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El eclipse por Luis Nieto

El eclipse por Luis Nieto
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El eclipse del pasado 21 de este mes fue un hecho excepcional, aunque normal en la lenta marcha de los astros y su previsible ubicación en el cielo. La última vez que había sucedido en el sur de Estados Unidos fue hace 99 años, pero cada 18 meses hay un eclipse total de sol en alguna parte de la Tierra. El próximo tendrá lugar en el barrio, recorrerá Argentina y Chile, pero algo nos va a tocar también a nosotros.

Este publicitado eclipse total de sol que recorrió buena parte de Estados Unidos fue muy publicitado, y también un excelente negocio. La gente viajó, se vendieron souvenirs, los hoteles tuvieron trabajo, en fin, los dos minutos y algo que la luna tapó el círculo de fuego que, entre otras cosas, hace posible la vida en nuestro planeta, fue como un regreso breve a la noche, no exactamente una noche oscura, pero los animales, por ejemplo, se recogen, los pájaros van a sus nidos, la noche grisácea que produce el eclipse resulta sobrecogedora, nos recuerda, de alguna manera, que la naturaleza puede enloquecer, como en ocasión de la larga noche de polvo que acabó con la vida de los dinosaurios.

Entre las recomendaciones que siempre oímos frente a los eclipses está el de cuidar la vista, no mirar al fenómeno sin algo que pueda protegernos de los rayos solares, lentes especiales, pedazos de vidrio ahumado, hasta negativos de fotos. Cada uno tiene una receta. Pero hubo un fanfarrón que desafió las recomendaciones y todo lo que oyó a lo largo de su vida. Lo vimos todos porque la foto ha recorrido el mundo, cada cosa que Donald Trump hace recorre el mundo; es, sobre todo, un provocador, maneja la escena con solvencia, con un registro amplio de gestos y voces. Si un niño ve que el presidente de su país, la persona que debe confirmar las conductas de protección mira al eclipse sin los lentes, entonces está bien, el sol que se destapa rápidamente del círculo de la luna no va a lastimar la vista de nadie, son boberías que se dicen.

Donald Trump no sólo miró al sol sin los lentes que sí tenían puestos su mujer y su hijo pequeño sino que dedicó la noche del 22 a echarle las culpas a los medios periodísticos por los disturbios de Charlottesville. Viajó junto a su vicepresidente a Phoenix, Arizona, la ciudad donde empezó su campaña electoral. El hombre que desafió a los rayos del sol en eclipse también desafió en Phoenix a la veracidad de la información periodística. En realidad, dio toda la impresión de que el circo estaba montado para crear el clima en que pudiese anunciar el indulto de Joe Arpaio, el sheriff ultra conservador, del condado de Maricopa, un duro contra la situación de los inmigrantes ilegales, que ha sido uno de los principales inspiradores de Trump en su política inmigratoria. Una jueza federal lo condenó por desacato, al desoír las medidas  para evitar tratos crueles a inmigrantes detenidos en condiciones. La condena a Arpaio se dará a conocer recién en octubre, por lo que la visita de Trump a Phoenix es una provocación más, que sólo consigue agitar más las aguas.

Pocos días atrás los enfrentamientos en Charlottesville, reanimaron un odio racial que parecía haberse apaciguado, al punto de haber hecho posible que Estados Unidos hubiese elegido un presidente de raza negra. Las ambigüedades de Trump revierten de forma acelerada el clima social conseguido por Obama, y la posición internacional del país, que parecía trabajar en serio por un mundo menos tenso. Trump viene a romper todo sin otro plan que hacer una América nuevamente fuerte.

Algunas semanas atrás pensábamos que lo peor que podría pasar es que Trump interviniese en la cuestión Venezuela. Bueno, ya sucedió, y si Maduro no le puede sacar mejor jugo a las amenazas de Trump es porque su situación es insostenible, y lo peor todavía está por llegar. Si alguien conoce bien la interna del chavismo es la Fiscal Ortega Díaz, que huyó de Venezuela en forma cinematográfica, llevando consigo la documentación que involucra a todos los jerarcas chavistas con el narcotráfico, los sobornos de Odebrecht y los robos en la obra pública. El esfuerzo de Maduro por desmentir las investigaciones de la Fiscal Luisa Ortega Díaz va a resultar inútil. Cada vez se lo ve más nervioso y dependiente de las Fuerzas Armadas. Las palabras de Trump no descartando la opción militar frente a Venezuela, le dan oxígeno a Maduro, es una reacción, pero todo va a depender de que los potenciales aliados de Estados Unidos en la región consigan convencer a Trump que mejor se dedique a los líos que tiene con Kim Jong-un.

Estados Unidos, como los eclipses, no puede apartarse de los recorridos que más tarde o más temprano hacen las posiciones más recalcitrantes. En unas elecciones muy discutidas, Al Gore, pierde con George W. Bush, alejando a Estados Unidos de la comunidad internacional que ya tenía una idea clara de que el cambio climático no era una posibilidad sino algo demostrable. Los ocho años de Bush implicaron ocho años de retraso en aplicar políticas de fomento del uso de energías limpias, que recién se aplicarían durante la presidencia de Obama. Esa coincidencia en los desplazamientos políticos en un país del tamaño de los Estados Unidos hará que el eclipse haya tardado 8 años en dejar atrás el territorio estadounidense.

Recién con Barack Obama se dio impulso al uso generalizado de paneles solares, autos a propulsión eléctrica, y el acercamiento a los países que se han fijado metas razonables de emisión de gases de efecto invernadero. ¿Qué motivo pudo haber tenido Trump cuando se sacó los lentes para mirar el eclipse? ¿Una  bravuconada, un desafío a los dioses?

No va a ser fácil soportar a Donald Trump por mucho tiempo. Parece obsesionado por ejercer de sí mismo, sin freno y sin tomar nota de cómo están las investigaciones en torno al entorno familiar y a varios de sus cercanos colaboradores. Es un presidente débil, comprometido con varios problemas que pronto van a empezar a comerle las piernas. Las reformas con las que se comprometió no están saliendo, ni parlamentarios de su propio partido lo están acompañando. Ha hecho todo lo posible por llevarse mal con los europeos, que se supone, y al menos lo fue para Barack Obama, sus aliados naturales.

La complejidad del mundo ante la emergencia del islamismo radical y el protagonismo de Rusia y China, parecen aconsejar al presidente de Estados Unidos a actuar con más cuidado. Ya no es indiscutible su poder económico, y tampoco su poder militar. Trump inició su actividad como presidente haciendo un alarde de ignorancia frente a algo tan sensible como el Islam. Ahora intenta solucionar lo de Venezuela poniendo como posibilidad la intervención militar por parte de Estados Unidos. ¿Fue otra bravuconada? Tratándose de Estados Unidos no se puede ni pensar que sólo sea retórica, puede hacerlo porque tiene la vocación de mandar a sus tropas como santo remedio. Por más que aclare que es sólo una posibilidad en América Latina sólo puede provocar una oleada de repudio.

Posiblemente la propia oposición venezolana rechazaría una eventual intervención militar de Estados Unidos, y, de alguna manera, el sólo hecho que Trump se hubiese referido en los términos que lo hizo, cambió el eje de la cuestión. De lo que se habla hoy es de la amenaza de Trump. De alguna manera, la sombra de esa amenaza disminuye el valor de quienes defienden sus derechos en Venezuela en inferioridad de condiciones, sin el apoyo de buena parte de quienes no muchos años atrás necesitamos de esa misma opinión pública internacional.

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