El tema debe ser prioridad nacional. El mundo está padeciendo una ofensiva de la barbarie. La destrucción de la naturaleza, la justificación de la guerra, la humillación de la mujer, de los niños de las poblaciones civiles, la glorificación de la frivolidad y la estupidez, la insensibilidad que se ríe del dolor ajeno, el individualismo competitivo, son algunas pruebas irrefutables del avance de la mediocridad humana. Para nosotros, los que estamos luchando por un mundo nuevo y mejor, es imprescindible pensar en una educación nueva y mejor.
No es todo Presupuesto, aunque ayuda.
El presupuesto es imprescindible para nuevos locales como el flamante Liceo 29. Precisamos centros de estudio que no superen los trescientos alumnos y aulas que no excedan los veinticinco. Más muchachos, es pedagógicamente insostenible y humanamente inaceptable.
Sigamos. No es solo Presupuesto, es cierto, pero un docente no puede ejercer como tal con sesenta o más horas semanales. Sueldos dignos, pero para no más de treinta y seis horas semanales y si es cerca de su casa, mejor.
¿Para quién educamos? Para el niño y el joven con nombre y apellido, con historia concreta, en un mundo familiar y social concreto, que debe estar en el centro de toda propuesta.
El mundo nuevo, la integración social, el combate a la inseguridad, la equidad entre las personas, requiere seres humanos críticos y autocríticos, reflexivos y creativos, solidarios y cooperativos, responsables y co-responsables, libres en sociedad, autónomos en pensamiento.
Para la construcción colectiva de este ser humano, se vuelve imprescindible abordar hoy cuatro grandes ejes: el conocimiento, la creatividad, la responsabilidad autogestionada y el trabajo.
Necesitamos conocimientos que se impartan de manera atractiva, convincente, seductora y relacionada con la vida en todos sus territorios.
Necesitamos talleres donde los alumnos se expresen en todos los momentos de la educación. Talleres de teatro, de música, de murga, de candombe, de artes plásticas, de cocina, de danza, de literatura, de huerta, de diseños de todo tipo, de máscaras, de oficios de todo tipo, de deportes de la más variada índole, donde cada escuela, cada liceo, sea un gran lugar de creación y se devuelva la autoestima, y se valore lo que ellos son capaces de hacer, y se divulgue cada obra.
Necesitamos darles a los muchachos responsabilidades concretas en su vida cotidiana. ¿Por qué no la limpieza del centro de estudio? ¿Por qué no la atención de la cantina? ¿Por qué no la administración de los mismos talleres, de los juegos, de los certámenes, de los concursos y de las competencias deportivas? ¿Por qué no el periódico del centro o la radio del centro? Necesitamos dar perspectivas laborales en cada vocación manifiesta, haciendo énfasis en aquellos jóvenes más vulnerables, más expuestos, más difíciles, por ejemplo los que están privados de su libertad.
Esto requiere que las cosas no se cocinen entra cuatro paredes ni entre cuatro personas. Esto requiere de todos los organismos de la educación, los sindicatos, la comunidad organizada, el INAU, la Universidad, los partidos políticos desde el llano, desde la gente y, sobre todo, necesita de los mismos muchachos, participando de la definición de las políticas en cada centro de estudio.
Nadie puede enseñar lo que uno mismo no es. Nadie puede dar lo que no posee. No partimos de cero. Rescatemos a Figari, que es mucho más que un pintor de cuadros o un rostro impreso en el billete de 200 pesos. Difundamos lo que se está haciendo en la escuela nueva de Santa Catalina o en la 119 de Salto, o en la 79 de Masoller o en la escuela de Colonia Miguelete o el liceo de Empalme Olmos o el liceo 30 de Montevideo o la UTU de Colonia o el Tomás Berreta de Canelones, o la escuela de Casabó, para nombrar sólo algunas referencias que he visitado y he quedado deslumbrado.
Hay que estar. Hay que trabajar. Hay que cambiar cabezas; las de los muchachos y las nuestras.
Entendámoslo de una vez: la educación no debe quedar en manos exclusivas de las autoridades del momento, debe ser definida por la sociedad y por eso es una cuestión de Estado. ¡Ah, y a los botijas hay que escucharlos mucho más! No debemos hacer una educación para adaptarnos al mundo que nos ha tocado vivir. Debemos hacer una educación para cambiarlo y hacerlo mejor.
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