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“MALLA PLATINO” Por Hoenir Sarthou

“MALLA PLATINO” Por Hoenir Sarthou
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“Malla oro” es el epíteto ideal para la lucha política menor, “berreta”, esa que apunta a sacar ventaja marcando al adversario con un estigma facilongo, que lo descalifique, lo ponga un poco en ridículo y, a la vez, resulte imborrable.
Como todos los insultos de ese tipo, es lo suficientemente vacío y ambiguo como para ser intercambiable. Es lo que pasa en el fútbol, por ejemplo, con el término “gallina”. Los hinchas de Peñarol y de Boca Juniors (creo, el fútbol no es mi fuerte) lo usan para referirse a los hinchas de Nacional y de River Plate. Pero a su vez es devuelto por los hinchas de esos cuadros a sus clásicos rivales. Y es lógico. Después de todo, ¿qué significa ser “gallina”? ¿Qué relación tiene con el fútbol y con un cuadro en particular? Si tiene relación con la valentía, por cierto, hay valientes y “gallinas” en todos los cuadros. Todos podemos ser gallinas.
Volviendo a la política, “malla oro” es intercambiable. Puede ser usado para aludir a cualquier clase de privilegio. Cualquier estanciero, agricultor, empresario mediano o jubilado con plata es un “malla oro”, en la lógica con que usan el término los dirigentes del PIT CNT. También lo es, para mucha gente, un parlamentario que cobra un buen sueldo, además de otros beneficios. Y he oído a algún dirigente político oficialista decir que los dirigentes sindicales que pasan décadas con licencia sindical, sin trabajar en su oficio, son “los verdaderos malla oro”. Es decir, el término cumple con su espíritu “barrabravesco”. No indica nada en especial, pero sirve para tirárselo por la cabeza a cualquier adversario y ponerlo en situación incómoda.
Hace algunos meses, el economista Bruno Giometti, integrante del Instituto Cuesta Duarte, emprendió el encomiable esfuerzo de intentar darle al término algún contenido teórico. Tras analizar la evolución de los depósitos bancarios desde 2020 hasta 2022, y luego de especular bastante con las cifras, llegó a la revolucionaria conclusión de que los “malla oro” son “el conjunto de personas y empresas que poseen cuentas bancarias de más de U$S 250.000 en la plaza financiera local y/o que tienen cuentas bancarias en el exterior”.
Es alucinante. La definición lo deja a uno pasmado. De modo que, si tengo miles de hectáreas de tierra, una empresa comercial que genera millones por mes, enormes inversiones no bancarias en el exterior o varias mansiones en Carrasco, y mantengo mi cuenta bancaria con U$S240.000, no soy un “malla oro”. Sí lo soy, en cambio, si tengo cualquier clase de cuenta bancaria en el exterior (porque en ese caso no se precisan montos), de modo que si cobro una pensión o jubilación en Argentina o en España soy automáticamente un “malla oro”.
¿Vieron esos casos de “no aclares porque oscurecés”? Bueno, es lo que pasa cuando Giometti intenta darle algún contenido al calificativo que los dirigentes del PIT CNT usan con tanta prodigalidad en las tribunas y en la prensa.
¿Por qué se usa en realidad la expresión “malla oro”?
Sencillo. Es un término de inspiración mujiquista (no digo que Mujica sea el autor, sino que responde a una estrategia que Mujica ha usado hasta el cansancio). Consiste en hacer pelear a pobres contra pobres. Funcionarios públicos contra trabajadores privados, trabajadores manuales contra trabajadores intelectuales, habitantes de la ciudad contra trabajadores del campo, universitarios contra no universitarios, etc.
¿Qué se obtiene con eso?
Confusión. Borrar las verdaderas líneas divisorias, las que realmente parten aguas, y lograr adhesiones fáciles, emocionales, fundadas en el odio que produce el otro pobre, el que cobra más, el que estudió más, el que no se ensucia las manos, el que tiene el sueldo seguro porque trabaja para el Estado, o el que es dueño de su casa o de un pedazo de tierra. Pero, sobre todo, le permite al dirigente no meterse con los que de verdad tienen la sartén por el mango, los “malla platino”, de los que nadie habla.
A estas alturas, parece necesario recordar la definición de Rousseau sobre cuándo la riqueza y la pobreza son realmente un problema social: “… que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro y que ninguno sea tan pobre como para verse obligado a venderse”, decía Jean Jacques.
En otras palabras, la riqueza problemática no consiste en tener dinero, sino en tener la capacidad y la potencialidad de usarlo para determinar la vida de los demás.
El uso de la expresión “malla oro” y los intentos de Giometti de darle definición teórica no son casuales. El lunes, durante el acto del 1º de Mayo, esperé oír alguna clase de pronunciamiento de los dirigentes del PIT CNT sobre las monstruosas “inversiones” que se están quedando con nuestra agua, nuestra tierra, nuestros puertos, nuestras vías férreas, nuestro endeudamiento, nuestra soberanía política y hasta con nuestra salud y la educación de nuestros hijos. Esperé que se hablara largo y tendido de UPM, de Katoen Natie, de las AFAP, de Pfizer, de Google, de Neptuno, del hidrógeno verde, de la concesión de la búsqueda petrolera en nuestra plataforma continental
Nada. Ningún análisis sobre esos asuntos. Críticas al gobierno, muchas. Referencias feministas, muchas. Alusiones emotivas al pasado, muchas. Nada, o casi nada, sobre la nueva ecuación económica y territorial que está cambiando a nuestro país y a nuestras vidas.
Nunca me resultó más claro que la expresión “malla oro” es la tapadera ideal de la realidad. Permite movilizar a la gente contra otra gente sin identificar al verdadero enemigo, a los intereses que realmente hacen que las cosas sean como son.
Si el enemigo son las personas o empresas que tienen U$S 250.000 en una cuenta bancaria, o simplemente tienen una cuenta bancaria en el exterior, ya se percibe quiénes deben aportar y pagar lo necesario para que el resto de la sociedad viva. Además, así es facilísimo ser un “compañero”. Basta con no exagerar en la cuenta bancaria. Y es facilísimo también ser considerado un “malla oro”. Desde el punto de vista del valor económico, el rasero está tan bajo que, cualquiera que tenga una casa y herede otra, o sea dueño de una chacrita, o tenga una casa en la ciudad y otra en un balneario, tiene capital para ser todo un oligarca, un potencial “malla oro”. ¿Alguien del PIT CNT recuerda que la ley de promoción de inversiones fijó el umbral de privilegio, ese que te permite no pagar impuestos y tener toda clase de apoyo del Estado, en casi 1.000 millones de dólares? ¿De qué “mallas oro” me hablan?
De lo que no se habla es de las empresas “inversoras” transnacionales, que manejan miles de millones de dólares, se están quedando con el país, y ni siquiera pagan impuestos. Esas que son patrocinadas y financiadas por organismos internacionales de crédito que, a cambio de endeudarnos más, nos dicen qué hacer con nuestra producción, con nuestra moneda, con nuestras jubilaciones, con nuestros recursos naturales, con nuestras emisiones de carbono, con nuestra legislación y con la educación de nuestros chiquilines.
Esos son los “malla platino”, de los que el gobierno, la oposición y el PIT CNT no dicen una palabra. Ningún planteo de cobro de impuestos a ellos en la fundamentación de la reforma jubilatoria, ni de la “transformación educativa”, ni en el discurso del 1º de Mayo.
¿Será porque no tienen U$S 250.000 en una cuenta local ni tampoco una cuenta bancaria en el extranjero?

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