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El “fenómeno” Catalina por Jorge Pasculli

El “fenómeno” Catalina por Jorge Pasculli
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La Catalina volvió tras siete años y es uno de los puntos altos de este Carnaval, que tiene excelentes propuestas en diversos estilos de murgas y que marca también una evolución muy importante en las demás categorías. Hay para todos los gustos. Con el regreso también de La Consecuente(ex Diablos Verdes), de Queso Magro, del mejor año de La Mojigata en sus 20, de murgones como Curtidores, La Gran Muñeca, Los Patos, La Clave, entre otros. Que tiene a conjuntos que vinieron de “murga joven” y que hoy ya están instalados con su estilo propio y con gran aceptación como La Cabra, Los Pasteles, La Trasnochada, Los Utileros. O La Bastarda, que con la participación de Marcel Keoroglian, Alejandro Balbis, Pinocho Routin y Javier Carvalho, presentan un espectáculo atractivo y removedor. Por nombrar solo algunas. Falta “La Falta”, eso sí. Y sigue faltando la BCG, aunque dejó su impronta.

El público y las polémicas.

Está el público general, que ve todo y que cada año expresa sus preferencias ante cada propuesta. Y están los hinchas de cada murga, para quienes el afecto y el deseo de ganar están ante todo. Por supuesto están las polémicas, las de siempre y las de cada año, amplificadas hoy por quienes viven las redes como un combate permanente donde sacarse las ganas. Pero nadie puede negar que todas son murgas- las más tradicionales y las más innovadoras- son voz del pueblo, y que todas han crecido muchísimo y que todas tienen su razón de ser, por más que te gusten unas más que otras. La adicción competitiva al Concurso como motivo fundamental del carnaval va disminuyendo y se nota un mejor relacionamiento entre los carnavaleros. Como debe ser.

¿De qué nos reímos?

Al tiempo que ya casi no existe el chiste grosero o facilongo a costa de minorías discriminadas, se ve un interés general no solo por los hechos de actualidad, sino por cómo estamos viviendo hoy los uruguayos. Nos miramos y nos reímos de nosotros mismos, “los normales” y no ya de los más débiles. Nos miramos no sólo desde el punto de vista político y social, sino también como seres humanos en cuanto a nuestras costumbres, nuestra calidad de vida y en cuanto a nuestras actitudes de vida. Como que aflora la conciencia que no todo pasa por echarle la culpa de todo al gobierno o a la oposición. Mucho menos en cuanto a nuestros destinos individuales. Qué es la “La felicidad” y cómo conseguirla  está muy presente este año en varios conjuntos. Es un carnaval vivo, diverso, intenso, con un gran crecimiento artístico, removedor,  que espeja en estilo murguero cómo somos y cómo vivimos. Humor en serio. Y con polenta.

¿ Por qué La Catalina?

La Catalina volvió y es un gran reencuentro con la gente. Contundente en cuanto a su convocatoria. ¿Todos hinchas? Algunos sí, pero simpatizantes la mayoría. Por todo lo anterior que hicieron. Y muchos curiosos por verla hoy, siete años después en los tablados. Hambre de las dos partes: murga afiladísima y público masivo deseoso de saludar y ver la propuesta. Muy buen clima. Es que esta murga en vivo siempre trasmitió y generó entusiasmo. Por todo. Porque cuando eran unos cachorros saltaron a los escenarios y la rompieron. Y se ganaron a la gente porque esos gurises trasmitían una felicidad tan grande y un agradecimiento tan grande ante quienes estábamos allí que era difícil no encariñarse con ellos.

Y además, tenían talento, frescura y audacia. Venían de la Murga Joven, admiradores de las murgas y en especial a “las de La Teja” en plena dictadura, a quienes dedican la retirada este año. Tenían juventud y enormes ganas de que la Catalina fuera aceptada y disfrutada en aquel entonces. Los tipos estaban siendo inmensamente felices, de eso no había duda.

¿Y ahora?

Ahora -15 años después de subir a los escenarios- mantienen el mismo espíritu de alegría, de entrega en cada actuación. El agradecimiento de la Catalina hoy no es con palabras emocionadas, sino en su actuación. Esmerada totalmente. En todos los “rubros” se ve trabajo y talento, evolución y crecimiento. Y con la misma alegría y agradecimiento que cuando eran unos chiquilines. Felices. Es un buen ejemplo que estimula y esperanza.

“Todavía es nuestro el tiempo que nos queda”

Así terminaba el couplé de “El Tiempo” en su segundo año en el Carnaval mayor. Un pensamiento tremendamente profundo y removedor para venir de unos gurises. Sus letras y propuestas

fueron siempre maduras y claras, originales, impregnadas de un humor fresco, audaz y comprometido con lo que se estaba viviendo y con esa actitud de vida: “todavía es nuestro el tiempo que nos queda”. Esa sigue siendo hoy la actitud que trasmiten, 14 años después de ganar por primera vez el Concurso y el Desfile, y 7 años después de su último carnaval. Esa actitud encierra un enorme amor a la vida y al carnaval, a la gente y su búsqueda de una vida más plena, más justa y saludable. Y eso lo trasmiten y lo contagian desde el escenario. Y la gente lo recibe, la sigue y la saluda. La Catalina no saca trabajo a otras murgas, arrima gente al carnaval, lo que es bueno para todos porque amplía posibilidades de trabajo para los demás y así ese público puede conocer a otras propuestas. Podrá ganar o no porque hay muy buenas murgas este año. Pero yo siento que para la gran mayoría que va a verla el Concurso no es importante.

“Triste como uruguayo contento…”

Somos el segundo país de las Américas en considerarse infeliz, según encuesta difundida a finales del pasado año, a pesar de que todos los índices indican que estamos en los primeros puestos en cuanto a calidad de vida. El “medio vaso vacío” tiñe nuestra visión y sentimiento de lo que nos pasa. Somos “la reina de la queja”. Por eso, cuando aparece algo que nos sacude y refresca que una cosa son los problemas que podemos tener y otra el entusiasmo vital que nos provoca estar vivos, muchos nos identificamos con esa postura: “todavía es nuestro el tiempo que nos queda”.

¿La Cata cambió políticamente?

Cada uno tendrá su punto de vista. Para facilitarlo publicamos la letra completa. Por supuesto que el país cambió mucho en 15 años. Y cambió la gente, la izquierda, las murgas. La Catalina también. Pero deja claro que sigue luchando por las mismas utopías, denunciando las injusticias sociales y que “el letrista vota a Mujica”. ¿Qué cambió? El reconocimiento de que no podemos vivir en una grieta, discutiendo y peleando desde el vamos por todo. Que no podemos etiquetar a la ligera a los demás. Que “la verdad” no es patrimonio de nadie.

Parte de la letra al final de “Defensores de causas perdidas”, dice:

“División se abrió la grieta

y quedamos en tribunas enfrentadas.

Somos como Naciomal y Penadoy

colisión de camisetas.

Tras de un lado o tras del otro

Y no hay tu tía, si pensás distinto no tenés razón.”

Más adelante cierra:

“Yo me bajo de esta lógica binaria,

de este ring en blanco y negro, de esta noria, que separa a tus hermanos de los míos, del absurdo de esta línea divisoria.

Yo no quiero ser soldado de una idea, ni rebaño de la izquierda o la derecha. Me resisto a etiquetar a las personas ¡y me cago en la locura de esta brecha!”

En todo caso si hay un cambio no es en los principios sino en la actitud y los procedimientos. Y en ese sentido muchos uruguayos también venimos cambiando.

Desencantado y consciente no son lo mismo.

Hay personas “desencantadas” y paralizadas, pero muchas otras buscan una vida más saludable en todo sentido, para sí mismo y con los demás. Aunque no sea sencillo. Que ven que por el camino del enfrentamiento menor no se arreglan los grandes problemas. Y si no se arreglan los grandes problemas los que siempre sufren más son los más pobres y desvalidos. ¿Cómo solucionarlos? Si elegimos la vía pacífica y democrática, como la enorme mayoría queremos, no hay más remedio que esforzarnos por aceptar que estamos todos en el mismo barco, ponernos de acuerdo y remar juntos. Parece difícil, pero ¿hay otra? Todos. Políticos y ciudadanos, libres, conscientes, activos, esforzándonos por enfrentar el “no se puede”, el descreimiento, la indiferencia, verdaderas metástasis de una sociedad. Antes del golpe y ante la ola creciente de violencia y represión, Líber Seregni llamó a “la unión de todos los orientales honestos” para tratar de evitar los males mayores que se venían. Yo siento que hoy diría algo así.

Quejarse menos, hacer más.

La Catalina, como las demás murgas, cada una en su estilo, salen firmes a expresar y cuestionar qué nos pasa, cómo lo estamos viviendo, hacia dónde vamos. Esa es una reacción saludable –una vez más- del carnaval. Algo que también se está viendo en otras categorías.

Y otro ejemplo de vida que da el carnaval. A todos se los ve felices. Por estar haciendo lo que les gusta, lo que sienten. La mayoría de los miles que participan en todo el país no ganan un peso. Pero son felices varios meses al año preparando la propuesta con su grupo. Conviven, interactúan, crean, comparten, disfrutan del compañerismo. Los que suben al escenario y los que colaboran de afuera. Y cada uno tiene su trabajo, su familia. Sin embargo desarrollan una vocación donde ponen el alma y donde con otros arman sociedades activas, pujantes, entusiastas. Ese espíritu es el que necesita un ser humano, toda la sociedad, para vivir con ganas. La Mojigata, que es una demoledora este año, propone Talleres de Convivencia a nivel de todos los ciudadanos. ¿Por qué no?

El “fenómeno Catalina”

Por supuesto que no hay sólo un motivo o razón para este gran reencuentro. Están maduros, han seguido como grupo, han aprendido y evolucionado, han editado varios discos, han recorrido el país y el mundo con cientos de recitales. Su propuesta artística sigue siendo muy buena y aún muy mejorada. Hace catorce años publicamos en Voces un extenso reportaje a la joven murga

que, pocos días después ganaría el primer premio en su segundo año en primera. Culminábamos con una pregunta al viento: ¿qué pasará dentro de unos años, cuando estén consagrados y famosos? ¿Seguirán siendo los mismos? Mi impresión hoy es que la esencia de La Catalina está intacta a pesar de todo lo que han vivido y evolucionado.  Siguen buscando lo mismo con la misma alegría con la que arrancaron.

Conscientemente o no, mucha gente demuestra también – en otro país, en otro tiempo, con otros problemas -, seguir buscando esa actitud de vida abierta, activa y justa. Con más amor, respeto a sí mismo y hacia los demás, plenitud, salud, humor, “felicidad”. La Catalina es un espejo vivo, contagioso y murguero de esa búsqueda que en el fondo todos quisiéramos asumir. Aunque no es la única murga o conjunto de Carnaval que empuja así, la identificamos con eso. Por eso, además de gustarnos, nos hace bien. Nos recuerda a lo mejor de nosotros mismos y que todavía es nuestro el tiempo que nos queda.

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