Nos enfrentamos a elecciones departamentales y municipales. Las acciones políticas a la fecha demuestran la poca importancia que se les otorga. No hubo preparación previa: los partidos políticos, los hombres políticos y la ciudadanía dedican su atención a la gestión nacional y sus las atribuciones de cargos. El proyecto de Ley de Urgente Consideración y sus temas son ejes del debate. Es síntoma principal de la poca importancia que se da a la gestión local, son las danzas de nombres de personas que se han manejado, en altísimo porcentaje ajenos a los aspectos propios del segundo y tercer nivel de gestión. Han sido candidatos a cargos en el nivel nacional o son personas de prestigio personal y profesional en otros temas. Parece creerse que una buena persona con un título profesional de cualquiera o que ejerció la administración de una empresa o una asociación privada, puede encarar y resolver los temas de la gestión urbana.
Se elegirán intendentes y cuerpos legislativos que regulan – con un amplio margen de autonomía – la vida en cada Departamento. En algunos aspectos – particularmente en aspectos de gestión urbana, Uruguay parece constituido por 19 estados diferentes, dotados de normas propias y culturas de gestión diferentes. Existe una diferencia sustancial entre la complejidad y el peso de la gestión de Montevideo y la de los restantes 18 departamentos. Las elecciones ellos no atraen la atención pública, fuera de sus ámbitos.
La gestión de Montevideo es trascendente a nivel nacional. Según el último Censo (2011) en el área metropolitana vivía el 56% de los uruguayos, habitando en 73 zonas urbanas y en áreas rurales próximas a la ciudad. Se estima que hoy alrededor del 60% de la población del país vive en la capital y su área metropolitana. En Montevideo y su entorno se radican las principales actividades públicas y privadas del país y esa concentración ha sido el motor de su crecimiento poblacional. Los habitantes del área metropolitana se relacionan cotidianamente con la ciudad primada, adonde acuden por razones de trabajo, educación, salud, esparcimiento, etc., desde los departamentos linderos (Canelones y San José) y aún desde más lejos (Maldonado, Colonia, Lavalleja). El área metropolitana no tiene definición territorial, legal ni institucionalidad propia, por lo que su gestión requiere de acuerdos de las autoridades de los departamentos que la integran. Tampoco merece especial atención la conformación de listas para elegir las Juntas Departamentales: los candidatos se eligen en función de su pertenencia política y usualmente no se les requiere conocimientos de gestión pública. Recae sobre los electos la responsabilidad de la aprobación de la normativa departamental. La materia de gestión territorial y urbana resulta especialmente compleja y es en ese ámbito donde se aprueban las excepciones a las normas.
Enmarcado en la gestión departamental, el Municipio tiene el cometido de gestionar lo esencialmente local y el contacto directo con la ciudadanía, especialmente de coordinar los programas ambientales, sociales, culturales y departamentales, dentro de su jurisdicción territorial. Las elecciones municipales debieran ser, por esa causa, especialmente convocantes. Sin embargo, pasan casi desapercibidas y si se interroga a los ciudadanos acerca de quién es su alcalde o que acciones realiza el municipio en que vive, es muy probable que las desconozca.
El dinamismo y la vitalidad de las ciudades son esenciales a la vida contemporánea. En ellas confluyen los mayores flujos de energía y materia (vehículos de transporte terrestre, marítimo y aéreo, portando personas, alimentos, materiales de construcción, combustibles, materias primas para procesos industriales, etc.). En las ciudades se gestan los incontables flujos de información que sustentan la toma de decisiones. En base a ellos se desarrolla la cultura local y global. Esos flujos, constituidos en redes, reciben y emiten mensajes que hoy vinculan los diversos niveles de la sociedad global. En las ciudades se concentra también la producción de residuos. Los materiales, a los que llamamos basura, son aquellos deshechos de los procesos de consumo y uso. Se los vierte en el suelo, en el aire y en las aguas dulces o saladas y se dispone de ellos en la proximidad de las áreas urbanas, en sus regiones o a veces en países usados como vertederos. Hay también residuos de energía: se emiten calor y radiaciones de diverso tipo. Para posibilitar sus procesos vitales las ciudades construyen infraestructuras y equipamientos, invirtiendo masiva y acumulativamente recursos de la sociedad. Podemos llevar a cabo las múltiples y diversas actividades que en ellas se realizan porque por cientos de años se ha invertido en construir y actualizar la ciudad. Quien gestione una ciudad debe comprenderla, esto es saber qué debe ser conservado, qué debe ser sustituido por nuevas infraestructuras y equipamientos y cuáles son las acciones que deben ser comenzadas previendo las futuras necesidades de la vida urbana. Deben saber también como disponer de los recursos humanos, financieros, tecnológicos y materiales de que dispone la administración para asegurar el funcionamiento eficaz de las ciudades. Eso no se improvisa: la ciudad se comporta como un gran ser vivo y es necesario entender cómo funciona y cuáles son las herramientas de las que se dispone para hacer posible su vida y conducir la construcción urbana a futuros deseables de eficiencia y calidad de vida para sus habitantes.
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