Hace unos meses, más precisamente el 20 de mayo de 2022, se cumplieron doscientos años de la desaparición física del compositor y poeta Bartolomé Hidalgo. Para quien esto escribe, fue creador de la primera mística oriental, la música colectiva que reunió en sus Cielitos y en los posteriores Diálogos Patrióticos, son el correlato de la revolución artiguista y anteceden al posterior y adaptado deporte llamado fútbol. Se sabe que Bartolomé Hidalgo, nacido en Montevideo, de padres nacidos en la orilla argentina, era mulato, pobre de solemnidad y hasta tenía problemas físicos. Por cuestiones que se desconocen, el joven Bartolomé lograría vencer esas condicionantes adversas. Según el crítico y ensayista uruguayo Ángel Rama (1926-1983), siendo pobre de solemnidad y a pesar de vivir hacinado, es un misterio como pudo abrirse paso, en esa sociedad pequeña y conflictiva. Probablemente, se supone, aprendió a leer y escribir en el convento de San Francisco, en la antigua Casa de Residencia de los padres jesuitas, o acaso le enseño por su cuenta algunos de los franciscanos. Ese aprendizaje fue fundamental para que consiguiera uno de sus primeros trabajos: escribiente en el negocio del padre de José Artigas en 1803, mientras éste, ya formaba parte del cuerpo de Blandengues. En 1806 ocuparía un cargo en el Ministerio de Real Hacienda. Al año siguiente, durante las invasiones inglesas (1806-1808) participaría en la Batalla del Cardal, en la misma batalla donde falleciera el médico Francisco Antonio Maciel (1757-1807) ocurrida en la zona donde se encuentra la actual Universidad De La República. En 1811 apenas comenzada la revolución artiguista, Bartolomé Hidalgo se encuentra ya en sus filas, con lo cual es desterrado prontamente de Montevideo. En ocasión, del Éxodo o Redota, comenzado el 23 de octubre de 1811 y que se extendió hasta agosto de 1812, compuso sus famosas Octavas Orientales, primera marcha o himno nacional, prácticamente desconocido para muchos. Fue Administrador Militar, adscripto al Estado Mayor Patriota durante el Segundo Sitio de Montevideo (1812-1814), en cuyo período compuso sus conocidos Cielitos Patrióticos, la más primitiva forma de la poesía gauchesca. Cabe destacar que, mientras, dentro del sitiado Montevideo, el poeta Francisco Acuña de Figueroa (1791-1862) antes de su Himno Nacional, escribía su voluminosa e importante obra en verso Diario Del Sitio de Montevideo. Entré 1814 y 1815, Hidalgo estaría cumpliendo servicios para el gobierno porteño y felizmente transitorio, de la misma ciudad y entre 1815-1816, se destacaría en el gobierno artiguista de Purificación, como Poeta, Compositor y Tesorero, siendo muy importante su participación en las Fiestas Mayas de 1816, que conmemoraron la fecha de comienzo de la revolución rioplatense y la destitución del virrey el 25 de mayo de 1810. En 1816, estrenaría en Montevideo su obra teatral Sentimientos De Un Patriota en la sala de Casa de Comedias, que luego el mismo administraría. En 1818, mientras se seguía luchando contra la invasión portuguesa, Hidalgo cruzaría el gran charco, para instalarse en Buenos Aires hasta su muerte, en Morón en 1822. En ese largo período (1818-1822) compondría sus últimos cielitos, himnos y marchas, así como sus destacados Diálogos Patrióticos. Según Ángel Rama, además de Poeta, Compositor y Tesorero de la revolución artiguista, Bartolomé Hidalgo, fue Secretario, Comisario de Guerra y Director de Correos.
Su desempeño fue crucial y definitivo para la causa artiguista. Sus Cielitos, fueron cantados por las tropas sitiadoras de los dos sitios a Montevideo. Se trata de una poesía combativa, revolucionaria, popular y profundamente colectiva. Son composiciones que pretenden difundir y defender el proyecto nacional artiguista, apelan a la lucha anticolonial y se difunden oralmente o en papeles que
circulan de mano en mano entre los sitiadores. Lo revolucionario en Bartolomé Hidalgo, no es simplemente una trasposición de ideas, una mera ilustración didáctica del programa artiguista, sino una opción estética -ideológica, que hará posible la emergencia de un nuevo sujeto en el discurso nacional, correlato del que emerge en el programa artiguista. La primera elección de Hidalgo, los Cielitos, privilegian lo performativo en la representación de la nación, no solo por ser cantados y también bailados, sino porque su propia forma evoca esta representación. Representar la
nación que incipientemente surge a través de esta forma, el Cielito, implica el hecho de actuar la nación, de convertirse en protagonista, cada escucha, cada cantante, cada bailador. Consiste en dejar
de ser un objeto de discurso nacional para convertirse en sujeto de una construcción discursiva y colectiva a la vez. Así, el gaucho, será protagonista de la acción y de la nación porque prestará su cuerpo a la lucha, así como lo hace frecuentemente para el propio baile del Cielito. No hay danza ni independencia en un escenario individual: lo colectivo es su propia definición. Esta asociación de danza/lucha, desdramatiza la connotación de la guerra=muerte y destaca los rasgos de la guerra como sobrevivencia y afirmación del yo que siempre significa un nosotros colectivo: el de la Patria. Así la fiesta es siempre colectiva, como la Patria y como el canto que la celebra. Sucedería algo distinto con sus innovadores Diálogos Patrióticos. Estos textos compuestos en el impensado exilio cercano, ya tienen connotaciones individualistas y remiten temáticamente al triste fracaso de la revolución artiguista. Bartolomé Hidalgo, ese genio, falleció en 1822 cuando contaba con apenas 34 años de edad.
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