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Marcos Soto: Te tenés que jugar la piel, seas gobierno u oposición

Marcos Soto:  Te tenés que jugar la piel, seas gobierno u oposición
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Saliendo del referéndum decidimos encarar el tema económico que afecta nuestra cotidianeidad.  Como nos afecta la realidad global a nivel local y cuáles son los caminos que tenemos como país.  Nuestro entrevistado muestra su calidad docente haciendo comprensible para todo el mundo temas muy complicados.

Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos Rodrigo López

Perfil

Nació en Montevideo hace cuarenta y un años. Fue al colegio Seminario y después a la Facultad de Ciencias Económicas de la UDELAR. Es contador y tiene un MBA. Trabajó en Price por dieciocho años y ahora tiene su propia empresa. Actualmente es el decano de la Escuela de Negocios de la UCU.

¿De dónde viene tu vocación por la economía?

En realidad, soy un economista frustrado. De chico siempre me gustaban las matemáticas. Al comienzo hice las dos carreras, contador público y economista. En aquella época para el economista había muy poca oferta laboral. Trabajabas en el Banco Central, o en algún consultorio de economistas. Luego sobrevino la crisis. Yo quería empezar a trabajar y vi que había una salida más eficaz siguiendo la carrera de contador público, y postergué la carrera de economista. La vida te enseña que la carrera es importante, pero también vale lo que estudiás después por tu cuenta. A los veinte años entré en una consultora internacional de las más grandes.

¿Y la docencia?

Me vino a buscar el rector de la Católica, que había sido mi profesor de Historia en el Seminario, para buenamente complicarme la vida. Yo ya estaba en una nueva zona de confort, y empezaba a tener clientes. Ya había dado clases, pero el proyecto de la escuela de negocios me seducía mucho. Creía que había algo más para hacer en la formación de ejecutivos y líderes en Uruguay. No es solamente una maestría en administración de empresas o un programa de desarrollo de directivos. Es tratar de dejar algo más. Después, cuando se vino lo de mi padre, me di cuenta que en la vida tenés que tener un propósito. Pero yo no era médico, soy contador, que es lo más frío que puede haber en el mundo. En la docencia encontré mi propósito. Entro a una clase y capaz que tengo que dar contexto económico, pero aun así siempre hay una charla, un mensaje o una visión.

Valores que se pueden transmitir.

Exacto. En la docencia encontré un lindo propósito en el vínculo con la gente. Eso no me lo daba mi profesión, pero la docencia te da la posibilidad de poder dejarles algo a cien o doscientas personas por año. A los profesores que trabajan con nosotros les digo que cada vez que entran a un aula tienen un programa, una planificación de contenidos, pero también tienen la posibilidad de dar algo más. Y ese algo más son vivencias, son cosas que te pasaron, frustraciones, momentos, sentimientos. Es un intercambio con los alumnos para que también ellos puedan interactuar, conocerse, transmitir. Se generan cosas lindas. La docencia es eso. Hoy es un propósito relevante en mi vida.

¿Tuviste algún docente que te marcó?

Sí, claro, tengo docentes del liceo y hasta maestras de la escuela que todavía recuerdo. Por eso la educación es tan importante. Dedicamos muchas horas de nuestra vida a ser formados, desde que somos chiquitos. Ni que hablar cuando pasás a nivel terciario. Me marcó muchísimo Carlos Demassi, un profesor de Historia genial, que me hizo amar la historia, no verla como un cuento sino como un producto de las acciones humanas. En general los humanos toman decisiones estando perturbados, decisiones irracionales, emocionales, y eso desenlaza en hechos históricos. Me enseñó a pensar la historia desde ese lugar. Ver cómo un profesor disfruta de dar clases es muy inspirador. Son cosas que te marcan, indudablemente.

¿La economía también es producto de decisiones humanas?

Sí, claro. Desde el 70 a esta parte, desde el surgimiento de la economía del comportamiento, ya con tres premios Nobel, se empieza a probar que la teoría tradicional de la economía basada en el comportamiento racional de los consumidores funciona como fórmula, pero está muy alejada de lo que es la realidad. Nuestra cabeza no es un Excel, está muy cargada de emociones y se aleja del proceso racional. El “econ”, en sentido genérico, es un sujeto que está todo el tiempo midiendo utilidad, beneficio. Pero en la realidad sucede que si te calentaste con un auto vas y lo comprás. Si tenés que hacer una picada con amigos comprás igual las papas chips aunque tengan un cartel que te dice que te estás envenenando. Capaz que si lo pasás por el proceso racional, comprarías almendras sin sal. Hoy empieza a haber cada vez más consenso en que la economía debe adaptar sus teorías y sus modelos a que los diversos agentes no toman decisiones racionales sino todo lo contrario.

¿No hay una visión dominante de que todo es economía?

La economía es un factor que incide muchísimo en la felicidad de la gente. Hay un estudio, que se hizo para Estados Unidos, que dice que hay un umbral de felicidad que no se supera por tener más de setenta mil dólares por año. Hasta ese umbral la felicidad es creciente, y a partir de eso empieza a ser decreciente. Pero indudablemente la economía afecta el sentir de la gente. La economía está basada en el consumo. Y para consumir, hay que tener. Cualquier noticia que pueda alterar la capacidad de consumo, para bien o para mal, va a ser relevante. Podemos discutir si es el modelo de sociedad que nos gustaría tener o no, pero es el que impera. El consumo es una de las turbinas de la economía, y cuando le va bien, hay dinámica, hay trabajo. También, consumir genera cierto placer en la gente. Es un placer efímero, pero cuando estás angustiado te comés un chivito y te sentís bien. Y eso lo saben las empresas. En los datos de la semana pasada vemos que el consumo privado se revirtió mucho en el último trimestre. Era esperable. Ya se levantaron todas las restricciones de la pandemia, las vacunas moderaron el miedo y la oferta empezó a normalizarse. Volvieron los espectáculos públicos, se presentó Jaime Roos y llenó la tribuna. Le gente siente que después de todo lo que pasó se merece un gustito. Era esperable que cuando los inhibidores cayeran hubiera un rebote en el consumo.

¿Fue un rebote circunstancial o se va a mantener en el tiempo?

Estamos en un momento de incertidumbre. No sabemos qué va a pasar. Hasta el 24 de febrero la humanidad estaba intentando resolver la pandemia, y si había algo que no precisábamos era una guerra. Y ahora tenemos una guerra.

Una guerra entre las otras diecisiete que hay. ¿Tiene más incidencia por las sanciones y la importancia que se le da a nivel político?

Tal cual. La invasión rusa a Ucrania tiene un impacto en todo el mundo, en el desarrollado y en el nuestro, como producto de las potenciales sanciones y de la capacidad que tiene esa zona de proveer ciertos tipos de productos que pegan muy duro en la canasta básica, desde el petróleo hasta el trigo y el aceite de girasol. Uno esperaría que el rebote en el consumo va a seguir, más allá de que hay grandes desafíos en el mercado laboral, donde hay dos variables que juegan muy de cerca y que hay que mirar muchísimo: las caídas continuas de salario real que tuvo Uruguay entre 2020 y 2021, que todo hace pensar que van a continuar este año…

¿Va a continuar?

Este año va a haber caída del salario real, salvo que pase algo que cambie las condiciones. Por los niveles de inflación que está habiendo, lo esperable es que haya una caída del salario real. El otro gran punto son los llamados jornales solidarios. Si eso cae, puede haber algún ruido en el mercado laboral. Si hay menos desempleo, es un incentivo a que los salarios no sigan cayendo, porque las empresas que están compitiendo tienen que pelear por el factor trabajo. Son dos variables que hay que mirar para ver el tema del consumo, dos variables que indudablemente atentan contra lo que pasó. Lo esperado y la tendencia para este año también es que el consumo privado crezca, aunque ha sido una de las actividades que menos creció en todo el 2021, como producto de las caídas de salario y de problemas de empleo.

Y de la baja afluencia turística.

Ni que hablar, que a Uruguay le pegó muchísimo. Uruguay es un gran exportador de servicios. El principal ítem de exportación del Uruguay no era un bien; no era la carne, no era la soja, sino el turismo, que generaba más divisas que esos otros bienes tradicionales. Todos los visitantes que llegaban a Uruguay y consumían en los restoranes, en el transporte, en la hotelería y el ocio generaban muchas más divisas y empleo directo e indirecto que los productos tradicionales. A veces no logramos visualizar eso, porque medimos las importaciones por lo que pasa en la aduana, en una visión muy tradicional y caduca en el mundo actual, donde los servicios tienen una dinámica mucho mayor. En Uruguay son claves los servicios turísticos.

Y estamos en una coyuntura que en lo inmediato no va a mejorar, por la situación en Argentina, que es nuestro principal cliente turístico.

Sí. Con Argentina tenemos una bomba de tiempo al lado. Hemos logrado mirar para el costado en muchas actividades. Desde la crisis del 2002 a esta parte, Uruguay logró diversificar su comercio internacional sin depender tanto de Argentina en sus exportaciones, como ocurría antes.

Igual siguen siendo las de mayor valor agregado. Es un 4 o 5%.

Tienen un perfil productivo más industrializado que el resto. Y se exportan artículos que el resto del mundo no nos compra, salvo Brasil. Eso es real, y tiene un impacto micro importante. Cuando uno ve lo macro parece estar por debajo del radar, pero no cuando bajás a lo micro. Es lo que pasa ahora con Rusia. Pensamos que es solamente la manteca, el 1% de las exportaciones. Pero alguna empresa lo va a sufrir, si en lo micro son cien millones de dólares. Lo mismo pasa con Argentina. Pero también nos desvinculamos del sistema financiero, del que dependíamos mucho, con los depósitos de los argentinos. El famoso desacople fue real, y también lo fue el desacople del desempeño económico, en los últimos veinte años. Basta ver cómo la pandemia agarró a Argentina y cómo nos agarró a nosotros. Una cosa es que Uruguay caiga lo que cayó en 2020, un 6%, pero desde escalones mucho más altos, con amortiguadores para ir sosteniendo esa caída. Realmente hubo un desacople con Argentina, pero seguimos teniendo vínculos relevantes, porque estamos al lado, y uno de esos vínculos es el turismo. Casi siete de cada diez turistas que llegan son argentinos, y eso no va a cambiar. Hay una base que siempre viene, la que tiene propiedades y familia, aunque estemos un 50% más caro.

También hay migración hacia Uruguay de argentinos con altos ingresos.

Sin duda. Hoy Argentina vive un drama económico, pero también social, porque se empiezan a desintegrar familias y la emigración empieza a ser un factor relevante. En general se van los más preparados y los que tienen capital. A la hora de invertir, esa gente piensa en otros países, en Uruguay, en España, en Estados Unidos. Cuando un país pierde su capital social y económico está hipotecando muchísimo su futuro. Vive un deterioro generalizado, desde lo institucional hasta lo social, pasando por lo económico. No se avizora una salida fácil y rápida para Argentina.

El acuerdo con el Fondo…

Es un analgésico, o más bien un estupefaciente.

El Fondo y el gobierno argentino admiten que no se va a cumplir el acuerdo.

No, porque es imposible. Pero Argentina reiteradas veces incumplió los acuerdos con los fondos. Es el país que más los incumplió. Esta no va a ser la excepción.

¿Cómo nos afecta lo de Ucrania y Rusia más allá de las importaciones puntuales? ¿O estamos tan lejos que zafamos?

En el mundo en que vivimos nada es lejos. El mundo se ha convertido en una gran telaraña interdependiente, y donde una piola se corte por algún lado el tejido se termina desarmando. Es un mundo interdependiente. En el pasado se sancionaba a los países que estaban en guerra y los efectos eran más limitados. Hoy el arma económica es muy potente y es el arma que están utilizando hoy Estados Unidos y Europa, con el ahogo económico que pueden provocar en Rusia. Esto es una guerra de tiempo por ver qué va a pasar más rápido: si primero se ahoga Rusia o si Ucrania se rinde por las caídas de civiles. Eso es lo que está hoy en juego. El otro escenario son los botones rojos, que es lo que se está queriendo evitar. Por suerte esto está pasando con Biden. Si no, todos los días estaríamos con la amenaza del botoncito.

Según Trump, si hubiera estado él no habría habido guerra.

Los impactos económicos directos son el no poder comercializar con esa zona. Para Uruguay no es tan relevante en términos macro, sino para algunos sectores como la manteca, y hay empresas que lo pueden sentir. Pero es bastante acotado. Habrá que buscar mercados sustitutos, que los puede haber. Pero los impactos indirectos son muchísimos. Lo más grave es el impacto en los niveles de inflación. Cuando uno acogota la oferta de un proveedor relevante, lo que se produce es que va a haber menos artículos. Pero si la demanda es la misma, los precios aumentan. Si restringimos la oferta de petróleo, de trigo, de níquel, de aceite de girasol, todo eso va a tener un impacto en la canasta básica. Y ahí están países como Uruguay, que ya tenía una inercia inflacionaria relevante, países que dependen muchísimo del exterior y del petróleo. Uruguay, también, es una economía abierta donde su producción es transable, es decir, que el mundo la demanda. Hay un claro contagio de inflación exterior hacia Uruguay, donde si el productor no vende la carne adentro la vende afuera a un precio mejor.

¿Por qué la va a vender acá, si tiene dónde colocarla a un precio mejor?

El contagio inflacionario en la canasta básica va a ser importante, y además va a haber impacto en productos que no son de la canasta básica pero que son sensibles en alimentación. Nuestra cultura se basa mucho en los derivados de la harina. Ese es el principal riesgo económico que hoy tenemos. El FMI sacó una linda gráfica: la inflación en estos bienes pega más en los países pobres o en desarrollo, y dentro de la economía doméstica pega más en los sectores más vulnerables, porque son los países y sectores que dedican más porcentaje de sus ingresos a consumir ese tipo de bienes. En general, son sectores que no tienen capacidad de ahorro, que dedican todos sus ingresos al alimento y a productos de primera necesidad.

¿No hay un sistema de medición de la inflación para pobres? Vemos que la carne sube un 35%, el arroz un 30%, mientras que la inflación es de 7.8%.

No hay. Si uno repasa los informes del INE, encuentra todo desagregado, y es fácil saber en cuánto está evolucionando la inflación de los alimentos en comparación con los de la vestimenta u otros productos no tan necesarios. Pero no hay una medición específica, sectorial. Pero sí tenemos datos que nos permiten tomar consciencia de que esto está ocurriendo. Hay que tener en cuenta que la medición de la inflación es muy sensible, porque el dato inflación trabaja mucho sobre las expectativas que tenemos los agentes: las familias, los empresarios, los empleadores, el gobierno. Si la inflación viene creciendo, los diversos agentes creen que va a seguir creciendo. En Uruguay hay algo que no falla: hay básicamente tres sectores que estiman la inflación. Son: el gobierno, que hace sus cuentas; luego los analistas, porque viven de eso; y los empresarios, que también viven de eso. En general, quien le pega, o quien está más cerca de las proyecciones de la inflación, son los empresarios, que además son los que marcan los precios.

Son los que tienen que arriesgar.

Son los que tienen la expectativa. Ojo cuando uno empieza a cuestionar la medición de la inflación. Es peligroso, porque ahí pueden ocurrir desprendimientos de expectativas. Por eso Uruguay siempre ha optado por los platitos chinos de Bergara, que siempre priorizaba la baja del dólar aunque hubiera sectores que lo cuestionaran. Andá a agarrar la inflación si se dispara. Le pasó a Brasil el año pasado. Salía de un 3% de inflación y terminó en un 10% y pico. Volvemos al comienzo: la inflación tiene un gran componente de expectativas, y las expectativas son emocionales. Si creo que las cosas van a aumentar, van a aumentar. Ahí es que empieza la espiral.

Y si creés que van a aumentar, salís y comprás más.

Y ahí recalentás.

Es como una corrida bancaria.

Exacto, tiene todo ese cúmulo de emociones. Es real. ¿Por qué siempre en Uruguay se busca que no pase de 10%? Porque también hay un efecto psicológico. Dar una inflación de 10% es como decir que se acabó el mundo, y ahí se dispara todo lo otro.

La guerra ha movido cosas impensables, como Estados Unidos y Venezuela negociando por el petróleo. O España pidiendo habilitación para poder comprar maíz en Argentina, con todas las restricciones de la Comunidad Económica Europea.

La necesidad tiene cara de necesidad. Estados Unidos lo definió la semana pasada: su principal problema económico es la inflación, y van a buscarle la vuelta para que no se le dispare. Hoy Estados Unidos tiene la inflación más alta de los últimos cuarenta años, un 7.9%.

Y Biden acaba de decir que va a haber escasez de alimentos.

Es un tema. Europa está estimando los impactos que van a tener las sanciones, para ver si en algún momento hay que bajar la intensidad. Irán era el eje del mal, y ahora le sacaron las sanciones porque se necesita ese petróleo. Pero de vuelta, ojo, no hay que devaluar las armas económicas, que hoy son las armas más pacíficas que tiene el ser humano.

¿Pero son sostenibles las sanciones que aplica Europa, que implican pegarse un tiro en los pies desde el punto de vista económico?

No son sostenibles en el tiempo. Pero para que sean efectivas tienen que ser fuertes, y tienen que ser sostenibles por un período de tiempo.

Se está comprando gas y petróleo a Rusia. La primera ministra finlandesa dice que eso está financiando la guerra.

¿Pero cuál es la alternativa? Hay algo peor. ¿Cómo se provee Rusia de armas? Hay países que son exportadores netos. Vivimos en un mundo complejo. Es un mundo interdependiente, donde no es fácil sancionar a otro y dejar de depender de él. Rusia implica el 1% y algo del PBI mundial. No es relevante, pero resulta que es un principal proveedor estratégico en temas de energía y alimentación.

La que sale incólume de todo eso es China.

Hay teorías de todo tipo. Si repasamos cuáles eran los grandes titulares en materia de economía internacional antes de la pandemia, eran la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Eso fue hasta diciembre de 2019. Y el mundo creía que estaba viviendo en un mar de incertidumbre, porque no sabía qué iba a ocurrir con la guerra comercial de las dos principales potencias del mundo. Vino la pandemia, con el origen y el foco en China. Dos años de pandemia, que la humanidad resolvió. Luego, la guerra. China pasa a ser un actor clave en esta guerra. Hoy China tiene la llave del diálogo. En los tres cisnes negros que tuvimos en muy poco tiempo, China fue uno de los protagonistas. Creo que cuando esto se calme vamos a ver que hay una base que está cimentada en un potencial liderazgo chino a nivel mundial. Ya lo venía teniendo desde el punto de vista comercial, pero ahora lo va a tener desde el punto de vista geopolítico. No tengo dudas.

¿El dólar como moneda universal está corriendo riesgo con este conflicto?

El dólar empezó a correr riesgo en el año 84, cuando un día Richard Nixon se levanta y saca el patrón oro para el comercio internacional. Desde ahí se liberó la impresión de dólares, que quedó a discreción del sistema político. Y el dinero es un bien escaso, pero cuando queda a discreción de la política en realidad queda a discreción de una impresora.

Papel pintado.

Exacto. Y si uno repasa lo que ha ocurrido con la impresión de dólares ve que ha tenido un crecimiento exponencial. Hoy tenemos en circulación veinte veces más dólares que hace cuatro años. La impresión de billetes en los últimos años ha sido exponencial. ¿Qué pasa cuando mucha sobreoferta de algo? Se abarata. Salvo que al resto de las monedas les esté pasando lo mismo. La sobreimpresión de billetes lo que hace es erosionar la confianza.

Eso desmiente la teoría tradicional de que la inflación es monetaria.

No la desmiente. A Estados Unidos le pasa algo curioso. Estamos viendo que ha tenido un rebote inflacionario, para empezar. Y en segundo lugar, Estados Unidos exporta los dólares, y con eso exporta la inflación. Todavía tenemos países, pueblos y personas que se tiran a donde sea por un dólar. En definitiva, eso es confianza en un papel. Recuerden lo que dice Harari, sobre que el sistema monetario es el sistema más perfecto de confianza mutua que creó el hombre. Vale porque creés que vale. Y cuando haya visiones que empiecen a desconfiar de los fundamentos que hay detrás del dólar, el dólar va a caer.

¿Cuándo?

No sé cuándo. No hay una fecha cierta. Sí tenemos que saber que cada tanto en la humanidad, en la historia, ocurren hechos que erosionan y cambian lo que creemos que nunca va a pasar. Así cayó el oro como moneda. Y el dólar va a caer como moneda. No lo sabemos. Capaz pasan cinco años, capaz no lo llegamos a ver nosotros, pero en algún momento va a pasar. China duerme con el enemigo, porque la mayoría de sus reservas están en dólares. Es uno de los principales acreedores de Estados Unidos con bonos en dólares. A China tampoco le sirve que caiga el dólar. En esta telaraña, en este mundo interdependiente, lo que sí pasa es que los individuos empiezan a tener más poder, y el fenómeno redes sociales voltea encuestas y gobiernos, definiendo elecciones que parecían impensadas. El otro día estaba en Argentina y decían que Milei no va a llegar nunca. No lo sé. Llegaron Trump y Bolsonaro. Los daba por perdidos, y ahí están.

Las últimas encuestas son aterradoras. El 20% a nivel nacional.

Y peor. Si uno entra y hurga en el perfil de ese 20% ve que son inmensamente jóvenes, que ven en Milei un rebelde antisistema, anti Banco Central. Eso es lo que está pasando. La gente empieza a sentir que tiene poder. Y cuando empiezan a aparecer sistemas que te hacen creer que podés tener poder, se da un caldo de cultivo. Acá aparecen el bitcoin y las criptodivisas, que originalmente tienen un idea bastante revolucionaria, anárquica y liberal a la vez: las monedas no tienen por qué ser de los Estados o de alguien, son de la gente, y la gente es la que emite en función del sistema, sin bancos de por medio, sin comisiones, más rápido. Si serán el sustituto perfecto del dinero que conocemos hoy, no lo sabemos. Lo que sí es que hay una tendencia cada vez más fuerte, por la propia erosión que han tenido las instituciones oficiales, y el abuso. Dicen que el bitcoin sirve para lavar plata, para esconder a no sé quién. En la historia, los grandes delitos se hicieron con las monedas tradicionales. Por supuesto que toda esta corriente cripto tiene grandes enemigos, que son los Estados y las instituciones financieras formales, porque a uno le hackea el poder y a otro el negocio.

Los bancos y algunos Estados ya están entrando.

Sí, porque te unís o te puede destruir, cuando se empieza a ver que esto tiene un alcance mundial, y que tiene aceptación. Es un gran desafío que se suma a lo que es la gestión de la complejidad. Y la normativa y los sistemas formales vienen de atrás sin saber qué hacer con este tema. Prohibirlos es muy difícil porque, cada vez que los prohibís, sube el precio.

¿Y Bukele, en El Salvador?

Es todo un experimento. Cuando sube el bitcoin, hace escuelas; cuando baja, no aparece por ningún lado.

¿Invertirías en bitcoins?

Invierto desde 2017.

¿Has ganado algo?

He ganado y he perdido.

Son como las acciones de la bolsa.

Totalmente. No recomiendo hacerlo. Cada uno se arruina como quiere. Lo que sí digo es que hay algo de la idea que me seduce.

¿Qué es lo que te seduce?

La idea de una moneda global que no dependa del sistema político. Que te pueda transferir plata si estás en Japón y te llegue a los tres minutos sin tener que pasar un overnight en Singapur. Me seduce que sea razonable, en el mundo integrado y globalizado en que vivimos, que exista una moneda global que no dependa de ningún Estado. Que no dependa del presidente de Estados Unidos. O de China, de quien no sabemos exactamente sus normas internas. Visto así, basado en la tecnología y con la garantía de la tecnología…

El tema es que genere confianza.

La viene generando. Cuando yo entré, valía mil setecientos dólares. Hoy vale cuarenta y cinco. Es muy volátil, pero es muy joven. Tiene diez años. Es un sistema muy joven para lo que es la historia de la humanidad. Pero la velocidad de adopción está siendo muy rápida. Hay gente que no lo entiende, pero otros ponen sus ahorros en eso, y sobre todo las nuevas generaciones, a las que seduce más una moneda digital, global, tecnológica, con garantías en una cadena de bloques en un software que no controla nadie, antes que una impresora de un Estado. Ese es el mundo en que vivimos hoy.

¿Se sabe la cantidad de gente que ha invertido en bitcoins?

No. Miles. Millones. Crece exponencialmente.

Hay gente que lo ve como una estafa piramidal.

Sí, como todo. No lo sabemos. Creo que no. Hay una idea y un funcionamiento detrás. También hay una dispersión. El problema del bitcoin es que había muchos concentrados en muy pocas manos, lo que se conoce como “ballenas”, que cuando ganan se van del negocio y dejan a los chicos. Pero eso se empieza a diversificar cada vez más.

¿Uruguay trabaja en algún aspecto para entrar en ese mundo, o sigue atado a la conquista española?

La pregunta tiene varias aristas. Uruguay tiene varios desafíos, pero tiene uno grande que es entender qué país estamos construyendo y hacia dónde va el barco. Si en un gran acuerdo nacional se define hacia dónde va, el barco demora en llegar. Pero tiene un destino, un trayecto, que se logra con pasos diarios, semanales, mensuales, anuales, quinquenales. ¿Qué país queremos? ¿Un país moderno, que entiende dónde hoy el mundo crea valor? ¿O seguiremos atados a un proyecto de país que explota al máximo sus recursos naturales y acota muchísimo la captura de valor? Hoy el mundo está asignando el valor cada vez más a lo que son los activos intangibles. No los tocás, no los ves, pero hoy representan el valor en el mundo.

¿Cuáles son?

Son las marcas, las patentes, los datos, el software, la economía del conocimiento. Es ahí donde está el valor. Podés ser un gran fabricante de camisas como lo es Filipinas, pero el valor está cuando le ponés el caballito. La misma camisa de decomiso de aduana que compras en la feria y pagás doscientos pesos vale tres mil pesos en el shopping. ¿Qué pasó en el medio? Un intangible. Servicios. Pasó el diseño, el marketing, la publicidad, la propiedad intelectual. El valor ya no está en la producción de bienes. El valor no está en “produzco carne”. Sí, está fantástico que produzcas carne, pero resulta que el que vende tu churrasco en Europa te lo vende a 50 euros mientras que a vos te llega el 0.02 del precio de ese churrasco. ¿Quién capturó el valor de la producción de carne? ¿El productor, que produjo, que arriesgó, que hizo su pradera, o fue la cadena? Y en la cadena lo que encontramos, desde que sale la carne hasta que está en el plato, es un servicio. Vivimos en un mundo que les asigna un valor a los servicios, a los intangibles.

 ¿Esto quiere decir que no hay que producir más?

No, esto quiere decir que tenemos que definir qué país tenemos que construir, hacia dónde va a ir el barco, con qué verticales va a producir Uruguay, y en función de eso trabajar para potenciar e integrar. Uruguay tiene un claro potencial en producción de alimentos y en productos tradicionales. Bien, vayamos por esto, y hagamos que sea eficiente la producción. Pero hay otras verticales que Uruguay tiene que trabajar. Ni que hablar de la industria turística, pero también la tecnológica. Hoy, uno de cada cuatro empleos se produce en la industria de la tecnología de la información.

¿Trabajan para Uruguay?

No, trabajan para afuera. Están exportando servicios, conocimientos. Y están en Uruguay, en sus casas con una computadorita. Y eso no pasa por la aduana, no lo vemos, sentimos que no está. Pero está generando empleo de calidad y muy bien remunerado, y para jóvenes. ¿Queremos seguir profundizando la vertical tecnológica, que es donde tendremos futuro? Y por supuesto todo lo que tiene que ver con investigación, innovación y desarrollo, que es en última instancia donde generás la propiedad intelectual. ¿Me preguntás si Uruguay debería avanzar en toda esta onda cripto? Es parte de la tecnología y es parte de lo que se viene. Lo que pasa es que enfrenta todo un sistema financiero que es hiperconservador. Uno de los grandes desafíos que tiene Uruguay hoy es transformar su sistema financiero, que ha quedado muy golpeado desde la crisis del 2002. Tenemos una banca nacional muy acotada, que es la del Estado, y que es mayoritaria. Los bancos privados que tenemos son de primera línea, que en general no asumen riesgos en plazas pequeñas. Y no hay otros bancos que agreguen servicios diferentes, servicios que sean flexibles, que integren a comunidades, incluyendo las cripto. Uruguay ha definido como política de Estado la producción de cannabis medicinal y recreativo, más allá de los gobiernos. No hay un banco hoy en Uruguay que te abra una cuenta para producir cannabis. No es lógico. ¿Te vas a definir por una cadena productiva para la que no tenés banco con el cual operar? No parece muy razonable. Algo está fallando.

El propio Banco República tuvo que salirse. Las farmacias que vendían cannabis no podían tener cuenta en el banco.

Las farmacias. No estamos hablando ya del productor. Farmacias a las que el cannabis llega en cuentagotas y que, sin embargo, son tratadas como narcotraficantes.

Por leyes de Estados Unidos.

Pero tiene que haber mecanismos. Hay estados en Estados Unidos que también tienen su legislación sobre el cannabis. Alternativas tiene que haber.

Las han buscado.

Lo que pasa es que el sistema es muy acotado, y eso para vincularte con el mundo te lleva a depender de esas pocas instituciones. De algún modo estas cuestiones tienen que estar integradas. Tiene que haber integración en las verticales productivas. Y tiene que haber una apuesta a pensar nuestro sistema financiero como un todo. El Banco Central tiene un grupo que se llama Nova BCU, que justamente está buscando recoger opiniones de innovación y desarrollo. Entre otras líneas de investigación y análisis están los activos virtuales, las criptomonedas. Y ver cómo el Uruguay va a legislar sobre esto. Posiblemente para el mundo cripto que hoy haya un país que regule es una buena noticia, porque te da ciertas certezas. Es parte de lo que tenemos que hacer. Parte de los desafíos estructurales que tiene el Uruguay es entender qué sistema financiero tenemos y al servicio de quién está.

Decís que el sistema financiero es conservador. Pero el empresariado es conservador también. Siempre se pone a los productos agropecuarios como el motor de las exportaciones y las riquezas.

Y todo lo que mide la CUTI, la exportación de servicios globales, que está en mil millones de dólares anuales. Son tres o cuatro verticales que Uruguay puede explotar. No podemos dedicarnos a todo, porque no lo vamos a hacer bien, pero sí hay marcadas tres o cuatro, que a su vez tienen que estar integradas. Tenemos que integrar el sector agropecuario, los servicios financieros, los servicios profesionales. Puede haber una suma de fuerzas. Lo que pasa es que sí, sobre la mesa y en la agenda siempre está lo otro, que es muy importante, porque el 80% de nuestras exportaciones de bienes surgen del sector agropecuario, y no hay que negarlo sino que hay que profundizarlo, trabajarlo, integrarlo.

¿Ves viable un acuerdo, cuando de pronto viene un nuevo gobierno y recorta el presupuesto de investigación?

Son tiros en el pie que Uruguay se da cada tanto, recortar lo que nosotros llamamos actividades discrecionales, aquellas que uno no puede medir el resultado con lo que uno pone. ¿Cuánto hay que invertir en innovación e investigación? No sé. Hay referencias internacionales. Pero es muy difícil medir el impacto de no invertir. Y menos en el corto plazo. Pasa con la educación. Es muy tentador recortar la educación, porque más o menos vas a seguir educando lo mismo. Pero cuando la empezás a erosionar a lo largo del tiempo, te encontrás con un sistema educativo absolutamente vetusto, ineficaz, que profundiza las injusticias que el Uruguay tiene hoy.

Si hay cien buscando la cura para el cáncer, es probable que noventa y nueve no lleguen a nada, pero es ese uno el que hace que haya valido la pena.

Eso es la investigación, el buscar el desarrollo, la generación de valor. Pasa que la economía es la gestión de la tensión entre los recursos escasos.

¿Tenemos la dictadura de la economía?

No, tenemos la dictadura de los recursos escasos. No da para todo. ¿Cómo hacemos?, ¿qué priorizamos? Ahí es donde aparece la discrecionalidad política. La gestión política hoy, entre otras cosas, gestiona recursos escasos, y decide qué ítems, conceptos o actividades se priorizan en función de esos recursos escasos. Ese es el resultado de decisiones políticas.

Hablás de tres o cuatro verticales a las que Uruguay debería apostar. Al mismo tiempo el sistema educativo no toma en cuenta eso. ¿Cómo empezamos a armar ese puzle?

Es muy difícil. Es un puzle que debe armarse desde la concepción de que tenemos que trabajar más en habilidades que en conocimiento. Y ese es un cambio de paradigma en educación. Tenemos que formar gurises y jóvenes que sean hábiles. Hoy el conocimiento está en Google, donde uno busca lo que quiere y lo encuentra. La función del educador pasó a estar en la trasmisión y en el ejercicio de habilidades que sirvan para toda la vida. Es como andar en bicicleta, una vez que aprendés, no te olvidás más. Una vez que aprendiste a sentir empatía por el otro, vas a ser una persona empática. Si aprendiste a pensar, a crear, a diseñar, a soñar, eso te va a permitir defenderte en la vida, más que otras cuestiones vinculadas a conocimientos que van teniendo fecha de vencimiento. Es un cambio de paradigma. Estamos frente a un nuevo mundo.

¿Es educación promercado?

No lo llamaría así.

Pero es lo que dicen, que se está enseñando para el trabajo, no para ser ciudadano.

Creo que es al revés. Cuando uno confía en las habilidades lo que está asumiendo es que existen inteligencias múltiples. Hoy el sistema tradicional premia inteligencias basadas en lo lógico matemático y en lo idiomático. No premia otras inteligencias que el ser humano tiene. Y, si no las premia, no las incentiva. No premia tu inteligencia artística, tu capacidad de innovar, tu capacidad musical. No premia tus habilidades sociales, no te premia si dentro de tu grupo de clases sos la persona que integra, que tiene buen humor, que genera buen ambiente. ¿Cómo evalúa eso el sistema? El sistema tradicional recorta y poda esas inteligencias múltiples que el ser humano tiene. Y hasta molestan, porque no se sabe qué hacer con una persona así. Y no es que sos promercado, es que sos pro ser humano, porque reconocés en el ser humano un sujeto que tiene muchísimas más habilidades e inteligencias que las que vos creés que tiene. Buscando la ampliabildad, porque después hay que vivir, y se vive del salario. Esto puede ser una expresión de deseo, pero en Uruguay se deberían venir tiempos de zurcir para construir. Si uno desea algo, es eso: que haya reamente alguien que lidere un zurcido en distintos ambientes y que genere un diálogo y acuerdos que posibiliten avanzar, con una definición clara. Después, las diferencias son sanas, naturales, necesarias. Pero creo que deberíamos tener la madurez suficiente para zurcir.

Hablaste de que la gente siente hoy que tiene poder. Pero también se va en contra del paradigma de que hay que zurcir.

Muchas veces esa expresión de lo que se ve en las redes es una expresión amplificada de lo que se ve en la clase dirigente. Si no hay un ejemplo y una construcción desde quienes tienen una responsabilidad de hacerlo, no podemos luego pedirles a los individuos que tienen un mar de problemas y frustraciones que no lo canalicen a través de las redes. Sí podemos empezar a construir desde el diálogo, que nos vean juntos sentados en una mesa e intercambiando y que de ahí surjan ideas que se transformen en cosas. Si estás afuera de la posibilidad de gobernar, la única forma que tenés de incidir sanamente es dialogando. Lo otro es especulación política. Si realmente te importa la educación y el sistema impositivo, hay que dialogar y acordar. Hay que zurcir para construir. Esos deberían ser los tiempos que se vienen. Soy un poco utópico.

¿El sistema político y su funcionamiento no lleva a que lleguen los más agrietadores?

Totalmente. Algunas expresiones, que son llamadas agrietadoras, tienen mayor receptividad porque son mensajes claros que conectan muy rápido con la gente.

Con lo emocional.

Exacto. Dialogar y acordar no pagan. Sos un tibio. Por eso se precisa la mayor amplitud posible. Si a todos nos acusan de tibios, son riesgos que hay que tomar. Pero si lo que querés es dejar un legado, una huella, una transformación, tenés que dialogar.

El mundo está yendo a la profundización de la grieta. Bolsonaro, Trump y algunos líderes europeos son expresiones acabadas en este sentido. Eso se va a reflejar en la economía.

Hay una teoría de un español que estuvo vinculado al PP, Lasalle. Habla de la bunkerización de la política. Es un outsider que entra en la política y se fue quemado, porque entendió que no podía cambiar las cosas desde ahí. Detectó que cada vez más las organizaciones políticas deciden generar búnkeres, agarrados de una consigna. La violencia en la calle, por ejemplo. La delincuencia, los delitos, los inmigrantes. Con esa plataforma cosechás un 10 o un 12% del electorado. Pero ese porcentaje son los que definen una mayoría, un balotaje. El poder se empieza a concentrar en ese búnker, y empieza a pasar que, como es una forma relativamente exitosa, se imita dentro del sistema, que empieza a bunkerizarse cada vez más. Es un riesgo claro de nuestro tiempo. Vos podés segmentar muy bien tu discurso y a quién querés que te lo escuche. Yo puedo decirle a una red social que quiero que me escuchen personas de cuarenta a sesenta años, poco o muy formadas, con determinado nivel económico. A veces no son solamente mentiras sino plataformas políticas concentradas de las que sabés que tienen un eco y una caja de resonancia rápida. Ese es el mundo en que vivimos hoy. Frente a ese mundo hay una clase que podemos llamar dirigente, con capacidad de influencia sobre los diseños de las sociedades. Y ahí la prédica con el ejemplo tiene que ser la regla y no la excepción. Y es una trayectoria poco tradicional en la política. Es el bitcoin de la política. Los sectores más tradicionales de la política, de izquierda y derecha, se están viendo hackeados. Si la clase dirigente en general, que es mucho más amplia que la política, que abarca a los dirigentes sociales, empresariales, sindicales, gremiales y educativos, no logra entender esto como un mensaje que tiene que ser claro, vamos a sufrir la bunkerización y la partición de la sociedad. Y luego es muy complicado salir de esa lógica.

Sectores brasileños de las iglesias evangélicas recibían mensajes a través de las redes donde se les decía que Lula iba a legalizar la pedofilia, y un montón de gente corrió asustada a votar contra el PT.

Es el manejo de los datos con el fin de manejar la información y los resultados. Es el mundo en que vivimos. ¿Frente a eso tenemos que resignarnos? A veces veo una especie de resignación, y un “como me resigné, replico el modelo”. En la corta funciona muy bien. ¿Pero qué país estamos construyendo? Uruguay sigue rankeando bien en su calidad democrática. Tenemos que capitalizar eso. Veo un riesgo relevante en cuanto a la incapacidad para definir un objetivo común, más allá de que los caminos puedan divergir, más allá de que las prioridades puedan ser diferentes. En grandes temas estoy viendo una incapacidad para poder acordar, y eso es un obstáculo para el desarrollo.

¿Visualizás un repunte económico de aquí a dos años en Uruguay?

Hay fundamentos que lo marcan, sí. A mediano y largo plazo las tasas de crecimiento del Uruguay son preocupantes. No nos va a dar con lo que hoy tenemos. Una tasa promedio en el entorno del 2% es muy baja. Con eso no vamos a poder despegar nunca. Y donde te agarre un viento de frente, te voltea.

Y hay viento de frente.

Hay viento de frente. De vuelta, sin la capacidad de poder acordar en grandes temas el Uruguay hipoteca su desarrollo, que está vinculado a ser un país confiable que reciba inversiones. Precisamos mucha más inversión de la que tenemos. Tenemos que estar arriba del 20% en el PBI, y hoy ni miras. Excepcionalmente lo estuvimos, es verdad. Precisamos un sistema educativo que sea integrador pero que a la vez sea inteligente y que trabaje muchísimo las habilidades. Y la idea de que “hoy estoy en esto y mañana puedo estar en otra cosa”, sin que pase nada, porque el mundo es así.

No todos se quedan dieciocho años en una misma empresa.

No existe más eso. Precisás formación para no resistirte a los cambios, y no solo eso, sino además adaptarte rápido y sacar el mejor provecho. Taleb, el que acuñó el concepto de los cisnes negros, acuñó también otro concepto interesante que es el de “antifrágil”, lo opuesto a ser frágil. Es un estado mayor al ser fuerte o resiliente. Si tenés un problema y sos frágil, te destruye. Si sos resiliente, volvés al estado que tenías antes. Si sos antifrágil sacás provecho de los problemas. Te hacés más fuerte en los problemas. Vimos en la pandemia cómo empresas se vieron arrasadas mientras que otros vendían tapabocas en la esquina. Esa es la antifragilidad que es parte del crecimiento, la que te hace desarrollar. El desarrollo está muy vinculado a los niveles de inversión y a la incorporación de tecnología, de lo que Uruguay todavía está lejos. Y los procesos educativos. Así es como se logra la productividad. Se dice que hay que ser más productivo, pero, ¿cómo lográs productividad? O te capacitás para hacer algo distinto o innovador o me traés una máquina, pero la productividad no se decreta. Tiene que haber un proceso que genere mayor productividad: obtener más producción con la misma cantidad de recursos.

La productividad no es solamente producir más bienes.

Más bienes y más valor. Y hay un tercer elemento del desarrollo y un gran desafío que tiene el Uruguay, y es el demográfico.

Ahí tenemos un problema.

Tenemos un gran problema. Si analizamos los últimos cinco años en comparación con los cinco anteriores, vemos que nacieron treinta y ocho mil niños menos. Es como si en un año actual no naciera nadie.

Bajó la pobreza infantil en ese tramo.

Se está trabajando mucho en lo que es el embarazo adolescente, con los anticonceptivos subcutáneos. Un embarazo adolescente es un embarazo vulnerable, que reproduce la pobreza. Es posible que estemos teniendo una reducción de la pobreza infantil muy vinculada a estos hechos. Pero además esa mujer está postergando su maternidad. Posiblemente en algún momento sea madre, pero quizás tenga menos hijos, con otra madurez. Uruguay enfrenta un gran problema demográfico, que es un problema serio. Si la natalidad sigue bajando, va a repercutir rápido. Hay actividades, aunque no se crea, que dependen de niños de cero a cinco años. Y si hay menos niños, hay menos actividad. Es un gran desafío, y el desafío de la seguridad social viene atado a esto.

Además, la longevidad se ha ido extendiendo.

La gente vive más, e igual quiere retirarse con sesenta años, con una buena jubilación, mientras que no hay jóvenes que aporten. No es simpático decir que ahora te tenés que retirar a los sesenta y cinco o a los setenta, pero la vida ha cambiado. Para bien, por suerte. Para crecer económicamente y desarrollarnos tenemos que solucionar los temas anteriores y las cuentas públicas, y cuando uno analiza las cuentas públicas, ve que hoy la sociedad en su conjunto todos los años vierte más de dos mil seiscientos millones de dólares para tapar los agujeros de las jubilaciones, porque el sistema no lo soporta. Y lo ponemos nosotros, con el IVA y con el déficit en Rentas Generales. Estamos hablando de un 4% y pico del producto. Y es únicamente para pagar pasividades, porque los sistemas de seguridad social son deficitarios. ¿Hasta cuándo se va a poder soportar esta situación? Y peor, porque esto es creciente. En algún momento alguien le tiene que ponerle el cascabel al gato. Espero y aspiro a que haya un gran acuerdo en esto. Y acá no pueden operar mezquindades.

Puede haber un acuerdo de cúpulas, pero cuando le digas a la gente que va a tener que trabajar cinco años más…

Te tenés que jugar la piel, seas gobierno u oposición. Si no, vas a dejar poco. Zurcir para construir implica dialogar, y creo que los grandes temas no pueden verse como comportamientos estancos. Está bien, hay una propuesta de seguridad social que capaz no te convence o no te gusta del todo, pero aparece en el horizonte una reforma tributaria. Capaz ahí sí podés incidir más que acá. ¿Por qué no plantear cuatro o cinco grandes temas? Capaz en uno incido menos que en otro, pero al menos me llevo cosas y sé que todos aportaron. Si uno lo analiza por compartimentos es muy difícil, porque te vas caliente.

Es mejor esperar a estar en el gobierno en el próximo periodo, para poner las propias condiciones.

En un mundo democrático y parlamentarista como tenemos, eso es relativo. En el período pasado el Frente Amplio no pudo solucionar muchos temas, como la reforma de la caja militar. No es tan simple.

Pero el funcionamiento del sistema político va más para este lado que para el que vos soñás.

Sí, totalmente. Y lo veo de afuera. Me imagino que habrá dificultades, sí, pero también hay que apostar. Y esto pasa por tres, cuatro o cinco personas con las que puedas sentarte en una mesa a dialogar, y a dar imagen, porque después eso calma y permea. Pero, de vuelta, en algunos temas hay que jugarse la piel. Lo otro es hacer el propio jueguito político, hipotecando el desarrollo económico y humano.

A todos nos preocupa esta inflación, que puede llegar a ser mucho mayor y de largo efecto. ¿Qué medidas se podrían aplicar para combatirla?

No hay soluciones mágicas para el problema de la inflación. A veces en economía hay que saber esperar y poner paños fríos. Pero es muy difícil cuando tenés sectores que pierden salario. La inflación no nos pega a todos por igual. Hay una gran herramienta que hoy tienen los gobiernos y que no tenían hace veinte o treinta años, el mundo de los datos de la tecnología. Hoy el Estado sabe exactamente cuánto cobra cada uno, y sabe, con tu cédula, cuál es tu situación hipotética y cuáles pueden ser tus necesidades. Debería existir la posibilidad de ir personalizando cada vez más la política tributaria. El IVA, que es el impuesto principal, es un impuesto injusto, regresivo, que sufren más lo sectores más vulnerables. Pero es la base de la recaudación en Uruguay. El 46% de lo que recauda la DGI es IVA. En cada paso que das hay un IVA. Hoy ya hay herramientas para personalizar el IVA.

¿Por qué todos tenemos que pagar el mismo IVA?

Esas herramientas están. Que hay un costo fiscal, lo hay. Pero es mucho más eficiente y efectivo un costo fiscal que realmente atienda los sectores que tiene que atender, ni de más ni de menos, que medidas de rebaja general que quizás para muchos sean irrelevantes. Focalicemos bien hacia dónde queremos apuntar los beneficios. Uruguay tuvo y tiene experiencias vinculadas a esto, con las tarjetas del MIDES y del BPS. Es una herramienta que se podría universalizar mucho más. Hoy tenemos la chance de hasta abusar de la tecnología y poder personalizar mucho más las cargas tributarias. A partir de eso, veo que se podría amortiguar los impactos en los sectores más vulnerables.

No incide si le sacás el 10% de IVA a los alimentos de las clases más necesitadas. Es menos que la inflación de estos tres meses.

Exacto. ¿Y qué te posibilita esta herramienta? Que realmente pase. Lo que ha ocurrido en la historia es que cuando hay rebajas de IVA la cadenita la muerde. ¿Cuánto llega al precio final? No sabemos.

¿Por qué son una mala palabra las detracciones en Uruguay?

Porque son una mala herramienta. Las detracciones desaparecieron no solamente en Uruguay sino en todo el mundo civilizado, salvo Argentina y algunos países más.

Sesenta y ocho países las tienen.

Son puntuales, no son detracciones genéricas y relevantes. Es un instrumento que termina desincentivando la producción. No es tan real que sean transitorias. En materia de impuestos lo transitorio suele ser permanente.

Entonces no es un problema de la herramienta sino de quien la maneja.

Y además en Uruguay ya existen impuestos que gravan la renta, impuestos que permiten que las ganancias extraordinarias queden gravadas al 25%. Si hay una ganancia extraordinaria es porque hay una ganancia marginal. Es decir, tus costos son los mismos, lo que cambia son tus ingresos. Si antes de la ganancia extraordinaria ganabas cien pesos, pagabas veinticinco de IRAE. Ahora ganás doscientos, pero tus costos son los mismos. Lo que te cambia es el ingreso, pero a ese ingreso no se le deducen costos, porque los costos son los mismos. Así es como opera el IRAE, que es el impuesto a la renta empresarial. ¿Cuál es el gran problema de esto? Que si efectivamente hay una renta marginal, ya paga el 25%. El problema es el tiempo. Una retención la cobrás cuando se factura. Es verdad que en un sistema como el que tenemos puede haber diferimiento en el tiempo hasta ver ese efecto. ¿Por qué? Porque las agropecuarias cierran el 30 de junio, y hasta entonces no hay declaraciones juradas y nadie declara sus ganancias. Hay muchas que arrastran pérdidas. Otras tienen un gran incentivo fiscal por la ley de inversiones, y entonces esta ganancia lo que va a hacer es acelerar el consumo de este beneficio. Hay un tema financiero, pero a lo que voy es que en la práctica ya tenemos una herramienta que funciona bien, que grava las ganancias extraordinarias. En economía, cuando hablamos de tiempo nos referimos a la economía de finanzas. Para el Estado es un tema financiero. ¿Quién financia la urgencia? Creo que el Uruguay tiene resortes financieros como para poder financiar la urgencia y entender que esa ganancia extraordinaria de algún modo va a terminar grabada por impuestos, e impuestos a una tasa del 25%. Es una discusión que excede cuando uno empieza a analizar la carga tributaria entre los sectores y ve, por ejemplo, que el sector agropecuario tiene una carga tributaria más o menos del 8%, lo que se podría considerar una carga tributaria baja. Pero eso es una cosa y la otra es incorporar un instrumento, una herramienta que creo dañina y caduca, que es un desincentivo a las exportaciones y a la producción que difícilmente sea transitorio. Luego, lo que pasa es que hace menos atractivo al Uruguay.

Argentina multiplicó por nueve sus plantaciones y exportaciones de soja. Es el tercer año en un nivel histórico.

¿Cuánto bajó el rodeo?

Porque la frontera de la soja se expandió y se terminó la industria del pollo. Pero a pesar de las restricciones, porque las ganancias siguen siendo rentables.

Aparte estamos hablando de un país que es mucho más productivo que el Uruguay, con tierras mucho más productivas. Para arrancar, Argentina tiene otros problemas y otras urgencias, entre ellas el haber conflictuado sectores dentro de la sociedad, que luego pasan a ser irreconciliables, con esto de “el campo y la ciudad”. Son señales que no veo buenas y que no van en la línea de lo que hablábamos hace un rato. Creo que hay que trabajar en sistemas mucho más integrados. Y también es verdad que esto fluctúa mucho y que este año va a haber sectores que se van a ver muy beneficiados por el contexto internacional, mientras otros la pasan muy mal, y ahí está la función del Estado, de la discrecionalidad política y de cómo hace para distribuir los recursos que tiene; por ejemplo, con la personalización de determinados tributos. Pero también es verdad que va a haber otros años que no va a ser así, años en donde haya sequía o la soja se desplome. ¿Y ahí van a venir a pedirnos por pérdidas extraordinarias?

Siempre piden.

Sí, les das forraje, créditos más blandos, pero no hay una trasferencia monetaria millonaria.

¿En definitiva, no te convencen las detracciones?

Como instrumento es malo porque presupone una renta extraordinaria que puede no ser tal. El instrumento omite el posible efecto de la inflación de costos que este año será relevante (combustibles, fertilizantes, logística local e internacional). Por eso la herramienta actual de impuesto a la renta neta, si bien perfectible, recoge ambos efectos, ingresos extraordinarios, matizando posibles efectos inflacionarios en costos.

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