Este jueves llega a las salas nacionales Lobo feroz, quinto largometraje firmado por Gustavo Hernández, uno de los directores más reconocidos y prolíficos de nuestra cinematografía. Desde su poderoso debut con La casa muda en 2010, Hernández siguió explorando el género de terror en producciones como Dios local y Virus-32, y ahora se encuentra ante un nuevo desafío: un thriller que, además, es el remake de una reconocida película israelí, Big bad wolves. Eso no significa que el cineasta se aleje demasiado de los terrenos que conoce, ya que la cinta habla de cosas tan terroríficas como se podían ver en sus anteriores largometrajes. Una madre y un detective van, por separado, tras la pista de un asesino serial de niños, y dan con un sospechoso del que no tienen dudas. Cuando el detective, obsesionado por el caso, se propone matar al sospechoso, la mujer los toma por sorpresa y los secuestra, ya que tiene una intención aún más retorcida: someter al presunto asesino a todas las torturas que él ejerció en sus víctimas. El detective colabora de forma forzada, pero de a poco se desliza una siniestra duda: ¿y si la persona a la que están torturando es inocente?
El director nos cuenta que hace mucho deseaba hacer algo distinto. “Para mí fue una oportunidad muy linda porque La casa muda, a pesar de todas las cosas buenas que me dio, me dejó con que los productores me tienen muy encasillado en el terror, entonces cuando vengo y les digo que quiero hacer un thriller me dicen ‘Gustavo vamos hacer otra de terror que nos va bárbaro’ (risas), pero yo hace tiempo venía con que quería hacer un thriller y cuando me llega este proyecto la verdad que no lo dude mucho, porque sentía que era una oportunidad por el oficio del director, osea, no es que un director pueda hacer un estilo solo.” Para él, fue enfrentarse a nuevos desafíos de su profesión: “Obviamente que también cuando estás haciendo una película de terror yo más o menos ya sé cómo funciona la puesta en escena para hacer un susto, y en un momento se vuelve un poco mecánico. Cuando nos enfrentamos a un nuevo guion una de las cosas que más me pasa es cuando hacemos la construcción del susto, y yo digo ‘esto ya lo dice en La casa muda, en Dios local…’, es como que empezas a pensar bastante para no volverte a repetir, y acá era algo nuevo, un nuevo desafío que tenía thriller, que tenía humor, terror, y que a mí me encantan todas esas cosas, me gusta la variedad, entonces sentí que era una oportunidad y aparte que me daban un elenco fuerte, tenía una suma de elementos que me parecía que era interesante abordar de esta película.”
¿Y cómo llegó a esta película? “Me llega el proyecto como en un costado por un productor de No dormirás, me dice ‘tengo los derechos de remake de Big bad Wolves’, yo ya la había visto en su momento y era una película que a mí me había interesado, y sentía que teníamos la libertad para poder hacer una versión con nuestra propia mirada. Después estuvimos varios meses, como seis meses negociando con los productores israelíes para que nos dejen hacer cambios, porque muchas veces pasa que cuando vos compras — me paso a mi cuando yo vendí un remake, los contractos son muy específicos y hay muchas cosas que no se dejan mover, dentro de la historia.” Sobre las diferencias entre su versión y el film original, el realizador explica: “Queríamos tener la libertad de poder hacer y deshacer, aunque nos quedamos con el espíritu de la original, pero nosotros la verdad que hicimos una versión en la que pusimos personajes nuevos, escribimos nuevas líneas en paralelo que no están el original, cambiamos personajes, lo hicimos mucho más libre. Aparte la idiosincrasia israelí no tiene nada que ver con la nuestra y en esa película también hay mucho humor político que no tiene que ver con lo que se estaba buscando Netflix y lo que es también la forma nuestra de sentir. En ese sentido nos sentimos como muy tranquilos… Lobo feroz se hizo casi inmediatamente de Virus-32. Nosotros estábamos filmando Virus, ya el guion de Lobo ya estaba. Fue lo mismo que nos pasó con Virus acá, que la compró Disney, la financió Disney y después nos dejó territorios [para distribuir], esta está financiada por Netflix en España, y el resto del mundo nos quedamos nosotros. Entonces ya básicamente toda la parte creativa es uruguaya, la música, la edición, obviamente parte de la producción, el director, el guionista, pero como la financiaba Netflix impuso actores y el lugar de filmación en España, entonces terminamos de hacer Virus y ya volamos para allá porque teníamos la luz verde, el guion estaba bien…”
Uno de los aspectos más interesantes y a priori polémicos de la cinta es el uso de un potente humor negro para contrastar los elementos más inquietantes de la trama. Sobre eso, Hernández comenta que es una de las cosas que más le gustan de la película. “Estos personajes van y se tensionan y de repente hay una válvula de escape a través del humor, pero después necesitas volver a la tensión y después volver al escape y todo eso, todo ese hilado de la trama, ya en el guion y después en la dirección y con los actores, eso fue muy difícil, y los actores estaban muy pendientes en como poder hacer el giro hacia el escape y volver hacia la construcción más terrorífica de lo que es, como decis vos, una trama muy oscura. Me han dicho que la gente se sentía mal porque estaban viendo algo horrible, pero al mismo tiempo se estaban riendo, se sentían cómplices, decían ¿Por qué me estoy riendo de algo tan horrible? (risas)”
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