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Fútbol, sociedad y teatro

Fútbol, sociedad y teatro
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“La radio me hizo fan de River, pero la calle me hizo dar cuenta de que la peste del fútbol eran los clubes grandes que ganaban los partidos porque tenían plata. Si sos de Varela tenés que ser hincha de Defensa y Justicia, y no andar disfrazado con una ridícula camiseta del Manchester. Y si estás en Madrid, lo tuyo es el Rayo Vallecano”.
El párrafo anterior pertenece al artículo de Enrique Symns titulado El regreso de los funebreros, en homenaje a un ascenso de Chacarita Juniors hace 15 años. Se detiene en esa zona casi romántica en la que algunos futboleros aún se resisten a la traducción del “fúbol” en negocio multimillonario dirigido por una multinacional. Ese espíritu romántico también es el que transpiran los personajes de Boletería, el espectáculo del dramaturgo argentino Juan Carlos “Tito” Dall’Occhio que dirigen en versión local Pablo Rueda y Manuel Tadeo.
Juan y José, los personajes de Boletería, se nos aparecen en un espacio brumoso, que cuesta identificar al principio. Bien podría ser una vieja estación de trenes abandonada, pero no, están durmiendo al pié de la boletería de una cancha de fútbol. Esperan a que abra para asegurar sus entradas para ver a Rampla Juniors, que se juega el descenso. El fanatismo de estos hinchas parece coronarse con una suerte de altar improvisado en que han erigido la foto de una vieja leyenda del club al que siguen a todas las canchas. Están solos, y el único contacto con el resto de la humanidad es una radio que se deja escuchar mal y de a ratos.
Hay un conjunto de elementos en el comienzo que nos hacen pensar en otras situaciones teatrales clásicas. Dos personajes que esperan, un espacio más bien fronterizo, una esperanza que se cristalizaría vinculada a eso que se espera. Y sobre esas referencias teatrales se entreteje otro juego, ese que señalábamos al principio, el de David y Goliat, del débil con principios que se impone al más fuerte apoyado por el dinero y los medios de comunicación. Otra hebra del tejido tiene que ver también con formas más concretas de entender el fútbol. Por un lado ese “romanticismo” por el pasado viene muchas veces acompañado de un discurso reaccionario y una forma al menos retrógrada de entender la masculinidad. Mientras que hay otra forma de entender el fútbol que pretendiendo estar más allá de esas prácticas lo intelectualiza como si no fuera solo un juego en que se intenta convertir más goles que el adversario.
Tenemos entonces un trenzado en el que el teatro y el fútbol se entrelazan para trascender los dos ámbitos y proponer y contrastar al menos dos formas de entender a la sociedad que los produce. Ese doble juego casi “trascendente” corre el riesgo de volverse excesivamente pretencioso, pero cuando esa sombra amenaza siempre aparece el comentario futbolístico concreto que devuelve la metáfora al campo de juego y arranca risas de la platea a la vez.
En la cultura uruguaya no son pocos los ejemplos de artistas que toman al fútbol para homenajearlo por un lado, y para hablar de la sociedad toda a través de sus imágenes por otro. Pensemos en versos del Choncho Lazaroff, de Raúl Castro o de Mauricio Ubal por ejemplo. La novedad de Boletería sin embargo es que se acerca al fútbol, la manifestación cultural uruguaya por antonomasia, desde el teatro.
Pablo Rueda contó a Voces que la idea de trabajar con el fútbol desde el teatro viene de hace tiempo. Se define como “heredero del fútbol de los picados” en un barrio Punta Carretas que vivía la transición de ser el barrio de la cárcel al ser el barrio del Shopping. Hincha de Defensor, recuerda peregrinajes por canchas como las de Huracán Buceo y la del propio Rampla Juniors, y reivindica el ser hincha de un “cuadro chico”. Recuerda en particular “los años en que Sergio Martínez era el ‘pásula’ y no el ‘manteca’, cuando Silva Cantera subía al 199 en Eduardo Acevedo y Colonia y se bajaba en el Franzini y salía al otro día a jugar en el estadio un partido de liguilla”. Haciendo un curso de dirección en la EMAD Luis Vidal le comentó una vez “fijate Pablo que el uruguayo se vanagloria del fútbol y de la mitología que hay alrededor y hay muy pocas obras de teatro que aborden el tema”. Pero el interés del director tomó forma cuando vio la versión original de Boletería, alentado por Gabriel Valente, en un encuentro de teatro de la Costa. El autor argentino y el director uruguayo se hicieron amigos y naturalmente surge la idea de la versión local de Boletería.
El director no estaba convencido de que los protagonistas fueron hinchas de Defensor, así que cuando el actor Miguel Tadeo trabajó en la adaptación junto a Rueda fue natural que apareciera Rampla Juniors, ya que Tadeo es nieto de una figura histórica de Rampla que se menciona en la adaptación de la obra. Elaboraron el proyecto, que fue seleccionado por COFONTE, y finalmente la versión picapiedra de Boletería se estrenó en mayo en el Café Alejandría.
La versión juega con esos planos superpuestos que mencionábamos antes, pero es central para que funcione el contraste entre los personajes. Alexis Pezaroglo elabora a Juan, el personaje más joven, que intenta desprenderse de su propia genealogía futbolística apelando a una elaboración demasiado intelectual quizá de lo que implica el fútbol. Eduardo Delgado construye a José, el personaje más primitivo, más pasional, el que entiende el fútbol como una actividad en la que se le va la vida. La alienación a la que se ve sometido aparece explicitada en un pasaje de la obra, algo que sería un error desde el punto de vista dramatúrgico si la obra fuera naturalista. Pero lo mágico de la obra pasa justamente por la convivencia de planos, y eso permite que los personajes tengan momentos en que son conscientes de su alienación, para dejar atrás esa lucidez de inmediato con algún pícaro comentario del tipo: “¡Esto es fúbol!”. Justamente lo más disfrutable del espectáculo es lo que sucede en esos intersticios que se abren entre el plano más naturalista, la metáfora social-futbolística y el juego teatral de dos personajes arrojados al mundo, esperando, mientras construyen una amistad.
Las actuaciones de Pezaroglo y Delgado caminan en una línea que va entre la incredulidad y la ira, entre la crítica social y lo más retrógrado de las manifestaciones populares. Y en ese contraste se vuelven personajes queribles, que hacen que compartamos sus contradicciones, y sus deseos de trascenderlas.

Boletería. Autor: Tito Dall’Occhio. Dirección: Manuel Tadeo y Pablo Rueda. Elenco: Eduardo Delgado y Alexis Pezaroglo. Fotografía: Fabián Centurión.

Funciones: jueves de junio a las 21:00. Alejandría Café de las Artes (Gaboto 1384)

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.