ERNESTO TALVI: «Hay vacas sagradas a las que nadie quiere tocar»
Hace años lo entrevistamos como economista y fue una grata sorpresa encontrar una persona con una gran sensibilidad social por la realidad uruguaya. Hoy devenido en candidato a la presidencia muestra más que nunca su preocupación por el futuro del país. Podrán compartirse o no sus ideas, pero que las tiene, las tiene, y las expresa con una convicción y una honestidad que tanta falta hace en el sistema político.
Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos Rodrigo López
¿Candidato o kamikaze? ¿Qué te llevó a zambullirte en esto?
Candidato, y es la responsabilidad de dos personas. Primero, del Dr. Jorge Batlle, que fue el que vino en noviembre del 2015 a CERES y, sin anestesia, me dijo: “Mire, Ernesto, usted tiene un sueño, un proyecto de país, un equipo extraordinario de personas muy formadas que se nuclearon a su alrededor, con el que puede armar un equipazo de gobierno, y tiene una comunicación con el ciudadano común que es mejor que con las elites, y un amor por el país que solo puede tener el hijo de un inmigrante agradecido. A usted le puede ir muy bien en política. Le vengo a pedir que asuma esta responsabilidad, porque lo precisan el país y el Partido”. En ese momento parecía que el Partido Colorado se iba a extinguir. “Pero tiene que tener ganas. Si no tiene ganas, me levanto y me voy. Pero si tiene ganas, yo le enseño el oficio”, me dijo. Un mes y medio después, le respondí: “Jorge, arranquemos”. Se emocionó mucho, me dijo que ahora podía estar tranquilo porque alguien se iba a hacer cargo de esto. Y empezamos.
¿Se reunían semanalmente?
Prácticamente todas las semanas. Él me llamaba y me preguntaba si podía caer a tomar un café y unas galletitas.
¿Y se quedaba varias horas?
Un mínimo de dos o tres. Yo tomaba varios apuntes. Fue algo extraordinario. Y no solamente hizo eso, sino que recorrió todo el país, con ochenta y ocho años, diciendo que había que ponerse a trabajar y que acá había la posibilidad de un candidato que iba a darle nuevos bríos y energía al Partido Colorado, y que había un proyecto nuevo e interesante. Estimuló a mucha gente que ahora está trabajando. Es extraordinario que el cuarto en una dinastía de presidentes Batlle le dijera al hijo de un inmigrante de primera generación: “Mire Ernesto, yo le voy a enseñar el oficio, pero usted no va a ser mi heredero. Usted tiene un sueño propio. Cuénteles a los uruguayos su sueño, lo van a acompañar. Este país precisa volver a soñar”. Y así arrancamos. Batlle fue uno de los responsables. Y el otro, aunque quizás no hubiera querido que me metiera nunca en política, es mi padre. Papá vino a Uruguay de los escombros de la guerra, en la época de don Luis Batlle. Acá rehízo su vida y recuperó su dignidad, se casó, tuvo hijos y fue feliz. Adoraba el Uruguay. Era una persona super austera. Las tentaciones materiales para él eran superfluas. Disfrutaba de sus afectos, de su familia, de sus amigos, de la lectura, de la contemplación de la belleza que lo rodeaba. Era un optimista empedernido. Nos repetía todos los días, que vivíamos en el paraíso terrenal, y que este era el lugar más lindo de la Tierra. Nos metió un amor tremendo por este lugar. Como le digo a mis hijos, si nos preparamos toda la vida creando políticas de gobierno, recorriendo el mundo y viendo qué hicieron los países exitosos para curar las enfermedades que tenemos nosotros —la falta de empleo, la inseguridad, el fracaso educativo, la fractura social y una crisis medioambiental en ciernes, por la cual si tenemos dos años más de cianobacterias vamos a comprometer la industria turística del país—, si el Dr. Batlle me lo pedía, no tenía opción: tenía que asumir esa responsabilidad. Y Jorge Batlle me decía que la política tenía su costado poco amable, pero que también son ideales y vocación de servicio, y que eso es lo que a mí me iba a gustar. “Créame, le va a gustar”, me decía. Y tenía razón.
¿Te está gustando?
Me gusta, un proyecto tan renovador, con características tan distintas, que vino a la política para mejorar el país. Está lleno de gente que viene a darlo todo y no viene a pedir nada, tanto en la parte política como en la parte profesional. Tenemos más de mil voluntarios trabajando, cosa inédita en la política uruguaya, que están recorriendo puerta a puerta para dar a conocer este proyecto, con la única expectativa de un mejor futuro y sin pedir nada a cambio. Es una organización extraordinaria que viene a poner el hombro para ver si sacamos esto adelante. La decadencia uruguaya es de larga data, no para, y si no abandonamos la idea de que el cambio va a ser a la uruguaya, y que al que quiere celeste que no le cueste…
Sos como Rosario Martínez, que viene a salvar al Partido del descenso.
Rosario Mártinez ha salvado a varios. No me creo un salvador. Me creo una persona de trabajo, que sabe armar equipos. Hemos armado una organización con un proyecto serio. Acá hay propuestas concretas financiables y posibles. Hay un equipo político técnico y profesional que está preparadísimo para gobernar. Si nos toca, lo vamos a hacer. Si no nos toca, vamos a estar empujando por los cambios que el país precisa, y acá tenemos una gran ventaja: estamos acá por los cambios y no por los cargos. Al que quiera negociar con nosotros le vamos a preguntar si va a hacer la reforma productiva y la reforma educativa que se precisa, una reforma vareliana para el siglo XXI, y si va a encarar el problema que tenemos en la seguridad y el medioambiente. Si el otro está para eso, nosotros estamos. Pero si es por cargos, que no cuenten con nosotros.
Hablás a veces de la decadencia por goteo del Uruguay de los últimos setenta años. El Partido Colorado es responsable de gran parte de esa decadencia por goteo.
Todos somos responsables.
¿Por qué elegís el Partido Colorado?
El Frente Amplio fue el último intento de revertir esa decadencia, y fracasó, porque se lo tragó el sistema, se lo tragó el país del empate. Hay vacas sagradas a las que nadie quiere tocar ni hablar. Nosotros venimos a llamar a las cosas por su nombre. Hay cuatro o cinco cosas básicas. No nos tenemos que refundar, pero sí tenemos que cambiar la organización del país para que vuelva a tener posibilidades, con un espíritu transformador como el que tuvo el primer batllismo. ¿Por qué el Partido Colorado? Porque representa los valores en que creo. Me defino como liberal, progresista e internacionalista, y creo que eso fue el primer batllismo. La gente confunde estatismo con Estado de bienestar, y son dos cosas distintas. Estado de bienestar es que si vos, por algún motivo, caés en una situación de adversidad, por invalidez, desempleo o enfermedad, yo me voy a hacer cargo y te voy a ayudar, y al revés: si la desgracia la tengo yo, tú te vas a hacer cargo de mí. Es una suerte de pacto colectivo en el que nos aseguramos que nadie que viva en esta sociedad vaya a tener una realidad extrema en la cual no pueda sentirse cobijado y protegido. Es muy distinto al estatismo, a un Estado que se pone a hacer un montón de cosas mal, a ser una oficina de empleo, una fuente de acomodo y amiguismo. Creo en las instituciones. Creo en un partido que tiene ciento ochenta y tres años de vida, como el Partido Nacional. Creo que es bueno que el Frente Amplio se haya consolidado ya como un partido histórico. Creo que tener un sistema de partidos estables es un gigantesco valor para la sociedad. La Corte Electoral es el único órgano en que los funcionarios están designados a dedo, y no nos quejamos. ¿Pero por qué? Porque los partidos velamos por la integridad del sistema. Ha funcionado muy bien, somos de los sistemas más íntegros y limpios en el mundo. ¿Qué pasa si perdés los partidos estables? No podrías tener ese sistema de contralor. Creo en los partidos, pero también creo que no son organismos muertos: tienen períodos de decadencia y resurrección, con lecciones aprendidas y nuevos liderazgos. Jorge Batlle fue el que me pidió que encarara esto.
Él fue en parte un parricida del Partido Colorado, un iconoclasta.
Estaba adaptado a su época. El país que tuvo que construir Batlle y Ordóñez era uno, y el que pretendía deconstruir Jorge Batlle —para construir— era otro, un país que, él lo reconocía, había vivido esa decadencia tremenda de la cual había que salir. Y en casa el apellido Batlle era importante y querido. Hay razones sentimentales e institucionales.
Hablás del amiguismo y el clientelismo. El Partido Colorado también hizo culto de eso.
Creo que después de la democracia eso había cambiado sustancialmente, y ahora lo redescubrimos de manera masiva.
Al mismo tiempo venís al Partido Colorado y rechazás una estructura partidaria que te habría dado el triunfo sin ningún tipo de problema.
Si el objetivo hubiera sido el triunfo lo mejor que podría haber hecho habría sido aceptar el apoyo de una estructura establecida y nada más. Pero ese no es el objetivo de Ciudadanos. El objetivo es cambiar el Uruguay. Quisimos hacer algo nuevo que empezó de cero.
¿Para cambiarlo no se precisa ganar?
¿Quién dice que no se precisa ganar? Vamos a ver si nos toca en esta oportunidad o en otra. Este es un proyecto con vocación de permanencia, no es personal ni electoral sino político. En Ciudadanos no entró nadie por portar votos, y para representarnos políticamente en los departamentos solo entraron las personas que tenían las cualidades que nosotros pretendíamos: compromiso con el proyecto y vocación de servicio, y que no vinieran acá a ver si encontraban una rendija a través de la cual colocarse en el Estado. Ciudadanos armó algo que creo es único, política para intentar mejorar el país. Si el objetivo hubiese sido el triunfo, esta no hubiese sido la estrategia. Elegimos el camino largo, el que nos va a legitimar. Esto no es una cuestión de tener poder, sino de tener poder para generar cambios.
Jorge fue cinco veces candidato.
Sí, pero él empezó más joven. A mí no me da para cinco, me dará para dos.
Hablás de permanencia, de que no se trata de una cuestión puntual sino de un proyecto político que trasciende a Talvi, incluso.
Me trasciende totalmente. Tal como se armó en Ciudadanos, está despersonalizado. Esto no es “talvismo”, es Ciudadanos. Yo soy un ciudadano más, punto. ¿Me preparé toda la vida para las políticas públicas? Sí. ¿Sé formar equipos? Sí. Hacer funcionar a trescientos técnicos para que en un lapso de siete meses tengan un programa de gobierno armado, que va a salir en pocos días…
¿Tiene más o menos hojas que el de Lacalle Pou?
No lo medimos por kilo sino por calidad. Una persona extraordinaria, experta en dinámica de grupos, fue con quien organizamos la manera de trabajar. Las reuniones duraban medio día, o un día entero, y no te podés imaginar lo fermental y productivas que eran, simplemente por la forma en que se organizaron. Este es un proyecto que, tanto en lo político como en lo técnico y profesional, es un proyecto de cambio con vocación de permanencia. ¿Vamos a tener representación parlamentaria? Seguro. Nos toque liderar la fórmula o no. Me voy a postular al senado, porque yo no les puedo pedir a los ciudadanos que me honren con su confianza para gobernar el país diciéndoles que después me mando a mudar. Largué cosas que quería mucho. Me encantaba lo que hacía. Nuestra medida para medir el éxito y el triunfo de este proyecto es una: que renovemos y pongamos en debate temas que nadie se anima a poner, y que eventualmente eso impulse los cambios que el país precisa. Si eso se logra, no me importa en dónde estemos: habremos cumplido con la tarea. No me metí en esto para agregar a mi currículum que fui candidato a presidente, no es eso.
¿Por qué Ciudadanos? Y en una época en que el concepto de ciudadanía ha perdido terreno frente al concepto de consumidor, o cliente, que es lo que el modelo imperante promulga.
Los miembros de una comunidad, primero, y antes que nada, somos ciudadanos. Somos seres humanos de carne y hueso, con ilusiones, con expectativas y angustias, con derechos y obligaciones. Es precioso el nombre, y es consecuencia natural de mi raíz liberal. Soy filosóficamente liberal, creo en las instituciones, en la separación de poderes como algo fundamental para controlar el ejercicio arbitrario de poder. Y no hay nada más lindo que la expresión de un ciudadano ejerciendo sus derechos y obligaciones y pudiendo realizar todo su potencial en la comunidad en que vive. El nombre fue anterior a la formación, incluso. Políticamente fue lo único que le pedí a Jorge; cuando estaba en CERES no podía hacer política y le pedí que lo único que me reservara fuera el nombre Ciudadanos, porque yo no tenía idea de cómo hacerlo. Él le dejó el nombre en Montevideo a una persona y en el resto del país, a otra. “Usted quédese tranquilo que el nombre es suyo”, me dijo. “Son personas de confianza, nadie se va a quedar con ese nombre.” Y dicho y hecho. Después de que falleció tuve que averiguar quién tenía los nombres.
Hablás de cuatro vacas sagradas de las que nadie habla. La primera es la educación.
Si vas por una reforma integral del sistema educativo vas a pelearte con el sindicato. Si hay que ir a esa pelea, vamos a ir. Tenemos que partir de la base de que en educación se está fracasando estrepitosamente, y que la mitad de los chiquilines nacen en las periferias urbanas pobres. Solo dieciséis de cien chiquilines terminan el liceo. A la mitad los estamos condenando a la changa, a la informalidad, a las tarjetas del MIDES, o a hacerse narcotraficante como forma de vida. La aritmética educativa es cruel. Es una sociedad que va a seguir inexorablemente su decadencia, la del Uruguay que todavía vive en nuestro corazón y el nuestra mente. Una muchacha de treinta y dos años en San Javier, en Río Negro, me dijo en una ronda de preguntas: “Quiero que me devuelvan mi Uruguay”. Con treinta y dos años. Le pregunté que cuál era su Uruguay. ¿Este Uruguay agresivo, crispado, violento? Es el único que vio, pero no es el que ella tiene en su corazón y su cabeza. Su Uruguay es el Uruguay amable, justo, que convive en armonía, orgulloso de tener un pueblo educado. Ese es el pequeño país modelo al que llegó mi padre, y el que todavía todos tenemos en la cabeza. Tenemos chance, porque no nos hemos resignado a decir: “Es lo que hay, valor”, a decir que o me mando a mudar o me enrejo y vivo al margen del resto de la sociedad.
¿Qué está primero, la vaca o el ternero? ¿La escuela puede solucionar esa desintegración, integrando a todos esos niños que nacen en condiciones horribles, en familias desestructuradas?
La respuesta es sí. El ataque no puede ser exclusivamente desde la educación. La reforma educativa hay que separarla en dos temas. Uno es la reforma integral del sistema, que tiene muchas dimensiones: el cambio gubernamental en la estructura de la educación, la forma de gestión y funcionamiento de los centros educativos, la política curricular, las técnicas pedagógicas, los métodos de evaluación de la gestión y aprendizaje, y la carrera y la profesión docente. Están todas esas dimensiones, pero no hay que olvidar que todo esto tiene que estar al servicio de los dos protagonistas del sistema: los niños y los jóvenes, a quienes tenemos que preparar para enfrentar los desafíos que plantea el porvenir, y para ser buenos ciudadanos de la República. Y los docentes, que para mí son los grandes olvidados, hoy están desmotivados y desvalorizados. Necesitamos que vuelvan a ser los protagonistas, las personas más admiradas y respetadas de la sociedad, como era antes en el interior, con aquella cuestión reverencial. Eran personas admiradas en la sociedad, y hoy andamos a los cachetazos. Tenemos una propuesta integral, pero además tenemos una gigantesca ventaja, porque Eduy21 hizo un trabajo previo de base, formidable, desde la sociedad civil y reuniendo técnicos de todos los partidos y otros que no pertenecen a ninguno, y crearon una propuesta que ofrece un común denominador a partir del cual podemos empezar a dialogar y trabajar. Tenemos matices pero también grandes espacios de acuerdo.
¿Eduy21 es la solución?
El Dr. Lacalle Pou y Pablo Mieres lo manifestaron. Creo que Jorge Larrañaga también. Creo que hasta Mario Bergara lo dijo, con lo cual cruzamos esa frontera con la que tendemos a dividir al país. Vamos a tener que acostumbrarnos a coaliciones más complejas, porque estamos viviendo fenómenos nuevos en la política y eso nos va a obligar a coaliciones más imaginativas. Lo de los ciento treinta y seis liceos públicos modelo que pretendemos desplegar a lo largo del país busca atacar el grave problema que tenemos con la mitad de los chiquilines que hoy nacen en el país y quedan condenados porque se caen del sistema. Precisan todo esto que va a tener la reforma integral, porque es una problemática compleja que requiere una aproximación distinta al problema. Y lo que te puedo decir es que funciona. Funciona porque lo hicimos, hace siete años cuando fundamos el liceo Impulso con un grupo de amigos en la cuenca de Casavalle, el conjunto más pobre de la ciudad de Montevideo; donde había un baldío, hoy estudian seiscientos chiquilines, de primero de liceo a sexto de bachillerato. En diciembre se graduaron los primeros bachilleres en la historia de Casavalle: setenta y tres de los cien que arrancaron, en un conjunto de barrios donde festejá si terminan ocho o nueve. Pero es una propuesta distinta, no solo de tiempo hipercompleto, donde toman el desayuno, el almuerzo y la merienda, donde se reciben chequeos médicos periódicos para asegurar que estén en buenas condiciones de nutrición y salud. Las familias se integran a través de talleres obligatorios, para que puedan acompañar la trayectoria de sus hijos, y hay cuerpos docentes que tratamos que sean estables, y que deben serlo, porque los chiquilines precisan referentes, entrenados en técnicas pedagógicas y de evaluación para estimular el aprendizaje.
Esas familias tienen otros códigos, muchas veces viven al margen de determinados valores.
Porque sienten que están condenados a una vida sin futuro, por ese margen de exclusión en el que viven, y que sienten que sus hijos también están condenados. El liceo les devuelve una propuesta académica de calidad, de atención, de comunidad, y a los chiquilines eso les devuelve el futuro, y la idea de que a través de su esfuerzo y empeño pueden llegar a ser ciudadanos libres, y que pueden salir de su condición. Y ahí se termina, y por la razón más elemental: primero y antes que nada los padres son padres y, si ven que los hijos tienen una posibilidad, la toman y se comprometen.
Hoy hay una realidad en la que los padres no ven una salida en la educación.
Muchos padres y muchos chiquilines. Por eso cuando llegan al liceo se caen, porque no saben para qué se van a quedar uno, dos o tres años estudiando, sin trabajar, sin generar ingresos, si igual eso no les va a servir para nada.
Porque no les cambia nada, realmente.
Si van a terminar en el mismo lugar, exactamente.
No es una vía de escape.
Esta propuesta lo que hace es cambiarles la trayectoria de vida a los chiquilines, y por ende a la familia. En muchos barrios hice reuniones con las familias para contarles el liceo que van a tener. La gente realmente lo recibe, es como si le abriéramos el cielo con las manos, el saber que sus hijos van a tener un futuro.
¿Y después del bachillerato?
Ahora estamos con chiquilines que están yendo a la UTU, a la universidad, o que se están yendo a trabajos formales, dignos.
¿Es suficiente sexto de liceo para la sociedad de conocimiento que se viene?
No es nada suficiente. Lo que pasa es que primero tenemos que llegar ahí.
Si llegás a ese proceso, ¿qué hacés con lo que viene después? Nadie habla de la universidad.
Nosotros sí. Estamos trabajando muy seriamente para crear un sistema de becas y créditos universitarios de largo plazo. Hemos encontrado que muchos jóvenes del interior que querrían seguir una carrera universitaria quedan por el camino, porque no alcanza con el hecho de que no pagues matrícula en la UDELAR: tienen que venir y tener un lugar donde vivir, tienen que comer y vestirse, estando lejos de la familia. Estamos trabajando en un proyecto para darles créditos blandos de largo plazo a chiquilines que quieren estudiar, pero están impedidos por la distancia o la condición social, o porque tienen que trabajar. Buscamos que todo chiquilín que quiera estudiar pueda hacerlo y que luego, cuando empiece a generar ingresos en su vida activa, vaya pagando los créditos a lo largo de su trayectoria laboral. Eso es lo que hacen los países desarrollados, y es una gigantesca inversión para la sociedad. Por eso los créditos son blandos, porque los recuperás con creces si tenés una ciudadanía educada que atrae inversiones inteligentes. 75% de los coreanos tienen formación terciaria, y un 65% de los neozelandeses. Nosotros tenemos un 18%.
¿Necesitamos la cantidad de abogados, psicólogos y médicos que entran cada año en la UDELAR?
Es difícil de decir, pero siempre le digo a la gente joven que no importa lo que estudien, porque la educación terciaria es un proceso que te somete a obstáculos exigentes, que te entrena las neuronas, que te prepara para estudiar en grupo y resolver problemas. En fin, después de que pasaste por eso estás capacitado para hacer un montón de cosas. Y hoy pasa mucho que los chiquilines estudian una cosa y trabajan en otra, o trabajan por cuenta propia.
También el 50% abandona al primer año. ¿Podemos darnos el lujo de tener una UDELAR que funciona como está funcionando?
Creo que vamos a tener que aggionarla, pero hay esfuerzos en ese sentido. El sistema de educación terciara en Uruguay tiene mucho camino por recorrer si quiere mejorar. De lo que hablaba ahora es del acceso a la educación terciaria.
Pero si hablamos de que el modelo de desarrollo es Corea con un 75% de universitarios, nuestra universidad no va a lograr eso de la forma en que está.
Estamos muy lejos de eso.
Seguimos gastando plata a lo bobo.
Tenemos un sistema complejo, con autonomía, que hace difícil que vos puedas tener políticas universitarias que, al no poderte meter en la cocina, siempre tienen que ser muy indirectas.
Vos conocés universidades de primer nivel en el mundo, donde has estudiado y trabajado. ¿Funcionan como la UDELAR?
En muchas dimensiones, no. Te lo digo por mi propia experiencia. Cuando fui a estudiar el posgrado entré con diez o doce años de retraso, y no con respecto a gente de Europa sino de América Latina. Creí que iba bien preparado, pero me cascoteraron en el primer semestre. Estamos trabajando en eso. Tampoco nos vamos a olvidar de la posibilidad de que quienes quieran hacer posgrados en el exterior puedan tener becas.
¿A vos te becó el Banco Central?
No, me becó la Universidad. Cuando estuve en el Banco Central hicimos un acuerdo de asistencia técnica con el Banco Mundial y mandamos a mucha gente a estudiar. A Mario Bergara, a Andrés Masoller, a Michael Borchardt, a Gerardo Licandro, que hoy es el gerente de investigaciones. Le armamos el equipo económico al Frente Amplio.
Qué visión. Rindió bastante.
Jorge Polgar, el actual presidente del BROU.
Tu planteo para la educación requiere recursos abundantes. La coalición de gobierno que debería hacerlo, ¿está dispuesta a invertir eso en educación?
En estos últimos catorce años se invirtió muchísimo en educación. Se multiplicó el presupuesto en más de un 12%. ¿Pero qué obtuvimos a cambio? Una deserción altísima y una calidad de aprendizaje que año tras año viene empeorando. Fue como ponerle nafta a un coche con la batería fundida. Si no cambiamos el sistema, no importa cuánta plata le pongamos: no va a andar. Tampoco si hacés más de lo mismo. No es siempre un tema de dinero sino de aplicar los recursos cuantiosos para que den los resultados que buscamos: que más chiquilines se queden en el sistema educativo y que aprendan, para poder encarar el desafío de la vida. “Inversión” es la palabra clave. Eduy21 tiene cuantificado el gasto adicional que implicaría la reforma integral del sistema. Nosotros tenemos cuantificados los ciento treinta y seis liceos. Son ciento sesenta millones de dólares por año, en adición a lo que ya gastamos, para atender a ochenta mil chiquilines que hoy desertan o están en riesgo de desertar. Ese es el costo.
¿Cuál es el beneficio?
Vamos a verlo después de que empecen a graduarse los primeros chiquilines. El beneficio es que un chiquilín que habría terminado en la informalidad y el delito, obligando a la sociedad a gastar en tarjetas del MIDES, en cárceles y policías, va a estar en un trabajo formal aportando a la sociedad. Aun con supuestos muy conservadores de bajas en la deserción, este proyecto se paga solo en doce años, y tres veces en veinticinco años. Es un proyecto de una rentabilidad social y económica muy importante para el país. Es el tipo de proyectos que uno le plantea al Banco Interamericano de Desarrollo buscando financiación y te dicen que sí. Es una inversión y convencés al Fondo Monetario, para que no te lo tome como déficit. Las calificadoras de riesgo lo van a ver como una inversión, como cuando hicimos la reforma de la seguridad social: el déficit aumentó, porque migraron recursos del BPS a las AFAP, y aun así nos subieron la calificación. ¿Porque son tontos? No, porque vieron que la reforma generaba muchos ahorros a futuro. Y esto lo que va a generar es no solo ahorros sino un tremendo potencial que el país hoy no tiene. Va a demorar, pero de eso se trata invertir en el desarrollo. El cortoplacismo en el que hemos caído nos mata, por no enfrentar los obstáculos para llevar adelante esta reforma, y nos quedamos poniéndole curitas a un sistema disfuncional.
Lacalle Pou dice que apuesta más a los liceos ya existentes que a los nuevos que proponés.
Nosotros proponemos una nueva modalidad. En algunos casos hay liceos existentes que podemos convertir a otra modalidad, y en otros lugares vamos a tener que construirlos de cero, de manera modular y relativamente económica. Ese no es el problema. El problema es hacerlos funcionar.
Segunda vaca sagrada: policías y cárceles.
Quiero policías que tengan el entrenamiento necesario para cumplir la labor. Todos los estudios indican que el gran disuasivo para el delito es la efectividad de la policía. Podés tener pena de muerte y cadena perpetua, y sacarte las ganas de dar castigos ejemplarizantes, pero eso no genera los resultados que uno espera. Lo que funciona es que el potencial delincuente tenga la certeza de la pena si comete un delito grave. La certeza de que lo van a pescar. Hoy no pescamos a nadie.
Algunos pescaron.
Sí, porque también creció el número de personas en el delito. Si a la mitad de los chiquilines no los educamos, imaginate la fábrica que estamos generando cada año. Sí, tenemos un montón de presos y muchos más delitos. La propia policía nos dice que no tiene la formación adecuada. Hoy es ciclo básico más seis meses de entrenamiento en una jefatura departamental.
Tuvieron que bajar los requisitos porque no había gente interesada.
Hoy no podés sacar gente con formación terciaria que quiera ser policía. Esto hay que rediseñarlo. Todo termina en algo vinculado a la educación. Necesitás una policía formada. Hoy la oficialidad tiene educación terciaria, y tenés que extender esa formación al personal subalterno. Si el personal está bien formado, vas a tener que remunerarlo y equiparlo para que pueda cumplir con sus tareas. Finalmente, no estamos dispuestos a invertir para el largo plazo, porque todo esto no lo vamos a ver nosotros sino nuestros hijos. Electoralmente tiene poco rendimiento, pero los países que han cambiado la pisada, como Nueva Zelanda en el 85 y España o Irlanda en el 86 no tuvieron resultados inmediatos. Y hoy, con los problemas que tiene España, es un país desarrollado. Un país que estaba atrasadísimo. Lo mismo le pasó a Irlanda, que hoy es mucho más rica que el Reino Unido, cuando antes era muchísimo más pobre. Lo mismo hizo Chile. La gente dice que fue Pinochet el que cambió Chile, y no es verdad, es una mentira histórica. Pinochet en Chile no hizo nada que no hiciera Vegh Villegas en Uruguay. Se adelantaron diez años a todo el mundo con la reforma de la seguridad social. El Chile institucionalizado que salió a conquistar el mundo, el Chile moderno y pujante que hoy conocemos es obra de los gobiernos democráticos, socialistas, democristianos y liberales. Nosotros tuvimos ese espíritu en el primer batllismo. Eso es lo que tenemos que hacer. Obviamente que no vamos a cambiar a la policía de hoy para mañana, pero podemos hacer cosas en el corto plazo.
¿Cuáles?
Tenemos propuestas para reorganizar el funcionamiento de las comisarías, lo que en los países desarrollados se llama “policía de vecindad”, como primera línea de defensa, donde las comisarías tiene que tener capacidad operativa, de investigación y respuesta en tiempo real, cosa que hoy no tienen. Tenemos que poder atacar el tema de las bandas criminales con inteligencia, con investigación y cuerpos de choque especializado. Esto es lo que ha hecho, tarde y bien, el Ministerio del Interior en los últimos operativos. No se trata de la mano dura sino de la mano inteligente. ¿Qué fue Bonomi? Si Bonomi hubiera sido blanco o colorado, le hubieran dicho facho. Bonomi tuvo mano dura y ves que no funciona, no logra disuadir el delito y solo corre de atrás un problema social, y no hay superministro que pueda con ese problema. Tenemos que reorientar el Ministerio del Interior porque necesitamos una policía bien entrenada, preparada, equipada, y cárceles que reeduquen y reintegren. Tenemos que mirar el modelo sueco, donde los presos laburan, tienen rutinas, estudian oficios y cosas útiles para cuando recuperen la libertad, haciendo vida sana y deporte, con contacto asiduo con la familia, porque los afectos son importantes en la rehabilitación, y recuperándose de las adicciones, porque el 80% de la población carcelaria en Uruguay es adicta, y van a recaer en el delito si no los recuperamos. Estamos proponiendo tres centros de reclusión modelo, empezando por los menores. Si en vez de tener centros de reeducación, querés tener centros de castigo, que es lo que tenemos hoy, con infiernos humanos y tierra de nadie…
No les preocupa mucho, tampoco.
Debiera preocuparles, porque esas personas, más temprano que tarde van a salir de una escuela del crimen donde aprendieron a ser mejores delincuentes. Los estamos poniendo en un lugar de donde salen peor de lo que entraron. ¿Qué estamos haciendo?
“Vivir sin miedo”, propone Larrañaga.
Militarizar la policía y aumentar las penas. Ya le dije a Jorge que valoro que esté poniendo el tema en discusión pero que no lo vamos a acompañar porque no creemos que ese sea el camino.
Vas a gastar más que el gobierno del Frente Amplio con todo lo que estás diciendo.
Muchas de estas cosas son inversiones que tienen su rédito. No hay que mirar lo que se gasta en la siembra sino en la cosecha, donde vamos a obtener los recursos para repagar los gastos. Hay que encarar esto como proyectos de inversión social, viendo el gasto y lo que voy a obtener. En el ciclo de vida del proyecto esto va a tener una rentabilidad social altamente positiva, y la ecuación económica cierra. Es otra lógica muy distinta a la del déficit fiscal. Es poner los recursos del Estado para darles viabilidad a cosas que hoy no la tienen. El equipo de salud me dice que con lo que hoy gastamos, sin gastar un peso más, ASSE podría ser el prestador de salud más prestigioso del Uruguay. Eso es lo que tiene los países desarrollados.
Ha mejorado sustancialmente y se ha invertido mucho más que antes.
Ha mejorado, porque en parte lo hemos descongestionado. Se invirtió mucho. Pero tenemos que saber cuánto gastas, donde gastas, y esa cultura no la tenemos. No solo saber el impacto que tuviste sino saber si fue costo-eficiente, y si por cada peso que invertiste obtuviste el resultado que querías obtener. Se congestionó el mutualismo. Es difícil ver indicadores de gestión del sistema, pero todo el mundo sabe que las esperas para especialistas son eternas, y que sobre todo en el interior ha habido un deterioro muy importante en la calidad de la atención. Hoy en Guichón la gente tiene que ir a dar a luz a Paysandú, y los de Castillos tienen que ir a Rocha.
La tercera vaca sagrada son las empresas públicas. Decís que hay mil doscientos millones de sobrecostos. ¿De dónde salen?
Lo hicimos por primera vez en el año 2000, cuando estábamos trabajando en CERES, y lo actualizamos cada tres años. Cuando tenés un monopolio no lo podés dejar suelto. El monopolio inexorablemente va a abusar. ¿Cómo se abusa del poder monopólico? “Mirá, estoy con dificultades en las finanzas del Estado, dejame ponerle un sobreprecio a la electricidad.” Y así te pasás por trescientos millones de dólares, como pasó el año pasado con la UTE. ¿Lo votó el Parlamento ese impuesto? No. Es más, ni siquiera lo interpretamos como un impuesto que la factura de UTE marcara más de lo que debía marcar. Otra forma de abuso, y esto lo saben pocos: las empresas públicas pagan un 65% más promedialmente que las empresas privadas por el mismo tipo de trabajo.
Estás hablando de los entes.
UTE, OSE, ANTEL, BROU, BHU. No estoy hablando de los funcionarios de la administración central. Son treinta y cinco mil funcionarios, que ganan un 65% más de salario que lo que paga una empresa privada por un trabajo similar. Si una empresa privada tuviera que pagar eso, se funde. ¿Por qué no se funde un monopolio? Porque traslada el costo a la tarifa. El millón de trabajadores que trabaja en el sector privado lo paga a través de las cuentas de OSE, UTE, ANTEL y ANCAP.
¿Y las empresas privadas no te trasladan el costo a todo lo que comprás?
Si una cadena de supermercados o un almacén te quisieran trasladar eso, cobrándote un 20%, pierde a todos los clientes.
En el Uruguay todo termina funcionando como un oligopolio.
No es tan así. Hay segmentos enormemente competitivos. El problema acá es que tenés un solo proveedor, que no hay libertad de ingresar al mercado, y que terminás cargando esos sobreprecios y sobrecostos sobre la producción y las familias. ¿Qué hizo Nueva Zelanda en el 85? Tenían el mismo problema, con un manejo político de las empresas del Estado, con servicios mediocres a precios caros. Lo terminaron, con unidades reguladoras muy fuertes que dicen cuál es el precio que podés cobrar. Punto. ¿Querés poner un impuesto? ¿Querés inventar un subsidio para alguien? Andá al Parlamento y pedíselo. ¿Querés pagar más salarios y no podés porque vas a perder plata? Pedile al Parlamento que te financie la pérdida. Así se transparenta la situación y los ciudadanos están informados y sabemos qué estamos financiando y cuánto nos cuesta, y las empresas no son el reino del acomodo y el amiguismo. Una vez que Nueva Zelanda puso a las empresas en su lugar para que pudieran funcionar a precio de competencia, tuvo que cambiar la forma de designación del directorio, de las altas gerencias y toda la organización del gobierno corporativo. Nosotros vamos a cambiar todo eso a la forma neozelandesa. En cuatro años Nueva Zelanda logró bajar los precios de los servicios públicos, notablemente, mejorando también la calidad. Esto es posible, pero tenemos que estar dispuestos a tocar intereses corporativos fuertes, y un centro de poder. Es decir, le vas a estar sacando el chupete a alguien.
¿La diferencia fue que Nueva Zelanda en el 85 tuvo un presidente neozelandés y acá tuvimos a Sanguinetti?
Hay momentos en la vida de las personas y los países. Alguien que se alimenta mal o tiene una vida poco sana en algún momento tiene algo que le dice que pare, y eso se traduce en un cambio. Por dos motivos, creo que este es ese momento para Uruguay. En primer lugar, porque ya gobernamos todos. Ya nadie es tan santo ni tan demonio. Todos demostramos que la corrupción, lamentablemente, es una debilidad humana a la que todos estamos expuestos. Nadie tiene el patrimonio de la honestidad. En segundo lugar, está demostrado que a todos nos toca la misiadura. El gobierno del Frente Amplio tuvo un ciclo extraordinario de bonanza, en buena parte empujado por situaciones que no controlaba, como los precios de los productos que producimos y vendemos, y por la aparición del gigante chino, gracias al cual la soja estaba a seiscientos dólares. Hoy está a doscientos ochenta, y al Frente Amplio le tocaron ahora cinco años donde la economía estuvo complicada. Ya no tiene el monopolio de decir: “Yo administro bonanza y los partidos tradicionales administran la escasez”. Ya ni siquiera tienen el monopolio de decir que controlan al sindicato, porque claramente el Frente Amplio no los controla.
¿El PIT-CNT no es el brazo sindical del Frente?
Está claramente alineado políticamente con el Frente Amplio, pero defiende sus intereses.
Tiene independencia.
No me cabe la menor duda. Y quizás demasiado poder. Lo cierto es que ha logrado bloquear cosas que para el país habrían sido muy importantes, como la posibilidad de haber firmado TLC. Seguimos con un decreto que, en nuestra opinión, es inconstitucional: la ocupación, que el 95% de la ciudadanía rechaza.
Hay diez ocupaciones por año.
Se trata de la amenaza de la ocupación para la empresa privada, que realmente genera parálisis en las decisiones, conspirando contra la creación de empleo. La gente cree que emplear a alguien es comprar un dolor de cabeza. Una cosa es proteger los derechos de los trabajadores, y no creo que a nadie en el Partido Colorado se le pueda enseñar sobre eso.
Sanguinetti nunca perdió una huelga.
Bueno, no sé. No me acuerdo.
Parecés Sartori.
Estuve cinco años afuera estudiando, no conté las huelgas ganadas y perdidas. Y no sé muy bien qué es ganar o perder una huelga, no me queda claro. Lo que digo es que tenemos que estar dispuestos a modificar sustantivamente el esquema institucional. Todas estas son reformas institucionales: la educación, la seguridad, las empresas del Estado. Y por último está la otra vaca sagrada, que nos ha llevado, primero, a encerrarnos en nosotros mismos, miedosos de salir a conquistar el mundo.
Pará, esa no te la llevo. Podríamos tener algún TLC más, pero estamos comerciando con ciento setenta países.
Una cosa es el acceso a mercados. Uruguay tiene una gama de productos, sobre todo en su cadena agropecuaria y agroexportadora, de mucha calidad y sofisticación. La gente cree que son productos que no admiten la sofisticación, pero sí la admiten. Uruguay produce carne orgánica que vale 40% más que la carne común. Somos de los pocos países que pueden producirla.
Y con trazabilidad gracias a Mujica.
Sí, sí, nadie niega las cosas que se han hecho bien. Pagamos trescientos millones de dólares al año para entrar a esos mercados, en impuestos. Es una barbaridad. Chile hoy entra sin impuestos al 86.5% del PBI de la economía mundial, mientras que nosotros lo hacemos con el 6.5%. Somos un país comercialmente aislado. Si hoy tuviéramos la posibilidad de entrar a los países a los que entramos, sin pagar impuestos, instantáneamente la rentabilidad de la cadena exportadora, especialmente en el agro, aumentaría muchísimo y tendríamos un volumen de inversión extraordinario. ¿Cómo puede ser que un fruticultor chileno de quince o cuatro hectáreas viva bárbaro mientras los nuestros se funden? ¿Cómo puede ser que en los últimos cuatro años hayan cerrado quinientos tambos familiares, donde un arte productivo que había pasado de generación en generación de golpe se pierde, con pérdida de capital productivo y social de la familia rural afincada en el campo, que seguramente termine revolviendo algún contenedor?
Hablás de que el agro es el verdadero petróleo que tenemos.
Es mucho mejor que el petróleo, y es verde y en lugar de emitir carbono lo chupa del aire.
La tierra está cada vez más extranjerizada. ¿Eso es bueno o es malo?
Ni bueno ni malo en sí mismo. Durante la fase del boom de la soja, nosotros no sabíamos producir soja.
Eso fue por Kirchner, que corrió a los sojeros para acá.
Y por el precio de la soja y la tecnología que permitió producir en tierras menos fértiles a costos razonables. No sabíamos producir soja, y vinieron los argentinos y nos enseñaron, lo que desplazó a muchos uruguayos que terminaron vendiendo sus campos y yendo a Paraguay. Y ahora los argentinos terminaron su ciclo y se están yendo, y muchas de esas tierras están volviendo a manos uruguayas. Lo importante es lo que se genera para el país, no necesariamente quién es el propietario. Si vienen con tecnología, con capacidad de producir y de generar polos de desarrollo extraordinarios, como se han generado. Antes del boom de la soja Young y Dolores eran una cosa y hoy son completamente otra. El agro genera muy poco empleo directo pero muchísimo indirecto a través de los servicios, del comercio, de la localización de personas en el interior. Uno en Dolores veía jóvenes profesionales trabajando en estas empresas de producción de soja que necesitan tener jardines, escuelas, automotoras, agencias de viaje. Todo eso funciona porque funciona el campo. Esa es otra de las vacas sagradas de las que hay que hablar: nuestra riqueza es el campo. Sí, somos un país turístico, logístico, tecnológico, pero primero, y antes que nada, somos un país de granjeros, de agricultores y de productores.
Según tu asesor, deberíamos ser un país cannábico.
Además. Ya que fuimos uno de los primeros países en legalizar la cadena de producción, distribución y consumo, cosa que hicimos en un clima festivo, lo que creo que fue un error, porque deberíamos haberles advertido a los padres y a los jóvenes de los daños que puede provocar el consumo de marihuana en las capacidades cognitivas. Y no lo hicimos a gran escala, aprovechando la posibilidad de desarrollar una industria de vanguardia, porque la industria medicinal, alimenticia y cosmética asociada al cáñamo no tiene nada que ver con sus propiedades psicoactivas.
También perdimos una chance desde el punto de vista turístico. Podríamos legalizar el consumo para los turistas, y sería un gran polo de atracción.
Sí.
Vendrían millones de turistas, y no solo en enero y febrero. ¿Sos liberal o no sos liberal?
Estoy de acuerdo, pero diciendo que esto no se hace desde un clima festivo. Todos los países están yendo a la liberalización de la producción, distribución y consumo de marihuana, y la razón es que a diferencia de las otras drogas, que son más jorobadas, no te podés morir de una sobredosis de marihuana. Te puede generar un montón de consecuencias negativas en el consumo prolongado, pero de sobredosis no te vas a morir, por eso la llaman droga blanda.
Decís que el agro es mejor que el petróleo porque es verde. Estamos llenos de cianobacterias, de glifosato por todos lados. La contaminación es brava.
No es solo por el agro. Está el tema industrial, el saneamiento de la ciudad, y la contaminación que nos llega desde Brasil y Argentina. La apuesta nuestra es al agro, a transformar al Uruguay en un formidable productor de alimentos de pastura natural. Somos el único país en el hemisferio sur que destina el 50% de su territorio a pasturas naturales, a alimentos ecológicamente sustentables, desde la granja y la horticultura hasta la carne orgánica.
No nos queda miel porque el glifosato mata las abejas.
Eso implica protocolos para la producción agrícola y ganadera, que van a implicar mucha menos contaminación, menos erosión del suelo y más productividad como resultado, y mejores precios, porque el mundo está yendo hacia eso, y hoy los productos orgánicos y ecológicamente sustentables se pagan a excelentes precios. Esa es una gran apuesta que tiene que hacer el país, pero lo tenemos que hacer con la marca Uruguay Natural, y para todo, no solo para el turismo, aunque nos vendemos como Uruguay Natural y cuando el turista viene se encuentra con las cianobacterias. Uruguay Natural en nuestros procesos productivos.
¿Uruguay Natural con UPM2?
No son contradictorios. Es posible y compatible tener árboles y producir pulpa de celulosa, haciéndolo dentro de los estándares medioambientales y con la compatibilidad necesaria con la producción tradicional. Uruguay tiene muchos más árboles de los que las actuales papeleras pueden procesar. Había lugar para una tercera. El problema con UPM2, es que se hizo a puertas cerradas, con una inversión estratégicamente fundamental para el país y que va a durar treinta años se debía encarar como una política de Estado, porque va a involucrar seis gobiernos, y creo que el gobierno cometió el error de hacerlo a puertas cerradas, lo que ha encontrado resistencias enormes en la sociedad, que vamos a ver si pueden o no comprometer ese proyecto.
La producción en zona franca, ¿qué le deja al Uruguay?
Creo que es un error conceptual pensar que esa es una producción que ocurre fuera del Uruguay. La producción en zona franca es un reconocimiento de que hay ciertas actividades que por los enormes costos que tiene el Uruguay —por impuestos, por tarifas, por mala infraestructura— son inviables.
¿Qué le deja entonces al Uruguay hacerlas en zona franca?
Traer al país actividades que de otra forma no habrían venido, emplear gente de que de otra forma no tendría trabajo, generar toda una cadena alrededor, que tiene que ver con el transporte, con el capital humano que se forma con tecnología que llega y que no conocíamos, con centros de formación como el que hay en la Universidad Tecnológica de Fray Bentos, que no hubieran existido de no estar esta necesidad. Esto genera muchos derrames. Estamos hablando de una empresa finlandesa que tiene estándares muy altos en el país de origen, y que impone estándares iguales o más altos acá. Hemos aprendido muchísimo. Los organismos nuestros de la propia DINAMA se tuvieron que readecuar para poder controlar a una empresa como UPM, porque UPM y las otras necesitan ser controladas para poder demostrar que están dentro de los estándares. Me molestan dos cosas: el secretismo, y que los beneficios se los otorguen a inversiones con nombre y apellido. Proyectos tenemos todos; las empresas uruguayas tienen proyectos de inversión atractivos, chicos, grandes, en el interior y en Montevideo. Si creemos que hay que atraer nuevos proyectos y para eso hay que crear beneficios, entonces todos somos UPM y vamos armar —nosotros ya lo tenemos armado— un paquete de beneficios para atraer inversiones de todo tipo, no solamente a las megainversiones extranjeras. A las empresas uruguayas no les faltan ideas, sino estímulos como los que recibió UPM.
Hay estudios que dicen que lo que recibió el país por los cánones de UPM es menor que el costo de controlar.
UPM por la zona franca paga un canon. UPM paga trabajadores, que pagan impuestos cuando reciben ingresos, cuando consumen. Esos trescientos o cuatrocientos en la planta generan una serie de servicios conexos que tienen que ver con la seguridad, el transporte y la formación técnica, lo que indirectamente genera otra serie de empleos que a su vez genera recaudación. Cuando uno evalúa estas inversiones —y hay una técnica de evaluación que se llama inversión social de proyectos— tiene que tomar los efectos directos e indirectos e incluir al derrame de conocimientos que llega al país, que no vendría en ausencia de estas inversiones. Lo que quiero que entendamos es que el problema es que se hizo para uno y no para otro. Pero no tengo problema con el hecho de que estemos dando incentivos en un momento en que eso se precisa para que vengan inversiones al país. Financieramente tienen que cerrar los números para el país, y ser una inversión social y ecológicamente sustentable. Si eso está, no veo por qué el país se va a privar de eso.
Las Fuerzas Armadas son un tema pendiente de discusión, lo has dicho en varios lados.
Es otra vaca sagrada. Tenemos que repensar nuestras Fuerzas Armadas. Es el momento de debatirlo. En el 2010 se votó una ley que dejó en claro que la sociedad uruguaya quiere tener Fuerzas Armadas. Ahora lo que nos estamos cuestionando es qué tipo vamos a tener. Si la sociedad debate vamos a lograr dos cosas: que una vez que decidamos qué Fuerzas Armadas queremos, darles recursos humanos y financieros para poder llevar adelante con dignidad su labor. Uruguay tiene 256.000 kilómetros cuadrados de territorio marítimo, y lo podemos patrullar a duras penas. Patrullar implica controlar el contrabando de armas, de drogas, la explotación ilegal de nuestro subsuelo, la pesca ilegal y la contaminación. Tenemos el equipamiento más obsoleto de la historia moderna. Hay tareas que no podemos dejar de cumplir y tenemos que cumplirlas. Es el momento en que, como sociedad, tenemos que discutir el tema. Si lo discutimos y el país tiene las Fuerzas Armadas que quiere tener, se va a lograr un objetivo secundario e igualmente importante: cerramos definitivamente la herida que se abrió con el golpe de Estado entre la sociedad y sus Fuerzas Armadas, y dejamos que este capítulo quede para los libros de historia. No así —para que no haya confusión— el tema de los desaparecidos, en el que la responsabilidad del Estado no se extingue nunca, hasta que no se aclare o se intente aclarar qué pasó con las personas que desaparecieron. Como Estado tenemos una responsabilidad frente a las familias que necesitan hacer su duelo y seguir buscando.
¿Cómo evalúas lo que pasa en la Argentina?
La Argentina es el preámbulo de lo que le va a pasar al Uruguay si no hacemos nada. No es un problema de ser liberal sino de aritmética básica, si gasto más de lo que me ingresa. Y Macri heredó un déficit fiscal enorme que no pudo controlar sino que agrandó. Lo que sí logró recuperar rápidamente es el acceso al crédito que los gobiernos de los Kirchner no tenían. Si gastás más de lo que te entra, ¿qué pasa? Pedís dólares prestados, y después los vendés en plaza, entonces tenés un dólar poco competitivo y sos un país carísimo. Te vas de viaje a Argentina y es el país más caro en dólares, entonces nosotros teníamos impunidad para ser un país caro también. Un día los mercados dijeron: “Che, te estás endeudando muy rápido, no te voy a prestar más porque, si no, no me vas a pagar”. Se terminaron los dólares, y vino la devaluación, la inflación, la pérdida de poder adquisitivo del salario, la recesión y el desempleo. Sabemos la fórmula. ¿Cómo hago para financiar el gasto que está por encima de los ingresos? “Y mirá, dejame ir al Fondo Monetario, que es el único en la vuelta que me va a prestar unos mangos, porque ya nadie me presta.” “¿Me podés prestar para que no tenga que hacer un ajuste de gasto tan draconiano?” “Sí. Contame cómo vas a poner en orden tu casa, de aquí a los próximos tres años.” “Así, así y así.” “¡Ah!, no me gusta. ¿Por qué no hacés así, así y así?” Y ahí perdiste la soberanía.
¿Vamos hacia algo así?
Uruguay tiene un déficit de cinco puntos del Producto. Nos estamos endeudando a un ritmo inconveniente. Tenemos un crédito abierto que es mucho mayor que el de la Argentina, porque Argentina es defaulteador serial. Nosotros, en la peor crisis de nuestra historia, cumplimos como los mejores. Jorge Batlle lo dijo: somos un país chico y nuestro capital es nuestra reputación, y que íbamos a pagar hasta el último centavo. No pedimos quitas ni cambiar las condiciones contractuales. Pedimos tiempo. Argentina dijo que no podía pagar y no pagó. Nosotros tenemos más crédito que los argentinos pero lo estamos agotando. El día que se nos acabe, haya un gobierno liberal, socialista, progresista, liberal progresista, no importa, esto es aritmética: se te cierra el crédito y terminás con devaluación, con inflación, con pérdida del poder adquisitivo del salario, con recesión y desempleo. Así termina, y Uruguay va camino a chocar contra la pared, porque no se puede gastar por encima de nuestras posibilidades eternamente, porque no te lo financia nadie. Vamos a terminar en el Fondo Monetario Internacional, pidiéndole. Creo que es irresponsable que el gobierno siga un año haciendo la plancha con esto. El propio Cr. Danilo Astori dijo: “Fracasamos en nuestra política de reducción del déficit fiscal”, y estamos comprometiendo la salud de las finanzas del Estado, y camino a la colisión. No estoy pronosticando una catástrofe, estoy diciendo que si nos quedamos de brazos cruzados, así como vamos, terminamos como la Argentina. Al gobierno que le toque, no te quepa duda. Por eso nosotros estamos diciendo que lo lamentamos pero que vamos a tener que bajar este déficit, y lo vamos a tener que hacer muy rápido, y muy rápidamente vamos a tener que hacer anuncios apenas asuma el próximo gobierno, para no llegar a eso, para evitar que los más vulnerables terminen como siempre, pagando los platos rotos a través de la inflación. Y esto es lo que no se termina de entender, que la desprolijidad en el manejo de las finanzas, que termina siempre con estas devaluaciones e inflaciones, la terminan siempre pagando los más vulnerables. Siempre. La política más progresista que podés imaginar es tratar de evitar que esto te pase, primero y antes que nada. Después viene todo lo demás. Educar a nuestros chiquilines y darles una oportunidad en la vida, sin importar el barrio en el que nacen. Reeducar a los que cayeron en el delito, a ver si los reintegramos a la vida de la sociedad. Darle a nuestra policía las mínimas condiciones de dignidad para poder trabajar con cierta efectividad. Salir a conquistar el mundo y recuperar ese ánimo que tenía el país al que llegó mi padre, cuando la consigna era que “como el Uruguay no hay”, “la Suiza de América” y “la tacita de plata”, mientras que ahora nos llamamos “el paisito” a nosotros mismos, autodefiniéndonos con ese espíritu melancólico, temeroso de enfrentar el porvenir.
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