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¿Fin de la luna de miel presidencial?

¿Fin de la luna de miel presidencial?
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Las últimas encuestas muestran un descenso en la popularidad del presidente Lacalle Pou. Según Equipos consultores bajo trece puntos en dos meses, aunque aún mantiene un 47% de aprobación. ¿Comenzó la pendiente de la gestión presidencial? ¿La gente asume que la pandemia llega a su fin y analiza otras variables? ¿Cuánto juega la oposición en esta coyuntura? ¿Influyen las contradicciones internas de la coalición gobernante? ¿Hay un desgaste por las recurrentes remociones de funcionarios de altas jerarquías? ¿Está pesando la complicada situación económica de mucha gente? ¿Se están cobrando las promesas incumplida de campaña electoral con el aumento de tarifas y combustibles como emblema? ¿El clima de polarización al que alimentan también algunas espadas mediáticas del gobierno aburre a la gente no tan politizada? ¿Puede revertir el gobierno la situación? ¿Cómo influirá el próximo referéndum?

 

El lado oscuro de la luna por Heraclio Labandera

 

A poco rato de cumplirse los primeros 550 días de gestión del presidente Luis Lacalle Pou, la pregunta es si llegó al final la luna de miel del gobernante o si el Gobierno está entrando a orbitar el lado oscuro de la luna.

La pregunta es relevante, en particular luego de que la oposición usara durante más de 500 jornadas cuanta munición tuviera a mano para tirar sobre Lacalle Pou sin pausa.

Es espectacular el esfuerzo de creatividad realizado por la oposición para inventar desde que comenzó el Gobierno de Lacalle Pou una crítica diaria diferente contra el mandatario, como desconcertante ha sido la reiterada impericia demostrada para dar en el blanco.

Hay poca memoria en el país de una metralla tan copiosa usada sobre algún gobernante uruguayo, con distintas balas y de diverso calibre, disparadas con el objetivo expreso de golpear al plexo del gobernante.

Pero parece que la oposición cayó en su propia trampa y se convenció como fiel prosélito de que el relato por ellos inventado sobre el personaje era una verdad revelada, sin comprender que a esta altura de las cosas hay un notorio descalce entre los estereotipos agitados por el FA para explicar el orden del universo, sus  prejuicios sobre la alteridad no-frenteamplista, y la realidad que en verdad reina en la caverna.

Es el problema de construir el edificio sobre un adoquín, sin tomarse el trabajo de sacar la cabeza de adentro de la botella para mirar al menos, como están los cimientos de su discurso.

De modo que para la talud de la izquierda ese 47% sabe a pastel de cumpleaños, cuando aún no se pudo romper la piñata.

Algunos de los parroquianos desean con ansia que el golpe al plexo presidencial se haga realidad, mientras que otros fieles catecúmenos aún no se explican por cual motivo la encuesta pudo serle mezquina a un presidente con tan esmerada imagen.

Se podría decir que este juego de festejos y lutos por números de tan efímera vida útil, muestra cuán frívola puede llegar a ser la política si la valoración de una gestión gubernativa termina reducida a un número caprichoso surgido del sinuoso humor popular.

Pero así como las buenas cifras del mes pasado justificaron el aplausos de tirios y las caras largas de troyanos, también es legítimo plantearse la misma interrogante sobre lo que ocurrirá ahora que las cifras de aprobación pasaron del 64% al 47%.

Convengamos que tener 64% de aprobación popular luego de 500 días de gestión es mucho, y no sería poco tener 47% de apoyo un mes más tarde, pero es evidente que lo relevante en este caso es saber si este declive se convertirá en tendencia, que es lo que sueña la oposición más troglodita.

Hay algunos episodios que parecen ser responsables directos de este corrimiento en las preferencias populares.

Es natural que una gestión que ya superó el medio millar de jornadas comience a mostrar algún signo de fatiga, en particular cuando el público simpatizante de la Coalición comenzó a percibir que algunas promesas de campaña han quedado relegadas en el menú del Gobierno.

El primer incumplimiento que en forma reiterada agita la talud oficialista como tema olvidado en el menú gubernativo, son las prometidas auditorías a gestiones y funcionarios del anterior Gobierno sospechados de actos dolosos, intervenciones que el actual Ejecutivo no ha dispuesto y la gente se entera en forma parcial por investigaciones de prensa.

Da la impresión de que algunos periodistas tienen ahora más muertos del anterior Gobierno, que todos los integrantes juntos del Gobierno multicolor.

Es probable que ese juicio sea injusto y seguramente haya razones poderosas para que esto ocurra así, pero la talud oficialista no entiende demasiado esas razones, ya perdió la tolerancia y cada vez tiene menos ganas de esperar.

Está claro que las demandas incumplidas provienen de una militancia heterogénea proveída por los cinco partidos coaligados, todos con sensibilidades políticas distintas.

Pero las presiones terminan recayendo sobre una figura presidencial cada vez más alejada de la galaxia blanca y en toda oportunidad ataviada con el traje ecuménico de la Coalición.

El segundo incumplimiento agitado por el cuadro oficialista para esta caída de la popularidad es probable que hayan sido los recientes aumentos de los combustibles, lo que provocó una sonora orquesta de ruidos en los ámbitos del ruralismo de whatsapp -una galaxia de unos 200 grupos distribuidos por todo el país y que a diario se intercomunica de sur a norte del territorio nacional- que fue la escolta de honor con miles de jinetes durante la asunción del presidente Luis Lacalle.

Este asunto puso a debate el futuro de Ancap y sus empresas satélites, pero el tema no es sencillo por varias razones.

En un algoritmo simplista, se podía abaratar el precio de los combustibles mediante la libre importación, pero esa idea no contó con las necesarias unanimidades entre los partidos de la Coalición, y el tema quedó relegado para una nueva instancia que por ahora está sin fecha.

Se implementó una solución salomónica que por ahora solo trajo aumentos, pero nadie se tomó el trabajo de poner sobre la mesa abaratar los combustibles reduciendo la presión fiscal que los grava.

Este seguirá siendo un gran debe para Luis Lacalle.

En contrario a lo que se piensa, los recambios ministeriales y de jerarcas en general, lejos de deprimir la imagen presidencial, han reforzado la idea de que el primer mandatario arbitra sin miramientos la ética pública del Gobierno, decidiendo con rapidez la salida de los que se equivocan o que no sirven.

La gran interrogante podría ser como repercutirá el resultado de la gestión de Gobierno en el resultado del referéndum contra la LUC, particularmente cuando dirigentes como el comunista Oscar Andrade dijo hace algún tiempo -cometiendo un auténtico acto fallido- que esa compulsa sería un verdadero referéndum contra el Gobierno.

El auténtico interés expresado por otros actores de la dirigencia más comprometida con la consulta, es arrinconar al Gobierno y consecuentemente, esta vez el Gobierno estará obligado a defender una ley emblemática.

Pero para el primer semestre de 2022 -fecha de la consulta, si están las firmas- aún falta mucha agua bajo el río. Puede ser que la luna de miel se haya terminado, pero el debate no.

 

El fin de los quinientos días de gracia por Benjamín Nahoum

 

Es habitual escuchar y sostener que todo nuevo presidente goza de un período de gracia al comienzo de su mandato, un período en el que no es agredido y se lo mira con benevolencia, porque recién ha asumido, y aun los que no lo votaron deben tener cierta permisividad al juzgarlo. Recién llegó ahí, pobrecito, y hay que darle tiempo a ver qué hace.

Digo presidente y no digo gobierno, porque en general la tolerancia es para él solamente, y no necesariamente para quienes lo acompañan. Y lo digo en masculino, olvidando el lenguaje inclusivo, porque ya se sabe que las mujeres presidentas son muy pocas y ejemplos como los de Cristina Kirchner y Dilma Rousseff hacen dudar que las que allí llegan tengan la misma prerrogativa de dicha gracia (no conozco qué pasó con Jacinda Ardern en Nueva Zelanda, pero se sabe que allí todos son neozelandeses).

Hay excepciones, claro: el maestro peruano Pedro Castillo no tuvo ni cien horas de gracia, acosado por la implacable oposición derechista de la hija del dictador Fujimori, desde antes aún que asumiera la presidencia del Perú. Y está el caso de Luis Alberto Lacalle Pou, nuestro presidente, que ya ha sobrepasado los quinientos días de gracia, que apenas ungido debió enfrentar una pandemia, y pese a eso (o quizás, por eso) se transformó en el presidente uruguayo con mayor margen de aprobación de los tiempos recientes, quizá desde la época de Oscar Gestido, hace más de cincuenta años (aunque entonces no hacíamos estas encuestas).

Que la COVID 19 tenga que ver con esto parece una afirmación muy discutible, porque la emergencia de una pandemia es una de las peores cosas (quizá la peor, si no se trata de una guerra) que le puede pasar a alguien que recién toma las riendas de un gobierno. Y, sin embargo, el Dr. Lacalle (hijo) ya lleva todos esos días de gracia, aunque parece que los que corren son los finales.

Para gozar de esa benevolencia (por cierto, mayor que la que recibió su padre, el Dr. Luis Alberto Lacalle de Herrera, cuando asumió en 1990; mayor que la que éste le otorgó a José Mujica en 2010, y también que la que el mismo Lacalle Pou brindó al segundo mandato de Tabaré Vázquez cinco años después) el nuevo mandatario tuvo a su favor que parecía políticamente incorrecto, y hasta algo obsceno, no darle el mayor margen de actuación posible a quien debía enfrentar una situación tan crítica,

Lacalle hizo algunas cosas bien y algunas otras mal para que el período de tranquilidad se prolongara, primero, y para que llegara su fin (que parece a la vuelta de la esquina), después. La primera de las buenas: manejar la pandemia con asesoramiento de gente capacitada y creíble, y sin incurrir en medidas impopulares como la cuarentena total, que desde varios lados (incluida la oposición) se le exigían, y obtener una cantidad de vacunas que al principio parecía imposible conseguir y que luego vinieron, al influjo del interés chino por imponer la suya y el de Pfizer de hacer buenos negocios. Y mantener en general un buen nivel de información sobre lo que estaba pasando.

Pero en cambio no fue buena cosa manejar todo con un exceso de verticalidad y personalismo, más en un estilo de rey de los de antes, que de presidente, y, sobre todo, aprovechar la preocupación de la población por la pandemia para hacer pasar en un solo megaproyecto casi cincuenta leyes que contenían prácticamente toda la plataforma política del herrerismo y con la cual ni siquiera sus socios de coalición estaban de acuerdo. La respuesta a esa estrategia de bajar la cabeza y atropellar fueron las ochocientas mil firmas que se unieron para derogar los ciento treintaicinco artículos más tóxicos de la LUC. Que esperamos que le demuestren al presidente que no es así como se gobierna, y que, como le respondió Carlos Roxlo al dictador Lorenzo Latorre cuando éste despotricaba que los uruguayos eran ingobernables, que sí lo son: “para el cuchillo, para el dogal; para la leva, para el cuartel; para la dictadura”.  Roxlo también era blanco. Otros blancos.

 

Según las encuestas, hay matrimonio para rato por Oscar Licandro

Esta semana Voces nos invita a reflexionar sobre las causas de la caída en la aprobación del presidente Lacalle Pou, registrada por Equipos Consultores. Entre marzo de 2020 y mayo de 2021 su aprobación osciló en el entorno del 60%. Pero en los últimos dos meses, bajó a 55% en junio y a 47% en julio. Para responder con fundamento las preguntas que propone Voces, comencemos por analizar los datos.

La revisión de las mediciones desde abril de 2020 (todo está en la web de Equipos) permite observar que entre quienes votaron a los partidos de la coalición en octubre de 2019, la aprobación del desempeño del presidente se ha mantenido prácticamente igual. En abril de 2020 lo aprobaba el 87% y lo desaprobaba el 3%. En julio de 2021 lo aprueba el 83% y lo desaprueba el 5%. Lo que cambió bastante, y rápidamente en los últimos meses, es la aprobación entre los votantes del FA: 29% en mayo, 20% en junio y 10% en julio. Vayamos ahora a las preguntas.

¿Comenzó la pendiente de la gestión presidencial? Sí, pero sólo entre los votantes frentistas. Los de la coalición siguen igual de satisfechos que al principio del gobierno. ¿Se están cobrando las promesas incumplidas de campaña electoral con el aumento de tarifas y combustibles como emblema? Los números dicen que quienes creyeron en las promesas de campaña no se sienten defraudados. Ninguno de los posibles puntos débiles de la gestión del presidente parece haber debilitado el apoyo de sus votantes. Hace cinco años (junio 2016), Tabaré Vázquez tenía solamente un 30% de aprobación, cuando lo había votado el 50%. Ese 20% de uruguayos, ¡sí que se estaba cobrando promesas incumplidas! ¿Influyen las contradicciones internas de la coalición gobernante? En esta coalición (al igual que le pasó al FA) hay diferentes puntos de vista y discusiones (inclusive marchas y contramarchas), pero contradicciones importantes que afecten el desempeño del gobierno, eso no hay. Fue capaz de sacar adelante complejas leyes sin tener que recurrir a la antidemocrática disciplina partidaria, a la que nos tuvo acostumbrados el Frente Amplio durante 15 años. Esto lo ven y valoran sus votantes.

¿La gente asume que la pandemia llega a su fin y analiza otras variables? Hace un tiempo que, vacunas mediante, la pandemia dejó de ser el tema que más preocupa a los uruguayos. Por lo tanto, el juicio sobre la gestión del gobierno seguramente incluye lo que está haciendo en los otros temas. Los votantes de la coalición están conformes con la forma como el gobierno los está gestionando. Los votantes frentistas no lo están, lo cual es natural, ya que votaron por otras políticas. Desde el principio el FA ha tratado de instalar el relato de que la alta aprobación del gobierno se debía casi exclusivamente a su gestión de la pandemia en 2020. Es decir, que algo más del 60% de los uruguayos son tan tontos que, dada la magnitud de la pandemia, cerraron los ojos a las cosas malas del gobierno que no tenían relación con lo sanitario. Las encuestas demuestran que, de ser cierto ese relato, solamente aplica para los votantes frentistas que aprobaron la gestión del gobierno hasta mayo y, luego, dejaron de hacerlo. Siempre es complicado escupir para arriba.

Una reflexión final. La aprobación de un gobierno depende de lo que hace, pero también de lo que hace la oposición. Lacalle Pou está haciendo lo que prometió (obviamente que no al 100%, porque es imposible). Y, además, lo está haciendo con un liderazgo valiente, solvente y transparente, que la izquierda nunca esperó de Pompita (¡he aquí una “promesa” incumplida!). Sus votantes lo reconocen y se reafirman en su adhesión. El FA, el PIT-CNT y todas las organizaciones afines a la izquierda se han dedicado a cuestionar todo, desde la gestión de la pandemia hasta pedir la cédula en la calle. Lo que no se dan cuenta es que esa crítica, más que una crítica al gobierno, termina siendo una ofensa a sus votantes: “¡qué tonto eres que no te das cuente que el Cuquito te engañó”! Cuanto más le pegan al gobierno, más insultan a sus votantes. Y, por tanto, más los reafirman en su adhesión. Voces pregunta: ¿Cuánto juega la oposición en esta coyuntura? Yo respondo: mucho. Pero a favor del gobierno. Éste, con sus votantes, continúa la luna de miel. ¡Hay matrimonio para rato!

 

Lo urgente es el salario por Federico Kreimerman

 

La imagen del gobierno comienza a deteriorarse, particularmente la figura del presidente. Con la pandemia controlada, los problemas naturales de los trabajadores quedan a la orden del día. En Uruguay la llamada masa salarial es del 30% del PBI, esa es la parte de la torta que ocupan los salarios. A pesar de ser los que generamos la riqueza, solo nos toca una parte, y además en los tiempos de ajuste que estamos viviendo, los empresarios y los gobiernos a su servicio buscan aumentar su parte, y achicar la de los trabajadores. Eso lo hacen reduciendo el salario real, haciendo que el salario cada vez valga menos, que cada vez se puedan comprar menos cosas con la misma plata. Así, cuando terminó el 2019 los salarios habían aumentado un 8% a lo largo del año, pero la inflación, fue de 9,7%, o sea cuando empezó el 2020 nuestros salarios valían 1,7% menos que el año anterior.

El nuevo gobierno, utilizando la pandemia como excusa, aprovechó para aumentar aún más esta diferencia, y creando una falsa oposición entre salarios y empleo, aplicó una rebaja más fuerte del salario real. Dispuso durante 2020 que el aumento que daría para el inicio del 2021 sería solo la inflación que habían estimado, pero no la real que fue más alta, toda esta diferencia fue una pérdida de salario real de cerca de un 4%. Si bien por la crisis el PBI total bajó un 4,5%, la porción de los salarios bajó más, un 5,4%.                         Por eso nos mienten cuando nos dicen que hay que elegir entre salario o empleo, porque mientras la torta se achica, ellos igual aprovechan para que la porción que les toca sea más grande y la de los trabajadores cada vez más pequeña.

Además, la inflación es una estadística que si la miramos con lupa vemos que no afecta a todos por igual. La misma fue de 2% en los primeros 4 meses de este año, pero en realidad en los alimentos la suba de precios fue de 4,4%, la nafta aumentó 6,19%, el supergás 6,9%, mientras que el aumento de tarifas en 2021 en UTE fue de 5%, OSE 6,5% en OSE y Antel 6,4% y para agregar, los alquileres subieron un 4%. Por el contrario, los que empresarios que tienen costos en pesos, pero ingresos en dólares, es decir, los exportadores, sobre todos los del agro, tuvieron un importante aumento de ingresos, como decíamos, con la excusa de la crisis, la torta crece para los ricos y se achica para los trabajadores.

En este escenario, ¿quién defiende a los trabajadores?

Gobierno y empresarios juegan con nosotros, con el miedo a perder el empleo y con esto justifican la rebaja salarial.

Pero lo inaudito de este tiempo, es que en un hecho sin precedentes en la historia del movimiento obrero en nuestro país, la dirección del Pit Cnt acordó y firmó con el gobierno multicolor y las cámaras empresariales la rebaja salarial para cientos de miles de trabajadores. Establecieron juntos durante 2020 un “acuerdo puente” por un año con un ajuste de 3% en enero del 2021 y de 4% para los salarios de menos de 18.000 pesos. El documento de acuerdo tripartito sostiene que durante el 2021 se produciría un nuevo ajuste al que se le restaría los puntos de caída del PBI, ahora el gobierno ya anuncio las pautas y la pérdida salarial será aún mayor. Quienes dicen hablar por los trabajadores, los dirigentes del Pit Cnt, los entregaron y así se produce una transferencia real de recursos desde los bolsillos de los trabajadores hacia las cuentas bancarias de los empresarios, con este acuerdo que se garantizan la rentabilidad y una vez más trasladó todo el peso de la crisis sobre la clase trabajadora. Más que la imagen del presidente, ante tanta confusión, antes de que siga creciendo la resignación, lo realmente urgente es luchar por salario y contra el aumento del costo de vida.

 

Encuestas y patrones cíclicos por Isabel Viana

Se nos ha repetido hasta el cansancio que no deben descuidarse los valores de las encuestas, que las metodologías serias de las firmas encuestadoras muestran cortes temporales válidos de la opinión social.  Es necesario tener en cuenta que una encuesta es una serie de preguntas que se hace a muchas personas para reunir datos o para detectar la opinión pública sobre un asunto determinado. La definición adecuada de las preguntas, la elección pertinente de las personas a ser encuestadas y la vocación de la sociedad de responder a ese tipo de preguntas, definen la aproximación posible de los resultados a ese intangible al que llamamos “opinión pública”, expresada en un marco espacio temporal definido y preciso.

Voces pregunta si nos encontramos en el “fin de la luna de miel presidencial”, refiriéndose al final del primer período en el que la opinión de la ciudadanía respecto a la gestión del jefe de gobierno suele ser positiva. Esta obtuvo porcentajes de aprobación altos (entre el 64 y el 68%  de aprobación – encuesta de Cifra), que hoy descendieron al 47% (encuesta de Equipos).

El tiempo transcurrido desde el ascenso al poder de la coalición que hoy lo ejerce y el presente no ha sido fácil y ha exigido una serie de tomas de decisión complejas, en una sociedad en la que la ocurrencia de la pandemia generó cambios que no se han limitado al evidente campo de la salud. Se produjeron violentos sacudones en la economía, el empleo, la educación y el trabajo, para mencionar algunos de los sectores importantes. A ello se suma el notorio incremento de la actividad de la oposición.

Contar con el apoyo de casi la mitad de la opinión a veinte meses de ejercicio del gobierno es no es un hecho menor. Pasada una primera etapa de escasa actividad, la oposición política y sindical se movilizó con fuerza contra  Ley de Urgente Consideración, el Presupuesto Nacional, las acciones resultantes del contrato con UPM o el reciente aumento del precio de los combustibles. El reto mayor ha sido la compleja evolución de los contagios con COVID 19, que pasaron desde un aparente control de los contagios a estar en pleno retroceso de todos los indicadores que se emplean para caracterizar el avance de la pandemia y el posterior descenso de los mismos.

Los ciclos de gestión (5 años en nuestro país), suelen tener andamiento conocido: en la instancia de ascenso al poder la popularidad suele ser alta. Sucede, aunque el comienzo de la gestión efectiva es un tramo difícil: se revisan decisiones y números y ocurren los tiempos de la administración en los que se elaboran los planes y proyectos a ejecutar.  También en esa etapa se rearman las fuerzas de oposición y se abren enfrentamientos diversos con el gobierno. También el debate político toma roles centrales de los medios y las redes y en la calle.

Los últimos dos años de gobierno son decisivos. En ellos se vuelcan las capacidades públicas de ejecución de las obras prometidas y necesarias. Comienza también el enfrentamiento pre-electoral. Si quienes dirigen la administración pública son eficaces y eficientes en la ejecución de las acciones prometidas y no se producen actos de corrupción flagrante u otros sucesos descalificantes, la opinión pública se mantendrá alta. Si, en cambio las propuestas electorales y los proyectos anunciados son fracasos, se abandonan a medio hacer, los presupuestos iníciales de las obras resultan superados, aparecen muestras de corrupción u otras causas varias, es muy factible que la aprobación de la opinión pública descienda.

Es bueno, necesario y útil para todas las partes evaluar de la manera más objetiva posible cómo está siendo vista la gestión pública. Es de desear que estas instancias sirvan para que los agentes políticos puedan redefinir sus acciones, que necesariamente no deben ser evaluadas en el instante en que se gestan los datos, sino contexto temporal de los procesos nacionales.

Pequeña chance de volver al rumbo por Roberto Elissalde

 

No se trata de un elogio del famoso libro que el británico Ernst Friedrich Schumacher escribió en 1973: “Lo pequeño es hermoso. Estudio de la economía como si la gente importara.” Quiero escribir sobre la pequeña chance que tienen los sectores progresistas del país de frenar el avance de lo más descarnado del liberalismo económico que lleva adelante el Herrerismo.

En octubre de 2019 un 39% de la población apoyó las listas al parlamento del Frente Amplio, pero un mes después, su candidato recogió el 49% de los votos. Se enfrentaba a una coalición de todas las derechas y muchos que habían votado por alguna de ellas en octubre recularon al ver la propuesta de la coalición (y en especial la calaña de alguno de sus integrantes).

Con la decisión de meter el acelerador, el gobierno empaquetó chorizos caseros con combustibles, centros culturales con allanamientos nocturnos y sacó una Ley de Urgente Consideración que pretendía llevar adelante su compromiso de gobierno.

Hoy existe una pequeña chance de que la tortilla se dé vuelta en el aire, pero para eso se necesita un Frente Amplio estructurado, con una estrategia común y con interlocutores que hablen a distintas sensibilidades de la ciudadanía.

El primer lugar a donde dirigirse a convencer ciudadanos es entre aquellos que votaron a los legisladores de la coalición pero terminaron votando a los candidatos del FA en noviembre. Son el primer círculo de contigüidad y si bien no tienen miedo de votar con el FA, sí mostraron hartazgo con la soberbia y e desinterés con que nos manejamos en algunos momentos. Seguramente no les importe la autocrítica orgánica del congreso frentista, pero sí precisan señales que den seguridad. Si votaron a Talvi, al Partido Independiente o a las opciones wilsonistas o batllistas de los partidos tradicionales y hoy sienten que se equivocaron, debemos darle señales de que el FA es la organización que defiende la democracia, la institucionalidad, los intereses de la mayoría de los y las trabajadores y los derechos de toda la ciudadanía.

Los escándalos de la entrega del puerto, la corrupción en el Ministerio de Turismo, la insensibilidad ante la crisis económica que trajo 100 mil nuevos pobres, el manejo de la cosa pública como patrimonio personal o familiar son las causas para abandonar el respaldo a un rejunte que –ahora queda claro– sólo se construyó para desalojar al FA (con sus aciertos y desaciertos). Ahora hay que dar razones para dar el paso: mensajes claros, que atiendan esas sensibilidades, que busquen un puente y que no solidifiquen al oficialismo.

Un 10% de los ciudadanos votó a la coalición en octubre y al FA en noviembre. El resto de los votos para ganar el referéndum de 2022 (primer paso hacia la recuperación del gobierno) está entre los jóvenes, los nuevos votantes y aquellas minorías que pensaron que sus derechos eran cosas consolidadas y no creyeron que se pudiera retroceder en derechos. Hacia esos ciudadanos tenemos que tener un discurso claro de compromiso con los derechos de las mujeres, la diversidad sexual, los niños y adolescentes, la confianza en que el mundo no es un cuadrilátero de boxeo en el que todos tenemos que pelear contra todos para ser exitosos. La utopía solidaria, diversa, tolerante, respetuosa de la institucionalidad, curiosa ante lo nuevo y firme en la defensa de la innovación científica y social nace como discurso.

Si nuestros referentes pudieran pensar en esto antes de sus chances de conseguir un destaque en 2024 tendríamos una pequeña oportunidad de terminar de desbandar a esta coalición de todos los egoísmos y volver a rumbear el país hacia esa utopía. Sería hermoso.

 

Mentime que me gusta por Sol Inés Zunin

 

Recuerdo una agridulce anécdota familiar: los padres de mi abuelo –mis bisabuelos- se habrían opuesto al casamiento de su hijo con mi abuela por considerar que él todavía estaba inmaduro para dar un paso como ese. Sucedió que tenían razón y la comprobación vino de la mano de las múltiples infidelidades con que maltrató y agotó la relación con mi abuela. ¿Fue una sorpresa? Evidentemente, para sus padres, que lo conocían, no; para mi abuela cegada por el amor, tal vez sí.

El fin de la luna de miel con Luis, para los que lo conocemos políticamente, a él, a sus padres, a su entorno, a sus ideas, tampoco resulta una sorpresa.

Según las encuestas, muchos -la cantidad suficiente para inclinar un ballotage-parecerían haberse llevado una sorpresa. Tal vez se trate de quienes empiezan a comprobar que el contenido de sus heladeras no condice con la descripción de la realidad que les venían entregando sus televisores. Dos electrodomésticos y dos representaciones de la realidad bien diferentes.

Entonces, ahora que ese porcentaje que repara en la política recién cuando le impacta de lleno, pareciera estar prestando atención, aprovechemos a contarle que para muchos de sus compatriotas la luna de miel terminó casi al inicio cuando, según los indicadores económicos de 2020 -brindados por el INE-, el año pasado unas 100.000 personas cayeron por debajo de la línea de la pobreza, con un porcentaje por debajo de la línea de indigencia y el empeoramiento en el índice de Gini –ese que compara cómo le va al 10% más rico y al 10% más pobre-.

Pero aún así muchos, intentando aferrarse al lado positivo de la encuesta, dirán que al pobre Luis le tocó bailar con la más fea – la pandemia – y que es injusto evaluar su desempeño sin tener en cuenta las circunstancias. Yo creo que por el contrario la más fea -la pandemia-, le permitió a Luis enmascarar sus inconfesados planes en un amasijo de medidas -LUC incluida- que desarmaron el estado de bienestar en menos de lo que aplaude Maquiavelo.

Claro, es fácil caer en la trampa cuando uno está cegado por el amor o por su propia heladera. Por eso, para evitarlo, es bueno prestar atención a las evidencias: la famosísima rendición de cuentas, que expone el éxito de las ideas de Luis y sus amigos, nos dice que AHORRARON. En plena pandemia. ¡Y se felicitan!

O sea, cuando literalmente el mundo entero aplicaba medidas contra cíclicas, volcando recursos para minimizar los efectos de la crisis del Covid, Luis ajustaba en vivienda, infancia, educación, etc. y así miles de hombres, mujeres y niños de nuestro país caían en la pobreza y la indigencia. Que loco ¿no?

No. Luis no está loco, no. Además de frívolo, e insensato, Luis es neoliberal. Su manual está escrito desde hace mucho, y las mentiras que dijeron él y sus amigos para ganar las elecciones, demuestran cuán claro tienen lo que implican sus ideas; y lo poco probable que hubiera sido obtener el gobierno de haber confesado sus intenciones en vez prometer rebajas de impuestos, tarifas y combustibles, como fue el caso.

Por eso, en nombre de los compatriotas que hace más de un año comen en las ollas, saludamos a los que empiezan a acompañarnos de éste lado de la encuesta. No tratándose de amor, confíamos en que ya no sigan más a ciegas, y que aprender a reconocer a los mentirosos no nos implique tanto sufrimiento, como le pasó a mi abuela y le está pasando al pueblo uruguayo.

PD: Opinión también aplicable a las encomiables almas de cristal partidarias de la alternancia.

Nuevo contexto político por Juan Pablo Grandal

 

Es esperable que, en el período inmediato a su asunción, un gobierno posea niveles de aprobación relativamente altos. Más aún en un sistema electoral como el nuestro, en el que se debe adquirir el apoyo de una mayoría del electorado para llegar a la Presidencia. Aun así, los niveles de aprobación que el gobierno de Lacalle Pou ha logrado a lo largo del 2020 y comienzos del 2021 son importantes, oscilando entre un 55-60% de aprobación, habiendo obtenido el voto de poco más del 50% del electorado en noviembre del 2019. Esto presupone el apoyo de al menos una porción del electorado frenteamplista a su gobierno, lo cual es destacable en un país históricamente dado al bipartidismo.

Esto puede tener varias explicaciones. Sin duda la más clara, se refiere a un período de “luna de miel” del gobierno, en el que al haber recién comenzado su período los sentimientos de la opinión pública hacia él son más favorables. También tiene que ver con un relativamente buen manejo de la pandemia, a pesar que supimos pasar por períodos con cantidades de contagiados y muertos tristemente altos, la opinión pública supo valorar tanto el hecho de que no se impuso una cuarentena obligatoria o restricciones severas a la movilidad; como que la vacunación haya sido muy bien organizada; estos dos últimos puntos siendo aún más importantes teniendo en cuenta la información que nos llegaba tanto de nuestros países vecinos como de otras partes del mundo. También es un hecho que la oposición, representada por el Frente Amplio, tuvo un desempeño bastante pobre a lo largo del 2020, fallando en atacar al gobierno en aquellos puntos en que podía dañarlo (más que nada, la economía) y priorizando atacarlo en su manejo de la pandemia (yendo en contra de la opinión mayoritaria) o en prioridades ideológicas que poco afectan la vida de las mayorías. No cabe duda que una oposición débil tiende a beneficiar a quien ejerce el gobierno, tanto en su capital político como ante la opinión pública.

Pero esto ha cambiado. Se ha visto en los últimos meses como los números de aprobación del gobierno en las encuestas de opinión pública han comenzado a bajar, y creo hay varias razones para esto. En primer lugar, el avance de la vacunación y la apertura de la movilidad y diversas actividades sociales, si bien extremadamente positiva, ha causado que el coronavirus dejara de ser una prioridad para cantidades crecientes de uruguayos, volviendo a priorizar las que venían siendo sus principales prioridades pre-pandemia: economía y seguridad. La economía en particular es un punto débil del gobierno. La reactivación económica post-pandemia aún no ha llegado y no da señales de llegar aún; y además el trabajador promedio nota como los precios de algunos bienes de consumo como la carne o los combustibles aumenta mientras los salarios se estancan y los niveles de empleo (ya preocupantes pre-pandemia) no se recuperan. Esto ha generado críticas a lo largo y ancho del espectro político, no solamente desde la oposición de “izquierda”, sino también desde socios de la coalición de gobierno como Cabildo Abierto, o de grupos auto convocados como Un Solo Uruguay. Obviamente difieren en sus análisis en cuanto a las causas de esta situación y como solucionarla, pero el problema es visible, y de a poco va afectando los sentimientos públicos hacia el gobierno.

Otra cuestión a destacar es el fortalecimiento del rol de la oposición. El haber juntado alrededor de 800.000 firmas en el intento de someter la Ley de Urgente Consideración a referéndum fue una gran victoria política de la oposición, así como un “bache” para la coalición gobernante, que ahora verá buena parte de su agenda de gobierno sometida a referéndum. Pero, aunque el hecho de que la oposición se haya presentado como alternativa seria y viable a la coalición gobernante tiene un efecto quizás más bajo que lo anteriormente mencionado ante la opinión pública, tampoco se puede ignorar, ya que las derrotas políticas tienden a tener su efecto en la opinión pública.

De todas formas, hay algo que se debe destacar. Una aprobación del 47% se encuentra dentro del margen de error del 50%, que es 0,9% menos que los votos que obtuvo el gobierno en el 2019. Por lo que su aprobación se mantiene en niveles similares a la cantidad de votos que obtuvo en los pasados comicios. Si bien la tendencia es a la baja y si la situación económica no mejora seguramente siga cayendo, no me parece que deba cundir el pánico en la coalición gobernante. Sí, deben replantearse algunos planteamientos en política económica y también en su estrategia de marketing político si plantean una reedición de la actual coalición para el 2024, y ganar en dichos comicios. Se debe recordar que el Partido Nacional requiere de sus socios de coalición para gobernar, y en un contexto en donde la aprobación pública del gobierno siguiera cayendo, el deseo de sus socios de mantenerse como aliados al gobierno probablemente empiece a resentirse, y deben evitarlo a toda costa.

La gran Incógnita por Cristina De Armas

Muchas veces se ha escuchado que se sabrá qué clase de gobierno tenemos cuando pase la pandemia; se ha felicitado el comportamiento del gobierno, pero en pandemia. Y la pandemia, por acción misma del gobierno, parece por ahora retroceder. No cantemos aún victoria sobre ella. Muchas naciones prósperas en la lucha han tenido que dar marcha atrás y volver a combatir el virus. Se lo debemos a los más de seis mil muertos que dejamos en la lucha.

Pero es cierto, los anuncios de apertura de fronteras, el comercio que se anima, la cultura que se mueve, la fiesta que se espera; todo eso puede hacer creer a nuestra gente que está a salvo y poner el foco en otras variables, las económicas; las que se vienen anunciando desde antes de la pandemia porque estaba prevista una recesión mundial para 2020 y la crisis económica en el mundo y aquí, es una realidad.

Combatiendo la pandemia y enfrentando una crisis económica, en lo político el gobierno no logra equilibrarse. Tiene por delante un referéndum en contra de 135 artículos de su ley insignia, la Ley de Urgente Consideración (LUC), una medición de fuerzas entre gobierno y oposición, una nueva campaña política.

Estaba previsto que la coalición de gobierno se aprestara a defender la LUC, pero el incesante cambio de Ministros por una razón u otra pone el foco en asegurar la estabilidad de la propia coalición. Los hechos impensados de los últimos días en el Partido Colorado que produjeron el cese de uno de los mejores Ministros del Ejecutivo, el tercero de la colectividad, ponen a prueba la coalición que muestra su existencia y su importancia en el hecho de que el presidente fuera a buscar al líder de la colectividad colorada, el ex presidente Sanguinetti que como viejo capitán de mareas convirtió en poco tiempo la tormenta en agua mansa.

Dentro de la coalición se escucha la voz de Cabildo Abierto en contra de la Ley de Forestación o los cambios de último momento a la Ley de Medios. La concesión del puerto a la empresa Katoen Natie por 50 años más los 10 años que aún le quedan ha desconcertado y se suman las interpelaciones. Los siempre molestos aumentos de tarifas, el aumento del precio del combustible que revivió a Un Solo Uruguay, la pelea territorial por los menos privilegiados, el Mides y las ollas populares, la pelea constante en la educación con los sindicatos hasta por un plato de comida. Y aún no llegamos a las elecciones en la Universidad.

Muchos flancos en los que el presidente siempre aparece informado y con una respuesta adecuada, pero él sólo no basta. No es extraño que en las encuestas su porcentaje de popularidad se vea menguado, viendo la realidad, aún es un excelente porcentaje, pero necesita equilibrar al gobierno para enfrentar las verdaderas tormentas por venir. Si podrá; es una gran incógnita.

 

Demasiados antes y después por Danilo Arbilla

 

Hace 6 meses escribimos en Voces: “Sin pandemia (a la Lacalle Pou) se le presentaba un partido difícil: una oposición que perdió por muy poco, malherida y con las uñas afiladas y una coalición de gobierno cuya solidez estaba recién por probarse en la cancha. La pandemia le acomodó de diferente manera los zapallos en el carro. Y a favor.”

Eso era en febrero previo a la vacunación. Y ésta fue un gran logro. De todos, pero capitalizado por el gobierno.

Aparentemente la peste esta domeñada. ¡Ojalá!

Quizás estemos en la frontera entre el antes y el después de la pandemia. Entonces el partido puede ser más difícil. En especial para el gobierno. Las perspectivas serían las mismas que antes de aquel 13 de marzo.

Ellas, sin embargo, no deberían estar determinadas por los vaivenes de las encuestas. El problema es si el dirigente, oficialista u opositor, comienza a moverse en función de las olas porcentuales. No les va bien a los gobernantes que actúan al son de las encuestas. Y menos a los pueblos.

Los estadistas no hacen eso; los que lo hacen son los populistas, los demagogos. Es pan para hoy y hambre para mañana. Si lo habremos visto. Pero, es una tentación muy difícil de resistir.

Se dirá que peor es guiarse por el ruido de las redes. Sin duda, y vaya uno a imaginar lo que tendremos que ver.

Las redes reflejan muy poco la realidad. Puede que sirvan para divertimento y potenciar la farándula, pero en poco y nada reflejan la opinión de la gente.

Con las encuestas es distinto. Es un trabajo en serio, científico y cuyos responsables se hacen responsable.

Cabe una primera advertencia: las encuestas reflejan el estado de la opinión en un momento dado: ni de antes ni de después.

Otra observación: es muy veleidosa y cambiante la voluntad de la gente. Es natural que con un eventual fin de la pandemia, el aumento de los combustibles y el logro de las firmas varíen cifras y tendencias . Al frentista le volvió el alma al cuerpo: por fin una buena en serio por sobre la cháchara. Y eso se refleja: el éxito de la vacunación ahora es de Salinas, no de la presidencia. Y el aumento de la nafta agravia a todos.

Pero puede cambiar si baja el precio del combustible con la próxima paramétrica y las cifras de contagios y muertes siguen bien. Un nuevo vuelco.

Dando por hecho que la emergencia se superó- si hay un rebrote puede ser muy duro y de consecuencias impredecibles- , entonces se instaura la realidad que indicábamos al principio.

Hay empero un muro de contención para  que el electoralismo, la mentira, el oportunismo y la demagogia copen la cancha: el referéndum. Es un elemento que une: a unos y a otros y obliga a ser mas serios, atenuar la marca de perfil y a pensar que la gente no es tan boba. Habrá otro antes y después.

Lo que no se sabe es qué pasara, para quien será el “tate quieto” y cuál el efecto en la grieta.

Hay camino por delante todavía y demasiados antes y después.

 

 

 

 

 

 

 

 

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