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Lorena Estefanell, psicóloga: La inteligencia emocional es un concepto marketinero

Lorena Estefanell, psicóloga:  La inteligencia emocional es un concepto marketinero
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Fueron tres sesiones de terapia al hilo en una hora y media de charla. Nos respondió todas las dudas, prejuicios y mitos que teníamos sobre la salud mental, la educación, los limites y la tecnología en nuestros niños y jóvenes. No precisa de un diván para sumergirse en esta entrevista

Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos Rodrigo López

PERFIL:

Nació en Montevideo, hace cuarenta y seis años, vivió en Punta Gorda. Su padre era contador y trabajó en el Banco Central. Su madre es abogada. Tiene tres hermanos varones. Es separada y tiene tres hijos. Estudió Psicología en la Universidad Católica, donde es docente. Vive en El Pinar.

¿Por qué Psicología?

Iba a hacer la licenciatura en Historia y terminé siendo psicóloga porque me dieron un beca en la UCU.

¿No estás arrepentida?

Para nada.

¿Qué dicen tus pacientes?

Capaz que sí, habría que preguntarles. Creo que alguno me padece. ¿Sabés? Soy medio brava. Soy como de darle mucha dirección a las cosas y a veces puedo ser un poco dura.

¿No se te dio por escribir esos libros que escriben sobre historias de pacientes?

No, no se me dio. Tampoco sé si escribiría uno en que estén mis pacientes. Me parece que no.

Escribiste el libro Mi hijo me saca.

Sí, escribí Mi hijo me saca, que fue mi primer libro como autora. El anterior fue como coautora con Ariel Gold y Roberto Balaguer: Con-vivir en tiempos difíciles. Y antes escribí el capítulo de Hostigamiento escolar en el libro Con-vivir, de Ariel Gold.

¿Hay otro libro en perspectiva a corto plazo?

Ahora estoy con el doctorado, o sea que voy a dedicar cinco años a la psicología. Lo estoy haciendo en la Universidad de Palermo y en realidad la idea es investigar toda la parte de familias, que es un poco lo que vengo haciendo hace ya mucho tiempo. Trabajando mucho en familia.

¿Qué familia existe hoy?

La verdad que lo que podemos ver es que existen tantos tipos de familia que cuando uno dice la “familia” es una buena pregunta a qué nos estamos refiriendo con “familia”. A veces parece que deberíamos hablar más con la antropología, que ha estudiado la humanidad en este continuo proceso. Nosotros creemos que la humanidad es lo que ha pasado en los años que conocemos y a veces es esta tribu a la que vos sentís que pertenecés. La familia hoy tiene formas tan diversas y tan distintas… Yo he visto tantos tipos de familia que podríamos decir que existen las familias en sus diferentes versiones.

¿Siguen con el mismo rol continentador?

La familia sigue siendo el referente primario del niño y sigue teniendo una ventaja competitiva frente a todos los vínculos, que es que venimos biológicamente predeterminados, con neuronas específicas que se dedican a establecer lo que llamamos el apego.
Donde el niño va a establecer ese tipo de vínculo con el cuidador, que se establece como una figura segura y constante. El niño viene preparado para apegarse a una figura que le proponga ese tipo de vínculo. Entonces la familia es donde se supone que están esos referentes primarios. La familia sigue teniendo un poder hegemónico en la constitución del psiquismo de los niños.

¿Hay estudios sobre qué tipo de familia es más sana para el desarrollo del niño?

Más que el tipo de familia, es el tipo de vínculo que de alguna manera funciona mejor para este apego, que es una base muy importante en el desarrollo de la personalidad. El niño tiene que sentir que tiene una figura en la cual puede confiar y puede apoyarse, que lo va a cuidar y lo va a querer. Hay muchos estudios que hablan de cuáles son las características de esos vínculos donde muchas veces son personas que están físicamente presentes pero que también están emocionalmente disponibles, con una gran sensibilidad para ir ajustando sus comportamientos en función de lo que el niño va necesitando.

¿Cuál es el mejor papá o la mejor mamá?

El que es más nutritivo para este niño en particular. Salvando las distancias, imaginate que un niño fuera como una planta. No todas se cuidan igual ni necesitan lo mismo. Querer mucho no significa querer bien. Y una misma experiencia puede ser muy nutritiva para un niño y no tan nutritiva para otro.

Hay hermanos que son tratados igual, y no logran tener el mismo desarrollo.

Porque son distintos y necesitan cosas diferentes. Yo siempre en mis charlas uso mucho a mis hijos, porque siempre la gente me pregunta si ser psicóloga me ayudó a ser mejor madre. A mí ser madre me ayudó a ser mejor psicóloga porque me hizo entender una cantidad de cosas que venía leyendo. Mis tres hijos tienen características que los hacen bien diferentes y que hacen que lo que yo propongo pueda ser muy bueno para uno y no tan bueno para otro. Tres niños frente a las pruebas de la escuela. Viene la mayor y me pregunta: “Mamá, ¿sacarte un siete es bueno o no?”. “Bueno, es una buena nota”. “Sabés que me di cuenta que para sacarme un nueve tengo que estudiar mucho y no puedo salir con mis amigas ni andar en bicicleta. Pero si me saco siete, puedo”. Primer niño, primer temperamento. Segunda niña. Venía con un estrés por las pruebas y que no sabía si en realidad se equivocaba o no. Tercer niño. Le pregunto: “¿Cómo te fue en las pruebas?”. Me respondió: “¿Qué pruebas?”. O sea, nunca se enteró que estaba en una situación de prueba. Entonces yo puedo ser una mamá igual para los tres. Pero, ¿cuál es el mejor cuidador? El que puede ajustar.

Tratar desigual a los desiguales.

Como que vas mirando y vas diciendo: “¿Qué combina mejor con esto?”. Y hay cuidadores que son muy sensibles y que pueden generar buenas experiencias necesarias para los niños. Y hay cuidadores que terminan generando experiencias que pueden ser muy tóxicas para el desarrollo de la personalidad del niño.

¿Que sea hombre o mujer es diferente?

Bueno, hay toda una psicología diferencial que estudia las diferencias de género. No soy experta en eso y por lo tanto no soy la más indicada para hablar. Sabemos que todos venimos con lo que llamamos un psicotipo de lo femenino y lo masculino. Hay muchos estudios y evidencia que hablan de diferentes asimetrías cerebrales, lo que sería como la base biológica de nuestra personalidad. Por ejemplo, ¿cuál es el tipo de afectividad que tiene la persona? Hay personas que tienen tendencia a tener emociones más positivas, son niños serenos, calmos, que todo les viene bien. Hay otra afectividad más negativa, que es una tendencia a tener emociones más desagradables, niños más aprensivos, más miedosos, más calentones.

¿Estamos educando bien a los niños?

¡Qué buena pregunta! Yo lo que podría decirte es que hay muchas cosas que en este momento están funcionando muy bien para la infancia y hay cosas que están funcionando muy mal. Por ejemplo, los estilos de vida que les estamos dando a los niños. Hay una cantidad de cosas que se problematizan. Voy a decir cosas simples: niños que están durmiendo mal, que están comiendo mal, que se están moviendo poco, que están teniendo poco contacto con la naturaleza, que tienen espacios muy centrados en la necesidad del adulto y no del niño. Y eso no funciona bien en la infancia. Yo estoy cansada de ver niños diagnosticados con hiperactividad. Hay una cantidad de niños que, si hubieran tenido otro contexto y otros estímulos, no les estarían pasando estas cosas.

¿Cuánto empuja el sistema, que hace que los padres trabajen un montón de horas?

Empuja un montón. Pensemos que los niños emergen de sus contextos que habilitan que emerjan ciertas cosas. Entonces, claro que el contexto en la infancia empuja un montón.

¿Padres que están poco presentes en comparación a lo que era antes es mejor o peor?

Vamos a pensar que es diferente. A mí siempre me gusta pensar
la realidad desde la diferencia. ¿Por qué es mejor o peor, vinculada a qué variable? Yo te podría decir que una mujer que trabaja también ofrece una cantidad de estímulos para sus hijos que de repente la mujer que se queda en la casa no. Vamos a pensar que los contextos son diferentes y hoy tenemos muchas familias que tienen menos comunidad, menos recursos, necesitan trabajar un montón de horas, llegan muy cansados a su casa y esa diferencia hace que se necesiten cosas que de repente hace cincuenta años no se necesitaban. O que a veces tengamos que trabajar para compensar algunas cosas. Siempre tenemos que pensar que cada contexto es distinto y tiene su luz y su sombra, porque hace cincuenta años la mujer se queda dentro de la casa. Eso también tenía su luz y su sombra. Era muy bueno para algunos aspectos y muy negativo para otros. De repente la mujer tenía que tolerar situaciones espantosas, que también le hacían mal a la crianza, pero no podía tomar decisiones porque no tenía las posibilidades de ser independiente. Hoy en día a la mujer no le pasa eso, y puede evolucionar a modelos donde pueda sentirse un poco distinta, pero a cambio de eso tiene menos tiempo en la casa. Todos los contextos tienen sus oportunidades y sus desafíos.

Este contexto, ¿qué oportunidad tiene y que desafío implica?

Yo, por ejemplo, soy una mujer divorciada y lo puedo hacer porque estoy en este contexto y puedo trabajar por lo mismo. De repente, hace ciento cincuenta años no podía tomar esta decisión. Pienso que implica una cantidad de desafíos.

El desafío de bregar por una sociedad en que se pueda afrontar de la mejor manera la crianza de los niños.

Tal cual. Y entender que es un sistema donde la comunidad claro que determina, porque hay una cantidad de posibilidades que no están dadas. Para poder llegar a fin de mes, de repente tenés que trabajar catorce horas por día, entonces tenés que tener a tu hijo en doble horario. Sí, pero tenés que elegir entre darle de comer o jugar. Entonces es difícil, si el contexto te la pone tan dicotómica a la opción. Y es verdad que hay muchas familias que se encuentran en ese desafío. Muy pocas veces me enfrenté con papás y mamás que no estuvieran dando lo mejor que podían a sus hijos.

Hay casos que terminan con los niños en una institución. ¿Es mejor separarlos o mantenerlos con sus padres biológicos?

Ese tema es superdelicado y voy a tratar de ser muy cuidadosa en lo polémico que puede ser. Entiendo la complejidad del tema y siento que tiene muchas aristas. Pero soy muy tajante en este sentido: siempre al que vos tenés que cuidar es al más vulnerable. O sea, para mí ninguna decisión puede partir de no pensar en qué es lo mejor para el niño, y es un derecho del niño tener una familia. Y es un derecho del niño tener una persona que lo cuide. Si justo coincide con que es su mamá biológica, genial. Ahora, si la mamá biológica no puede, hay que buscar la manera de garantizarle el derecho al niño. Y esa es mi postura. Yo no le doy prioridad a la biología, le doy prioridad al contexto que hace que el niño se apegue a un vínculo estable.

¿Quién se lo puede dar?

El que pueda. Una institución nunca lo da. El niño tiene derecho a tener una familia. Es muy complejo el tema, está metida la ley, la adopción. Tenemos que buscar la manera de que rápidamente el niño pueda tener una persona lo suficientemente constante, con disponibilidad para darle esa seguridad. Y a veces no son los tiempos del adulto, ni los de la burocracia, ni los de la ley. Pero el niño tiene una ventana muy cortita para que esto no empiece a romper neuronas. Los dos años del trámite burocrático son dos años donde de repente hiciste pelota zonas del cerebro, porque el niño estuvo en instituciones y no tuvo estabilidad. Todos los niños tienen derecho a tener una figura a la que se puedan prender. En una institución no hay familia, hay cuidadores, hay gente, hay cama, no hay familia.

¿Las instituciones que tratan con los niños en Uruguay funcionan bien?

Aunque tenga la mejor institución, vamos a suponer que funciona perfecto, que es maravillosa, el niño tiene que tener una familia. La institución no es una familia. La verdad que no podría decirte cómo son en Uruguay como para afirmar si son buenas o malas. Un niño institucionalizado nunca es una buena cosa en la infancia.

¿Qué periodo abarca la infancia?

La primera infancia es de 0 a 3 años. Luego tenemos la escuela hasta los 12 y después, de los 12 a los 18, la adolescencia. Piensen que la corteza prefrontal, más o menos con unos 20 años de vida está en pleno desarrollo y se termina de consolidar más o menos por los 25 años. Cuando se termina la adolescencia esa persona está pronta para la vida adulta. Tiene una pata biológica y una pata cultural también. Cuando estás pronto para decir: “Bueno, iniciamos la vida adulta”. En Uruguay se ha ido postergando, entre los 18 y los 35 años podemos hablar del adulto joven.

¿A qué edad te independizaste vos?

Yo me independicé a los 25. Todo lo hice tarde. Estaba muy cómoda viviendo con mi mamá.

¿No les estamos dando demasiada comodidad a nuestros adolescentes tardíos?

Les voy a contar una cosa que veo que pasa mucho. Yo trabajo mucho en convivencia y en infancia, de hecho dirijo una maestría y siempre hablo de lo que son los contextos emocionalmente fortalecedores. Ese contexto que garantiza el desarrollo de una mente saludable. Porque la mente se va desarrollando y yo, que trabajo en psicopatología y en psicoterapia, veo una confusión enorme porque las personas pensamos que lo que es emocionalmente fortalecedor es lo lindo.

¿No lo es?

Lo que fortalece es lo que nutre. Entonces hay una confusión muy grande en el mundo adulto de que cualquier frustración, cualquier malestar, cualquier dificultad, puede ser una vivencia traumática. A veces las familias plantean que el niño tuvo alguna experiencia traumática porque cambió de maestro o cambió de colegio. Eso no es una experiencia traumática, es la vida misma. Cualquier experiencia de malestar no tiene que ser resuelta para que el niño no la enfrente. ¿Por qué no le damos al niño habilidades para manejarse con una maestra que de repente no es tan buena como él quiere? Porque si no tenemos experiencia de malestar, ¿cuándo activamos las habilidades para gestionar ese malestar? Y es verdad que hay una confusión en el mundo adulto, que a veces pasa más por la necesidad del adulto que la del niño, de que todo sea lindo.

Todo armónico.

Todo en sintonía. No, la vida es la vida. Y por eso tenemos que pensar la infancia y la adolescencia como ese periodo de la vida donde vamos a desarrollar una cantidad de habilidades para convivir con otros y también con nosotros mismos. Necesitamos escuelas, familias, contextos que sean seguros para el niño, para enfrentar el malestar. Pero de ahí a pensar que no puede haber ningún conflicto, es como demasiado.

¿Es bueno que le hagan bullying para superarlo?

Bullying, no. Pero es bueno que la escuela tenga conflictos. El bullying no porque es una situación de hostigamiento que implica violencia, que implica una situación de abuso patológica. Ningún niño tiene que vivir en un contexto de violencia; en un contexto de conflicto, sí. Tenés que pelearte con tus amigos, tenés que sentir un poquito el rechazo. Tenés que tener alguna maestra que no te guste mucho. Lo que no significa que estés en un contexto de violencia. Las violencias nunca van a ser buenas en la infancia, en ningún momento de la vida, en la infancia menos. Pero nosotros confundimos muchas veces conflicto con violencia.

Los adultos intentamos evitarle conflictos y de ahí sale la poca tolerancia a la frustración.

De ahí sale la falta de habilidades para manejar la frustración. Sí. Una persona que goza de buena salud mental es una persona
que logra resolver la incertidumbre y construir bienestar. ¿Cómo construís bienestar? Sabiendo enfrentar el malestar. Es una gran habilidad saber sentirse mal. Una mente sana es la que cuando se enfrenta a situaciones difíciles las puede resolver. Pensar que una mente saludable siempre está feliz… no, la mente tiene que ser habilidosa para manejarse en las diferentes situaciones de vida. Entonces, cuando todo es lindo, ¿cómo desarrollás la habilidad? ¿Cómo te manejás en una situación de injusticia, si no aprendés la habilidad para resolver eso?

Pierde Peñarol y quiero salir a romper todo.

La gente que cuando se frustra tiene que salir a romper todo tiene un mecanismo muy primitivo de resolver la frustración. Romper, pegar es como un mecanismo primitivo, básico. Un mecanismo convivible sería bancar, tolerar, aceptar y regular. Pero tienen en común algo. No tienen buenas habilidades para manejar la frustración que genera no salir campeón. Cuesta decir: sucede por esto. Yo sé que a la gente le gusta mucho encontrar causas lineales, pero los fenómenos psicológicos son mucho más complejos y multicausales. Pero uno podría decir, si lo pensamos en líneas gruesas: “¡Qué malas habilidades que tienen para manejar la bronca de perder un campeonato!”.

¿Estamos creando una generación de cristal?

Yo creo que sí. Creo que la gente no sabe gestionar el malestar y nos pasó en la pandemia. La gente te preguntaba cómo hacía para sentirse bien. Yo decía: “Cómo vas a sentirte bien, si es un horror lo que está pasando y tenemos que aprender a sentirnos mal”. Cada vez veo más gente que no sabe gestionar el malestar. Miren en los adolescentes los niveles de autolesiones, los niveles de suicidios, los niveles de alcoholismo. ¿Por qué la gente se quita la vida? Muchas veces no es porque no quiere vivir, es porque no quiere sufrir. Ahora la pregunta es: ¿no encontró otra manera de resolverlo que no fuera esta? Lo dejó la novia. Y sí, claro que es dolorosísimo. Pero, ¿por qué no sabes sufrir? Es un problema enorme que estamos viendo en salud mental.

Hoy por cualquier cosa que pase se manda a los hijos al
psicólogo, al fonoaudiólogo, al psicomotricista o cualquier tipo de pedagogo. ¿Es necesario?

Si ponés un taller de “Le hago mimos a tu hijo”, la gente lo compra y lo lleva. La psicopatología, más allá de que sea un negocio, todo se puede diagnosticar. Y es verdad que acá hay como todo un tema con la industria farmacológica. Todo lo que puede tener un diagnóstico puede tener un remedio, y entonces tenemos un negocio. De hecho existe un consumo excesivo en Uruguay de psicofármacos para muchas cosas, donde las personas tienden a resolver los problemas de esta manera.

Lo que se usa de Ritalina en gurises es un disparate.

Sí y la risperidona, también. Hay un porcentaje altísimo de niños medicados y el hecho de que se mediquen no cambia los síntomas que tienen, lo cual te indica que no es un problema biológico, que es un problema contextual. Y creo que en la salud mental hay muy poca mirada de entender por qué esa conducta se da. Hay como mucha tendencia a generar categorías diagnósticas donde, en esta cosa de que estamos todos apurados, cansados, queremos cosas rápidas para que se solucione el síntoma. Y de repente es que este niño que está hiperactivo, cuando ves sus hábitos, ves que estuvo todo el fin de semana encerrado en un apartamento de cincuenta metros cuadrados. A veces le pregunto a la familia: “¿Si no salta en el sillón, dónde salta?”. Yo entiendo que no puedas aguantar pero entendé que el problema no es el niño, es la propuesta.

¿Y el problema atencional?

El niño tiene un problema atencional. ¿Cómo se entrenó la atención de este niño? Porque le diste un dispositivo electrónico y no tiene buenos entrenamientos de la atención porque ha estado con un exceso de pantallas o porque ha estado con una falta de movimiento, o porque ha tenido poco contacto con la naturaleza. Entonces, creo que la salud mental se tiene que exigir un poco más. Esta idea de mirar los problemas de los niños en todas sus dimensiones, no solamente desde los síntomas y buscando solucionar el síntoma. Primero cambiemos la propuesta, porque de repente esto que el niño está haciendo tiene que ver con que estás entrenando mal la atención, tiene que ver con que el niño se está moviendo poco, tiene que ver con que tiene muy pocas habilidades para la frustración. ¿Por qué lo vas a mandar a psicoterapia? ¿Por qué no cambiar los contextos educativos para que el niño aprenda otras habilidades? Yo soy muy de esa línea. Antes de meter un niño en psicoterapia, la pregunta es: ¿no podemos hacer algo desde el contexto para que emerjan otras cosas en este niño? El niño está en el recreo, en la escuela y le pega a un compañero por la pelota. ¿Necesita psicólogo, psicopedagogo, risperidona, porque es violento?

¡Pará!

¿Por qué no tener una mirada distinta? ¿Por qué no pensar que tiene malas habilidades para manejarse con el enojo? ¿Por qué no pensar en el contexto educativo? Porque capaz que ves al niño y a su mamá o su papá le faltan las mismas habilidades. Entonces capaz que nadie le está enseñando y capaz que en el contexto educativo tampoco le están enseñando a ese niño a negociar por esa pelota. Y a lo mejor podemos hacer cosas para que este niño aprenda a enojarse mejor antes de tener que darle risperidona, Ritalina o psicoterapia. No quiere decir que los niños no se beneficien con la psicoterapia pero, de todos los niños que están yendo, te puedo decir que es un porcentaje menor el que realmente la necesita.

La más fácil es mandarlo al psicólogo.

Claro, tiene problemas de autoestima, ¿por qué el psicólogo? Si tiene problemas de autoestima, este niño está aprendiendo que vale poco. Cambiá lo que está aprendiendo porque la autoestima es un constructo, es el resultado. Yo siento que valgo poco, siento que soy una porquería. ¿De dónde lo estoy sacando? Si el papá le dice: “Es fatal, no puede ser, siempre el mismo”.

“Callate, idiota”.

Claro que tiene baja autoestima. Si esta es la manera en como respondés frente a una dificultad de comportamiento de tu hijo. Yo uso siempre esta metáfora. Imaginate que estás el 31 de enero al mediodía al sol, se te empieza a achicharrar la piel, vas al dermatólogo y le pedís que te dé una crema. Está bien, pero correte del sol porque no es un problema de piel, es que te estás achicharrando. No digo que no te den la crema para la piel, pero si no te ponés una sombrilla, no vas a solucionar el problema. Y si el dermatólogo no te pregunta: ¿Cuándo te quemaste esta mañana, qué estabas haciendo? Y va a ser muy difícil. Te damos cremas y créeme que cada vez tu quemadura es peor y seguimos insistiendo en un camino que no funciona. Vamos a pensar por qué está pasando esto. Y en la infancia es lo primero que tenemos que hacer. ¿Qué está pasando en el contexto para que el comportamiento de este niño sea este? Cambiemos eso. Eso es lo que tenemos que mirar en los niños y esa es la parte que para mí está mal de este siglo, que no nos hacemos responsables de lo que está pasando.

Buscamos especialistas.

Buscamos personas que lo resuelvan, buscamos atajos, buscamos medicaciones. ¿Por qué no buscamos mejores modelos de pensamiento? ¿Por qué no buscamos entender que es válido que estemos cansados? Somos clase media y tenemos que trabajar así, pero repensemos para ver si no puede ser distinto, en vez de cargar a la infancia con una patologización de cosas que son características evolutivas. El niño no duerme, tiene que aprender a dormir, tiene que aprender a convivir. No es un problema porque si no, no sería niño. Es como que vos me digas: “Tiene seis años, no lee. ¿Qué dificultad de aprendizaje tendrá?”. Ninguna. Tiene seis años. La convivencia es una habilidad más, que demoran veinte años las estructuras cerebrales para poder sostenerlas, y necesitamos del aprendizaje para poder ser empáticos cuando nos enojamos. Para no romper todo cuando no gana nuestro equipo. Necesitamos aprenderlo como necesitamos aprender a leer, aprender a sumar. ¿Hay una escuela que le enseñe al niño a leer? Si hay, bueno, perfecto. ¿Hay una escuela familiar que le enseña a convivir? Muchas veces vemos que no hay.

¿Y qué habría que hacer con esa escuela?

Yo creo que hay que fortalecer de vuelta a la familia. Trabajo hace veintitrés años con familias y creo en la familia. Tenemos muchísimo poder. Seguimos siendo los principales influencers de nuestros hijos, pero tenemos que meter el cuerpo para ver que funcione mejor y no pensar que, si no funciona, es que el problema lo tiene el niño. Yo creo que hay que volver a conectar a la familia con su poder. De hecho, esta maestría que estamos haciendo este año es de psicoterapia de niños y familia. Porque no puede haber un niño que tiene un problema, que no esté su familia metida ahí.
Cuántos niños ustedes conocen que toman Ritalina, risperidona o van a psicoterapia y la familia vio tres veces al psicólogo para ver lo que le pasa. ¿Cómo puede ser eso? La familia tiene que volver a conectar con el enorme poder que tiene en la construcción del psiquismo. Y a veces me parece que las familias estamos como un poco perdidas, estamos como un poco desconectadas. Pensamos que para que nuestro niño sea fuerte todo tiene que ser lindo y nos desesperamos por generar cosas que estimulen. Pero no es por ahí, el mundo es lo que es. Y es cómo vos vas a acompañar a tu hijo a que aprenda, a surfearlo y ahí se juega el partido.

Hablemos del déficit atencional.

Me animo a jugármela más porque es un trastorno que conozco más de cerca, donde hay un sobrediagnóstico, donde cualquier problema atencional es déficit atencional. No, el déficit atencional es una entidad donde la variable biológica es determinante. Un niño que tiene déficit atencional, toma Ritalina y cambia como un niño con hipotiroidismo, toma T4 y cambia. Ahora, si el niño come mal, le das T4 y sigue con problemas. Bueno, si el niño está todo el día enchufado en la pantalla, le das Ritalina y va a seguir siendo hiperactivo. Entonces es muy difícil decir de este problema atencional cuál es su verdadera causa.

¿Por qué es tan difícil poner límites? Nadie quiere ser el padre botón que marca límites.

Sí. Porque de repente es un tema que son las creencias que tenemos vinculadas al castigo y a la obediencia. Los adultos como que nos movemos un poco ahí, donde muchas veces los límites son pensados desde el castigo. Si pensamos que en realidad la convivencia se aprende y que parte de lo que las personas tenemos que aprender cuando convivimos es que hay un mundo de otros que tiene principios que no son los nuestros, los límites parecerían una función fundamental de la familia, porque solamente con límites y rutinas tu cerebro puede desarrollar esa función. Es verdad que los límites tienen como algunas características: generan una energía más frustrante porque el plan A del niño es hacer lo que quiere y el plan B del cerebro es hacer lo que es convivir. Entonces es un aprendizaje, por lo tanto el límite no viene en nuestro software. En nuestro software viene la potencialidad. Por eso tenemos que aprender el límite. Esto es tan importante como enseñarle a leer a un niño o enseñarle matemáticas, que de alguna manera requiere un adulto con energía, con constancia, con claridad y con mucha paciencia para tolerar la frustración que genera que el niño no tenga esa habilidad.
Si hay algo fácil en la infancia es poner límites, porque todo el universo del niño lo manejás vos; y no te pasa lo mismo en la adolescencia.

Los ponen ellos los límites.

En la adolescencia ya son seres autorregulados. Y aparte van a hacer lo que quieran y cada vez más. Imaginate, tiene un teléfono, puede mirar en YouTube lo que se le dé la gana. Necesitamos que tenga buenos mecanismos de autorregulación, no de obediencia. Porque la obediencia es como decir: podemos ser muy desobedientes si queremos, porque tenemos muchas posibilidades y cada vez más entendemos que la autorregulación es lo importante. Pero, ¿qué pasa en la infancia? El límite tendría que ser una cosa muy fácil de poner porque toda la vida del niño está bajo tu control. Es como yo a veces escucho: “No suelta la pantalla y tiene cinco años”. ¿Pero de quién depende esto? “Está todo el día con la Play”. ¿Quién compró la Play? El niño no la compró con su dinero. La compraste vos. La pregunta es si la desenchufás y te tragás el enchufe, el niño deja jugar con la Play de cualquier manera. Es más, si decís: “Nos vamos”. Hasta lo podés agarrar a upa y llevártelo. “Porque vive comiendo porquerías, no come comida”. Y porque hay porquerías en tu casa. No compres más galletitas. El niño es fácilmente regulable en la infancia porque todo está bajo tu control. El problema es que los adultos definimos límites donde le damos el poder al niño.

¿Cómo es eso?

“¡No grites!”. Y si el niño grita, ¿qué vas a hacer? Yo no te voy a escuchar hasta que tú no me hables con palabras amables. Yo tengo el poder. Entonces la puesta de límites muchas veces es como que esperamos que el niño lo sepa respetar y lo vemos como un problema. El niño no sabe respetarlo. Tiene que aprenderlo y para aprenderlo tienen que existir. ¿Qué es que existan? Que si
tú decís que hasta que no se bañe no se prende la tele, que eso realmente pase para que el niño entienda que él no tiene ganas de bañarse. Pero si quiere este mundo mejor, hay que hacer las cosas porque eso es lo que va desarrollando la zona del cerebro, que tiene que ver con la autorregulación. Donde yo quiero, pero hay una cantidad de pasos a cumplir.

Premios y castigos.

No, con las consecuencias, que no es lo mismo que premios y castigos. Bañarte es una condición que yo de alguna manera le pongo a tu vida. El niño en realidad con esa condición puede tomar decisiones, pero es como que yo te diga vos tenés un límite, tenés que pagar la luz. Viste que nadie te premia ni te castiga, pero es una condición. Si tú no pagás la luz, te la cortan y tú la pagás. Pero nadie te está castigando, te pusieron una condición que tú aprendiste a cumplir para tener determinadas consecuencias. El mundo está lleno de consecuencias y las personas nos movemos y el mundo nos pone condiciones. Y el niño tiene que aprender que el mundo de la convivencia tiene condiciones, por eso los límites y las rutinas. Entonces en mi casa hay una rutina. Para prender la tele de noche hay que estar bañado y con el pijama puesto. Es lo que te dice la UTE: “¿Querés luz? Pagala antes de tal fecha”, no la pagás dos veces y te la cortan, no te premia, no te castiga. Te castigaría si te mete preso. Te premiaría si te regala un chupetín.
Todos los comportamientos tienen consecuencias que el mundo adulto en la infancia tiene que poder regularlas, para que el niño entienda que hay un mundo distinto a lo que él quiere, que regula, esa es la función del límite, que el niño entienda que hay más cosas que sus deseos. ¿Qué genera eso?: los límites y las rutinas.

¿Cómo lucha un padre contra la presión social, porque sos el único niño de la clase que todavía no tiene celular o lleva una manzana en lugar de un alfajor de merienda?

Yo les digo lo mismo a las familias. Nosotros siempre vamos a lidiar con un contexto que no está bajo nuestro control. Nosotros no nos podemos hacer cargo de todo. Lo que no significa que no nos podamos hacer cargo de nada. Yo no tengo que luchar contra la presión social, yo tengo que saber que eso va a existir y que mi hijo va a ir con la manzana a la escuela y va a haber galletitas y seguramente haya un tráfico de meriendas, lo que no significa que yo no pueda tener una propuesta de lo que está bajo mi control. Y en esto quiero contarte que muchas familias quieren que el niño coma la manzana en la escuela para no tener que lucharla en la casa, y eso es lo que tenemos que cambiar. Tu hijo tiene que hacer las cosas bien cuando está contigo porque si aprende, como es una habilidad, lo va a poder reproducir cuando está afuera. Y hay cantidad de niños que aprenden a comer fruta, que cuando van a la escuela se la comen porque les gusta. Ahora, para que ese niño haga eso, tuvo en la casa la constancia y tuvo también un adulto que comía fruta. ¿Pero qué hace el adulto? Se pide la pizza y quiere que el niño coma la fruta. Vos no comés fruta pero querés que tu hijo coma.

¿Cuánto pesa el ejemplo en la educación?

Un montón. Me pasa de ver dinámicas de hostigamiento que vienen de la familia. Cuando ves la forma en cómo esa familia funciona, a veces ves niños desagradables, sí, pero están siendo desagradables en la casa también. Por la forma en cómo le hablan y la forma en cómo se habla la pareja entre sí, es despectiva, descalificante. Ese niño va a hacer lo mismo. Cuando ves un niño que se vincula mal, se están vinculando mal con él. No hay vuelta. Los niños que son crueles vienen de contextos donde son crueles con ellos, pues ellos aprenden. Entonces, si vos querés que trate bien, lo tenés que tratar bien en casa, porque los buenos tratos generan niños que tratan bien, que sí van a luchar con un contexto que no es del todo bueno, pero también van a ser buenos agentes para transformar ese contexto. Porque uno a veces dice: “Ojalá les dejemos un buen mundo a nuestros niños”, pero preocupate más por dejar un buen niño al mundo.

El ejemplo de los celulares es distinto al de las manzanas. Ni hablemos de los championes de marca, ¿cómo enfrentás eso?

Sí, sí. Cuantas mejores habilidades tenga el niño. Porque vos pensalo como adulto, cuántas veces te enfrentaste a la presión social. ¿Cuántas veces te ningunean porque no tenés? ¿Cuántas veces te valoran? Sos adulto, pero tenés habilidades porque podés ser adulto y reventar todo como los de Peñarol. No es porque seas adulto, es porque sos habilidoso, por eso lo manejás, porque hay pila de gente grande que no tiene habilidad y no lo maneja. Entonces, si lo discriminan, se deprime, va y se pega un tiro. Si Peñarol pierde, rompe todo. No, no es porque sos grande, es porque sos habilidoso. Porque cuando ves la presión social podés sentirte digno aunque no te valoren. Lo otro es una debilidad. Entonces, miremos al niño y pensemos qué habilidad necesita. Si no lo quieren porque no tiene championes, enseñale a sentirse valioso cuando el otro lo discrimine por lo que no tiene, porque le va a pasar tantas veces en la vida eso y cuantas más habilidades tenga, mejor le va a ir. En la infancia y adolescencia le van a pasar en una escala menor todas las cosas que después, en la vida adulta, le van a pasar en una escala mayor. Rechazos, decepciones, injusticias.

¿Es viable brindarle todo eso en la infancia?

Tenemos que garantizarle la infancia que pase en una dimensión que realmente lo pueda resolver. Porque si el contexto es de trauma y violencia, el niño no puede resolverlo. El niño tiene que manejar la dificultad, pero no tiene que pasar por un accidente donde se le rompen todos los huesos. El alma no puede pasar por una experiencia donde abusan, son violentos, lo hostigan. La sociedad le tiene que garantizar al niño un contexto seguro. Y esa es una responsabilidad del mundo adulto. Y en ese contexto tienen que enfrentarse a las dificultades. Entonces, “No tenés championes, ¡qué pancho que sos!”, bueno, eso no es violencia, eso es un micro-rechazo. Aprendé a manejarlo. Pero si porque no tenés championes, te agarran entre cuatro y te revientan a piñazos, eso no puede pasar. No sé si se entiende la idea. O sea, el contexto tiene que ser seguro, eso es lo que tenemos que garantizar ahora.

¿En qué momento tienen que entrar en contacto con la tecnología?

Es una pregunta que en realidad no tiene una única respuesta. Porque la respuesta correcta sería: cuando lo sepa manejar.

Aprenden rapidísimo.

Aprenden rapidísimo a manejar la tecnología, pero no a manejarse con la tecnología, que no es lo mismo. Yo aprendo rápido a manejar el celular, YouTube… Pero cómo leer noticias de calidad, protegerme de posibles abusos, convivir y ser un buen ciudadano digital, regular el consumo de tecnología y jugar en el jueguito. Pero saber que tengo que parar para hacer los deberes: eso es manejarse con la tecnología. Eso demoran mucho en aprenderlo ellos y los adultos también. A mí cuando me hablan de los niños y la pantalla, digo el universo y las pantallas. O sea, yo dejo de mirar el celular media hora y me pongo nerviosa.

Pero tenés la violencia de los juegos o la pornografía.

Eso el niño no lo sabe, tiene que tener un adulto que se lo enseñe. Pero, en lo que nosotros tenemos que confiar siempre es en esta idea de que un organismo se enferme o no se enferme no depende tanto de cuántos virus y bacterias haya, depende mucho del sistema inmunológico que tenga. Vos pensá que la mente es igual. El mundo está lleno de bichos y bacterias. Ahora, ¿por qué vos no estás ahora engripado? No porque no haya gripe sino porque tu sistema inmunológico la rebota. Entonces, pensá en la mente como un gran sistema donde ese contexto está. Pero nosotros tenemos mentes que logran resolverlo de una buena manera y por eso tenemos que trabajar. Vos podés decir: “Para que mi niño esté sano, no se puede enfrentar a los virus y las bacterias”. No es un buen camino para que tu hijo esté sano. Tiene que tener un sistema inmunológico, que lo tenés que fortalecer. Tiene que comer bien, dormir bien, moverse.

Bloqueales la pornografía a tus nietos.

Lo que tenemos que criar son niños que no la quieran elegir.

¿Ni por curiosidad?

Bueno, pero también hay una parte sana de eso, ¿o no? ¿Vos no mirabas pornografía cuando eras chico? ¿No ibas al kiosco a ver la Playboy? Si un niño de diez años mira pornografía, pensás: “¿Qué está pasando ahí? Está hipersexualizado”. Pero que el niño de 12 investigue, se fije. Hoy en día la obediencia no es un buen camino, tiene que ser la autorregulación para que el niño no quiera elegir eso. Hay cantidad de niños con el celular teniendo acceso, que ni se les ocurre mirar eso. Y eso es lo que necesitamos, niños que elijan las buenas. Es como si ese es el desafío que tiene este mundo.

Hay una plaga de juego online de niños y adolescentes.

Sí, pero también hay muchas controversias en este sentido. La gente cree, pero algo que correlaciona no significa que una cosa cause la otra. Y voy a esto. Mucha gente dice que la tecnología te genera adicción o es la persona adicta que expresa su adicción a la tecnología. Esa es como la pregunta y no está tan claro. El juego es una propuesta adictiva, como la cocaína. Pero no todo el mundo que consume cocaína es adicto, y no todo el mundo consume cocaína. Pero es verdad que hay gente adicta. Entonces ¿es la cocaína? No, es siempre la tríada entre el contexto, la sustancia y el individuo. Siempre tenemos que pensar que cualquier emergente tiene que ver con lo que pasa, el contexto en el que pasa y la persona con la que pasa. Porque hay cantidad de adolescentes mirando pornografía y hay cantidad de adolescentes que no lo hacen. ¿De qué depende? ¿De la pornografía? No. Porque está accesible a todos, Depende de eso, más el contexto, más el individuo.

¿El problema es el celular?

Sí, claro que es un factor. Y es verdad que es una herramienta, como que yo te diga: es un cuchillo, podés matar o podés cortar carne. De qué depende: del contexto y de vos. Entonces, si te vienen a matar, claro que el cuchillo lo podés usar, pero también tenés que tener vos sangre para hacerlo. Entonces siempre son las tres cosas. Nosotros pensamos que la tecnología es una herramienta, y es una herramienta filosa, que se usa para cosas geniales…

Pero por eso no le das armas a un niño.

Pero, ¿no le das nunca un cuchillo a un niño? En algún momento lo aprende a manejar.

Darles juegos bélicos a los niños era malo porque producía niños violentos. Los juegos de computadora son sangrientos.
¿Eso cuánto condiciona?

Bueno, eso impacta en una dimensión que es importante, que es la sensibilidad que uno tiene a la violencia. Y es verdad que la naturalización de la violencia siempre es un problema. Y es una variable. Con esa variable alcanza para tener un niño violento, no necesitamos más cosas. Entonces, yo siempre digo esto: encárgate de las otras cosas, porque muchas de esas otras cosas sí están bajo tu control. Generá niños más sensibles, porque que el niño sea sensible depende de vos también. Entonces aumentá los niveles de sensibilidad, de empatía, de crítica, que eso sí lo podés hacer. No puedo ir en contra de la violencia de los videojuegos. Ahora, tener un hijo más sensible, más crítico, más empático, sí lo puedo hacer. Y eso claro que también juega. Entonces, siempre pensemos en este doble juego porque es lo que hace que la familia vuelva a conectar con su poder. Si no, es que estamos fritos. Y es lo que les pasa a muchas familias que miran el mundo aterradas. No, no, pará, que con este mundo tenemos un desafío.

¿Cuál?

Necesitamos personas muy habilidosas, porque obedecer es más fácil que autorregularse. O sea, si vos me sacás el alfajor, es más fácil para mí que si yo lo tengo enfrente y no me lo como porque no es bueno para mí. Mucho más fácil es obedecer que ser autorregulado. Si no está, es fácil controlarme. Ahora, si está y me tengo que autorregular, creo que es una habilidad más difícil.

¿Qué hacemos con las adicciones? Los gurises adolescentes toman los energizantes como si fuera jugo de naranja.

Los energizantes y los cristales, o sea, la cantidad de drogas que exploran y el acceso a la sustancia y la naturalización que también tenemos. La gente que trabaja en adicciones tiene un problema, y te lo dice, con la legalización de la marihuana. La adicción más difícil de trabajar es el alcoholismo, porque es la más difícil de ver, porque está tan naturalizada que nosotros tenemos una población con un consumo abusivo de sustancias, pero como todos tomamos algo, uno no ve el problema. Y es verdad que cada vez tenemos umbrales más altos de naturalización. Antes, un adolescente para trasgredir se fumaba un porro. Ahora se lo venden en la farmacia y el papá fuma porro y encima está legalizado y encima se usa para curar. Entonces, claro, el adolescente que quiere romper alguna regla, ¿qué hace? Toma cristales y no es un porro. Con los cristales, que son drogas sintéticas, se ha muerto más de uno.
Nosotros tenemos que entender que este es un problema supercomplejo, donde la adicción es el resultado de miles de factores, donde está el contexto, está la sustancia y está el individuo. Antes era solo la sustancia, ahora tenemos la sustancia y el contexto, como que se está complicando cada vez más.

¿Cómo se encara?

La gente que estamos ahí tenemos que trabajar en las tres dimensiones del triángulo. La sustancia no tiene que ser accesible. El contexto tiene que tener muy claro lo que es una adicción y tenemos que tener personas más habilidosas, porque si tenemos acceso a la sustancia y el contexto lo permite, imagínense, tiene sentido que resuelva todos mis problemas. Imaginate que me da vergüenza ir a un boliche. Tengo dos caminos, me drogo y lo resuelvo o lo encaro. Cuando era difícil conseguir el porro y aparte el contexto no nos dejaba era bravo. No te quedaba otra que encarar a cara de perro porque no podías emborracharte. Ahora te podés emborrachar, podés conseguir la droga y encima es legal. ¿Para qué voy a resolver la vergüenza? Voy, me fumo un porro y tenemos a todos los adolescentes encarando bajo los efectos de una droga. Porque es el momento donde se sienten desinhibidos y se divierten.

En Uruguay comprás el porro en la farmacia, pero en países vecinos no pueden y la situación es muy similar.

Pero la gente que trabaja en adicciones te dice que el acceso a la sustancia es una variable determinante. De hecho, cuando vos ves en tratamiento de adicciones hay un dispositivo que es la comunidad terapéutica, que en realidad lo que hace es un control de estímulo, porque llevás a la persona a un lugar donde sea tan difícil acceder a la sustancia que puede regularse más. Porque es difícil regularse si tenés una adicción y además tenés fácil acceso a las sustancias, sobre todo en los períodos donde estás de alguna manera en la primera fase del tratamiento de las adicciones. Son un problema complejo, pero yo a veces siento que también es el resultado de problemas anteriores. Entonces, ¿por qué una persona es adicta? ¿Porque una persona consume? Porque está resolviendo cosas ahí. ¿Cómo podríamos hacer para que las resolviera de una forma distinta? Ese es el verdadero problema.
Vuelvo al concepto de habilidad, que es un poco el que está como más fuerte, cómo la habilidad de regulación emocional es una habilidad madre.

¿La inteligencia emocional existe o es un mito?

Las competencias emocionales existen. La inteligencia como entidad es como un concepto más marketinero, pero las competencias emocionales sí, que es la habilidad que tenemos las personas de generar procesos de regulación emocional adaptativos, donde la forma que yo tengo de resolver el malestar me genera un nivel de adaptación mayor. Entonces las psicopatologías, que serían como los problemas de salud mental, antes se miraban por síntomas: estás deprimido, lloras mucho. Así que de un tiempo a esta parte se empezaban a mirar como procesos ¿Qué hace la mente de una persona para que esté deprimida? Entonces se empezaron a dar cuenta de un proceso en el que se dan mucha manija, que es lo que se llama “la rumiación”. Y la regulación emocional es esta capacidad de poder gestionar emociones con mecanismos de afrontamiento que generen mejores adaptaciones. Son habilidades que las personas tienen que aprender y cuanto mejor las tengan, más flexibilidad y más capacidad van a tener para poder adaptarse. Básicamente la salud mental es la capacidad de la mente de generar el mayor nivel de adaptación posible resolviendo las cosas que tenés que enfrentar todos los días. Una mente sana logra resolver y hacer que vos te adaptes. Lo que se sabe es que para que eso sea así necesitamos una base biológica, pero necesitamos una cantidad de habilidades que vamos aprendiendo a lo largo de la vida. Y ahí se va como jugando el partido.

Me preocupa que digas que a tus tres hijos les faltan habilidades.

Pero a todos los niños les faltan habilidades. Eso es lo que hay que entender. La infancia es infancia porque no es vida adulta. Es como que me digas que tus hijos tienen problemas porque no saben manejarse en la ciudad. No tienen porblemas, son niños y hay que
devolverle a la infancia ese derecho. Los niños no nacen sabiendo convivir, tienen que aprender a convivir y tienen derecho a tener veinte años para aprender, porque por eso tenés la primera infancia, la infancia y la adolescencia. Se necesitan veinte años para que tu cerebro aprenda.

¿Está probado lo de los veinte años?

Más o menos veinte años, sí. Para las neurociencias en realidad son veinticinco. Toda la corteza frontal demora unos veinticinco años en actualizar todas sus funciones. Cuando hay estudios de neuroimagen se ve cómo hay regiones del cerebro. Por ejemplo, ser empático cuando estás enojado, eso es dificilísimo. ¿Por qué? Porque las regiones del cerebro que se encargan de eso demoran.
A un niño, por más que quieras, no le podés enseñar ecuaciones de segundo grado porque no tiene pensamiento abstracto, no puede tener, no puede despejar X porque es concreto. No puede entender una metáfora porque la abstracción viene después de los 12 años, cuando se desarrolló la región del cerebro encargada de eso. Por más que quieras estimular, no hay base biológica. Como que si te dijera: seis meses vamos a hacer control de esfínteres, no hay base biológica. Seis meses vamos a caminar. No hay base biológica. Para convivir necesitamos veinticinco años de desarrollo que va creciendo, obviamente. Pero que un niño a los 8 años se pelee…

Sí es lógico.

Es lógico porque no tiene todavía capacidad para negociar. Si a los 20 se agarra las piñas, es otra cosa. Un niño a los 2 años, claro que muerde. Si no tiene lenguaje para decir: “No”. Muerde cuando el amigo viene y le saca el juguete, porque se defiende. Ahora, si a los 20 años muerde, ¿qué te pasa?

Sos Luis Suárez.

Es un claro mecanismo primitivo, falló la corteza prefrontal. Pero él tiene ya la base biológica. Si tuviera 15 años, puede todavía no tener base biológica para poder frenar todo eso, que es lo que a veces pasa en deportistas jóvenes. Suárez ya tendría un nivel de profesionalismo que tiene y sin embargo tampoco lo logró. Entonces, las neurociencias sí nos mostraron que la base física, que es el cerebro que sostiene la convivencia, demora veinticinco años en desarrollarse en su plenitud. Ahora, después hay que instalar el software. Entonces, que los niños no tengan habilidades… Eso significa ser niño.

¿Qué pasa para que una sociedad vote a un Milei?

¡Pero me querés matar! ¡Yo qué sé!

¿Psicológicamente hay explicación?

Es un fenómeno. Esto te lo va a contestar mejor un sociólogo o un politólogo, pero viste las teorías de liderazgo emergente que dicen que en este momento hay muchos Hitler, hay muchas personas que piensan como Hitler, pero Alemania no deja que emerja como de repente pasó. Pero uno podría pensar que voten a Milei, podríamos tener un análisis de qué está pasando con este contexto, donde este es el emergente que todos votan. Milei es el
síntoma de la fiebre.

Y Argentina tiene el mayor número de psicólogos per cápita del mundo.

De psicoanalistas. Yo soy psicoterapeuta cognitiva.

Pero acá tenemos un número de psicólogos bastante alto.

Sí, pero ahí tenemos otro problema con la psicología, porque no hay cultura de especialización entre los psicólogos. Entonces es como que tengas millones de médicos, pero ningún especialista. La psicología es como la medicina, tiene que haber una cultura de formación permanente y especialización. Tenemos muchos psicólogos pero muy pocas personas que realmente se hayan entrenado en una psicoterapia basada en la evidencia que funciona. Entonces es como que si hoy en día tuvieras muchos médicos generales curando el cáncer. No, tiene que ser oncólogo y tiene que manejar lo que la evidencia dice que cura el cáncer.
Porque si no tenés eso, vas a tener muchos médicos tratando el cáncer, lo que no significa que realmente se trate el cáncer. Y eso en salud mental nos pasa un montón. Entonces tenemos muchos psicólogos, pero no necesariamente especializados, y como no está regularizado es peor. En salud mental es un problema enorme que tenemos. No tenemos regularizada la psicoterapia. No solamente no tenemos eso, sino que aparte la gente que la ejerce no tiene la disciplina de generar una psicoterapia basada en la evidencia.

¿El auge de terapias de todo tipo implica que tenemos una sociedad con pocas habilidades emocionales?

Tenemos un problema serio como sociedad, pero también es verdad que las disciplinas que se encargan de esto… Pues imaginate si vos como usuario cuando vas a la farmacia te venden homeopatía en un frasco de un laboratorio cualquiera, vos te podés confundir. Viste que la homeopatía está bien diferenciada. La medicina lo tiene muy claro. El médico especialista sabe qué es industria farmacológica, qué es medicina alternativa, y qué es agua bendita. Bueno, pensá que eso en psicología todo está en el mismo frasco. Viene gente y me dice: “Yo hice terapia”. “¿Qué hiciste?”. “Biodecodificación, constelaciones familiares”. Eso no es psicoterapia. Que lo haga un psicólogo no significa que sea psicoterapia. Es como que el médico te puede dar homeopatía, no está dándote un fármaco, pero el usuario lo tiene claro. En psicoterapia tenemos una melaza donde el terapeuta basado en evidencia y el decodificador que se formó en un curso de tres meses te cobran lo mismo. Y como a veces lo hacen psicólogos, te confundís. Si queremos mejorar la salud mental, tenemos que empezar a dar mejores tratamientos.

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