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Medio siglo de Frente Amplio

Medio siglo de Frente Amplio
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El pasado cinco de febrero se celebraron los cincuenta años de la fundación del Frente Amplio. Cinco décadas no es poco en la vida de un partido político que logró nuclear a la izquierda uruguaya, soporto la ilegalización y persecución de la dictadura, accede al gobierno durante tres periodos consecutivos y aun siendo derrotado en el 2019 permanece como la fuerza política más importante del Uruguay. ¿Cuáles son a su criterio las tareas prioritarias que el Frente debe encarar en esta etapa? Balance, autocritica, reestructura, nuevo compromiso político son algunos de los temas que se plantean. ¿Se debe encarar un nuevo rumbo estratégico? ¿Cómo y para que se debe ganar nuevamente el gobierno?

 

¿Quién lo explica? por Por Jorge Pasculli.

Es imprescindible acercarse a la realidad en forma atenta y equilibrada. Si no el balance siempre va a ser desbalanceado, para un lado o para el otro. Digo esto porque siento que una de las grandes dificultades que tenemos un buen sector de nuestro pueblo es enfocarnos solo en lo “bueno” o solo en lo “malo”.  Una grieta de entrada, llámese política, fútbol, hábitos, lo que sea. Y, por supuesto, también sobre sí mismo, la vida, etc. Hacer el esfuerzo de tomar distancia, observar con atención y serenidad la realidad, los hechos, es decisivo. Eso nos permite ver realmente cuánta agua tiene el vaso y cuánto le falta. Nos guste o no nos guste lo que vemos.

Sobre los 50 años qué se puede decir en este espacio. Lo principal: sigue vivo, vigente y necesario. “Pero, ¿y por qué perdieron?”, acentúan algunos, como si fuera un campeonato. Yo también pregunto: ¿por qué miles y miles de ciudadanos votaron al FA en noviembre y no lo habían hecho en octubre? Ese enorme gesto político nunca es tenido en cuenta a la hora de juzgar derrotas o victorias. Siendo que siempre en las segundas vueltas el candidato que iba ganando amplió sus ventajas. ¿Qué pasó con todos estos ciudadanos? ¿Arrepentimiento por su “voto castigo”? Yo le llamaría –por lo menos- reconocimiento. Reconocimiento ciudadano callado. Porque el FA no salió a quemar las naves para dar vuelta lo que parecía imposible. Fue la gente que – ¿sorpresivamente? – puso una cuota de incertidumbre hasta último momento en noviembre. Para mí ese es un gesto ciudadano importantísimo al analizar toda esta última etapa del FA. Eso quiere decir que para la ciudadanía –no para mi sentimiento- el FA resulta una fuerza creíble tras 3 períodos de gobierno. Dos “mitades”, como hace mucho tiempo lo vio Seregni. Y en la otra mitad, aunque no hayan votado al FA ni piensen hacerlo, también se sale de los gobiernos con respeto. A pesar de toda la campaña de terror desde su propia fundación. Durante 30 años en la Intendencia de Montevideo, varias experiencias a nivel departamental y 15 años de gobierno nacional, no sólo el país siguió funcionando, sino que mejoró claramente en casi todas las áreas. La gente no es boba. Sabe lo que vivió. Y por eso estas dos votaciones.

Se perdió también porque fueron 5 años de constantes críticas y vaticinios alarmistas, multiplicados por la mayoría de los grandes medios de comunicación. No había día en que algún integrante del gobierno no tuviera que salir a desmentir o aclarar, ante una aglomeración de cámaras, bolazos que lanzaban los partidos que hoy están en la coalición. Contestaban por separado, pero todos contra el gobierno… Se creó un estado de ánimo que generó en mucha gente una urticaria hacia el FA: “¡que se van, se van!!”, sin importar más nada. Así fue que nació de apuro la coalición que sigue pareciendo más una coordinación liderada por el Presidente que un órgano colegiado. ¿Todo esto significa que el FA no se equivocó en estos 15 años? Por favor, sería imposible. Eso sí, miremos todo. Con la conciencia tranquila de que se ha hecho lo mejor que se pudo. No alcanza. No alcanzará por mucho tiempo porque la realidad es mucho más cruel que la más despiadada autocrítica.

La realidad del país y del mundo nos encuentra vivos, vigentes, necesarios, constructores. No nos motiva el sacarnos las ganas. Seguimos comprometidos activamente con la libertad, la salud, la democracia, la justicia, la pobreza y la indigencia, la justicia social de nuestro pueblo. Desde el lugar que nos toque.

Medio siglo de historia por David Rabinovich

Escribió Alberto Grille: “Es verdad que entre los meses de marzo y octubre el comportamiento de la sociedad, el susto, la responsabilidad de los uruguayos, la madurez del sistema político, de los sindicatos y las gremiales empresariales, la demografía tan particular de Uruguay, el Sistema Integrado de Salud, la fortaleza de la universidad pública y la comunidad científica, la conectividad digital y el sistema de seguridad social lograron ganar tiempo y preparar el sistema de salud para lo que se venía.” 1

Me parece una síntesis adecuada de los logros que dejaron tres periodos de gobierno del Frente Amplio. La historia de sus limitaciones y carencias se condensa en el fracaso electoral que sufrió a manos del Partido Nacional y sus socios en lo últimos comicios.

Dicen que ‘20 años no es nada’, pero 50 son medio siglo. Estuve allí, en ese tiempo y en esa tarea. Cumplí 21 años en marzo de 1971 y estaba afiliado al Partido Socialista ilegalizado desde el 67 por el ‘pachecato’, en aquellos años de formación del FA. También en San José había que armar el FA y había un grupo de compañeros en eso. En condiciones de clandestinidad no era sencillo resolver las dificultades de relacionamiento con otros sectores. La unidad era, es y será siempre una tarea compleja. Vuelto el PS y otros grupos a la vida política plena, en las elecciones de 1971 resulté electo edil suplente y con eso me gané la destitución cuando llegó la dictadura. Era un San José “blanco”, con prevalencia de un herrerismo afín al militarismo naciente y heredero de los peores manejos zorrillistas, continuados y mejorados por el chiruchismo.

No hay, no puede haber, una idea clara en los jóvenes de hoy sobre lo que significaba el compromiso político de izquierda en aquellos años. Épocas de radicalización en las luchas sociales, de marchas cañeras y de luchas muy duras que tiñeron las calles de sangre. La sangre de mártires estudiantiles y obreros. En ese marco se puso los cimientos para la unidad de acción política de quienes pensábamos parecido.

Un sector de esa izquierda ‘sesentista’ no creyó en la alternativa electoral, la violencia del sistema hacía dudar del camino ‘pacífico’ de las urnas. Debieron pasar varios años –y lecciones muy duras -, para que la unidad sin exclusiones admitiera en su seno a la que fue izquierda armada.

50 años: Venimos de esa historia y no deberíamos renegar de ella. Aprender sí. Revisar lo que sea necesario. Ser autocríticos y renovadores sin perder la esencia. Aunque el Frente Amplio nunca se definió como anticapitalista sí lo hizo como una fuerza anti imperialista y anti oligárquica. El mundo globalizado muestra un panorama de concentración del poder, de la riqueza, de los recursos, a extremos nunca vistos.

Cuando tenemos todo lo necesario para atender las necesidades básicas de la humanidad nuestra fragilidad se pone de manifiesto con inusitada virulencia. Nunca han sido tan visibles las distancias entre la realidad y el ‘deber ser’ de sociedades altamente deshumanizadas. Nunca pareció tan claro que la lógica de la solidaridad y la cooperación son el único camino alternativo posible. Nunca las derechas me parecieron tan brutas ni tan fuertes como ahora.

1 https://www.carasycaretas.com.uy/queriamos-sopa/

 

Dos postales, a cincuenta años de distancia por Benjamín Nahoum

El 5 de febrero de 1971 se creó formalmente el Frente Amplio (FA). No nació de un repollo: atrás quedaron experiencias y sucesos, positivos y negativos, que constituyeron instancias importantes para la creación del FA. Baste citar, por ejemplo, los frustrados intentos de la Unión Popular y el FIDEL, en 1962,que aunque dispares en sus resultados electorales, mostraron que las exclusiones sólo conducen a callejones sin salida: para los excluidos y también para los excluyentes; el proceso de la unidad del movimiento sindical, a partir del Congreso del Pueblo de 1965, que no sólo llevó a la unidad del movimiento sindical, sino que lo dotó de un programa; el llamamiento de los independientes de 1970, y otros granitos de arena que vinieron a construir una gran montaña. El FA no fue un alumbramiento instantáneo, sino el fruto de un parto largo y delicado.

A los pocos días de creado el FA, en ese mismo febrero del 71, se aprobaron las Bases Programáticas para la acción de la nueva fuerza política, antes que se acordara la candidatura del Gral. Líber Seregni a la presidencia de la república: por una vez, en un partido de masas en el Uruguay, el hombre surgía para llevar adelante un programa y no, el programa se hacía para darle perfil a un hombre (y digo hombre, porque hasta entonces, y aún mucho después, estábamos invictos en materia de candidaturas de mujeres).

Algunos meses después, en agosto, se aprobaban las “Treinta primeras medidas de gobierno”, que constituían la explicitación sintética del programa de gobierno a aplicar de ganar el FA las elecciones de 1971. Esas medidas estaban articuladas a través de cuatro pilares, que venían de las bases programáticas: la Reforma Agraria, la nacionalización de la banca privada y de los principales rubros del comercio exterior, y el desarrollo de una “enérgica acción industrial del Estado, incluyendo la nacionalización de la industria frigorífica”.

Si buscamos estos cuatro pilares en el programa de gobierno del FA para el periodo 2021-2025, no encontraremos nada parecido. Y si nos vamos más atrás, a los programas anteriores, pasa algo similar: hay que ir muy atrás para encontrar alusiones a esas medidas, que eran cardinales hace cinco décadas.

El mundo y el Uruguay cambiaron mucho en el interín, desde luego, pero sería muy difícil argumentar que esos problemas ya no existen y esas medidas ya no son necesarias: la tierra está más concentrada y extranjerizada que nunca; los bancos privados han sido los responsables de las peores crisis económicas y sociales, superiores a las del virus más terrible; el comercio exterior beneficia directamente al gran latifundio y el gran capital, siempre reclamando devaluaciones para que les den más pesos por sus divisas; los pequeños y medianos industriales se han transformado en importadores, y las que más dinero ganan -y se lo llevan- son las grandes corporaciones internacionales, a las que le aceptamos todo lo que piden, sólo para que se lleven todo lo que pueden, y algo más.

Hay un pronóstico bastante extendido de que los problemas de los gobiernos del Frente Amplio fueron problemas de gestión, y que las elecciones se perdieron en octubre (y eso marcó la derrota de noviembre, pese al enorme esfuerzo realizado por la militancia) porque no supimos comunicar todo lo bueno que hacíamos. No niego la cuota de verdad que puede tener todo esto (que por cierto ya pasaba en 2009 y 2014), pero creo que la causa principal no está ahí, sino en que dejamos la utopía, como la guitarra del tango, colgada en el ropero. Por eso, creo que debemos volver a las fuentes. Ahí están las respuestas.

Navegando en un barco viejo por Roberto Elissalde

Al Frente Amplio no le alcanza con ser la fuerza política mayoritaria. Para cumplir con su tarea histórica, que es transformar la vida de quienes vivimos en este país en beneficio de las grandes mayorías, tiene que volver al gobierno.

Para eso antes tiene que entender por qué perdió las elecciones. El 40% de los votantes siguió confiando en sus candidatos en la primera vuelta y casi un 10% más lo prefirió antes que a su competencia de todas las derechas unidas.

Algunas de las prácticas actuales son producto de la falta de síntesis colectiva y de acuerdo estratégico y programático dentro del “paraguas Frente Amplio”. A esta carencia de fondo se suma un mal manejo de errores tácticos que terminaron siendo presentados por la derecha (y creídos por la ciudadanía) como muestras de ineptitud de gestión e ineptitud ética. La apuesta por la gestión por encima de la política y la ideología siempre beneficia a la derecha y nuestro caso no fue excepción.

SI bien la desaparición de un funcionamiento estratégico colectivo y una estructura con capacidad de decisión pero fundada en la forma de hacer política de hace medio siglo parecen ser las principales causas de la actual debilidad, es posible desgranar la situación un poco más. Tal vez si nos ponemos de acuerdo en algunos de los problemas, podamos encontrar al menos algunas soluciones.

* Soberbia en la interacción con el resto del sistema político. Las mayorías parlamentarias, inmutables por cinco años, se construyen con alianzas tejidas durante el período interelectoral.

* Una estructura de poder interno basado en una organización de comités barriales y funcionales propios de los años del autoritarismo pre-dictatorial, no se adapta a las formas de comunicación del siglo XXI.

* La percepción equivocada de que las prácticas resistentes del último cuarto del siglo XX son la clave para el segundo cuarto del siglo XXI. La conversación reveladora y esclarecedora puerta a puerta, cara a cara –que era útil entonces– resulta artesanal e insuficiente hoy.

* La desaparición de la cooperación como forma de generar línea política común. Los diferentes actores consideran (todavía hoy) que diferenciarse de sus socios es más rentable que someterse a una estrategia común.

* Los estímulos a la fragmentación: de 5 listas al senado en 1984 a casi 4 veces más en 2019 que representan no a corrientes del pensamiento sino a voluntades de conducción personalizadas. La cantidad de listas a diputados, incluso dentro de una misma candidatura al senado, reflejan hasta la náusea esta predilección por pensar en individuos más que en organizaciones. Por esa razón el MPP y el PCU, con sus listas 609 y 1001 consiguen una mejor representación que quienes aspiran a encabezar una alternativa propia.

* Cuando la fragmentación orgánica es la norma, la cortedad política y estratégica es el único resultado posible. Cada grupúsculo se plantea como meta llegar de la manera más visible a la próxima elección y después participar en el reparto de cargos para ahí sí, ejercer poder a favor de los más necesitados. En esto, los caudillos y las caudillas de izquierda pueden llegar a comportarse casi de la misma manera y casi con las mismas prácticas que sus modelos de los partidos tradicionales.

* El manejo no profesional de la comunicación, basada en tradiciones heredadas e intuiciones, no ha dado paso a los análisis de big data, de defensa a la guerra psicopolítica que se desarrolla contra la izquierda a nivel global. La fuerza política (y mucho menos sus integrantes particulares) no tiene un equipo organizado para preparar contraofensivas profesionales.

 

 

¿Qué debemos hacer ahora? por Alfredo Asti

En primer lugar, reivindicar muy fuertemente lo realizado en nuestros 3 períodos de Gobierno Nacional y en los Gobiernos Departamentales. Estos 15 años despejaron cualquier duda o temor de nuestra capacidad de Gobernar y transformar el país para bien y sobre todo para los más vulnerables.

Prueba de ello, pero imposible de desarrollar en esta nota, son temas como: crecimiento sustentable con distribución, democracia plena, reformas estructurales (tributaria, salud, protección social, matriz energética, infraestructura y comunicaciones, sistema financiero, etc.), mayor equidad e inclusión, ampliación de la agenda de derechos, impulso a la búsqueda de Verdad y Justicia, descentralización, impulso a la sociedad de la información y a la innovación, manejo de deuda y reservas internacionales, fomento de la inversión, y muchos otros etc. que son herencia para las actuales y nuevas generaciones, los que debemos tratar de preservar ante el avance feroz del neoliberalismo herrerista y sus aliados circunstanciales.

Pero también reconocer errores, omisiones e insuficiencias. En primer lugar, debemos aceptar que no fuimos oportunos en tratar los casos de denuncias de corrupción dejando instalada la falsa idea de generalización de la misma en lugar de reaccionar rápidamente ante los casos particulares evidentes.

Pese a los grandes esfuerzos realizados en reformas, capacitación y equipamiento de la Policía no logramos bajar la preocupación por la Seguridad ciudadana y ese fue uno de nuestros talones de Aquiles.

El problema de la vivienda y las personas en situación de calle fueron otras llagas que no logramos cerrar. Pero creemos que lo fundamental no fueron problemas de gestión de Gobierno sino de fallas en la Comunicación de nuestros grandes logros. Ejemplo claro de esto lo podemos ver en el nuevo Gobierno y cómo maneja la comunicación oficial, quién, con cerco mediático, logra incluso convertir fracasos en aparentes éxitos. No logramos que gran parte de la ciudadanía y en particular los sectores más vulnerables, relacionaran su mejor calidad de vida y mejores oportunidades con las acciones de Gobierno y cambiaron su voto en octubre de 2019.

Desde la orgánica hubo un acompañamiento, solo eso, acompañamiento. Faltó creatividad e impulso para darle fuerza a las medidas y aportes que enriquecieran y defendieran esos cambios en la sociedad. Tampoco fueron respondidos los planteamientos de los desencantados, que se tomaron como actitudes individuales y no como la expresión de un estado de ánimo muy extendido entre numerosos frenteamplistas. Por otra parte, también tuvimos problemas de inserción en el Interior del país (fundamentalmente en el último periodo de Gobierno) y agotamos nuestra capacidad de acumulación de fuerzas después de 2004, asentados en las mayorías parlamentarias que obtuvimos (estrechamente) en 2009 y 2014. La fuerza política no estuvo a la altura de las circunstancias para ser la polea de trasmisión de la gestión de Gobierno a los distintos grupos sociales que anteriormente nos apoyaron y que fueron la base de nuestra fundación y crecimiento.

¿Qué debe hacer ahora el Frente Amplio para cambiar y adaptarse a esta nueva situación? En primer lugar, saber, como dijo Tabaré Vázquez, que una elección no se gana ni se pierde en una campaña electoral sino en un proceso continuo, en el que confluyen diversos factores. Debemos mirar hacia los asuntos relacionados con nuestro funcionamiento como partido y su actuación en el sistema político y en el seno de la sociedad. Para transformar la realidad hay que entenderla. Y aceptar que cambia y mucho.  Actualmente estamos ante situaciones nuevas de país, (muchas generadas por las transformaciones positivas de los 15 años de Gobiernos del FA), y también en el Mundo, un drástico cambio de Gobierno y un proyecto de país que se opone al que pretendimos y pretendemos construir y que requieren desde la oposición, nuevas respuestas, más allá de la situación de Pandemia. Debemos afirmar nuestras convergencias con los movimientos sociales y con los sectores más vulnerables, que siempre fueron nuestra prioridad, pero al mismo tiempo recuperar nuestro relacionamiento con los sectores medios, intelectuales, profesionales, pequeños y medianos empresarios, que desencantados se fueron alejando. Debemos retomar los procesos de acumulación de fuerzas, prácticamente desatendidos desde 2004.

Debemos sincerar y simplificar nuestro esquema de sectores de la coalición, hoy con una diversidad que atenta contra la propia identidad y cae en una peligrosa fragmentación y dispersión, con decenas de grupos y más aún confusas presentaciones y alianzas electorales.

La estructura es un rasgo del FA. Una seña de identidad. Es un patrimonio que el Frente tiene que preservar y cuidar. Por eso mismo debe evitar que se burocratice, que pierda contacto con la realidad, con la gente.

Se trata de preservar la estructura, pero transformándola para que exprese al pueblo frenteamplista. Es decir, representar más fielmente a sus votantes, que son más de un millón y entre los cuales muchos miles no tienen relación permanente con el FA, a esos frenteamplistas que protagonizaron la remontada de noviembre y a muchos otros que, sin participar en movilizaciones como esa, desearon fervientemente que el Frente ganara la segunda vuelta y conservara el gobierno.

La estructura en su situación actual -que se remonta a muchos años- aparece desconectada de mucha gente. Los organismos de la estructura que mantienen los vínculos con su entorno, como algunos comités, también necesitan el respaldo de una estructura fuerte, con vínculos en las instancias de dirección y con quienes actúan en niveles de gobierno, ya sea nacional -donde el FA mantiene representación en varios organismos pese a haber perdido-, como departamental y municipal.

Es un dato de la realidad que el frenteamplismo en la sociedad es un fenómeno de mucho mayor amplitud que la estructura que hoy lo representa. Será fundamental entonces avanzar hacia una representación que refleje mejor a los que, por encima de sectores y de coyunturas políticas se sientan frenteamplistas.

 

El parto de una esperanza transformadora por Hugo Acevedo

El Frente Amplio celebró sus cincuenta años de vida, como vanguardia ideológica de la izquierda y brazo político de la clase trabajadora y de los sectores más vulnerables de la sociedad, víctimas las predadoras políticas del bloque conservador político-empresarial.

Hace medio siglo, el FA nació en una sociedad radicalmente polarizada y dramáticamente desgarrada por la violencia y la represión estatal contra el frente social.

La génesis de esta fuerza política renovadora fue una contundente respuesta a la crisis engendrada por una derecha autoritaria y coaligada con el gran capital. No en vano, en su acta funcional, el Frente Amplio se define como anti-oligárquico y antiimperialista, dos postulados que se mantienen enhiestos hasta el presente.

Esta herramienta de cambio que con el tiempo mutó de mera coalición en partido político, fue, por entonces, una alternativa destinada a romper con el bipartidismo vernáculo, que controlaba los resortes del poder en nuestro país.

También fue un desafío a la rosca oligárquica y entreguista que nos gobernaba, la cual, en ese turbulento año 1971, en el marco de la presidencia del colorado Jorge Pacheco Areco, reprimió con brutalidad a la clase obrera, al movimiento estudiantil y a sectores opositores. Las fechorías de ese gobierno reaccionario, perpetradas al amparo de medidas prontas de seguridad, fueron represión callejera, detenciones ilegales, asesinatos, torturas, censura de prensa e ilegalización de fuerzas políticas.

La nueva vertiente política fue un paraguas que nucleó a comunistas, socialistas, batllistas y nacionalistas progresistas escindidos de los partidos tradicionales, socialdemócratas, socialcristianos e independientes.

Ese crisol ideológico, que destacaba por su intrínseca y fermental riqueza y su espíritu combativo, removió las estructuras de un sistema anquilosado y decadente, conducido por una derecha funcional a los intereses de las elites de clase, corrupta, reaccionaria y autoritaria.

En un marco de tufillo golpista y con sólo diez meses de existencia, el Frente Amplio, liderado por el general Líber Seregni, cosechó un impactante 18% de adhesión ciudadana en las urnas en las elecciones de noviembre de 1971, que se celebraron en una atmósfera de temor, desconfianza y fundadas denuncias de fraude.

Obviamente, el Frente Amplio fue el partido que más sufrió durante la dictadura liberticida instaurada en el marco de la guerra fría bipolar, para aherrojar a la izquierda y a las clases populares, con muertos, torturados, desaparecidos y exiliados.

Aunque el propósito del régimen fue exterminar a la izquierda política ya que la guerrilla había sido desmantelada, según lo reportan documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano, el FA emergió airoso de la pesadilla y, con miles de ciudadanos proscriptos y sectores ilegales, obtuvo, en noviembre de 1984, conducido por su candidato alternativo, el médico Juan José Crottogini, más del 21% de los votos.

El resto de la historia marca el rápido proceso de acumulación de la izquierda aglutinada en el FA, que logró ganar el gobierno departamental de Montevideo en 1989 y transformar a Tabaré Vázquez en intendente, además de mantener su votación de cinco años antes en las elecciones nacionales del mismo año..

Obviamente, el FA estuvo a apenas 30.000 votos de obtener el gobierno en 1994 con la candidatura de Tabaré Vázquez, perdió el balotaje de 1999 pese a ser el partido más votado con un 40% y luego ganó tres elecciones consecutivas con mayorías propias conducido por Tabaré Vázquez y José Mujica, lo cual le posibilitó rescatar el país del dramático abismo de la crisis del 2002, mejorar sustantivamente la calidad de vida de los uruguayos y consagrar radicales avances en materia de derechos.

Este cincuentenario lo encuentra en la oposición y en pleno proceso de autocrítica y renovación de liderazgos, para enfrentar -con más pasión y energía que nunca- las políticas regresivas del proyecto conservador, acorde al mandato ético e histórico de sus egregios fundadores.

 

Mensaje en una botella por Eric Alvez

 

10 puntos imprescindibles para pensar a la nueva izquierda tras 50 años.

Creo que es momento de hablar de un nuevo pacto de izquierdas que permita una repensada construcción de sentido de nuestra militancia y que permita también enfrentar de manera unitaria y organizada una coyuntura actual de retroceso en materia de derechos para los sectores más postergados de nuestra sociedad y de avance de otros que se han reorganizado para mantener privilegios que consideran naturales a su condición de clase. A continuación, desarrollaré algunos puntos que considero relevantes para esta nueva construcción de sentido.

1)      El Frente Amplio como herramienta de las izquierdas

El Frente Amplio es la herramienta para transformar la sociedad que se han dado diversas y ricas tradiciones de izquierda. Es necesario reivindicar su vigencia de igual manera que reivindicamos todas esas ricas escuelas del pensamiento crítico que lo han transformado en una fuerza política única en el mundo. Se necesita entenderlo no sólo como un partido político sino como un fenómeno social y cultural, de propiedad popular y colectiva. Es quizá una de las herramientas más bellas que creó la izquierda latinoamericana. Hay que ser generoso, paciente y cuidadoso con ella.

2)      Unidad como práctica concreta.

La diversidad de miradas es lo que ha hecho a nuestra fuerza política ejemplo para muchos proyectos de izquierdas por fuera de las fronteras de nuestro país. Un proyecto de esta naturaleza sólo puede sostenerse en el tiempo desde una práctica unitaria que admita en la diferencia de perspectivas una potencialidad para el cambio. Eso es mucho más que tolerancia o convivencia. Es admitir la riqueza de la mirada del diferente. Es alianza estratégica pero también es una forma de reconocimiento de las limitaciones de cada perspectiva y de su enriquecimiento en el diálogo con otras. La unidad debe ser práctica concreta, modo de vida y de militancia, la misma no puede agotarse en un enunciado declarativo.

3)      Solidaridad como guía.

 Entiendo a la solidaridad como aquellos mecanismos de cooperación y ayuda mutua que permiten el bienestar social de toda la ciudadanía, especialmente el de aquellos sectores que han sido históricamente postergados. Pero también debe ser una forma de concebir la acción de las organizaciones políticas y guía en la militancia individual. Creo en una izquierda que sea solidaria en la socialización del poder. Un poder que no debe estar al servicio de las minorías sociales sino que debe ser redistribuido entre las mismas.

4)      Formación política de nuevas y viejas generaciones.

 Es un error común creer que la formación política es algo que debe brindarse a las nuevas generaciones. Es necesario seguir pensando en la misma durante, y para todas, las trayectorias militantes. El mundo y las relaciones sociales se complejizan de manera exponencial a cada segundo. Transformar las relaciones de desigualdad necesita de una formación política constante. Este punto es clave para no transformarse en una fuerza política de carácter conservador.

5)      Construcción de referencias horizontales y colectivas.

Nos encontramos en un momento histórico de pérdida de referentes históricos de nuestra fuerza política. La reciente desaparición física del compañero Tabaré y la ausencia política de otros grandes y queridos referentes debe servir como una oportunidad de construir liderazgos colectivos. Se equivoca en mi opinión quien crea que hay que sustituirlos u ocupar sus lugares y la condición humana a veces puede seducirnos con intención de construcciones verticales. Este proceso requiere tiempo y mucha generosidad. Para esto deben construirse referencias políticas, no élites dirigentes, ni hiper personalización de la política.

6)      La renovación como prioridad.

Relacionado al punto anterior es que hoy aparece en escena una nueva generación de compañeros y compañeras referentes. Esto es positivo para la fuerza política, pero es necesario entender que la renovación política no está procesada cuando una generación ocupa los lugares de referencia de la anterior. La misma debe ser un proceso constante de inclusión a generaciones militantes más jóvenes, el poder socializado es una de las más importantes máximas de un colectivo de izquierdas.

7)      La incorporación de la perspectiva de género como elemento de distribución del poder.

La paridad incorporada por nuestra fuerza política para instancias electorales ha sido de gran avance para el acceso de nuestras compañeras a responsabilidades de representación. Sin embargo, es necesario incorporar el concepto de paridad participativa. Entendiendo los roles socialmente asignados para hombres y mujeres debe trabajarse para garantizar la participación de todas nuestras compañeras en los espacios de debate y construcción política.

8)      El vínculo con el movimiento social repensado y reivindicado.

 El Frente Amplio debe asumir que las formas de participación política de los ciudadanos y ciudadanas se han diversificado. Es necesario dialogar con todos los colectivos organizados que tengan objetivos comunes con nuestra fuerza política. Esto de ninguna manera significa la cooptación de los mismos desde lo político partidario sino poder reivindicar las sinergias que se pueden dar para la transformación desde este diálogo constante.

9)      Fortalecimiento de la militancia territorial.

 Las bases de la estructura organizativa del Frente Amplio son los Comité de Base y las Coordinadoras. Justo es decir que no todos los espacios de encuentro territorial cuentan con las mismas fortalezas. Es necesario el fortalecimiento de aquellos espacios que hoy se encuentran más debilitados. y si es necesario. repensarlos. Pero siempre teniendo en cuenta que estos son lugares de referencia concretos. La agenda de nuestros espacios territoriales debe ser la de los vecinos y vecinas y la misma debe ser jerarquizada.

10)   Fortalecimiento de militancias temáticas y funcionales.

Por último, es bueno tener claro que las formas de organizarse de los ciudadanos son diversas. Lo territorial nos sigue uniendo, pero no sólo. Es imprescindible jerarquizar las diferentes formas de organización temáticas o por intereses de áreas del conocimiento. Estoy convencido que el diálogo entre lo territorial y lo funcional temático puede seguir arrojando muy buenos resultados para la organización política.

Estas palabras son escritas por un frenteamplista que sólo pretende poner en debate estas cuestiones, quien quiera tomar el guante está invitado e invitada a discutirlo. Tiro la botella hacia el mar.

 

Un gran Re Encuentro Progresista por Eduardo Vaz

  • El FA nació para transformar en sentido progresista de izquierda al país. Sus valores democráticos, libertarios y republicanos inspirados en la justicia social, la igualdad y la solidaridad con los más débiles y más necesitados, siguen tan vigentes como entonces. Mientras haya injusticias sociales, económicas, de género, raciales y violencias múltiples, el FA tendrá razón de ser.
  • No es allí donde hay que buscar el cambio fundamental sino en el análisis de cómo se expresan esos problemas en la realidad actual, mucho más capitalista y desalmada que en 1971, con nuevos retos como el calentamiento global, el agotamiento de los recursos no renovables, las migraciones, las pandemias, la súper concentración de la riqueza y la consiguiente desigualdad. Y, muy especialmente, la revolución tecnológica que nos atraviesa individual y colectivamente, modificando todo a su paso.
  • El papel central de la información y el conocimiento en la economía y la vida moderna, son temas prioritarios.
  • Con sus 50 años y variadísimas experiencias – dictadura, oposición democrática, 15 de gobierno nacional y más departamentales-, y siendo la primera fuerza política nacional y la gran oposición a la contra reforma liderada por el herrerismo con su esencia reaccionaria, neoliberal, y anti estatista, tiene todo para recomponerse como fuerza líder del país progresista.
  • El punto de partida debe ser asumir la derrota, la más dura en toda su existencia pues la propinó el pueblo. El desgaste, la falta de nuevas propuestas y proyectos que motivaran a la sociedad, el caso demoledor del vicepresidente y la actuación de todo el FA (salvo honrosas excepciones como la del TCP), la soberbia, falta de sensibilidad y escucha, la no renovación del elenco gubernamental  y más, nos alejaron de gran parte de la sociedad, incluso frenteamplista.
  • El FA se transformó en un partido de estado, absorbido por los cargos y discusiones perfilistas, encerrado en su cada vez más en su reducida y añejada estructura, fue perdiendo sus vasos comunicantes con el pueblo. Los resultados de alcaldías son elocuentes en todo el país.
  • El pasaje a la oposición es doloroso y no estábamos preparados. La pandemia sumó una niebla espesa que dificulta mirar con claridad. El fin de los 3 liderazgos tradicionales pone otra nota en esta transición sin rumbo aún.
  • La consolidación del modelo liderado por el herrerismo agudizará las contradicciones sociales, está en su ideología. Un gran Re Encuentro Progresista será imprescindible para derrotar la coalición multicolor. Esto requiere   movilizar y concertar, y mucho diálogo para construir con otros la alternativa capaz de vencer.
  • El FA ha devenido en un gran partido. Así lo sostiene la ciencia política hace muchos años y se suman opiniones como la de J.L. Piccardo en VaDeNuevo. Este enorme cambio, producto de su transformación dialéctica no se ha reflejado en su organización y genera tensiones de todo tipo.
  • Hay que animarse a una readecuación integral que lo democratice mucho más en base al principio “un frenteamplista, un voto”, que rediseñe su estructura harto pesada, que no estimule la fragmentación, que profesionalice su equipo central, que relance los imprescindibles comités de base como verdaderos centros cívicos y culturales de cada barrio abiertos al vecindario, con recursos del siglo XXI, que recoja las experiencias de las redes y la comunicación en pandemia y consagrar una dirección donde participen los referentes sectoriales y sea el ámbito real de toma de decisiones, son algunas claves imprescindibles para lo que viene.

 

 

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