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La ultraderecha sigue creciendo, ahora España por Marcel Lhermitte  

La ultraderecha sigue creciendo, ahora España  por Marcel Lhermitte   
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La presentadora de televisión del informativo español hablaba en catalán, pero para aquellos que no dominamos este idioma, no pasaba desapercibida la cara de sorpresa de la periodista: Vox había tenido una votación mayor de la esperada en las elecciones Andaluzas, en España, el 10,97% de los votos totales.

El pasado domingo 2 de diciembre se celebraron elecciones parlamentarias de Andalucía, y si bien el PSOE fue el más votado (27,95%), la sorpresa la constituyeron los ultraderechistas de Vox, que por primera vez en su historia consiguieron doce escaños. Además, para constituir el nuevo gobierno los progresistas no tienen los votos suficientes, por lo que puede pensarse en un cambio de signo ideológico en tierras andaluzas, luego de muchos años de administración del PSOE.

Más allá del resultado electoral local, que no es el motivo de este análisis, es sorprendente el crecimiento de los colectivos ultraderechistas en la mayoría de los países de Europa, de los cuales hasta el momento España parecía encontrarse exento.

Incluso causa estupor cuando se lee que dentro de los postulados de Vox –que no es una expresión local, sino que se presentará en toda España– se encuentran iniciativas tales como la eliminación de la ley de violencia de género, la anulación del matrimonio para personas del mismo sexo, la supresión de organismos feministas “radicales subvencionados”, la expulsión de todos los inmigrantes sin papeles, la eliminación de las autonomías, la ilegalización de partidos, el levantamiento de un muro entre Ceuta y Melilla o el cierre de mezquitas.

Uno de los líderes de Podemos, Iñigo Errejón, aseguró pocas horas después de conocerse el resultado del escrutinio, que no existen 400 mil fascistas en Andalucía, en alusión a la cantidad de votos que tuvo Vox –en las elecciones pasadas había tenido 18 mil votos–.

Paralelamente, periodistas de Antena 3 hicieron entrevistas en las mismas calles de Almería, uno de los principales bastiones del grupo ultraderechista. Allí les preguntaban a los votantes de Vox por qué se habían decidido por este colectivo, a lo que la mayoría de las personas afirmaban que era necesario que haya un “cambio”.

Pero cuando se les informaba de las propuestas de Vox los mismos entrevistados mostraban desconocimiento absoluto con las iniciativas y afirmaban no estar de acuerdo con las mismas, tildándolas de “salvajadas” o asegurando que no volverían a votar a un grupo así.

No existe una investigación científica que nos demuestre qué porcentaje de personas votaron con desconocimiento de las propuestas en Andalucía, incluso las entrevistas de Antena 3 son un buen insumo pero carecen de valor real si queremos conocer a ciencia cierta el sentir de la opinión pública.

Sí queda de manifiesto que las ultraderechas crecen en Europa y que resurgen en América Latina, como es el caso de Bolsonaro en Brasil y los efectos colaterales de contagio que pueda generar en otros países.

También se prende una luz de alerta, que ya está dejando de ser amarilla y parece ir camino hacia la roja, por lo que es tarea de los que se consideran defensores de los derechos humanos –progresistas y conservadores por igual– asumir el compromiso de enfrentar, desde el plano político y electoral, estos “renovados” fenómenos.

La responsabilidad de que haya ciudadanos mal informados a la hora de votar no es de la ultraderecha, no es de Bolsonaro ni de Vox, es de aquellas opciones políticas y candidatos que se han alejado de la ciudadanía, de los que han preferido las cálidas cúpulas de poder y de quienes no han valorado la importancia de hacer una campaña electoral acorde a los tiempos que vivimos.

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