Home Entrevista Central Carlos Varela, diputado frentista Perdimos la batalla cultural y la derecha logró instalar algunas cosas

Carlos Varela, diputado frentista Perdimos la batalla cultural y la derecha logró instalar algunas cosas

Carlos Varela, diputado frentista  Perdimos la batalla cultural y la derecha logró instalar algunas cosas
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Es una de las personas claves que permanecen en Asamblea Uruguay y mantiene totalmente su espíritu crítico para la interna partidaria. Hombre de bajo perfil, analítico y con mucha experiencia militante, nos pareció indicado entrevistarlo para tener su visión política desde la oposición.

 

Por Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

¿Cuáles fueron los motivos de la derrota del Frente?

Nunca hay un motivo solo, hay varios que se van juntando. Creo que el Frente y la gente nos avisaron de esto. Se fue perdiendo el contacto con la gente en su conjunto, y con las organizaciones sociales en particular. “Ustedes no están”, nos decían cuando íbamos a un barrio. Nos llegaban los avisos. Y no supimos responder en tiempo y en forma. Una de las cosas que hay que aprender, que ya sabemos, pero en realidad no practicamos, es que la política no se hace solamente en las elecciones.

Lo sabíamos.

Lo sabíamos y lo sabemos. Pero el gobierno absorbió a los cuadros principales del Frente Amplio. La fuerza política quedó muy debilitada. Se concentró todo en los poderes Legislativo y Ejecutivo, en las empresas públicas, y la fuerza política quedó sin mucho músculo para poder desarrollar lo que era fundamental, que es el estar en el territorio. No solamente en Montevideo, sino en todo el país. Fue notorio, y ese fue uno de los problemas. Lo otro, que está entrelazado con esto, es que la relación con las organizaciones sociales se debilitó. Es natural que haya contradicciones entre los sindicatos y el gobierno, por ejemplo. Pero no siempre supimos administrarlas correctamente.

Sin embargo, dicen que el sindicalismo es el brazo del Frente Amplio.

Lo cual es un disparate. No es cierto.

Ahora cambió. Ahora el Frente es el brazo político del sindicalismo.

Que la central de trabajadores del Uruguay tiene una orientación fundamentalmente de izquierda es absolutamente cierto e inobjetable. Pero si uno observa cómo fue la relación de la central con el gobierno del Frente Amplio, y de algunos sindicatos en particular, a nivel nacional, como antes lo fue entre ADEOM y la Intendencia, se ve que aquello de la independencia de clase no es un discurso, es una realidad. Y me alegro que exista.

También rompen un poco.

Pero es natural. Es lógico. Esto lo aprendí en la relación con ADEOM, cuando era edil, justamente. E inclusive con el sindicato que en aquel momento había en la Junta Departamental, que me imagino sigue existiendo. Hay roles diferentes y hay que entenderlo. Un frenteamplista en el sindicato no necesariamente tiene que decirle amén al gobierno, sino que debe defender los intereses naturales y legítimos que tiene como dirigente sindical. Y si eso lo enfrenta con un gobierno de izquierda, no está mal, está bien. Saber identificar esos roles es clave, y no siempre lo supimos hacer. Y a veces la molestia de nuestra parte, o el enojo frente a actitudes sindicales, y me incluyo, nos distanciaron y no siempre nos encontraron en lo que debe ser un bloque social y político que impulsara los cambios. Hay otro tema, dicho mil veces, que es el tema de la comunicación. En este tema fracasamos rotundamente.

¿Por qué?

Ojalá tuviera la respuesta. Creo que tengo algunas. No supimos profesionalizar la comunicación. Hoy la comunicación ya no es de amateurs.

No es el compañero que pintaba carteles.

Exactamente. Ya no es el compañero que con la mejor voluntad te pinta un cartel, te saca un volante o un periódico. Hay que seguirlo haciendo, sí. Pero hoy la comunicación, y este gobierno lo sabe muy bien, es profesional, de gente preparada, especializada, que analiza la sociedad, que sabe qué mensaje dar en cada uno de los lugares. Nosotros no lo supimos hacer. Y lo que más me preocupa es que tuvimos avisos de eso. La gente te lo decía. Pero no le encontramos la respuesta. Y no le encontramos la respuesta ni en el gobierno ni en la fuerza política. En el caso del Frente Amplio, creo que se había mejorado en el último tiempo del último gobierno. Hubo compañeras y compañeros que se pusieron la tarea al hombro, con especialidad en la tarea. Pero en el gobierno no, notoriamente. Utilizamos instrumentos viejos, como la revista, comunicados que no eran los adecuados. Esa batalla la perdimos. Y voy a un elemento que para mí es mucho más claro –y esto es opinión personal, ni siquiera de mi sector ni del Frente Amplio–, yo, que soy un anciano, creo que fundamentalmente lo que perdimos fue la batalla cultural.

¿Por qué se perdió?

Porque no la dimos.

La izquierda venía ganando hegemonía.

Hasta que fuimos gobierno.

Después se largó la chancleta.

Creo que no tuvimos el coraje de dar esa batalla.

¿Fue por cobardía?

No. Tal vez nos concentramos o le dimos prioridad a otros temas. Era natural que nos concentráramos mucho en la gestión, en resolver aquellos problemas terribles de pobreza y marginalidad y desempleo que existían, y eso creo que lo hicimos bien. Pero no supimos crear mística. Hicimos cambios extraordinarios, que en otro momento o países, hubiesen generado una mística de progreso. Pongo como ejemplo el tema del boleto. Tú y yo somos de generaciones similares, y sabemos lo que se peleó por e boleto gratuito para los estudiantes. Hubo hasta muertos. De un día para el otro, casi de forma administrativa, dimos el boleto gratuito.

No se capitalizó para nada.

En aquel momento, me calenté mucho. Era un logro por el cual mucha gente había peleado y había dejado hasta la vida. ¿Cómo no íbamos a crear un hecho importante, dándole trascendencia? No fue simplemente la firma de un decreto. Este es un ejemplo, que lo podría trasladar a todas las grandes medidas que hicimos.

Se apostó mucho a lo económico.

Sí, tenía una lógica. El país estaba muy mal, era fundamental levantar lo económico. Había en el Frente un peso pesado que en economía marcaba la cancha, como Danilo.

Pero fueron tres períodos. Se miró mucho las estadísticas y poco la realidad.

Bueno, ahí hay otro tema. No sé si siempre supimos hablarle al pueblo sencillo, normal, a los que no estudiaron economía. No supimos hablar en un lenguaje llano para explicar la macro y la microeconomía. Normalmente le hablábamos a los grandes medios, a los especialistas, al ámbito internacional.

A las calificadoras de riesgo.

Sí. Hay que hacerlo también. Pero no siempre ese mensaje se decodificó para el ciudadano común y corriente, que mejoró notoriamente su nivel de ingreso, su calidad de vida, pero que no sé si supo hacer el resumen de por qué eso le pasaba. Muchas veces siento que la gente asumió con naturalidad los cambios, pero que no entendió, que eso significaba un proyecto progresista. Y el otro problema es que cuando satisfacés una demanda se genera la inmediata. Si no hacés comprender que esa demanda no se resolvió por arte de magia sino por un gran esfuerzo del Estado y por un proyecto político, difícilmente puedas atender la siguiente. Y entones la frustración borra lo primero. Hicimos quince años de gobierno, donde obviamente no hicimos todo bien. Pero perdimos la batalla cultural y la derecha logró instalar algunas cosas.

Instalaron la necesidad de un cambio.

Que no se sabía muy bien qué era. La gran idea fuerza era el cambio. Lograron instalar que somos todos iguales. Segundo, instalaron el tema de la inseguridad.

Eso fue clave.

Fue clave. Y en el “todos iguales” instalaron el tema de la corrupción. Eso nos pegó en la línea de flotación, porque para la izquierda la ética tiene un valor que para la derecha no tiene. Y ellos lograron instalar la idea de que éramos corruptos. También por errores nuestros y hay que reconocerlos. No era justo el mote, pero lo instalaron. Si a eso lo sumás la inconformidad, porque la economía ya no marchaba tan bien y había otra preocupación por el desempleo y el salario, ahí perdimos. Y nuestra campaña electoral no supo contrarrestar esos efectos. Las causas son múltiples y seguramente habrá muchas más, y lo viví acá adentro, cuando en 2018 y 2019 veíamos las señales de que esto no iba bien. No logramos revertir ese estado de ánimo.

El tercer gobierno del Frente dio una sensación de que no pasaba nada.

Tenés un primer gobierno que fue revulsivo.

Que marcó cambios estructurales.

Formidables. El efecto se da en el segundo gobierno, con la ayuda del Pepe, que también genera un fenómeno nuevo, sin ningún tipo de dudas. El tercer gobierno tuvo ya una agenda bastante agotada, y ahí había que dar el salto, con una agenda nueva, que fuera un poco más allá de lo que se había hecho. Y no se hizo. Lo que hicimos fue administrar lo que ya habíamos hecho. No dimos un paso más adelante

Se quedó sin estrategia.

O la estrategia fue el mantenimiento. Y eso no era lo que la gente esperaba. Creo que ahí nos equivocamos. El tercer gobierno no fue un gobierno que enamorara.

Lo mirás hoy y te preguntás cuál fue el buque insignia de ese período, y cuesta encontrarlo.

Cuesta mucho. Apostamos mucho al Sistema Nacional de Cuidados, que fue un inicio importante pero no se pudo concretar porque era muy ambicioso, y era un programa a largo plazo. Siento eso, que la gente sintió que la agenda se había agotado. Que no la refrescamos.

Formamos consumidores y no ciudadanos, dicen algunos.

Esto tiene que ver con lo cultural que te decía. La gente sintió que efectivamente la vida le cambió para mejor. Lo que no sintió fue el por qué. No vieron que además de ser la obligación del gobierno es parte de un proyecto que es distinto a otro. Creo que no lo supimos transmitir. Y tal vez hayamos generado consumidores. ¿Está mal? No está mal. Pero no alcanza con eso.

Hubo gente que pasaba de determinado nivel y se consideraba que dejaba de ser pobre.

Era un dato estadístico, no de la vida real.

Hay más asentamientos después del último gobierno de los que había antes.

También es cierto que cuando vas a los asentamientos no son la idea que la gente tiene, aquella de los cantegriles que nosotros conocimos. Son barrios asentados, con buenas casas, buenas calles, buenas luces. Ese es un gran esfuerzo. Pero volvemos al tema de la comunicación, si a vos te tiran la cifra de que hay seiscientos asentamientos, la opinión púbica estima que es un fracaso. Y no es real. Tiene que ver también con cuestiones de comportamientos sociales, con el tema de cómo la ciudad se ha ido encareciendo. Fundamentalmente el tema de los alquileres es un tema al que no le entramos, y hay que entrarle, porque se genera una situación de absoluta injusticia para los sectores medios y medios bajos, que se van desplazando hacia el cinturón de la ciudad.

La vivienda de interés social en realidad sirvió para la especulación, porque se hicieron viviendas que eran inaccesibles para la gente de bajos ingresos.

Desde mi punto de vista, el tema de la vivienda de interés social favoreció el trabajo, generó fuentes de trabajo para los obreros de la construcción. Fomentó que las empresas de la construcción tuvieran oxígeno. Pero no dio el tercer escalón, que era fundamental: que la gente de determinados recursos accediera a la vivienda, lo que efectivamente no pasó. Y tampoco abarató el mercado de alquileres. En una lógica absolutamente capitalista, si vos aumentás la oferta, la demanda baja o se estabiliza, y eso no pasó. Los alquileres siguieron subiendo. Por ambos lados no se logró alcanzar el efecto que se buscaba. Esa es una realidad. Y es un tema que tenemos hoy como sociedad, el tema de la vivienda.

Y surgieron movimientos como Un Solo Uruguay, que se vio como un enemigo.

Es lo que te decía sobre la relación con la sociedad. Pasaron dos cosas. Subestimamos y, efectivamente, nos pusimos en la vereda de enfrente. Cuando lo que se debió haber hecho es dialogar. Porque que tuvieran una actitud crítica con el gobierno no puede ser considerado de un enemigo. Debe ser entendido. No hay duda que hubo actores de la derecha que estuvieron operando para ir contra el gobierno, eso nadie puede ser tan inocente de ignorarlo. Pero no todo el mundo era de derecha y antigobierno. Estaban defendiendo sus intereses. Que no son los nuestros, seguramente.

Aparte, estaban por fuera de la Asociación Rural y la Federación Rural.

Cometimos un error táctico. Debimos habernos acercado y establecido un diálogo. Creo que actuamos a partir de la idea de que era la oligarquía rural, cuando no lo era. La oligarquía rural existe, pero tiene otras formas de defenderse, y otras representaciones.

Es la que se reúne en el Prado todos los años.

Exactamente, y ahora en el gobierno. Volvimos a esa época.

¿No se formó una casta burocrática –de la cual vos sos parte– dentro del Frente? ¿Hace cuánto que estás en el Parlamento?

Quince años.

Sos parte de esa nomenklatura, con k, frentista.

No sé si hay eso, pero sí hay una lógica que te lleva al gobierno, una permanencia de determinado elenco estable en funciones de gobierno, tanto legislativas como ejecutivas. Es cierto. No me siento parte de una nomenclatura, pero entiendo que cuando estás tantos años en una función, a veces cuesta romper las paredes para acercarse a determinados lugares. Puedo hablar del Parlamento, porque nunca estuve en tareas ejecutivas.

Me refiero al tema de que un compañero un día está en un ministerio, al otro en la Intendencia, al otro en tal institución o una empresa pública… Servían para todo.

No creo en los todólogos. Creo en la especialización. Sí creo que hay compañeros que tienen una enorme capacidad y conocimiento como para tener distintas responsabilidades. No todos. Eso que pasó durante años en la Intendencia de Montevideo, donde veías directores que circulaban por distintos departamentos, algunos con enorme éxito y otros no, es natural porque está en la esencia de cada uno de nosotros, que tenemos especialidades y determinada formación. Creo que eso no se debe repetir. Tenemos que hacer un gran esfuerzo de cabeza para entender que no todos servimos para todo. No sé si yo hubiera hecho bien una tarea ejecutiva. Te soy sincero. Siento que este es mi lugar, mi vocación. Es más, te confieso que siendo edil rechacé la posibilidad de ir a una dirección de la Intendencia porque no me sentía preparado. Lo que tú decís pasó reiteradas veces, con personas que circulaban por los cargos.

No se podía dejar a los compañeros sin trabajo.

Eso siempre lo discuto. Acá hay una línea que es lo humano, y comprendo eso. Cuando asumí como diputado, y antes como edil, yo sabía que duraba cinco años. Si yo a los cinco años no repetía, porque la gente votaba otra cosa, no le podía exigir responsabilidades y cuentas a nadie, porque había aceptado las reglas del juego. A los compañeros hay que cuidarlos, pero eso no puede significar que una tarea deba existir para darle trabajo a un compañero. Capaz lo que digo es muy duro, pero es el criterio que he defendido siempre.

Está el tema de la idoneidad y la confianza política.

Creo que las dos cosas tienen que ir de la mano. Un cargo político tiene que tener confianza política, y lo ideal es que tenga idoneidad. También es cierto que eso no significa que la persona que asuma un cargo tenga que ser un profesional necesariamente, porque uno también se puede ir formando. Pero depende del cargo. Si yo te pongo al frente de un barco, más vale que sepas navegar, y no que aprendas cuando el barco zarpa. Esto es igual. Hay cargos de gobierno en los que no se puede improvisar. Capaz acá en el Parlamento te podés ir formando.

Esto es una escuela de formación política.

Exacto. Acá tenés la ventaja de tener compañeros con mucho tiempo, que te van dando la experiencia y conocimiento necesarios como para que puedas ir desarrollando la tarea. Pero esto es muy especial. En tareas ejecutivas, y en determinados ámbitos que son muy estratégicos, tenés que saber. Tenés que entrar sabiendo qué vas a hacer.

Con esta bancada hay un laburo bárbaro, para los viejos como ustedes, porque hay cada uno que entró…

Cuando yo entré, era el joven y me ayudó también gente que no era del Frente Amplio. Siempre hablo del Turco Abdala. Me tenía simpatía y me ayudó. Era uno de los tipos más vivos en el Parlamento. Tenía una gran experiencia y gran conocimiento de cómo funcionaba esto. Sabía en qué momento hablar, en qué momento generar un lío. Fue el que me dio algunas indicaciones sobre cómo trabajar, cómo prepararme. Siempre se lo agradezco. No fue el único, pero fue generoso. Ahora tenemos la tarea nosotros de ayudar a los compañeros nuevos. Muchos de ellos están muy formados, te aclaro.

¡Pero callate un poco, si no sabés algo! Un poco de humildad también sirve.

Este es un circo de vanidades. Y nos toca a todos. Y eso a veces complica el trabajo de las bancadas. Muchas veces en las sesiones te preguntás: “¿Por qué no se termina acá?”, cuando algún compañero del Frente hace una intervención brillante, con la que ya está todo dicho, y sin embargo nos anotamos veinte más, porque necesitamos esos cinco minutos. Eso lo tenemos. No es un problema solamente del Uruguay, pero acá se nota mucho. No se puede estar en todos los debates, ni con todos. Son cosas que se van aprendiendo en el camino.

Mencionaste los motivos de la derrota del Frente. ¿Todo eso va a estar en el documento de autocrítica?

Eso y muchas cosas más. La mía es una opinión parcial. Hay compañeros y sectores políticos que han hecho un análisis mucho más profundo, con más elementos. El tema es no quedarnos solamente en la autocrítica y el diagnóstico de lo que pasó. Eso sería terrible. En el Frente somos extraordinarios para hacer diagnósticos. Lo que nos cuesta es proyectarnos, y no ya para el 2024, sino que tenemos la obligación de pensar el país de los próximos cincuenta años. Va a ser muy diferente a lo que ahora tenemos y, si no nos preparamos desde ahora, sería un gravísimo error. Y no con el Frente Amplio sino con la sociedad. Pensar en el mundo del trabajo, que va a ser radicalmente diferente. La educación, que está ligada a esto, tiene que modificarse radicalmente. Las nuevas formas de comunicación y las tecnologías que se están incorporando. ¿Qué va a pasar con el tema del medio ambiente?, ¿con la salud? Lo que estamos viviendo con la pandemia era impensable hace dos o tres años. Ya no se trata solamente de ganar una elección, sino pensar cómo vamos a proyectar el país por lo menos veinte años para adelante.

Y para qué ganar la elección. Porque el gobierno es un instrumento, no es un fin. Se supone.

No es un fin en sí mismo. Bueno, eso está en el origen del Frente Amplio. No nacimos solamente para ganar elecciones. Nacimos para la vida política permanente, y eso es parte de lo que tenemos que recordar. Lo que pasa es que cuando ganás una elección…

Sos Gardel.

No solamente sos Gardel, sino que llegaste al objetivo. El objetivo de ganar el gobierno, con el cual nacimos en el 71, se cumplió. Lo que también aprendimos es que no alcanza con eso. La práctica nos demostró que aquello que decían los viejos del 71, sobre el hacer política permanente, es una realidad. Y tú lo decís bien: ¿para qué ganar el gobierno? Ese es el gran desafío ahora. Si estamos pensando en un mundo que está cambiando radicalmente, el Frente Amplio también tiene que cambiar su visión. Analizar el mundo del 2022 con los lentes del 71 sería un gravísimo error. Funcionar políticamente con instrumentos que vienen de siglo pasado, también.

Vamos a hablar del Frente Líber Seregni y de Asamblea Uruguay.

Asamblea Uruguay no votó bien. Hay muchas explicaciones para eso.

Estaba todo muy centrado en el líder.

Sí. Lo que pasa es que cuando tenés un líder de las características de Danilo es importante centrarse en él. El desafío de Asamblea Uruguay es que pertenece a un espacio político muy disputado, que es la centroizquierda, donde confluyeron una enorme cantidad de sectores nuevos, como Fuerza Renovadora, con Mario y la gente que lo rodeó. Entramos a disputar un espacio que estaba mucho más compartido que en años anteriores.

Lo estaba antes.

Ni que hablar. Pero a su vez somos conscientes y estamos analizando nuestros propios errores. No somos un mundo aparte. En términos generales, te diría que va en bastante consonancia con lo que señalaba en cuanto a las causas de la derrota. El Frente Líber Seregni, lamentablemente, fracasó. Y fracasa a partir de alianzas electorales que se fueron generando y que nos fueron debilitando. Es una pena. Creo que era un buen proyecto, una buena idea.

Tenés tres patas importantes en el Frente. El MPP o la izquierda independiente, la izquierda comunista y aliados, y la socialdemocracia o centro.

No me gusta hablar de socialdemocracia, pero admito que se la pueda llamar así. La vida ha demostrado que, si el centro se debilita, se pierde la elección. Por las características del electorado uruguayo. Si tú sumás los votos que tuvo este espacio…

Es un 30% largo.

Largo. Tendríamos una bancada extraordinaria, pero fuimos todos separados. Hoy estamos en un proceso sumamente positivo, que es el de ir confluyendo hacia un espacio donde nos denominamos Seregnistas. Es una forma de ver la política, de ver el Frente Amplio y el país. Creo que los compañeros del MPP y del Partido Comunista también entienden que esto es importantísimo para todos. Distanciamientos que tuvimos y problemas de comunicación se están resolviendo.

Los personalismos.

Sí, que son parte de la política. Se están resolviendo

Es hora de que se acabe la atomización en la que cada uno quiere su propio grupo.

Uno de los problemas del Frente Amplio es la fragmentación. Si analizás la enorme cantidad de sectores que tiene el Frente, no hay explicación ideológica que lo justifique. Acá debería haber tres o cuatro agrupamientos importantes.

Con diferencias estratégicas.

Son a largo plazo. ¿Por qué se llegó a este fenómeno? Entre otras cosas, porque fuimos gobierno. Y ser gobierno implica que hay parcelas de poder a las cuales se puede acceder. Y si no accedo por una lista grande, hago la mía propia y negocio. La verdad es esa. No le encuentro otra explicación.

Hicieron lo mismo que los partidos tradicionales.

En el caso de los partidos tradicionales, ellos lo utilizan muy bien para su competencia interna y para fortalecer el conjunto. A nosotros nos juega al revés, nos debilita, hace muy difícil la conducción. Porque la forma de representación de la mesa política y en el plenario se hace muy difícil cuando se da esa multiplicidad de grupos que no tienen sentidos.

Muchos son unipersonales, no tienen ni votos, ni militancia. ¿Quién le pone el cascabel al gato para cambiar esa estructura?

Es difícil, porque todo esto está vinculado al poder, que a veces se manifiesta en pequeñas parcelas. Nadie quiere ceder ese lugar. Cuando empezás a visualizar que tu proyecto es casi personal, no colectivo, eso dificulta mucho la solución. Una de las soluciones es aglutinar y simplificar el panorama político. Ahora es una suma de identidades diversas. Nadie pierde su identidad. Después la vida demostrará si podemos ir encontrando un salto en calidad.

¿Cómo implosionás la estructura que tiene hoy el Frente? La famosa reestructura, con Seregni a la cabeza, era con un Frente con bases mucho más activas.

Absolutamente. Y mucho más reales en cuanto a la representación de los independientes, los frenteamplistas puros.

Hoy son los militantes partidarios los que manejan los comités de base.

Y ahí tenemos un problema, porque el frenteamplista que está en su casa es el que vota. Pero, mientras tanto, se tiene que sentir representado por la fuerza política. Asamblea Uruguay nace en el 94 con este discurso. Hemos sido consecuentes con eso y hemos pagado un precio bastante duro. Nacimos para renovar la unidad del Frente Amplio. Ya en el 94 sentíamos que la estructura del Frente Amplio no era la representativa de aquellos casi ochocientos mil votos. El problema es cómo juntás las elecciones del electorado con las de la militancia, y esa dicotomía no la hemos podido resolver.

A calzón quitado: sabemos que el Partido Comunista y el MPP manejan la estructura de base, y que tienen los representantes en el plenario

El enorme peso que tienen el MPP y el Partido Comunista, y también el Socialista, es mérito del trabajo que han hecho. ¿Está mal? No lo está. El problema es cómo incorporamos que la estructura partidaria sea más representativa del electorado. Ahí tenemos una vieja discusión, con el que te dice que el militante de todos los días tiene más derecho que el votante.

¿Y eso?

Creo que hay una cuota de verdad, pero que tiene que encontrarse un equilibro con la representatividad. Creo que lo ideal, y es una opinión, sería que la estructura del Frente Amplio se manifestara a partir de lo que la gente vota en las elecciones nacionales de octubre.

Las elecciones internas eligen una convención, a la que el Frente nunca le dio pelota.

Volvemos a lo que dije. El Frente se basa en su estructura tradicional.Tengo un enorme respeto por los militantes. Es la explicación de la sobrevivencia del Frente Amplio en muchas circunstancias.

Son diez mil militantes, entre todos los grupos. Y el Frente tuvo un millón y pico de votos.

Ahí está el gran desafío del Frente Amplio. Hoy hay herramientas para la representatividad. Antes tenías que ir al comité de base, al sector político. Hoy también, pero hoy hay también instrumentos tecnológicos que nos permiten conectarnos con la sociedad y que la sociedad se manifieste. Tenemos que aventurarnos en ese camino. Hoy ya tenemos una dificultad con los jóvenes.

En la dictadura se quería preservar la FEUU, o CNT, la estructura chiquita, cuando surge el PIT y la ASCEEP. La realidad demostró que la masa se volcó al PIT y a la ASCEEP. Acá pasa lo mismo, se quiere mantener una estructura y la masa pasa por otro lado.

El problema es que en algún momento ese conflicto se va a dar y, si no se resuelve bien, la masa puede seguir de largo, pero no necesariamente dentro del Frente Amplio. Ese es el gran desafío, y no solamente del Frente sino de todos los partidos políticos uruguayos. La aparición de nuevos partidos también responde a esto.

Marca que la gente no se siente representada.

Que empieza a buscar otros productos en la góndola, y que no te lleva el tuyo. Son señales de alerta. Si no lo entendemos, creo que cometemos un gravísimo error. Porque la democracia uruguaya, entre otras cosas, está basada en un sistema de partidos fortísimo, que es una excepcionalidad en el mundo, y que tenemos que preservar. ¿Y cómo se conserva? ¿Manteniendo el statu quo? No, renovándote permanentemente. Y es cierto que cuando renovás le pisás los callos a alguno.

Y algunos no quieren.

Pero la vida es así. Capaz me los pisan a mí. Los jóvenes tienen otras formas de relacionamiento, otras agendas. Si no los interpretamos, es probable que los perdamos. El Frente tiene este desafío y hay que encararlo con valentía. A veces cuesta, y puede costar votos y muchos enojos. Pero hay que encararlo.

Los líderes históricos se están yendo.

Y no es fácil después de una derrota electoral. Requiere mucha madurez, mucha valentía. Todos tenemos que poner un poquito de cada uno, preservando el instrumento. Es cierto que sufrimos una derrota electoral, pero seguimos siendo la fuerza mayoritaria, por destrozo. El Frente Amplio no se fracturó a partir de la derrota, y no hubo cobro de cuentas sangrientas. Se encaró un proceso de autocrítica, y creo que se hizo muy bien. Son fortalezas. Pero no nos podemos quedar solamente en las cosas positivas. Y ni yo ni Asamblea Uruguay tenemos la solución de decir: “Es por acá”. Esto tiene que ser parte de un gran debate. Los sectores que hoy son preponderantes no van a perder esa posición, creo. Tal vez tengan que compartir parte de ese peso que tienen con otra gente. Es lo que estamos necesitando, volver a recuperar el impulso del frenteamplista independiente.

La masa independiente hoy no milita.

No sienten que sus opiniones pesen. Y ahí tenés una reserva de materia gris extraordinaria que no estamos aprovechando.

El balotaje de noviembre muestra, además, el voto castigo de octubre.

Ahí tenés un fenómeno interesante, con el fenómeno de octubre y noviembre, donde la gente se empoderó de la tarea. Arrancó más allá de las estructuras, y les pasó por arriba. Fue un fenómeno conmovedor.

Ya las redes lo habían hecho antes.

Me acuerdo de los temores de la estructura ante el fenómeno de las redes.

¿Te acordás del acto en la playa Ramírez?

“No hay que ir”. Me acuerdo clarito. Yo vivo a dos cuadras del comité del Parque Rodó, y recibía los mensajes. Me preguntaba qué hacer.

Pepe la tenía clarísima y fue.

Ahí tenés el ejemplo de una estructura y una nueva conducta, en aquel momento, que entró en crisis. ¿Qué fue lo que pasó? La conducta superó a la estructura, por suerte, y nos llevó al triunfo. En noviembre pasó algo parecido. Era extraordinario lo que sucedía. Si no entendemos este fenómeno, nos va a pasar eso, y la gente va a mirar por encima de nosotros. El problema, vuelvo a insistir, es que no se queden en el Frente y sigan de largo.

El 5 de diciembre hay elecciones. ¿Pereira es buen candidato?

Creo que es excelente.

Descabezaron al pobre PIT-CNT.

Si estuviera descabezado, yo pensaría que Pereira no fue un buen presidente. Queda ahí un grupo de compañeros que van a conducir el PIT-CNT con total capacidad. No va a ser fácil, porque no es fácil.

No, si es una olla de grillos.

Cualquier organización social es complicada. No hay organización social colectiva que no sea compleja. Pero, si alguien pudo presidir el PIT-CNT como lo presidió Fernando, con todas sus complejidades, en la forma en que lo hizo, creo que está más que capacitado para presidir el Frente Amplio. Lo veo valiente. Lo escucho hablar y no lo veo midiendo sus palabras, sino diciendo lo que efectivamente piensa. Pero, cuidado, no hay que imaginarlo en una presidencia unipersonal. Acá hay que pensar desde ya en un equipo que tiene que ser representativo, y no solamente de los sectores sino desde el punto de vista de género, generacional. Y sobre todo articulador. Fernando tiene esa característica. Para adentro y para afuera. El Frente tiene que recuperar su peso institucional hacia afuera. Creo que Javier fue un muy buen presidente, pero que estuvo muy solo. Lo dejamos muy solo.

No dio la talla.

Pero lo dejamos muy solo. Javier tuvo la sinceridad de decir que no conocía el Frente Amplio.

La estructura se lo comió en dos panes.

Cuando digo que lo dejamos muy solo, me refiero a que no lo rodeamos como debimos. Hablo de todos. No creo más en las presidencias y las direcciones unipersonales.

Es colectivo o no es.

Es colectivo. Creo que Fernando tiene la capacidad para eso. Cuando apareció su candidatura, escuchabas gente del que hoy es oficialismo y eran elogiosos, sinceramente. Efectivamente, él generó un relacionamiento con la estructura que no es de izquierda, lo que va a ser importante para el próximo período. Me parece un excelente candidato. La gente decidirá. Espero que nos comprometamos, y comprometerse implica un equipo más directo en la dirección, en la dirección de las comisiones centrales, en el trabajo en el interior, en las departamentales, a las que poco peso se les da.

Es un hecho que Fernando gana. El problema pueden ser los egos o las zancadillas, porque de ahí se puede catapultar a presidente de la República. Si el tipo resulta un excelente presidente, ¿quién lo para después?

Sería muy mezquino, pero puede pasar. La mezquindad está en la naturaleza humana.

Contigo la izquierda fue muy mezquina.

No siento eso.

Ibas a ser candidato a intendente y no te dejaron. Vos y Daniel fueron víctimas, entre otros.

No fue un momento muy agradable. Nunca terminé de cerrar la historia, te soy sincero. Me faltan elementos. Como se dice, fuimos aparateados. Fuimos enfrentados injustamente. Después, por suerte, se pudo aclarar con Daniel. Pero sí, es cierto. Son cosas que pasan. Este no es un mundo de ángeles.

No, al contrario.

Hay que saber cómo encarar estas cosas. Fernando conoce al Frente Amplio, sabe dónde se mete. Tiene un know how espectacular por venir del mundo sindical. Desde mi punto de vista, es el presidente que el Frente precisa en este momento.

Esperemos que la votación de diciembre sea mejor que la de otros años, porque venía bajando.

Ahí hay un gran desafío. Falta poco tiempo y no sé cómo va a ser la campaña ni qué tanto se va a invertir en ella, en la convocatoria. Ojalá podamos superar los últimos datos de anteriores elecciones internas. También, cuando uno asume una representación, su legitimidad más allá de que con dos votos ganaste, no es igual si uno tiene un apoyo importante de los ciudadanos frenteamplistas. Al haber diferencias, creo que eso se estimula. La competencia es sana y es lo que convoca.

¿Qué pasa con el referéndum? ¿Se gana o se pierde?

Creo que se gana.

¿Y si se pierde?

Habrá que sentarse a analizar por qué se perdió, y sobre todo cómo queda el panorama político del país. Si se pierde, no hay duda que se fortalece el oficialismo, no hay ningún tipo de dudas.

¿Va a ser un referéndum a favor o en contra del gobierno?

No debería serlo, pero estoy convencido de que la mayoría de la gente va a votar a favor o en contra del gobierno. No todos entienden cuáles son los artículos que hay que derogar.

Que algunos están barbaros y otros son un desastre.

Exacto. Y aparte porque el tiempo ha ido pasando. Las ochocientas mil firmas que se lograron me parecen una hazaña extraordinaria, y no fue solamente por los ciento treinta y cinco artículos. Está claro. La avalancha final de votos está muy ligada a algunas decisiones que tomó el gobierno en ese momento. Y el gobierno lo sabe. Tiene claro que esta es una elección de medio tiempo. Así como una derrota para el Frente sería importante, pero no dramática, para el gobierno sí sería dramática. Ya las ochocientas mil firmas le cambiaron la agenda. Venían viento en popa, con la pandemia que, a pesar de ser una desgracia, sirvió para justificar una cantidad de cosas, centralizando la atención de la gente.

Y el Frente estaba como perro en cancha de bochas.

No sabía bien cómo ubicarse. Si en un momento de crisis te ponés en la vereda de enfrente, es complicado. Tampoco asumir todas las responsabilidades del gobierno, porque la gente no nos votó para eso. Todos estábamos convencidos de que, una vez que la pandemia empezara a aflojar, iban a aflorar los temas de empleo, salario y una cantidad de cosas. Insisto que, en las últimas semanas, decisiones como el aumento del combustible y contradicciones del gobierno hicieron que la gente se arrimara a firmar. ¿Fue por los ciento treinta y cinco artículos? No. Los de las últimas firmas, y yo lo vi, venían a la mesa porque estaban calientes por algo. Ojo que esta es un arma de doble filo. Si vamos a esa estrategia, el gobierno tiene cantidad de herramientas para cambiar el clima y jugar a favor.

Varias medidas económicas puntuales te cambian el electorado.

Exactamente.

Y la comunicación.

Ni hablar. Nosotros deberíamos ser muy honestos en cuanto a que acá el tema son los ciento treinta y cinco artículos, y salir a explicar eso. Pero no hay ningún tipo de duda de que la situación social y económica va a influir en el voto. Por eso creo que, a pesar de todos los instrumentos que tiene el gobierno, me parece que el clima en marzo o abril del año que viene va a favorecer para que la gente vaya a votar a favor del referéndum. Puedo equivocarme. Te aclaro que yo era de los pesimistas. Yo creía que la aventura de salir a juntar firmas era un error, que no íbamos a llegar. Entre otras cosas, por la pandemia. No podíamos usar los típicos instrumentos que tenés para una campaña de estas. ¿Cómo hacíamos? La sorpresa fue mayúscula, para todos, aun para los optimistas. Ante este panorama, soy optimista de lo que pueda pasar cuando la gente tenga que ir a votar.

¿Cómo ves al gobierno?

Hicimos en general un análisis de la coalición de gobierno pensando en que se iba a debilitar rápidamente. Creo que fue un análisis ideológico y cometimos un error. La coalición de gobierno está atada por los cargos, y eso le da fortaleza. Con mil contradicciones, porque acá lo vivimos diariamente.

Cabildo Abierto.

Cabildo es un gran problema. Creo que Cabildo tiene una estrategia, que no es ni la del herrerismo ni la del Partido Colorado ni la del Partido Independiente. En algún momento van a desmarcarse. Pero por ahora no, y eso le da fortaleza al gobierno. La pandemia, que le dio mil problemas, también le generó fortalezas. Ves lo que marca de aceptación el ministro de Salud, y el propio presidente, y muchas explicaciones están en cómo encararon el tema. Si analizás las últimas semanas, empiezan a aparecer problemas serios. Lo que pasó con Katoen Natie es una vergüenza. Tal vez no haya tenido el impacto que debería haber tenido en la opinión pública, pero ahí hay una piedra en el zapato que no la van a poder resolver fácilmente. O lo que pasa con la seguridad. Más allá del discurso y las cifras oficiales, todos los días hay muertos y cosas espantosas. Eso del preso, si le hubiera pasado a Bonomi, no me imagino lo que hubiera ocurrido. Hay debilidades. Veremos cómo evoluciona esto. ¿Qué va pasar a partir del 2022, cuando las reservas que dejó el Frente Amplio empiecen a agotarse? Después de dos años, no se nos puede echar la culpa de todo lo que hicimos nosotros. Cabildo cada vez cobra más caro el mantenerse dentro de la coalición. Lo que acaba de pasar con el episodio Cardoso también es un problema serio.

El Partido Colorado se fagocita a sí mismo.

A nivel parlamentario, ha asumido una actitud de sumisión frente al Partido Nacional que es suicida. Una cosa es integrar una coalición de gobierno, y otra es no marcar posiciones como marca Cabildo. Y eso tiene recompensas para mantener el equilibrio en otros lugares.

La pata derecha del Partido Colorado se la comió Cabildo.

Exactamente.

Es el tema de lo que va a pasar en el Partido Nacional con la pata wilsonista.

Cada vez más debilitada. La muerte de Larrañaga ha sido tremenda desde ese punto de vista.

El presidente armó un equipo de gente y es muy centrado en la presidencia. Pompita al final parece que era un jabón Bulldog.

Tiene orígenes. No es un presidente que cayó de casualidad. Viene de un abolengo importante, y con una forma de presidir que es muy personal. A diferencia de lo que pasaba con el Frente Amplio, prácticamente no hay información sobre el gabinete. Todo es el presidente. Es una conducción muy individual. La famosa coordinación que se ha pedido hasta ahora de la coalición sigue sin existir, es una cosa ficticia. Eso termina jugando en contra.

¿Cómo se explica que surja Cabildo como fenómeno? Un partido nuevo, con un general promocionado por el Frente Amplio.

Alguna vez tendremos que revisar nuestra política hacia las Fuerzas Armadas. Creo que con las Fuerzas Armadas nos fuimos de un extremo al otro. No se encontró un equilibrio. En cuanto a Cabildo, creo que nunca supimos reconocer que había un importante sector de la sociedad que era de derecha, y que la familia militar había dejado de entender que sus interlocutores válidos eran los partidos tradicionales. Cabildo es un partido militar, no hay ningún tipo de duda. Pero a su vez una parte importante de la población sintió que esa era su representatividad, en un país donde hasta hace unos años ser de derecha era casi clandestino, donde ningún partido admitía ser de derecha. Resulta que una cantidad de gente era de derecha.

La derecha tenía expresión política, sin llamarse derecha.

Exacto. Pero ahora se sienten orgullosos. Lo cual no está mal, ojo al gol. Así como yo digo que soy de izquierda, me gusta que otros digan que son de derecha, está bien y es respetable. El tema es cómo se consolida Cabildo. Por ahora es un partido con un liderazgo muy fuerte.

En la elección departamental no le fue bien.

Eso te iba a decir. A nivel nacional tuvo su expresión fuerte, pero no fue lo mismo a nivel departamental.

Votaban a Manini.

Exacto. Y está claro que hay un escape de votantes de todos los partidos, incluyendo el Frente Amplio, que fueron a Cabildo. Hay que ver cómo esto se manifiesta en los próximos tiempos. El elenco parlamentario de Cabildo es bastante contradictorio entre sí, lo cual es natural, cuando tenés una fuerza nueva que es de aluvión, a la que entra gente con distintas cabezas.

Acordate de Asamblea Uruguay del 94.

Justamente en ese ejemplo pensaba. Nuestra votación fue mucho más allá de lo que imaginábamos. Son fenómenos parecidos. Vamos a ver cómo va decantando. Nosotros también decantamos. Hay que ver qué pasa con el fenómeno Cabildo. El contrapeso podría ser el Partido Colorado, pero no está jugando ese papel. El herrerismo también podría serlo, pero está consolidado en otro sentido. Por ahora juega solo.

Y muchas veces a dos puntas. Juega con posturas que muchas veces se las disputa el Frente.

Se manifiesta en lo parlamentario. La ley de medios que mandó el Poder Ejecutivo no ha podido avanzar, entre otras cosas, porque el Frente y Cabildo se oponen, y muchos de los argumentos son idénticos. En ese amplio arco en que Cabildo pretende moverse, toca los dos extremos. Pero es un partido militar y de derecha, no hay duda. La estructura de Cabildo es militar.

El Frente es oportunista, también, porque le votó la ley forestal.

Ahí hubo una gran discusión interna y nos terminamos convenciendo de que había que votarla. Ahora está la discusión en el senado y veremos cómo resulta.

Tenés una visión optimista para el futuro inmediato.

Sí. Optimista con límites. Siento que el Frente va en un proceso de renovación de las cabezas, que va a terminar en una renovación de la estructura. Es positivo. La presidencia de Fernando me parece que va a ser un salto importante hacia adelante.

La presidencia de Fernando es el entierro de Mujica y Astori.

El otro día Fernando hablaba de los jefes de la tribu. Creo que no es el entierro. Es ocupar el lugar que tienen que tener en cuanto a ser los referentes en muchas situaciones. Pero ellos saben que hay otras figuras que van asumiendo responsabilidades que ellos no pueden asumir. Es natural. Todos damos paso a otra gente. Y el Frente necesita el recambio generacional.

En el MPP tenés a Orsi y al Pacha como figuras representativas. En el Partido Comunista, Andrade se roba todos los boletos. ¿Y en la izquierda centrista?

En Asamblea Uruguay hay compañeros como José Carlos Mahía, que para nosotros es muy importante. Tenés a Mario Bergara, a Álvaro García. Hay gente muy valiosa.

En el Partido Socialista se ha ido mucha gente y quedó la parte ortodoxa.

Sí, pero cuidado con eso. Los partidos se regeneran. Recordá cuando el Partido Socialista tuvo la crisis en los noventa. También se fue muchísima gente, gente que era de enorme peso en el partido. Es un partido histórico, no está pasando su mejor momento, pero no tengas dudas de que se reconvierte y regenera.

Montevideo es tu cancha. ¿Por qué no hemos podido lograr una ciudad realmente decorosa, con más de treinta años de gobierno?

Es muy discutible la pregunta de si tenemos o no una ciudad decorosa.

Vos recorrés los barrios, más que yo, supongo.

Por eso mismo lo digo, porque recorro los barrios. Tenemos una visión de que la ciudad es sucia.

¿Vos creés que no?

No. Es sucia en algunos lugares específicos, pero no es sucia la ciudad. Recorrela. Mirala con objetividad. He ido a ciudades que son modelo y he sacado fotos de los contenedores desbordados, de los basurales. Y, sin embargo, nadie habla de que esas ciudades son sucias. Pero hablando de limpieza también hay un tema de conducta social. Siempre he dicho que los montevideanos son ajenos a la ciudad. Uno ve la gente que va con sus perros y ensucia su cuadra. Eso no hay intendencia que lo resuelva.

Es un tema de educación.

Es cultural. Ponete a pensar que es una de las ciudades más saneadas del mundo, con una cantidad extraordinaria de árboles y espacios verdes, de playas que hoy están calificadas como aptas. Un medio ambiente que está cuidado, con problemas, pero no contaminado como otras ciudades. Bien iluminada. Creo que no tenemos una ciudad que esté en estado deplorable. Se ha ido modificando de forma extraordinaria. Pero es el tema de las demandas: satisfacés una y vienen otras atrás. Yo veo en Montevideo una hermosa ciudad.

Hermosa es, pero está descuidada. Ves todo con ojos muy oficialistas.

Cuando teníamos visitantes, me llamaba la atención lo que comentaban de Montevideo. Gente acostumbrada a viajar por el mundo. Es cierto, se movían en la zona turística. Pero la calidad de vida que ellos calificaban no es la que en general nosotros sentimos que exista. Creo que se hizo mucha cosa. ¿Que siempre quedan cosas para hacer? Millones.

¿La Intendencia tiene que jugar el rol que jugó cuando Tabaré era intendente, marcando la cancha frente al gobierno nacional?

Sí, pero, cuidado, no hay que confundir los roles. Nosotros no somos el otro gobierno nacional. Somos el gobierno de un departamento, el más importante del país en cuanto a población y PBI. Pero no confrontamos modelos. Los modelos se confrontan a nivel nacional. Pero la mejor gestión posible y la mayor satisfacción de los ciudadanos tienen mucho que ver con cómo se visualiza al Frente Amplio a la larga. La gestión departamental a veces tiene más peso que la nacional, porque es tu vida diaria. Uno de los grandes aciertos es el Plan ABC. Hay que ir a los barrios para ver cómo se está transformando en algunos lugares. Barrios enteros se están transformando, con iluminación, con calles, con saneamiento, con los vecinos participando. No está en el centro de atención de los grandes medios, pero está sucediendo todos los días en Montevideo. Mirá que yo no soy complaciente.

Viena es una mugre al lado de Montevideo. Acabás de estar ahí.

Es una ciudad donde los perros no ladran, donde los niños no gritan ni corren por la calle. Los autos son casi todos eléctricos, no hacen ruido. No sé dónde estaba. “Esta gente no está viva”, pensaba. Es una ciudad extraordinaria. Un modelo. No ves un papel en la calle.

Hay un tema cultural. Lo ves en el interior del Uruguay, donde hay lugares de una prolijidad que es para comer en el piso.

Esa gente viene a Montevideo y cambia su conducta. Hay una cosa que siempre se la digo a los compañeros del interior y se enojan: la ciudad está limpia, pero hay que ver dónde depositan la basura. Cuidado.

Bueno, Felipe Cardozo tampoco es para alardear.

Pero al lado de los lugares donde se depositan los residuos de varias capitales del interior es París.

TLC con China. ¿Sí o no?

Sí. ¿Qué cambia? Que por lo menos tengamos algunas ventajas para ingresar al mercado chino. Creo que tiene que haber TLC con China. Es más, tendría que haber TLC con el mundo entero. Creo que Uruguay tiene que abrirse al mundo. Cuando se sale del país, vemos que la crisis de nuestros vecinos es una oportunidad, porque nos diferencia mucho del resto y hace que la gente nos empiece a mirar con otros ojos. Ojo, al Uruguay como entrada a un mercado más amplio. Pero empieza a haber un país que pasó de quince años de gobierno de izquierda donde se respetaron los contratos, los acuerdos internacionales, a un gobierno de derecha y sin que haya habido un cimbronazo, sin que se hayan modificado las reglas del juego. Eso lo valoran muchísimo. Uno de los méritos de los quince años de gobierno de izquierda es que se fortaleció la idea de la democracia en Uruguay. Esto internacionalmente tiene un valor extraordinario.

Y mantener la organización política sin romperse. Mirá Chile. El modelo chileno, que era la panacea.

Por eso te digo. Cuando ves la visión que se tiene de afuera, ves que nos tienen bien registrados, y hay oportunidades extraordinarias de inversiones. Pero eso pasa por acuerdos. La gente quiere certezas y no te vienen a invertir por generosidad. Y, si la región se terminara de estabilizar, sería mucho más oportuno, porque desde el punto de vista geopolítico ellos verían que sentar sus bases en Uruguay les permitiría desarrollarse a partir de un lugar seguro. Tenemos muchísimas oportunidades. Le digo que sí a un TLC con China.

¿Con este gobierno, se van a lograr políticas de Estado en algunos temas?

Ojalá. Lo que pasa es que esto es como el tango, lo bailan dos.

Nos invitaron al tema del TLC con China.

Ahí tenés. Nos invitan, nos informan, pero no nos dan toda la información. Se adueñan de la idea como si hubiera empezado ahora, cuando esto empezó mucho antes. Ojalá podamos llegar a generar políticas de Estado a largo plazo. Sería bueno para todos. Ahí también el Frente tiene que ayudar, tiene que bajar algunas reservas y disponerse a sentarse en una mesa a dialogar. Hasta ahora, el gobierno no ha invitado. Pero confío en que podamos hacerlo en un futuro.

La política internacional es un tema. Las afinidades de unos y otros con los diferentes países.

No es así, si te ponés a pensar cómo fue el relacionamiento de los gobiernos del Frente, sobre todo los de Tabaré, pensando por ejemplo en Venezuela, ves que fue una relación civilizada pero no fluida. Marcamos la distancia en muchísimos aspectos. En materia internacional, el Frente es cuidadoso de respetar las distintas opiniones. Pero nuestro horizonte comercial no está ahí, sino en la región y en el resto del mundo. Soy de los convencidos de que en lo ideológico y lo comercial hay un límite, y la prueba es China. El presidente critica a Cuba y a Venezuela pero hace un TLC con China.

Nos pasó con los Kirchner.

Exacto. Cuando supuestamente teníamos una buena relación política, y nos mataron. Después habría que ver si realmente había una afinidad ideológica. Creo que no había ninguna. Hay compañeros que piensan de otra forma.

 

 

 

 

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Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.