Home Reflexion Semanal ¿Desempleo: fenómeno coyuntural o realidad futura?

¿Desempleo: fenómeno coyuntural o realidad futura?

¿Desempleo: fenómeno coyuntural o realidad futura?
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El aumento del desempleo durante marzo marcó el mayor nivel de la década al alcanzar el 9%. La estadística muestra que se perdieron más de veinte mil puestos de trabajo en el primer trimestre del 2017. Paradójicamente se informa de una reactivación económica que de por sí no genera nuevos trabajos. ¿Cuáles son las causas? ¿Afectó en algo la reforma fiscal que rige desde enero? ¿Hay responsabilidad del relativo aumento del salario real?  ¿Estamos asistiendo a un preámbulo del fin del trabajo? ¿Más producción con menos gente? ¿Es hora de comenzar a pensar en una reducción de la jornada laboral para generar más puestos de trabajo? ¿Qué políticas debieran aplicarse para paliar esta tendencia? ¿Son  válidos los criterios usados para medir el empleo?


COMBO PERFECTO

por Martín Guerra

El tema del empleo tiene varias aristas. Los cambios sociales, tecnológicos y nuevos hábitos, hablan de una juventud con cambios muy fuertes en sus aspiraciones y forma de soñar su desarrollo profesional.

Querés fidelizar colaboradores en una empresa? Dales el viernes libre, o invitalos con una cerveza durante el trabajo. El plan de carrera ya no es valorado como antes. Por otra parte, hay una revolución digital y tecnológica, que está cambiando muy fuerte paradigmas del mercado laboral, con una amenaza de cambiarla mucho más. Hay que tratar de entenderlas, y aprovecharlas. Personalmente creo que esto redundara en mejoras para la mayoría de las personas, aunque probablemente tenga costos y traumas para muchas empresas y personas. Estas cosas pasan en todo el globo, y en Uruguay también. Además aquí  tenemos  una concepción francesa de estado, que conlleva  a reclamar un rol muy paternalista de estado, que seguramente haya determinado desde siempre las dificultades en tener una cultura de trabajo muy sacrificada. Pero esto no es todo, el inicio de la era FA en el gobierno central, condujo a un aumento grande en la perdida de la ya amenazada cultura de trabajo. Regulaciones varias, que pendularon muy fuerte a la promoción de derechos de los trabajadores, olvidaron perseguir también que se cumplan en muchos casos las obligaciones. Dramática pérdida de productividad, es el resultado de estas políticas sumado a todos los cambios ya expuestos. Otro capítulo de gran contribución a los problemas, es la cada día más evidente obsolescencia del formato de los consejos de salarios. Empresas medias y chicas, no pueden seguir el ritmo de las grandes que son las que por lo general son protagonistas en estas negociaciones por la parte empresarial. Las Pymes son las responsables de la mayor fuente de empleo que tiene el País y seguramente (no tengo el dato) por donde estamos perdiendo muchos de los empleos en el primer trimestre.

Hay muchas empresas sufriendo por todos estos temas, y por otros costos desmesurados como los servicios públicos, y en muchas de ella la presión fiscal. Ese sufrimiento y realidad es el mismo al que están expuestas las personas que se mueven en el mercado. Es imperante que los gobernantes y opositores, adviertan y encaminen posibles acciones para mejorar todo este combo negativo perfecto. Pienso que hoy ya hay advertencia en general y que es posible que se den algunas mejoras.


Ubiquémonos en la realidad

por Gustavo Melazzi

El desempleo (9% en marzo 2017) es el más elevado desde hace 10 años. Si bien inquieta de por sí, no es un dato aislado, ya que aumenta desde 2014. Y esto es lo más importante, pues además de preocupar (esencialmente a los trabajadores) señala una tendencia y/o problemas de fondo. Hay que explicarlos.

Sería desubicado “sorprenderse” por este hecho. Los ciclos económicos, propios del capitalismo, pautan alzas y bajas en el empleo. Si los empresarios consideran suficiente la rentabilidad invierten y, entonces, contratan trabajadores; si no, no lo hacen. Y el sistema precisa siempre desocupados, para contener alzas salariales.

Nos referimos entonces a la economía en su conjunto, y Voces pregunta por una aparente “paradoja”, ya que el pasado año el PBI aumentó 1.5%. Pero también éste es un “dato” a ubicar.

Se trata de un crecimiento mínimo, aunque en lo regional, no despreciable. Pero lo decisivo es ver sus componentes, ya que los sectores se comportaron de manera muy diversa. Un análisis simple de los sectores (datos del BCU), nos señala que son dos los sectores a tener en cuenta[1]. Uno: “Transporte, almacenamiento y comunicaciones” creció mucho, y explicó nada menos que el 77 % del aumento del PBI. Pero los primeros se redujeron, de manera que Comunicaciones, es decir: celulares e Internet  son claves.

El otro sector es “Electricidad, gas y agua”; explica el 24% del crecimiento del PBI, y en él incide un año lluvioso y el aumento en aerogeneradores.

El resto de los sectores crece menos de 5% (el agro un 2%) o, sobre todo, se reduce. La Industria (baja 2%); Construcción (baja 7%), y Comercio, restaurantes y hoteles (baja 18%).

Por dos razones, no hay “paradoja”. La primera es que estos tres últimos sectores, a la baja, son precisamente los que generan más empleo. La segunda: es evidente que se trata de una economía dependiente de productos primarios; nadie puede afirmar que con celulares; Internet; lluvia y aerogeneradores, una economía sea dinámica.

Además, pega fuerte el fin de los diez años de bonanza externa. Y en la coyuntura, el ajuste fiscal afecta negativamente las expectativas de rentabilidad; aumenta el desempleo, paso previo a bajar salarios.

El empleo, entonces, sus alzas y bajas (y los salarios, obvio), son los correspondientes a esta estructura económica primarizada (que todo indica será peor). Ninguna sorpresa.

Con este escenario de fondo, difícil pensar “paliativos”. Desde hace años se menciona la disminución de la jornada… está muy lejos; un dirigente sindical dijo que habría que comenzar por eliminar las horas extras…  imposible.

Un problema próximo: el ciclo político electoral. Es tradicional (no sólo aquí) que alrededor de un año antes el gobierno vuelque recursos a la economía: para construcciones; aumentos salariales; asistencia social, etc. (Keynes y, sobre todo, Kalecki, redivivos) ¿De qué recursos dispondrá este gobierno para hacerlo?

No los tiene. Los Presupuestos son una clara imagen de esa insuficiencia. ¿Entonces?  Recurrirá una vez más a la deuda externa, cuyo nivel ya es preocupante. Además,  intentará “vender una ilusión”; un proyecto de otra empresa transnacional que busca nuestros recursos naturales, subsidios, y su ganancia. Más deuda y transnacionales; ambos negativos.

[1] Con base en un análisis de W. Yohai.


¿Empleo cayendo, producción creciendo?

por Isaac Alfie

El dato del mercado laboral de marzo al parecer sorprendió a muchos, entre los que se encuentra el ministro de trabajo. Ciertamente analizar la situación laboral por el dato de un solo mes carece de rigor técnico. En efecto, la cifra es una estimación a partir de una muestra que ha mostrado alta varianza en sus resultados. Como toda estimación estadística tiene su error, y el propio comunicado del INE indica que la tasa de empleo de marzo fue 58%, pero está entre 57 y 59 con un 95% de probabilidad, es decir, en el 95% de los casos que se haga la muestra el valor se encontrará en ese amplio rango y que hay un 5% de posibilidades que se encuentre fuera de ese rango, – por encima o debajo -. Del mismo modo, el desempleo, que en el dato mensual sube casi 1 punto porcentual al 9%, tiene un 95% de probabilidades de estar entre 8.2 y 9.8%. Ahora bien, en febrero, cuyo valor había sido 8.2%, tenía un 95% de probabilidad de estar entre 7.4 y 9.0%. Es decir, si usamos los rangos el dato de febrero coincidió con el mínimo del rango de marzo y el valor de este mes con el máximo de febrero, entonces me inclinaría a pensar que el valor real no cambió mucho. Peor es el dato para Montevideo donde el desempleo habría subido de 8.1% a 10.1% entre febrero y marzo. ¿Alguien realmente cree que ello pasó? Personalmente no lo creo, no puede existir una diferencia de tal magnitud entre esos dos meses, alguno de ellos, o ambos, presentan error de estimación. Es por ello que desde hace mucho tiempo he dicho y escrito que no me parece siquiera serio que se tome el dato mensual y, entonces, analizo con indicadores de más largo plazo. Dado que existe estacionalidad a lo largo del año y que, además, las cifras del Interior del país no corresponden al relevamiento de los mismos departamentos todos los meses, utilizo una medida de años móviles de manera que efectivamente pueda observar las tendencias de medio plazo. En esta tendencia es muy claro que el desempleo crece desde hace 5 años, al principio poco, acelerándose en los últimos 2.

Los economistas sabemos que la tasa de desempleo no suele decir mucho sobre la evolución del empleo en sí, dada que ésta es un residuo entre las personas que desean trabajar y no consiguen hacerlo. Ahora bien, las personas que están dispuestas a trabajar no son una constante, sino que varían según circunstancias. En los hechos, las estadísticas de nuestro país muestran que estas personas hoy son menos que algunos años atrás, de donde resulta más relevante medir el empleo, para lo cual hay que considerar el total de personas empleadas y la cantidad de horas que éstas trabajan.

Tomando el país urbano (localidades de 5.000 o más habitantes), el desempleo actual, medido como el promedio móvil anual, es similar al alcanzado noviembre de 2008. Si miramos el largo plazo, el desempleo tuvo un descenso ininterrumpido desde junio 2003 hasta abril 2012, tocando un mínimo de 6.36%, para luego crecer casi sin pausa hasta el 8.31% actual, guarismo similar a la primera mitad de los 90. En una medida igualmente suavizada, la tasa de empleo bajó de 59.96% en abril 2012 al 58.34%. A lo anterior debe sumarse que el promedio de horas trabajadas por semana pasó de 38.9 a 37.3, una importante reducción superior al 4%. Por último, debemos contemplar el crecimiento de la población, que es bajo, pero de todas maneras algo suma,

Con estos datos la realidad del mercado nos dice que la cantidad de horas totales trabajadas (la verdadera cantidad de trabajo) ha descendido en el país urbano desde 2014 a la fecha y, entre 2012 y 2014 se mantuvo relativamente estable[2]. En 2015 la caída superó el 2.2%, en 2016 rondó el 1.2% y, la tendencia de 2017 es de una nueva caída de magnitud muy parecida al año pasado.

La pregunta es ¿cómo es posible que el empleo retroceda, y de manera tan importante, siendo que el PBI aumenta? La respuesta la debemos encontrar por al menos dos lugares; i) cuando analizamos el crecimiento del PBI, observamos que los únicos sectores que crecen y explican la variación positiva global, son aquellos muy intensivos en capital, energía, telecomunicaciones y algunas industrias que reducen personal de manera sistemática, ii)  en mi opinión, las cifras oficiales, en función de la metodología internacional de medición y “lo lejos” que quedó el año base, está sobreestimando en aproximadamente 1.3  – 1.4 puntos porcentuales por año el real crecimiento, con lo cual en los hechos la actividad cayó durante 2015 y apenas si se expandió en 2016.

Futuro

Por fuera de la coyuntura donde, dado el sesgo exportador hacia Argentina , es posible que veamos cierto aumento en el empleo, debemos tener claro que Uruguay está frente a un problema de relevancia ¿Por qué?, básicamente porque a los rápidos cambios tecnológicos que disminuyen la cantidad de trabajo aplicada a cada unidad de bienes y servicios producida, comunes a todo el mundo, aún tenemos amplios sectores de actividad donde aplicamos una cantidad de horas de trabajo bastante superior al resto del mundo y, peor aún, hacemos tareas que en otros lados del globo ya no son hechas por personas o directamente no existen. Lo anterior deriva en una baja productividad media que nos genera problemas de competitividad, impide el desarrollo y la mejora de los niveles de ingreso de la población.

La solución se debe buscar por el lado de la educación y los métodos de enseñanza. Nos guste o no, resulta imperioso un cambio, cuanto más lo demoremos, peor nos irá. Por tanto, más allá de coyunturas o situaciones inesperadas, el dinamismo de nuestro mercado de trabajo no parece será la tónica de los próximos años.

 

[1] Si miramos el país en su conjunto (incluyendo el rural y las poblaciones de menos de 5.000 habitantes) la situación es peor y la reducción de la cantidad de trabajo bastante superior


Problemas de competitividad siguen presentes

por Max Sapolinski

El anuncio de que la tasa de desempleo llegó al 9%, constituyéndose en el mayor guarismo desde hace una década parece que encendió una nueva luz roja en el tablero de la economía uruguaya.

Hace tres años atrás, cuando los niveles de desempleo apenas superaban el 7%, cifra históricamente baja, ya expresábamos que debíamos tener cuidado y prestar atención a la evolución de los mismos.

Estas consideraciones las basábamos esencialmente en el hecho de que la tasa en cuestión se mide en base a aquellas personas que están buscando empleo, y si este concepto lo vinculamos a los criterios asistencialistas que el gobierno ha venido implementando desde su primer administración, nos encontramos en que seguramente existe algún punto porcentual de la población económicamente activa que no está buscando empleo para no perder los beneficios  de la asistencia.

Tampoco es ajeno a este análisis el desmesurado ingreso de funcionarios públicos que las distintas administraciones frenteamplistas generaron en los últimos doce años y que sin duda también inciden en empujar artificialmente a la baja el nivel de la tasa de desempleo.

Hechas estas apreciaciones previas, cabe decir que el marco en que se produce este aumento del nivel de desocupación es preocupante.

Por un lado, desde el gobierno llegan las señales en que las apuestas están exclusivamente jugadas a las inversiones a desarrollar en el proyecto de UPM. Las mismas, que pueden implicar un importante aporte en lo concerniente a ocupación de mano de obra en los inicios de la obra, no lograrán mantener definitivamente la ocupación inicial.

No se vislumbran otros proyectos de inversión que puedan consolidar una mejora sustancial en la ocupación. Ya llevamos demasiado tiempo habiendo descuidado de forma alarmante la inversión en infraestructura vial.

Aparte de esto, los problemas tanta veces descriptos vinculados a la competitividad de nuestra economía siguen presentes. De hecho, importantes áreas de la economía nacional, como por ejemplo la industria de la vestimenta, se encuentran en estado moribundo. Industriales prósperos de antaño, se reconvierten en importadores de mercaderías con la consiguiente merma en la ocupación de mano de obra.

Todo ello lleva a que cada vez más, las áreas de la economía que mantienen vigencia y perspectivas de éxito son aquellas que mantienen una menor ocupación de mano de obra.

De hecho, los economistas ya advirtieron que los sectores que más aportaron al crecimiento del PBI constatado el año pasado son los de transporte y comunicaciones, no siendo ninguno de ellos particularmente demandantes de mano de obra.

Si a esta intrincada mezcla, le sumamos la voracidad fiscal de la que ha hecho gala la administración, provocando el ahogo de más de una empresa, las perspectivas no son nada halagüeñas.

Existen problemas adicionales a ser tenidos en cuenta.  Existen sectores productivos que requieren mano de obra especializada y de calidad. Los mismos comienzan a advertir que no hay suficiente caudal de trabadores en dichas condiciones. Ya se constata alguna empresa que opera en el área de la tecnología de la información que optó por instalarse en otros mercados ante la falta de mano de obra calificada.

Si se logra mejorar el nivel de crecimiento de la economía, seguramente podrá lograrse bajar en algo en nivel de desempleo. Siempre será de una forma más lenta.

Lo que es claro, es que si no se aplican criterios claros de crecimiento y particularmente de inversiones en áreas sensibles a la contratación de mano de obra, los mencionados niveles de desempleo se mantendrán en niveles peligrosos para mantener un entramado social razonablemente establecido.


REFUNDACIÓN NACIONAL = VOTANTES ESTAFADOS

por Esteban Pérez

Cómo se elaboran los datos de desocupación del gobierno es tema de crítica, análisis y distintas opiniones tanto de economistas y políticos como de dirigentes gremiales.

Existe también el ojo de don Juan y doña María, la visión de los vecinos que viven en barriadas de gente laburante del cordón montevideano y sus extensiones en el área metropolitana.

Le tenemos más fe a ese dato que a los oficiales. Basta recorrer las calles de dichas localidades para ver cómo crecen las ventas de tortas fritas, puestitos de verdura, de ropa usada y de todo tipo de chucherías, así como carteles domiciliarios de diversas ofertas: “Se corta pasto”, “Costuras”, “Pintura y Albañilería”, “Cuido niños” y todo lo que se pueda imaginar para ir tirando.

En esos lugares los porcentajes de desocupación son mayores que los de cualquier encuesta y a la vista está.

Algo nos ha pasado, algo está pasando. ¿Falló el programa del Frente Amplio? ¿Es tan infalible la puntería económica de los 12 años de gobierno que no dio lugar siquiera a una autocrítica?

El acceso de la izquierda al gobierno y su plataforma electoral nos entusiasmaba con los discursos de “refundación nacional”, “Uruguay productivo”, “temblarán hasta las raíces de los árboles”, “Uruguay inteligente”, “refundar el proyecto educativo”, “educación, educación, educación”, “desarrollar el conocimiento y la investigación científica”, etc.

Soñamos despiertos con una recomposición interna de las fuerzas productivas.

La realidad nos ha cacheteado desde entonces, no sólo no se avanzó sino que se retrocedió.

La agroexportación se desarrolló a niveles nunca vistos con ganancias siderales, sin embargo no se utilizó ese resultado al servicio del desarrollo nacional. Por el contrario hay mayor concentración del agronegocio con perspectivas de que se profundice más aún y se ha otorgado exoneración de impuestos en algunos rubros, como a las transnacionales Montes del Plata y UPM además de la liberación fiscal de los cereales y la forestación. La zona franca de Nueva Palmira es el segundo destino de exportación del país. Esta política le ha cortado las alas al desarrollo de cadenas productivas criollas,  impulsando la inversión extranjera. Nos produce sospecha de más de lo mismo el futuro puerto pesquero chino a ubicarse en La Paloma. El complejo industrial arrocero, que era un orgullo nacional, hoy está todo en manos extranjeras  y sucede lo mismo con la industria que actualmente es completamente propiedad extranjera, siendo Uruguay el 5º. exportador mundial de carne bovina, nos quedamos mirando la fiambrera: otros hacen el negocio con nuestro rodeo nacional.

En la agricultura de secano 400.000 hectáreas están en manos de brasileros y argentinos. Agreguemos a esto la mentira del equipo económico con respecto a la deuda externa: ésta no fue renegociada cómo se anunció, sino que fue reprogramada, pateándola para adelante incrementándola más aún. Es obvio que en este panorama el Uruguay no está en condiciones de afrontar una crisis aguda, no creó espaldas para eso. Cada vez tenemos mayor dependencia, concentración y primarización, más un entorno de países vecinos en un tembladeral.

La política de recortes y la pérdida de puestos de trabajo nos introduce en un posible achique del mercado interno y por lo tanto en un espiral descendente. Esto se traduce en un nuevo re-empobrecimiento de las mayorías de siempre y haber desperdiciado una extraordinaria coyuntura. Habrá apriete desde arriba y tendrá que haber resistencia y movilización desde abajo. Nuestro enemigo el neoliberalismo, espada del capitalismo salvaje está asomando detrás de la careta progresista. La lucha de clases continúa, no hay conciliación posible ni “humanización del capitalismo”. A poner las barbas en remojo…


Algo más que un número

por Leo Pintos

Por estos días el INE dio a conocer el último dato de desempleo en el país y las cifras parecen acompañar la percepción generalizada de que la sucesión de cierres de empresas y reducción de personal en el primer cuatrimestre de 2017 no son hechos aislados, sino la consecuencia de un deterioro de la economía doméstica en un contexto regional y mundial cada vez más adverso. Fanapel, Molino Florida, La Spezia, la situación de Molinos Dolores y Fumaya, entre otras, son una señal del deterioro del trabajo en Uruguay, y sus causas son varias y, por ende, difíciles de analizar. A esto se suma la situación provocada por el cierre de Cambio Nelson, no solo por la pérdida de puestos de trabajo del propio cambio, sino —y muy especialmente—  por los «daños colaterales» en otras empresas asociadas al grupo Sanabria y que impactarán tarde o temprano en Maldonado.

Sin embargo, ese 9% de desempleo, el dato más alto de la última década, es relativamente bajo en relación a la tasa histórica de desempleo en los últimos 60 años y —por capricho de la estadística— no es tan significativo para conocer la realidad del empleo como la tasa de actividad. Al respecto, cabe señalar que dicha tasa está casi un punto por debajo que en el mismo mes de 2016, lo que atempera en algo el dato de desempleo al haber menos gente buscando trabajo. Pero para entender mejor la situación del desempleo será necesario aguardar al trimestre abril – junio para evitar la estacionalidad de la temporada turística, la mejor en los últimos años, y también percibir el impacto de la aparente reactivación iniciada en el segundo semestre de 2016. Aun así es importante advertir como el empleo logró mantenerse relativamente bajo pese a la situación económica y política de los otros socios del Mercosur que en otros momentos nos habrían llevado de cabeza a la recesión y pérdida masiva de empleos.

Por otro lado, es necesario analizar la situación local contextualizándola en un mundo sacudido por profundas crisis económicas, financieras y políticas que han parido fenómenos impensados hace pocos años, como el brexit, Trump y la crisis de los refugiados. Un mundo que creyó que la revolución digital sería la panacea de la productividad, pero ya avanzada esta revolución tecnológica vimos que, aunque significara un importante salto adelante en bienes de consumo y ciertos sectores de servicios, no se mejoró en sectores claves como educación y salud, históricos impulsores del crecimiento económico mundial, por lo que seguramente se necesiten veinte años más para que la economía mundial asimile y se beneficie de la economía digital. ProbablementeUruguay y el mundo estén lejos de las tasas de crecimiento previas a la gran crisis de 2008, porque China ya no crece dos dígitos anuales, el futuro político de Estados Unidos es incierto y Europa es una sucesión de crisis producto de la falta de perspectivas en gran parte de sus países. A lo que hay que sumarle el descalabro político de Brasil, y el estancamiento de otras economías emergentes como Sudáfrica, México, Argentina y Rusia.

La economía del mundo cambió. Las empresas que generan grandes beneficios (Google, Amazon, Apple) no generan gran número de puestos de trabajo. Otras se mueven al margen de las regulaciones nacionales (Uber, Cabyfy, Airbnb). Y la mayoría cotizan fuera de los países donde se instalan, es decir que lucran globalmente  y forman auténticos monopolios con mucho poder. Como consecuencia, los Estados deben aumentar la carga impositiva sobre la clase trabajadora y también sobre el pequeño y mediano empresario, lo que trae aparejado el deterioro de la competitividad ante estos gigantes y ante otras economías menos reguladas. Por lo dicho, ese 9% es relativamente bajo, pero, a la vez, es una catástrofe diaria que viven más de 160 000 uruguayos, aun cuando sabemos que la cifra es engañosa y que son cientos de miles los uruguayos que se levantan cada día sin la seguridad de poder llevar dinero a casa. Razón suficiente para que gobierno y oposición empiecen a mirar fronteras adentro.


De qué se sorprende, Señor Ministro

por Rafael Fernández

Frente al aumento del desempleo (que llega al 9% a nivel nacional y al 10,1% en Montevideo) la respuesta gubernamental fue notablemente contradictoria. El ministro Murro se declaró sorprendido por la evolución de este indicador, mientras que el Director de Trabajo Juan Castillo explicó la desocupación por el avance tecnológico. No hay nada menos imprevisible, sin embargo, que la innovación tecnológica. ¿Cómo podría ser sorpresiva?

Los avances técnicos sin embargo no explican en sí mismos el desempleo creciente. De ser así, una baja del índice de desocupación debería explicarse por un retroceso en la productividad del trabajo, lo que es un verdadero contrasentido.

Un avance de la tecnología, que abrevia el uso de la fuerza de trabajo, podría conducir a una reducción de la jornada laboral, sin reducción del salario. De esta manera, el progreso sería real, ya que redundaría en beneficio de los que producen. Si esto no es así, es porque el actual régimen social está inexorablemente dominado por la búsqueda de beneficio de parte de los capitales.

El PIT-CNT propuso en 2014 la reducción de la jornada laboral (a 6 horas), un planteo que en todo el mundo plantean los sindicatos frente al creciente desempleo. El actual presidente dijo en aquel momento que era una propuesta a estudiar… claro que estaba en plena campaña electoral. La tendencia del capital es a aumentar la jornada, y la intensidad del trabajo, no a reducirla.

Aristóteles, el gran filósofo de la antigüedad, y defensor del esclavismo, consideraba que si existieran máquinas capaces de sustituir el trabajo humano entonces la esclavitud no sería necesaria. Una fundamentación ideológica (interesada) que hoy en día suena como optimista. Los avances tecnológicos sistemáticos bajo el capitalismo conducen a una mayor incertidumbre y esclavitud del asalariado.

La crisis capitalista -de alcance mundial- es la que explica el aumento del desempleo y el trabajo precario. La agudización de la guerra comercial entre las grandes potencias y entre las multinacionales, como consecuencia de la saturación del mercado mundial, profundiza la recesión. Los gobiernos han intentado reactivar la economía por medio de subsidios y salvatajes gigantescos a los bancos y grandes corporaciones, lo cual ha conducido a crecientes endeudamientos públicos y déficit fiscales, es decir, a la bancarrota de los propios Estados y a la perspectiva de crisis monetarias.

El ministro Murro ha presenciado el cierre de empresas, achiques de personal, y sin embargo está “sorprendido”. El gobierno apela a una falsa salida: el ingreso de capitales (como la nueva planta de UPM) a los cuales se los exonera de impuestos y se les garantiza cuantiosas inversiones estatales. Esta política ya fracasó.

Los dirigentes del PIT-CNT están paralizados. No quieren moverle el piso al gobierno “compañero”. Por eso no convocan a un Congreso sindical, que debería votar un programa de lucha, para terminar con el desempleo, los impuestazos contra los asalariados, la rebaja del salario. La clase obrera debe recuperar sindicatos independientes del gobierno, y poner en pie su propio partido, para luchar por un gobierno de trabajadores.


Importante deterioro de la competitividad

por Washington Corallo

No creemos que este fenómeno del desempleo tenga que ver con la sustitución del trabajo por la automatización. Si bien hace muchos años que viene ocurriendo, y particularmente la inversión industrial tiene esa orientación estratégica, todavía no es tan disruptivo en nuestro país como para marcar una tendencia.

A nuestro juicio, el creciente desempleo y la persistente pérdida de fuentes de trabajo es un suceso asociado a las condiciones de la coyuntura económica, que está caracterizada por un importante deterioro de las condiciones de competitividad. En buena medida el aumento del desempleo está relacionado a las dificultades que tienen las empresas para sostener sus estructuras de costos, de las cuales la masa salarial es un componente muy importante.

El incremento de los costos salariales, además, no se ha visto compensado por una mejora en la productividad, que aumenta casi en exclusiva por el esfuerzo empresarial para elevar el nivel tecnológico de su parque de maquinarias. No debemos olvidar que Uruguay tiene estándares de productividad mucho más bajos que países con los cuales competimos, tanto en el exterior como en el mercado interno. En ese marco, las empresas seguirán incorporando nuevas tecnologías que sustituyan personal por maquinarias, otras eliminarán pasos de su cadena de producción, importando algunos insumos para dejar de fabricarlos localmente, otras se convertirán en importadoras, y algunas no tendrán otra alternativa que cerrar.

Los Consejos de Salarios tienen un diseño institucional que atenta contra soluciones eficientes en cuanto a la fijación de salarios, aun cuando muchas veces se disponen aumentos de las remuneraciones en un aparente acuerdo entre las tres partes involucradas. Como resultado, se aumentan los salarios por encima de las posibilidades de las empresas, lo que resulta peor en ramas donde la realidad empresarial es heterogénea, aspecto que el sistema de fijación de salarios no reconoce, y que genera injustos castigos para quienes lideran negocios menos exitosos o en problemas.

Además, por distintos motivos, la gestión de los recursos humanos se ha tornado cada vez más compleja y costosa, por lo que se elevaron significativamente los incentivos para no contratar personal. La rigidez del mercado laboral es creciente, lo que afecta principalmente a las Pymes que necesitan un marco mucho más flexible para funcionar. Como no se avizoran cambios, y por el contrario, hay iniciativas para incorporar nuevas normas que harían todavía menos flexible el mercado laboral, los empresarios consideran poco oportuno seguir aumentando la dotación de personal y buscan todos los mecanismos posibles para producir igual o más pero con menos trabajadores. Hay que tener en cuenta que los países que por años recorrieron este camino están en un proceso inverso, orientado a flexibilizar el mercado laboral, justamente porque desequilibraron el marco normativo y generaron las condiciones para niveles de desempleo estructuralmente más altos.

Otro elemento que influye es que la actividad económica ha estado resentida en los últimos años en casi todos los sectores. Es más, el crecimiento del PIB, que incluso fue muy magro, estuvo apalancado en sectores poco intensivos en mano de obra, como telecomunicaciones, y en algunos períodos en la generación de energía.

La solución no pasa por una rebaja de la jornada laboral. Por el contrario, eso implicaría incrementar los costos de la mano de obra, volvernos aún menos competitivos, y por ende aumentar el desempleo. Las empresas no están en condiciones de absorber más aumentos de costos. En todo caso lo que están necesitando es lo contrario, que algunos de sus principales costos se reduzcan. No hay que olvidarse que los precios de los combustibles están totalmente desalineados respecto a los niveles que corresponden a los actuales precios del petróleo, que la tarifa de energía eléctrica no se ha visto reducida tras la fuerte inversión en generación de los últimos años, que el tipo de cambio se ubica en niveles históricamente bajos, llevando al país a niveles de encarecimiento relativo como hacía muchos años que no se registraba, y que los impuestos, tanto empresariales como al trabajo, han venido aumentando año tras año. Si se piensa en medidas para favorecer el empleo habría que abordar esos aspectos, tan sensibles para la competitividad y para las fuentes de trabajo de nuestro país.

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Se acercan etapas definitorias

 por Alfredo Asti

El 24 de mayo se dieron a conocer, de forma separada, dos informes del Instituto de Estadísticas que reflejan situaciones y resultados contrapuestos del mes de marzo. El primero, en relación al mercado de trabajo que tiene una estimación puntual de aumento de desempleo y baja de la tasa de empleo (pérdida de puestos de trabajo), es infeliz e inesperado.

El segundo informe es sobre la estimación de ingresos de los hogares pudiendo ver allí la positiva consolidación del crecimiento real de más del 5% de los ingresos del primer trimestre del año respecto del trimestre anterior. Este aumento se da en todas las categorías de ingresos: salariales, pasividades y otros.

Estos resultados muestran una medición puntual pero también señalan tendencias. Y esas tendencias también resultan contrapuestas sobre la calidad de vida de la gente. Se aumenta en general el poder de compra de la gente, pero se pierden puestos de trabajo y hay más cantidad de gente buscando empleo sin conseguirlo. Aclaro por las dudas, para no abonar algunas declaraciones de operadores políticos y empresariales que no atribuyo causalidad de una sobre la otra. La suba de los salarios reales no es producto de una dinámica propia del mercado de trabajo, sino es consecuencia del marcado descenso de la inflación y pautas salariales con aumento superiores a ella.

Por otra parte, indicadores económicos y de nivel de actividad recientes, y la concreción de algunas inversiones con generación de empleo provenientes de China y Japón en industria automotriz y frigorífica, auguran mejores oportunidades y crecimiento en el futuro de corto plazo, por lo que es necesario hacer el máximo esfuerzo en consolidar todo lo mucho que se ha logrado en esta docena de años y avanzar más manteniendo como condición necesaria (aunque no suficiente) los equilibrios macro.

Existen algunos factores a tener en cuenta cuando vemos la situación. Uno de ellos es entender que no se da al mismo tiempo la reactivación de la actividad (es decir la recuperación del trabajo) y el momento en que se percibe en el mercado de trabajo esa reactivación, es decir existe un desfasaje.

Otro factor a tener en cuenta, según se constata en los datos de incremento del PBI que fueron publicados por el BCU, es que los sectores que más crecieron el año pasado son transporte y comunicaciones; sectores que nos son los más demandantes de mano de obra.

Pero estas realidades, como ya lo decíamos antes de conocer éstos últimos datos, nos llevan a plantearnos la necesidad de priorizar las medidas de estímulo a la creación de empleo en cantidad y calidad para recuperar los niveles de empleo que teníamos en años anteriores recientes (no está de más recordar que 12, 15 o 20 años atrás estos niveles actuales de desempleo incluso hubiesen sido deseables).

Para aumentar el nivel de empleo en forma sostenible, nosotros entendemos que la principal receta posible es el aumento de la inversión.

En momentos en que nos enfrentamos a las discusiones de la próxima Rendición de Cuentas, es bueno tener en cuenta la necesidad de mantener e incrementar estímulos a esas inversiones (sean nacionales o extranjeras) y generar el clima de confianza, certidumbre, cumplimiento de contratos (que nos ha caracterizado en los últimos años) para consolidar las inversiones que tenemos y atraer nuevas, ante el adverso panorama mundial y la incrementada competencia regional al respecto. Se acercan etapas definitorias y todos debemos pensar en ello.

Estas medidas en relación a la inversión hay que combinarlas con otras como por ejemplo las anunciadas por el MTSS en relación a la convocatoria al Consejo Superior Tripartito, para crear el Consejo de Trabajo; continuar con significativa ampliación del cupo de cursos de formación brindados por INEFOP para trabajadores tanto en actividad como en Seguro de desempleo y pequeños empresarios; y seguir insistiendo con la firma de Conveníos Comerciales Internacionales con cláusulas laborales, etc.

Sí bien estos datos y tendencias del desempleo nos preocupan y ocupan, deben enmarcarse en una serie de otros datos auspiciosos a nivel social como el informe 2016 de evolución de la pobreza y la desigualdad. Este informe marca aspectos y tendencias favorables que confirman que tanto la pobreza, como la indigencia y la desigualdad volvieron a caer, consolidando una tendencia descendente que lleva ya más de diez años y que permite considerar que estamos en los menores niveles de pobreza e indigencia al menos desde que se tienen estadísticas sistemáticas, que comenzaron al inicio de los años 90. También debemos tener claro que estas tendencias no son sostenibles con caída de la tasa de empleo y aumento permanente del desempleo, y para revertirlos es necesario que Gobierno y su Bancada trabajemos con la debida unidad de acción.


URUGUAY: QUE TRABAJO QUE DAS

por Marcelo Bacigalupi

El Frente Amplio ha batido varios records últimamente. Déficit fiscal record del 4% del PBI –el más alto desde la crisis del 2002-, cantidad de empleados públicos record, déficit y capitalización de centenas de millones de dólares de un ente monopólico petrolero como ANCAP –recordemos la máxima de Rockefeller que decía que el mejor negocio del mundo es una petrolera bien administrada y el segundo mejor negocio es una petrolera mal administrada- record de empresas cerradas en menos de diez años –FRIPUR, FANAPEL, METZEN Y SENA, LA SPEZIA, FOTO MARTIN, PLUNA (con fraude mediante ley declarada inconstitucional incluido)-al cual se suma el “maravilloso” 9% de tasa de desocupación, el guarismo más alto en una década.  Si depuramos la intoxicación que sufrió el indicador, dejando de considerar empleado a un uruguayo como el que tira un trapo en la puerta de mi casa vendiendo fierros viejos como dolorosamente veo todos los sábados, ese número seguramente se dispare en por lo menos tres puntos más, ya que este tipo de personas en condiciones de vulnerabilidad absoluta se hacen presentes a lo largo y ancho del país en este tipo de actividades.

Cuando se nos presentó la propuesta para establecer un fondo para el desarrollo como el FONDES –que apoyamos en la Cámara de Representantes con nuestro voto, dándole un crédito al gobierno frentista- en lugar de terminar en experiencias exitosas de promoción del emprendedurismo y el trabajo autónomo, derivó en experiencia nefastas de insolvencia de las empresas beneficiarias, con evidentes indicios de apariencia delictiva, que han derivado en denuncias penales sobre cuyo objeto la Justicia aún no se ha pronunciado.

Con este panorama, con estos antecedentes, con un rezago y dependencia tecnológica, con una educación en caída libre, es muy difícil revertir este estado de cosas. Estamos destruyendo empleo, precarizándolo, muy lejos de los niveles de productividad del primer mundo. Un estudio elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) titulado «Hacia un desarrollo inclusivo. El caso de Uruguay» para el periodo 2001-2014 de Verónica Amarante y Victoria Tenenbaum desnuda como ha aumentado la brecha salarial entre sectores que ha sido disimulada por el ciclo económico, pero donde se evidencian enormes rezagos de productividad en empresas de menor envergadura económica –hasta diez empleados- respecto de las empresas de mayor porte. Recordemos que la distribución por personal de empresas de acuerdo a DINAPYME refleja en nuestro país que más del 84% son micro emprendimientos, es decir, de hasta 4 dependientes y menos de 2.000.000 de UI de facturación anual.

Es notorio que no hay lugar para soluciones fáciles, que la reducción de la jornada laboral no asegura la creación de más empleo como lo ha mostrado la evidencia empírica en el mundo, habiéndose encontrado resultados mixtos de acuerdo a la estructura específica del mercado de trabajo, la plataforma demográfica con la que estemos trabajando y sobre todo el nivel de productividad del trabajo que ostente la economía en cuestión.

Seguimos siendo un país agroexportador, con incorporación casi nula de valor agregado, que ha reprimarizado su aparato productivo, con una fuerte concentración del ingreso. El índice de GINI presenta graves  distorsiones derivadas de la falta de cómputo de la renta de fuente empresarial. Según datos de la DGI, más del 86% de las empresas no tributan IRPF en carácter de responsable por los dividendos y utilidades percibidos por sus propietarios. Cuando este se compute, se verán los resultados. Los ricos más ricos, los pobres más pobres.  Festejen uruguayos.


Una discusión que habría que dar

por Gabriel Burdin

Los datos

Se comenta mucho el dato de marzo pero no implicó cambios significativos (en un sentido estadístico) respecto a febrero en ninguna de las variables principales del mercado laboral. Los indicadores se computan a partir de una encuesta y los valores puntuales hay que interpretarlos junto a los intervalos de confianza que proporciona el INE. Lo que si importa es el dato del primer trimestre comparado con igual periodo de 2016. Ahí se confirma cierta tendencia al deterioro. Vistos en perspectiva de mediano-largo plazo los indicadores son todavía buenos. Veníamos de años con indicadores de ocupación extraordinariamente buenos. La mejora del empleo vendrá cuando la recuperación sea percibida como firme y las expectativas terminen de recomponerse.

Son los salarios los culpables?

El análisis de la relación salarios y empleo es complejo. Muchos analistas plantean que tuvimos una reaceleración de los salarios excesiva (en relación al crecimiento del PIB) y que eso se pagó con desempleo.

Creo que parten de un modelo donde el desempleo surge cuando los salarios no tienen la flexibilidad suficiente para ajustarse. Ahí ponen a los salarios mínimos, los sindicatos y la negociación colectiva en el banquillo de los acusados. El tema es que el salario no es solo un factor de costo, también es un factor de demanda. Además algo que creo es aun más importante en una economía pequeña y abierta como la nuestra: los salarios afectan positivamente la productividad (por varios canales: mayor motivación laboral, reclutamiento de mejor personal y menor rotación, etc). Hay restricciones a la baja de los salarios que no tienen que ver con el marco institucional sino con el funcionamiento de las propias empresas y el deterioro de la eficiencia que conllevan las reducciones salariales, dados sus efectos negativos en la «moral» de los trabajadores. Son cosas que plantean los propios empresarios en las encuestas.

Automatización/fin del trabajo

Me resulta poco plausible sostener que estos datos de coyuntura estén ya reflejando algo de esto. Creo que el desembarco de los robots esta todavía lejos de las costas uruguayas.

Esta esa estimación de los colegas de la Universidad de Montevideo, que nos tiene a todos bastante asustados, de que en 20 años un 54% de los puestos de trabajo en Uruguay estarían en riesgo de desaparecer fruto de la robotización. Vale precisar que lo se mide simplemente es el contenido de las ocupaciones según su potencial de ser automatizado. Pero para que ello efectivamente suceda se requieren procesos muy fuertes de inversión, innovación y reorganización productiva, siempre complicados en el contexto de una economía de baja sofisticación y complejidad tecnológica como la uruguaya.

Similares estimaciones para los países desarrollados varían enormemente dependiendo de la metodología que se utilice (47% para Estados Unidos, 9% en un estudio reciente para 21 países de la OCDE). Me parece que la magnitud del fenómeno esta todavía en discusión.

Son procesos que ponen en una situación de mayor vulnerabilidad a los trabajadores de baja calificación. Esta muy bien anticiparse, ir viendo las tendencias, pero sin asustar viejitas. Bienvenidos los robots si nos liberan de tareas aburridas, rutinarias o que requieren un esfuerzo físico desmedido. El tema es ver como preparar a la gente para los nuevos empleos que se crearán y como gobernar/mitigar las consecuencias sociales de la transición y evitar que los beneficios del proceso se concentren fuertemente.

Reducción jornada laboral y empleo

Creo que es un tema interesante de discutir sector por sector. También es una discusión que habría que dar con independencia de si los datos coyunturales son buenos o malos.

Si uno analiza las horas habituales de trabajo en Uruguay se observa que estamos levemente por encima del promedio de países que integran la OCDE. Si hacemos un promedio de los últimos años (datos INE), los uruguayos trabajan unas 39 horas semanales. Pero hay realidades heterogéneas: en la Industria Manufacturera, Transporte, Comercio y Agro se trabajan relativamente más horas que en otros sectores. El promedio OCDE en 2015 fue de 37.6 horas semanales. Para poner algunos ejemplos. En Chile-México se trabajan 42-43 horas por semana. En Dinamarca 33 horas, en Francia y Alemania 35-37 horas. Se trata de una comparación muy gruesa (por ejemplo, no siempre es claro el tratamiento de las horas extras cuando se toman las estadísticas agregadas) pero a simple vista (y en promedio) Uruguay no parece tener un problema evidente de tiempo de trabajo excesivo.

Es cierto que la reducción del tiempo de trabajo ha sido manejada como una política para reducir al desempleo en Uruguay y en muchos países. Pero hay que ser cautelosos. Una reducción de la jornada laboral manteniendo lo que se paga por hora trabajada supondría una disminución del salario mensual y es lógico que los trabajadores se resistan a eso, especialmente cuando los salarios son bajos. Desde el punto de vista teórico, una reducción de horas trabajadas con una compensación del 100% del salario (que permita mantener el nivel de salario mensual) no es esperable que genere nuevos empleos. Pero la cuenta es algo más compleja. Si los trabajadores estuvieran dispuestos a resignar algo de salario por trabajar menos horas (y disfrutar el mayor tiempo de ocio), en ese caso sí la reducción de la jornada podría favorecer la creación de empleos. La renuncia salarial podría ser pequeña si la reducción de horas trabajadas tuviera un efecto positivo sobre la productividad laboral. Las jornadas de trabajo prolongadas tienen efectos negativos sobre el rendimiento y la salud de los trabajadores. Diversos estudios muestran que mayores horas de trabajo aumentan la propensión a fumar, a tener sobrepeso y reducen la satisfacción con la vida y el trabajo. En muchos casos, se trata no de simples correlaciones sino de evidencia causal. Son efectos sobre el bienestar que también hay que considerar en el análisis.

Es conocida la experiencia de Francia que redujo la jornada laboral por ley. Francia pasó de 40 a 39 horas semanales a comienzos de los ochenta durante el gobierno de Mitterrand y luego redujo a 35 horas a finales de la década del noventa. Hay algunas investigaciones que evaluaron el impacto de estas medidas sobre el empleo. La evidencia que se dispone indica que la medida benefició a los trabajadores ocupados (que pasaron a trabajar menos horas sin sufrir perdidas de salario) pero que el objetivo explicito de crear más empleos y reducir el desempleo no se cumplió. Es que las empresas privadas no crean empleo si no les resulta rentable hacerlo. Por eso Francia (sobre todo en el pasaje a 35 horas) acompaño la medida con subsidios (y reducción de aportes patronales). Para que la reducción de la jornada laboral (sin perdida salarial) tuviera algún efecto positivo sobre el empleo, tuvo que garantizarle condiciones de rentabilidad a las empresas (lo que no siempre es posible ni deseable).

Debe decirse también que Francia es la economía más productiva del mundo desarrollado. Creo que es un dato que se desconoce. Es probable que la fuerte reorganización productiva derivada de estas reducciones de la jornada laboral haya propiciado un uso mas eficiente del factor trabajo y una mayor motivación laboral. Pero desde el punto del empleo, la reducción de la jornada laboral no parece haber tenido los efectos que se buscaban.

Creo que hay otros temas importantes vinculados al tiempo de trabajo.

En Uruguay, hablar de flexibilidad es mala palabra porque nos recuerda un periodo donde los empresarios hacían lo que querían con las relaciones laborales. Pero hoy estamos en otra etapa, otra institucionalidad y otras condiciones de la organización sindical. Afortunadamente. Creo que hay formas de flexibilidad horaria y funcional que podrían ser beneficiosas para los trabajadores y para la economía. Hay mecanismos de flexibilidad horaria que podría ayudar a variar las horas de trabajo en función del ciclo económico (preservando el empleo en las fases recesivas) y también a conciliar el trabajo con la vida familiar. Esto último es muy importante, por ejemplo, para evitar discontinuidades en la carrera laboral de las mujeres, que todavía cargan lamentablemente con la mayor parte del trabajo dentro de los hogares.

Con independencia del deterioro coyuntural del mercado laboral, son temas que deberían ponerse en discusión en los Consejos de Salarios. También a nivel de las empresas, aunque lamentablemente Uruguay no cuenta con estructuras de representación y mecanismos de información y consulta a los trabajadores a nivel de las empresas. Este tercer nivel de negociación no se ha desarrollado como debería.

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