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La emperatriz

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Debe haber algo en el aire.

Sí. Es la hipótesis más plausible. Quizás una bacteria vinculada a la humedad, a los bruscos cambios de temperatura. O tal vez a Ramis, que está loco aunque es alegre y por lo menos te divierte.

Ese “algo” –al que por ahora no puedo adjudicar nombre y menos un apodo, pese a que me gustaría “Pomada Jódex”- es para mí el culpable de un extraño fenómeno que está alterando los cerebros de algunas personas públicas, más precisamente representantes del gobierno, que de no sufrir esa extraña influencia no dirían lo que dicen.

La señora Carolina Cosse, ministra de Industrias, siempre maquillada como para que nadie ponga en duda la razón porque, en los corrillos, la llaman “La Emperatriz”, acaba de declarar que el acuerdo con UPM por la instalación de su segunda planta en el país, cuya gestión está derramando, dicho metafóricamente, más sangre que la batalla de Masoller –cuya primera víctima notoria ha sido el economista que lleva tan notorio apellido y que, de todos modos, posiblemente momificado, volverá al cargo que dejó reservado en el Banco Central, dando razón a la célebre frase “muerto sí, pero gil no”- podría cerrarse en veinticuatro horas (¡).

Recién luego de abanicar y recuperar a varios integrantes del equipo económico que la escuchaban, completó su idea: “Claro, eso si hubiésemos aceptado todas las condiciones reclamadas por la empresa finlandesa”.

Ah… ¿entonces era cierto, nomás? ¿Los daneses están de vivos y no quieren pagar un miserable impuesto ni dar un peso de su inversión hasta que Uruguay no aporte, con un costo de alrededor de mil millones de dólares, unas rupias dicen, la infraestructura que necesitan?

Lo extraordinario es que La Emperatriz, sin que siquiera se le agitasen sus pestañas postizas, igual se mostró optimista porque se sigue conversando y, poco a poco, hay avances que harán posible la instalación de la planta de celulosa.

Sólo por aquello de que “más vale pájaro en mano que cien volando”, “el que no llora no mama” y “la paciencia es la madre de todas las virtudes”… ¿aproximadamente cuándo ocurriría semejante acontecimiento, señora ministra? Daría la impresión de que usted ya no andaría por estos andurriales para entonces ¿no? ¡Y qué decir del pastor masón, el más entusiasta de todos en bajarse cuantos calzoncillos y calzones anden a la vuelta para que no se haga humo el proyecto!

¿Usted cree con sinceridad que a estos tipos le va a cobrar enteritos los impuestos que corresponderían? Mire, antes que conteste, le confieso por adelantado que admiro su rostro pétreo. Si la primera víctima fue Masoller, a quien los conocidos llaman El Gurhka porque siempre tiene que ser “el malo de la película”, como aquel siniestro muñeco Chucky… ¡por favor!

Igualmente, haciéndonos los pelotudos, ¿podríamos arriesgar una fecha? Qué sé yo… ¿el 2030, coincidiendo con el mundial de fútbol? Quedaría tan oportuno y coqueto… ¿Muy optimista? Bueno, en una de esas podemos correrlo para el 2050 y redondeamos mejor.

Pero, claro, ahí entra una duda, existencial más que política, que arde como si uno se hubiese sentado de culo, y en bolas, sobre unas ortigas: ¿no era en fecha un poquito más cercana, digamos unos meses y apretando, que se había dicho que necesitábamos esa inversión de cuatro mil millones de dólares desde Finlandia para que Astori pudiera seguir con sus equilibrios macros con el explosivo endeudamiento externo que tenemos y, esto destinado a la gilada, por supuesto, para disminuir el desempleo?

En fin. La Emperatriz –ayudada por gran parte del periodismo nacional, que parece una vieja desdentada porque le faltan los incisivos-, terminado su discurseo se levantó, agitó la melena rubia, ¿peluca, teñida?, y se fue a los vestuarios.

Como coordinador, ahora cara visible del bolonqui, porque el soberbio canoso se metió entre bastidores, quedó Vallcorba.

Mientras las interrogaciones y la angustia crecen, habrá que preguntarle a él.

Mire, lector, no lo quiero desesperar más. Pero, bueno, el dato se lo tengo que dar por pura honestidad intelectual. Este tipo es “el padre” de la llamada “inclusión financiera”, que ha desatado en el país uno de los más grandes despelotes que se recuerden en las últimas décadas. Peor que si el Pato Celeste se hubiera exiliado en Mallorca después de pasar a retirar intereses en el Banco República.

Está bien: no lloriquee todavía. Si quiere un poco de optimismo, piense que Vallcorba le puede encajar tarjetas del sistema financiero –que entre los gomías llamamos ñacurutuces, los búhos más sanguinarios que se conocen- a todo finlandés que se instale acá para el caso de que, aun sangrando al Estado, o sea a nosotros, se decida a levantar la inexistente pero ya famosa segunda planta de UPM.

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Antonio Pippo Tiene 58 años de trabajo en el periodismo. Ha trabajado en todos los canales de TV del país, abiertos y por cable, menos VTV; ha trabajado en casi todos los diarios, semanarios y revistas (los que se han editado y los que aún se editan en el país); ha trabajado como columnista en varias radios. Ha sido docente de comunicación en la Universidad  ORT. Ha publicado seis libros. Ha dictado charlas y conferencias en la capital y diversas ciudades del interior sobre temas de periodismo. Fue productor general y co protagonista de un espectáculo de tango que se presentó en el país durante diez años, cerrando ese extenso ciclo el año pasado.