Home Entrevista Central Daniel Baldi, exfutbolista y escritor: “En la selección, Suárez vale lo mismo que el que limpia los baños”

Daniel Baldi, exfutbolista y escritor: “En la selección, Suárez vale lo mismo que el que limpia los baños”

Daniel Baldi, exfutbolista y escritor:  “En la selección, Suárez vale lo mismo que el que limpia los baños”
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Es un personaje raro que salió del mundo del fútbol y se dedica actualmente a la literatura. En la charla nos cuenta sus peripecias por diversos cuadros del mundo y da su opinión sobre el ambiente futbolístico. Defensor del baby fútbol y del proceso Tabárez. Salimos del encuentro con la vieja frase: “Si habrá que atajar penales” rondando en la cabeza.

 

Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

PERFIL

Nació en Colonia del Sacramento, hace treinta y nueve años. Fue al liceo público y se dedicó a jugar al fútbol. Su padre es bancario y su madre, maestra. Tiene tres hijos, un varón de catorce años y dos niñas más chicas. Vive en pareja. Es gerente de la Fundación Celeste y se dedica a escribir libros infantiles y para adolescentes.

 

¿Cuándo te viniste para Montevideo?

Julio Rivas solía hacer las pretemporadas en Colonia y con Bella Vista hizo un amistoso con Peñarol de Colonia, donde jugaba yo. Andaba volando, tenía dieciséis años y los bailé. Julio me dijo que me fuera a Montevideo a integrar el plantel principal. Quedé de cara.

No habías terminado ni el liceo.

Recién había terminado cuarto. Me vine con otro coloniense, con quien nos hicimos íntimos amigos. Pero fue duro, porque Julio Rivas es una persona muy autoritaria, no solamente en el entrenamiento sino en las vidas privadas. Era como un régimen militar. Pero daba sus resultados y los jugadores lo terminaban queriendo. Mi amigo y yo éramos los pimpollos. Éramos como los chepibe en una fábrica. Y un día, en ese mismo año, Julio nos dijo que acababa de cortar con un amigo de Arabia Saudita, y que la próxima semana nos íbamos para allá. Cuando terminó el entrenamiento, llamé a mi madre para contarle. No podía creerlo, me dijo que tenía que ser broma. Mi mamá llamó a Julio, obviamente. La convenció a mi madre. Y me fui para Arabia Saudita.

¿Chapurreabas algún idioma?

Hablaba inglés más o menos. Y el que estaba conmigo, nada, cero. Allá el español no existe. Y Arabia fue feo, extrañamos como locos. Es un país difícil.

¿Cuánto tiempo estuviste?

Tres meses, casi. Pero el viaje estuvo todo mal hecho. Pero aquel año pasé de vivir en Colonia a terminar en Arabia Saudita. Me marcó a fuego. Después Julio pasó a Peñarol y nos llevó, pero a cuarta, estuve dos años y volví a Colonia, a Plaza, en primera. Y volví al liceo, hice quinto en 2001, estando en la B con Plaza. Salimos campeones y pasamos a la A. Entonces Plaza decidió traer jugadores, y uno fue Diego Lugano. Hicimos sexto año con Diego, fuimos al liceo nocturno y lo terminamos. En el debut de Diego Aguirre como entrenador en aquel Plaza Colonia fue un boom. Le ganamos a Peñarol allá y acá. Ahí es que me voy al Cruz Azul y me transformo en futbolista profesional. Y ni que hablar a Diego, que hizo un año espectacular en Colonia.

Pero vos te fuiste a la máquina cementera y el cemento lo vende Diego.

(Risas) Viste lo que son las vueltas de la vida. El volvió a Nacional, donde ni lo pusieron. Entonces un representante que trabajaba mucho en Brasil, dijo que en San Pablo estaban buscando algún defensa uruguayo. Y Nacional se lo regaló, por un pancho y una Coca. Ahí es que se fue a San Pablo,  y se transformó en un ídolo y referente hasta el día de hoy.

¿Y tu pasaje por México?

Cada pasaje mío por el exterior fue insólito. Yo era compañero del Loco Abreu allá en México. Era mi primer pase internacional importante. Llegué a La Máquina Cementera y me estaban recibiendo los fans en el aeropuerto, sin haberme visto jugar un partido. Mi representante era Pablo Bentancur.

Buena persona.

Fue como esa agua helada en invierno, que te abre los ojos y te saca el sueño de inmediato. Fue un golpe duro en mi vida. Pablo acá estaba preso en el COMCAR. Mi primer contrato internacional lo firmé en el COMCAR (risas).

Estaba preso por aquel accidente.

Por aquel accidente. Me dijo que el Cruz Azul pagaba ciento cincuenta mil dólares por el préstamo de un año. Inmediatamente calculé que de eso me correspondían treinta, el 20%. La cara de Pablo… Me dijo que sí, que eso me lo iban a dar en cuanto llegara a México. Me dijo que iba a cobrar ocho mil quinientos dólares por mes. No se me movió un pelo, porque yo sabía que en México se pagaba más, y que me estaba yendo a uno de los equipos más importantes del mundo a nivel económico. A mí había algo que no me cerraba. Llegué a México y hablando con el Loco le conté lo que cobraba. Me dijo que me estaban pagando lo que cobraba el utilero (risas).

¿Y cuando firmaste el contrato, no habías visto las cifras?

Había visto todas las cifras. Y había firmado. Pasaron los días y nunca vi los treinta mil. Un día llamé a Pablo y le dije que llevaba ya un mes y que ni siquiera me habían mencionado esa plata. Me dijo que no lo podía creer, que los iba a llamar y les iba a hablar fuerte. Me tranquilicé. “Qué bueno estar así representado”, pensé. Pero siguieron pasando los días, y seguían sin decirme nada. Tres veces estuve así con Bentancur. Me tenía podrido la situación, y decidí no ir a entrenar. Me llamó el presidente, a ver qué pasaba. “Hace tres meses que estoy acá, y los treinta mil dólares…”. No sabía de qué le hablaba, me dijo que fuera a su oficina. El presidente era muy bien. Me dijo que por mi préstamo no habían pagado ciento cincuenta mil dólares, sin cuatrocientos. Y me mostró una hoja, distinta a la que yo había visto. Y me dijo que yo no cobraba ocho mil quinientos dólares por mes sino quince, y que previo a mi llegada habían estado los mandaderos y le habían dicho que yo estaba pasando necesidades en Uruguay y que si no me podían hacer el giro a una cuenta, que supuestamente era de mi tía. “Juana Pérez”, decía. Y me dijo, además, que yo había autorizado a que a mí me dieran ocho.

¿Y qué hiciste?

Teníamos que venir a Uruguay a jugar contra el Fénix de Carrasco. Me dio la autorización para que me tirara hasta la oficina. Fui, y dije que iba a hacer un juicio si no aparecía la plata. La carita de Bentancur. “Pendejo de mierda”, me dijo, “te maté el hambre y venís a pedirme plata”. Esa fue la frase. Después me llegaron los treinta mil dólares, pero nunca los ochenta mil. ¿Sabés por qué me quedé callado? Porque yo había aceptado. Pero así arrancó mi vida en el fútbol profesional.

¿A partir de ahí lograste cobrar el sueldo entero?

No, no… Y eso a mí me entró a desgastar la cabeza, me empecé a sentir mal. Volvimos de ese viaje, en el que habíamos perdido seis a uno. Ahí empieza la traición de los mexicanos con los extranjeros. “Hay que echarlos a todos”, decían en la prensa. Hubo una reunión de todo el plantel con la directiva. En Cruz Azul había salarios mensuales por encima de los ciento cincuenta mil dólares. “No se nos vienen dando los resultados”, dijo la directiva, “y la expectativa que teníamos con este equipo era mucho mayor a la que se está dando”, y que iban a recortar algunos salarios en el equipo. Era ilegal. Nos reunimos entre los jugadores. Volvimos con la directiva y dijimos que de ninguna forma lo aceptábamos. Ahí arrancó la primera traición. Los que estaban de suplentes pusieron su salario a disposición de la directiva. Eran todos mexicanos. Y ahí quedamos los once titulares, mirándonos entre nosotros… Creo que no tuvo precedentes en el fútbol mundial. La oncena de Cruz Azul quedó apartada de los entrenamientos hasta que se resolviera qué se iba a hacer. Nos empezamos a reunir los once, que eran siete mexicanos, jugadores de la selección mexicana.

¿Quiénes eran los extranjeros?

Los cuatro extranjeros éramos, el Loco Abreu, el chileno Galdames, Pinheiro, un brasilero que la rompía, y yo. Nos reunimos los once y decidimos que la respuesta tenía que ser firme y sencilla: o volvíamos los once o ninguno. Espectacular. A los dos días me llamó el presidente. Me dijo que volviera al entrenamiento, que a mí no me pensaban tocar el salario, que estaban muy contentos conmigo, que lo que pasaba era que había compañeros míos que cobraban por encima de los ciento cincuenta mil dólares. Yo le respondí: “Si vuelven los once, vuelvo. Si no, no”. Me dijo que me iba a arrepentir. Le contesté que no, porque había dado mi palabra. “Valoro mucho esto”, me dijo, y me dejó ahí. A los tres días me llamó y me dijo que nos reuníamos los once. Y el día de la reunión con los once ya me pareció raro que estaban los mexicanos en un rincón. Fue una sensación rara. El presidente dijo que había hablado con cada uno de nosotros, y que había arreglado con los mexicanos todo lo que tenía que arreglar, y que Cruz Azul decidía quedarse sin la plantilla de extranjeros.

Quedaron colgados los cuatro.

Y agachaban la cabeza. Almaguer fue el único mexicano que preguntó que cómo no volvíamos, si habíamos dicho que éramos los once o ninguno. Y dijo que se iba con nosotros. Los miró a los otros y les preguntó qué iban a hacer. Dijeron que iban a volver, que ya habían arreglado. Fue una cosa espantosa. La cuestión fue que “para afuera y bailando”. Me volví para Uruguay.

Y ahí agarraste para la escritura.

No, seguí. Cruz Azul no me rescindió el contrato, yo seguía siendo jugador. “Andate con tu familia”, me dijo el presidente y todos los meses me siguió girando el dinero. A los tres meses me volvió a llamar para decirme que ellos tenían un equipo en la B, en Oaxaca, donde iba a tener todo el confort, que volviera y que terminara el contrato. “Fue un placer”, me dijo cuando terminé.

¿Después, qué hiciste?

A todo esto, Bentancur seguía siendo mi representante. No me vendió nunca. Pero imaginate el estado en que quedó nuestra relación. Cuando terminó mi pasaje por México me dijo: “Borrón y cuenta nueva, el pasado es pasado”, y que me fuera para Peñarol, donde estaba Diego. Me gustaba la idea y le respondí que sí. La cuestión es que caigo en Peñarol. Jugué poco y nada. Nos fue re mal a todo Peñarol. Diego se fue, y ahí empiezan los años oscuros de Peñarol, que fueron como ocho o nueve años en los que no ganaron ni el torneo local. Ahí arranqué a tratar de que saliera mi pasaporte europeo, porque había un representante italiano que hacía rato me quería llevar. Y Pablo me dice que había un equipo del norte de Italia llamado Treviso, que me querían, y que tenía dos opciones: o me quedaba en Plaza o me iba a jugar allá, que mi salario iba a ser cerca de diez mil euros, y que no jodiera más, que le dijera si me servía o no. Me estaban recontra cagando de nuevo. ¿Qué iba a hacer, ganar cinco mil pesos uruguayos o diez mil euros?

¿El jugador no tiene armas contra ese manejo?

No había tiempo para pensar en eso. Si empezaba a dar esas vueltas, me quedaba en Plaza. Me fui, no averigüé nada, pasé un año y medio divino. Cobraba. Y todos los que estuviesen viviendo de mi pase, qué bueno, suerte (risas).

¿Cuándo mejoró esta situación?

Creo que hasta el día de hoy es parecido. Por eso siempre digo que hay que ser muy precavidos. Hoy en día los representantes se van a buscar gurises al baby fútbol. Y los padres, desesperados por un mango, terminan firmando cualquier cosa. Es un tema de educación. Y no es por la franja, porque yo soy hijo de un bancario y una maestra. No es que venimos de la ignorancia. Es gente que maneja un sistema.

Que está por fuera del conocimiento de la gente.

Es un sistema mafioso el que impera en el fútbol. Yo dejé de jugar a los treinta años porque no aguantaba más ese mundo. Lo aborrecía. Me dan asco los dirigentes hablando de fútbol como que supieran algo, y que después no te paguen. La única labor de los dirigentes acá es estar al día con los sueldos. Y no te pagan, y van a todos los viajes, están en los mejores hoteles, te siguen adeudando y después te critican si hiciste mal un centro, gente que nunca entró a una cancha. No aguantaba más esa situación, ese mundo del revés. Un día le dije a mi señora que no aguantaba más. Me respondió que por qué no dejaba. Y dejé. Siempre amé el fútbol, hasta el día de hoy. Soy un bicho futbolero, pero esas cosas me ganaron. Se me quemó la cabeza. Terminás siendo una fritanga del fútbol.

¿Esa mafia se da solamente acá en la subregión? ¿En Europa es igual?

Es perfectamente igual. Yo estuve un año y medio en Italia. Nunca firmé un solo papel. Firmaron por mí. Bajo mi consentimiento, está bien (risas).

¿Pero a los jugadores europeos les pasa lo mismo?

Un poco, sí. Pero hay otra preparación, no hay tanta necesidad. El europeo sale de una clase media alta. Vas a un entrenamiento de la sub 18 en Treviso y los gurises caían en un Audi. Con diecisiete años, manejando flor de auto. Ahí no vas y tirás un pancho y una Coca para que te firmen. Acá es muy fácil, porque vas con diez mil dólares y viene el cardumen. Y para esos tipos diez mil dólares no es nada. Compran cinco jugadores de la séptima con esa plata, que después llegan a primera y se venden en diez millones de dólares. Es horrible, pero es así.

Es una trata de niños, prácticamente.

Puede ser. Pero está amparado, porque están las firmas del padre y de la madre, del dirigente. Todos autorizan eso. Después, a llorar al cuartito. Pero tampoco estoy haciendo un juicio de valor de esas familias, que por ahí no tienen plata ni para comer esta noche y les estás dando cinco mil dólares en la mano. Es un sistema medio perverso, en ese sentido.

Viven en un cantegril y les dan un apartamento.

¿Quién soy yo para decirles que tendrían que haber dicho que no? Pero creo que el sistema está mal. Creo que tendría que existir como la bajada de bandera de los taxis, y que no se pueda comprar un jugador por menos de cien mil dólares. No te podés quedar con diez millones para vos. Por lo menos dale cien mil dólares a la familia, no le des tres mil.

Y los clubes, que están todos fundidos.

Estás jugando con las necesidades, cuando tenés para dar más, y para dar educación. Cuando dejé el fútbol, Boselli estaba iniciándose en la representación de jugadores. Me dijo que le gustaría llevarme a su empresa porque quería darles algo distinto a los jugadores. Los representantes van y le prometen un auto al papá, ropa al gurí y cinco mil dólares, y ahí les firma todo. Él quería armar un equipo multidisciplinario y darles un nutricionista, una profesora particular de inglés, un profesor de educación física que esté encima de ellos. Me pareció perfecto. Yo iba con los gurises y venían los papás, y les decía que había que educar a los niños, que sus hijos iban a tener la posibilidad de tener un nutricionista, de tener un psicólogo deportivo. “Ta, ¿pero cuánto dinero nos van a dar?”, me preguntaban. Y así se los terminaba llevando el otro, que les daba tres mil dólares. Un día, entonces, Pablo Boselli me dijo que había arrancado con la mejor intención pero que tenía que ir por el otro lado, porque así no se conquistaba a nadie. Y no prosperó.

La FIFA no permite que particulares sean dueños de derechos federativos.

Porque le buscan la vuelta.

Acá hay varios clubes que prestan el nombre.

Obvio, olvídate. En el fútbol uruguayo hay dirigentes que son muy buenos y otros que son lamentables.

¿Cómo enfrenta un dirigente decente el estar en ese mundo sin embarrarse?

No sé. Hay varios dirigentes muy buenos. Hay que agradecer a Tabárez, que fue uno de los tipos que llegó a esta desprolijidad mayúscula en la que estaba inmerso el fútbol uruguayo y logró, al menos en la selección nacional, armar una isla. Vos no sabés el respeto, la solidaridad, los valores con que se trabaja. Y con esto no me estoy metiendo en si juega lindo o feo. Pero un jugador de la sub 15 de la selección uruguaya, quizás salido de un lugar de contexto crítico, agradece el haber estado en la selección, donde le enseñan lo que es el respeto, la solidaridad, el que todos valemos lo mismo. Allá, Suárez vale lo mismo que el que limpia los baños, porque todos dependen de todos para lograr el objetivo. De hecho, Tabárez, cuando llega, crea Gol al Futuro, que intenta no dejar jugar al fútbol a un gurí que no está inserto en el sistema educativo uruguayo. Es algo que no estaba. De hecho, cuando yo estaba en la cuarta de Peñarol ninguno de nosotros iba al liceo. No íbamos, porque queríamos jugar a la pelota.

¿Y eso funcionó?

Más o menos, pero porque si la estrellita no va al liceo no lo van a dejar sin jugar el fin de semana. Igual te ponen un carné trucho. No dan el énfasis que deberían darle a un proyecto que debería ser la bandera de las inferiores.

Defensor lo ha hecho.

Hay clubes que han hecho más hincapié que otros. Defensor es uno. Cuando estuve en Racing dirigiendo las inferiores era clarito: si no estudiás, no jugás, y no importa si sos el mejor jugador. Porque no sabemos si vas a ser futbolista profesional. En verdad te estamos haciendo un bien. Queda mucho por andar, pero se ha logrado mucho más de lo que había en la época en que yo jugaba en las inferiores.

En parte es mérito de Tabárez y del grupo.

Tabárez les tiró los lineamientos a los jugadores, y aquel que quiera unirse a esta causa se va a unir. Los que no, quedarán por el camino. Muchos quedaron por el camino. Y muchas veces se lo acusaba a Tabárez sobre por qué no citaba a fulano o a mengano. Y capaz no es por lo que vemos en la cancha sino por cosas que pasan por fuera del campo deportivo. Para estar en la selección uruguaya no solamente tenés que ser un buen jugador sino reunir un montón de componentes. Tenés una responsabilidad que asumir ante la sociedad, y creo que eso se transmite bastante de adentro hacia afuera. A veces suceden cosas que empañan un poco eso, como sucedió ahora con el guardia de seguridad. Pero generalmente Uruguay es sinónimo de un comportamiento…

Tenían a Zuloaga metido ahí, con antecedentes…

Han sucedido cosas. Pero el ánimo y la idea, sobre todo en el núcleo, siempre ha sido de una conducta muy distinta a, por ejemplo, los rumores que circularon después del mundial del 2002. Aquello era cualquier cosa.

O en el 86, con Borrás. Siempre hubo camarillas que dominaban.

Dominaban hasta quién jugaba y quién no. Me acuerdo del cartel de “Gracias Paco” en el Estadio cuando clasificamos al mundial de 2002. Capaz fue el técnico Paco Casal y no lo supimos (risas).

Cuando volvimos del mundial de Sudáfrica, también el Ruso Pérez agradeció a Tenfield en el homenaje.

Sí. Cada uno puede agradecer a quien quiera. Pero se blindó bastante más que en tiempos pasados. Y el proceder de la AUF, también. Que falta mucho, sin duda. Pero ojalá se siga en esta línea. No estoy hablando de lo expresamente futbolístico, sino de toda esa aura. Soy gerente de la Fundación Celeste y conozco a todos los que están trabajando en el Complejo.

¿Continúa el proceso sin Tabárez?

Ojalá que sí. No lo sé. Ahí ya me estoy metiendo en un terreno del que no tengo mucha idea. Pero estaría pecando de atrevido si me metiera a hablar de eso. Ojalá se intente continuar en esta línea. No sé de nombres ni de nada, pero es la idea.

¿Tiene que depender del director técnico?

Si hoy o mañana la AUF decide suspender el proceso tiene todas las facultades para hacerlo. Tabárez es contratado por la Asociación Uruguaya de Fútbol. Ojalá que desde la AUF se siga apostando a esta filosofía. Yo, que conocí las dos, me inclino por esta toda la vida.

La AUF la manejan los clubes, que son los mismos dirigentes.

Peligroso es. Y hay mucho periodista desesperado desde hace años porque este proceso se fracture, y ya los ves, que asoman los colmillos cada vez que hay un resbalón, porque fueron ubicados en su sitio. Y hay un proceder de prensa que está ordenado. A nivel de prensa todos valen en lo mismo, también. Para tener una nota tenés que hablar con Matías Faral. Hubo varios que estaban acostumbrados a hacer y deshacer a su antojo lo que era el proceder periodístico. Hoy día hasta se los ve riéndose de la condición física del entrenador, porque es gente que estaba acostumbrada a sacar mucho rédito del fútbol criticando de manera nociva a los jugadores.

¿Cuánto pesó el proceso Tabárez en el movimiento de los jugadores?

Mucho. Creo que fue el inicio, Pero también tuvieron que ver los jugadores. Forlán fue de los primeros que dijo que en Europa tenían un montón de derechos que acá los estaban violando.

Forlán era una mosca blanca.

Un tipo con muchas luces, muy capacitado.

Los derechos de imagen.

Que acá estaban siendo vilipendiados. A mí, que estoy en la Fundación Celeste, me juega en contra, porque me vendría bárbara la imagen de los jugadores (risas). Pero está bien, porque fijate que cualquiera te ponía la cara de un jugador para que compraras un chorizo y no le pagaban nada al jugador.

En definitiva, hay lucha de clases en el fútbol.

No sé si lucha de clases. Lo que se tiende a buscar es que haya justicia. Acá una vez los jugadores trajeron una oferta de veinticinco millones de dólares que compitió con una de cinco. En cualquier matemática del mundo tendría la aprobación unánime la de veinticinco, y ganó por un voto del fútbol del interior. Menos mal que ganó la de veinticinco, porque hubiésemos sido…

El hazmerreír del mundo.

Si habrá entramados de favores que se vienen heredando.

Figueredo fue nefasto.

Para mí, sí. Hubo gente que le hizo muchísimo daño a este fútbol. Lo empobreció en todos los aspectos. Se enriquecieron de una manera obscena, porque ves las cifras de dinero de esas personas y las declaraciones de sueldos por veinticinco mil pesos y un quiosco en la esquina, cuando hicieron fortunas que les permiten tener capitales por encima de los diez millones de dólares.

¿Cómo se explica el semillero uruguayo de futbolistas?

Acá tirás una pelota y…

En Brasil y Argentina, también. ¿Es lo mismo proporcionalmente?

Está lleno de brasileros y argentinos también. Acá el fenómeno fútbol es una usina, pero está descuidado. Tendría que ser la cosa más espectacular y virtuosa de nuestro país, y poder jactarnos de que sacamos futbolistas gracias a lo que se invierte en el baby fútbol. Te voy a contar una anécdota. Acá vinieron de las inferiores del Barcelona, siete profesionales. Me explicaron el trabajo piramidal que se hace allá, desde psicólogos deportivos, nutricionistas, entrenadores con las mejores calificaciones para trabajar con gurises, con una pedagogía de laburo estudiada. La guita que se invierte en esos niños, para que lleguen a primera. Acá es exactamente lo opuesto. No se invierte nada, ni un peso. Los campos de fútbol son un desastre. Muchas veces la gente que entrena a los gurises lo hace porque tiene tiempo libre. Les gritan, los presionan. Un desastre. Una pelota por categoría. No se les enseña a parar la pelota, a cabecear. Se les dice que hay que ganar, y así arrancan. Muchas veces es deplorable. En algunos casos se ha mejorado. Sacamos jugadores de fútbol, pero con ese filtro. Como dice Darwin Desbocatti, el que pasa el filtro del baby fútbol ya es un profesional en potencia. Pero la cantidad de jugadores que perdemos por el camino nunca la sabremos. Montones perdemos, por culpa de que se hace todo mal. Y después arrancan las inferiores de los clubes, que es el segundo filtro.

Han saltado casos de corrupción espantosos.

Nunca fui testigo, pero se sabe. Sobre todo, lo que sucede es que hay clubes que están casados con ciertos representantes. No es plata hacia el entrenador, pero gobierna esta empresa, en este club, y entonces: “Yo te la mantengo, que jueguen mis jugadores. ¿Estoy metiendo guita y me vas a meter otros jugadores? Meteme los míos. Y te traigo el técnico mío para que los dirija”. Eso sí se da.

Pasaba en la selección también.

Claro. Por eso figuraban los carteles de “Gracias Paco”. Aun así, es impresionante la cantidad de jugadores que exportamos, y los millones que generamos. Porque todo el mundo juega al fútbol, tirás una pelota y es un cardumen. Pero acá creamos jugadores de fútbol y no deportistas. La educación deportiva que hay en este país es muy mala. La escuela pública tiene una hora semanal de educación física. No existe. En Italia, vi que todos los jugadores también tenían nociones de básquetbol y de natación. Acá vas con un equipo uruguayo a una piscina y saben nadar dos. Tirás una pelota de básquetbol y no saben tirar. La escuela pública tendría que tener más educación física. Somos una sociedad sedentaria. El famoso “Quedate en casa” no ayudó en nada. Trancaron las plazas y las playas… Invitar a tener una sociedad sana te va a salir más barato. Ahora se está fomentando un poco más el deporte. Si sacás el fútbol y quizás el básquetbol, los otros deportes están desiertos. Es espantoso.

Hay una lógica económica.

Sin duda, pero fomentalo. En Cuba no hay un mango y sin embargo tienen atletas espectaculares, porque tienen educación deportiva desde niños. En Jamaica tienen los mejores corredores del mundo. Vamos a ver ahora en las olimpíadas el lugar donde está Uruguay. Acá no se invierte en el deportista. El fútbol todavía da rédito porque es mágico y tenés tres millones de futbolistas, pero en los otros deportes se ve la realidad.

¿Cómo influye en la educación del niño que los futbolistas de elite ganen fortunas?

Influye nocivamente. Los exagerados montos de dinero que percibe el futbolista llevan a que los padres se confundan e intenten escapar de la pobreza a través del niño, condicionándolo a que sea futbolista. Voy mucho a escuelas y liceos a dar charlas. Una pregunta muy común es qué consejo les puedo dar a los que sueñan ser futbolistas. Los derrumbo, porque les digo que lo más probable es que no lo logren. Yo no les puedo mentir. Llega menos del 1% de toda una generación. ¿Qué es lo más probable? Lo más probable es que queden en el 99%. Si uno logra estar en el 1%, bueno, vamo’ arriba, pero lo va a saber defender mucho más si está educado. Que jueguen a la pelota y se diviertan. Y démosles herramientas para que el fútbol no sea solamente su salida en la vida. Si no, va a ser un frustrado. Corre el riesgo de ser depresivo, adicto, y un montón de cosas más, cuando el fútbol le dice a ese joven: “No vas a vivir de mí, salí a buscar tu vida”. Y no tienen ni primer año de liceo.

No solo cuando el fútbol los deja por el camino.

Si no tenés una educación que te sostenga, si pasás de percibir un salario de veinte mil pesos a ganar trescientos mil euros por mes, es un cambio en tu cabeza. Creés que vas a ser millonario toda tu vida, y sos una bola sin manija. Sentiste que fue muy fácil, y entonces vas a empezar a hacer cualquier cosa. Y ese dinero, como llega, se va. El jugador se termina retirando con treinta y cinco, años. Y mirá que te quedan varios años para patear. E hiciste muchos amigos que no eran tan amigos. Hay que ver los alcahuetes que tenés, los pegotines. Y cuando se te van las luces, desaparecen.

¿Qué estás haciendo en la Fundación Celeste?

Soy el gerente, el que trata de que la cosa salga bien. Estoy muy contento. Me llamó Sebastián Eguren en el año 2016 y me dijo que estaban en un momento crítico de la Fundación, que había arrancado con toda la efervescencia de la vuelta de Sudáfrica en 2010 pero que ahora estaba medio marchita, y que me quería proponer como nuevo gerente. El anterior, Fernando Castellanos, era un crack, pero es un tipo totalmente outsider del fútbol. Faltaba ese feedback con el futbolista. Me sorprendió que se estuviera marchitando algo tan lindo como era la Fundación Celeste, que intenta utilizar el fútbol para proyectos sociales. Me puse a estudiar qué es lo que iba mal.

¿Qué incorporaste?

Diseñé “El Árbol Celeste”, que tiene diferentes iniciativas, como el Proyecto Raíces, que es la ayuda a los jugadores retirados que están pasándola mal, que la canalizamos a través de Nostálgicos del Fútbol. Después está el Proyecto Ramas, de ayuda al deporte amateur, que es el que más nos cuesta, porque es el que menos seduce a las empresas, increíblemente. Y después hay otros caballitos de batalla, tenemos cuarenta y dos Escuelas Celestes a lo largo y ancho del territorio nacional, que intentan no ser solamente de fútbol. Es un ejercicio bien básico para que se diviertan. Para nosotros el rol del fútbol tendría que ser diversión para el gurí, y no esa presión nociva que vive. Después tenemos un proyecto de impacto en ligas de baby fútbol.

¿Cómo es?

Este año tenemos la primera en la Liga Prado de Montevideo, con la tarjeta Fundación Celeste, que el árbitro saca al término de los partidos de baby fútbol. Para eso los equipos tienen que haber reunido tres premisas fundamentales: que los padres hayan presenciado un juego de niños, que hayan aplaudido, que se hayan reído y se hayan divertido, y lo mismo el técnico, que tiene que haber hecho jugar a todos, y que los gurises hayan replicado esa conducta en el campo de juego. Si todo eso estuvo de manifiesto, se muestra la tarjeta. Si no, no. Y, al término del campeonato, se suman las tarjetas y se premia al equipo que obtuvo más tarjetas, con pelotas, con equipamientos, con mejoramiento de vestuarios. Y capaz el equipo ganador es el que sale último en el campeonato, no nos importa.

¿Que jueguen todos no desestimula a los más habilidosos?

Sin duda que el más patadura va a jugar menos tiempo. La idea es que por lo menos haya podido estar en cancha un tiempo acorde como para tocar alguna pelota. El futbolista debe ser educado en no creerse la estrella inamovible del equipo a esas tempranas edades, porque en el baby fútbol es todo tan verde que a veces los padres se creen los padres de Suárez y Cavani. Después, en las inferiores, es que se empieza a vislumbrar la verdad. En el baby fútbol, a veces, unos maduran más rápido que otros, hay que esperarlos y te terminan sorprendiendo. El baby fútbol tiene que ser más lúdico. No me refiero a que no haya que querer ganar, la competencia es sana. Pero no los líos que ha habido, donde los padres se han dado hasta golpes de puño, con niños que les están diciendo a los padres que no quieren estar más ahí porque es horrible lo que viven. Eso se tiene que erradicar, porque es nocivo para el deporte.

Enseñarles a ganar y a perder.

A no sobrar, a dar la mano, a que hoy toca ganar y mañana tocará perder.

¿Por qué hay tan poco fútbol femenino en Uruguay?

Es un debe a nivel mundial, que se está corrigiendo. Hoy hay mucho más que cuando yo era chico. Entonces no había, prácticamente.

¿Cómo se explica un fenómeno como el de Torque?

Viene la guita de afuera, con ánimo de hacer bien las cosas.

¿No es una forma de reclutar jugadores para llevarse para afuera?

Si es así, no les está saliendo bien del todo, porque no han reclutado tanto.

Se llevaron a Santiago Rodríguez de Nacional.

Ah, pero eso lo veo bárbaro. Soy defensor de eso. Buenas canchas, el jugador sintiéndose profesional. Buenos salarios. Da gusto.

Estás a favor del gerenciamiento de los clubes.

Cuando es con ánimo de robustecer el patrimonio fútbol y la institución. El gerenciamiento le daba unos dividendos espectaculares a Plaza. Y a nivel social se está techando la piscina, algo que Plaza nunca había podido lograr. Es el quinto gerenciamiento que tuvo Plaza, todos los anteriores habían dejado fundido al club y se habían llevado la guita. Cuando es bueno y le deja dividendos al club y a la ciudad, como en este caso, que venga. Si es cuidado, vamo’ arriba. Si es UPM2, ahí no (risas). Estos gerenciamientos dan beneficios a la institución.

El París Saint-Germain. Que vengan los magnates rusos y árabes a comprar clubes.

Que vengan, mientras no contaminen los ríos, los arroyos, la tierra.

A vos te está influyendo mucho Scotti.

Está bárbaro lo que está haciendo. Todo lo que aporte mejorías en el fútbol y sea cuidado es bienvenido. El City les da de comer a los jugadores, los hace entrenar en campos buenos. Tienen su ropa, los llevan en ómnibus, los traen. Quieren hacer una academia para que los gurises puedan estudiar y no tengan que tomarse tres ómnibus si quieren ir al liceo. Es algo que River está haciendo hace veinticinco años. Que venga eso, y no los Tanque Sysley, que lo único que querían era que Uruguay fuera al mundial para gastar la plata en otras cosas.

Política y fútbol. En Uruguay siempre tuvieron mucha vinculación.

Me parece un gran error que en una campaña electoral se salga diciendo: “La cultura vota a tal”, “El fútbol vota a tal”. Creo que tanto el fútbol como la cultura tendrían que trascender al partido político. Lo lindo de las expresiones deportivas y culturales es justamente la pluralidad, y que cualquiera vote a cualquiera. Lo que tenemos que hacer en el deporte y la cultura es construir seres pensantes. Lo lindo es desarrollar la tolerancia por aquel que piensa distinto a mí. Y eso es lo que nos está faltando como sociedad. Estamos tan divididos porque no toleramos al que piensa distinto. Ponemos barreras. La calentura más grande me la agarré con el “La cultura vota a la izquierda”, “La cultura vota a la derecha”, “La voz del fútbol vota a la izquierda”. No, mentira. Las que votan son las personas. El fútbol y la cultura son apolíticos. Y hay artistas espectaculares de derecha y de izquierda, y lo mismo con los futbolistas. Y gente de la otra, en los dos lados. Hay que alejarse de esas mentiras. Lejos, bien lejos.

¿Y el futbolista dirigiendo los clubes? Vemos a Riquelme, Francescoli, Passarella.

Todo depende. Hay futbolistas que lo hacen bien y otros que no. Hay futbolistas que decidieron ser representantes de futbolistas y que cometen los mismos errores que ellos sufrieron. Tenés de todo en el mundo del fútbol. Hay futbolistas que no se prepararon en la vida y que son alcahuetes de los representantes, que salen a hablar mal de otros futbolistas, porque no tienen otra opción que alcahuetear al que les compró la vida. Me da pena cuando los futbolistas hablan pestes de otros futbolistas sin ton ni son, sin ningún sustento. Lo que pasa es que no tienen otra. Los mandan a hacer eso. Son mandaderos. Es triste. Por eso hay que inculcar que el jugador se prepare, que se eduque, para que a la hora del retiro pueda ser libre. Si no, siempre va a estar dependiendo de lo que le manden a hacer.

En eso estamos mejor que antes.

Se ha avanzado, y creo que un gran artífice en esto es Tabárez, le pese a quien le pese. Por eso soy un defensor del proceso, en ese sentido. Pero falta mucho todavía.

Dos por tres nos enteramos de alguna gloria de hace veinte o treinta años…

Que está prácticamente en situación de calle.

¿Hoy están más apoyados los jugadores como para invertir y cuidarse mejor?

Más o menos. Hay de todo. El último libro que saqué habla de eso. El jugador está más despierto, y tiene mucha más gente que se preocupa para tratar de ayudarlo, pero sigue habiendo de lo otro. Caés en la red que caés de acuerdo a tu percepción. De hecho, mi representante, Pablo Bentancur, sigue trabajando y tiene un montón de jugadores. Lo mismo Paco, o Fonseca. Todos siguen trabajando. Cada uno sabrá decidir. Está bueno preguntarles las experiencias a los exjugadores que fueron de esa gente. Cada uno te contará su experiencia.

¿El fútbol sigue siendo una cantera para escribir?

Sí, porque el fútbol es parte de la vida misma. Una vez el editor de Random House, me preguntó qué iba a escribir cuando el fútbol no fuera más la inspiración. Le dije que mi inspiración no era el fútbol, sino cualquier otra cosa, y que el fútbol formaba parte de esas historias. Los mellis. El cuaderno azul, justamente, habla de un montón de otras cosas, y el fútbol es un condimento de la historia, como tantos otros.

Siempre literatura infantil.

Más o menos. Esta historia es a partir de doce años, y tengo varias que son para adolescentes. Me gusta mucho la adolescencia y me encanta escribir para ellos. Las editoriales le temen, porque está catalogado como público no lector. Justamente, hay que darles material para que lean.

¿Te va bien?

Me va muy bien, porque no eludo las responsabilidades a la hora de escribir. El adolescente quiere tener literatura espejo. Si les ponés un príncipe y una reina, es muy difícil. En cambio, estas historias tocan temas como la droga, la homosexualidad, la pandemia y cómo en ella nos quieren tratar como manada. Cosas muy adultas, y también rebuscadas. Nosotros los estigmatizamos, los señalamos, decimos que por culpa de ellos nos están infectando a todos porque son unos irresponsables, como si nosotros fuéramos unos genios. Eso le hace mucho daño al adolescente.

¿Cómo los afectó la pandemia?

Los afectó como a todos, creo. Pero igual tienen un poder de adaptación, de resiliencia, que es impresionante. Tengo un hijo de catorce años.

Es la época de estar entreverados. Es cuando explota el fenómeno social.

Por eso nosotros los adultos, con un desparpajo enorme, hablamos como si fuera fácil y condenamos. Nos dejamos llevar como manada y muchas veces no pensamos. Me acuerdo del “Quedate en casa” cuando había cinco contagios. Quedate en casa y no salgas ni a hacer deporte, cuando lo que se buscaba era salud. ¿Y si salgo a hacer deporte solo por la rambla, sin gente? Me paraba la Policía con un megáfono. ¡Estoy solo, no puedo contagiar a nadie! (Risas).

Estábamos en un momento en que no se sabía nada y se estaba aprendiendo.

Pero también nos condujeron a eso. Si había una voz de un profesional disidente, era censurada en las redes sociales y en internet. Fue raro. Y antes había habido un protocolo de Bill Gates, y otros más, que habían montado todo un protocolo sobre qué pasaría en el caso de la pandemia, sobre cómo nos íbamos a comunicar y cuándo iba a salir la vacuna. Ojo al piojo. La mediatización que tuvo el Coronavirus fue una cosa impresionante.

Digno de una novela de Stephen King.

Totalmente. Me encanta Stephen King. En mi adolescencia lo leía mucho, cuando uno es una esponja. Me devoraba sus libros. Tiene un caudal de libros impresionante. Para mí la literatura siempre fue un escape para evadir la realidad. Mis realidades siempre fueron bastante acuciantes. Fijate todo lo que viví a nivel futbolístico, con dieciocho años. Hasta hoy no me gusta la sociedad en que vivo. No logro encontrarle el amor adonde vivo. Entro a las redes sociales y veo el ataque permanente. Me aíslo bastante de eso. No me atraen las reuniones muy grandes. No es algo de lo que me esté vanagloriando, sino todo lo contrario. Pero no me gusta el ser humano de hoy.

¿Es distinto al de antes?

Un poco sí, para mí. O yo lo vivía de otra manera. Estamos más agresivos.

El barrabravismo.

Sí. Yo iba al liceo público, y desconocíamos lo que votaba el profesor. Era un recinto de educación. El otro día el liceo de Colonia había carteles de “No a la LUC”, por ejemplo. Ha cambiado todo. Esas cosas eran del hogar, te educabas con tus padres, y había lugares adonde esas cosas no llegaban. Hoy llegan. Hoy la batalla es permanente, excesiva.

Vos sufriste mucho la cuestión de las redes sociales.

Aprendí que son la Ámsterdam y la Colombes, lamentablemente. No tienen nada muy elevado que destacar, me parece. No es el lugar para querer hacer el análisis o algo más profundo.

Capaz que la sociedad hoy no es el lugar para cosas muy profundas.

Por eso te digo. Se lee menos, se habla y se escribe peor. Me preguntás si es una sociedad distinta y creo que sí. Antes escuchabas a la gente expresarse de una manera distinta. Se leía más. Hoy está todo muy microondas, como digo yo. Fast food. Están desapareciendo un montón de cosas que eran muy lindas, como el libro en papel, el escuchar radio. Hoy estoy en un programa de radio que me encanta, va por internet y se llama Butiá Plus. Es una apuesta a las primeras infancias y la adolescencia. Una radio online que hizo Julio Brum, donde estamos con Roy Berocay. Está precioso, pero claro, se escucha menos radio. Los gurises están todo el tiempo con el celular. Pero no es culpa de ellos sino de nosotros los padres, que otorgamos que eso suceda. Señalizarlos como los culpables creo que es un error. Estamos muy preocupados por un montón de cosas y desatendemos otras que son vitales.

El otro día, el Facu Torres no quiso recibir la camiseta de D’Alessandro.

Está esa estupidez. Yo a Peñarol no podía ir con algo blanco y azul. Una vez no me di cuenta, y me dijeron que no podía ir así. Y al revés es igual, no podés llevar nada amarillo y negro. Estamos en la chiquita. Y los dirigentes caen en esa, también. Me van a decir que mirá la estupidez con que salgo; pero, ¿qué hubiera pasado el otro día si Nacional se ofrecía a traer en el chárter a los jugadores de Peñarol? ¿Estaba mal visto?

Y sí.

Pero para mí hubiese sido un gesto espectacular.

Lo lógico hubiera sido eso. Pero lo hicieron para sacar ventaja.

La ventajita, sí. Se ve que soy un idealista, pero yo, si fuese presidente de Nacional, hubiese llamado a Ruglio y le hubiese dicho que tenía un chárter y que qué le parecía si subíamos a sus jugadores. Y que me dijese él que no. Pero lo hubiese hecho. Después, te voy a tratar de ganar con lo mejor que tenga.

¿Y si perdés con un gol de Facu Torres porque durmió mejor?

Y bueno, ta. Pero me parece una derrota mucho más digna.

Para el hincha la derrota no tiene dignidad.

Obvio, por eso yo me escapo de eso. Yo soy hincha de Plaza, quiero que pierdan Peñarol y Nacional cuando juegan contra Plaza.

 

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