Manual y razones para votar en blanco por Hoenir Sarthou
SE SINCERO: ¿EN QUÉ PAÍS QUERÉS VIVIR?
Si querés vivir en uno que regala el agua, les presta plata y no les cobra impuestos a los inversores extranjeros, un país que pide prestado y te endeuda para pagar el presupuesto, que no puede dar a su población enseñanza, ni salud, ni seguridad, ni jubilaciones como la gente, un país que vota las leyes y firma los contratos que le exigen los bancos, los inversores, el FMI, el BID, el Banco Mundial y la CAF, si querés todo eso, no sigas leyendo. Este artículo no es para vos.
Si esa es tu voluntad, el camino es simple. Agarrá cualquiera de las dos papeletas que te ofrecen este 24 y metela en la urna. Pero no digas después que te engañaron. Las dos fórmulas que compiten representan a partidos que han gobernado al país durante 40 años. 25 años unos, 15 años los otros. Y estamos como estamos. No puede haber dudas ni sorpresas.
SI QUERÉS OTRA COSA, NO PODÉS VALIDAR LO MISMO
La lógica electoral es diabólica. Las cúpulas partidarias compiten por los votos, que son los que dan acceso a cargos y a financiación. Y, mientras sigan obteniendo votos, seguirán haciendo exactamente lo mismo.
40 años de gobierno son mucho tiempo. Nos han convertido en un país sin rumbo, dedicado a satisfacer a los bancos y a las AFAPs, a las calificadoras de riesgo, a “inversores” como UPM y las otras pasteras, a Katoen Natie, Pfizer, a HIF Global y los otros negocios del hidrógeno, a Neptuno y su agua salada, a las compañías que buscan petróleo en nuestras costas. Un país cada vez más enajenado, carente de proyecto propio, endeudado, con una educación en decadencia y una población cada vez más inculta.
El asunto es tan simple que causa escalofríos: si los seguís votando, tendrás cada vez más de lo mismo. Porque no habrá ningún estímulo para que las dirigencias partidarias sean removidas ni para que surja algo nuevo que pueda cambiar el rumbo.
¿SE PUEDE VOTAR “FUERA DE LA CAJA”?
Sí, se puede. En un balotaje, en que sólo se decide la fórmula presidencial, el voto en blanco y el anulado no favorecen a ninguna de las fórmulas. No se suman al ganador ni al perdedor, ni perjudican en especial a uno de ellos, y nadie cobra un peso por los votos en blanco ni por los anulados. Es importante recalcarlo, porque una insistente leyenda urbana afirma que los votos en blanco – algunos creen que también los anulados- se suman al ganador o al que tiene más o menos votos. ES FALSO. No se suman a nadie, ni perjudican en especial a nadie, tampoco los cobra nadie. Ni los en blanco ni los anulados.
Lo que sí es cierto es que los votos en blanco y los anulados tienen algunas diferencias, tanto en la forma de emitirlos como en la forma de interpretarlos.
PARA VOTAR ANULADO
Se debe introducir necesariamente en el sobre de votación al menos una de las papeletas electorales admitidas. Sin eso, no es voto anulado sino voto en blanco. Y, para que el voto se anule, deben pasar además alguna de estas cosas: a) que la papeleta introducida en el sobre esté rota, escrita, arrugada o dañada; b) que se agregue también la otra papeleta admitida o más de dos papeletas de la misma fórmula; c) que, además de la papeleta válida, se agregue cualquier otro objeto extraño, como una lista no admitida para el balotage, o un papel, un sobre, un nylon, etc..
PARA VOTAR EN BLANCO
El único requisito es NO introducir en el sobre ninguna de las dos papeletas admitidas para ese balotaje. O sea que se puede votar en blanco introduciendo en la urna el sobre de votación vacío, o con cualquier otro elemento que NO sea una de las papeletas admitidas.
Como es obvio, los dos votos, tanto el en blanco como el anulado, indican rechazo a las fórmulas electorales propuestas. Pero ambos tienen algunas diferencias, sobre todo en la forma en que pueden ser interpretados.
No olvidemos que toda actitud electoral, incluida la de no ir a votar, tiene un significado y emite un mensaje político que puede y quizá debe ser interpretado.
PROBLEMA: EL SIGNIFICADO DEL VOTO ANULADO
El principal problema es la polivalencia de sus signIficados. En la bolsa de los votos nulos entran el del torpe que arrugó o rompió la lista sin querer, el antisistémico, de quien desprecia el mecanismo electoral o la consulta a la voluntad popular, el del ancianito/a que, con dificultades manuales o visuales, metió una papeleta equivocada o varias papeletas iguales, y el de quien rechaza concretamente las dos opciones electorales que se le ofrecen.
En el cómputo total de los anulados, que es lo único que la población conocerá, todos esos votos se confunden y es imposible saber quíen anuló el voto por error, o por rechazo al sistema, o a la voluntad popular, o sólo por discrepancia con las opciones planteadas.
El significado de los votos anulados es un poco difuso y el sistema político puede digerirlos con cierta facilidad. Le basta con decir “Si, pasa en cada elección. Son de gente que no sabe votar, y de viejitos confundidos, y se les suman los inadaptados de siempre”.
Por eso es muy difícil reivindicar el voto anulado o asignarle un significado político claro.
SIGNIFICADO DEL VOTO EN BLANCO
Es mucho más específico que el anulado. En la medida en que es un voto válido (no nulo ni anulable), implica reconocimiento de la consulta a la voluntad popular, aunque expresa insatisfacción o rechazo ante las opciones electorales concretas ofrecidas.
Históricamente ha sido usado como forma de expresar posturas políticas que no encontraban reflejo en las opciones electorales. Así, en 1982, cuando en dictadura se realizaron elecciones internas de los partidos, de las que el Frente Amplio estaba excluido, el voto en blanco se usó para reivindicar la vigencia de esa corriente política. Y nadie discutió que los 80.000 votos en blanco tenían ese significado.
Nadie introduce por error en la urna un sobre vacío, o con algún elemento que no es una papeleta electoral. De modo que el voto en blanco expresa sin duda rechazo, o al menos igual distancia, respecto a las opciones concretas que el sistema electoral ofrece. Pero, al mismo tiempo, mirado como actitud cívica, valida la consulta popular como forma de tomar decisiones políticas.
Eso no es menor. Para quien reclama la necesidad de compromiso y aptitud ciudadana en el control de los asuntos públicos, validar la voluntad popular es fundamental. Sobre todo en los tiempos que corren. Cuando muy poderosos intereses se orientan a desalentar la autoconfianza y el compromiso de los ciudadanos comunes con la democracia y con sus propios intereses.
No hay democracia, ni república, ni soberanía, sin una masa crítica de ciudadanos conscientes y activos. Por eso, una considerable votación “fuera de la caja”, es decir fuera del falso esquema binario que se nos presenta para el balotaje, bien puede ser el aliciente para que, en los cinco años que vienen, tanto expresiones de democracia directa como nuevas opciones de democracia representativa, en la medida en que apunten en la misma dirección, planteen caminos nuevos para el Uruguay.
El voto en blanco es el que mejor prefigura esa posibilidad. En la medida en que reivindica y respeta la voluntad popular y, al mismo tiempo, reclama algo que no estará el 24 en los cuartos secretos ni en las mesas de votación.
Si tienen dudas, imaginen cuán triste y sin esperanza sería un Uruguay en que toda la población se alineara tras las dos penosas fórmulas presidenciales que se nos ofrecen.
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