada hay fanatismo.
Hay fanatismo, y hay otro fenómeno que también tiene que ver con el de la secta, que es el del fundamentalismo. Lo que pasa es que cuando todos estamos naufragando en la nada, te agarrás del tablón que encontrás. Y ese tablón puede ser Milei, Cristina Kirchner, qué sé yo.
O la barra brava del cuadro.
Exactamente. Es lo que sucede con esta gente de acá enfrente. Te ven con una remera amarilla y negra y a mí, hincha de Nacional, me dicen de todo. Ese fanatismo, ese fundamentalismo que lleva a que el otro, por tener un color o un pensamiento distinto, se transforme en un enemigo que está en la vereda de enfrente, es una de las características de la secta y que se llama dualismo maniqueo: nosotros somos los elegidos, ustedes son los pecadores. Y ahí puede entrar cualquier cosa.
Israel con los palestinos. O los palestinos con Israel.
Podría ser. Si fuera sociólogo, se podía analizar desde ahí. Para mí lo distintivo es el tema del lavado de cerebro, con la manipulación psicológica como proceso que te lleva a que dejes de tomar mate, de pensar como pensás, a dejar a tu familia, tu laburo, y vengas acá a lamerme la suela de los championes, porque se me ocurre. Y que después labures veinte horas vendiendo galletitas, como los de Remar.
¿Es tan fácil manipular y lavar el cerebro de las personas? ¿O es la búsqueda de un marco de continentación que lleva a la gente a buscar liderazgos y gurúes?
Lo fundamental es una situación de particular vulnerabilidad. Puede ser, por ejemplo, un duelo, o una pérdida. No necesariamente ese duelo tiene que ser por una muerte. Puede ser por perder un trabajo. El auge de Pare de Sufrir fue con la crisis de 2002. El pensamiento mágico emerge en esas situaciones críticas de una manera muy fuerte. Te acordarás del agua de Querétaro. ¿Cuántos chárteres salían a buscar el agua de Querétaro? Lo digo sin miedo a que se me tome como poco serio: si mañana a mí me dicen que uno de mis hijos tiene una enfermedad terminal, yo no te puedo asegurar que no vaya a Querétaro caminando de rodillas a buscar el agua.
Las crisis te hacen vulnerable a esas influencias.
Son crisis en las cuales hay un hundimiento de las condiciones básicas de sujeto, de los pilares básicos que conforman el mundo interno, la estructura psíquica de la persona, y que de alguna manera la vuelven vulnerable. ¿A todo el que le pasa esto es vulnerable? No, no a todos, va a depender de estructuras de personalidad. Pero hay un axioma que dice que cualquier persona es captable, si es abordada en el momento justo por el influenciador justo, usando la técnica justa.
En un avión en caída todo el mundo deja de ser ateo.
Por supuesto. Cuando doy una charla o una clase siempre digo que el principal factor predisponente para la captación sectaria es creer que a mí no me va a pasar. Es pensar que eso es un tema de tontos, de desprevenidos, de crédulos. Que a mí nunca me pasaría eso. Yo no estoy vacunado ni inmunizado contra esto. En mis cincuenta y dos años he pasado por distintas situaciones, pero no he pasado por ningún terremoto, en donde uno sale a buscar respuestas y soluciones, y quizás, o sin quizás, la búsqueda de la persona sea sincera y honesta, pero cruzándose con un chanta en el medio, que abundan. Son psicópatas. Hay psicópatas y psicopatitos.
Tenés desde Isha hasta Ravi Shankar.
O al sanador este, el de la Costa de Oro.
¿Cómo escapa la Iglesia Católica de esto? Tiene exorcismos, por ejemplo.
No se escapa.
La aceptamos, nomás, porque es vieja y grande.
La Iglesia Católica, como cualquier otra religión histórica, tendrá su sistema de creencias y su sistema jerárquico, y su mecanismo de control interno. Pero pasó con el Padre Antelo.
Gente que deja todo, Sacerdotes y monjas que siguen un poder intangible, convencidos.
A mí nadie me obligó a entrar al seminario, y tampoco nadie me puso freno para salir.
Como a los seguidores del Padre Antelo, tampoco nadie los obligó.
Los cagaban a palos, no seas malo.
Pero cuando ingresaron…
Yo tenía una amiga que estaba ahí, y dije que era una secta, en aquel momento, cuando no sabía un carajo de sectas. Tenía olor a secta. Cuando ves esas sonrisas, y a todos felices y contentos, ves que hay algo que no cierra. Miguel Pastorino me desasnó hace poco sobre una disciplina filosófica que se llama fenomenología de la religión, que estudia el hecho religioso. Hoy no existe más, y de alguna manera se la comió la ciencia de la religión, o la filosofía de la religión. Ahí hay que ver el hecho religioso y el hecho sectario usando una referencia bíblica: “Por los frutos los conocerás”. Yo estuve esos años en el seminario y fui muy feliz. De hecho, la recuerdo como una de las etapas más felices de mi vida, donde crecí mucho como persona y maduré mucho. Si yo dejaba la taza en la cocina de la comunidad, venía uno y me decía: “Gordo, la taza, no jodás”. Todos fumábamos, pero había uno que no, y puteaba. Era otra época. En ese ringuirranga, madurás y crecés. De repente en tu casa dejás la taza porque viene tu vieja y la lava. Pero estamos hablando de que tenía veintipico de años. Hoy en día a esa edad sos bastante pendejo. Creo que hay que ver el tema de los frutos. Uno podría decir que la gente entra a ese tipo de grupos y dicen que les hacen bien, y que son felices. Si ahora pusiéramos acá cuatro rayas de merca, también seríamos felices. Pero sabemos a dónde va eso, y qué está anestesiando, qué está tapando. Es una opinión personal, y estoy muy distante de la Iglesia Católica desde hace veinte años, pero en mi época, para entrar al seminario pasabas por un grupo de pastoral vocacional que te seguía durante todo un año, por una psicóloga que te hacía un psicodiagnóstico y, si todo eso daba que no estabas chapa, recién ahí ese equipo te presentaba al obispo como candidato. Y el seminario tenía sus propios requisitos, entre los que estaba que tenían que tener entrevistas con psiquiatras. Eso era en el año noventa y pico, y después dejó de existir.
Con todos esos filtros, ¿cómo está lleno de pedofilos?
Porque esos filtros ya no están más. Te estoy hablando de la arquidiócesis de Montevideo. Esos filtros dejaron de estar, y veías entrar cada engendro… Tenían a Santa Rita en el cuarto, a San Guichito y a San Bayón. Voy a hablar a calzón quitado. Después te enterabas que estaban teniendo sexo con el otro, y después les pegaban una patada en el culo. Pará. A mí me gustan las minas y hago todo lo posible por ser célibe y casto, y estos locos se enfiestan, ¿cómo es? No sé si esos filtros previos existen hoy. En la época en que yo todavía estaba vinculado creo que el Papa Juan Pablo II algo les dijo cuando vino acá. Pero me parece que los obispos tenían los brazos un poco enyesados. Si les pasabas un jarrón por delante, lo ordenaban sacerdote.
En Europa se han destapado cuatrocientas mil denuncias de menores violados en los últimos cuarenta años. Por algo atrae a toda esa cantidad de pederastas. ¿O se convierten en pederastas después?
Tengo una opinión personal con respecto a esto, que la puedo basar en la psicopatología. Me parece que es un intento fallido que el tipo hizo para tratar, de alguna manera, psicoanalíticamente, de sublimar su perversión. Pero es insublimable por ese lado, y termina saltando, porque es un mecanismo fallido.
Pusiste como ejemplo a Pare de Sufrir. ¿Cuál es la diferencia?
La diferencia, básicamente, podría estar en dos aspectos. Vamos a ir a uno más estadístico. Hay determinados grupos a nivel internacional que están reconocidos como sectas por los estudiosos de tema, por la cantidad de denuncias, de testimonios, de exadeptos, y porque sobre estos exadeptos se pudo hacer investigaciones clínicas. Ese es un criterio. Otro es que lo que define a una secta es el proselitismo engañoso, que es que vos nunca sabés los verdaderos fines que esa organización persigue. Puede haber fenómenos sectarios en las religiones tradicionales, sí, porque, como vimos, es un tema vincular. Pero cuando te acercás a la parroquia de la esquina sabés que es Biblia, tradición y catecismo. Y si viene uno con algo debajo de la mesa, podés entrar a dudar del asunto. Eso, por un lado. Hay grandes organizaciones, estructuras internacionales, que son sectas. Una de ellas es el Movimiento para la Integración en el Sublime Absoluto (MISA), que estaba en la Universidad de la República.
¿Lo del yoga?
Lo del yoga. De vuelta, el yoga es muy bueno, pero es la carnada. El tema es que del otro lado de la caña estaba Gregorian Bivolaru, el rumano, que les veía el aura a las chicas, que se tenían que sacar una foto en ropa interior. Es uno de los criminales más perseguidos de Europa, y creo que todavía sigue prófugo. Si a vos, estudiante de la Universidad de la República, te dicen: “Yoga y meditación, aprobado por el Servicio de Bienestar Estudiantil de la Universidad de la República”… ¿Quién puede dudar del bien que hace la práctica de la meditación? Yo la practico. O de la práctica del yoga. ¿Quién puede poner en duda que la meditación y el yoga son buenos?
Nadie.
Entonces vas a practicar yoga y meditación. El tema es que después, si sos mina y estás buena, terminás en un campamento en Costinesti en el Mar Negro, filmando películas pornográficas. Si de entrada te hubiesen dicho que te invitaban a eso, a masturbarte hasta lograr el orgasmo mientras se filma una película pornográfica que se va a distribuir clandestinamente, ahí decís que no. Pero si te dicen que vas a practicar meditación y yoga, vamo’ arriba. El proselitismo engañoso es una de las claves centrales.
¿Se da mucho?
Yo, una vuelta, estaba en Pocitos haciendo tiempo para ir al psicólogo de uno de los hermanos de mi hijo mayor, y viene un muchacho con una pila de libros, que me abordó y me preguntó si estaba a favor de la paz. Le dije que sí, y me dijo que qué bueno, que ellos estaban haciendo una campaña en favor de la paz y que, si me interesaba, podía ir a la jornada, que incluía una degustación de comida vegetariana y una recitación de mantras. Le pregunté si era el mantra Hare Krishna, el que tenés que repetir mil setecientas veinticuatro veces por día, y me preguntó si yo ya había estado en algún centro. Le respondí que no, y me preguntó si estudiaba el tema de las sectas. “Lo dijiste vos, no yo”, le respondí. Veo un montón de gurises por 8 de Octubre, y creo que por el Centro también, que andan con llaveritos, y te hacen ese mismo speech. A eso la psicología social cognitiva le llama “técnica del pie en la puerta”: te digo algo con lo cual te obtengo un primer sí, con el cual todos los demás síes se dan más fácil, porque está demostrado que al cerebro, desde el punto de vista de la neurociencia, no le gusta contradecirse. Si dijiste que no de entrada, va a ser mucho más difícil que ese no se transforme en un sí. Por eso empiezan por decirte que están haciendo una campaña para poder llevar agua a los barrios carenciados. ¿Quién se va a oponer a eso? ¿Quién se opondría a aportar para una olla popular? ¿O para hacer una campaña en favor de la paz? La recitación de mantras es una de las técnicas que utilizan las sectas, porque el recitado de mantras puede llegar a inducir estados de trance en los cuales se pueden producir ciertas visualizaciones, en las que comienza otra técnica de manipulación que es la atribución de sentidos, por la cual se hace creer que se están alcanzando nuevos niveles de conciencia, y se sugiere participar en un retiro para poder seguir avanzando en ese proceso. Y ahí, en el retiro, está todo el engranaje del proceso de manipulación psicológica puesto encima de la persona. A mí a veces me preguntan si he ido a tal lado o si he intentado meterme en tal otro. No. ¿Para qué? Si yo sé que…
Todos funcionan con los mismos mecanismos.
Básicamente, sí. Aunque yo, aunque parezca que no, tengo mi lado flaco. ¿Para qué me voy a exponer? ¿Para qué me voy a tomar la raya de cocaína?
Lo del camino rojo tiene un grado de irracionalidad. El jabón de la descarga vaya y pase, pero…
El camino rojo, la ayahuasca…
La Tierra plana.
El fenómeno de las sectas es un fenómeno border, que toca, por ejemplo, las teorías conspirativas, con los conspiranoides, lo pseudoterapéutico, lo new age. Es un fenómeno que toca muchos puntos, no es solamente espiritual. Herbal Life, por ejemplo. Mis padres, hace ochenta mil años atrás, fueron a Best Line. Después con eso lavábamos los platos, ventanas y hasta hicimos dulce con detergente Best Line, porque tenían que comprarlo para llegar a tal cosa y de esa forma participar de un congreso. Hoy, siglo XXI, te pasan el video con el tipo exitoso, que cambió de vida, que te ofrece ganar diez mil dólares por semana trabajando desde tu casa. Te preguntás cómo hay gente que lo cree.
Pero ahí está la búsqueda de una satisfacción económica. Lo ven como una especie de negocio.
¿Pero quién gana diez mil dólares por semana desde la casa? Es tan increíble como el jabón de la descarga, el temazcal, la ayahuasca o los registros akáshicos, o que si te duele la rodilla tiene que ver con el óvulo de tu abuela que sufrió mucho estrés. No quiero tener juicios. Ya tuve uno con esto del rumano, y no le ganamos, pero se fue al mazo. Lacan, el psicoanalista francés, decía que en definitiva todos queremos que alguien sea el timonel de nuestra vida. ¿Sabés cuánta gente se sienta y me dice: “¿Qué hago?”? Yo qué sé. El día que yo le diga a alguien qué es lo que tiene que hacer, me transformaré en manipulador.
¿Qué es lo que motiva a una persona a acercarse a ese tipo de organizaciones?
Con respecto a las organizaciones macro creo que podríamos trazar una raya y decir que es más claramente cómo el reclutamiento funciona en los momentos de crisis. Después estamos en un tiempo sociocultural especial, particular, de crisis, de que salimos de una pandemia y entramos en una sequía. Vivimos en un tiempo donde la incertidumbre campea, con la caída de los metarrelatos, de las grandes ideologías y los grandes sistemas de creencias religiosas. La Iglesia Católica ni pincha ni corta hoy en día. Creo que Sturla lee este semanario, discúlpeme excelencia. La caída de la modernidad, la posmodernidad y la new age dan una mezcla en la cual, si vos estás en un asado y decís que empezaste terapia, todos te van a mirar y van a pensar: “Pobre, ¿qué le pasa? ¿Estará loco?”. Pero si decís que el otro día fuiste a abrirte los registros akáshicos, te van a decir que qué bueno, que cuentes. Estamos en un tiempo particular en el que hay una disposición particular a ese tipo de cuestiones mágicas y seudocientíficas. Es sumamente contradictorio, porque todos tenemos un teléfono inteligente y convivimos con la ciencia y la tecnología que nos permiten tener como hecho y realidad lo que de chicos veíamos en Los Supersónicos. Por otro lado, hay un retorno a la edad de las cavernas, a las hierbas mágicas, a las danzas circulares, a los rituales extraños y a lo mágico. Estamos en ese tiempo.
¿Por qué sucede esto?
Muchas veces tenés la sensación de que los brazos se te caen. “La puta madre”, pensás, “soy psicólogo, estudié cuatro años una carrera, tengo que cumplir un montón de requisitos para poder ejercer, y encima de todo viene uno con un turbante en la cabeza y tira los buzios, o aparece el péndulo de TikTok, al que le preguntás cosas, pagándole al fulano que está del otro lado”. Si están desvelados o son noctámbulos, los invito a que escuchen a los paes que se ponen a hacer todo tipo de adivinaciones y demás. Utilizan una técnica muy vieja, que es la de la lectura en frío. Cuando una persona viene a preguntarte por el futuro, algún problema tiene. Si tu vida marcha sobre ruedas, no lo hacés. Y los problemas que la gente tiene son, básicamente, de salud, económicos, laborales o sentimentales. Y les tiran las cartas. Si escuchan con atención, se van a dar cuenta de que es el consultante el que da la información al supuesto vidente gurú, que se la devuelve a través de esa lectura de cartas o de la borra del café.
¿Cuánto influye un sistema que genera baja autoestima?
Mucho.
La competencia feroz.
Son opiniones personales, pero a los cincuenta y dos años y después de más de veinte años estudiando, aunque no me considero un experto porque creo que para eso tenés que hacer una tesis doctoral e investigar, y eso acá es imposible, pero creo que estudié bastante el fenómeno como para poder dar mis propios puntos de vista. Creo que el tema está, básicamente, en la familia y en la disfuncionalidad familiar. Es lo que me está pasando a mí hoy en día. José María Baamonde, el psicólogo argentino, hablaba de uno de los factores predisponentes para la captación sectaria, y mencionaba el síndrome de ausencia paterna. Generalmente los líderes de sectas se presentan como padres o como madres perfectas. Creo que hoy la disfuncionalidad familiar genera autoestimas débiles, en un sistema por ahí muy competitivo, en donde un chino se come un murciélago y tenemos que estar encerrados tres años, preguntándote que qué mundo de incertidumbre es este. ¿Puedo yo planificar de acá a tres años? No tiene el más mínimo sentido. Mirá cómo estamos, tomando agua con sal. ¿A alguien se le ocurrió que nos podía pasar esto?
No se les ocurrió a los que tendría que habérseles ocurrido.
Sin duda, pero a los que se les tiene que haber ocurrido fue a los que nosotros pusimos para que se les ocurrieran las cosas que a nosotros no, o que no podemos llevar a cabo.
Hablaste al pasar de las flores de Bach y la homeopatía. Hay como un manto de demostración científica de determinadas prácticas, que es trucho, en definitiva.
La pseudociencia y la pseudoterapia se mezclan. Es una cuestión que está entreverada. El problema de las sectas es un problema de salud y de salud mental, más que de religión o de espiritualidad y educación. Está en juego la salud mental de personas que, en lugar de ir a personas más o menos formadas, como uno, terminan en una cuestión de estas, como Fabio Ceramella. El tema está en que, mientras la terapia sea complementaria, no me importa. Si a mí el año que viene me dicen que mi páncreas tiene un coso así, y me quiero hacer reiki, no hay problema mientras sea complementario. El tema es cuando pasa a ser alternativo. Acá empieza lo conspiranoico. Hay cosas que la ciencia médica oculta, porque a los laboratorios no les conviene que se sepan, porque el negocio de los laboratorios está en vender estos fármacos. Estas cosas que oculta la ciencia médica nos las revela la sabiduría que la descubrió China hace mil setecientos años, y nosotros te la presentamos para que puedas curarte de este mal, y sin que vayas más al médico, al oncólogo, porque lo que te cura es esto otro. Ahí está donde se entrecruza lo pseudocientífico, lo pseudoterapéutico y lo sectario.
Dice Vega que sos parte de la agenda 2030, que promovés la vacuna asesina.
Claro. Yo me di cinco dosis. El fenómeno de los antivacunas durante la pandemia fue interesantísimo, visto desde este punto de vista.
Desarróllalo.
Yo veía todo eso, el conspiracionismo, la pseudociencia, el oponerse a las autoridades sanitarias, de las que me importa tres carajos de qué partido sean. Si me dicen que me tengo que poner un tapabocas, me lo pongo. ¿Por qué? Porque lo dice el médico, y eso no es una falacia de autoridad, porque tiene una evidencia científica que lo respalda. Por algo nosotros la llevamos como la llevamos. Ver ese fenómeno de los antivacunas, que era como una especie de terraplanismo, con esas marchas… Creo que la mayoría están mal de la cabeza. Había allí algo muy análogo a lo que hablábamos al principio con respecto a Cristina Kirchner y Milei. Hay gente que necesita el palo en el medio de la tormenta, y que agarra el palo que le dan. En la pandemia fuimos actores de una película de ciencia ficción. Yo me asomaba al balcón y parecía 1º de enero, y era 17 de marzo. Era increíble. Venía del supermercado y me tenía que sacar la ropa y ducharme. Todas esas cosas, que al principio fueron tan fuertes, hoy se empiezan a borronear en nuestro recuerdo. La semana pasada hubo una actividad en el colegio de mi hijo más chico, y llevé a mi mamá, que tiene ochenta y dos años, está en silla de ruedas y vive en un residencial, al que entró por la pandemia, junto con mi padre, que después falleció. La directora la saludó y le dijo que nunca antes había ido. “Lo que pasa, Silvana”, le dije, “es que el año pasado, cuando fue el día del abuelo, había protocolos y mamá no pudo venir”. Nos estamos olvidando. Lo que pasa es que cuando vos estás como el culo, estás como el culo, pero cuando estás bien entonces rápidamente te olvidás que estuviste como el culo. Es normal.
Cuando estás mal te aferrás a cualquier cosa.
Podés aferrarte a cualquier cosa, dependiendo de las convicciones, del perfil de personalidad. Hay ciertas variables. No es que a cualquiera que le dan un diagnóstico terminal termina haciendo setenta mil novenas o yendo a Pare de Sufrir. No todo el mundo. Hay una cuestión de perfil de personalidad que no ha sido posible aislar desde el punto de vista psicológico, como para decir que sucede con las personas que tienen determinado trastorno o perfil. Sabemos, sí, de repente, que las personas con un perfil de personalidad más esquizotípico o pasivo dependiente tienen… O también los trastornos limítrofes. No trastornos, sino rasgos de personalidad, que no son lo mismo que un trastorno. El esquizotípico, sin dudas, porque es que tiene cadencias raras. Es el que te va a venir a hablar de los extraterrestres. Siempre digo lo mismo: ¿por qué yo nunca vi un extraterrestre? Me encantaría.
Porque no estás preparado.
No debo estarlo. O no tomé lo suficiente de lo que haya que tomar para verlo. Seguramente debe haber una dosis. Después de cuatro botellas de whisky ves una invasión extraterrestre.
Frente a todos los pseudocientíficos que surgen con terapias alternativas, ¿no tendría que haber una autoridad sanitaria que controle eso? Una cosa es que vayas a hacer yoga, y otra es que te digan que eso te va a curar del cáncer.
Me hacés acordar a unas gotitas que son muy famosas. No estoy a favor de una legislación antisectas, como la hay en otros países.
¿Por qué no? Vos creés en la libertad religiosa.
Empezamos hablando de que son una parte del conjunto, primero. Creo que sería muy peligroso, el quién determina qué. Seguramente haya que crear un organismo en algún ministerio, al que quizás después se le ocurre que el semanario Voces es una secta.
Lo es. Hemos captado a varios.
Yo soy la carnada. ¿Pero qué pasa? Creo que, además, el prefijo anti-, en estos temas, también es sectario. Hay un tipo en Argentina, Pablo Salum, que estuvo en una secta y ahora está promoviendo la ley antisectas. Sin ser abogado, creo que ya hay legislación, como la violencia privada. Hay una legislación que se usó cuando el caso de la Comunidad de Jerusalén, o cuando Los Guerreros de Ho Li Tao. Lo que falta es formación. Lo que pasa es que, claro, un perito va a decir que así como hay gente que cree que un pedazo de pan y un poco de vino se transforman en el cuerpo y en la sangre de Cristo, eso no tiene mucha diferencia con que otros crean que el comandante supergaláctico Jesucristo viene a buscarlos en la cola de un cometa y que para eso tienen que tomar un fenobarbital con vodka. Uno termina suicidándose, como el caso de Heaven’s Gate (La Puerta del Cielo). Creo que no hay formación. Con Miguel Pastorino vamos a dar este curso como una forma de generar prevención. En mi facultad el tema sectas se daba en psicología de la religión. Yo iba como docente invitado, y ya entraba pateando, diciendo que esa clase no tendría que estar en esa materia. No estamos entendiendo de qué va el tema.
¿De qué va?
El tema es violencia psicológica. Una situación de violencia de género, de violencia doméstica, es una relación sectaria si aplicamos la definición de Margaret Singer. Hubo un intento desde la Federación Uruguaya de Psicoterapia, pero creo que desde el punto de vista de la psicología es bastante difícil definir qué es psicoterapia y qué no lo es. Hay una sola corriente que tiene validación científica, la cognitivo conductual, que es la que yo sigo. Después, las otras, no tienen validación científica. Decime dónde carajo está el inconsciente. Podemos hablar del yo, del ello y del superyó. No tienen validación científica. Entraría en el campo de la pseudoterapia. Que me perdonen los psicoanalistas. Ya me han puteado de tantos lados que estoy curtido. Creo que la autoridad sanitaria tendría que ser un poco más dura, o preocuparse más por la salud mental de la gente cuando la gente va a terapeutas. Y que el término terapeuta no fuera usado tan indiscriminadamente. Pero es un término vago, en sí mismo. ¿Cuál es mi título? Licenciado en Psicología. Eso me habilita a ejercer la psicología dentro de los distintos campos que tiene, entre ellos la psicoterapia. Entonces puedo ser un psicoterapeuta. En España hay una campaña que se llama “#coNprueba”, una campaña del Ministerio de Sanidad español sobre el tema de la pseudociencia y la pseudoterapia. Hay un video donde se ve una persona que va a una tienda porque se le rompió a pantalla del celular, y el técnico le hace como una especie de pases mágicos al aparato, la muchacha, al verlo, agarra el celular y se va a otro lado con un técnico verdadero. El aviso termina preguntando por qué cuidás más tu celular que tu salud mental. Campañas de ese estilo, que alerten sobre lo que tiene validación científica y lo que no, sobre lo que es una pseudociencia y una pseudoterapia.
En Uruguay para aprobar el uso de un medicamento hay que pasar por un montón de controles. La homeopatía y las flores de Bach, ¿nadie las controla?
La homeopatía, en mi opinión, no sirve para nada, pero la ejercen los médicos y creo que está relativamente aceptada, a regañadientes, por la medicina. La homeopatía y las flores de Bach no tienen mucha diferencia y son, desde mi punto de vista, el agua con azúcar más cara de mundo.
¿Cuál es hoy, la secta más peligrosa en el Uruguay?
No tengo ninguna duda que son las terapias alternativas new age, las pseudoterapias. Sin duda.
Que afloran todo el tiempo por todos lados.
Sí. Se multiplican y mutan permanentemente. Son un universo inabarcable. Terapias con gemas, con rayos, con ángeles, con regresiones a vidas pasadas. Y el peor entrecruzamiento es el psicólogo que además introduce ese tipo de elementos en su labor profesional.
Las regresiones son algo que muchos psicólogos hacen.
Pero hablo de regresiones a vidas pasadas. La regresión que plantea el psicoanálisis es otro tipo de regresión. Es una regresión de transferencia, en la que lo que emerge es el contenido reprimido infantil. No es que te digan que fuiste un indio que estaba arriba de un árbol.
Todo el mundo fue cacique, emperador o Cleopatra. ¿Qué diferencia hay entre eso y la santería, y los que ponen gallinas y pop?
No hay diferencia, salvo que en la religión umbanda han hecho un esfuerzo bastante importante para desmarcarse de todo ese otro sector más chanta gurú. Te lo llevo a otro terreno. A mí me pueden decir que tengo tal enfermedad y yo puedo ir a rezar a la parroquia, y puedo pedirle al cura la unción de los enfermos y hacer un montón de cosas, pero sigo yendo al médico, y capaz que me operan. Hay una parte de la umbanda que también funciona así, pero hay otra que no.
Pero los curanderos siempre existieron acá.
Sí. Bueno, te acordás de los yuyos, eran asquerosos.
Me acuerdo de la tirada de cuerito y del mal de ojo.
Eso forma parte de cierta cuestión mágica que entra dentro de un proceso de evolución del pensamiento científico y racional. No sé cuánta gente hoy se empacha y se tira el cuerito. Yo tomo Hepamida, qué sé yo, y todo bien.
¿Todo esto es más peligroso que Pare de Sufrir?
Creo que sí, porque entra en juego la salud mental. Van personas con trastornos de personalidad. Y de alguna forma está más invisibilizado. Hay otras que son peligrosas, donde vos vas y te parás y tenés charlas de filosofía, de los egipcios, los faraones, charlas de supervivencia, de superhéroes y de lo que se te ocurra, hasta terminar en movimientos de corte neonazi. Creo que esas cosas son peligrosas. Pare de Sufrir, Dios es Amor, todo lo que son los movimientos neopentecostales de origen brasileño, pululan y pululan, pero me parece que las terapias alternativas han ido ocupando cada vez más espacio, y están de moda. Son cool.
Trascienden todas las clases sociales. Otras cosas son para otros segmentos, no sólo social y económico sino educativo.
Lo que pasa es que las iglesias neopentecostales de origen brasileño les sacaron a los pobres lo último que les quedaba, que era la esperanza. Es así. ¿O te pensás que paran Mercedes Benz acá en la catedral de Pare de Sufrir? Los ejecutivos están con Ravi Shankar en Carrasco. Cada secta tiene su target, por supuesto.
En el fondo todo se reduce a salud mental.
Desde mi punto de vista, sí, porque soy psicólogo. Lo veo desde ahí. Es un problema de salud mental, y de salud en general. A mí me tocó acompañar a una familia cuyo miembro estaba con un gurú, teniendo cáncer y habiendo entrado ya en etapa terminal. Dejó la quimioterapia por el gurú, y murió. Fui testigo de esa situación. No podían hacer nada. ¿Qué se podía hacer? Son mayores de edad, además, y van por su propia voluntad, sin que aparentemente nadie los obligue. Van caminando por la calle, no están en una comuna, como Jim Jones. No son una secta. En Uruguay decís “secta” y la gente piensa en “religión descarriada”. Y en realidad cuando hablás de secta en lo que tenés que pensar es en violencia y manipulación psicológica, que puede ser de origen religioso, o terapéutico.
Político.
También. El Nuevo Partido Comunista, de Andrés Pereira, era una secta política. En la intersección de conjuntos, fenomenológicamente el Nuevo Partido Comunista no entra como religión, por más que creo que, si entrás a rascar y a rascar, te encontrás con Santa Evita y con Santa Cristina, aunque eso no es lo primero que ves. Por ejemplo, si vas al estadio y ves entrar a las hinchadas, ves que hay una liturgia. Hay un ritual. Somos un país laico y la religión es el fútbol. Usamos términos religiosos. Si ganamos en Perú y empatamos con Ecuador, decimos que “nos salvamos”.
¿De la biodecodificación no vas a hablar nada, para explicar qué es?
Es una mezcla de un método pseudoterapéutico, sin validación científica, fundado por un psicólogo catalán, Enric Corbera, lo cual lo legitima. Ahí está la falacia, también, en que es un psicólogo. Utiliza elementos de la psicología analítica jungiana, del psicoanálisis, mezclando elementos de la psicosomática de París y la nueva medicina germánica, y con eso te hace un combo sobre el origen emocional de las enfermedades. Es una verdad a medias. La psiconeuroinmunoendocrinología habla del impacto que tienen las emociones sobre los distintos sistemas psiconeuroinmuneendócrinos, pero no todas las enfermedades tienen un origen emocional.
Pero podés tener más defensas si estás bien.
El estrés, entre otras cosas, hace que suba el cortisol en sangre, y con eso bajan los linfocitos T, que son las defensas. Se han hecho estudios de personas vacunadas contra la gripe, estresadas y no estresadas, y se vio que las estresadas se infectaron más. El efecto de la vacuna era mejor en las no estresadas.
¿Cómo calificás a los veganos?
Es un esnobismo. Son personas con algunas posturas radicales, pero es un movimiento al que entrás sin un proselitismo engañoso.
Hay necesidad, entonces, de hacer campañas desde el punto de vista público.
Como en España, para que la gente se informe sobre dónde pone su salud mental, en las manos de quién. Hablo de salud mental porque es el área que me toca.
Me voy con más dudas de las que vine.
Bueno, mejor.
Me gustaría saber cuál es la secta del tatuaje del pescado.
Esto fue de mi época cristiana. Tiene una fundamentación bíblica. En la Biblia se dice que “a aquellos que me nieguen delante de los hombres yo los negaré delante de mi padre”, y yo pensé que, si me hacía ese tatuaje, iba a ser de los primeros en resucitar. Hoy en día vivo como una pérdida, con el paso del tiempo y del estudio de estas cosas me he vuelto escéptico, y a veces me encuentro en situaciones en las cuales, en otros momentos, hubiera mirado para arriba. Hoy no sé para dónde mirar. Por suerte, mi acercamiento al budismo como filosofía, no como religión sino como práctica, me mantiene en una situación como plantea el samsara: hoy estoy abajo, pero ya estaré en el medio, y después estaré arriba, y después abajo, porque así es la montaña rusa. Pensar que, en definitiva, cuando algo empieza le estamos poniendo la fecha de vencimiento en el dorso. No hay nada que sea eterno. De alguna manera eso me permite tener un equilibrio, porque además entiendo que la dimensión espiritual es una dimensión antropológica.
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