E.T. El extraterrestre (1982, Estados Unidos). Dirección: Steven Spielberg. Guion: Melissa Mathison. Montaje: Carol Littleton. Fotografía: Allen Daviau. Música: John Williams. Con Henry Thomas, Drew Barrymore, Peter Coyote, Dee Wallae, Robert MacNaughton.
La semana pasada llegó a salas, y por tiempo limitado, el reestreno de E.T. El extraterrestre, con motivo del 40 aniversario de su estreno original, sumándose así a una reciente ola de clásicos que el público local tuvo la chance de volver a disfrutar en la pantalla grande.
Estrenada originalmente en Estados Unidos el 11 de junio de 1982 (y en Uruguay el 25 de diciembre de ese año) la película, dirigida por el mítico Steven Spielberg, cuenta la historia de Elliot, un niño que junto a sus hermanos atraviesa la separación de sus padres. Una noche, escucha unos extraños sonidos en su patio, y cuando investiga a fondo descubre a un alienígena escondido, el cual claramente está perdido y aterrorizado. El chico decide esconderlo de su madre y tratar de establecer un contacto con la misteriosa criatura, a la cual apoda E.T., y a medida que pasan los días, termina formando un vínculo de amistad que será fundamental a la hora de que el extraterrestre encuentre la manera de conectarse con su planeta y pedir que vengan a buscarlo.
La historia, a esta altura, es más o menos sabida por todos, por lo que no vale demasiado el hacer una crítica, pero sí es destacable la excelente calidad visual y sonora de la nueva remasterización que se presenta en salas, con un nivel que no tiene nada que envidiarle a los blockbusters de la actualidad. Tampoco palidece en cuestión de calidad narrativa: a día de hoy E.T. sigue siendo un entretenimiento de primer nivel, con un director en pleno uso de sus recursos visuales (resultan muy interesantes los juegos con el zoom que hace Spielberg en algún momento puntual, a modo de crear una imagen más “grande” e inmersiva, y también un montaje con algunas decisiones bastante insólitas) y con la misma energía que venía demostrando a lo largo de su corta pero intensa carrera, con éxitos previos como Encuentros cercanos del tercer tipo, Tiburón y Los cazadores del arca perdida, además del impresionante debut que fue Duelo al sol. Además, en esta cinta el realizador perfecciona lo que luego sería marca de la casa: un equilibrio entre la aventura de alto nivel, con abundancia de efectos visuales, y una marcada emoción que representa el vínculo entre los protagonistas, el cual deja en evidencia la profunda soledad de los niños ante un divorcio del que no terminan de sanar. Sobre esto, Spielberg dijo “Siempre quise contar la historia de un niño desamparado y solitario y la relación con sus hermanos. También quería contar una historia sobre la reacción de un niño pequeño frente al divorcio de sus padres y cómo eso lo afectaría durante el resto de su vida”. La idea luego fue transmitida por el director a Melissa Matthison, a quien conoció durante el set de Los cazadores…, y el resto es historia: un gran resultado financiero y también crítico, que terminó coronado con nueve nominaciones al Oscar incluyendo Mejor película.
No es el talento de escritora y director lo único que contribuyó al éxito. Hay que decir que Spielberg tuvo mucha suerte (o un excelente equipo de casting) a la hora de convocar a los dos niños que más aparecen en escena: por un lado Henry Thomas, sensible y simpático a la hora de traer a la vida las emociones de Elliot, un personaje más complejo de lo que podría parecer a simple vista, y por el otro Drew Barrymore, quien siendo apenas una niña logra llenar la pantalla de carisma interpretando a la adorable Gertie, la cual genera junto al alienígena los momentos más graciosos de la cinta. Y qué se puede decir de la música de John Williams, quien aquí sencillamente vuelve a crear otra banda sonora que pasó a la historia y se volvió tan emblemática como el propio film.
El lector podrá preguntar cuál es el valor de volver al cine y pagar una entrada por una cinta que no solo ya vio en el pasado sino que se encuentra disponible en todos los formatos domésticos posibles. La realidad depende, por supuesto, del nivel de cinefilia de cada uno, pero incluso a la hora de descubrir por primera vez o re-descubrir una cinta, tanto este estreno como el anterior y muy exitoso reestreno de Avatar demuestran una vez más que la pantalla grande es el mejor lugar para hacerlo: además del mencionado alto nivel visual y auditivo, la experiencia colectiva de sorprenderse y maravillarse con lo que se presenta en pantalla es única e imposible de replicar en la soledad del hogar. A cuarenta años de verse por primera vez, aún hoy sigue siendo sorpresivo el icónico vuelo de las bicicletas, y la despedida de los dos amigos vuelve a sacar alguna lágrima. Será así por hoy y por los próximos 40 años, ya que esa es la característica fundamental del gran cine.
El reestreno nos hace fantasear algunos futuros pedidos: ¿Podrá llegar a nuestro país la nueva versión 3D y también remasterizada de Tiburón? Habrá que ver qué ocurre en el futuro, pero por ahora podemos estar satisfechos con el viaje de este insólito extraterrestre que solo pide volver a casa.
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