La Universidad en debate: Markarian versus Arim
La semana pasada se realizó en la Facultad de Ciencias Sociales el primer debate entre los candidatos a rector de la Udelar. Consideramos que la temática tratada trasciende al ámbito universitario por aquella frase de que “La Universidad es el país” y por ese motivo transcribimos los elementos centrales de las posturas de Roberto Markarian y Rodrigo Arim.
Rodrigo Arim
Antes que nada quiero agradecer a todos los colectivos de la Facultad de Ciencias Sociales, primer servicio universitario que realiza un evento de esta naturaleza. Estoy convencido que solamente en el intercambio abierto de discusión programática transparente y en confrontación de ideas la Universidad va a ser capaz de transformarse a sí misma en una agenda, que también será definida entre todos. Esto es una tarea colectiva que nos atañe a todos quienes tenemos un vínculo con la institución, y a quienes tenemos responsabilidades en la institución como parte integrante de los órganos de cogobierno. ¿Por qué acepté este desafío, de ser candidato al cargo de rector? Creo que para que la Universidad formule en el largo plazo los proyectos de transformación ambiciosos y coherentes que necesitamos, y requiere tener una institución abierta. Solamente a partir de la deliberación democrática, vamos a ser capaces de construir una hoja de ruta. No va a haber unanimidades, pero tiene que haber procesos de toma de decisiones que sean democráticos y que nos lleven a transformar esta institución. Es por eso que en realidad estoy aquí. Otros me convencieron de que era una buena idea conglomerar voluntades detrás de este proceso de discusión. Tuve serias dudas; creo que eso es bastante conocido: hasta el año pasado estaba convencido de que no era una buena idea aceptar una candidatura de rector, y este año, fundamentalmente, un conjunto importante de universitarios me convenció de que valía la pena plantear ámbitos de discusión de esta naturaleza, y fui cambiando mi tonalidad con respecto a la pertinencia de mi candidatura. Entiendo que los procesos de elección de un rector son una excelente excusa democrática para conglomerar voluntades que nos permitan transformarnos como institución. Sin voluntades y sin entusiasmos que permitan construir una agenda de aquí al futuro, difícilmente la Universidad de la República pueda alcanzar los estándares de calidad y de democratización en el acceso a la enseñanza. ¿Qué Universidad me imagino? Me imagino una Universidad que profundice su vocación democrática y republicana y que reconozca su papel específico como principal difusor de formación a nivel superior. Somos el 80% de la enseñanza a nivel superior en el país, y somos entre el 70 y el 80% de la investigación que el país tiene, y por lo tanto tenemos una dimensión específica y una obligación peculiar, y que nos separan de otras instituciones. Tenemos que promover la generalización y democratización en la educación superior, y tenemos que hacerlo de una manera abierta, en vínculo con la sociedad, porque no somos una entidad autárquica sino autónoma. Tenemos que ser capaces de no aceptar discursos autocomplacientes en nuestras aulas ni en los ámbitos de cogobierno. Tenemos que discutir democráticamente. Tenemos que evaluarnos una y otra vez, y crear protocolos en donde nos evaluemos, y en cada uno de los programas que desarrollemos seamos capaces de reasignar recursos y obligaciones, y construir caminos que nos lleven a cumplir nuestros objetivos institucionales. Tenemos que ser una Universidad dinámica, capaz de transformarse sin desgarrarse, y que construya la unión universitaria a la que todos pertenecemos, diversa y respetuosa, con una formación de alto nivel para todos los uruguayos que acceden a la institución. Tenemos que ser también efectivos en crear una carrera docente, fundamentalmente para los jóvenes, que sea rica y fructífera, donde a partir de lo que es el desarrollo de una vocación aporten a la construcción de un conocimiento que es de toda la sociedad. Se vienen años complejos, donde las tensiones presupuestales van a ser duras en los próximos dos años. Tenemos que estar en condiciones de discutir y procesar programáticamente una propuesta de ley presupuestal para los próximos quinquenios, que a la vez sea elaborada en forma concomitante con procesos de transformación institucional, como, por ejemplo, la ley orgánica, que es hoy una obligación que tenemos que analizar.
Roberto Markarian
Van a empezar discusiones hasta octubre, por el sistema de votación. Sobre el porqué acepté, ya lo describí con cierto detalle en el documento que presenté: mi experiencia, que parece ser la de los rectores anteriores, indica que un período de cuatro años es breve para concretar muchas de las metas que los equipos se proponen, en particular las que significan modificar normas de comportamiento universitario y tradiciones de larga data. Las instituciones son organismos conservadores en todo el mundo, no solamente en nuestro país. Les cuesta cambiar. En nuestro país es muy descentralizada en cuanto a la capacidad que tienen los servicios de hacer cosas que no son controladas en forma central, por lo cual lo que pasa en los servicios, en las facultades y en el interior son cosas que suceden allí y sobre las cuales no hay capacidad de influencia, salvo en las reglamentaciones federales, en las ordenanzas, los estatutos, etc. Este es un rasgo típico de nuestra universidad y es de las cosas que habría que pensar seriamente en cambiar. En el documento que presenté introduje un capítulo dedicado a las relaciones de discusión con el mundo del trabajo, los oficios y las profesiones. Me pareció crucial proponer un aspecto relacionado con esto, y hoy, en este mundo de especialización, todo el mundo lo sabe. Me parece que es el enfoque que corresponde para que la Universidad siga siendo el país, como decía aquella famosa tapa de Marcha. Tenemos que pensar que la Universidad se construyó porque el país la construyó de esa manera. La institución universitaria fue establecida a principios del siglo pasado, en un país que necesitaba tener profesionales formados aquí, y donde se trajo gente del exterior para asesorar. Esa situación ha llevado a que tengamos la estructura que tenemos hoy. Pretender modificar esa estructura en una mera discusión interna sin tener en cuenta un buen análisis de lo que ha pasado, de por qué somos como somos y de qué pasa hoy, con una ley que tiene sesenta años, me parece una cosa ingenua. Yo no propuse cambiar la ley orgánica, como se dice por ahí, en mi rectorado actual, lean los documentos, está en último lugar, y está dicho que tenemos que preparar el modo en que vamos a discutir la ley orgánica. Tuve un rectorado con muy pocos recursos y teniendo que continuar con políticas establecidas anteriormente, porque como dije recién cuatro años son pocos para cambiar una institución de estas características. Yo me he comprometido con el cuerpo democráticamente electo a cumplir con el programa. He intentado cumplirlo sin mirar compromisos de ningún tipo. He roto con parte de los que me apoyaron y votaron, siendo ellos representantes de opiniones universitarias. Y descalificar opiniones me parece que es muy malo, porque hay que respetar a todo el mundo No quiere decir que uno haya bajado bandera. Lo dije cuando tomé el cargo: me comprometí con lo que presenté y a nadie le he entregado nada para ocupar este cargo.
¿Cuáles son los principios que consideran vigentes de la reforma de Córdoba, y cómo habría que adecuar la ley orgánica para que la Universidad los viva a pleno en estos tiempos?
Roberto Markarian
La reforma de Córdoba fue hace cien años, los conmemoramos ahora. Yo participé en las conmemoraciones en la ciudad de Córdoba. Me parece que dieron la manifestación de que cuando uno quiere hacer cosas y sabe lo que hacer, lo logra. Esa es la gran enseñanza de Córdoba. Lo cierto es que la voluntad de cambiar y de enfrentar a un régimen que contradecía los principios que tenían los estudiantes en ese momento creo que es la principal enseñanza que deberíamos tratar de promover. La reforma se refirió a una universidad que no existe hoy. Hace muchos años que no existe. Era para otra universidad, en particular en Córdoba y otras ciudades de Argentina. Nuestro movimiento fue diez años antes, como todo el mundo sabe, la participación estudiantil la estableció la ley votada en 1908. Lo cierto es que los principios que caracterizaron la reforma, muchos de ellos muy válidos, son principios que hay que analizar a la luz del mundo que tenemos hoy. Como dije al principio, la Universidad es el país, y el país no es el de 1908 ni el de 1958, sino el de este nuevo siglo. Por lo tanto hay que pensar en el cogobierno, en la autonomía, en la gratuidad. Gratuidad, cuidado, que eso no estaba en los principios de Córdoba pero todo el mundo lo agrega porque queda bien. Pero creer que Córdoba nos dará la respuesta para cambiar la ley orgánica creo que es un error. Es una simplificación de los problemas. La madurez que hay que tener para analizar los problemas del mundo de hoy en primer lugar nos obliga a saber las razones que hicieron de la ley orgánica lo que es hoy. La ley fue concebida en los años treinta, no en los años cincuenta, que fue cuando se aprobó, y fue aprobada en medio de grandes luchas. Es un rasgo que creo que se está olvidando cuando se piensa que se trata de escribir la ley “y chau y vamo’ arriba”. Lograr un movimiento que contenga los elementos protestatarios de combate, como en el 58, que eran los del 18, eso hay que ver si se logra en estos tiempos donde el modo de pensar las cosas y de juntarse la gente ha cambiado tan radicalmente. Me pregunto: ¿qué habría sido del 68 en Uruguay con teléfonos celulares? Yo participé organizando todo tipo de cosas, y claramente habría trabajado en condiciones totalmente diferentes. Si se cree que el teléfono celular no modifica el modo en cómo nos informamos, creamos opiniones y por lo tanto influimos en la plataforma democrática, se está en un error muy importante. Hay que ver cómo se concibió esa ley con estructuras gremiales muy poderosas atrás, que hoy son mucho más débiles, eso lo vemos los que estamos ejerciendo cargos de decisión. ¿En esa situación, el modelo que hay que aplicar sigue siendo aquel, con Consejos Centrales por servicios, sucediendo que, además, el conocimiento se abre de forma totalmente distinta? A principios del siglo pasado lo que el país se vio obligado a hacer fue formar ingenieros, contadores y lo que fuera. Eso es lo que se precisaba en aquel entonces. Y decididamente creer que en este mundo tan cambiado todo tiene que ser igual que aquello, considero que es una perspectiva de corto plazo.
Rodrigo Arim
Comparto con el rector que hacer cualquier traslado crítico de la reforma de Córdoba al Uruguay de 2018 es, por lo menos, un anacronismo por no darle otro calificativo. Pero sí creo que hay un conjunto de principios que es válido pensarlos desde una mirada histórica, principios que hacen a la universidad pública y a la situación del Uruguay de hoy. Más que nunca Uruguay requiere construir una Universidad abierta, participativa, capaz de proyectarse hacia adelante y cumplir con algunos objetivos que son hoy mucho más urgentes que hace cien, o treinta años. Sin una política activa y radical desde la Universidad de la República para democratizar el acceso y permanencia de los estudiantes, difícilmente vamos a lograr estándares de desarrollo humano adecuados para este país. Y esto también está en la reforma de Córdoba, el acceso a la enseñanza superior como un bien democrático es hoy en Uruguay una decisión ineludible. Estamos muy atrasados en educación en general, y en la superior en particular. Eso requiere cambios en los planes de estudio, requiere diversificación de las trayectorias de formación, requiere oportunidades distintas y reconocer la procedencia de contextos distintos entre los estudiantes. Una universidad organizada popularmente, a partir de los servicios, donde la entrada a las carreras sea en una única dirección, es una universidad que también genera frustraciones. Por lo tanto ahí hay un espacio claro en donde la democratización implica decisiones políticas que tenemos que mantener en el tiempo. Implica también un diálogo fluido con la sociedad en general. Pero desde el punto de vista de la ley orgánica tengo un matiz importante con el rector. Efectivamente, la ley tiene sesenta años. En 1960 teníamos quince mil estudiantes; hoy solamente la Facultad de Ciencias Económicas tiene diez mil estudiantes. Tenemos un sinnúmero de servicios universitarios, que no teníamos en aquel momento. La ley orgánica establece un conjunto de mecanismos taxativos para acceder al voto en el máximo órgano de la institución, y por lo tanto tenemos algunas asimetrías importantes que es urgente atender. Que no lo hayamos logrado hacer en los últimos años no le quita urgencia al problema. Hoy tenemos servicios que votan y otros que no. Tenemos ciudadanos de primera y de segunda entre los universitarios. Eso no quiere decir que las voces no se escuchen, la voz de la Facultad de Ciencias Sociales se escucha muy fuerte en el Consejo Central, pero no está acompañada por la vocación de darles el voto. Tenemos que corregir estas asimetrías. No se puede hacer a partir de un modelo federativo. No es agregando servicios al Consejo Directivo Central sino repensando nuestra institucionalidad, repensando los procesos burocráticos de toma de decisión, en donde uno de los objetivos que tenemos que tener con ley orgánica es hacer una universidad ágil y capaz de procesar decisiones estratégicas en ámbitos centrales, y dejar en ámbitos de gestión cotidiana las decisiones que no son estratégicas. Pero el Consejo Directivo Central hoy discute temas que no deberían estar en la dirección máxima de una institución como la nuestra, con ciento veinte mil estudiantes y miles de docentes.
¿Se piensa desarrollar o implementar nuevas políticas en materia de descentralización territorial en la UdelaR?
Rodrigo Arim
Entiendo que la descentralización o el desarrollo de la Universidad en el interior es un proceso muy importante y que le agrega diversidad a la institución, que genera una institucionalidad distinta en el interior, y que impulsa la interdisciplinariedad y la creación de grupos de trabajo. Y que también tiene hoy capas institucionales distintas. Son procesos jóvenes, y eso quiere decir que son instituciones frágiles. Lo he dicho en otro momento: si a la Facultad de Ciencias Económicas le tocó la mala suerte de tener un mal decano en los últimos años, probablemente por inercia institucional, nada grave le va a suceder a la facultad. En el caso del desarrollo en el interior de la Universidad, si no tomamos decisiones y no señalamos rumbos con claridad, estamos en una situación en la que se pueden frustrar los procesos, que son incipientes pese al enorme despliegue de docentes y estudiantes que tenemos hoy en el territorio. Hay nuevos universos de estudiantes. No es exactamente un efecto desplazamiento; quienes hoy están llegando a la universidad del interior son estudiantes que no hubiesen llegado a Montevideo. Se requiere una consolidación de lo organizado, pero hay un insumo medular que no hemos desarrollado en la Universidad: la evaluación sistemática. ¿Qué programa funciona en el interior y cuál no ha funcionado? ¿Qué carreras han funcionado y cuáles no? ¿Qué dificultades tenemos desde el punto de vista pedagógico? Identificar esto implica hacer evaluaciones sistemáticas que nos aporten elementos para profundizar los procesos de descentralización. Implica también determinar con precisión cuáles son las condiciones que ameritan la transferencia de mayor autonomía hacia los centros universitarios regionales. ¿Cuáles son los requerimientos de un centro universitario regional? ¿Qué elementos debemos identificar para progresivamente ir liberando espacios de tutelaje? Generar más autonomía, incluso financiera. Esta lógica, que implica evaluar y discutir con los docentes y estudiantes que están en la experiencia que hoy estamos haciendo en el interior, tiene un proceso y no es inmediata. Tenemos que conformar un grupo que nos señale con claridad cuáles son los aspectos medulares que debemos tratar. En esta área, estoy convencido que la evaluación nos va a permitir identificar recursos para mejorar la situación que hay en el marco del desarrollo de la Universidad en interior.
Roberto Markarian
Efectivamente, tenemos que evaluar el trabajo en el interior, que es novedoso y que ha instalado procedimientos sobre los que hay que ver cuáles están bien y cuáles están mal. Voy a dar un solo dato para decir que efectivamente la evaluación hecha anteriormente era difícil: los cargos se tomaron en posesión en su mayoría entre 2016 y 2017. Eso muestra que el proceso todavía está en construcción. La edad promedio de los estudiantes cuando comenzó este crecimiento muy grande era una edad altísima, cerca de treinta años. La razón era elemental: la Universidad logró captar una cantidad de gente que había terminado secundaria y que quería hacer estudios terciarios. Esa edad promedio está bajando fuertemente, y esperamos que pronto sea igual a Montevideo. Son dos muestras de que, efectivamente, el proceso está en consolidación. Está marchando, y efectivamente ha sido un inmenso logro que eso se haya conseguido. Uno puedo discutir si hay que tener más carreras de grado importantes y dejar de lado un poco las carreras terciarias cortas, que son más vitales en el interior. Eso hay que estudiarlo. ¿Cuáles son las políticas nuevas? Es una inmensa duda. Me he llegado a preguntar si otra vez tuviéramos doscientos millones de pesos repetiríamos el proceso que se hizo anteriormente, es decir, reclutar gente que se quería ir de Montevideo, muchas veces por razones personales. Si hiciéramos ese llamado, ¿estamos seguros que tendríamos la respuesta que tuvimos hace cinco u ocho años? La situación económica del país ha cambiado radicalmente. No sabemos cuánta gente hay que quiera irse de Montevideo a trabajar al interior. Lo que está claro es que tenemos que tener unidades grandes trabajando en el interior, como sucede en Montevideo. Esa es una experiencia que hay que construir. Departamentalizar da trabajo, porque la gente prefiere trabajar en un grupo chico y autoalimentado antes que volcarse a otras cosas. Creo que las ventajas que se les dieron a los grupos para radicarse en el interior fueron muy justas, y lo acompañé con mi voto, pero corresponde que las reanalicemos, porque efectivamente esto de que los grupos reejecuten sus economías en unidades muy pequeñas es una cuestión que no se corresponde con el sistema global. Y lo otro que tenemos que hacer, como sucede en Tacuarembó, es tener residencias estudiantiles y docentes, porque no hay universidad en lugares chicos sin que la gente pueda vivir bien, para trabajar allí y quedarse.
¿Cómo trabajarían la política de posgrados, principalmente en lo vinculado a su gratuidad?
Rodrigo Arim
Cuando hablamos de posgrados no podemos pensar solamente en el acceso, sino que tenemos que pensar simultáneamente en acceso y calidad. Los diseños de la oferta de posgrados requieren conjugar simultáneamente la capacidad de mejorar el acceso que tienen los estudiantes potenciales a la oferta, manteniendo estándares de calidad que correspondan a un nivel adecuado. Esto implica aspectos que son institucionales y otros que tienen que ver con programas centrales y con decisiones que tienen que tomar los servicios. ¿Cuál es el punto de partida? La presencia de posgrados académicos y profesionales nos generan lógicas bastante complejas, porque hay posgrados que están fuertemente vinculados a la estructura de apoyo central mientras otros, por ser profesionales, dependen de los servicios o del vínculo con sectores externos. Por lo tanto, si queremos incentivar la calidad, tenemos que lograr programas, entre otras cosas porque la forma en que trabajamos desde los organismos centrales hace que haya un conjunto importante de líneas de financiamiento, que permitirían mejorar el acceso a los estudiantes pero que están vedados para los profesionales. Es el huevo o la gallina: estamos exigiendo que sea más accesible pero no mejoramos los instrumentos para ello. Hay que priorizar criterios comunes de funcionamiento, eliminando grados de discrecionalidad. Esto lo digo desde la Facultad de Ciencias Económicas: uno de los procesos más complejos y dolorosos que atravesamos en los últimos dos años tiene que ver con que en la estructura de posgrados a veces el costo de una o dos remuneraciones es entre el 25 y el 30% del costo total del posgrado. Eso es inaceptable en términos universitarios. Dicho de otra manera, un coordinador de posgrado ganaba mucho más que un docente en régimen de dedicación total, con muchas menos obligaciones. Eso son cosas que tenemos que combatir de manera sistemática, y debería estar presente en la discusión de cada uno de los servicios. Hay un problema, y es que muchos posgrados están sostenidos no por fondos presupuestales de la Universidad sino por fondos que captura en la sociedad. Si esta situación quiere evitarse, es importante que se habiliten líneas de financiamiento que les permitan a los servicios resolver estas cuestiones.
Roberto Markarian
Está claro que parece que hay que discutir y cambiar todo. Quiero aclarar que la evaluación del dinero que se transfirió a los servicios es controlado, y quiero evitar que haya confusiones sobre lo que está pasando en la Universidad. La situación de los posgrados es muy complicada. Los costos son altísimos en algunos casos, centenares de miles de pesos para una carrera de maestría o algo parecido. Eso se ha salido de los carriles normales de financiación.
Lo tengo que decir, porque el mundo abstracto es el responsable de todo esto, y también el mundo concreto, y las autoridades que aplican esas cosas. No es cosa de decir que esto pasa y que nadie tiene nada que ver. Somos nosotros los responsables de que estas cosas pasen. La gratuidad de todo el sistema de posgrados mereció un estudio muy detallado en la Facultad de Medicina, que tiene una estructura muy grande dedicada a los posgrados; donde, salvo a los extranjeros, no se cobra, y que tiene una tradición larguísima motivada en la especialización necesaria para el ejercicio de esa profesión. Ese formato no se logró establecer en ningún otro lado. Hay que decirlo tal cual. La mayoría de las carreras de posgrado son de la Facultad de Medicina. Hay centenares de especializaciones y posgrados y la razón es esa: los miles de egresados básicamente están emplazados en esa situación. No son la mayoría total pero son cerca de la mitad. Creo que ese mundo hay que tenerlo en cuenta, porque si uno mira lo que tiene alrededor y se cree que eso es el mundo total, no lo es. La Facultad de Derecho tiene una situación específica, la de Medicina otra, y las de Ingeniería y Ciencias Económicas, otra. Pretender globalizar todo eso bajo un único esquema es complicadísimo. La ordenanza que se votó en el período de Guarga trató de hacer eso, de una manera radical. Habrá que ver cómo se modifica para que no se desarme todo el sistema. Que hay que cambiarlo, hay que cambiarlo, porque tiene veinte años.
Tenemos un sistema razonablemente controlado de posgrados a todo nivel en la institución. No ha pasado gato por liebre. Y no tengan ninguna duda que hay mucho gato que quiere pasar por libre en muchas de las estructuras, y en particular en las de posgrado. Llegan filtrados, llegan controlados, y la calidad se fija ahí, y creo que es un gran mérito que se ha dado la institución. Gratuidad, estoy de acuerdo, y si se pudiera financiábamos todo con dinero propio. Ahí están los líos que tenemos: el dinero que hemos pedido para posgrados ha sido básicamente destinado a becas. Eso permitió duplicar el nivel de becas que dio la comisión de posgrados en los últimos dos años. Ha crecido enormemente el número de becas para posgrados, y eso se ha debido a que hemos tenido dinero que se ha votado en el presupuesto nacional, que dio dinero para posgrados, para algunas cosas de dedicación total y para bienestar universitario, y se acabó. Eso permitió mejorar. Creo que la política de posgrado es una política a discutir, porque es muy cambiante.
En la UdelaR existen múltiples casos de acoso laboral y sexual, y escasos recursos para su tratamiento. ¿Qué propuestas concretas plantean para el abordaje de estas situaciones que hoy se han dan a todo nivel en la Universidad?
Roberto Markarian
La institución tiene protocolos centrales para atender estas cosas, que fueron votados en 2013 y se aplicaron en 2014. Hay facultades que tienen protocolos propios. Efectivamente, hubo un período en el que hubo poco dinero para las comisiones que trabajan en esto, y esto se ha venido solucionando últimamente. Hemos llamado a cargos, se ha implementado una inversión y nos preocupa fuertemente el asunto. La Universidad ha tratado con mucha seriedad los problemas de derechos, para decirlo en términos generales. Creo importante destacar esto, porque la situación universitaria es disímil en cuanto a la media social del país en cuanto a su estructura en ese sentido ha sido bien atendida. Globalmente las cosas marchan bien. Que puede haber excepciones, las hay. Puede haber casos que no se hayan atendido debidamente. Yo no pretendo acá cuantificar el asunto, porque creo que es difícil hacer comparaciones y decir si los casos son pocos o muchos en relación al total de la masa grandísima de dieciséis mil funcionarios y ciento veinte mil estudiantes. No es fácil ver si lo que hacemos acá va con la media nacional o no, o con la media de Estados Unidos. Lo que digo es que no es un asunto explosivo en la institución, y cada vez que los temas se han planteado, se han tratado de solucionar. Hay deficiencias, no voy a decir que esto es un campo de flores, porque no lo es. Al contrario, es un campo de dificultades. Pero no hemos estado ausentes para encontrar las soluciones a estos problemas. Por lo tanto me parece muy sano que la Universidad se preocupe por esto. La sociedad está muy preocupada por esto. No está planteado en la pregunta, pero es un problema latente: tenemos problemas con el ingreso de los afrodescendientes a la Universidad. Tenemos un número deficiente de candidatos como para cumplir las cuotas que el país ha votado. Es una situación real, un problema en que uno no sabe cómo hacer para crecer. Es una preocupación nuestra, tenemos en nuestra institución la presión de los organismos nacionales de Derechos Humanos, que nos han preguntado cuál es la situación en este sentido. No estamos satisfechos con esta situación, tenemos problemas para solucionarla.
Rodrigo Arim
En primer lugar, creo que el punto de partida debe ser reconocer que el problema existe. Reconocer que la Universidad no es un ámbito impoluto donde estas prácticas patológicas a nivel social no existen. Es un proceso donde más que la prevalencia en todo caso estamos frente a un problema de visualización. Es una agenda emergente a la que hay que prestarle atención. No somos una entidad aislada de lo que sucede en otros contextos, y entiendo que la problemática es lo suficientemente seria como para que requiera respuestas institucionales claras. Podemos hablar de legislación salarial, de los problemas del techo de cristal vinculados a las mujeres en la carrera docente. En el caso de acoso tanto sexual como laboral, me acabo de enterar por el rector que se han tomado medidas al respecto. No lo sabía y me alegro. Creo que en esta área tenemos una desacumulación importante. Lo digo desde ciertas experiencias. El mecanismo implica un proceso donde los servicios deberíamos elevar con ciertos protocolos y requerimientos de confidencialidad las denuncias a un ámbito central, que debería procesar las discusiones y asesoramientos razonables para tomar medidas. La experiencia ha sido, por ejemplo, que hemos tenido situaciones de denuncia que estuvieron más de dos años en el ámbito central sin resolución. Eso es preocupante. Creo que es importante que, si tenemos un protocolo, tengamos la capacidad de cumplirlo. Esto genera otros ruidos, porque otros servicios terminan recurriendo a mecanismos propios para intentar responder a carencias que provienen del nivel central.
Ojalá que empiece a funcionar de forma aceitada a nivel central, porque eso evitaría este tipo de lógicas. En todo caso, deberían asegurar algunos elementos claves como, la celeridad en los procesos, claridad, anonimato y respeto por el denunciante. Me alegro que esto esté en proceso de resolución. Creo que como institución hemos atravesado un conjunto de dolores de cabeza importante, porque no hemos logrado responder en tiempo y forma a problemas reales. Todo lo que hacemos, incluyendo esto, siempre somos nosotros los responsables de que estas cosas pasen o no pasen. Siempre somos nosotros, en el ámbito que tiene que ver con el acoso, en el ámbito que tiene que ver con cambiar la ley orgánica, en el ámbito que tiene que ver con cómo gestionamos los recursos humanos. Esta es una institución colectiva, y por lo tanto las responsabilidades son colectivas, en todos los casos.
¿Qué solución se propone de cara a la reestructuración del Hospital de Clínicas?
Rodrigo Arim
A mi entender, la respuesta tiene tres partes. La primera, y creo que en esto no vamos a tener discrepancias con el rector, tiene que ver con tener un vínculo muy claro con el Poder Ejecutivo sobre el rol que cumple el Hospital de Clínicas en el marco del Sistema Nacional Integrado de Salud. Hoy es un vínculo que es ad hoc. Año a año se han negociado los recursos que puede traspasar ASSE al Hospital de Clínicas. Hay que definir un funcionamiento institucional que establezca con claridad qué prestaciones brinda el hospital a ASSE en particular. El otro componente es que se trata de un hospital universitario y que como tal requiere una restructura edilicia y de funcionamiento en donde tiene que haber una propuesta de la Facultad de Medicina que nos permita avanzar sistemáticamente en corregir problemas serios. Quiero también expresar que en el último período se hizo una propuesta importante de refacción arquitectónica del hospital, que es un activo que tiene hoy la Universidad. Se intentó discutir la viabilidad de financiar a través de mecanismos. El rector tuvo la valentía de plantear esto en ámbitos muy complejos en la Universidad de la República, lo que no quiere decir que estuviéramos defendiendo un mecanismo de instrumentación en particular, sino recordar el único camino que se dejó abierto. Creo que en la Universidad de la República a esta altura somos bastante escépticos acerca de que este pueda ser el camino adecuado. Lo cierto es que el hospital requiere urgentemente una reestructura edilicia. No está brindando atención en condiciones justas, y no hay recursos humanos en condiciones adecuadas, y es uno de los pocos hospitales púbicos en donde no se ha hecho una reestructura edilicia profunda. Por lo tanto, acá hay un diálogo muy importante con el Poder Ejecutivo: con sus propios recursos la Universidad de la República no va a poder encararlo de manera sistemática.
Roberto Markarian
El proceso de discusión de la llamada reestructuración es bastante más prolongado de lo que se suele comentar. Contó con el firme y decidido apoyo del aparato central de la Universidad, no solamente del rectorado sino del Consejo Central, y con el apoyo de algunos servicios especializados que colaboraron para que el estudio tuviera seriedad y nos convenciera de que podemos hacerlo. Solo voy a nombrar uno porque me parece que muchos se han olvidado: hicimos estudios costosos para estudiar si la estructura del Hospital de Clínicas soportaba la transformación que queremos hacer. El estudio demostró que el hospital no estaba muy bien en su estructura, hierros oxidados, agujeros hechos en las grandes vigas o si la cimentación estaba bien. O sea, si el hospital, que fue inaugurado en 1950 pero fue terminado bastante antes, estaba en condiciones de ser rehecho, por decirlo de alguna manera, de acuerdo con las nuevas pautas de la medicina y de la asistencia. Eso se hizo, se estudió y el resultado fue que si no vamos a querer gastar ciento veinte millones, que fue el número que se dio oportunamente, y ciento cincuenta para hacer aquello, gastar diez millones de dólares arreglando todo aquello no era mucho dinero. Lo que queríamos era que el hospital dejara de ser “de clínicas” con minúsculas. Ese es el gran cambio desde el punto de vista de lo que se quería concretar: que los dueños del hospital no fueran los profesores de las distintas especialidades uno por uno sino que fuera un hospital de exigencia global, y que los locales del edificio fueran usados las veinticuatro horas del día, y no cuatro, como resulta que los usan los profesores de otorrinolaringología, de los pulmones o del diafragma. Ahora es así, porque es el “clínicas” no con mayúscula sino con minúscula. El gran cambio es ese, ese y las nuevas tecnologías de la salud humana, que permitieron que quedaran ocho pisos libres en el hospital. Esa transformación es la clave. Intentamos más de lo que dijo Arim en financiación. Intentamos que el Poder Ejecutivo aceptara la financiación de las obras con un descuento sistemático, aplicando leyes existentes, para los aportes patronales a la seguridad social. Eso nos hubiera dado para hacerlo. La respuesta famosa de que la PPP es la única manera es respuesta negativa a ese pedido, firmado por el ministro Astori y por el ministro de Salud Pública. Los intentos posteriores dieron que era difícil hacerlo en PPP y el Consejo Central resolvió parar. Lo dije y lo reitero: siento dolor por no poder seguir con esa propuesta que elaboramos para el Hospital de Clínicas, y esa elaboración se hizo con el gran aporte del Hospital, de la Facultad de Medicina y del Consejo Central para lograr saber cómo queremos el hospital moderno. Y ese proceso debemos seguirlo porque no es un aporte solamente a la Universidad sino al país.
¿Qué políticas propondrían priorizar en caso de incremento cero en la próxima rendición presupuestal?
Roberto Markarian
Puedo decir lo que dijimos que queríamos priorizar en la actual rendición de cuentas, que sigue en trámite, y no con costo cero pero con costos muy bajos. Eso es lo que puedo decir. Y podemos priorizar algunas cosas que son costos externos y que tienen que ver con el uso de los dineros del Fondo de Solidaridad, que son dineros que van a seguir viniendo aunque nos mantengamos en cero en la rendición de cuentas. Sobre esto me extiendo brevemente. Está claro que el sistema de becas no ha sido totalmente eficaz. Hay evaluaciones negativas de algunas cosas que se han hecho con el Fondo de Solidaridad, y voy a dar un solo ejemplo: tratar de financiar actividades para materias difíciles, y el resultado no ha sido muy bueno. Las dificultades que hay en los primeros años de la vida universitaria no son solucionables ni solucionados, aparentemente, con los dineros que se invierten becando a los estudiantes de primer año. Son datos que surgen de informes recientes, y es un problema que muestra que los problemas que tenemos al ingreso de la Universidad no se arreglan solamente con dinero y que son mucho más complicados y que hacen a la estructura de la institución. Yo tengo larga experiencia en la Facultad de Ingeniería, de repetir cursos del primer y segundo semestre, anual todo eso desde hace muchos años, y las dificultades que hay para lograr cosas buenas son grandes. Luego está el dinero que entra por el adicional: más de la mitad de lo que gastamos en construcciones actualmente está financiando por el adicional del Fondo de Solidaridad. Las construcciones nuevas que estamos haciendo tienen una parte de dinero presupuestal, pero más de la mitad es dinero que ingresa por la vía del adicional. La posibilidad de usar el dinero adicional para otras finalidades no hay que cerrarla, porque el adicional tiene tres finalidades específicas en la ley que lo aprobó, que permiten usarlo no solo en construcciones. Eso es una cosa que hay que estudiar. Yo no lo he hecho. No me gusta meter versos, pero digo que esa posibilidad existe. Hay que mirarla con cuidado, pero existe. Si seguimos en esta seca, si no podemos poner funcionarios y tener gente que cuide de los lugares que creamos, habrá que ver si el destino que se le da al dinero puede ser otro. Lo digo con total sinceridad. En la seca va a haber que pensar cosas originales, no cabe la menor duda. La redistribución del aparato central de la Universidad es una gran tarea. Y digo la verdad: está claro que un segundo mandato permite hacer esto más fácilmente, porque uno no tiene que cuidar las espaldas. Ahí hay que meter mano, así dicho, con la sinceridad que tengo para cualquier cosa. Qué sale de ahí, no me animo a decirlo ahora. Cuántas extensiones de horario, o cuántos sueldos altísimos que hay que sacar, no me animo a decirlo pero me animo a decir que es un tema a discutir, no tengo ninguna duda.
Rodrigo Arim
Pensar en contrafactual con presupuesto incremental cero es un ejercicio muy complejo. Creo que como universitarios la primera respuesta que tenemos que tener es que tenemos que asumir proteger algunos programas. Eso quiere decir evitar estar atendiendo la diversidad enorme y absolutamente justificada de requerimientos que tiene la institución en toda su extensión. Es priorizar, en realidad. Creo que hay dos programas que hay que priorizar. Uno es el programa de dedicación total. Es caro pero es central para la Universidad de la República. Sin un programa de dedicación total que tenga la capacidad de absorber el flujo de nuevos docentes que quieren dedicar su vida laboral a la creación de conocimiento y a la enseñanza, difícilmente podamos tener mecanismos de renovación y de cambio académico solvente a lo largo del tiempo. Por lo tanto hay que proteger, y lo hemos protegido, y hay esfuerzos sistemáticos de la institución en donde hemos intentado evitar una lógica en donde el programa termine estando, como creo que está hoy, en una situación de desfinanciamiento profundo, donde tenemos una larga cola de docentes aprobados académicamente pero sin capacidad de la institución de sostener el ingreso efectivo al régimen de dedicación total. Esto tiene costos de largo plazo. Generaciones de docentes que no se incorporan a la institución es un costo de largo plazo que paga la institución. No tiene que ver con el caso de nadie en particular. A veces son generaciones de jóvenes formados en el país o fuera de él y que no logran tener un espacio razonable para desarrollar la investigación o la extensión. Por lo tanto tenemos que apostar a proteger el programa de dedicación total. Eso quiere decir mirar con mucha atención los recursos que se fueron liberando, para mantener un flujo. Segundo elemento: hay que proteger la enseñanza de grado. Si queremos generalizar la enseñanza superior tenemos que ser capaces de protegerla, fundamentalmente en los tramos iniciales. Tengo un matiz con el rector en cuanto a que las becas no funcionan para algunas materias en particular. Funcionan cuando se logran sostener en el tiempo y se comparan con acciones similares. A veces tiene que ver con la innovación, no solamente en los procesos sino en los contenidos y en la forma en que se imparte la enseñanza En un contexto de restricciones priorizar dos temas: enseñanza de grado focalizada en los primeros años, y régimen de dedicación total. No quiere decir que no haya otras prioridades, está claro. Estamos hablando de un escenario de incremento cero. Y tenemos que aprovechar esa mala noticia para discutir las estructuras. La funcional, la normativa, la académica, que nos permitan elaborar un potente proyecto de ley presupuestal para ser presentado al parlamento en dos años. Ahí se nos juega la vida, y mucho más que el próximo rectorado, que de hecho no va a disfrutar las bondades si nos va bien en la ley presupuestal. Es muy importante que la Universidad de la República tenga un proyecto sólido, que sea entendible y en el cual el país tenga la posibilidad de invertir. Esto requiere mucho trabajo universitario para los próximos años, en condiciones que posiblemente no van a ser las mejores.
¿Piensan que el cargo de rector es fundamentalmente un cargo académico o un cargo político?
Rodrigo Arim
Son las dos cosas, es inseparable. Es un cargo que requiere capacidad política para construir agenda institucional, pero es un cargo de conducción colectiva de una institución académica. Es inseparable, por lo tanto. No es un mecanismo de gerenciamiento, no vamos a contratar un gerente para que haga esto, pero tampoco es un cargo donde un académico que no tenga ciertas habilidades para la gestión política cotidiana debiera ocupar. Es un cargo de gestión política y académica de la principal institución académica que tiene este país.
Roberto Markarian
El cargo que tengo ahora es el primer cargo rentado en la administración universitaria que tenga. Hasta hace cuatro años solo fui profesor de la Universidad de la República. Creo que mi formación académica, tardía por razones de mi vida personal, me licencié cuando tenía cuarenta y un años, después hice todo muy rápido. Eso hizo que mi vida de gestión o conocimiento de la institución fuera previo a mi formación académica, por más que mi vida de estudio, o lo que sé de matemáticas, como me gusta decir, lo aprendí cuando tenía entre diecisiete y veintiún años. Después hice todos esos estudios que caracterizan mi vida profesional en la matemática. A la institución hay que conocerla académicamente para opinar sobre ella. Eso lo digo con total fuerza. No se puede conocer bien una institución que tiene una finalidad académica si no se está en la academia. Categóricamente. ¿Por qué? Porque la idiosincrasia de nosotros es lo que nos hace potentes, el hecho de que asumamos las responsabilidades de construir ciencia, filosofía, ciencias sociales, de saber cómo piensa la juventud, y eso se hace en la academia, en el sentido más amplio de la palabra. Y se hace conociendo en país, y teniendo los pies manchados y el cuerpo roto por haber vivido duramente nuestro país tal cual es. Creo que todo eso junto es lo que hace a un buen rector.
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