La murga forma parte indisoluble del “ser” uruguayo. Instalada hace décadas como un hecho cultural fundamental, ha tenido un desarrollo artístico como ningún otro género. Desde los años 80 a la fecha, el fenómeno de la murga (que empieza a inicios del siglo veinte) ha evolucionado y demostrado que puede vestirse con diversos trajes estéticos. Más allá de posiciones político-partidarias, la murga uruguaya es una expresión única en el panorama musical-teatral latinoamericano. Autores y compositores de canciones de la MPU han utilizado en sus obras algunos patrones y elementos del lenguaje murguero. Músicos que no necesariamente tienen que ver directamente con la murga o el Carnaval. O sí. Uno de estos artistas es Jaime Roos. En “Candombe del 31” (1977) aparece la canción “Cometa de la Farola” que es una murga-candombe adobada con elementos de la música pop. Podríamos decir que es una murga beatle hasta por su espíritu. La idea no fue recrear lo folclórico sino fusionar la marcha-camión (bastante rápida en la versión original y luego “corregida” en la segunda) con lo beat y el rock. Y es quizá el primer intento de este tipo en Uruguay. «Cometa de la Farola» está dedicada al club Defensor de Montevideo y cita en el texto el color histórico de su camiseta. La aparición de “viola” es un juego con la jerga rioplatense para referirse al instrumento guitarra y al mote familiar del cuadro de fútbol (“Juguete coleando eres mi corazón/ La viola sonando y cantando otro gol/ Dale más piola que llega hasta el sol”).
Otro músico importante de la misma generación de Roos fue Jorge “Choncho” Lazaroff. También trabajó con elementos de la murga y uno de sus puntos altos fue “Baile de Máscaras” (Raúl Castro/ J. Lazaroff) aparecida en “Juntos” (1981), tercer álbum de “Los que iban cantando”. Más allá del costado experimental del arreglo en lo armónico y en lo tímbrico, la murga está presente en el espíritu de toda la canción, con más contundencia que en la de Jaime. Y lo extraño es que sin aparecer explícita, igualmente escuchamos el patrón básico de la marcha. El texto toma como excusa el pasado histórico murguero (nombrando a sus directores legendarios), para pegarle al presente político (“¿Quién vino a golpear a tu puerta/ Pepino de triste sonrisa/ Ayer desdentados cantares / Cachela de antigua alegría?”). La parte B es sugerente: “Rascá la cáscara/ Bailar de más caras/ Porque las risas/ Porque las caras/ Porque pintadas/ Dicen por qué/ Revuelven y remueven la hojarasca/ Renazca matracarnaval”. Y el juego dadaísta presente en cáscara-máscaras-más caras.
Jorge Galemire no hizo específicamente murga, pero tiene alguna canción donde se cuela, transformada y alejada del ámbito del tablado. En “Presentación” (1981) aparece una balada con una fuerte influencia de rock sinfónico con base de murga. Estamos hablando de un patrón folclórico uruguayo que dialoga con una armonía, un ámbito y una sonoridad internacional. “La Fogata” es una refinada canción con una bella y melancólica melodía: “Vení/ Arrimate a este hombro/ Que es tu amigo/ Vení/ Arrimate a esta murguita/ Un poco triste”. La marcha-camión permanece en toda la canción, subterráneamente. Y si existe un paradigma de murga-canción en la época que estamos mencionando, esa es «A redoblar», escrita por Mauricio Ubal y Rubén Olivera en 1979. La obra aparecerá al año siguiente en el álbum «Para abrir la noche» del grupo «Rumbo». Se convertirá casi de inmediato en un himno, en el peor momento socio-político del país. Pese al dramatismo desolado de la canción, esto no fue obstáculo para que fuera abrazada o quizá esa desolación significaba demasiado. «Volverá la alegría/ A enredarse con tu voz/ A medirse en tus manos/ Y a apoyarse en tu sudor». La primera estrofa es casi una certeza y un documento. Hay un parentesco con la canción de Castro/ Lazaroff, en lo sustancial, solo que la de Ubal/ Olivera es más abarcativa y directa » A redoblar/ Muchachos esta noche/ Cada cual sobre su sombra/ Cada cual sobre su asombro a redoblar/ Desterrando la falsa emoción/ El la-la-lá, el beso fugaz/ La mascarita de la fe». El punto alto es la coda final con dos versos que se transformaron en icónicos: «Porque el corazón no quiere/ Entonar más retiradas». Y aquí existe un eco evidente con la otra gran murga-canción cuasi modélica: «Retirada» de Jaime Roos. Y es valioso verlo en perspectiva. Estos músicos se escuchaban entre ellos, se influenciaban; no se copiaban superficialmente. Y está claro que «Retirada» fue la canción matriz de «A redoblar» y de «Baile de Máscaras». «Retirada» aparece cerrando el segundo álbum solista de Roos, «Para espantar el sueño» (1978). La canción y el disco fueron trabajados en Francia («Recordaron sus labios/ La diferencia/ Del gusto del café/ (…)/ Se clavó su mirada/ En la leyenda/ Que ordenaba en francés). Y más adelante («La música inmigrante/ Le preparaba/ Un encuentro casual/ Y así como venía/ Le dio de punta/ A una pelota fugaz») Todos estos episodios, el del bar y el de la «pelota fugaz», son autobiográficos y Jaime decidió incluirlos en el texto. Pero la canción no es una simple tarjeta de turista. Habla de la nostalgia por su país y del drama político que atravesaba. Ya lo explicó una vez el mismo Roos. La eterna coda no es otra cosa que la gente huyendo del Uruguay en dictadura, por militancia o por circunstancias económicas («…Se va se va la murga/ Aunque ya nunca/ Pueda decir adiós…»).
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