«El fútbol es la única religión que no tiene ateos»,
Eduardo Galeano
Como siempre vale comenzar con los “lugares comunes”, que son, siempre lugares de encuentro, y por lo tanto, de construcción de significados, de identidad nacional, de pasión, de expresión cultural. Para cualquier uruguayo como decía Galeano que desde “bebés se asoman al mundo entre las piernas de la madre gritando gol”, el fútbol es el deporte por excelencia pero es mucho más que un deporte. A menudo, se lo compara con una experiencia religiosa, y el mismo Galeano se preguntaba «¿En qué se parece el fútbol a Dios?” Y se respondía: “En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales».[1]
Sin duda, es imposible entender el “ser nacional”, o la pizca de nacionalismo que guardan los uruguayos a pesar de ser un “pueblo trasplantado”[2], sin la historia de este deporte. En tal historia están los triunfos que fueron “hazañosos” para la pequeñez territorial y poblacional del país, como también las derrotas que son las que ajustan las expectativas con una realidad que no es democrática, sino ¡simplemente es! Siempre pienso que es un deporte que minimiza las diferencias físicas y potencia la capacidad asociativa más que cualquier otro, pero tal afirmación no deja de tener cierto sesgo pasional.
Por todo esto, por ser una expresión cultural de sello nacional, dicho en términos muy de moda es “la marca país” más reconocida fuera de fronteras, por lo que los sucesivos traspiés del combinado nacional en la última doble fecha de eliminatorias se convirtieron en una cuestión de Estado. Tal vez, muchos intelectuales no dimensionan el problema en su magnitud real, y pueden “asombrarse” que así sea, incluso minimizar el tema o desmerecer las expectativas que ponen en vilo a la mayoría de la población ante el hecho de peligrar la clasificación al mundial 2022. Pero el fútbol es una de esas pasiones que, como lo expone una película argentina: “uno puede cambiar de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios, pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión”.[3]
Claro que en el último siglo cambió mucho la adhesión local y el consumo global de este deporte. Ya la población no solo participa de su pasión local primigenia, sino que consume otras pasiones globales, otros equipos que juegan en ligas más importantes, con toda una parafernalia económica destacable. El fútbol negocio se impuso, al igual por qué no decirlo, que el fútbol política. Esto hizo que los equipos de fútbol entraran en la égida del capital, que fueran instrumento para la apropiación de riqueza generada en otros sectores económicos, que sean parte de la especulación financiera, que incorporen al circuito de explotación a los jugadores desde muy jóvenes (ya desde 7 u 8 años), pero también a los entrenadores y potencialmente a todos los habitantes del planeta al mercado de consumo (vía merchandasing). Se consumen partidos de fútbol local, regional, global, camisetas y suvenires, imágenes, comerciales vinculadas, y se interviene en la competencia entre la televisión digital y multimedias que se disputan el mercado de imágenes. Pero el fútbol también es parte de la lucha política, de aquellos que disputan el poder en el Estado o bien quieren influir en las voluntades de los ciudadanos, cualquier mensaje que llega disfrazado de pasión es mejor recibido, e incluso impuesto subliminalmente por quienes buscan fortalecer su poder. Berlusconi en Italia, con la propiedad del Milan logró imponerse como candidato de peso, los jeques de Emiratos Árabes entre otros, más allá de ser decisivos en el mercado especulativo también logran cierta legitimidad con sus clubes de fútbol.
El affaire Tabárez: poder, fútbol, resultados y estética del deporte
El director técnico del equipo nacional de fútbol fue cesado días atrás luego de 15 años al frente de todas las selecciones uruguayas, desde la sub15 hasta la llamada hoy “absoluta”. El cargo de entrenador del seleccionado de un país futbolero se dice que es más importante que el de Presidente de la República. Quizás algo de eso es cierto, por momentos puede ser el ser más odiado, y en otras ocasiones, se le eleva al estatus de dios. Cuando asumió Tabárez en 2006, varios hechos fueron parte de la decisión, pero sin duda dos fueron determinantes. Uno de carácter estrictamente deportivo, y otro político, en por lo menos dos acepciones de este término.
En lo deportivo Uruguay venía de varios años que no lograba buenos resultados internacionales, ni a nivel de clubes ni de selecciones. Uno de los últimos logros poco valorados por el contexto de su organización, y su pretendido aunque malogrado interés del gobierno de facto de legitimarse y perpetuarse, fue el Mundialito de Campeones de 1980. Posteriormente, la Copa América jugada en Uruguay en 1995 era el triunfo más reciente. En el 2002 se había llegado al mundial de Corea-Japón pero la eliminación fue exprés, en primera fase.
En lo político organizativo, se venía cuestionando la dirección de la Asociación Uruguaya de Fútbol; mientras que a nivel de gobierno nacional la izquierda había asumida un año antes. Si bien la dirección del fútbol es independiente de los gobiernos, las influencias siempre se cruzan, particularmente en momentos de crisis deportivas o institucionales. Fue así que el proyecto deportivo del Maestro Tabárez (quién ya había dirigido en el Mundial de 1990 donde quedó eliminado en 8vos. de final) se impuso, su apuesta a largo plazo, integrando todas las selecciones juveniles, con la idea de profesionalización y generar un entorno acorde para el trabajo que incorporaba avances de las ciencias deportivas y la estadística fue seductora. En lo político, su cercanía a la coalición de gobierno y la legitimidad y apoyos que podía lograr en un momento de cambios fue también un elemento determinante para su llegada.
En estos largos 15 años se rescatan cambios culturales muy importantes. En especial, fue capaz de desdramatizar tanto el éxito como los fracasos del seleccionado, llevando a que se vivieran como “un proceso”, para eso contribuyó el perfil de jugadores que eligió, la estabilidad política que se le dio a las selecciones, cuestión que no había ocurrido a menudo en la historia.
Respecto a los resultados deportivos hay varias miradas que se contraponen. Una que mira los resultados a la luz de los éxitos del pasado remoto, aquí los logros del entrenador no conforman; otra que mira los mismos resultados pero en el contexto de globalización actual donde a Uruguay se le ve muy rezagado en aspectos económicos y de peso político en las decisiones. Otras miradas rescatan no sólo los resultados deportivos sino que priorizan algunos aprendizajes y enseñanzas del proceso de selecciones como: el orden, disciplina, estabilidad de la conducción, legitimización social del proceso. Pero no se agotan aquí las dimensiones analíticas, existe otra estrictamente vinculada a la estética del deporte, a cómo se ve el juego del seleccionado en sentido artístico, creativo, estratégico, táctico dado los recursos con que se cuenta, especialmente un plantel de jugadores con fuerte adhesión y mucha calidad que juegan en grandes equipos globales.
Los últimos resultados deportivos de los meses pasados, lapidarios y humillantes por momentos juzgados por las diferencias técnicas con los rivales, sumado a un conjunto de declaraciones del entrenador, falta de autocrítica y desafiante de aquellos que lo señalaban como responsable, terminó con la larga relación laboral.
El día después del largo proceso
El futuro, es incierto, quedan cuatro partidos que pueden dejar al seleccionado fuera del mundial o pueden conseguir la tan ansiada clasificación. Para ello se busca un nuevo técnico, en principio que salga decididamente a ganar los puntos que restan, sin descuidar una estética que convoca al hincha, pero también superando la estrategia que caracterizó el último año del proceso Tabárez.
Quizás la contradicción más fuerte del mismo Tabárez, fue convencer a buena parte de los futboleros que los resultados no son todo, expresado en la frase que dejara en ocasión del acto homenaje por el 4to puesto en Sudáfrica 2010: “el camino es la recompensa”. Sin embargo, lo rescatable de quitarle dramatismo al fracaso deportivo, o tensión a los jugadores a la hora de enfrentar la competencia, se opone al espíritu de la competencia. La razón por la que la selección uruguaya presenta una fortaleza inesperada e inusitada, tiene que ver con los éxitos pasados. Incluso, esto lo comprendió muy bien Tabárez al acondicionar el Complejo Celeste recordando la memoria de los ídolos pasados, por aquello que “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.[4] Probablemente, el gran capitán de 1950 no leyó a Marx, pero lo expresó en un sentido inmejorable: “¿Sabe lo que era la Celeste? Uno se ahogaba. Pesaban los recuerdos. Atrás estaba la gloria de Nasazzi y Lorenzo, no se podía perder. Un negrito pobre como yo que recién empezaba, escuchaba hablar a los mayores de la celeste y el pasado, se me erizaba la piel”.[5]
La emoción y la obligación irracional de cumplir con la historia se contraponen con la más razonable aceptación de las limitaciones demográficas, la inferioridad del país tanto en el concierto económico como de poder y organización en el contexto regional y mundial. Dicha razón viene siendo aceptada como un imperativo que legitima los resultados adversos. Lo que aparecía como indispensable aceptar para tener cierta estabilidad política que avalara un proceso organizacional de largo plazo terminó quitándole el plus que supo tener la competencia de los seleccionados nacionales.
El nuevo entrenador, cualquiera sea, deberá desplazar esa contradicción, para rescatar la mística irracional que fue la base sobre la que se levantaron cuatro copas mundiales (1924, 1928 ya elevadas a dicho status, 1930 y 1950), un mundialito de campeones 1980 y tres veces semi-finalista (1954, 1970, 2010); dieciséis Copas América, seis intercontinentales de clubes y muchos otros triunfos a nivel juvenil en América.
[1] Galeano, E. (1995) El fútbol a sol y a sombras. Madrid: SXXI ed.
[2] Ribeiro, D. (1985). Las Américas y la Civilización. Bs.As.: CELA (Trad. de Renzo Pi Ugarte)
[3] Campanela, J. (Director) (2009). “El Secreto de sus ojos – Pasión”. Parlamento del actor Guillermo Francella en El Secreto de sus ojos. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=Rh3kM_sSCuQ&ab_channel=eisbiersepp
[4] Marx, K. (2006). El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. En publicación: Tareas no. 122. CELA, Centro de Estudios Latinoamericanos “Justo Arosemena”. Enero-Abril. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/panama/cela/tareas/tar122/04marx.pdf
[5] Raíces (2020). Obdulio Varela (Parte I) su vida, su gloria y su leyenda. Disponible en: https://www.raicesuruguay.com/raices/obduliovarela.html
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