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¿Cuál es el desafío? por Robert Silva

¿Cuál es el desafío? por Robert Silva
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Para cambiar en educación es necesario contar con una hoja de ruta en clave sistémica que partiendo de diversos y múltiples diagnósticos establezca lineamientos claros para atender problemas existentes desde hace demasiado tiempo. Es necesario un equipo profesional que combinando saberes técnicos y experiencia en el ejercicio docente pueda concretar acciones impostergables, así como un liderazgo gubernamental que ponga fuerte énfasis y decidido apoyo a partir de instancias de participación con los actores involucrados directamente, así como con la sociedad en su conjunto. También, y para nada menor, debe existir un sentimiento colectivo respecto de la necesidad del cambio a partir de la toma de conciencia del rol de la educación en la llamada sociedad del conocimiento no solo para la generación de oportunidades, sino para el efectivo ejercicio de la libertad en todas sus dimensiones.
Las actuales circunstancias nos demuestran que estamos en una oportunidad histórica para concretar acciones de impacto inmediato, como ya suceden en algunas áreas, así como para iniciar otro conjunto de procesos que permitan desarrollar transformaciones a mediano y largo plazo ya que además, la sociedad en su conjunto – así lo demuestran recientes estudios – considera imprescindible atender los problemas que la educación presenta. Todo ello a partir de las necesarias discusiones e intercambios que siempre deben ser bienvenidos desde puntos de vista diferentes que, en la mayoría de los casos, enriquecen el debate, alimentan la agenda pública y pueden mejorar la toma de decisiones.
Aprovechando esta celebración del Semanario Voces que invita a pensar en acciones de mediano y largo plazo, quiero hacer especial énfasis en lo que significa para un país y su educación la determinación y efectivización de una política curricular. La misma constituye una de las piezas fundamentales de un sistema educativo ya que a partir de ella se concretan los distintos documentos, elementos y posteriores acciones que dan respuesta a las grandes interrogantes de formulación permanente: el qué, el para qué y el cómo enseñamos.
Todos, o por lo menos muchos de nosotros, sabemos que tenemos un sistema educativo, curricularmente hablando, absolutamente fragmentado, carente de coordinación y articulación, con prácticas de enseñanza muchas veces perimidas, con acompañamientos escasos y que no cumplen el propósito para el cual fueron creados, con idénticos sistemas de evaluación desde hace varias décadas, con planes y programas formulados por y desde cada subsistema educativo, con instituciones que en situaciones de mayor complejidad hacen lo que pueden navegando en un sistema altamente burocratizado y que el tránsito entre los distintos niveles educativos (inicial, primaria, media básica y media superior) constituye una verdadera carrera de obstáculos para los estudiantes y sus familias, en especial para aquellos que mayores dificultades sociales padecen.
Todos a la vez, somos testigos que desde hace mucho tiempo se habla de la importancia de concretar cambios en este sentido. Se presentan diagnósticos, se hacen foros y encuentros de expertos, se genera evidencia que se discute y se intercambia en variados ámbitos. Sin embargo, la realidad ha permanecido incambiada y lo que a mi criterio es peor, no se logra dimensionar la gravedad del problema que es parte importante, significativamente importante, en los resultados y consecuencias negativas que impactan en todos, pero en particular en los que menos tienen.
Desde agosto de 2020, cuando se presentó el Plan de Desarrollo Educativo al Parlamento Nacional, se anunciaron un conjunto de líneas estratégicas para cambiar la educación del país. Entre ellas se definió el proceso a llevar adelante para la generación de una transformación curricular de la educación obligatoria en todos sus niveles. Desde ese momento hasta ahora, el debate público sobre el tema se ha incrementado, lo que constituye una buena noticia ya que se trata de un tema de sustantiva importancia.
Cuando los distintos documentos o estrategias se van conociendo surgen debates de diferente naturaleza. Muchos intercambios no logran visualizar más allá de lo que en cada caso se presenta o de lo que siempre ha sido la discusión en esta materia: el plan de estudios de un determinado nivel educativo, en particular el de la educación media y más precisamente las mallas curriculares, la cantidad de asignaturas que la integran y las horas docentes asignadas para cada una de ellas.
Justamente, si queremos superar la tradicional forma de ver y analizar estos temas debemos elevar la mirada y enriquecer el debate. Para ello resulta trascendente lograr divisar el sistema educativo como un todo y a partir de ahí pensar en requerimientos para la mejora del mismo y en particular para la generación de una política curricular que brinde respuesta a las interrogantes antes referidas.
Es necesario, entonces, poner en evidencia algunas importantes cosas que están sucediendo en la educación y que, hasta ahora, nunca se habían producido en lo que a la concreción de una política curricular refiere.
Parece obvio decir que al momento de pensar y proyectar la política curricular el accionar debe ser conjunto y articulado entre todos los niveles educativos a partir de la consideración de las particularidades propias de cada uno. Sin embargo, esto no pasaba en el país. Nunca se había iniciado un proceso de cambio curricular en forma conjunta por parte de todos los subsistemas que integran la educación obligatoria ya que lo que existe son “planes” de primaria, de secundaria y de educación técnica con sus visiones, propósitos y características propias. Hoy, las cosas han cambiado y la educación construye su propuesta curricular con centralidad en el estudiante, aprendiendo unos de otros y en clave de trayecto educativo que considera y respeta las particularidades de cada uno. Ejemplo constituye el Marco Curricular Nacional que orienta, establece los principios y conceptualiza las grandes definiciones en materia curricular para el país, a la vez que opta por las diez competencias generales que los estudiantes deben desarrollar al culminar su trayecto obligatorio. También, las Progresiones de Aprendizajes de esas competencias generales, un inédito documento curricular para el país que, desde una perspectiva de inclusión, establece cómo esas competencias se van desarrollando a medida que el estudiante transita por los diferentes niveles.
Esos avances, importantes, requieren de un plan que estructure y organice al sistema educativo básico, a la vez que oriente respecto de otros documentos para la concreción de los contenidos programáticos y formas de evaluación que se llevarán adelante. Por primera vez, luego de tanto alentarlo, el país cuenta con un trabajo que ha permitido elaborar y presentar un plan de educación básica que integra todos los niveles educativos desde que el niño ingresa a la educación inicial (3, 4 y 5 años) transita por la primaria y llega a la media básica (liceo o UTU). Un plan de Educación Básica Integrada (EBI) organizado en ciclos educativos que con foco en el estudiante se vertebra y articula a través de tres componentes (Alfabetizaciones fundamentales, técnico – tecnológico y de autonomía curricular) y de espacios curriculares (de comunicación, científico – matemático, social humanístico, creativo expresivo, de desarrollo personal, tecnológico y optativo obligatorio) que le dan coherencia interna durante los 12 años que el estudiante transita por el mismo. Esos espacios serán los ámbitos para la coordinación disciplinar imprescindible que se requiere principalmente en el tercer ciclo educativo del nuevo plan (7mo., 8vo. Y 9no. grado).
La tarea en la cual se está actualmente, también por primera vez, es en la elaboración conjunta de los contenidos de los diferentes programas de las unidades curriculares (asignaturas) que integran el plan. Lo están haciendo más de 100 docentes de todos los niveles educativos, con la participación de representantes de las Asambleas Técnico Docentes de primaria y de educación técnica. Sin dudas un proceso desafiante, nuevo que deberá articularse con otros instrumentos, el reglamento de evaluación y de pasaje de grado, los que también están en proceso de construcción colectiva.
Todo esto, innovador, removedor, alentador debe coronarse con otros cambios en aspectos tan sustantivos como las prácticas docentes que impactan en las propias aulas desde la cotidianidad de la educación en todo el territorio nacional. Se requieren procesos de formación y de acompañamiento, instancias que también han comenzado a la fecha y que son comprensivas de docentes de todos los niveles educativos.
El ecosistema curricular positivo que se está generando por primera vez en el país, a partir de un Marco Curricular Nacional, Progresiones de Aprendizajes, Plan de Educación Básica Integrada, grupos de trabajo para la elaboración de los programas de estudio y nuevas formas de concebir y desarrollar la evaluación a partir del trabajo coordinado y articulado de todos los niveles educativos permite albergar cifradas esperanzas en un cambio que impacte a mediano y largo plazo. Cambio que logre efectivos aprendizajes de los estudiantes, mejorar su trayectoria educativa y generar condiciones de igualdad y desarrollo humano.
El gran desafío es seguir avanzando en este proceso profesional, coordinado y articulado de cambio curricular, valorar los logros obtenidos y tener plena conciencia de que es el mejor camino para, junto a otras acciones, volver a posicionar a la educación como instrumento de desarrollo nacional y progreso de la gente.

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