Lo que hay que leer
Lo más destacado del mercado editorial y cómo se presenta cada uno de estos libros. Desde Leonardo Padura hasta Leo Borges. Desde Barack Obama y Cuba hasta José Artigas.
“Personas decentes”, de Leonardo Padura. Edita Planeta. La mejor de las novelas de Mario Conde: el asesinato de un exdirigente cubano en el momento de máxima efervescencia en Cuba con la visita de Barack Obama. La Habana, 2016. Un acontecimiento histórico sacude Cuba: la visita de Barack Obama en lo que se ha llamado el «Deshielo cubano» —la primera visita oficial de un presidente estadounidense desde 1928—, acompañada de eventos como un concierto de los Rolling Stones y un desfile de Chanel, ponen patas arriba el ritmo de la isla. Por eso, cuando un exdirigente del Gobierno cubano aparece asesinado en su apartamento, la policía, desbordada por la visita presidencial, recurre a Mario Conde para que eche una mano en la investigación. Conde descubrirá que el muerto tenía muchos enemigos, pues en el pasado había ejercido de censor para que los artistas no se desviaran de las consignas de la Revolución, y que había sido un hombre déspota y cruel que había acabado con la carrera de muchos artistas que no habían querido plegarse a sus extorsiones. Cuando unos días después se encuentra un segundo cadáver asesinado con el mismo método, Conde deberá descubrir si las dos muertes están relacionadas y qué hay detrás de estos asesinatos. A esa trama, se suma una historia que escribe el protagonista, situada un siglo antes, cuando La Habana era la Niza del Caribe y se vivía pensando en el cambio inminente que produciría el cometa Halley. Un caso de asesinato de dos mujeres en La Habana Vieja destapa la lucha abierta entre un hombre poderoso, Alberto Yarini, refinado y de buena familia, capo de los negocios de juego y de prostitución, y su rival Lotot, francés, que le disputa la preeminencia. El desarrollo de esos hechos históricos tendrá conexión con la historia del presente de un modo que ni el propio Mario Conde sospecha.
“Un lagarto se desprende la cola”, de Pablo Silva Olazábal. Edita Fin de Siglo. Dice Mercedes Rosende sobre el libro “La historia tiene un punto de partida desmesurado: un anciano escritor aficionado obliga a Blas, doctor en Letras de la Universidad de Tucumán, a leer sus textos con la difusa promesa de que de esa forma conocerá a su objeto de estudios, el consagrado y ya fallecido escritor Héctor Corvalán Ramos. El truco parece inocente pero funciona, las potentes imágenes de unos zapatos blancos de niño que se cubren de sangre, de una herida purulenta atravesada por un taco aguja, de un seductor vestido rojo, del escote de la tía Lucrecia nos sumergen (a Blas y a nosotros) en el zeitgeist o espíritu del tiempo que liga a ambos autores. Reflexiones sobre la memoria y el olvido, la verdad y la leyenda, la objetividad o subjetividad, el escritor y el Otro, la vejez y la juventud nos acercan a historias que buscan un lector porque, en definitiva, estamos hechos del mismo material con que se tejen los sueños.
Y dice Mario Delgado Aparaín: “Con una pericia envidiable, Pablo Silva compone la compleja interioridad de Julio Piedracueva, que trata de responder el cuestionario de Blas en torno a la obra de Héctor Corvalán Ramos, un escritor a contrapelo de su época. No encuentra mejor forma de hacerlo que enviándole un «mamotreto» en el que, partiendo de la lejana infancia en un día de sol a la hora de la siesta, se lanza a construir un sorprendente mundo fractal, transcurrido cerca de ochenta años atrás, donde a fuerza de exprimir la memoria hasta los últimos límites posibles, compone las estampas de la disfrutable y subyugante historia de su vida, escrita bajo el consejo de Boris Vian: «La historia que voy a contar es real porque ha ocurrido dentro de mi cabeza”.
“No ofendo ni temo”, de Leo Borges y Hernán Rodríguez. Edita Ediciones B. “No ofendo ni temo es la invitación a recorrer el imaginario que hemos creado sobre la figura de José Artigas a través de la canción, la poesía y la pintura, tratando de hallar en esta búsqueda las diferentes versiones que se han querido imponer a lo largo del tiempo, muchas veces ex profeso, de un héroe nacional sin rostro. Allí encontraremos al héroe de bronce idealizado hasta al extremo —«para la patria un dios»— pasando por un caudillo compañero con el que queremos conversar —«Che, José Gervasio»—, un líder traicionado al que reivindicamos con dolor —«porque José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa»—, y un padre al que necesitamos asesinar para encontrar, al fin, nuestra propia identidad —«El día que Artigas se emborrachó». Los autores nos invitan a mirar a Artigas sin prejuicios y reflexionar sobre el poder que el arte ha tenido en nosotros para ir mostrándonos diferentes caras de un mismo héroe de acuerdo con un imaginario que, en algunos casos, se construyó motivado por intereses históricos concretos.
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