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¿Hay que personalizar el IVA?

¿Hay que personalizar el IVA?
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La inflación está afectando la economía de los uruguayos. Los aumentos de combustibles, alimentos y otros servicios golpean los bolsillos de diversas maneras. El gobierno plantea exonerar de IVA algunos alimentos básicos, como los productos panificados y los fideos, tal como ha hecho con el asado. ¿Tiene lógica hacer subsidios generalizados? ¿No es injusto que todos los uruguayos reciban los mismos descuentos más allá de sus ingresos? ¿No sería hora de usar la tecnología que tenemos para apoyar a los que tienen más necesidades? ¿Acaso no es posible personalizar el IVA para los productos de primera necesidad para los más humildes? ¿Esta menor renuncia fiscal podría dar una mayor espalda para mitigar la situación de los menos favorecidos, sosteniéndola más en el tiempo, o ser utilizada para contribuir a sostener las ollas populares? ¿Qué alcance pueden tener este tipo de medidas, sea generalizado o no el subsidio?

 

Mejor pensar a largo plazo por Gustavo Melazzi

No entraré en detalles y/o cifras. Admito que odiaba la materia Legislación Tributaria, al igual que casi todos quienes estudiábamos para economistas.

1) El interés de la propuesta de personalizar el IVA es volver más accesible el consumo de pocos bienes básicos a buena parte de la población, aquella que no dispone de ingresos como para no preocuparse por el tema.  La realidad es evidente; basta con entrar a almacenes de la periferia para constatar que en los estantes prevalecen los fideos.

2) Por lejos, el principal recaudador de impuestos por el gobierno es el IVA, y los productos básicos lo pagan aunque en menor cuantía. Es también sabido –aunque poco se difunde- que es regresivo, ya que es indirecto; productores e intermediarios lo trasladan al consumidor final, lo cual termina por afectar a todos, pero sobremanera a la población de menores ingresos.

Es injusto. Pero recauda mucho y con facilidad. A un gobierno que no se preocupe por la desigualdad, adelante con él.

3) En ocasiones se señala que los subsidios tienen complicaciones. Si son de amplio espectro (ejemplo del boleto urbano) pueden terminar por beneficiar no sólo a los más necesitados sino a otros sectores (y de pronto mayoritariamente). Si se aplican más dirigidos, las complicaciones derivan de identificar los destinatarios; su mecánica (para compradores y comerciantes), y cómo se controlan.

4) Ahora bien, y más a fondo: ¿cuál es el objetivo a cumplir? Se trata de redistribuir ingresos. Y dependerá de si la política es pro-empresarial o pro-popular. Pensemos entonces hacia el largo plazo y no nos limitemos a detalles (bien intencionados) con escasa incidencia, parches de asistencia social, complicados, de corto plazo y escaso impacto a nivel general. Tratemos de pensar a futuro; educar, y comenzar a salir de la noria de este sistema y no sólo “engrasar el eje”.

5) Pensemos en una declaración anual de ingresos personales. Dirán que es muy compleja. Falso. Hay enorme experiencia internacional al respecto; ¿por qué no aplicarla aquí? Lo que anualmente pagan los altos ingresos en los países dominantes, por ejemplo, está en los periódicos; incluso en películas.

Es fácil exonerar de la declaración a quienes tienen ingresos menores de cierto monto. Con la actual digitalización financiera el control es inmediato. Es más sencillo que personalizar consumos (y, por ende, el IVA).  Ningún sistema fiscal es perfecto, y el actual “regala” ingresos a usuarios de Zonas Francas; a depositantes de ingresos en el exterior.

6) En definitiva: rediseñar este Sistema Tributario regresivo por otro donde primen los impuestos directos, personalizados, que considere el real nivel de ingresos personales, y no sean trasladables a los consumidores.

7) Y bajar mucho, mucho, el IVA general, y subirlo a bienes suntuarios que no pueden entrar de contrabando y/o por “mensajería”.

 

Inflación, políticas tributarias y de bienestar como objetivos por Oscar Mañán

La expresión genérica de que “la inflación está afectando la economía de los uruguayos”, a menudo encubre supuestos incorrectos y alude a causas externas fuera de cualquier alcance. También, es harto común escuchar que “el aumento de precios afecta a todos por igual”, junto a otras falacias. Sin embargo, en el caso concreto, con una economía que rebota de un parate pandémico (4,4% anual), comienza a expresar signos auspiciosos para varios sectores (agro 5%, industria 6%, construcción 7%, etc.) y el índice general de precios creció el 8% en 2021. Pero los productos de la canasta básica lo hicieron muy por encima del promedio (carne 21-22%, arroz, 13%, fideos 8,5%, aceite 34% ver INE). Este hecho sumado a una política deliberada de contener salarios (-4% en dos años), genera un impacto devastador en la calidad de vida de los sectores más vulnerables. La inflación se alienta a su vez con una política de fijación de precios en los combustibles que permitió un aumento mayor al 40% bajo este gobierno y genera expectativas poco alentadoras de futuro. En este caso, la inflación tiene el objetivo de redistribuir ingresos, desde el trabajo al capital, para apuntalar, al decir del presidente, a los “malla oro”.

Los gobiernos neoliberales (de izquierda o derecha), apuntaron a la quimera de la inflación cero (o tendiente). Este objetivo es imposible para economías en crecimiento y con dinamismo sostenido, las variaciones en los precios relativos es una palanca para generar nichos de inversión. Se puso de moda el retraso cambiario como forma por excelencia de contener la inflación en países muy abiertos al mundo y con economías dolarizadas. Empero, esto no hizo más que acumular la inflación inhibiendo artificialmente los precios, lo cual más temprano que tarde generaba una crisis de magnitud. Asimismo, se tomaron medidas de intervención en los indicadores que reflejan la dinámica de precios (UTE Premia, etc.) pero que no afectaron los mecanismos de formación de precios.

Personificar el IVA: ¿para qué objetivos y para cuáles beneficiarios?

El IVA, es un impuesto que busca un objetivo recaudatorio esencialmente y no de bienestar. Se elige por su simplicidad de recaudación, ya que la misma la realizan los centros de consumo. Además, como todo el mundo consume, nadie se escapa del impuesto. Bajar el IVA para el pan, el asado y otros insumos de la canasta, implica un gasto tributario (o renuncia fiscal) por parte del Estado. Sin embargo, que esta medida reduzca los precios es algo que no es posible asegurar, ya que en una economía de mercado los precios los fijan los agentes privados y, en ocasiones, el gasto fiscal no se traslada a precios. Esto ya lo vimos en el pasado, ni siquiera los acuerdos de precios lo aseguran, ya que cuando comienzan las negociaciones los remarques de precios se adelantan.

El IVA es también un impuesto muy regresivo ya que grava una parte mayor de los ingresos de aquellos que consumen todo lo que ganan, a diferencia de quiénes con capacidad de ahorro consumen una parte menor de sus ingresos. Expertos en política tributaria recomiendan “una política un objetivo”, en este caso el IVA debe perseguir la recaudación. Otros, le adosan un objetivo (menos eficiente) de bienestar al imponer tasas diferenciales entre productos (i.e. bienes exentos o con alícuotas más bajas).

La personificación del IVA, podría asegurar que el gasto fiscal beneficiara efectivamente a una población objetivo. Por ejemplo, en el anterior gobierno se utilizó la devolución de IVA por tarjetas a una población de 200.000 personas. Es una política focalizada que asegura que el esfuerzo fiscal llegue a destino.

No obstante, rediscutir una política tributaria regresiva podría ser mucho más interesante que focalizar la devolución del IVA. Seguramente que pensar en impuestos que graven las sobre-ganancias, la concentración de la propiedad, fuertemente la herencia, serían mucho más efectivas a la hora de redistribuir los ingresos de manera progresiva.

 

Asado electoral por Esteban Pérez

Con mucho fuego artificial el gobierno en el transcurso del proceso electoral por el referéndum emuló viejas prácticas demagógicas volviendo a poner en la parrilla el querido asadito.

Vamos a tirar unos numeritos a los efectos de precisar cuánto es en realidad esta “ayudita” de 30 días al pueblo en general.

El consumo de asado representa en el ingreso per cápita (IPC) el 0.8%, si le sacamos el 10% del I.VA.  es10% de 0,8, o sea que la rebaja en el presupuesto familiar es tan sólo 0,08%, sin contar que no está llegando la  “oferta” a todos los departamentos por los costos de los fletes como se ha denunciado.

Para los gobiernos liberales la prioridad son los grandes exportadores y por lo tanto el consumo interno, la seguridad alimentaria de la población es un interés residual. En un país de producción de alimentos más que suficientes se le hace pagar al trabajador y al jubilado los precios altísimos a los que se está vendiendo internacionalmente.

La eliminación del IVA. Anunciada en otros productos es un vuelo corto de perdiz, cortina de humo para ocultar el verdadero objetivo del gobierno que es nada más y nada menos que reducir el poder de compra del pueblo teniendo así más volumen de carne y granos para exportar.

Hay que tener siempre presente que el gobierno multicolor representa a los grupos de poder económico y por lo tanto continuará elevando la rentabilidad de los capitalistas achicando los ingresos del laburante, es decir, le pongo menos plata en el bolsillo y me quedo con más; la inflación es justamente funcional a los explotadores con la ayudita del techo salarial impuesto por el gobierno.

Me viene a la memoria la tarjeta roja que mi madre ponía en mi manito de niño para ir al Expendio municipal a buscar la leche tarifada y el peso de un morralito en el que traía papas de Subsistencias, luego de largas colas.

En una destrucción planificada sucesivos gobiernos hicieron lo suyo para que desaparecieran Subsistencias, el Frigorífico Nacional y SOYP, entre otros entes testigos que de alguna manera ayudaban a dar seguridad alimentaria a nuestra población.

En la actualidad ya no hay más organismos con poder real que amortigüen el poder de los grandes grupos económicos que imponen, con total impunidad, sus inmorales condiciones.

Hubo un alivio durante el gobierno progresista en cuanto a lo salarial, pero no pasó de eso e incluso, como en el caso de la industria frigorífica se desconoció el clamor popular por un frigorífico nacional que fuera testigo de precios reales y asegurara el abasto interno, peor aún, prácticamente toda la industria cárnica pasó a manos extranjeras.

Se abrieron las compuertas a financieras internacionales de los agronegocios que nos planificaron a su antojo y conveniencia la producción, en algunos casos dejando ridículos réditos al país en relación a lo que se llevan.

Siguieron y siguen cayendo los productores familiares sin desarrollar polos de producción planificados para el consumo interno y procesamiento de alimentos con valor agregado.

Desde el tiempo de los egipcios los estados hacían acopio de granos y demás para garantizar la seguridad alimentaria de su población y más cerquita, aquí en Sudamérica, los incas fueron famosos por sus graneros con los mismos objetivos.

No hemos aún conocido aún en nuestro país un verdadero gobierno popular controlado por los trabajadores.

Pasó la lucha por el referéndum la que nos legó movilización y unidad por la base. Desechemos las loas de algunos dirigentes de oposición que ven el referéndum un festejo de la democracia y la institucionalidad.

Apoyémonos en el más de un millón de votos por el SI que expresan la bronca popular contra el gobierno patronal, aún más claramente manifestada en la alta votación en las barriadas de trabajadores más postergados y con más gente marginada del sistema.

No dejemos que cantos electorales nos lleven nuevamente a la desmovilización.

La lucha por hacer saltar el techo salarial que nos imponen, contra la pobreza del campo y la ciudad debe ser retomada en todo el territorio nacional, barrio por barrio, ciudad por ciudad integrando asalariados urbanos y rurales.

La lucha por un gobierno popular se construye con organización popular sumada a la lucha diaria por las reivindicaciones inmediatas.

Una vez más nada debemos esperar si no es de nosotros mismo. ¡El presente es de lucha!

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