A la pandemia arriesga sumarse una segunda plaga. A 150 kilómetros de la frontera fluvial entre Uruguay y Argentina está detenido un enjambre de langostas, o para ser precisa, de tucuras quebracheras, una especie de langostas muy grandes, autóctonas en Santiago del Estero, Córdoba y el Chaco, que se han expandido ahora a Entre Ríos en Argentina y en algunas zonas de Paraguay y Bolivia.
Las llamadas langostas, tucuras, saltamontes o chapulines, son una familia de insectos pertenecientes a la superfamilia Acridoidea, que cuenta con aproximadamente siete mil especies y han vivido en todos los continentes. Hoy sólo no aparecen en Norte América donde fueron exterminadas por las prácticas agrícolas.
Las langostas son la fase de enjambre de algunas especies de saltamontes. Éstos, con tamaño pequeño y color grisáceo, viven solitarios en áreas templadas y secas. Cuando se dan condiciones ambientales favorables (lluvia, humedad, vegetación abundante) pueden mutar morfológicamente y en materia de conducta. Entonces desarrollan la tendencia al hacinamiento, que las lleva a vivir en proximidad creciente, habilitando que el roce de las patas traseras entre individuos estimule en ellos la liberación de serotonina. Esta hace que cambien notoriamente su tamaño y color (pueden medir hasta 14 cms. y se vuelven amarillentas), coman mucho más y se reproduzcan más fácilmente. Se activan también conductas migratorias que las llevan a buscar nuevos territorios para aliviar la presión sobre la vegetación que es su alimento.
Un gran enjambre puede tener miles de millones de individuos y extenderse sobre miles de kilómetros cuadrados. El enjambre actúa como una unidad rodante con un hambriento borde de ataque siempre cambiante.
La humanidad conserva memoria de las plagas de langostas como eventos terribles, desde milenios atrás. Fueron una de las siete plagas de Egipto y se las menciona en la Biblia y en la Ilíada. A la muerte masiva de personas por hambre sucedían las pestes causadas por vectores (ratas, insectos) desarrollados durante la mortandad. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU las describe como la plaga migratoria más peligrosa del mundo.
Hoy los nuevos enjambres provocan una crisis humanitaria en Etiopía, Kenya, Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Yemen. Se estima que el enjambre del noreste de Kenia tiene un tamaño de hasta 2400 kilómetros cuadrados y que en él habría entre cien y doscientos mil millones de langostas y capaces de devorar en un solo día alimentos suficientes para alimentar a 84 millones de personas. A esto cabe agregar que los enjambres pueden recorrer hasta 150 kilómetros diarios, volando a favor del viento.
A la fecha, el avance de tucuras desde Argentina hacia Uruguay parece detenido por el clima: los fríos y la dirección de los vientos predominantes parecen empujarlo hacia Paraguay y Brasil (que ya ha declarado emergencia fitosanitaria en Río Grande do Sul y Santa Catarina). El MGAP ha declarado estar “en alerta” y preparado para enfrentarla. El lunes, el SINAE exhortó a comunicar el avistamiento de langostas… pero ¿cómo son?, ¿agreden al hombre? ¿entran en las ciudades? La interrogante que planteo es si la población del país está preparada para hacer frente a una plaga de este tipo, si conocemos los riesgos que acarrea y como actuar frente a ella.
A la vez, la imagen del enjambre de langostas y de su capacidad de destrucción de la vida en territorio propio y ajeno para alimentar su insaciable apetito, me lleva a considerar a otra especie, la nuestra, hacinada en ciudades, hacia las que se lleva el producto de arrasar la tierra entera para saciar sus demandas. Para ello se modifican tierras y seres, reproduciendo y modificando la genética de 14 especies de animales domesticados de más de 45 kgs. de peso (de las 148 especies de ese tamaño conocidas) y también reproduciendo y alterando genéticamente a alrededor de 100 de las 200.000 plantas silvestres conocidas. Arrasamos ecosistemas enteros para plantar trigo, cebada, maíz, soja y otras plantas domesticables, que a su vez alimentarán al hombre y a cerdos, vacas, ovejas y pocas especies más. Y para ello, eliminamos ecosistemas y agotamos suelos.
Lo que no es útil a la reproducción de la especie humana es arrasado… como si fuéramos langostas.
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