José Díaz, fundador del Frente Amplio: No quedé conforme con lo que hicimos en los tres gobiernos
Fue uno de los primeros entrevistados cuando era Ministro del Interior, allá por el 2005, y nos pareció que era hora de volver a charlar con él sobre los cincuenta años del FA, que lo tuvo como protagonista de primera línea. Con sus lúcidos 89 años es un referente ineludible para los frentistas del siglo XXI.
Por Alfredo García / Fotos Rodrigo López
¿Naciste en Tupambaé?
Sí, pero terminé la escuela e hice el liceo en Batlle y Ordóñez, de donde era la familia de mi madre, los Chávez. La familia de papá vino directamente de España. Papá había nacido en Islas Canarias. O sea que soy hijo de españoles y de una criolla.
¿Eran muchos hermanos?
Papá enviudó y después se casó con mamá. Por la primera tanda fueron catorce hermanos, y después, con mamá, cuatro más. Soy el número dieciocho, el menor. Hijo de un español que vino a poblar el país.
Y lo pobló, sin duda.
Lo pobló al Uruguay. Papá nació en 1870, en el año en que nació Lenin. Y mamá estuvo más cerca de nacer el mismo año que José Carlos Mariátegui, el marxista latinoamericano por excelencia.
¿Cuándo viniste a Montevideo?
Vine a hacer preparatorios. Ya ahí empecé en la actividad gremial estudiantil. Teníamos asociación, y ya en primer año de liceo me eligieron delegado. Ahí me fui haciendo un socialista silvestre, sin mayores fundamentos, pero con una gran sensibilidad social. Ya empezaba a darme cuenta de la injusticia social. Estuve en el primer congreso de la Federación de Estudiantes del Interior, en 1948, en Mercedes. Al año siguiente vine a Montevideo a hacer preparatorios, y me encontré con algunos compañeros, ya de izquierda, y me enrolé en la FEI, y de ahí pasé a la FEUU. En el 49 empecé a integrar el consejo general de la FEUU, por la Federación de Estudiantes del Interior, de la cual fui secretario general tiempo después. Desde el 49 estuve vinculado con esa generación, la de Carlevaro, Hugo Villar y otros.
Viviste toda la lucha por la ley orgánica.
Pero antes otra movida, en el 51, la de la lucha por la autonomía de la Universidad. Ahí sacamos los actuales artículos de la Constitución, en una reforma que se venía contra la Universidad. Nos levantamos en huelga general en todo el país. La FEI tenía cerca de medio centenar de asociaciones estudiantiles en el interior. Imaginá lo que nos costó armar esa huelga. Hicimos dos convenciones nacionales de estudiantes aquí en Montevideo. Armamos esa huelga en defensa de la autonomía. En el proceso de discusión de la ley de reforma constitucional metimos esos artículos que están ahora, que son los que han defendido a la Universidad contra viento y marea, incluso en la época de la dictadura, que no se animaron a tocar la autonomía y tampoco la ley orgánica. La pisotearon, como pisotearon toda la Constitución y las leyes, pero la ley orgánica ahí quedó, y los artículos de la Constitución ahí están todavía. Pero vas a ver que, en cualquier momento, si le pueden hincar el diente, lo van a hacer.
¿Cuándo llegás al Partido Socialista?
Yo hacía preparatorios en el liceo nocturno y tenía que laburar para estudiar, y ya me pescaron. Ahí me incorporé a las juventudes socialistas, en la época de Sendic, Chifflet y toda esa gente. Milité más en el movimiento estudiantil que en las juventudes. Demoré bastante en afiliarme al Partido, porque en el periodo anterior a mi incorporación a Montevideo se había expulsado al grupo del Pepe D’Elia, la Agrupación Socialista del Uruguay (ASU). Y ellos me decían: “Flaco, no te afilies al Partido porque te van a echar, con las ideas que tenés”. Como una vez dijo Chifflet bromeando, estuve matrereando durante un tiempo. Me afilié en el 54. “Si te metés, con las ideas que tenés, te va a echar don Emilio”, me decía. Como una vez dijo Sendic, “Frugoni aprieta el acelerador, pero Cardozo y Cassinoni no le responden”.
Viviste el proceso de la Unión Popular con Erro.
Claro. No fui candidato, curiosamente. Ya era miembro del Comité Ejecutivo del Partido. Tiempo después tuve que agarrar la secretaria general por una triple crisis partidaria, de la que nos costó levantar al Partido. Entré en el 65 y en el 67 nos declararon fuera de la ley con el pachecato. Tuvimos que hacer toda la patriada de recuperación de Partido, utilizando todos los medios que teníamos en aquel entonces. Nos cerraron El Sol y al mes sacamos el semanario Izquierda, que tenía como sublema “nacional y popular”. Lo de Pacheco no era una ilegalización dura. Incluso hicimos un acto público en el Palacio Sudamérica con el nombre “Movimiento de Izquierda Nacional”, invitando parlamentarios de Argentina y Chile, socialistas, claro, que vinieron a apoyarnos. Utilizamos todas las herramientas que en aquel momento se tenían. No fuimos partidarios de la lucha armada, como el MLN, como el otro grupo de socialistas, con Sendic, que creyeron que ese camino era el conveniente. Aunque no cambiaron las ideas, porque siguieron siendo socialistas, y el aprecio nuestro hacia ellos nunca se deterioró, pero obviamente se tuvieron que ir.
No podían estar en la doble militancia.
O en la doble disciplina, como le decíamos antes. Se fueron a fines del 66. Dejaron pasar las elecciones del 66, que fueron durísimas para nosotros, porque recién estábamos saliendo de la crisis, la crisis de Frugoni, la crisis del MLN y la crisis del MUSP (Movimiento de Unificación Socialista Proletario), un grupo juvenil bastante importante en el Partido, que se fue en el 65. Hubo que enfrentar esa triple crisis, y la ilegalización del Partido un año y pico después, con locales cerrados y demás. El semanario lo mantuvimos. Nos cerraron Izquierda y sacamos El Oriental. Pero había que mantener la estructura, y crecer en el movimiento obrero y estudiantil. Creamos brigadas socialistas, como les llamábamos. Los centros socialistas fueron todos cerrados por el pachecato, pero nos fuimos arreglando en los sindicatos, en las facultades, en las fábricas. Hicimos un trabajo bestial de recuperación de la presencia socialista en el movimiento social, que en aquella época eran la FEUU y el movimiento obrero. Trabajamos por la unidad, por una central única, como decíamos en aquella época, muy inspirados en la experiencia chilena. Los chilenos fueron precursores de la central única y de la unidad popular.
¿Hasta cuándo estuviste en la secretaría general?
Del 65 hasta el 72. Siete años, básicamente en la clandestinidad. En la prensa decían: “El ex secretario general del Partido Socialista”. Me llamaban como ex, pero yo seguía siendo el secretario general. Me dediqué al Partido 100%. Dejé la vida en esos años.
El Partido Socialista ha sido la partera de la izquierda uruguaya. Todos los grupos, más o menos, salieron de ahí.
Ahí hay un problema sobre el que en algún momento escribiría. Sobre por qué la gente arraiga tan poco en el Partido Socialista. Mirá que esto viene del fondo de la historia del Partido. No es de la época nuestra, viene de muy atrás. Diez años después de la fundación del Partido se produce la escisión del Partido Comunista, que gana el congreso y cambia el nombre del partido, atendiendo a las veintiuna condiciones de Lenin. Y Frugoni se mantuvo en sus trece, y empezó una nueva etapa de gran enfrentamiento entre socialistas y comunistas, hasta la dictadura de Terra, que no duró tanto, pero fueron diez años de enfrentamiento. La dictadura de Terra nos volvió a encontrar en trincheras similares contra la dictadura, y en el 38 los comunistas votaron a Frugoni a la presidencia de la República. Después ya vinieron los años siguientes, donde sobre todo a través del movimiento obrero empezamos a trabajar juntos por la unidad sindical, lo que a comienzos de los sesenta llevó a las experiencias del FIDEL (Frente Izquierda de Liberación) y Unión Popular, la que fue un fracaso. Diez años después creamos el Frente Amplio, haciendo bastantes sacrificios. El Frente Amplio se fundó el 5 de febrero del 71, y hasta diciembre del 70 estábamos trabajando por el Frente, pero fuera de la ley. Ahí sobre todo el Partido Demócrata Cristiano tenía su interés en que el Partido Socialista se incorporara también, porque les quedaba muy grande la alianza con el Partido Comunista. En Europa, en la Internacional Democristiana, el hecho de que estuviera el Partido Socialista, por más que no éramos miembros de la Internacional, con la que habíamos roto a fines de los cincuenta, de cualquier manera, éramos un Partido Socialista distinto.
Ustedes participaron en la OLAS (Organización Latino Americana de Solidaridad).
Sí, claro. Gargano y yo fuimos los delegados. Ahí los uruguayos hicimos cambios en la declaración final. Cuando volví del exilio Luis Hierro sacó un informe que hice público, que estaba publicado en un folleto a nombre del Partido sobre la OLAS, y me leía unos parrafitos de la declaración, pero se olvidaba que la declaración incluía aquellos países que todavía no tenían condiciones para la lucha armada porque tenían abierto el camino democrático y tenían que seguir transitando por ahí. De eso se olvidaba. Los chilenos y nosotros estábamos en una situación distinta a El Salvador o Nicaragua, o incluso a Venezuela, que en aquel entonces tenía guerrillas y demás.
El propio Che lo había advertido acá.
Sí, claro. Lo había dicho con toda claridad. Nosotros, mientras tuviéramos espacio para la lucha democrática, no lo íbamos a desaprovechar. Eso lo tuvimos siempre claro. Tuvimos también desviaciones infantiles, en aquella época. Estando fuera de la ley se daban todas las discusiones. Estaba el triunfo de la Revolución Cubana, además, y el surgimiento del MLN, después. Todo eso enredó la madeja, o perturbó las aguas de la izquierda, digamos. No se podía mirar para el costado de esa realidad.
¿Cuánto pesó Vivián Trías en el Partido?
Ideológicamente pesó mucho. Desde el punto de vista político, como conductor político, pesó menos. Sin haber llegado a lo de Tabaré o Sendic, que eran muy refractarios a la vida orgánica, no se caracterizó por ser un cuadro dentro de la estructura. Fue secretario general, de cualquier manera, para sustituir a Frugoni, cuando le ganamos las elecciones internas al grupo que encabezaba don Emilio. El candidato clavado que teníamos era Trías, y fue electo secretario general, y estuvo hasta la crisis de la Unión Popular, cuando renuncia, por sentirse responsable del fracaso. Renunció a la secretaría general y entró Cardozo, que estuvo dos o tres años, y seguí yo, desde el 65. Me gané el choclo del pachecato.
Te comiste la ilegalización.
Sí, y con las tres crisis sucesivas que tuvimos. El Partido quedó en ruinas. Pintábamos clandestinamente la consigna “El PS vive y lucha”.
Para marcar presencia.
Era lo poco que podíamos hacer, reconstituir la Juventud Socialista. Con el MUSP habíamos quedado muy flacos. Hubo que reorganizar el Partido en la clandestinidad, sin locales abiertos, sin posibilidades de actos públicos, hasta que inventamos el Movimiento de Izquierda Nacional, y ahí empezamos a hacer actividad pública. Pacheco se mantuvo en el molde. Ya tenía mucha presión de los herreristas, de los blancos independientes y del propio Jorge Batlle, que decía que no se podía hacer una elección con el Partido Socialista ilegalizado. Lo escribieron en Acción, en El Debate. Era fulero que el Uruguay se mandara una elección con el Partido Socialista fuera de la ley. No les cuadraba bien.
¿Cómo tomaste lo que se hizo con Vivian Trías con respecto a la cuestión del espionaje?
Es una campaña urdida por un sector bolsonarista de Brasil, para joder a la izquierda brasileña. En esa búsqueda de documentos secretos de la inteligencia checoslovaca se empezaron a preguntar que quién era ese, que escribía tanto. Lo que hacía Trías, para una agencia que se llamaba ALA, la Agencia Latinoamericana, una agencia de noticias norteamericana. Trías colaboró con artículos, y como periodista. Lo habían echado del liceo y estaba haciendo lo que podía para vivir. Hacía artículos. Era un escritor muy fluido, muy conocedor de montones de cosas de país, de la región y del mundo. Y también les habrá vendido artículos a los checos, y quizás a alguna otra embajada. Para eso están las embajadas, para recoger información de gente informada. También los checos hablaron con Gros Espiell y con Glauco Segovia. Los dos estuvieron colaborando. Pero hablar de un agente o espía de los checos es una fábula total y absoluta. Escribía sus opiniones. Y si había un tipo de la embajada checa al que le parecía bien mandar las opiniones de Trías, pues las mandaba y se las pagaba.
¿Cuándo empiezan los contactos para el Frente Amplio?
Surgió en los setenta. Vamos a recapitular un poco. En el 62 se dieron las dos experiencias, UP y FIDEL. La UP se rompe porque Erro no cumplió con lo pactado. Sacamos menos votos que solos como partido, antes tuvimos treinta y cinco mil votos, y en el 62, con la UP, sacamos veintiocho mil. Quedamos sin representación parlamentaria. Cuatro años después vienen las elecciones del 66, y ahí creamos la mesa de unidad, con todos los sectores de la izquierda, y no llegamos a un acuerdo sobre cómo comparecer unidos. Estaba ya la posición de ir con un lema funcional a la unidad. Se había pensado en el partido de Quijano, el Partido Demócrata de Quijano, y la otra alternativa era utilizar la posibilidad constitucional de hacer una alianza entre los sectores con una misma tradición histórica en común, lo que nos hubiera permitido hacer una alianza entre socialistas y comunistas, y conseguir adeptos por esa alianza. Pero al final no nos pusimos de acuerdo. Ya en el 70, cuando venían las elecciones del 71, sobre todo en el senado, pero también fuera, en el movimiento social, se empezó a gestar la idea del frente único. Creo que el nombre lo propusieron los democristianos, Frente Amplio. Surgió una comisión de personalidades a favor del Frente Amplio. Se empezaron a generar ya incluso comités de base, antes del 5 de febrero del 71. Llegamos a un acuerdo central en torno a las bases constitutivas del Frente Amplio. Fui uno de los firmantes, uno de los sobrevivientes de aquella reunión del 5 de febrero del 71. Ahí firmamos la declaración constitutiva. Ya nos habíamos puesto de acuerdo en que Seregni sería el candidato a la presidencia. La reunión se hizo entre seis representantes de cada uno de los sectores que acordaban crear el Frente Amplio, que eran unos cuantos, y no solo la izquierda clásica, el Partido Comunista más el FIDEL, el Partido Socialista más el Movimiento Socialista, el PDC, que se anticipó con un acuerdo con Michelini y Alba Roballo, creando el Frente del Pueblo. Erro no estuvo en la constitución del Frente, se integró después. Ahí anduvo el viejo, manipulando, hasta que se dio cuenta que no tenía más remedio que integrarse al Frente, unos meses después. Los tupas crearon el Movimiento 26 de marzo para formar parte del esfuerzo, por más que ellos seguían en sus trece, en su línea política estratégica, pero vieron con simpatía la creación del Frente, como no podía ser de otra manera. En agosto o setiembre del año 70 me metieron preso.
¿Por qué?
Por asociación para delinquir. Fijate vos. Como estaba en un partido ilícito, ahí me ensartaron. Y ahí, en Punta Carretas, me encontré con la tanda mayor del MLN. Les pedí una reunión para explicarles en qué estábamos con el Frente Amplio, para saber qué iban a hacer ellos, y para pedirles que no hicieran las barbaridades que había hecho la guerrilla en Venezuela, por ejemplo, en aquel tiempo, que se metieron contra la campaña electoral y hacían atentados. Me confirmaron que no iban a hacer nada de eso y que iban a ver cómo podían colaborar.
¿Cuánto tiempo estuviste preso?
Un mes, más o menos. Estando preso ganó Allende las elecciones en Chile, que yo vaticiné. “Cómo sabe José de Chile”, decían. Pasa que teníamos un compañero que se había casado con una chilena y se había ido a vivir allá, un buen militante socialista. Yo mantenía correspondencia con él y él me iba dando todos los detalles del proceso electoral en Chile, y me había advertido que en la primera etapa no íbamos a ganar, pero sí en la segunda con los votos del campesinado, que estaba con la Unidad Popular chilena. Y efectivamente fue lo que ocurrió. La noche anterior yo hice ese vaticinio. Todos estábamos prendidos a la Spica.
¿Quién trae a Seregni al Frente, quién es el contacto?
Creo que el más importante fue Zelmar Michelini. No te olvides que Seregni venía del batllismo. Eran muy amigos. Zelmar tenía muchos vínculos con los militares; no te olvides que el Ejército fue básicamente colorado, hasta que después se fueron incorporando también los blancos. Pero en las patriadas del siglo XIX eran todos colorados, era un ejército colorado. De cualquier forma, Seregni tuvo también buena relación con el Partido Comunista.
¿Por qué razón?
En la controversia histórica entre blancos y colorados, la izquierda fue más bien probatllista, con Emilio Frugoni, junto a Batlle, cuando ingresa al Parlamento la coalición liberal-socialista, encabezada por el Dr. Pedro Díaz, con Frugoni como segundo, en el año 1910. Ahí votaron la segunda presidencia de Batlle y Ordóñez. Y los comunistas siguieron esa línea más cercana al Partido Colorado y al batllismo. Y nosotros, en la etapa ulterior a Emilio, cuando empezaron a prevalecer las ideas de izquierda nacional, latinoamericana, de patria grande y demás, ahí, sobre todo por el tema de la Segunda Guerra Mundial, donde los blancos fueron terceristas –“Ni los rubios del norte ni los amarillos del este”, dijo Herrera–, con un tercerismo nacionalista, mientras que el nuestro era un tercerismo como el de Quijano, de izquierda, anticapitalista, antiimperialista, sobre todo. Nosotros estábamos más en la otra tradición nacionalista del país. Me parece que Seregni se sentía más cómodo con las ideas del Partido Comunista que con las nuestras, manteniendo siempre una actitud de distancia adecuada para tener un liderazgo bien apoyado desde el comienzo por todos los sectores. Se ganó la simpatía y la confianza de todos nosotros. Pacheco fue un poco partero del Frente, también. Ayudó al desprendimiento de blancos y colorados de sus partidos, como Zelmar, Roballo, Rodríguez Camusso, Erro. El autoritarismo de Pacheco desentonaba con la tradición democrática de los propios partidos tradicionales. Antes del Frente, Seregni pidió la baja por el enfrentamiento con el pachecato. Ahí hubo un proyecto de un grupo de senadores colorados, donde estaban Zelmar, Roballo, Segovia y demás, que querían formar un nuevo sublema dentro del partido, con Seregni de candidato. Por lo que yo recuerdo, por el antimilitarismo, que también está en la tradición nuestra –ni curas ni milicos–, Vasconcellos vetó a Seregni, y eso fue lo que generó la desavenencia dentro de ese proyecto, que finalmente no cuajó. Al no cuajar ese proyecto, eso llevó a que la Roballo y Michelini resolvieran crear el Frente Amplio junto con el resto de la izquierda uruguaya, independiente también.
O sea que Vasconcellos también empujó, indirectamente, sin saberlo.
Sí, claro. El tono autoritario y represor de Pacheco no encajaba con una tradición liberal y democrática de los sectores de los partidos tradicionales. Que también tenían corrientes autoritarias, y hasta fueron profascistas, en muchos de los dirigentes blancos y colorados en la previa y durante la Segunda Guerra Mundial. Porque no fue solo Herrera el que tuvo simpatías de ese tipo. También hubo dirigentes colorados que las tuvieron. Y no solo los riveristas, sino también los colorados independientes y dentro del batllismo. Los Terra venían del batllismo.
Eso no hay que olvidarlo.
Y que el golpe del 73 lo dio Bordaberry, que era de prosapia reaccionaria y más bien blanca, pero que había sido candidato colorado. Lo sacaron presidente los colorados, no los blancos.
¿Qué relación tenía Seregni con los tupas? ¿Cómo la viviste?
Seregni, como militar que era, militar progresista, de gran cultura, un humanista, como Pedro Montañés y Pedro Aguerre, nuestros coroneles socialistas, no creía, como tampoco los socialistas y comunistas, en la línea político-estratégica del MLN. Obviamente él estuvo en contra, y fue el que articuló la línea de ser una fuerza pacífica y pacificadora. Pacífica en el sentido de que seguíamos el camino democrático para la lucha por el gobierno; y que, por otro lado, estábamos en contra de la violencia, sin creer, obviamente, ni en aquel tiempo ni ahora, en la doctrina de los dos demonios de la derecha uruguaya. Ni hablar. Pero todavía con el Frente Amplio armado se seguían sucediendo episodios de la táctica del MLN, con atentados y secuestros y todo eso. Por más que yo soy de la teoría de Real de Azúa de que el MLN no logró constituirse en guerrilla, sino que fue una nueva fuerza política con armas. Y con las armas hacían cosas, pero nunca tuvieron el rango de una fuerza guerrillera que disputara espacios territoriales a los gobiernos. Lo de Pando tal vez fue un intento, pero ya sabés lo que duró. Fue un fiasco total. En cambio, otras guerrillas se metían en el monte y tenían zonas liberadas. Los argelinos tampoco tenían espacios concretos, pero con el apoyo del pueblo árabe tenían zonas donde solo ellos mandaban. Eso nunca ocurrió acá, donde teníamos un ejército con casi un siglo de tradición institucional reconocida. No era la Guardia Nacional de Somoza, o la de Batista. Era un ejército instalado, después de una guerra civil, en la que Batlle hizo mucho para mejorar la fuerza y el domino militar del territorio.
¿Cómo se toma el resultado de las elecciones del 71?
La verdad es que había expectativa, pero más centrada en que podíamos ganar Montevideo. A nivel nacional ningún dirigente del Frente pensaba en que íbamos a ganar, aunque hicieron una campaña feroz, violenta, con atentados con nuestros comités de base y un atentado contra el propio Seregni, y contra casas de compañeros. Al secretario de finanzas del Frente, que era un primo hermano mío y compañero del Partido Socialista, Raúl Díaz Romero, le pusieron una bomba en la casa, que no le mató una nieta de casualidad. No teníamos la idea de que íbamos a ganar a nivel nacional, pero sí en Montevideo. Y salimos segunda fuerza, no anduvimos tan lejos. Montevideo siempre fue el primer paso que sabíamos que íbamos a dar, como finalmente ocurrió. Puede ser que la militancia del Frente, con los actos que hacíamos, sobre todo en la zona metropolitana, teníamos grandes movilizaciones que nadie era capaz de hacer. Pero en el interior, hermano, estaba muy lejos. En Cerro Chato la derecha disolvió la manifestación de un acto del Frente. En Batlle y Ordóñez, donde yo hablé en el acto de arranque de la campaña del Frente en aquel pueblo, se cortaba el aire con cuchillo. Había un enfrentamiento y un encono de la gente contra el Frente. Tuvimos un leve crecimiento con respecto al voto de la izquierda histórica, de socialistas, comunistas y democristianos, en el 71, con un 5% más de votos que la sumatoria de esos tres partidos. Acá en Montevideo sí fue importante el salto, y salimos segundos. Les ganamos a los blancos. Si bien a nivel nacional apenas alcanzamos el 20%, quedando lejos todavía de blancos y colorados, ya el coágulo del bipartidismo del 90% o más de los votos para blancos y colorados se quebró. Y esa fue una hazaña, que a pesar del golpe cívico-militar nos dio una base de sustento que nos permitió atravesar el desierto de la dictadura cívico-militar, y volver, y en tres elecciones sucesivas llegar a ser la primera fuerza política del país, la que seguimos siendo. Es una hazaña la del Frente Amplio, que sin duda es la mayor y más perdurable experiencia de unidad popular no solo en el Uruguay, sino en la región, en América Latina y, si me apurás, te digo que también del mundo. No hay otra experiencia de unidad tan amplia y tan perdurable como la del Frente Amplio.
¿Cuándo te fuiste al exilio?
En los primeros días del 74. Me aguanté los dos golpes. Yo hablo siempre de dos golpes, el del 73, en febrero, que fue el inicial; y el del 27 de junio, que fue el definitivo. Me aguanté hasta fines del 73, cuando me metieron preso. Te acordás que hacia noviembre del 73 hubo una escalada represiva contra la CNT y contra la Universidad, y con la disolución de los partidos llamados marxistas dentro del Frente Amplio. Ahí volvimos a pasar a la ilegalidad. Ahí me metieron preso, porque los milicos creían que yo seguía siendo el secretario general. Pero en el 72 el congreso del partido votó al compañero Ramón Martínez Guarino, que me sustituyó.
Y te fuiste a España en el 74, entonces.
Los primeros días del 74. Yo estaba preso en la Escuela de Armas y Servicios, con Félix Díaz, el Rengo Viera, entre otros. Era una tropa ahí. Yo pensé que me llevaban preso como abogado de los sindicatos, porque estaba la lucha por el aguinaldo, y yo asesoraba como a quince sindicatos. Yo estaba viviendo en mi casa, en dictadura, pero tratando de mantener la vida lo más legal posible. Cuando me llevaron, pensé que me llevaban como abogado de los sindicatos. Pero los milicos estaban con las fichas medio atrasadas. Me llevaron preso y pensé que si salía de esa no me agarraban, porque ya no podía ser abogado en la clandestinidad, y ya en los propios sindicatos decían: “José es macanudo pero está más preso que nosotros”. Antes de estos golpes del 73, a mí me metían preso cada vez que se les ocurría. En el 70 estuve un mes y pico preso en Punta Carretas, pero dos por tres me llevaban preso. Me tenían de franco ligador. No tenía la posibilidad de seguir siendo abogado, no solo de los sindicatos sino de los clientes particulares que tenía, porque dos por tres me pintaban una pared. Yo tenía un apartamento en la calle Convención, a la altura de Canelones, con unas compañeras que eran socias, y pintaban el muro: “Abogado tupamaro”, y los compañeros del comité de base, a mi pedido y cada vez que se enteraban, iban y lo tapaban con cal. Pero lo más grave es que entraban los milicos y me hacían allanamiento del estudio, y ponían contra la pared a la gente que estaba en la sala de espera.
¿Qué cliente vas a mantener en esas circunstancias?
Yo me di cuenta que me tenía que ir. No tenía posibilidad de seguir ni en la militancia legal, donde estaba demasiado fichado, ni tampoco como abogado. Rajé para Argentina, donde tenía muchos amigos y muchos años de conexión con la realidad de allá. Me ayudaron pila, la solidaridad de los argentinos con nosotros y con el Frente Amplio fue absoluta y total. Peronistas, radicales, el Partido Intransigente de Oscar Alende, y ni que hablar los partidos Socialista y Comunista. Fue de una solidaridad impresionante, y nos ayudaron lo que no te imaginás. A veces le decía a Gargano que estábamos consiguiéndole trabajo a algún tira, porque claro, venían allí y no preguntabas de dónde venís, qué pensás. Era un exiliado, y lo ayudábamos a cara de perro. ¡Qué te ibas a poner a investigar en Buenos Aires quién era quién! Había que ayudar y chau.
Y recalás en España en la época de la muerte de Franco.
Curiosamente en el 75, el año en que murió Franco, en enero pasé por Barcelona. Ahí estaba mi hermana, que era maestra, inspectora de escuela y huelguista. La persiguieron y al final resolvió irse a Barcelona. Fui a comienzos del 75, al segundo tribunal Russell. Al primero había ido Zelmar. Lo volvieron a invitar y él dijo que fuera yo, que él ya había ido. Al final me embarqué, y estuve en el Russell que se hizo en Bruselas. Al volver pasé por Barcelona, a ver cómo estaba mi hermana. Ahí todavía estaba Franco. Me hicieron un reportaje en El Diario de Barcelona, y yo le dije al periodista que no me hiciera preguntas que me pudieran meter preso. Me dijo que no, que, si yo hablaba de socialismo y del Russell, el franquismo eso no lo perseguía. No hablé del PSOE o del Partido Comunista, porque por eso sí te podían generar problemas. Pero me dijo que de socialismo podía hablar tranquilo. Le di un reportaje como si fuese un socialista abierto y confeso. O sea que en el comienzo del 75 todavía vivía Franco, pero la realidad del franquismo era decadente. Ya había mucha tolerancia en la vida pública, en el caso de Barcelona, a donde fui ya con algunas relaciones de socialistas y de gente de izquierda. El viejo se muere a fines de ese año. “Vine yo y se cayó Franco”, decía yo. Me hacía el vanidoso, para jorobarlos a ellos. Pero se murió.
Se fue desde la cama.
Y de esto no me di cuenta en los ocho años en que estuve en Barcelona, pero el franquismo dejó una herencia, que la ves ahora, con el neofranquismo galopante que hay en España, parte de un proceso de derechización del mundo y sobre todo en Europa, con el avance, otra vez, de los movimientos autoritarios, filofascistas y demás. Pero en España la verdad es que Franco dejó una huella muy honda, una sociología franquista que es la que da base doctrinaria y muy conservadora a una parte muy importante de la opinión pública española de hoy. Fijate en Cataluña, con toda la fuerza del movimiento independentista, en las elecciones están voto a voto entre independentistas y españolistas. No es changa lo que quedó del franquismo, es una huella muy profunda, que, en el 76, cuando finalmente rajo de Argentina después del golpe militar, no se veía. Cuando me fui ya había convalidado el título, ya tenía un estudio montado en Morón, donde trabajaba. Azucena Berrutti me fue a visitar allá y después comentaba acá: “La primera vez que vi a José hacer de abogado”. Yo ya era más político que abogado. “Ahora te dedicás a la profesión”, me decía y se reía.
¿Cómo fue el regreso tuyo?
Al partido lo desproscribieron a fines de julio, por ahí. Yo estaba en plenas vacaciones, en agosto, justamente donde nació mi padre, en Palma de Gran Canaria. Le había dicho a Ana, mi señora, que íbamos a ir a los pagos de papá porque ese iba a ser el último año que íbamos a estar ahí. Ya en el año 83, después de un seminario que organizaron los socialistas de Perú, cuando me vine a Buenos Aires, donde ya estaba Alfonsín, y nos reunimos con Cardoso y otros compañeros. Con la información que nos dieron, fui a Barcelona con la idea de que la dictadura ya se estaba cayendo. Pensé que iban a venir las elecciones, que iban a ganar los blancos o los colorados y que nos iban a desproscribir, ganara Wilson o Sanguinetti, que no iban a permitir que hubiera partidos proscritos. Y la propia dictadura nos desproscribió. Y en setiembre el Partido hizo un gran acto en el Palacio Peñarol, y ya desproscripto, tuvo que elegir la lista de candidatos para presentar a la Corte Electoral. Me eligieron primer candidato a diputado por Montevideo, y a Gargano segundo candidato al senado. Era más complicado que él pudiera ser electo en primera vuelta. El primer candidato, obviamente, era José Pedro Cardoso. Trías había muerto. Primero eligieron a Chifflet, que era mucho mejor candidato que yo, pero no quiso agarrar, y entonces entré yo, que era segundo. Me llamaron por teléfono. Yo estaba en la casa de un compatriota, de apellido Sanguinetti. Me llamaron los compañeros de Barcelona para decirme que estaban llamando de Montevideo. Muchos del exilio eran candidatos y se tenían que volver a hacer campaña electoral.
¿Así no más?
Me agarré flor de calentura, tener que dar la trucha de golpe y porrazo después de diez años. Cosa que nunca había hecho, llamé a Cardoso para protestar. “Usted tendrá razón, José”, me dijo, “Pero no hay vuelta, usted ya está presentado en la Corte Electoral. Vuelva a Barcelona lo antes que pueda y arregle sus problemas”. Yo era abogado, y tenía estudio y clientela en Barcelona, y no era fácil venirme, no podía dejar los asuntos en el aire, tenía que conseguir colegas que me los siguieran. Pero en setiembre llegamos un grupo, en un mismo avión, con Gargano y Melgarejo. Un lote de ocho o diez. Y al día siguiente empezamos a mitinear. Era bastante complicado, sobre todo para mí, que era primer candidato por Montevideo. De todos lados me pedían, y a veces hablaba en ocho o diez actos en un día. Me quedé sin voz. En el acto final del Partido me tuve que tomar una pastillita para recuperarme, y hablé, pero a los tirones, porque tenía muy poca voz.
Y saliste diputado.
Sí, claro. Yo fui bastante refractario a la primera fila, a las candidaturas. Zafé de candidaturas en el Partido de múltiples maneras. Fui candidato de la UP, por ejemplo, en un momento en que el Partido creía que iba a sacar varios diputados. Ahí argumenté que me faltaban dos materias y que me quería recibir, que hacía diez años que estaba en la facultad y que eso me pesaba mucho, y que me dejaran terminar. Y estaban las ambiciones propias de la gente, aunque en ese tiempo no había las ambiciones de ahora. No hubo problema. Me insistieron, sobre todo Sendic y Trías, que me decían que tenía que ser yo, que tenía cualidades para ser parlamentario. Los convencí de que me dejaran terminar la carrera. Hice militancia por la UP, incluso tuve una polémica con El Popular sobre la unidad. No fui candidato, pero…
Jugaste un rol.
Jugué un rol. Todavía era el secretario general.
Cuando volvés del exilio, después de las elecciones, como que pasás a un segundo plano dentro del Partido Socialista.
Te referís a la inmediata posdictadura. Fui parlamentario, y me di cuenta que era incompatible ser parlamentario y ejercer bien el cargo siendo dirigente partidario. Así y todo, fui el secretario de relaciones internacionales del Partido, y a través de ese departamento creamos en Montevideo, en el 86, la Coordinación Socialista Latinoamericana, para la que me eligieron primer secretario general, lo que me quitaba mucho tiempo para la actividad parlamentaria. Y en el año 90, en el congreso, me paré y dije que no quería ser más candidato. Me llamó Cardoso, me pidió por favor que otra vez agarrara y agarré, por el último período. Le dije que le iba a decir que sí porque era él, pero que no me llamara otra vez, “Porque soy canario y soy porfiado”. Fui diputado del 90 al 95 y me dediqué solo al Parlamento. Renuncié al Comité Central y al Ejecutivo. En un congreso me tuve que bancar la oposición y la ira de mis compañeros, que no querían saber de nada con que dejara el Parlamento. Pero me mantuve firme, y ya no fui más candidato en las elecciones siguientes. Cuando Tabaré entra en la intendencia hice mi última patriada en el Parlamento, que vaya si trabajé en la defensa del gobierno de Tabaré. Nos interpusieron como doce recursos contra decretos y ordenanzas de la Intendencia. Me dediqué mucho a defender a Tabaré y solo al Parlamento. Ahí dejé la dirección del Partido. Había ingresado a fines de los cincuenta al Comité Ejecutivo, y en el 90 ya tenía treinta años en esos andares militantes.
Hablame de Tabaré. Tuviste una relación bastante cercana con él.
Lo conocí en el exilio, a raíz de unos trabajitos tan lindos que hacía Hugo Alfaro, ya no me acuerdo en qué semanario. No era Brecha, todavía. Él había hecho una o dos notas sobre La Teja y el papel de Tabaré ahí. Ahí lo conocí, por la crónica de Hugo Alfaro. Cuando vine acá, en el primer congreso extraordinario que hicimos, en el mismo año 84, Tabaré hizo una ponencia sobre socialismo y deporte, fijate vos. Claro, él venía de ese mundo, había sacado a Progreso de allá abajo y creo que ya en el 84 salió campeón uruguayo. Tenía ya versación y sobre todo praxis en el mundo deportivo, e hizo una ponencia espléndida, con un discurso fantástico. Ahí me entusiasmé y empecé a hablar con médicos y otros allegados a Tabaré, para conocerlo bien. Y me pareció un tipazo. En las elecciones del 89 yo lo propuse primer candidato al senado. Yo me quería borrar de la primera candidatura. Ahí estuvimos con Couriel, con Astori. Y finalmente creo que salió electo segundo candidato al senado, y cuando finalmente lo elegimos candidato a intendente él renuncia a la candidatura al senado para ser candidato único del Frente.
¿Cómo surgió su candidatura?
El tema de la candidatura de él fue así. Te acordás que el primer candidato a intendente que tuvimos en la posdictadura fue Arana. En ese primer período se nos va el PDC y se nos va, sobre todo, la 99 de Batalla. Nosotros creíamos que era importante mantener cierta continuidad, por más que volvía Seregni a la candidatura presidencial con Danilo. Y que era importante que por lo menos quedara Arana entre las primeras figuras del Frente. Trabajamos para que él fuera candidato a intendente. Finalmente, no aceptó. Vino a mi casa el día en que teníamos reunido al Comité Central del Partido y yo lo apreté. Me dijo que no, lo estaban llamando de la prensa y que informaría que no iba a ser candidato. Le pregunté quién podía ser, entonces. “¡Ah, yo qué sé!”, me dijo, y se desparramó en el sofá. Le pregunté qué le parecía Tabaré. “Ese es el candidato”, me dijo, “Ese es el mejor que tenemos”. Me preguntó si lo dejaba proponer, y le dije que hiciera lo que quisiera, que yo no era quién para decir lo que tenía que hacer. Y lo largó, lo cual para nosotros era lo mejor, porque era un independiente, y el anterior candidato a la intendencia. En la interna del Frente había otros candidatos. Estaba Pérez Pérez, por ejemplo, y otros más. Claro, cuando se tiró Tabaré por Arana, fue rápidamente elegido como candidato del Frente. O sea que tuve esa participación, porque yo, en el segundo período posdictadura dejé la secretaría internacional pero agarré la de relaciones nacionales. Entonces, claro, yo estaba en todas las conversas de los armados de listas, en primera fila, por razones del cargo. Ese fue mi último período, en la intendencia de Tabaré, con Azucena como secretaria general, que tuvo mucho que ver con la muy buena intendencia de Tabaré. Azucena fue un cuadro central.
Tabaré te apreciaba mucho, porque te llevó de ministro.
Tabaré y algún otro amigo de Tabaré, que jorobaba con eso. Siempre tuve la ilusión de que fuera Daniel Díaz Mainard, pero se nos enfermó. Y después el otro en quien había pensado era Abelenda, que se acercaba mucho a la temática y era un cuadrazo. Habría sido una dupla espectacular. Yo les decía que los ayudaba, pero que yo ya estaba en la Fundación Trías, en la parte académica de la izquierda, y que ya había abandonado la actividad pública. No quería agarrar, y fue lo que le dije a Tabaré cuando me llama y me dice que yo tenía que ser el ministro del Interior, en setiembre de 2004. Estaba convencido de que ganábamos en primera vuelta, y había empezado a armar su gabinete. Al principio le dije que no, que yo era viejo, que tenía setenta y pico de años, que tenía la teoría de que a los setenta había que dejar los cargos de representación pública. Pero le dije que a él no le podía decir que no, que había dicho que sí a la propuesta de la intendencia, saliendo del mundo de la academia. A los pocos días, luego de reflexionar, le dije que aceptaba, pero por dos años, y que cuando cumpliera setenta y cinco no me iba a ver ni en pedo. Y, efectivamente, cuando enero cumplí setenta y cinco años, y fui y le dije que el primero de marzo de 2007 presentaba la renuncia. Me pidió que me aguantara otro año, le dije que no, que no me quedaba un año más. Yo me había enfermado, me había agarrado estrés y había estado muy jodido en el 2006. Volví, me hicieron una segunda interpelación, pero en 2007 presenté la renuncia el primero de marzo. Ahí fue que Tabaré seleccionó a Daisy primero y a Jorge Bruni después, que fueron los dos ministros del Interior que tuvimos en el primer gobierno del Frente.
Mirando la perspectiva de los tres gobiernos frentistas, ¿qué conclusión sacás?
Creo que hicimos unos buenos gobiernos, pero sin llegar a la categoría de gobierno de izquierda como uno hubiera querido. Reconozco las dificultades de aquel tiempo, dada la relación de fuerzas que teníamos, para hacer muchas más cosas. Pero no quedé conforme con lo que hicimos en estos tres gobiernos. Tendríamos que haber avanzado mucho más en temas como el de la vivienda, por ejemplo. Nos quedamos con los centenares de asentamientos sin resolver. La reforma tributaria, que fue buena, dejó gente que gana mucho dinero sin aportar una tasa del impuesto a la renta como correspondía. En política internacional estuvimos flaqueando, a un paso de firmar el TLC con Estados Unidos, que, gracias a la firmeza de muchos de nosotros, y especialmente de Gargano, que era el canciller, se logró evitar. Pero la política exterior nuestra, con políticas antiimperialistas como hubiéramos podido tener, quedó muy en suave.
¿Cómo debería haber sido?
No digo una política antiimperialista tipo Cuba o Venezuela, porque el Uruguay es otro país, con otra tradición, pero sí con más firmeza. Tabaré no pudo haber hecho lo que hizo con el tema del gobierno argentino, con Estados Unidos y demás. De lo cual yo me enteré cuando después de haber sido él presidente, en una charla en un colegio del Opus Dei, cercano a mi casa, les comentó a los estudiantes lo que él había les planteado a Condolezza Rice, primero, y después a Estados Unidos. Una barbaridad, que no tenía ni siquiera sentido realista, que es algo que Tabaré siempre manejó tan bien. Podía haber habido un atentado en Río Negro, alguna cosa de ese tipo, pero no una invasión de Argentina. Los argentinos quieren más a Uruguay que a cualquier otro país, y más que nosotros a ellos.
¿Es impensable una invasión?
Es una barbaridad pensar eso, y sobre todo pensar que Estados Unidos nos pudiera ayudar. Sería como ayudó Estados Unidos a la Argentina en las Malvinas, apoyando a Inglaterra. Y así otras cosas que no me parecieron bien, como la política en materia de vivienda, en política internacional, en política tributaria. El país se nos extranjerizó. No tomamos medidas contra la concentración de la riqueza. Se distribuyó mejor el ingreso, pero la riqueza siguió creciendo cada vez en menos manos, y en manos de corporaciones extranjeras. Ahí no tuvimos una política de izquierda. No hablo de salir con el fusil a matar gringos, pero de eso a lo que hicimos hay mucha distancia. Alguna vez en alguna ponencia en un seminario hace unos años dije que habíamos tenido un gobierno que había sido elegido por la izquierda pero que había gobernado por el centro.
¿Cómo es eso?
De traer el centro a la izquierda, la izquierda se había corrido al centro. Esa es mi teoría, y sigo pensando eso. Nos corrimos al centro, e hicimos muy poco por ganar al centro hacia la izquierda. Y así nos fue: finalmente el centro no nos votó en el año 2019, y nos quedamos sin ese respaldo y perdimos. No perdimos por tanto, vamos a entendernos. Nos hicieron una campaña recontra sucia, la coalición de derecha, que en vez de multicolor habría que llamar cívico-militar. Una campaña totalmente sucia, mentirosa, demonizando todo lo bueno que había hecho el Frente Amplio. Y no tuvimos un relato diferente con el cual enfrentarlos, no supimos defender lo que hicimos, que, te repito, no fue lo que yo hubiera querido. Yo hice lo que pude, traté de hacer un Ministerio del Interior de izquierda. Tomé muchas medidas que solo la izquierda podía tomar, desde la ley de humanización hasta el permitir que hubiera sindicatos policiales. Quiero ver si hubiéramos logrado eso si yo no hubiera sido ministro. Pero para mí era de cajón que la Policía pudiera tener sindicatos, protestar y defender sus intereses en el presupuesto y en la vida misma, en cuestiones de trabajo y de sueldo. Y vaya si el Frente trabajó en favor de la Policía. Y el tema de la defensa de las ocupaciones. Cuando vino el primer período de desocupar a un gremio había un decretito totalmente ilegal e inconstitucional que permitía a la Policía desocupar centros de estudios y de trabajo. Y yo dije que si no había orden judicial no había desocupación. Si para un ocupante precario de una casa del Cerro se requiere un juicio, ¿cómo se va a desalojar a los trabajadores de sus puestos de trabajo sin que intervenga la Justicia? Y ahí me paré. Hice un montón de cosas que la derecha no me iba a tolerar, pero yo era de izquierda y no iba a gobernar con criterios de derecha. Otros compañeros, como Gargano, dieron la pelea como nunca. Por eso lo odiaban tanto.
Administramos el capitalismo, en definitiva. Fuimos funcionales al sistema.
Bueno, no lo diría con tanta contundencia. No gobernamos como dirigentes de izquierda, digamos. La derecha va al gobierno y los dirigentes se instalan y al poco tiempo destrozan lo que nosotros cuidadosa y cautelosamente hicimos en quince años. ¿Eso qué te dice? Que las clases dominantes del Uruguay, que se creen los dueños del país, van al gobierno y gobiernan. Nosotros fuimos al gobierno de manera timorata. No es que abandonamos nuestros programas y nuestra manera de pensar y actuar, pero lo hicimos con mucho temor. No nos pusimos como clase gobernante, digamos. No solo porque el poder económico y mediático quedó en manos de la derecha, sino porque no supimos o no pudimos hacer un gobierno firme, implantado. No para hacer disparates, sino para hacer cosas en sintonía con la gente y gobernar con el pueblo, y que el pueblo gobernara con nosotros. Ahí fallamos como izquierda. Teniendo grandes compañeros, grandes gobernantes, grandes ministros.
Hubo una diferencia grande entre el primer y el segundo gobierno de Tabaré.
Sí. El primer gobierno apuntó más hacia el cambio, y luego vino una especie de erosión de todo ese esfuerzo, y terminamos complicados. También los problemas de edad y salud de Tabaré conspiraron. Y no porque el Pepe haya sido un lujo.
Hay que pensar en el gobierno del Pepe, también.
Claro. La política central, la económica, la social, no varió mayormente con el Pepe.
No hubo un vuelco a la izquierda, como se pensaba que podía haber.
Él le dejó al mismo equipo el mando de la economía.
Se mantuvo durante todos los quince años. El gobierno se comió al partido, también.
Esa es otra realidad que sufrimos. No supimos mantener al partido, al Frente Amplio como fuerza política, en su lugar. Ahí el gobierno absorbió los principales cuadros del Frente y no tuvimos capacidad de resolver ese tema. Esa es una consecuencia muy clara. Aparte de por no satisfacer lo que mucha gente pensaba que el Frente tenía que hacer. Eso generó mucho malestar. Arrancamos con una campaña electoral muy abajo, y luego estuvo la levantada impresionante del balotaje, pero fue una levantada totalmente de abajo, no fue orgánica.
Fue la propia gente que tomó el tema.
Que se rebeló ante la inminencia de que la derecha ganara el gobierno. Por poco no volvimos a ganar, nos faltó muy poco.
¿Fue mal elegido Daniel?
No fue un factor determinante. Creo que Daniel no dio con el tipo, vamos a decir. La Intendencia lo comió mucho y no fue lo preparado que tendría que haber ido, más allá de todas sus virtudes y de su muy buen gobierno departamental. Esas son las paradojas que sobre todo la gente en el exterior no entiende: cómo, luego de tres gobiernos como los del Frente, se puede perder una elección. Es contra natura, digamos. Un gobierno con los avances y éxitos del Frente no podía perder. Y la otra paradoja es que con el tremendo gobierno departamental que había hecho Daniel, no fuera electo presidente de la República.
¿Qué hacemos con el Frente de aquí en más? Está como medio desnorteado, le cuesta asumir el nuevo rol de oposición.
Es natural. Tiempo al tiempo. Creo que está en plena etapa autocrítica. Se están reconociendo muchas cosas con afán de superar esa realidad. Estamos con un cambio muy fuerte en la conducción, porque nuestros tres mayores líderes ya no van a participar como candidatos. Tabaré se nos acaba de morir, Pepe y Danilo ya tienen muchos años. Eso quiere decir que tenemos que tener una nueva conducción en el Frente y nuevas fórmulas para la presidencia y las intendencias en todo el país. Hay un esfuerzo de reconstrucción y de superación de nuestros errores, de nuestras deficiencias, para volver al gobierno con una experiencia que no ha sido poca, y sobre todo metiéndole más fuerza, siendo una fuerza gobernante más a la altura de lo que el pueblo frenteamplista programa y diseña que tenemos que llevar adelante.
El país ha cambiado.
No es el mismo país del 71. No es el mismo país del primer gobierno de Sanguinetti posdictadura. El país ha cambiado, ha cambiado para bien. Vamos a ver hasta dónde llega el retroceso del actual gobierno. Venimos en bajada. Una cosa fantástica que hizo el gobierno del Frente fue la reforma de la salud, la del Sistema Nacional Integrado de Salud y el FONASA. Es muy difícil, lo van a tocar y lo van a jorobar, pero es muy difícil cambiarlo, sobre todo con el éxito de la política sanitaria, uno de cuyos pilares fue el sistema de salud. Es muy difícil que lo cambien. Pero en otras cosas ya ves que en la Ley de Urgente Consideración las han cambiado en muy poco tiempo, haciendo retroceder el país. El salario real, las jubilaciones, etc. El país viene para abajo. Es muy difícil prever hasta dónde llegarán, pero el Frente tiene que partir de la realidad y armar un fuerte relato político que tenga en cuenta sus tres gobiernos, y sacar una buena posición en este gobierno, y medidas que tengan en cuenta los requerimientos de nuestro pueblo, sin olvidar el interior, sin olvidar el movimiento social, con una verdadera articulación, respetando las autonomías de cada uno. El movimiento social ha crecido, además. Ya no es sindicato y partido, en nuestro tiempo. Ahora es un movimiento social mucho más extendido y poderoso.
Mucho más heterogéneo, también.
Más diverso. Ahí tenemos que tener una política inteligente. La izquierda tiene que ser ambientalista, feminista, tiene que ser una fuerza por la diversidad y de respeto a la gente. Tenemos que cambiar muchas cosas.
Entre los cambios en la interna del Frente, ¿tiene lógica que haya cuarenta grupos políticos?
Esa es una de las cosas que en la autocrítica se tienen que discutir y resolver. No puede ser. No hay tantas visiones en la izquierda uruguaya. Eso nos debilita enormemente. Hay que hacer un esfuerzo de integración, sobre todo en las grandes corrientes. Ahí asigno mucha importancia a la superación de la crisis del Partido Socialista y al papel que pueda cumplir. No lo digo como militante sectario, que nunca lo he sido, sino mirando al Frente. Tiene que hacer una contribución para ayudar a que el Frente avance. La corriente socialista tiene que tener más peso.
Se debilitó mucho el Partido. Mucha gente histórica se fue en el último tiempo. Está como en una crisis.
Sin duda. Pretendo que lo superemos y tengamos una propuesta integradora en torno a lo que podemos llamar la corriente plural del socialismo acá en Uruguay. Tenemos que hacer un esfuerzo de unificación y de disminución de esa cantidad enorme de grupos.
La estructura de los comités está muy debilitada, viendo lo que era y lo que es ahora.
Tengo la suerte de estar en un comité de gran actividad, el 19 de Junio, aquí en Obligado y Avenida Brasil. Es un comité que rememora el pasado del Frente. Pero tenemos que tenerla en todos, y sobre todo en el interior, donde el Frente ha quedado muy tocado. Ahí tenemos que hacer un trabajo fortísimo, con gran realismo político, y recuperar espacios y relación con la sociedad del interior.
¿Ves nuevos dirigentes surgiendo en el Frente, más allá de que sean de cualquier grupo?
Sí, creo que sí, que el Frente tiene figuras nuevas, más jóvenes. Pero no me gustaría dar nombres.
¿Ves capacidad de reciclaje?
Creo que sí, que vamos a recomponer. No sé, porque la historia no se repite, si en los niveles del triunvirato anterior. Pero creo que vamos a lograr nuevos conductores, nuevos liderazgos, como se dice ahora. Creo que sí, que el Frente tiene madera suficiente como para eso. Lo primero es hacer la autocrítica y recomponer la propuesta y el relato frenteamplista, con fuerza, con confianza. Somos la primera fuerza política y la que más capacidad tiene para gobernar el Uruguay. Eso es lo que tenemos que transmitir, y hacer de ese relato un sentido común en la mayoría de los uruguayos.
Y definir para qué se apuesta a ganar el gobierno. No es ganar porque sí.
Por eso el para qué está primero que el con quién. Evidentemente tenemos que repensarlo, porque el país ha cambiado. Y lo que va a hacer este gobierno todavía está en desarrollo.
Todavía faltan cuatro años.
Hay que ver hasta dónde llega. Articular una nueva propuesta de gobierno con un relato firme, convencido y fuerte, que dé la pelea, en el plano cultural, en el ideológico. Vos veías que los blancos y colorados siempre salían con el fierro, y nosotros andábamos haciendo equilibro por aquí y por allá, sin salir a enfrentarlos. Entonces, claro, perdimos la batalla, primero a nivel de relato, de cultura política.
Nos quedamos sin proyecto, en definitiva.
Exacto. Nos quedamos sin proyecto.
¿Sos optimista con respecto al futuro?
Sí.
El instrumento Frente Amplio sigue vigente.
Sin duda. Para bastante rato. Somos la mayor y la más perdurable fuerza política. La identidad popular es una gran conquista a la que no podemos renunciar. Sé que tenemos dificultades para mantenerla, pero creo que tenemos fuerza interior suficiente, sobre todo en las bases frenteamplistas, como para superar esta situación en la que estamos ahora.
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