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La bancarrota del holocausto Por Hoenir Sarthou

La  bancarrota del holocausto Por Hoenir Sarthou
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¿Están Israel, y el sionismo en general, dilapidando con sus acciones en Gaza el enorme capital simbólico del Holocausto?
El sionismo, como proyecto político, y el Estado de Israel como su concreción, giraron durante muchas décadas sobre un enorme capital simbólico, generado por siglos de persecución y coronado por el Holocausto de la Alemania nazi.
La fundación de Israel, pese a los conflictos que generó con otros pueblos, se benefició con un sentimiento muy difundido –y muy promocionado- de hacer justicia histórica a un pueblo perseguido y discriminado durante tantos siglos.
Desde entonces, cualquier cuestionamiento a las políticas del Estado israelí o al discurso sionista debía tener mucho cuidado para no ser catalogado como racista o incluso como pro nazi.
Los medios de prensa de todo el mundo, conscientes de esa regla no escrita, extremaban el cuidado cada vez que debían cubrir las campañas militares de Israel contra sus vecinos árabes o su desempeño como ejército de ocupación en territorios palestinos.
Esto fue así durante muchas décadas, pero, sorpresivamente, cambió en este pasado mes de octubre.
Luego de la poco verosímil sorpresa causada por la incursión de Hamas y algunos aliados en territorio israelí, la respuesta militar de Israel no ha tenido la benevolencia que habitualmente les dispensaba la prensa mundial a las acciones militares israelíes ni tampoco el silencio por el que podrían haber optado los medios.
Esta vez, los bombardeos sobre Gaza han sido informados y mostrados. Las víctimas civiles, incluidos miles de niños, son contabilizadas y difundidas, como nunca se había hecho, pese a que no es ésta la primera vez que Israel aplica en Gaza métodos de represión incompatibles con cualquier noción humanitaria.
El resultado es que, poco a poco, la opinión pública va sospechando que el ataque de Hamas, avisado además a las autoridades israelíes por servicios de seguridad de otros países, no pudo tomar por sorpresa a un sistema de inteligencia y de defensa como el de Israel. Y que la respuesta israelí es de una dureza absolutamente inaceptable, incluso, o en especial, viniendo de un pueblo que ha sufrido tantos siglos de persecución y de crímenes.
No creo equivocarme si digo que, cuando este episodio concluya, Israel y el sionismo habrán perdido gran parte de su aura de víctimas históricas y serán juzgados en forma similar a la de tantas naciones que abusan de su poderío económico y militar sobre pueblos más débiles.
La situación plantea un montón de preguntas. ¿Por qué el gobierno israelí no previno ni evitó el ataque de Hamas? ¿Por qué desata ahora una represalia indiscriminada que eriza la sensibilidad de cualquiera? ¿Por qué no cuenta con la habitual tolerancia o el silencio de la prensa internacional? ¿Y por qué parece no importarle?
Tengo una hipótesis un poco inusual que ya adelanté en un artículo anterior.
La aspiración de parte del pueblo judío de volver a ocupar sus territorios históricos existió durante muchos siglos sin ninguna chance de concretarse.
Es recién a fines del Siglo XIX, a resultas de la obra “El Estado judío”, y a la actividad febril de su autor, el periodista austrohúngaro Theodor Herzl, que el sionismo se constituye como un movimiento político, unido por el objetivo de constituir un Estado judío.
Al parecer, los primeros pasos de Herzl fueron tratar de convencer a influyentes y muy ricas familias judías de Europa, como los Rothschild, para que financiaran su proyecto. Pero no tuvo éxito. No obstante, en 1897, Herzl organiza el primer Congreso Sionista en Basilea. Y a partir de entonces la nueva organización comienza a analizar la posibilidad de comprar tierras para instalar el Estado judío en lugares como Africa e incluso Argentina.
Algo pasó desde entonces, porque en 1917, ya muerto Herzl a los 43 años de edad, el ministro de relaciones exteriores de Inglaterra, Arthur Balfour, le comunicó a Lord Lionel Rothschild -no al Congreso Sionista- que Inglaterra apoyaría la creación de un Estado judío en Palestina.
Resuelta la ubicación en Palestina, tanto la familia Rothschild como la Rockefeller y Morgan aportan financiación para el proyecto. No hay que olvidar que, a esas alturas, el petróleo se convertía en un recurso económico fundamental y que la zona elegida estaba estratégicamente situada respecto a las mayores fuentes de petróleo del mundo.
Lo que intento decir es que Israel fue la resultante de una aspiración ancestral de una parte importante del pueblo judío, posibilitada por la decisión financiera de personalidades judías muy ricas, interesadas en el petróleo pero muy bien asentadas en Europa y en los EEUU y sin la menor intención de ir a vivir en un desierto poblado por árabes hostiles. Es decir, el sionismo fue financiado por individuos que eran en realidad la negación del sionismo.
Dando un salto en el tiempo, sabemos ahora, por declaraciones de connotados dirigentes políticos israelíes, que Hamas fue financiado por Israel, con la intención de debilitar a la Autoridad Palestina e impedir la creación de un Estado palestino unificado.
Si sumamos todos esos hechos, es fácil deducir que la provocación de Hamas y la desmesurada reacción de Israel, que ha alcanzado incluso a El Líbano, se inscriben en un proceso que fácilmente puede conducir a una guerra generalizada en la región.
¿A quién le sirve esa guerra?
Claramente, no les sirve a los palestinos ni a los israelíes, ni a los países árabes vecinos, que la sufrirán si se desata.
Pero sus efectos previsibles, suba de precio del petróleo, cambios en la ecuación de poder en la región, ganancia de la industria armamentística, reestructuras políticas en los países involucrados, una situación de caos que permita la injerencia de otras potencias, como China, y que abone el discurso sobre la necesidad de reorganización del poder global, pueden tener a otros interesados, algunos de ellos, quizá, no muy distintos de quienes financiaron hace más de un siglo el proyecto sionista.
¿Esos objetivos justificarían incluso sacrificar al pueblo israelí sometiéndolo a una guerra fabricada?
Es pronto para decirlo, pero no es imposible que, en una reestructura global de la economía y del poder, el papel de Israel no sea el que ha sido hasta ahora.
Por lo pronto, el capital simbólico de los israelíes, como herederos de un pueblo perseguido, parece no ser tan importante como lo creímos durante 75 años. Si no, no estaría siendo destruido por las bombas que caen indiscriminadamente sobre Gaza.

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