EL PENSADOR Por Antonio Pippo
En una vieja novela española hay un personaje habituado a brebajes que dan fervor a su ánimo y le sueltan la lengua.
-¡Hoy sí que estoy fresco y discurro bien! Debe haber menos humedad…
Hace una pausa, y para demostrar que está en condiciones de decir alguna frase que se imagina memorable, sentencia:
-A este mundo se ha venido a ser ganador. Hay que levantar la mirada y enfilar los ojos al entrecejo del que tienes enfrente. ¡Así! Te dará aire de superioridad.
Un personaje similar habita entre nosotros y, con frecuencia –le ha ocurrido en reportajes que le han hecho, en declaraciones para libros que han escrito sobre él y, aunque suene a exageración, hasta en un filme que lo tiene de protagonista- espeta estupideces del tamaño del Himalaya. Lo que no quiere decir que es un estúpido, sino que, a veces, demasiado frecuentes, se expresa con una torpeza notable.
Me refiero a José Mujica.
Le ha vuelto a pasar. En un semanario se transcribió parte de diálogos con el serbio Kustorica, un desprolijo consumidor de líquidos de alto porcentaje alcohólico que, aunque hace años nadie sabe bien de qué vive, aún posa de cineasta de nivel y tiene para estrenar un documental sobre el gaucho payador vernáculo. Hay que decir que esos diálogos integran la película.
Voy a reproducir apenas tres de tales expresiones.
-Es la cosa más linda entrar a un banco con un arma, con una 45… Todo el mundo te respeta.
-Mi perra Manuela es lo más fiel del gobierno…
-Destruir una pared es rápido y fácil. Construirla es difícil.
A ver, a ver, ¿qué hay por ahí?
¿Deseos de provocar la atención cacheteando a las buenas costumbres? ¿Exageraciones para pavonearse como vedete herrumbrosa de un carnaval de zombis? ¿Simple ironía? ¿Sarcasmo, tal vez, para demostrar que unas audacias groseras, imbéciles, son capaces de causar admiración porque exhiben a una suerte de filósofo de peatonal o de boliche de barrio?
No, querido lector, no.
Simples, desagradables, insultantes estupideces.
Y, si usted y yo pensamos como seres humanos intelectualmente normales, son también mentiras con olor a bosta.
¿Entrar a un banco con un arma es la cosa más linda? Mentira hasta para un delincuente, si lo que busca es llevarse un botín y huir antes de que suene alguna sirena. Prefiero suponer que la adrenalina que sube la tensión del individuo en ese caso –salvo que sea un adolescente drogado y psiquiátricamente destartalado- la bombean otras cosas. Pero, además, decir semejante idiotez, y sonriendo, lo hace ver como aquel que necesita, cuanto más intenso mejor, lo perverso. Y va a un cine porno, solo.
-¿Qué dan ahora?
-“Sexo profundo”.
-¿Y después?
-“Orgía para hembras calientes”.
-¡Deme una entrada doble!
Contar, supongo que al modo de un chiste, que una perra es lo más fiel que se tiene en el gobierno, siendo presidente, Mujica lo hizo creyéndose humorista.
Mentira. Otra estupidez que sólo escupió desprecio sobre todos quienes lo acompañaron en esa cruzada. ¿Chiste? Tiene menos gracia que el Pato Celeste cantando el “Ave María” en la feria de Piedras Blancas.
Y el cierre…Esa presunta seriedad que ingresa de pronto en el diálogo estableciendo, como metáfora, y con la historieta de la pared, la diferencia entre bien y mal…
En este país todavía quedan, por fortuna, no ya adultos sino escolares y jovencitos que lo tienen claro porque lo aprendieron en la casa, en la escuela o el liceo.
Quizás no sean muchos. Pero es la riqueza, con una larga raíz histórica, que nos va quedando.
¡Y yo que no quería creer que lo que más vende en el mundo desarrollado, rico, culto, es el exotismo bizarro del Sur pobre!
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