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¿Herencia maldita o tarifazo?

¿Herencia maldita o tarifazo?
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Los anuncios del miércoles pasado sobre aumentos de tarifas de UTE, OSE y ANTEL, así como la reducción del descuento del IVA en las compras con tarjetas desataron una gran polvareda. ¿Se manejan las cifras correctas sobre empresas públicas e inflación? ¿Fue una chicana del gobierno anterior no subir las tarifas en enero? ¿Viola el presidente las promesas de campaña? ¿Estas medidas provocaran recesión o reactivación? ¿Es el inicio de un paquete de medidas económicas que benefician a los sectores dominantes? ¿Quién paga las consecuencias?

Las decisiones de gobierno, la economía y la gente por Oscar Mañán
Rearmar un equipo de gobierno, y más luego de varios años fuera del ejecutivo, no parece una cuestión fácil. La coalición multicolor asume luego de una campaña electoral que para muchos actores aún no termina y no asumen las responsabilidades sin referenciar lo que el anterior gobierno hizo o podría haber hecho. Esto mismo pasó cuando el FA asumió en 2005, los nervios escénicos, llevaron a deslindar responsabilidades y acusar en ocasiones a “la herencia maldita”.
Una máxima de la política económica es que las malas noticias se deben dar cuando la gente está eufórica o, por lo menos, distraída. De aquí que, a pesar de promesas de campaña, el gobierno estimó que era necesario un ajuste fiscal que llevara a cumplir otro compromiso que era un ahorro de más de 900 mdd. La oportunidad estaba en el inicio de gobierno cuando aún las autoridades tienen un cheque de esperanza.
Sin embargo, esta decisión no tomó en cuenta otras variables centrales de la economía, por ejemplo: la devaluación monetaria que se viene procesando por dos razones esenciales. Una, al escenario de guerra comercial y de monedas entre China y EEUU al que se sumó una pandemia que ya suscitó caída del turismo y el comercio de bienes e impactará el crecimiento mundial. La otra, inexperiencia de los tomadores de decisiones que confunden sus intereses con los del país y no dominan el arte de la comunicación, cuestión que constituyen señales a los agentes económicos. El ministro de ganadería sostuvo que el fortalecimiento del dólar era deseado y el Banco Central se demoró en instituir autoridades y en decidir una actitud intervencionista. Probablemente, más de la mitad de la suba del dólar se debe a la actitud especulativa que no se supo contener, otra parte sí puede achacarse al choque externo.
Ahora bien, el impacto del tipo de cambio en una economía abierta y dolarizada, con fuerte consumo importado, traerá de suyo un alza en la inflación que difícilmente no salte el umbral del 10%. Si a ello aunamos la suba de tarifas públicas por encima de la inflación anual y la derogación de la devolución del IVA a los usuarios de tarjetas de débito, el deterioro de las condiciones de vida en los sectores de ingresos fijos ya es un hecho.
Asimismo, el equilibrio fiscal no recibe buenas noticias, si bien la tasa de interés internacional se retrae, la suba del dólar y el endeudamiento externo en dicha moneda demandarán mayores recursos para honrar intereses. Todo haría pensar que los ahorros posibles, anunciados desde una reestructuración del Estado, no serán suficientes para cumplir los objetivos de disminuir el déficit. E incluso, si se llevan a cabo tal y como se planean ponen en riesgos la calidad de varios servicios públicos y el cumplimiento de funciones esenciales del Estado (en especial, aquellos Incisos donde COFE ha alertado a la población que hay falta de recursos humanos: DINACIA, MGAP, Biblioteca Nacional, Bomberos, Aduanas, Migraciones, Sistema de Garantía de Alquileres, entre otras).
Peor aún, los desenlaces de las últimas semanas prometen una retracción económica, quizás un crecimiento a menos de la mitad de lo estimado a fines de año. Tales medidas ahora profundizan este aspecto restrictivo instalado y, no abonaría tampoco, a los otros objetivos con que busca justificarlas el gobierno. Menos actividad, menos empleo, menores ingresos para el estado, menos salarios y mayores precios que serán la pesadilla de siempre para los sectores populares.

Hay que poner las luces largas por Por José Manuel Quijano

Me parece que no hay herencia maldita y tampoco tarifazo. El debate político centrado en esta bipolaridad no puede conducir a puerto alguno. Es un hecho que el déficit fiscal rondaba el 5% a pesar de que las tarifas se habían ajustado puntualmente en el pasado. Cuando la carga tributaria no se puede incrementar (porque se recauda menos -curva de Laffer- o se incrementa peligrosamente el malestar) y la deuda ya roza niveles preocupantes, lo que queda en el Uruguay es la tarifa pública.
Esto no lo inventó el gobierno de coalición en el primer mes de gestión y tampoco el FA en quince años de gobierno. Es un hábito de los gobiernos acostumbrados a gastar con escasa prudencia. En el caso que nos ocupa el ajuste estaba previsto para comienzos de año y el FA estimó conveniente la postergación hasta que se entregara el poder a las nuevas autoridades. De manera que estás asumieron e hicieron el ajuste de tarifas que era de esperar.
La otra medida consiste en la rebaja del IVA para las compras con tarjetas de débito. Me inclino a pensar que mejor hubiera hecho el gobierno entrante suprimiendo íntegramente el beneficio a las tarjetas. No comparto la promoción de la inclusión financiera a costo de la recaudación tributaria. La inclusión debe ser tarea de los bancos que emiten los plásticos. Puede ser que este primer paso se siga, en futuro próximo, de la eliminación total. Y estaría muy bien.
Y después está el dólar que se ha disparado. Este fenómeno, que es generalizado, es consecuencia de dos acontecimientos que parecen presagiar la tormenta perfecta: la lucha entre titanes petroleros (Arabia y Rusia) y el coronavirus que se expande rápido y está afectando la salud de multitudes y paralizando producción y comercio a nivel global. ¿Declaraciones del novel presidente quizá aceleraron la trepada del dólar? Puede ser. Pero es irrelevante. Estamos en presencia de fenómenos cuyas causas son mucho más complejas y profundas.
Tenemos por delante, lamentablemente, un panorama complicado. Pero el debate político continúa con sus jugadas chiquitas, sus acusaciones de mostrador de estaño, sus miradas hasta donde den las luces bajas. Sería bueno que la oposición también se formule algunas preguntas. ¿Cómo salimos de esta situación? ¿Cuáles son las medidas macroeconómicas adecuadas en momentos de crisis y gran incertidumbre? ¿Qué medidas de recaudo, además de las sanitarias, deberíamos tomar? ¿Cómo afectará la capacidad del país para encarar una reforma de la seguridad social? ¿O la reforma de la educación?
Entonces incursionaría Uruguay en un debate de alto nivel, que tanta falta hace.

¿Herencia maldita, tarifazo o crisis capitalista? por William Yohai
Si el aumento de tarifas de las empresas públicas lo hacemos “nosotros” es una “adecuación tarifaria justificada por el aumento de costos de las empresas públicas (eepp)”. Si lo hacen “ellos” es un “tarifazo que busca recaudar para suplir el despilfarro de los fondos públicos”. Ponga el lector el nombre que más le guste a “nosotros” y “ellos”. El análisis de la relación entre tarifas de las eepp, tipo de cambio, salarios reales, déficit fiscal y otras variables económicas clave no cabe en este trabajo.
Podemos, sí, tratar de esbozar el trasfondo de la situación. El producto interno bruto de Uruguay, si se descuenta el sinsentido del crecimiento del sector telecomunicaciones, cuyos precios no se reajustan de acuerdo a la realidad, está estancado desde 2014. Otro dato, aún más importante, el empleo, cae sistemáticamente desde entonces. Si, además, se adapta a la realidad la incidencia de la celulosa en el pbi (sector que con el 0,5% del empleo genera el 3% de aquel) el producto desde 2014 ha caído. Simplemente, el modelo económico uruguayo está colapsado. De ahí que para mantener el nivel de vida de vastos sectores de la población a través de una importante incidencia del gasto público en la economía no haya habido otro camino que recurrir al creciente endeudamiento. El déficit fiscal se acerca al 5% del pbi; eso significa que la deuda pública crece a dicho ritmo. Y, para un país como Uruguay, eso es insostenible en el mediano plazo. El grado inversor pende de un hilo finito. Su pérdida, probable a no muy largo plazo, implicaría un aumento de las tasas de interés a las cuales se renuevan los vencimientos, prácticamente diarios, de la deuda. Y la consiguiente crisis de la misma.
Todo esto en un contexto de crisis capitalista mundial que estalla en estos días.
Por supuesto, se pueden hacer cosas para exacerbar la malaria, por ejemplo: regalarle no menos de U$S 4.600 millones (sin contar las exorbitantes exenciones fiscales) a UPM para que instale una planta que de todas formas estaba obligada a construir. O seguir dilapidando el 0,6% del pbi para mantener unas reservas del bcu cuya contrapartida, las letras de regulación monetaria cuestan esa asombrosa cifra, en dólares más de 300 millones anuales. Que es aún mayor que los ahorros y aumentos impositivos que acaba de anunciar el nuevo gobierno.
El chisporroteo estúpido que cruza acusaciones entre gobierno y oposición sobre medidas que ambos coinciden que hay que tomar cumple esa función: Los fuegos de artificio ocultan las cosas reales que subyacen. Hace 160 años Marx y Engels describieron las crisis capitalistas. Recordarlo ayuda a entender lo que está pasando.

Verdades y mentiras por Alfredo Asti
La emergencia sanitaria ha opacado el anuncio del fuerte incremento del entorno del 10% de todas las tarifas de las Empresas Públicas (EEPP), excepto el combustible cuyas modificaciones de tarifas fue diferido por ahora por la importante baja del petróleo a nivel mundial. A esto se suma el aumento del pago del IVA en 2 puntos porcentuales en las compras comunes, como consecuencia de la rebaja de sus deducciones con uso de medios electrónicos.
Estas medidas, con vigencia en abril, significan un aumento muy superior a todos los ajustes tarifarios de los 15 años anteriores, superiores a la inflación anualizada y, sobre todo, al ajuste de salarios y pasividades de enero 2020, que no tendrán nuevos ajustes hasta el próximo año, lo que implicará una fuerte reducción del poder de compra de la mayoría de los trabajadores y pasivos.

El análisis de este tema debe tener en cuenta varios aspectos:

1) La política de los Gobiernos anteriores del FA de ajustar en general las tarifas públicas por debajo de la inflación y muy por debajo de los ajustes de salarios y pasividades. Esto contribuía a limitar el traslado a precios y por lo tanto los efectos sobre la inflación y a mejorar la capacidad de compra de todos los trabajadores y pasivos.

2) En particular en Julio de 2019, mucho antes de saber el resultado electoral de noviembre, se comunicó a toda la opinión pública que no habría ajustes de salario por el resto de 2019 y del período de Gobierno que finalizaba el 29 de febrero de 2020. Esto se basaba en la mejora en general en la situación económica-financiera de las Empresas Públicas que permitía diferir cualquier ajuste para dejar en manos de la nueva Administración, que lo deberían analizar con toda la información disponible que oportunamente se les trasmitió y a la luz de las nuevas políticas macroeconómicas y del papel de la EEPP que aplicaría en su futura gestión de Gobierno de su exclusiva responsabilidad.

3) La administración frenteamplista dejó el 29 de Febrero a todas las EEPP con resultados positivos ( USD 600 millones) y un importante flujo de caja de disponibilidades de USD 400 millones), además claramente los informes de los presidentes de las dos principales empresas: UTE y ANCAP, han demostrado que no era necesario aumentar sus tarifas públicas sin afectar el nivel de sus servicios y bienes, ni la ejecución promedio de inversiones y transferencias a Rentas Generales de los últimos ejercicios.

4) Durante la gestión frenteamplistas de las EEPP, la oposición y en particular quienes hoy ocupan las principales responsabilidades de Gobierno, criticaron permanentemente, votaron en contra en los directorios que integraban e interpelaron varias veces a los ministros, por la política de ajustes de tarifas públicas realizadas siempre por debajo de la inflación. Pero además de ello, en varias oportunidades, exigieron (por ejemplo los legisladores Delgado y Abdala) que se rebajaran las mismas en términos corrientes (en términos reales ya se hacía).

5) Esos mismos actores políticos, y en particular el Presidente Lacalle, durante toda la campaña electoral 2019 proclamaron que en NINGÚN caso se recurriría al aumento de tarifas e impuestos, ya que eso provocaba efectos recesivos y que era necesario “aflojarle el cinturón” a la población. Seguramente esta “promesa” incidió fuertemente en la opinión pública, que durante años fue permanentemente bombardeada con los “aumentos de tarifas” que en realidad siempre significaron aumento de su capacidad de compra.

Por lo tanto, la conclusión de estos temas debe apoyarse, en desarmar y hacer conocer las mentiras lanzadas por el Gobierno actual sobre la situación de las EEPP, considerar el claro cambio de la política macroeconómica y de papel de las EEPP utilizado hasta 2019 por los Gobiernos del FA comparando con la que utilizará el nuevo Gobierno en su “adecuación tarifaria” como mayor recaudación, más allá de la situación y necesidad de las Empresas, y afectando la capacidad de compra de la mayoría de la población y por último, pero fundamentalmente, en la necesaria valoración y denuncia del cambio de discurso que exhibían cuando eran oposición y el claro incumplimiento de promesas electorales desde las primeras medidas del nuevo Gobierno.

Con el arriba nervioso por Esteban Pérez                                                                                                                                                                                                                                                                             Un dirigente progresista ha expresado su deseo de que la sociedad no se parta en dos.
El personaje parece no tomar en cuenta que el capitalismo es precisamente eso: una sociedad partida en dos clases antagónicas. Por un lado, los explotadores, bien conscientes de la clase a la que pertenecen y del otro los explotados, no conscientes en su mayoría de la fuerza que poseen unidos y organizados como movimiento popular.
La visión de andar a los besitos entre intereses tan opuestos, no hace otra cosa que sembrar debilidad ideológica y confusión entre los trabajadores.
La clase explotadora, ha recuperado el gobierno, el poder nunca lo perdió.
Sus principales expresiones políticas, blancos y colorados, se han unido sumando fuerzas con su brazo armado, el Partido Militar – Cabildo Abierto – comandado por un dirigente de estirpe militar y oligarca.
Esa alianza cabalga al son de “a domar” con un paquete de medidas urgentes, destinadas a arrebatar conquistas de los trabajadores.
El discurso de “defender la libertad de trabajo” no es otra cosa que prohibir las ocupaciones, las movilizaciones en la calle y reducir la posibilidad de defender los derechos laborales a manifestar por las veredas.
Tuvieron la habilidad de poner al frente del Ministerio de Trabajo a un “cretino útil” para que cargue con las broncas populares porque total, él no pertenece a su clase sino a la timorata y vacilante pequeña burguesía.
La insistencia con la inseguridad (más allá del crecimiento real de la delincuencia) está destinada a justificar tener el garrote en alto para golpear; la mentada apariencia delictiva de los “piercings” y “tatuajes” es una clara alusión que la represión apunta a jóvenes y adolescentes, para infundir temor en quienes potencialmente son más proclives a la rebeldía.
Lo que sucede es que la clase explotadora se siente insegura por el golpe económico que comenzó a aplicar al pueblo en general. Temen el escenario de la canción “con el arriba nervioso y el abajo que se mueve”. Probablemente tratarán de justificarse con el Corona Virus.
Los trabajadores y el pueblo en general tienen el desafío de resistir la “atropellada baguala” o resignarse a perder salario, trabajo y derechos conquistados, analizando los futuros aconteceres con autonomía de clase.
Es probable que buena parte del progresismo juegue al circo parlamentario, apostando a un movimiento popular mero espectador proclive a devolverles el gobierno dentro de cinco años, sin descartar quienes quieran acordar con el oficialismo.
Ya lo hemos expresado: los trabajadores de Francia, Ecuador y Chile entre otros, han demostrado que la lucha popular hacer recular al neoliberalismo teniendo que prescindir de políticos “de izquierda” proclives a pactar, renunciando a derechos conquistados y por conquistar.
La perspectiva indica que vienen tiempos de luchas sindicales y no menos duras batallas ideológicas.
Es vigente el grito que nos legó Artigas: NADA PODEMOS ESPERAR SI NO ES DE NOSOTROS MISMOS.

Un mundo feliz por Fernando Pioli
El aumento de tarifas era esperable, así como era esperable toda la cadena de sucesos y reclamos posterior. El gobierno anterior había decidido dejar la eventual suba en suspenso y dejar la decisión al gobierno entrante. Esto puede ser entendido como una chicana política, y ciertamente lo es, pero como bien decimos es política y no financiera. Lo cierto es que decretar una suba de tarifas a tres meses de empezado el año no es un cambio sustancial, pero sí denuncia la postura histórica de los ahora gobernantes, que sistemáticamente dijeron sin pausa que la situación de las empresas públicas posibilitaba una rebaja de aquellas. Resulta que el gobierno entrante tuvo que entrar en franca contradicción con su discurso de campaña de modo grosero e inocultable. Ahora resulta que se sostiene que esta suba es por debajo de los costos de funcionamiento, cuando se repitió durante años que las subas que imponía el gobierno saliente (que eran claramente más moderadas) eran por encima de ese costo y sólo tenían una finalidad recaudatoria. Así es como todo cambia una vez que se está o se sale del gobierno.
De todos modos, ahora nos encontramos con una pared de hormigón, que es el freno de la economía global provocada por el Covid-19. Esto va a traer múltiples consecuencias en los meses próximos, incluso cuando se salga de la crisis. Crisis dura y severa que esperemos logre sortearse de modo digno y sin dejar gente por el camino, sin duda va a dejar un país nuevo en un mundo nuevo. Entre estas consecuencias, seguramente veremos una revalorización del rol de Estado y de las alianzas internacionales. Del modo que las piezas parecen encajarse, todo indica que hay que darle la razón a los gobiernos de Frente Amplio en decisiones claves que se tomaron. Resta saber cómo reaccionará el nuevo gobierno ante la emergencia y la posterior reconstrucción. Esperemos que no caiga el meteorito.

Tarifas por Cristina De Armas
Hasta el día viernes 13 de marzo el gran tema a discutir en el país era el aumento de tarifas que propuso el nuevo gobierno para los Entes a partir de abril. Un 10% de UTE se hacía demasiado y anunciado a principios de marzo suponía una lenta dosificación del golpe al bolsillo, sumado a OSE, ANTEL y la baja en los descuentos por pago con débito. No sabíamos que al día siguiente nada más, conoceríamos a una devota de las pieles que nos pondría en cuarentena. Hoy martes 17 nadie habla de tarifas y ni siquiera es seguro que lo propuesto será efectivamente lo que se aplique, nuestra realidad varía día a día y en lo económico ya se anticipa que las cosas no están ni estarán mejor. Sin embargo, se aplique o no ese aumento, en ese momento podemos hablar del tema desde lo político. En los primeros días de marzo el nuevo director de la OPP solicitó a los directorios de los Entes UTE, OSE y ANTEL un informe económico sobre cada Ente para sobre él determinar el aumento de tarifas. Es evidente que si el informe llegaba desde los directorios con mayoría frenteamplistas al presentar la suba de tarifas el nuevo gobierno diría que el FA está de acuerdo con tal aumento o que es un aumento aplicado por el directorio actuante cuya renovación se ha votado recién en el día de hoy en el senado. El gobierno del Frente Amplio no subió las tarifas en enero. En un principio el nuevo gobierno del Partido Nacional decía que el Frente Amplio no podía hacer eso; sin embargo y como el propio presidente Pou reconoció en vivo en un programa de Canal 12, no recordaba que en el mes de junio el Frente Amplio había anticipado públicamente que no habría aumento de tarifas en enero por parte de su gobierno, esa misma fue la respuesta de cada presidente de cada directorio de entes al director de la OPP; somos un directorio del gobierno anterior, nuestro gobierno decidió no aumentar tarifas y nosotros no sabemos lo que el nuevo gobierno quiere hacer, no pasaremos informe y si no está de acuerdo ponemos nuestros cargos a disposición. Destituirlos hubiese sido una maniobra política muy riesgosa, de mucho peso. La decisión la tomó entonces el nuevo gobierno del Partido Nacional y el anuncio lo enfrentó a la población, en especial cuando anunció que el costo de los combustibles no aumentaría en claro beneficio a sectores productivos del campo, sectores que el mismo día en que asumió el nuevo presidente reconocía que es a quienes debe su presidencia y de cuya gente nutrió sus ministerios. No está mal, pero es real. Se ha dicho que el nuevo presidente viola una promesa de campaña y lo hace porque el gobierno anterior había avisado que no aumentaría las tarifas, ¿es creíble que ni él ni nadie de su equipo económico financiero lo supiera? ¿nadie? No es creíble o sería terrible de creer. Si ésta suba o cualquier otra que se pueda implementar reactivará la economía o nos sumirá en la recesión hoy es imposible siquiera de intentar adivinar, con la actual situación de emergencia sanitaria que enfrenta el país y que el gobierno ha enfrentado con medidas en las que no ha dudado, parece claro – y así ha intentado hacerlo saber el ex presidente Sanguinetti -, que la situación económica pasada la emergencia será por lo menos complicada. Al día de hoy las tarifas no son la noticia, la noticia es que el sistema político todo está actuando con responsabilidad para enfrentar la situación sanitaria en que nos encontramos. Cuando la emergencia pase, veremos números, ahora vemos personas y descansamos de política porque ni siquiera sabemos si tendremos elecciones departamentales. Ahora, responsabilidad y solidaridad. Salimos entre todos.

¡Como si ajustar fuera el problema! por Rodrigo da Oliveira
Hace una semana atrás el tema dominante de la discusión pública era el ajuste de tarifas. Eso, solo una semana atrás. Junto, sí, a eso cuasi raro que veíamos viendo de China y esos países alejados, y que recién cuando italianos y españoles empezaron a caer, pusimos en un segundo plano, pero con recaudos, nada que alterara la paz de la aldea ni nuestro ritmo cansino. Hubieron de actualizarse las tarifas públicas el 1ro de enero. Sí. ¿Qué más da?
A nadie importa ya, una realidad rápida y demoledora nos vino a poner en vilo, también lentamente, todo sea dicho. Deberemos ajustar tarifas por inflación, seguramente. Pero ello ocurrirá entre dolores mucho más agudos, entre una pandemia que sin ser letal para muchos en lo sanitario será fulminante para la mayoría, en lo económico, familiar, laboral y como sociedad.
The Walking Dead es una serie televisiva muy bien hecha, que comenzamos a mirar por nuestro gusto por los zombies y trivialidades por el estilo, de las que acompañaban las horas muertas. En ella, un hecho fortuito hizo que lo que se conocía como nuestra sociedad actual y sus variantes, cayera. Y de la peor manera, sin dar tiempo a precaverse, a tomar resguardo y lo que es peor, sin tener a donde huir. Salvando las distancias, estamos en nuestro The Walking Dead. Lo que no pudieron los marxistas en 100 años lo puso en tela de juicio una gripe…venida de la misma China que iba abandonando esos mismo principios marxistas para abrazar al capitalismo.
Deberemos ajustar las tarifas públicas, posiblemente. Deberemos ajustarnos a nosotros mismos, luego de ver en qué queda la base económica que nos regía hasta hace una semana y que se verá conmocionada hasta sus cimientos. Sin dudas dicho capitalismo será también el sistema que nos sacará de esto, antes temprano que tarde.
El desabastecimiento comienza a verse en la vieja Europa, de la mano de un consumo desenfrenado en la primer etapa de la crisis devenida del Covid19 y una incapacidad de respuesta del sistema, dada por las características de terapéutica del virus, aislamiento forzoso mediante y problemas de producción y distribución devenidos de dicha reclusión obligatoria y necesaria para desactivar su mayor expansión. Deberemos rever todo, desde la forma hasta el fondo.
Pero la iniciativa individual, la inventiva, el interés y la capacidad de cada uno también se han visto y se verán desarrolladas por crisis como esta.
Nadie querrá estar en el lugar de aquellos que fueron elegidos para morir, por falta de hotelería sanitaria, equipamiento hospitalario o similares.
Las aplicaciones en salud generadas en esta contingencia para teléfonos móviles son muestra de ello.
El mismo desabastecimiento provocado por las compras indiscriminadas generó una gran ola de rechazo por parte de un gran sector de la población. Podemos llevar eso mismo a los medicamentos o a la atención en salud. ¿Deberemos ajustar las tarifas? Es seguro, aunque tampoco importa.
Luego de lamer nuestras heridas, de volver a pararnos y enfrentar lo que venga, aunque a hoy mismo desconozcamos el alcance y la profundidad de la crisis venidera. Pero, según dicen los chinos, las crisis son oportunidades. Que así sea.

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